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Tema: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

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    Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    HERNÁN CORTÉS; CONQUISTADOR DE LA NUEVA ESPAÑA :







    Bajo el Reinado de Isabel I de Castilla, Toledo, Sevilla; etc.; y de Fernando II de Aragón, se fraguaron las bases, tras casi ocho siglos de guerra contra la barbarie islámica, tanteando las uniones con Navarra y Portugal, expulsando a los extraños de la Cristiandad, forjando un innovador y leal ejército con un cordobés llamado Gonzalo Fernández, que será conocido para la posteridad como el Gran Capitán; humillando con justicia a la envidiosa Francia, reconquistando Nápoles, con una economía saneada y una Monarquía fuerte, recelosa hacia los excesos de poder y respetando sus Cortes y Fueros; se dio la singular aventura de la Conquista de América….Como se tanteaba el anhelado Oranesado Español; los ideales misioneros, no ya sólo de nuestros grandiosos Monarcas, sino de todo un pueblo acostumbrado a pelear y a defender su Fe, fraguaron una Patria que expandería sus dominios y su civilización hasta límites que al mejor ilusionista del mundo le hubiera costado imaginar, y más en aquella época….Aquí, en este contexto, tras la Regencia del Cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros ( Otro entusiasta del Oranesado; como Sebastiâo de Portugal ) y la preparación del Príncipe Carlos I de España y V de Alemania, es cuando se consolida nuestro Imperio de Ultramar. Y aquí, es cuando ya mismo entra en nuestras mayormente doradas páginas de Historia nuestro hidalgo de la Extremadura Leonesa…..









    Hernán ( También podémoslo encontrar como Fernando o Fernán ) Cortés nació en Medellín, localidad de la Extremadura sureña, en el año de 1485; siete años antes de la gloriosa Reconquista de Granada y del primer embarque hacia las Américas dirigido por el Almirante Cristóbal Colón. Era hijo de un militar, Martín Cortés de Monroy, teniente de una Compañía de Infantería, y de Doña Catalina Pizarro y Altamirano.





    El historiador Gómara nos aportó : “ Entrambos eran fidalgos. Ca todos estos cuatro linajes, Cortés, Monroy, Pizarro y Altamirano, son muy antiguos, nobles e honrados “. Y hasta el traidor de las Casas dejó escrito : “ Era natural de Medellín, hijo de un escudero que yo conocí, harto pobre y humilde, aunque cristiano viejo y dicen que hidalgo “





    Sea como fuere, lo cierto es que Martín Cortés de Monroy tomó parte, con el grado de Capitán, en la campaña llevada a cabo contra la Reina Isabel I por parte de Alonso de Monroy, clavero de la Orden de Alcántara, siendo éste uno de los episodios de la luenga pelea entablada por los Reyes Católicos para controlar a la nobleza rebelde ( Con más de un amigo del judaísmo ) ya heredada de sus antepasados varios. No obstante, el tal Alonso de Monroy no parece haber tenido parentesco alguno con Martín Cortés.





    Hernán Cortés fue enviado a la leonesa ciudad de Salamanca-de eminente tradición universitaria-a cursar estudios. Al principio, mostró gran afición por los libros, pero, ya al cabo de un par de años, volvió a sus pacenses pagos porque no deseaba la abogacía como sí sus progenitores. En realidad, este afán que tenían sus padres porque su hijo estudiase una carrera contradice la aseveración de de las Casas, según la cual los padres era gente pobre y humilde….Lo cual no es ningún insulto; sino que muestra una mentira más de las muchas que se atrevió a defender.





    Hernán Cortés, estando ya en la plateresca Universidad de Salamanca, había parlamentado de sus ambiciones con su amigo el Licenciado Vadillo. Éste le otorgó buenos consejos respecto a su carrera, poniéndose él mismo como ejemplo, pero Cortés se limitó a darle las gracias, y añadió que en su afán radicaba el irse a estudiar cosmografía a Portugal. Realmente, Cortés no estaba demasiado enterado del tema americano….Y es que en aquellos tiempos no se difundían coherente y fácilmente las noticias; y para averiguar pues en veracidad, era necesario hablar con un experto en la materia. Los descubrimientos de los navegantes solían ser considerados secretos de estado y no solían divulgarse. De Colón solamente podrían saber con precisión aquellos que habíanle acompañado en los viajes y los cartógrafos de la Monarquía; mas por falta de medios de comunicación ( Aunque ahora se supone que los tenemos, pero más valdría llamarlos “ de manipulación “ o algo así….) las noticias no llegaban siquiera, y/o en todo caso, llegaban bastante tarde.





