Julio César desembarca en Brigantio
Con la incursión logró fama y un botín para llegar a ser cónsul de Roma
Tenía unos 40 años y era un hombre ambicioso y endeudado. Cayo Julio César llegó a Corduba, capital de la provincia romana de Hispania Ulterior, en el año 61 antes de Cristo. Era el nuevo propretor o gobernador de la provincia. Ya conocía la zona y tenía en ella buenos e influyentes amigos. En el año 68 antes de Cristo había estado como cuestor, impartiendo justicia. Fue entonces cuando probablemente en Gades (Cádiz) se hizo amigo de Lucio Cornelio Balbo, miembro de una de las familias, de navegantes y comerciantes de origen fenicio, más ricas de la ciudad. También visitó allí el templo dedicado a Hércules, donde, según sus panegiristas, lloró ante una estatua de Alejandro Magno porque él a sus 32 años no había realizado nada importante, mientras que a esa edad el admirado héroe ya forjara un imperio en Oriente.
Ahora, en su nueva estancia en Hispania, Julio César solo pensaba en ser cónsul, la máxima magistratura romana. Y la mejor forma de hacerlo era volviendo a Roma cargado de fama y con fondos suficientes para pagar sus deudas y sufragar su candidatura política.
La provincia que iba a gobernar se prestaba muy bien a sus propósitos. Roma tenía dificultades para ejercer su dominio más allá del río Anas (Guadiana) y sus territorios sufrían los saqueos de bandas de lusitanos. Esa era su oportunidad: aplastar a los rebeldes, ampliar el dominio de Roma y llegar por Occidente hasta donde nunca había llegado un jefe romano; si Alejandro lo había hecho en Oriente, él lo haría por Occidente.
Nada más llegar preparó y amplió su ejército hasta formar 30 cohortes (unos 9.000 hombres) para someter a los lusitanos y, al mismo tiempo, con la ayuda de su amigo Balbo, formó en Gades una flota de barcos con la que poder navegar por la ruta del estaño y del oro. Conseguiría fama y botín.
Primero se dirigió por el interior hacia el monte Herminius (en Serra da Estrela, en Portugal), principal foco de resistencia lusitana. Venció a todos los que se le enfrentaron y persiguió a los que huían hasta unas islas en la costa (acaso las Berlenga o Peniche en Portugal).
Después mandó que vinieran de Gades los barcos y embarcó a su ejército. Tras rendir a los que se habían refugiado en las islas, navegó hacia el norte. Sus amigos gaditanos conocían la ruta y se dirigieron hacia Brigantio, uno de los emporios del comercio de los metales situado en la bahía coruñesa. Las crónicas dicen que César amedrentó a sus habitantes, que nunca habían visto una flota, por el ruido de las aguas que batían con estrépito contra los flancos de las naves, y los sometió.
Con la fama y el botín conseguido, César sería cónsul en el año 59 antes de Cristo, iniciando una carrera que le llevaría a lo más alto de la historia romana. Con el tiempo, por la ruta por él abierta vendrían más barcos con comerciantes y soldados romanos que construirían una nueva ciudad: Brigantium, situada en lo que hoy es la ciudad vieja coruñesa, y levantarían un gran faro que hoy es Patrimonio de la Humanidad: la Torre de Hércules.
La túnica de Neso | Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet
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