Feminización de la sociedad y muerte de la paternidad
Javier Barraycoa
1.- “Introducción”
JUSTIFICACIÓN. Bajo el título “La feminización de la sociedad y la muerte de la autoridad”, dicté una conferencia el 22 de noviembre, de 2016, para el grupo de estudiantes y profesores de psicología Psiqué. Un tiempo después en elForo Alfonso Carlos I, pude dictar una variación del tema, titulada “La feminización de la sociedad y la muerte de la autoridad paterna“. Debido a la importancia fundamental de esta temática, he decidido publicar en partes, una síntesis de las dos conferencias y añadiendo algunas reflexiones más. Con cierta periodicidad -y debido a lo largo del texto, y las necesarias correcciones y ampliaciones- las iremos publicando con la periodicidad que nos dejen las circunstancias.
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Iniciaremos esta introducción con una frase sacada del cine y una cita del Nuevo Testamento. Esta extraña mixtura nos ayudará crear el pequeño marco sobre el que reflexionaremos a lo largo de esta introducción.
En la desastrosa serie de películas de Parque Jurásico, una de las pocas frases que se puede rescatar de los mediocres guiones es la siguiente: “Dios crea al dinosaurio, Dios destruye al dinosaurio. Dios crea al hombre, el hombre destruye a Dios. El hombre crea al dinosaurio. El dinosaurio mata al hombre”. Así se completa la autodestrucción de toda la realidad y sólo subsiste la criatura que ha matado al ser que ha matado a Dios. Esta frase cobra más sentido, a su vez, con una misteriosa frase al inicio -creemos- del primer filme de la saga, en 1993 en la que se lanza un criptomensaje sobre el dominio final de la mujer sobre la naturaleza y el caos. Un detalle de la película, que se conjura con estas pistas perdidas en medio del espectáculo, es que las especies de dinosaurios que han sido recreadas genéticamente, son hembras esterilizadas para evitar el peligro de la reproducción descontrolada.
Sin embargo, “La vida siempre se abre camino“, reza el guion, y se produce el fenómeno de la partogénesis (autofecundación de las hembras, sin necesidad de un macho). La proliferación de las hembras saurio, en una emulación de la voluntad de poder, destruye todo lo que se pone a su paso. El macho se ha vuelto prescindible. Por otro lado, dando un salto mortal, queremos traer a colación un texto de San Pablo, que nos parce nuclear para entender lo qué está ocurriendo actualmente en nuestra civilización. Dice así: “Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef, 3, 14-16). Y en otra carta, deslumbra con esta misteriosa frase: “Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús.” (I Corintios, 4,15).
La función paterna y la pedagógica, no son la misma. Por eso en el texto, San Pablo diferencia a los pedagogos de los padres (espirituales). Sólo puede haber una enseñanza verdadera si, como dice San Pablo, emana de la paternidad participada de la “que viene de lo alto”. Por eso la raíz etimológica de “educar”, aunque tiene muchas versiones interpretativas, implica un “sacar de dentro”, un “extraer”[1]. Esto es una acción que se hace desde fuera del individuo por alguien naturalmente superior en potencias. “Educere” conlleva también un “conducir” (“ducere”) el proceso. Pero este acompañamiento se hace desde una primacía ontológica. Por eso, algunos etimólogos indican que “educere” implica un acompañamiento pero guiado desde delante, no al lado en plano de igualdad. Otros expertos relacionan “educere” con “educare”, siendo esta segunda una derivación de la primera, tendría un matiz diferente.Así se completa la autodestrucción de toda la realidad y sólo subsiste la criatura que ha matado al ser que ha matado a Dios.
“San José capintero” de Georges de la Tour
Mientras “educere” nos remite a una acción de formación o educación trascendente a sí misma y que en términos cristianos sólo puede ser eficaz en la medida que participa del primer analogado de la Paternidad, “educare”, nos refiere a algo mucho más terrenal: es un criar, o más específicamente alimentar. La relación etimológica más directa sería con el verbo “manducare” que significa masticar, injerir o comer[2]. En este sentido el acto es inverso, no se trata de sacar algo espiritual de dentro del individuo sino de introducir alimento material. Claramente la diferencia entre “educere” y “educare” nos indica una función paternal y otra nutricial-maternal. La literatura del feminismo radical y posfeminismo pretenden -como se verá- disociar totalmente órganos femeninos como los pechos de su función natural que es nutrir (en realidad lo que negarán será la existencia de una naturaleza en sí), de su función de órgano sexuado. Pero es evidente que la naturaleza ha dotado a la mujer de órganos nutricionales que el varón no posee ni poseerá[3].
