Un valioso documento que espero sirva para abrir los ojos de los no pocos incrédulos que frecuentan este foro. Gracias por compartirlo con nosotros Plethon.
He hallado este texto en Stirpes, lo posteó Torralba:
César Vidal frente al Islam
Jorge Álvarez
César Vidal Manzanares se ha convertido en poco tiempo en uno de nuestros más prolíficos historiadores. Si digo que viene escribiendo dos o tres libros por año, seguramente me quedo corto. El señor Vidal es Doctor en Historia y, aunque alguno de sus primeros libros trataba temas relativos a su auténtica especialidad, la Historia Antigua, desde hace ya algunos años viene escribiendo sobre temas bastante más recientes, como la revolución rusa, el holocausto judío o nuestra guerra civil. También se ha abonado a la moda muy gratificante y comercial de los libritos de curiosidades históricas destinados, supuestamente, a narrar episodios poco o mal conocidos. En cualquier caso, es claramente consciente de que se gana más dinero escribiendo sobre Las checas de Madrid que sobre El paleocristianismo palestino en el siglo I.
El libro que nos ocupa se debería realmente haber titulado “César Vidal frente al Islam” porque lo que en verdad se encuentra el lector en sus cerca de 400 páginas no es más que una serie de opiniones políticas personales que en los últimos años han moldeado Federico Jiménez Losantos, Gabriel Albiac y él mismo, con la colaboración ocasional de algún que otro periodista más de los que sermonean en la COPE. Esta doctrina maniquea y pueril se puede resumir más o menos así: los musulmanes son muy malos, los judíos y los americanos son muy buenos y los europeos en general, unos cobardes desagradecidos que chaqueteamos con los malos en vez de apoyar incondicionalmente a los buenos. Con el pretexto de defender la identidad española frente a las invasiones islámicas de la Edad Media, Vidal presenta una Historia de enfrentamientos entre España y el Islam desde el 711 hasta hoy interpretándola como algo parecido a una constante histórica que con algunos altibajos dura ya casi 1.300 años y que además posee una inconfundible identidad a través del tiempo. De esta forma, la trampa está servida y es repugnante; El Cid, Fernando III el Santo, los Reyes Católicos, Don Juan de Austria, Prim o Aznar, son representantes de una causa común, de una guerra de siglos en la que Covadonga, Las Navas de Tolosa, El Salado, Lepanto, o Alhucemas no son más que episodios que la jalonan en el tiempo y se unen llegando hasta Afganistán o Irak hoy en día. De esta forma, pretende Vidal hacernos creer que oponerse a la actual guerra de Irak es un acto tan antipatriótico como sería renegar de la Reconquista.
El libro es, pues, esencialmente tendencioso y no creo que ningún historiador se lo pueda tomar en serio. Es sabido que los ensayos históricos relatan hechos para, interpretándolos de una forma y relacionándolos con ciertos criterios, demostrar alguna tesis que al autor le resulta sugestiva. Esto es absolutamente lógico, aunque la tesis sea retorcida, como en este caso. Lo que es difícil de perdonar al historiador es un relato que oculte hechos, que los distorsione, que los relacione en base a criterios caprichosos, que dé un significado distinto a hechos similares según convenga a su tesis. Todo esto hace Vidal en esta obra. Parece bastante infantil que hoy en día, un historiador se empeñe en presentar el fenómeno del Islam como algo monolítico a través del tiempo y del espacio. Para Vidal la invasión de España en 711 comparte causas y motivaciones con la invasión de Kuwait en 1990; la batalla de Lepanto en 1571 se enmarca dentro del mismo fenómeno histórico que la batalla por liberar Kuwait en 1991 y las alianzas de Francia con los musulmanes en el siglo XVI obedecen a razones similares a las que llevaron a Francia a oponerse a la actual Guerra de Irak en el siglo XXI.
