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Posibilidades y condiciones para la restauración del canto gregoriano

Ciudad del Vaticano, 8 May. 06 (AICA)

“Comenzando con su entrenamiento en el seminario, los sacerdotes deben estar preparados para comprender y celebrar la Misa en Latín. También deben poder apreciar el valor del Canto Gregoriano. Los fieles mismos deben ser educados a ese respecto”.

Con esta cita del reciente Sínodo de Obispos celebrado en octubre último en el Vaticano, comenzó su alocución monseñor Valentino Miserachs Grau, presidente del Instituto Pontificio de Música Sacra, en la Jornada dedicada a esta música por la Congregación para el Culto Divino.

“Que la asamblea de los fieles, durante la celebración de los Ritos sagrados, y especialmente durante la santa Misa, pueda participar cantando las partes de Canto Gregoriano que le pertenecen, no solo es posible: es lo ideal”, señaló monseñor Miserachs, trayendo en su apoyo documentos desde San Pío X hasta Juan Pablo II.

“La casi completa prohibición del Latín y el Canto Gregoriano que hemos presenciado en los últimos cuarenta años, es incomprensible, sobre todo en países occidentales. Es incomprensible y deplorable”, lamentó.

“El eclipse de una tradición de plegaria -añadió- formada durante dos milenios favoreció la heterogénea y anárquica proliferación de nuevos productos musicales que, en la mayor parte de los casos, no fueron capaces de enraizarse en la tradición de la Iglesia, resultando no sólo en un empobrecimiento generalizado, sino en un daño que puede ser difícil reparar. ¿Cómo puede ser que un puñado de canciones insípidas, recortadas sobre el molde de la música popular más trivial, llegue a reemplazar la nobleza y robustez de las melodías gregorianas, que son capaces de elevar hasta el cielo los corazones de la gente?

Tras denunciar que se ha “despreciado la capacidad del pueblo cristiano para aprender”, que se lo ha “forzado a olvidar las melodías gregorianas que conocían”, y que se lo ha “indigestado con banalidades”, monseñor Miserachs propuso algunos modos simples para comenzar la restitución del Gregoriano en la asamblea de los fieles.

“Debe comenzarse -explicó- con las aclamaciones, el Pater noster, los cantos del Ordinario de la Misa, especialmente el Kyrie, el Sanctus y el Agnus Dei. En muchos lugares, el pueblo estaba familiarizado con el Credo III, el Ordinario de la misa “de Angelis”. Y no sólo eso, conocían el Pange lingua, el Salve Regina y otras antífonas. Hay un pequeño repertorio que debe ser aprendido, contenido en el “Jubilate Deo” de Pablo VI. Si la gente crece acostumbrada a cantar el repertorio Gregoriano adecuado, entonces estará en buena forma para aprender nuevos cantos en las lenguas vivas; aquellas canciones, se comprende, dignas de ser colocadas junto al repertorio Gregoriano, que debe siempre retener su primacía”.+

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