INCOMPRENSIBLE

Carlos Ibáñez Quintana (09/10/07)

Leemos en “La Gaceta de los Negocios” núm. Correspondiente a los días 6 y 7 de octubre:



"Lo que nunca se ha tenido se puede desear ardientemente pero no se puede “echar de menos”; y hasta que murió Franco, yo no eché de menos lo que nos robó el franquismo: la libertad. Ya no me la dejaría arrebatar. Hoy sé que es el bien más preciado, la condición sine qua non de la convivencia pacífica entre personas de ideas distintas".



Con esas líneas, su autora da la sensación de que escribe por cumplir con su profesión, sin reflexionar sobre lo que escribe y, naturalmente, sin sentirlo. Por seguir la moda de lo políticamente correcto.


No entendemos cómo "se puede desear algo ardientemente y no se puede echar de menos".

Si se desea será porque se necesita y se echa de menos. Con el párrafo en cuestión, su autora demuestra que esa libertad (abstracta y en singular) no vale nada. Si valiera la habría echado de menos. Demuestra que no valora las auténticas libertades que el estado liberal nos tiene secuestradas.


Nosotros las echábamos de menos durante el franquismo y las deseábamos ardientemente. Y la mayor parte de esas libertades, las más importantes, no nos han sido devueltas por la democracia.


La diferencia entre nuestra postura y la de la autora del párrafo que comentamos, es que las libertades por las que aspiramos son derechos concretos a elegir en la vida diaria. Derechos concretos a que el Estado no se inmiscuya en nuestras vidas más allá de lo imprescindible. La libertad que ella no echaba de menos es una palabra sin contenido. Por eso hoy está satisfecha con la nada (o casi nada) que esto que llaman democracia nos ha devuelto. Termina diciendo:


"Ya no me la dejaría arrebatar. Hoy sé que es el bien más preciado, la condición sine qua non de la convivencia pacífica entre personas de ideas distintas".





No podemos dar a ese párrafo ningún valor. ¿Cómo puede uno no dejarse arrebatar algo que es nada, puro vacío? ¿Qué haría para no dejárselo arrebatar? Si durante el franquismo no lo echó en falta y vivió tranquila. Lo normal es que, con más años y experiencia, adoptase la misma o más pasiva postura que entonces.


Respecto a la convivencia pacífica en que hoy vivimos gracias a esa libertad, la invitamos a que lea las noticias de la política española, que diariamente publica su periódico y que se de una vuelta por las Vascongadas o Cataluña.


Es incomprensible que se escriban esas cosas. Pero se escriben. Y gracias a ello se sostiene este régimen catastrófico.



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