Parecerá extraño al lector que comencemos con estas alusiones que nos recuerdan a la diferenciación funcional según la sexualidad que encontramos en todas las culturas, y que supuso uno de los primeros temas de análisis de la sociología y la antropología[4], en cuanto que disciplinas “ateas” o “agnósticas”. Hoy estas tesis iniciales de esas disciplinas revolucionarias son burdamente despreciadas por el feminismo radical que aparentemente defienden un mundo sin distinciones funcionales entre hombres y mujeres. Pero la evolución dialéctica del feminismo llevará a que, en postreros discursos, rechacen no sólo la existencia de la naturaleza humana (masculina y femenina), sino que incluso se busque una deconstrucción de lo femenino como valor cultural perdurable y reivindicable. Dentro de los discursos[5] elaborados por el feminismo se nos planteó inicialmente esta doctrina como una “lucha de sexos” por alcanzar la igualdad. Pero esta fase discursiva del feminismo ya ha sido autoaniquilada. No se trata de que la mujer alcance una igualdad para con el hombre, sino de deshacer el concepto de “mujer”. Demostraremos que el posfeminismo ha matado al feminismo, como este liquidó a lo femenino.
Pero la evolución dialéctica del feminismo llevará a que, en postreros discursos, rechacen no sólo la existencia de la naturaleza humana (masculina y femenina), sino que incluso se busque una deconstrucción de lo femenino como valor cultural perdurable y reivindicable
Dicho así parece una contradicción, pero es la consecuencia lógica de un feminismo sin ontología y sólo sujeto a ideología. Y la esencia de las ideologías posmodernas es negar lo que previamente ellas mismas habían convertido en dogma. Es la revolución permanente de Trotsky, pero aplicada al discurso de las llamadas ahora ideologías LGTBI. Son discursos, que -por cierto- no admitirían un mínimo análisis racional, porque su esencia es una falsa dialéctica: afirmar una cosa para, a continuación, defender lo contrario y producir como reacción una nueva “categoría conceptual” que, al poco, será eliminada por “reaccionaria”. De ahí la imperiosa necesidad de desarrollar investigaciones sobre los constructos de los discursos ultrafeministas y sus incongruencias. Igualmente sólo así entenderemos por que este tipo de ideologías no paran de inventar lenguajes que luego relegan al olvido para imponer nuevas expresiones de “corrección política”. No olvidemos que quien domina el lenguaje, domina las mentes.
Antes de iniciar la exposición del desarrollo del feminismo -y sus extraños vericuetos- hasta la actualidad y descubrir su verdadero objetivo (la eliminación de la paternidad), se nos antoja en esta introducción proponer una paradoja y una imagen.
La paradoja es la que nos confirman las estadísticas que demuestran que la inmensa mayoría de alumnos de ingeniería son varones. Hecho que, por cierto, pone muy nerviosas a las feministas radicales que ven discriminación, donde simplemente hay vocación y predisposición masculina[6]. Traemos este dato a colación, pues gran parte de los artefactos diseñados por ingenieros -prácticamente todos ellos varones- han servido para la liberación de la mujer de buena parte de sus tareas tradicionales, o al menos su aligeramiento: lavadoras, secadoras, planchas, cocinas inteligentes, robots de limpieza, móviles, ordenadores, reproductores de vídeos, redes sociales, …).
Curiosamente, la mayoría de estos ingenios inventados por hombres, son usados con increíble facilidad por las mujeres, y ante ellos sus parejas masculinas se tornan torpes zoquetes. Igualmente, el feminismo partió de estructuras conceptuales desarrolladas por varones, muchos de ellos misóginos (vitalismo, marxismo, psicoanálisis, existencialismo, etc…)[7], sin los cuales las teorías feministas radicales nunca hubieran surgido ni subsistido. Ello no quita que las últimas formulaciones feministas quieran hasta rechazar el reconocimiento de esa dependencia y busquen ahora una emancipación incluso teórica de sus propias fuentes.
el feminismo partió de estructuras conceptuales desarrolladas por varones, muchos de ellos misóginos (vitalismo, marxismo, psicoanálisis, existencialismo, etc…), sin los cuales las teorías feministas radicales nunca hubieran surgido ni subsistido
Respecto a la imagen que queremos proponer, válida para creyentes o no creyentes, es el arquetipo del pecado original relatado en el Génesis. La serpiente utiliza a la mujer para tentar al hombre, prometiéndoles hacerse como dioses si comen del fruto prohibido. Ello denota -incluso en ese primer pecado- una relación indisoluble e inevitable entre el hombre y la mujer. Con una expresión irreverente, diríamos que en esa caída original el hombre necesitaba de la mujer y la mujer del hombre. Para entender el posfeminismo en sus versiones actuales más radicales, que iremos desgranando al final de este trabajo, debemos imaginarlos el relato del Paraíso de otra forma.