Para Vidal poco importa que España, a la que sitúa como principal paladín en la defensa de la cristiandad frente al Islam en los siglos XV, XVI o XVII, luchase en esa época tanto o más que contra los turcos contra cristianos flamencos, franceses, alemanes o ingleses. El hecho de que España fuese la primera potencia imperial del mundo en aquel entonces y que en consecuencia tuviese que abordar constantes desafíos a su hegemonía desde múltiples flancos, islámicos y cristianos, parece importarle poco o nada a Vidal. Resulta curiosa su defensa del carácter expansionista del Islam como una amenaza constante para la paz a través del tiempo, ignorando que durante el siglo XIX y gran parte del XX todas las naciones musulmanas del mundo habían sucumbido ante el imperialismo de las naciones europeas y eran colonias ocupadas por tropas europeas que protegían el expolio que también empresas europeas hacían de sus recursos naturales. El estado de postración y humillación en que se vio sumido el mundo islámico entre comienzos del XIX y la descolonización de mediados del XX no existe para Vidal. La voracidad saqueadora de franceses o británicos, es irrelevante para él cuando es imprescindible tomarla en consideración para poder entender fenómenos como el nacionalismo árabe laico del tipo Nasser o Baaz. El incondicional apoyo de Estados Unidos a Israel vetando en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier resolución contra el estado hebreo, o la gigantesca transferencia de dinero, armamento y tecnología que permanentemente fluye desde el coloso americano hacia Israel, tampoco son considerados como elementos que contribuyen a alimentar el resentimiento de las masas árabes hacia occidente. Vidal es capaz en su libro de defender a un tiempo que los moros fueron traicioneros y malvados cuando invadieron la Península Ibérica y que también lo fueron cuando intentaron expulsar a españoles y franceses de Marruecos. Malos cuando invaden, malos cuando son invadidos. Para Vidal, existe una identidad de objetivos evidente entre Abderramán o Almanzor en la Edad Media y entre Abd el Krim, Ben Laden o Sadam Hussein en la era contemporánea. Poco le importa meter en el mismo saco al expansionismo bereber de los almorávides con el imperialismo otomano del siglo XVII; a la revolución nasserista con las acciones de Al Qaueda; al régimen sunní wahabbita con la revolución chií jomeinista. A estas alturas parece bastante ridículo interpretar las tortuosas relaciones de España con Marruecos, sacándolas de sus contextos originales para introducirlas en el contexto actual obviando, además, infinidad de acontecimientos y datos históricos que arruinan su tesis.
La influencia de la invasión musulmana de España y la posterior Reconquista han dado pie a infinidad de relatos y ensayos históricos. En España, como es lógico, este episodio había sido tradicionalmente narrado en clave favorable a los vencedores. Sin embargo, a mediados del siglo pasado, las tesis de Américo Castro empezaron a cambiar esta percepción. Hoy en día, estas tesis islamófilas y arabizantes han calado, además de entre legiones de periodistas y comunicadores, en nuestro sistema educativo. La Reconquista es interpretada como un episodio más bien sombrío que al homogeneizar los reinos españoles los privó de la riqueza que aportaban las otras culturas establecidas en España. Esta visión lleva acompañada otra, la utópica reconstrucción de un Al Ándalus mítico, pleno de tolerancia y foco irradiante de una cultura superior a la española. Esta tesis causó y causa furor entre los círculos progresistas y demás amigos de lo políticamente correcto. Escribir la historia de España en clave negativa ha supuesto de antiguo una tentación a la que la izquierda en general nunca ha podido resistirse. La razón es sencilla, mucho más de lo que parece. La Historia de España está en parte marcada por un espíritu religioso incontestable. La intelectualidad izquierdista española siempre ha odiado ese aspecto. Y como negarlo es imposible, hay que tratar de demostrar que todo lo religioso ha supuesto y supone para España, intolerancia, oscurantismo y atraso. España, según este pintoresco punto de vista, ha sido siempre un país ignorante y aislado de la modernidad por el poder inmenso que la Iglesia Católica ejerció tradicionalmente sobre nuestros gobernantes. Sólo cuando en nuestra Historia aparecen los primeros ilustrados, seguidos de los jacobinos afrancesados, los masones y finalmente los socialistas, podemos empezar a hablar de progreso, de justicia y de libertad.