    El caso es que Hernán Cortés habría asistido poco a aquellas helmánticas aulas de Derecho….Pero sí que había tratado con muy doctas personalidades. Así, leyó harto; centrándose en las guerras de Julio César, muchos libros de caballerías, y su amado Espejo de cortesanos y príncipes.





    Su carácter nunca dejó de ser impulsivo. Y así, un buen día, sin despedirse de nadie, cogió sus bártulos y volvió a su hogar de Medellín. Su madre se alegró en un principio al verle, cosa que duróle poco, ya que había cometido un insolente acto de desobediencia. Cuando discutió con su padre, Hernán insistió con vehemencia en su vocación de milicia y no de abogacía, en su aventurero ideal….Y al final, acabó por manifestarle a Martín Cortés de Monroy aquello de : “ Con la venia de vuesa merced, tengo que escoger entre dos capitanes. Vos, como antiguo militar, podéis aconsejarme. Uno es Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, al que ya conocéis, y otro es el capitán Nicolás de Ovando, gobernador de la isla La Española, que ahora creo está en Sevilla. “. Los padres meditaron sin ocultar su entristecimiento, pero ya convencidos de que sería imposible cambiar la terca voluntad de aquel intrépido muchacho. Cortés había nombrado Las Indias Occidentales….Luego, puesta a escoger entre el Nuevo Mundo y la Italia, Doña Catalina prefirió que su hijo pasara a la península hermana. El viaje era corto, una o, como mucho, dos semanas; y podía regresar mucho antes, pero la incertidumbre de Las Indias le abrumaba excesivamente. Sin embargo, el joven Hernán soñaba con aquel Nuevo Mundo, tan llenas de promesas, de fantasías….No se puede ocultar que desde muy niño heredó el alma aventurera de su padre, solo que en otro contexto.





    Y todo fue inútil. Hernán ardía en deseos de plasmar en vida los caballerescos ideales; mientras más, mejor. Manejaba la espada con una destreza temible y no ocultaba su afición por las pendencias varias.





    Por fin, sus progenitores le dieron licencia para el embarque, y él se marchó a Sevilla, siempre en su mula alquilada, sin apenas dinero, pero con una audaz ambición desbordante…..







    Cuando el joven Cortés llegó al Reino de Sevilla fue en busca de Nicolás de Ovando ( Que era pariente suyo ), el cual estaba a puntito de zarpar para Santo Domingo. Y como Cortés no poseía ni un escudo, Ovando, confiando en su hidalga pose y en su certera esgrima, prestóle cierta cantidad, regalándole un pequeño broquel y considerándolo desde un primer momento miembro de la tripulación.





    Y fue en la capital bañada por el río Betis ( Ese que también baña y sin desmerecimiento Jaén, Córdoba y desemboca en Sanlúcar de Barrameda….) entonces envidiada y maravillosa ( No como hoy…..) donde sucedióle el caso que acentúan sus biógrafos…..:



    Paseando un día por la capital hispalense, una novia pasajera le dio una cita para determinada hora de la tarde en una casa de las afueras, pero advirtióle que para reunirse con ella debería saltar la tapia de una mansión muy principal. Allí fue el enamoradizo mocito, pero, al saltar la verja, le ocurrió un contratiempo que le puso en un mal brete, pues como la tapia no andaba en muy buen estado, el peso de Hernán Cortés derrumbóla y allí fue a parar aquel galán al suelo, fracturándose varias costillas….Entonces, hubo de ir a la busca ( O igual le llevaron ) de un algebrista ( Como llamaban entonces a los médicos encargados de reparar el humano esqueleto ), y transcurrieron varias semanas para con su física recuperación. Nicolás de Ovando no pudo esperarle, y tuvo que zarpar hacia La Española, dejando al joven extremeño leonés en tierra….







    Cortés, harto impaciente y tan leal soldado de Las Españas, no pudo aguardar a que otro navío saliese y se embarcó para la Italia. Corría el año de 1504, y él apenas contaba con diecinueve inviernos en lo alto. Fue aquél el año que Isabel la Católica ingresó en el Reino de los Cielos, y también Cristóbal Colón. El contexto histórico era cuanto menos curioso. La República de Venecia y Egipto se aliaban con el rey hindú de Calcuta contra Portugal; y Fernando de Aragón volvía a casarse, con Germana de Foix, a fin de tener un heredero varón, pues los hijos habidos con Isabel de Castilla y León habían fallecido todos. Además, Catalina de Aragón, hija de Isabel y Fernando, se había casado con Arturo de Inglaterra, quien fuera hermano de Enrique VIII, con quien también se desposaría después, a la muerte de Arturo.





    Así, era como si el destino quisiere templar el espíritu de aquel joven de Medellín, puesto que aquella notable toma de contacto con los Tercios Españoles en la Italia sirvióle en grata cantidad para ir acumulando experiencia soldadesca, que tan útil debería serle para sus futuras hazañas….





    En aquella grandiosa escuela militar, fundada por Gonzalo Fernández del Reino de Córdoba, aprendió que no todo eran marciales victorias….Aprendió la dura lección de las marchas, de dormir noches enteras soportando las climáticas inclemencias, sintió hambres, fatigas, agotamientos….Y consolidó un enorme sentido de la responsabilidad, típica inspiración del Gran Capitán para los soldados que consolidaron un magnífico Imperio. Y cuando entró en la guerra contra el gabacho, aprendió que ser guerrero no consiste en abandonarse al furor momentáneo del ataque, sino que debía conservar la sangre fría, utilizar la inteligencia, incluso en los mayores peligros….





    Hernán Cortés, aunque hidalgo y orgulloso, llevó consigo siempre esa humildad tan característica del hispanismo; tanto que trataba por igual a superiores y subordinados. Siempre se mostró hábil para con las diplomáticas labores, fiel con sus camaradas de campamentos, con sus superiores…Lo que fue más tarde con el inepto gobernador de Cuba y con los indios, así como en las magistrales misivas que le envió al Emperador Carlos I de Las Españas para darle cuenta de sus militares operaciones.





    Ovando, como buen pariente de Hernán, siendo el Gobernador de La Española, pudo ayudarle bastante para con su establecimiento allá. Así, el ardoroso pacense se echó a la mar en una nao propiedad de Alonso Quintero, un vecino de Palos de Moguer, que partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda ( Ambas localidades pertenecientes al entonces pujante Reino de Sevilla ); de donde ya zarpó Colón y también zarparía el portugués Magalhâes….La primera parada la tuvo en las Canarias, en la Isla de la Gomera, una escala obligada en el viaje hacia las Américas. Allí debían reponer víveres. Pero Alonso Quintero, con muchos deseos de adelantarse a los otro cuatro navíos que realizaban también la indiana travesía, con el fin de vender su mercancía a mejor precio en La Española, levó anclas a escondidas. Sin embargo, de poco sirvióle….Pues no había llegado a la altura de la Isla del Hierro-todavía en las Canarias, se entiende-,cuando el viento se alzó con tal frenesí que rompió el mástil, cayendo éste sobre el puente. Por fortuna no se contabilizaron víctimas, ya que tanto tripulación como pasaje viajaban en aquel momento en la zona de popa. Pero, con ese mástil roto, Quintero no tuvo más remedio que regresar a La Gomera para la correspondiente reparación.





    El caso es que el onubense logró convencer a los otro cuatro gobernantes de las naves para que esperasen a que reparara la nave, lo cual, a través de los siglos, sigue sin entenderse demasiado bien; más que nada porque les había intentado hacer una buena jugarreta, no se entiende pues aquella “ confianza “….Para colmo, cuando ya los cinco barcos se hallaban en alta mar, una noche, el mismísimo Alonso Quintero mandó desplegar todas las velas y, en pocas horas, desapareció de la vista del convoy….Y tampoco le salió bien esta vez el tema; pues el piloto perdió el rumbo y a punto estuvieron de no tocar ningún puerto antes de morir de inanición….Por fin, un buen día, se atisbó desde el puesto de guardia una paloma, y decidieron seguirla….Cuatro días después, el navío atracaba en el anhelado puerto de Santo Domingo….Y, para sorpresa del atrevido Quintero, las otra cuatro naos ya estaban fondeadas…..





    Y así llegó Cortés, con diecinueve añitos, en aquel compendio de exótica fábula que con sus más y sus menos comenzaba a definirse para la Hispanidad. Es la época en la que van a la par los descubrimientos y también la configuración territorial de lo que sería un vastísimo Imperio forjado pues los distintos Reinados Españoles. Estaba en tela de juicio pues el desarrollo socioeconómico de aquellas zonas; abandonando los deseos “ colonialistas “ ( Sin nada que envidiar a anglos o franceses….) y mercantilistas que Colón quiso imprimir. Y, como no, la definición sin lo cual no se entiende pues nuestra Hispanidad Imperial : La Evangelización. Los Reyes Católicos contaron con la grata colaboración de sus mejores allegados, como por ejemplo, el Arzobispo de Granada, Fray Hernando de Talavera; o Fray Francisco Jiménez de Cisneros, su confesor más renombrado y gran entusiasta junto con la Reina Católica ( Como antaño lo forjaron aragoneses y lusitanos ) de la Reconquista del Norte Africano para la Cristiandad ( Esto es, el Oranesado Español….) El ideal Misionero se imprimió sin fisuras en esa constitución imperial. No obstante, La España Foral se encontró con toda una aventurera tarea política. Pionera de Europa, salida de una Guerra Santa contra la barbarie islamista, se encontraba encima ante la incertidumbre de unas inmorales pretensiones de la megalomanía que se había apoderado de Colón….





