Un retazo del Imperio romano en el corazón de Barcelona



Tarragona, la esplendorosa Tarraco de los romanos, fue indiscutiblemente el centro neurálgico del imperio de los augustos en Hispania, pero también Barcelona, o Barcino, fue una ciudad de importancia considerable, sobre todo a nivel comercial. El conjunto arqueológico de la Puerta de Mar y las termas portuarias de la calle Regomir, junto al centro cívico del Pati Llimona, en el Barri Gòric, y abierto al público en marzo de 2012, da buena fe de ello. “Barcino nace en el año 10 a. C. como una colonia de personas bien situadas”, destaca Joan Roca, director del Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona. Sus moradores eran antiguos militares, miembros de la élite del ejército recompensados por el emperador Augusto.
En 1998, una obra de rehabilitación de la finca número 7 y 9 de la calle Regomir sacó a relucir un yacimiento que permite evaluar el peso de Barcino en el comercio mediterráneo. El conjunto incluye un importante tramo de muralla con varias torres de épocas distintas y unas termas portuarias -o suburbanas-, ubicadas originalmente extramuros, que en su apogeo alcanzaron una extensión de 1.500 m2. En palabras de Carme Miró, responsable del Pla Barcino del Servei d’Arqueologia del Institut Cultural de Barcelona, se trata de “un conjunto muy importante para una ciudad pequeña como Barcino, que tenía 10 hectáreas”, y eso que en total se conocen tres termas públicas en la actual Barcelona, además de las privadas.
Según Joan Roca, “las termas portuarias las visitaban tanto personas de Barcino como los mercaderes y viajantes que pasaban por la ciudad, porque eran un buen lugar para hacer contactos”. El emplazamiento, entonces a sólo 150 metros del mar, no es casual. “La fachada marítima era una zona portuaria con tabernas y prostíbulos donde iban muy bien unas termas”, destaca Carme Miró. La arqueóloga enfatiza que “ir a las termas no era lo que nosotros entendemos por ir a la piscina o a un balneario, sino que funcionaban como un centro social”. Amén de a hacer negocios, allí se iba a pasear, a leer -las termas de Roma incluso tenían bibliotecas- y, por supuesto, a hacer el ritual del baño, muy conocido por todos los romanos.
“Lo primero era desnudarse en una sala llamada Apodyterium; luego se pasaba a un ambiente templado, el Tepidarium, y se empezaba el baño por una sala fría, el Frigidarium, donde había una piscina”, explica Miró. El recorrido era complejo. Después del Frigidarium se volvía al ambiente templado, donde no había piscina, sino una fuente; luego se pasaba a una sala cálida o Caldarium, y desde ahí a una sauna o a una sala de masajes y de unción de óleos. “Por último, se volvía a la sala tibia y después a la fría”, concluye la responsable del Pla Barcino. Las termas de Regomir, de hecho, constaban de dos recintos. “Interpretamos que unas eran para hombres y otras para mujeres, un caso que también se da en Pompeya y Herculano“, cuenta Miró.
El agua necesaria para las termas llegaba a Barcino a través de un acueducto que captaba agua de unas fuentes cercanas al río Besòs y permitía los grandes usos del agua pública. “Una parte del acueducto estaba soterrada, pero luego se volvía monumental al llegar a la ciudad”, explica el director del Museu d’Història. Los restos de la colosal estructura se pueden ver aún hoy en la plaza Vuit de Març y dentro de la Casa de l’Ardiaca. “El acueducto iba a parar a un distribuidor importante, o castellum aquae, que debía de estar cerca del templo. Además, creemos que había un segundo distribuidor en la actual plaza de Sant Just i Pastor, desde donde iría el agua a las termas”, concreta Carme Miró.
Barcino prosperó en el siglo I gracias al tráfico de vino laietano, cultivado en viñedos alrededor de la ciudad. La exportación creció en los siglos posteriores de tal forma que, mientras muchas ciudades romanas estaban en decadencia, en el siglo IV Barcino era una urbe emergente. Junto a la Puerta de Mar, donde los mercaderes debían pagar un peaje llamado portoria, se han encontrado monedas de Roma, Arelate (Arles), Lugdunum (Lyon), Siscia (Sisak, Croacia), Nicomedia y Cyzicus (Izmit y Kapu Dagh, Turquía) y Treverorum (Tréveris, Alemania). En aquella época se construyó una nueva muralla de 76 torres alrededor de Barcino y se encerró las termas con un castellum, o fortificación avanzada; signos ambos del esplendor de la ciudad.

La túnica de Neso | Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet