Baltasar Bueno / La semana de Pascua es una semana muy vicentina. Los distintos altares de los pueblos y ciudad aprovechan las fiestas para levantar los altares donde los niños representarán los "miracles" o "milacres", piececillas teatrales, que evocan el teatro medieval popular, único en el mundo, pues tienen como connotaciones principales estar interpretado por niños y representado al aire libre.
Hasta no hace muchos años, la fidelidad a la época era tan grande, que a los pequeños actores que hacían de san Vicente Ferrer o de frailes dominicos, se les tonsuraba el cabello, como antiguamente se hacía a los clérigos, costumbre ésta que ya cejó ante el riesgo de que no encontrar criaturas, porque se negaban a sufrir tal inconveniente e incomodidad.
Los milagros que escenifican estos niños, por lo general muy buenos actores y difíciles de conseguir, están escritos todos en Lengua Valenciana. La mayoría basados en alguno de los 800 milagros testimoniados y aportados al proceso de canonización del santo.
Son obras de teatro cortas, muy breves, muy inteligibles, didácticas, que acaban siempre con una enseñanza moral, una moraleja, que al estar expresada en el idioma genuinamente valenciano alcanza mayor valor, dada la fuerza lingüística, propiedad y naturaleza del habla de los valencianos, cuyas palabras son complejas de traducir al español.
Cada altar tiene sus propias fiestas, actos religiosos y populares, siempre en la semana pascuera, existiendo algún caso, como el Altar del Mocadoret, de la plaza del mismo nombre, quien las organiza más tarde. Le sigue en la tardanza, ya entrado junio, la Fiesta de los Niños de la calle San Vicente.
Cuando llegan estas fechas, conviene agenciarse con un programa oficial de la Junta Central Vicentina y con los programas de cada uno de los altares, donde se anuncia cada uno de los actos organizados.
Entre los altares hay una sana rivalidad, desde los que se disputan ser el más antiguo -Mercat y Mar- hasta el que presume con sobradas pruebas tener la mejor biblioteca vicentina, el del Tossal o Tros Alt.
Las fiestas vicentinas tienen su parte popular muy acendrada y su vertiente oficial, con nombramiento de Honorable Clavariesa de las Fiestas Vicentinas, que es la Clavariesa General de todas. Solemnísima es su presentación y exaltación en el salón del Trono de Capitanía General todos los años. Es elegida a propuesta de la Junta Central Vicentina. Después, cada Altar tiene sus clavariesas y clavarios.
El segundo fin de semana de Pascua es un revoltijo, un sin parar de Misas, procesiones, tracas, comidas y cenas en torno a las imágenes de san Vicente Ferrer de cada barriada con tradición vicentina.
De cada altar, señalar la pujà i baixà del sant, generalmente realizada a través de curiosos artilugios y mecanismos, como actos más llamativos y emotivos de la fiesta.
Todos los altares y asociaciones vicentinas se reúnen en los actos programados por la Junta Central Vicentina, que preside siempre, por delegación de Alcaldía del Ayuntamiento de Valencia, el concejal ponente de fiestas.
Los más destacados son la ofrenda de flores al santo en su Casa Natalicia de la calle del Mar y la procesión general de la tarde del día del santo, en que el cortejo religioso visita los lugares vicentinos, la Iglesia de Capitanía General, que fue la del Convento donde estuvo de novicio san Vicente Ferrer, la Casa Natalicia, donde nació, hoy convento de una comunidad de Dominicos, y la Iglesia de San Esteban, donde fue bautizado.
En dicho templo está la pila bautismal, en la que muchos nacidos en Valencia o pueblos de su Reino solicitan ser bautizados, porque se dice -está muy extendida la leyenda- que quien es bautizado en ella no muere de hecho violento, por ejemplo, de accidente de tráfico.
La procesión entra completa por la Iglesia, donde en torno a la pila se expone Els Bults de Sant Vicent, que son esculturas de cartón piedra que representan los distintos personajes que intervinieron en el bautismo de san Vicente, propiedad del Colegio Notarial, que los conserva, mantiene, repara y restaura por antiquísima tradición, dado que el padre del santo era notario.
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