    Así, se vislumbró pues el hecho de enviar Gobernadores idóneos; y Nicolás de Ovando fue una de sus emblemáticas elecciones. La tarea de estos pioneros fue complicadísima. El mismo Salvador de Madariaga, ilustre biógrafo de Cortés, señala : “ había que distribuir tierras, fundar ciudades, abrir caminos, proveer puertos, organizar mano de obra, reprimir revueltas y alzamientos, cobrar, guardar y remitir el quinto real del oro que se extraía de las minas, recoger informes de lo que ocurría en las islas vecinas y en su tierra firme.”. España se erigía como la nueva Roma, bajo su Católica Bandera, que después alzaría en Trento….





    Santo Domingo, en La Española, debió su bautizo a Colón. Era el principal punto de encuentro de los recién llegados de la Península Ibérica, que, en su mayoría, eran jóvenes ávidos de dirigir una gloriosa exploración, aunque, también los había más comodones, que buscaban la concesión de un repartimiento de indios para dedicarse con ellos a tareas de menos renombre como la granjería o las minas; quizá buscando pues su seguridad….





    En el corto periodo que transcurrió entre el tercer viaje de Colón y la llegada de Cortés a la dominicana capital, La Española había tomado parte directa o indirectamente en el nuevo avistamiento de más de 5.000 kilómetros de costa sudamericana desde el Cabo de San Agustín al Panamá. En el cuarto viaje, el Almirante arribará a tierra firme. A través de los sermones escuchados en Santo Domingo, Cortés fue captando el meollo de la problemática indiana y aguardará el momento propicio para obrar en consecuencia.





    Cuando por fin llegó a aquella tierra firme, Cortés fue al encuentro del Gobernador Ovando, que andaba ausente en el interior insular, tratando con pormenores administrativos. El principal interés de Hernán era la seguridad de su establecimiento, aunque no era cosa fácil….Urgía realizar méritos, y había que tener en cuenta que los Gobernadores no eran eternos…Y Ovando no fue una excepción; con lo que Hernán perdía para siempre a su buen protector….





    Así, no tardó en presentarse Diego Colón, hijo del Gran Almirante, sustituto de Ovando. Y en escena fueron apareciendo otros personajes como el castellano Diego Velázquez, que en primera instancia mostrara amistosa protección para Hernán Cortés y luego acabaran como enemigos íntimos….





    También se ha dicho que la primera ocupación de Cortés en La Española fue la de escribano ( Una especie de secretario público ) en la villa de Azúa, una especie de recompensa que recibió por haber logrado rechazar un duro ataque de los amerindios….No obstante, a día de hoy, con las cifras que podemos manejar, las fechas citadas por los historiadores sobre esta acción y la llegada de Cortés no terminan de concordar….







    Hernán Cortés ya fraguaba sus conquistas, pero en el amor….Los españoles, en aquel primer periodo indiano, apenas contaban en el Nuevo Mundo con mujeres de su raza; y las pocas que llegaban, eran asediadas por un enjambre de pretendientes, y más, si era agraciada….Y esto último precisamente fue a rellenar la cortesiana biografía….Catalina Juárez y sus dos hermanas llegaron de España, acompañando a la Virreina Doña María de Toledo. Todo el mundo se disputaba a aquellas hermanas, y Cortés halló el éxito galanteando a Catalina; mientras que Velázquez cortejó a la otra. El caso es que Cortés no quiso cumplir más adelante con la promesa de matrimonio realizada a Catalina, lo cual terminó de indisponerle con Velázquez….Este conflicto tuvo lugar en la Isla de Cuba, a la que Cortés y Velázquez habían ido a conquistar y poblar. Prácticamente, Las Antillas estaban recién descubiertas, pues desde el 1492 hasta el 1511-En este año se fraguó aquel cortesiano amorío-no habían transcurrido ni siquiera dos décadas completas….El conflicto entre Cortés y Velázquez agudizase, ya que el segundo poseía en Cuba enemigos y descontentos para dar, regalar y tirar….Hernán Cortés, que no era precisamente pacifista, empezó a conspirar contra el gobernador insular-Esto es, Velázquez-, y éste lo metió entre rejas; pero Hernán logró la huida y se refugió en la Iglesia….Catalina, muy enamorada de él, allí vióle, y Cortés cometió la enorme imprudencia de abandonar el templo, con lo que Velázquez pudo volver a encarcelarlo.





