La sociedad de consumo

A través de los planteamientos económicos liberales, se llega a la sociedad de consumo, "especie de estómago inmenso, mitológico, en el cual se diluye el hombre moderno y se convierte a la vez en una entidad mítica"... "resultante de la economía al revés, que, queriendo ser una economía de productores, no puede asegurar su continuidad contra natura", si no es invirtiendo la relación entre productor y consumidor, constriñiendo a éste, "para sobrevivir, a adaptar, por todos los medios, el consumidor global a su producción global", haciendo así del consumo un "sólo y único receptáculo gigante" y "elástico".

Cuando ese ritmo creciente del consumo requerido por el incremento de la producción, cede y se rezaga, quedan excedentes de ésta sin consumir, y entonces se recurre al Estado, instaurando su intervención en la economía. Este, a su vez, segrega "una presión fiscal delirante y una reglamentación cancerígena", para reavivar la productividad, en una "economía amañada" que "deja su lugar a un mecanismo burocrático" y se suple "su vitalidad extenuada con una acumulación de aparato de prótesis". Como último recurso, acude a la inflación, "el estupefaciente por excelencia que los Estados utilizan para desenmascarar la quiebra de sus injerencias en la economía".


Marcel de Corte

Simancas tradicionalista