Conjeturemos el siguiente escenario: la serpiente se acerca a Eva para que coma del fruto prohibido y le promete que será como un dios. Pero ello a condición de que no se lo diga a Adán, pues entonces, si comieran los dos, los dos se elevarían a la categoría de dioses y, por tanto, serían iguales. Es mejor -argüiría la serpiente- no decir nada a Adán, pues así este permanecería en su condición de hombre, por tanto, de ser inferior, mientras que la mujer se elevaría a la categoría de dios (aunque para ello perdiera su condición de mujer). Reconocemos que esta imagen ahora parecerá extraña al lector, pero esperemos que cobre sentido al final del escrito. Ya avanzamos que el posfeminismo no es una ideología que propone la igualdad del hombre sobre la mujer sino la superioridad de ésta sobre aquél y, por ende, la negación de posibilidad de existencia de la paternidad como elemento esencial y diferenciador entre hombre y mujer.
Nos adentraremos en aguas removidas, pero ya advertimos que las intencionalidades de los constructores de ciertas ideologías, suelen ocultar sus intencionalidades y crear un doble discurso, uno para el común de los mortales y otro para sus iniciados. Éric Zemmour, pensador maldito para el feminismo actual, en su obra El primer sexo (2006), [8], desarrolla una crítica arrolladora contra tanta corrección política y hegemonía discursiva del feminismo radical. En un momento dado, en su obra, desvela los juegos de distracción del feminismo. Por ejemplo, tras sucesivos ataques implacables contra la masculinidad, ahora parece que el propio feminismo reivindica la masculinidad.
Eso sí, una masculinidad ad hoc y un modelo impuesto. “¿A que se parece el hombre ideal?”, se preguntan las feministas. Y el mismo responde Zemmour: “El hombre ideal se depila, compra productos de belleza, lleva joyas, sueña con el amor eterno, cree a pie juntillas en los valores femeninos, prefiere el compromiso a la autoridad y, más que de la lucha, es partidario del diálogo y la tolerancia. El hombre ideal es una verdadera mujer”. Pero el discurso ni siquiera acaba aquí, pues un solo modelo de masculinidad, aunque sea el homólogo de la mujer, es demasiada represión. Por eso los discursos posfeministas ya hablan y defienden la “construcción de las masculinidades”. El caso es que nunca quede un referente inequívoco en pie. Sólo desde esta perspectiva entenderemos las contradicciones evoluciones del feminismo y es estado actual de la cuestión.
La “Construcción de las masculinidades”
NOTAS
[1] “educāre” está compuesto del prefijo “e”-“ex” fuera y “ducāre” que quiere decir conducir.
[2] De ahí derivaciones como manducar o mandíbula en castellano, o manger (francés), menjar (catalán).
[3] Es evidente que se podrá argumentar que en el “educere” hay algo materno. El sacar de dentro y llevar a la luz, es una de las primeras ideas socráticas que se nos enseñaba en la escuela: el saber como parto. Al igual que el hombre tiene funciones nutricionales respecto a la madre en cinta o con la prole.
[4] Véase por ejemplo el clásico La división social de trabajo de Émile Durkheim (1893).
[5] Utilizamos la expresión “discurso”, en el mismo sentido que Foucault hablaba de saber/poder.
[6] El periódico El País, subtitulaba un artículo: “Solo el 25% de los que estudian una carrera politécnica son alumnas, un dato alarmante”, cf. Por qué las mujeres no quieren ser ingenieras, en El País, 28 de octubre de 2010. La pregunta es … ¿por qué es alarmante? Esta es una dinámica constante en la modernidad: la ideología debe imponerse sobre la realidad. Y toda ideología debe generar su propio lenguaje y discurso. Por eso hoy ya empiezan a imponerse expresiones tal y como el “empoderamiento tecnológico de las mujeres”.
[7] No hace falta indagar mucho para descubrir el profundo resentimiento hacia las mujeres que tuvieron los pensadores que, a la postre, permitieron la emergencia del feminismo radical: Nietzsche, Marx, Freud, Sartre, son claros ejemplos.
[8] Actualmente ha sido reeditado por Homo legens con su título original El primer sexo.
https://barraycoa.com/2020/04/12/fem...-introduccion/
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