    Fue entonces cuando Cortés empezó real y seriamente a alimentar su vital riesgo. Velázquez lo introdujo en un barco custodiado por hombres armados, pero de nuevo volvió a escapar….Le resultaba preciso el hallarse en libertad porque llevaba consigo una serie documental que ponían en un grave compromiso al gobernador de Cuba. Y con dichos documentos, ni corto ni perezoso, se atrevió a presentarse en casa de Juan Juárez, cuando menos le esperaban….Y así, le comunicó a Juárez que los documentos que encontrábanse en su poder demostraban que el Gobernador era un traidor a los intereses de las Coronas Españolas; y por si fuera poco, acabó comprometiéndose con Catalina….Pero Juárez, meditabundo, replicó : “ De esto habrá tiempo para decidirlo. Pero respecto al gobernador….”;a lo que sobradamente respondió Cortés : “ Bah. Cuando sepa qué papeles poseo deseará ser mi amigo. “….





    Poco después, a sabiendas de que Cortés se había refugiado en el solar de los Juárez, no tardaron en presentarse allá los soldados del gobernador. Pero Cortés, avisado con el tiempo justo, saltó por una ventana y volvió a buscar amparo en la Iglesia. Es posible incluso que lo hiciese con hábitos…Al enterarse de ello, la cólera aprisionaba a Diego Velázquez….Luego, sentóse a departir con Juárez, y pensó que tal vez era mejor perdonar al de Medellín, porque lo cierta era que necesitaba hombres de su categoría…..Los amerindios andaban de revuelta en revuelta y hacía falta que alguien despachara mano dura.







    Aquella noche, aún en casa de los Juárez, Velázquez parecía esperar a alguien. Y, en efecto, su característica intuición no le falló : Hernán Cortés se presentaba con la espada al cinto….Había vuelto a salir de la Iglesia, favorecido por la silenciosa nocturnidad. Sin perder un ápice de su temple, saludó por igual a Juárez y al gobernador….Y Diego Velázquez, ante el hecho, y ante su orgullo, no tuvo mayor remedio que ceder….El caso es que si lo volvía a detener, se tropezaría con una nueva fuga….Así que, como le había contado Juan Juárez, estaba dispuesto a casarse con la hermosa Catalina ….Pero, en aquel instante, la mayor de las importancias radicaba en contener la belicosidad de los indios americanos. Y así, Diego Velázquez acabó nombrando a Hernán Cortés alcalde de la villa de Baracoa, o sea, la actual ciudad de Santiago de Cuba.





    Cortés, en las tierras asignadas a él por el gobernador, dedicóse sobre todo a la cría vacuna y ovina; un oficio sumamente plácido para un joven de sus hechuras. No obstante, por el momento, tenía lo que ambicionaban muchos españoles ( y de hidalgo linaje ) : una hacienda, servidores indios, ganados, y unas minas que, naturalmente, no eran suyas sino de la Monarquía, pero ganando él mucho dinero. Realmente, no se mostraba excesivo en ambiciones, y se aplicaba seriamente a sus labores. Así, mantenía contento a Velázquez, y el país parecía caminar hacia la riqueza, así como decrecían los escrúpulos del gobernador….







    El caso es que, cuando los españoles llegaron a Las Antillas, bajo el mando de Cristóbal Colón, todos pensaban que se encontraban en un puñado de islas e islotes que debían pertenecer al Oriente de la India. Más tarde ya llegaron al convencimiento de que la India verdadera, la asiática, quedaba muy lejos de allá; así que no tuvieron más remedio que contentarse con aquellas exóticas ínsulas que, más tarde o más temprano, deberían pacificarse. Sin embargo, no tardó mucho en propagarse la correspondiente rumorología ( Propiciada por no pocos indios ) : Existían unas tierras muy vastas y poseedoras de una enormidad de riquezas….Pobladas por excelsas civilizaciones….Los españoles, al oír tales rumores, que circulaban ya en olor de insistencia, comprendieron que Cuba y las demás islas antillanas se hallaban ( Antillas de “ ante islas “; lo anterior a lo que le sería la India….) cerca de algo inmenso….Y también supieron que aquella grandeza, que aún estaban por descubrir ( Y lo cual sería hecho por los más osados guerreros ) tenían un nombre amerindio : El Yucatán.





    Estando aún Cortés enzarzado en sus disputas con el gobernador Velázquez, llegaron a Cuba cuatro navíos, mandadas respectivamente por Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo y Alonso Dávila las tres primeras; y la cuarta, por un deudo de Velázquez : Juan de Grijalba.





    Fue Bernal Díaz del Castillo el que nos legó el retrato de los tres primeros.



    De Pedro Alvarado dijo : “ Pedro Alvarado sería de treinta y cuatro años cuando acá pasó; fue de muy buen cuerpo y bien aproporcionado y tenía el rostro y cara muy alegre é en el mirar muy amoroso y por ser agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos Tonatio, que quiere decir el Sol. Era muy suelto y buen jinete y sobre todo ser franco y de buena conversación, y en vestirse era muy polido y con ropas costosas e ricas. Traía al cuello una cadenita de oro con un joyel y un anillo con buen diamante. “



    De Francisco de Montejo : “ Fue algo de mediana estatura y el rostro alegre y amigo de regocijos e hombre de negocios e buen jinete, e cuando acá pasó sería de treinta y cinco años y era franco y gastaba más de lo que tenía de renta. “



    Y de Dávila : “ Era de buen cuerpo y rostro alegre y en la plática expresiva, muy clara y de buenas razones y muy osado e esforzado. Sería de treinta y tres años cuando acá pasó e tenía otra cosa, que era franco con su compañero, mas era tan soberbio e amigo de mandar e no ser mandado y algo invidioso e era algo orgulloso e bullicioso. “





    El marrano antiespañol de las Casas describió así a Grijalba : “ Era gentil mancebo de hasta veintiocho años, y estaba vestido de un sayón de un carmesí-pelo, con lo demás que al sayón respondió, cosas ricas. Era de tal condición natural que no hiciera, en cuanto a la obediencia y aun en cuanto a humildad y otras buenas cualidades, mal fraile. Yo lo conocí e conversé harto y entendí siempre dél ser a virtud y obediencia y buenas costumbres inclinado y muy sujeto a lo que los mayores le mandasen. “







    Velázquez, tomando contacto con estos cuatro intrépidos capitanes y deseando afirmar sus derechos a las nuevas tierras que podían descubrirse, encargóles la aventura de dirigirse a aquello que los indios rumoreaban : El Yucatán. Y así, el historiador Salvador de Madariaga díjosno :



    ” Terminados los preparativos en Santiago de Cuba, capital entonces de la isla, bendecidas las banderas, reconciliados unos con otros y todos con Dios, oída la misa del Espíritu Santo, la tropa desfiló hacia el puerto para embarcar al son de pífanos y atambores. Velázquez, pese a su obesidad, hizo el sacrificio de acompañarles, y ya en el muelle, después de un abrazo a cada uno de los capitanes, dirigió a la tropa una alocución que, de creer a Cervantes de Salazar, tomó la forma siguiente :



    - Señores y amigos míos, criados y allegados. Antes de ahora tendréis entendido que mi principal fin y motivo en gastar mi hacienda en semejantes empresas que ésta, ha sido el servir a Dios y a mi Rey natural, los cuales serán muy servidos de que con nuestra industria se descubran nuevas tierras y gente, para que con nuestro buen ejemplo y doctrina, reducidas a nuestra santa fe, sean del rebaño y manada de los escogidos. Los medios para este tan principal fin son : hacer cada uno lo que debe, sin tener en cuenta con ningún interés presente, porque Dios, por quien acometemos tan arduo y tan importante negocio, os favorecerá de tal mera que lo menos que nos dará serán bienes temporales.-



    Algunos de los soldados “ señores, criados y amigos “ que oyeron esta oración, cambiarían guiños y sonrisas, sobre todo los que sabían que las instrucciones de Velázquez a Grijalba consistían en que “ rescatase todo el oro y plata que tuviese, y si viese que convenía poblar o se atrevía a ello, poblase, y si no, que se volviese a Cuba “.



    Así, animados por las palabras del gobernador, la armada salió de Santiago el 25 de Enero, “ no sin lágrimas de los que quedaban y de los que se despedían, con gran ruido de música y tiros que dispararon de los navíos “, bogando por la costa norte hasta Matanzas, puerto más importante entonces de La Habana, donde se proveyeron de pan casabe y carne de puerco, pues entonces, como apunta Bernal Díaz, no había todavía ni vacas ni carneros.



    De allí siguieron el viaje a San Antón, extremo occidente de la isla, también llamado por su nombre aborigen de Guaniguanico, donde “ después de haberse todos confesado, se trasquilaron las cabezas, que fue la primera vez que los españoles lo hicieron en las Indias, porque antes se precisaban de traer coletas. Hicieron esto porque entendieron que el cabello largo les había de ser estorbo para la pelea. “







    Más adelante, para tener noticias de Grijalba, Velázquez envió a Cristóbal de Olid con una carabela, pero perdió el tiempo, pues Olid regresó sin información….





    De Cristóbal de Olid, Díaz del Castillo escribió aquello de :



    “ Si este hombre fuera tan sabio y prudente como lo era de esforzado y valiente por su persona tanto a pie como a caballo, hubiera sido extremado varón; mas no era para mandar sino para ser mandado, y era de edad de treinta y seis años y natural de cerca de Baeza o Linares- ( Reino de Jaén ) – y su presencia y su gran altura le hacía de buen cuerpo, membrudo y con gran espalda, bien entallado y era un poco tubio, teniendo buena presencia en el rostro trayendo en el bezop de abajo siempre como hendido a manera de grieta. En su hablar era algo rudo, aunque se podía mantener una buena conversación con él y tenía otras buenas condiciones de ser franco. “





    Entonces, sin noticias de los viajantes, Velázquez maduró una idea : Había que enviar otra expedición, de mayor importancia, a la legendaria Yucatán. Para ello, necesitaba un hombre audaz y holgado; los soldados ya tenían bastante los pobres…. Y, además, el gobernador deseaba perder lo menos posible en la operación; le era preferible arriesgar los dineros de los demás….Así pensó en la persona de Hernán Cortés; nombrándole Capitán de aquella nueva armada.





    Hernán, por su parte, ansioso de vivir la batalla y de alcanzar la gloria, empleó casi toda su fortuna en equipar 11 carabelas y bergantines, adelantando dinero a los que se alistaban voluntarios para la expedición.





    Los fines expresos de la partida que debía realizar Hernán Cortés eran los de encontrar a Grijalba y a Olid; amén de encontrar a seis cautivos españoles que se pensaba que habían sido secuestrados por los españoles en un lugar aún sin conocer. Había que explorar la tierra, procurar ir conociendo sus entresijos….Cortés contaba ya por aquel entonces con 33 primaverillas, y destacaba por su vigorosidad.





    Con todo, Juan de Grijalba regresó a Cuba y trató de disuadir a Velázquez de aquello….El consejo de Grijalba parecía jugar a favor de que el gobernador detuviese la partida de las naves puesto que uno de los motivos de la empresa era conocer noticias de su expedición, que felizmente había podido regresar….No obstante, los móviles que impulsaban la novedosa expedición eran mucho más complejos. Velázquez andaba en ansias de sacudirse del que parecía mando único de La Española y además, quería obtener pingües ganancias….





    De los Frailes Jerónimos, había obtenido permiso para explorar y rescatar cautivos en el Yucatán. Ante esta licencia, que por entonces podían otorgar los Jerónimos como auténticos Gobernadores de Las Indias : “ nos lleva a analizar los títulos que Cortés portaba. Cortés llevaba títulos de Derecho Político y otros privados o de Derecho Mercantil y Civil. De Derecho Público eran las Capitulaciones e Instrucciones ( acordadas el 23 de Octubre de 1518 ) donde se delimitaba la finalidad de la expedición : rescatar cautivos, obtener información y realizar trueques. Sin embargo, una hábil cláusula autorizaba a Cortés para actuar “ como más al servicio de Dios Nuestro Señor y de Sus Altezas convenga “ ; Padrón Morales dixit.





    De Derecho Público era también la mencionada licencia de los Padres Jerónimos, expedida a nombres de Cortés como Capitán y Armador junto a Velázquez. En ella se ordenaba que debía acompañar un tesorero y un veedor ( oficial ocupado a la intendencia ). Todo ello presuponía que Velázquez no era el único impulsor y armador de la empresa y Cortés su delegado que debía acatar sus órdenes; sino que ambos eran jefes conjuntos de la aventurera empresa, dependientes de los Gobernadores de La Española y sin subordinación el uno del otro.





    Este documento lo resalta el cronista Francisco López de Gomara ( 1511-1562 ), gran panegirista de Cortés en su Historia de las Indias y Conquista de Méjico impresa por primera vez en Zaragoza en el año de 1552. Documento usado con extraordinario celo por los Procuradores del Conquistador en la Corte, durante la causa que siguióle….





    De Derecho Privado hay que señalar la aportación fundamental tanto pecuniaria como en naves ( De los 10 barcos de la expedición, 7 eran de Cortés o fletados por él ) y el hecho de compartir las acciones de la empresa con Velázquez. El genio de Medellín preocupóse de comprar sus derechos a los expedicionarios que habían aportado fondos.