Es en este marco sectario y de profundo complejo antiespañol en el que se inscribe la actual tesis islamófila de nuestra Reconquista. Y es cierto que Vidal defiende la tesis tradicional que entiende la Reconquista como la auténtica forja de lo Hispano. Que tritura las bobadas sobre la superioridad cultural de los invasores musulmanes y que afirma valientemente que, por más que llevasen siglos viviendo en España, su derrota y expulsión fue justa y necesaria. Sin embargo Vidal, en este terreno, no aporta nada que hace ya décadas no hubiesen aportado, por ejemplo, dos maestros como Ricardo de la Cierva en su Historia total de España, o antes que él Claudio Sánchez Albornoz en España un enigma histórico. Además, en la obra de Vidal se echa en falta alguna opinión acerca de lo que supuso para España la presencia y posterior expulsión de cientos de miles de judíos. Hay escasísimas referencias, y ninguna merece crítica, a la permanente ayuda que los judíos brindaron a los musulmanes en la conquista de la España visigoda (pp. 79 y 111). No menciona la presencia de los judíos en los campos de batalla para comprar a los moros a los cristianos derrotados y traficar con ellos como esclavos. Cuando denuncia las connivencias de los moriscos españoles con los piratas turcos, pasa por alto que los judíos exiliados y los marranos que permanecían en la Península conspiraban contra España, no sólo con el Sultán otomano, sino también con la monarquía inglesa, o la holandesa.
Algo que en cambio, afronta con un valor desbordante Sánchez Albornoz cuando califica a los judíos de nuestra Edad Media como:
“aquella terrible plaga pública que secaba día a día la riqueza nacional”.
O cuando afirma:
“Queda dicho y probado que los judíos no creaban riqueza, la secaban”.
“No crearon ninguna industria, no financiaron la formación de una marina nacional, ni siquiera se arriesgaron de ordinario en el comercio marítimo, siempre expuesto a imprevisibles pérdidas. Hacían sus fortunas como usureros, como revendedores o como publicanos”.
Para concluir con dos sentencias muy atinadas y hoy en día injustamente olvidadas:
“Creo por todo ello –y no he de callar mi opinión aun a riesgo de escandalizar a muchos y de incurrir en la excomunión mayor de otros- que la expulsión de los judíos hispanos fue tardía. Realizada un siglo y medio antes de 1492, habría cambiado la psiquis de los españoles y la faz económica de España”. “Allí donde emigraron los judíos y los “marranos”, unos y otros fueron naturalmente, terribles enemigos del pueblo que los había odiado. El día que se examinen al por menor los daños que en todas las actividades a su alcance –desde el espionaje a la financiación de empresas militares- hicieron a España en momentos dramáticos y decisivos de su historia moderna, y se registre su persistencia en la violenta hostilidad hacia lo hispánico a través de los siglos –algo sabemos ya sobre tales daños y sobre tal hostilidad, pero es tema que merece un libro-, se comprenderá con qué razón he hablado de cuentas saldadas”.
Conviene recordar para quien lo haya olvidado que Sánchez Albornoz era un exiliado republicano, de hecho asumió durante once años la presidencia de la República en el exilio. Sin embargo, atina en el blanco. Debiera Vidal ahondar en la línea de investigación del viejo maestro que también ha señalado en su obra El tercer templo Ricardo de la Cierva. Durante siglos, desde la derrota de los invasores musulmanes, nuestros más tenaces enemigos han sido siempre otras naciones cristianas, las más de las veces protestantes. Franceses, holandeses, pero sobre todo ingleses, se emplearon en cuerpo y alma a destruir el poderío español en todos los rincones del mundo, y fueron los norteamericanos los encargados precisamente de darle la puntilla. Y los descendientes de los judíos expulsados participaron en esta tenaz labor de acoso al Imperio español. Los medios económicos que las finanzas judías nunca pusieron al servicio de la Corona Católica en España, fluyeron a raudales hacia las naciones que saqueaban nuestros puertos y nuestros barcos colapsando nuestra economía.
Cito de nuevo a Ricardo de la Cierva:
“Con sus tres cabezas de puente en Ámsterdam, Londres y Nueva York, los judíos de Ámsterdam, en buena parte descendientes de los expulsados de España por los Reyes Católicos, meditaron y planificaron durante décadas su venganza contra España. Éste es un importantísimo acto del drama estratégico mundial en la Edad Moderna que no ha sido estudiado aún pese a su enorme interés...”
Vidal, que conoce sobradamente estas obras y a estos autores, calla deliberadamente prefiriendo inventarse una historia fantástica. Los musulmanes, a pesar de esporádicos choques con las armas españolas, a partir de finales del siglo XVI no son más que espectadores de la colosal lucha a muerte entre la España Imperial y las potencias protestantes auxiliadas y financiadas generosamente por judíos de apellidos españoles y portugueses. Otro ilustre historiador liberal, Salvador de Madariaga, analiza con rigor este fenómeno que Vidal ignora. En su celebradísimo ensayo El auge y el ocaso del imperio español en América, afirma :
“Los judíos tomaron parte importante en la desintegración del Imperio Español”. “Este secreto y disimulo de hombres que se sabían siempre vigilados, esta movilidad, esta capacidad para arraigar en todas las tierras y, sin embargo, guardar contacto a través de todas las fronteras, y su superioridad sobre todos sus correligionarios amén de muchos cristianos también, hizo de los judíos españoles los enemigos más peligrosos, pertinaces e inteligentes del Imperio Español”. “Su actividad se polarizó contra España en los dos campos más importantes de la vida española: el religioso y el imperial. Fueron los judíos asiduos diseminadores de la Reforma; no tanto por sincero interés en la Reforma en sí como porque implicaba cisma y división en la fe rival”. “Desterrados o perseguidos, los judíos se disfrazaron de cristianos pero siguieron fieles a la fe de su pueblo con admirable constancia. La Reforma fue para ellos maná del cielo. La fomentaron porque al hacerlo quebrantaban la fortaleza cristiana entre cuyos muros habían padecido tanto”. “Los conversos portugueses de Amberes dieron poderoso estímulo al luteranismo desde sus primeros días”. “en 1521 tenían ya un fondo para imprimir las obras de Lutero en castellano”. “otra familia sefardita trabajaba en Flandes contra España con no menos persistencia; la de los Pérez, judíos portugueses de Amberes, luteranos primero, más tarde calvinistas, lo que les valió no poca popularidad en las provincias de los Países Bajos”.
“Marco Pérez era el centro de un círculo de información y de influencia política, y puede considerársele como uno de los causantes de la guerra de los ochenta años entre los Países Bajos y España. A su impulso se debió la impresión de 30.000 ejemplares de la Institución de la Religión Cristiana de Calvino en castellano, y su introducción de contrabando en España dentro de barriles que venían también forrados con otros impresos de propaganda protestante. También fomentó la impresión de biblias, catecismos y otros libros calvinistas en castellano para la exportación, y mandó a España predicadores calvinistas. Estaba en correspondencia con William Cecil, el poderoso Ministro de la Reina Isabel, y en contacto estrecho con ThomasGresham, el agente de Cecil en Amberes.” “Pero ellos, aun colaborando con los monarcas españoles siempre que necesitaban su protección, seguían trabajando como enemigos políticos de España tanto en Europa como en las Indias”. “Los judíos de España ayudaban a Drake en sus incursiones sobre las costas españolas. En el siglo siguiente, el judío Simón de Cáceres colaboró a la conquista de Jamaica por los ingleses...”
De este siniestro personaje habla con orgullo el periodista judeomallorquín Pere Bonnín en su libro Sangre Judía:
“Simón de Cáceres, un judío español, ayudó a los ingleses en la conquista de Jamaica (...) Fue auxiliado en el asunto de Jamaica por Campoe Sabbatha y un hombre llamado Acosta. Este último era criptojudío, y se cree que Sabbatha también lo era. Cáceres sugirió formar una fuerza judía que pelearía bajo la bandera inglesa para conquistar Chile.”
Todo esto lo corrobora una interesante y poco conocida obra de la época, Execración contra los judíos, en la que Francisco de Quevedo escribe al rey Felipe IV:
“Lo segundo, afirmo que sus socorros y letras antes son espías, contra las órdenes de V.M., a sus enemigos, que socorros. Siendo verdad infalible que todos los judíos de España consisten para los asientos en dos cosas, que son caudal pronto y crédito puntual: con el caudal trajinan y negocian, con el crédito socorren. El caudal, como siempre le tienen sus pecados temeroso del Santo Oficio y amenazado de confiscaciones, consiste en moneda y mercancías portátiles y siempre dispuestas a la fuga. El crédito le tienen en Raguza, en Salónique, en Ruán, en Ámsterdam; de manera que dependen para toda la puntualidad y aceptación de sus letras de los que son enemigos de V.M. Pues si son para Flandes, contra los herejes rebeldes, depende dellos propios la paga; si contra los turcos, depende de los propios turcos; si contra los franceses, depende de los franceses; si contra los herejes de Alemania, depende de los mismos herejes la judería de Praga; y si se encendiese guerra en Italia, dependerá de las sinagogas de Roma y Ligorna y Venecia. V.M. sabe si será necesario prevenir esto, pues si se presumiesen rumores entre las armas de V.M. y algunos potentados, podrían estos asentistas judíos ser desde Vuestra corte la mejor parte de sus ejércitos”.
Más testimonios que demuestran quién fue durante siglos el más tenaz enemigo de España se pueden hallar en la documentadísima y voluminosa obra Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, del reputado antropólogo Julio Caro Baroja quien afirma sin titubeos:
“Y puede decirse que de las (familias judías españolas y portuguesas) que se afincaron en Holanda, Inglaterra y otras partes, de mediados del siglo XVII a mediados del XVIII, surgió, en gran parte, el cuerpo de doctrina que en punto a la Inquisición, la monarquía española, etc, se admitió como bueno en la Europa protestante hasta nuestros días: el “marrano” tomó fuerte y justificada venganza de su país de origen en cuantas ocasiones pudo”. “Si los judíos fueron aliados de los árabes contra los visigodos, sus descendientes lo fueron contra la monarquía española, ora de los turcos, ora de los holandeses, ora de los ingleses y aun en tiempo de Richelieu, de manera más privada, de los franceses. Los hechos son conocidos y no hay que recurrir a los textos hostiles, ni a las justificaciones de los apologistas de Israel para conocerlos en toda su extensión. Ya se ha indicado antes que en ciertas combinaciones diplomáticas de los turcos contra España intervinieron judíos escapados de la Península a mediados del siglo XVI. Posteriormente, los conversos del Brasil, en relación con los judíos asentados en Ámsterdam secundaron los planes de los holandeses en sus ataques a los puertos de aquel país defendidos por portugueses y españoles. Se saben incluso los nombres de los que actuaron como espías y expertos cuando el ataque de Bahía (1623), la toma de Pernambuco, etc.”
Más datos de este conflicto del que la gran mayoría de los españoles no ha oído ni hablar, los aporta el catedrático de Historia norteamericano Philip W. Powell, Profesor Emérito de la Universidad de California, Santa Bárbara, en su interesantísimo estudio Árbol de odio, la Leyenda Negra y sus consecuencias en las relaciones entre Estados Unidos y el Mundo Hispánico:
“Al salir de España, muchos judíos se fueron a Italia, los dominios musulmanes, los Países Bajos, Alemania y Francia, lugares donde iba aumentando la receptividad a la propaganda y acción antiespañola. En sus nuevos lares, los judíos hicieron afanosamente cuanto estuvo a su alcance para dañar el comercio español, y dieron ayuda a los proyectos musulmanes de desquite por la derrota de Granada. Y la erudición judía y dialéctica reconocida en materias teológicas, fueron puestas a veces al servicio de la Revolución Protestante, que proporcionó a España tanta angustia”. “Una extensión de este espionaje fue la estrecha relación entre los sefarditas holandeses y el establecimiento de su gente en Inglaterra, hacia mediados de siglo (XVII) y en vísperas de la ofensiva cromwelliana contra las Indias Occidentales españolas. Cromwell supo aprovechar, como en la época isabelina lo hiciera Cecil, los servicios de espías judíos que conocían las lenguas y tenían contactos secretos tan valiosos para hacer efectivos los ataques”. “Antes de finales del siglo XVII, la acción hebrea contra España se había proyectado a lo largo de tres líneas principales:
1. Extensa y muy influyente actividad por medio de publicaciones con fuertes características antiespañolas.
2. Acción en el comercio y en el espionaje para ayudar a los enemigos de España en la guerra y en la diplomacia.
3. Intensiva promoción de la mezcla de anti-Roma con anti-España, para hacer sinónimos ambos canales de concepto y acción. Esta última faceta no fue un monopolio judío en modo alguno, pero el sefardita tenía especiales fundamentos para ello, y la fusión del odio papista y el odio español, en la atmósfera anglo-holandesa, fue altamente atractiva para los judíos”.
Que este odio antiespañol ha perdurado en el corazón de los judíos más allá de lo que podríamos imaginar resulta difícil de creer pero cierto. Todos los historiadores judíos que han escrito sobre el pueblo de Israel, han seguido cargando las tintas sistemáticamente contra España a la menor ocasión. Como ejemplo, una pincelada recogida de la obra de Werner Keller Historia del Pueblo Judío, tal vez el manual de historia judía más internacionalmente conocido.
“Cuando en 1898 estalló la guerra de América contra España a causa de la isla de Cuba, muchos judíos se presentaron voluntarios. Constituyeron la mayoría de los soldados pertenecientes al regimiento de voluntarios reclutados en Nueva York, y en Filadelfia formaron una legión judía. Cuatro siglos después de que, en 1492, año de la expulsión de los judíos de España, Luis de Torres fuera el primero en pisar el suelo de las Indias Occidentales, el destino quiso que los judíos lucharan al lado de la potencia que expulsó para siempre a España del Nuevo Mundo: perdió la isla de Cuba y el resto de sus posesiones en las Indias Occidentales.”
Podríamos, pues, concluir que España tuvo, efectivamente, un enfrentamiento secular con el Islam. Entre el 711 y 1492, España se forjó a sangre y fuego en una irrenunciable vocación europea que la llevó a una lucha titánica de ocho siglos para defender una identidad que no estaba dispuesta a perder. Ningún otro país de Europa se ha visto enfrentado a un desafío semejante y ninguno ha opuesto tanta y tan prolongada resistencia a un invasor islámico. Sin embargo, la España que surge de la Reconquista es ya la España Imperial. Su vocación expansiva la hará chocar, efectivamente con el Imperio otomano, que intentaba a su vez, expandirse hacia el Mediterráneo occidental. Pero esta lucha contra el turco ya es una lucha entre imperios. España se enfrentará sucesiva y a veces simultáneamente a otomanos, franceses, ingleses, holandeses... Pero si a partir del siglo XVI alguien realmente socavó el poderío español tenazmente, en una continua lucha de hostigamiento y desgaste que duró siglos, no fue el Islam, sino la alianza más o menos encubierta del mundo anglosajón protestante con el mundo judío. Vidal, no lo olvidemos, aunque español, es protestante.
Siente una veneración casi patológica por el mundo anglosajón y su cultura, a la que considera muy superior a la española. Además, considera a los judíos, como es lógico en una cosmovisión tan simple, aliados y amigos de un "Occidente" que los Estados Unidos tienen el derecho y también el deber de liderar. Este libro, bajo una aparente intención patriótica, no es más que un burdo intento de subordinar nuestra historia a los intereses de la política exterior norteamericana.
Por otra parte, el libro está escrito demasiado deprisa. El estilo es plano, repite de forma casi textual ideas y frases constantemente dando la sensación de que piensa que de otra manera los lectores no comprenderían sus argumentaciones. Utiliza latiguillos recurrentes que resultan bastante molestos, como “este tema excede del objeto del presente estudio”, “al fin y a la postre” o “a la sazón”, expresión esta última no muy común en castellano, que sin embargo se repite en el libro hasta treinta veces.
No obstante, el libro es entretenido; aporta, en el plano positivo, una visión patriótica de la Reconquista, lo que hoy no es frecuente, sirve como resumen histórico y manual de consulta de nuestros conflictos terrestres y navales con marroquíes y otomanos y, por supuesto, hará las delicias de todos los derechistas americanófilos y judiófilos, que por cierto son muchos y andan un poco alicaídos. Este libro les ayudará a salir de la actual melancolía en la que los han sumido los acontecimientos recientes.
Bibliografía
España frente al Islam. De Mahoma a Ben Laden.
César Vidal. La Esfera de los Libros. 2004.
España, un enigma histórico.
Claudio Sánchez Albornoz. Edhasa. 2000.
El auge y el ocaso del Imperio Español en América.
Salvador de Madariaga. Espasa-Calpe. 1977.
El Tercer Templo. Qué es el sionismo en la historia de Israel.
Ricardo de la Cierva. Planeta. 1992.
Los judíos en la España Moderna y Contemporánea.
Julio Caro Baroja. Istmo. 1986.
Historia del Pueblo Judío.
Werner Keller. Ediciones Omega. 1987.
Árbol de odio. La Leyenda Negra y sus consecuencias en las relaciones entre Estados Unidos y el Mundo Hispánico.
Philip W. Powell. Iris de Paz. 1991.
Execración contra los judíos.
Francisco de Quevedo. Crítica. 1996.
Sangre Judía.
Pere Bonín. Flor del Viento. 1998.
Historia total de España. Del hombre de Altamira al rey Juan Carlos.
Ricardo de la Cierva. Fénix. 1997.
Un valioso documento que espero sirva para abrir los ojos de los no pocos incrédulos que frecuentan este foro. Gracias por compartirlo con nosotros Plethon.
Yo no apoyo ni a los americanos ni menos a los judios, pero tampoco apoyo a los musulmanes.
"Praedica verbum, insta opportune, importune, argue, increpa, obsecra in omni longanimitate et doctrina. Erit enim tempus, cum sanam doctrinam non sustinebunt, sed ad sua desideria coacervabunt sibi magistros prurientes auribus, et a veritate quidem auditum avertent, ad fabulas autem convertentur. Tu vero vigila in omnibus, labora, opus fac evangelistae, ministerium tuum imple". (Tim. 4, 1-5)
"La civilización atea se apoya en la autonomía de la razón y conduce a la servidumbre.La civilización cristiana se apoya en la obediencia y termina en la libertad". (Vázquez de Mella)
A pesar de todas las diferencias evidentes entre almorávides, turcos y Ben Laden, parece claro que el factor que los ha vuelto "belicosos por naturaleza" es el islam. En ese sentido, sí hay una conexión entre las motivaciones de todos ellos. Yo he leído el libro de Vidal y no creo en absoluto que pretenda equipararlos al cien por cien, lo que evidentemente no se sostendría.
Me parece que el autor del artículo, en este aspecto, sí que es retorcido en su interpretación.
Vidal afirma que existen varias constantes en cualquier sociedad islámica. Por ejemplo, dice que tener frontera con un pais islámico es, con total seguridad, fuente de problemas. Y eso, hay que reconocerlo, es tan cierto con el Marruecos actual como con el Califato de Bagdad. Igual hace catorce siglos como catorce años, la vecindad islámica no es aconsejable.
Y tanto los alauíes actuales como los sunníes, wahhabíes, sufíes o descendientes directos de Abu Bakr siguen a un profeta violento que propugnaba la guerra santa. Eso es común a todos ellos y así lo resalta César Vidal.
Última edición por Cirujeda; 16/10/2007 a las 16:35
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