    Pronto Velázquez comenzó a sospechar que, Cortés, como lo había hecho de Grijalba y Olid, pues con razón temía que se levantara contra la gobernación de lo que descubriese….Al saberlo, el extremeño aceleró sus preparativos refugiándose en el pueblo de la Trinidad, hospedándose nada más y nada menos que en la casa de Juan de Grijalba. Velázquez ordenó ( Como ya tenía costumbre….) orden de arresto para Cortés, pero nadie se atrevió a cumplirla….Y así la expedición enfiló la costa de San Cristóbal de la Habana, en donde el Capitán ultimó sus preparativos….Al respecto nos dice Madariaga : “ Velázquez no tendría más remedio que ceder ante lo inevitable. Su actitud revelará bien claramente que se sentía débil ante el que consideraba rebelde, lo que tiende a confirmar que no poseía suficiente influencia financiera sobre la flota. “





    Sería de recibo destacar que andaba entonces por aquellos pagos Cervantes el Loco…Un truhán, borrachuzo y poco o nada cuerdo, que a veces servía de bufón a algunos de los que acompañaban al gobernador. El ya mencionado Bernal Díaz del Castillo ( Oficial cortesiano ) refiere que un domingo, acompañando al gobernador a misa, Cervantes el Loco, que iba delante, atrevióse a decir :



    “- A la gala, a la gala de mi amigo Diego Diego

    que capitán aquí llevo,

    que nació en Extremadura,

    capitán de gran ventura,

    se alzará con el armada

    y te dejará sin nada,

    que es un macho muy varón,

    Diego escucha esta razón.



    Andrés de Duero, otro acompañante, alarmado al darse cuenta de la mala intención de aquellas palabras, exclamó :



    - Calla, borracho loco, no seas bellaco, que bien entendido tenemos que esas malicias, so color de gracias, no salen de ti. “



    Y siguió Díaz del Castillo diciendo : “ Por más pescotazos que le dieron, Cervantes siguió con sus truhanerías porque le habían sobado las manos los enemigos de Cortés, y sus palabras produjeron honda impresión en el ánimo suspicaz y ya preocupado de Velázquez….”







    No fue esto lo único que llegó a oídos de Velázquez, en contra de Hernán Cortés, y aquél terminó por arrebatarle el mando de la nueva armada, que entregó a un Capitán natural de Cáceres, llamado Vasco Porcallo. De todos modos, todavía no había empezado nada para como terminaría la cosa….





    Diego Velázquez estaba dispuesto a llevar un doble juego. Por un lado, le ordenó al hidalgo de Medellín que saliese para el Yucatán con su flota, y por otra, bajo secreto de sumario, envió a su cuñado, Francisco Verdugo, para que tratase de impedirlo….Él no podía hacerlo claramente puesto que Cortés era quien había sufragado los gastos de un proyecto que se antojaba, como mínimo, temerario….





    Francisco Verdugo se hallaba en la Trinidad, de donde era alcalde mayor. Y cuando supo de las intenciones de su cuñado, consideró que, conociendo a Hernán Cortés, nadie, ni él, ni Velázquez, ni el mismo Rey, lograrían que aquel portentoso guerrero no partiese hacia el Yucatán….Y, como era lógico, gracias a Dios las cosas no le salieron bien al gobernador de Cuba. Bernal Díaz del Castillo refirió así su entrevista con Cortés en el muelle de la Trinidad :



    “ – Caballero, vos sois hombre elocuente y de mucho hablar; id por donde mejor os plazca y anunciad que zarparemos mañana, con la voluntad de Dios, para conquistar y poblar el Yucatán y llevar a los paganos a la fe de Cristo. Y el que venga sólo a buscar oro y no a poblar, que se vaya a otra parte, que el oro se halla en la tierra, trabajándola. Y todo lo demás es codicia y latrocinio, que no place a Dios. Y ved si vos me decís algo sobre esto que pienso.



    - Me parece muy puesto en razón eso que decís de trabajar la tierra, señor capitán-replicó Bernal Díaz-. Pero antes habréis de pelear y para ello se necesitan hombres que lleven el incentivo de las ganancias y del oro. Y todo lo que no sea es pensar en lo excusado. “







    Cortés quiso saber qué ganancias atraían a Bernal Díaz del Castillo :



    “- Sin presunciones, señor capitán, a mí me atrae el amor de la aventura. Por eso estoy aquí. Lo mejor será que no sea yo quien predique a vuestros hombres. Dejádselo a Pedro de Alvarado que tiene buen olfato para escoger gentes de guerra. Y puede hacerlo a la misma hora de partir vuestra armada, porque son hombres que no llevan más que lo puesto : las armas. Poca haciendo y poco hato han de liar para embarcarse. Y cuanto con más tiempo se les advierta tanto peor, que después vuelven sobre ello y dicen que no quieren embarcarse. Los conozco. Por más que….pienso que su Excelencia el gobernador os había dicho que fueseis al Yucatán a buscar oro, y no a poblar.



    - Pues si el gobernador dijo eso, mal me conoce. Hemos hablado de ello, pero….Diego Velázquez es caprichoso, y no sé quién será el cristiano que enviará al Yucatán para poblarlo. Pero ese moro con el que sueña se conquista entrando muy adentro del terreno y poblando, que todo lo demás es imposible.



    - Señor capitán, creo que el gobernador no os quiere bien.



    - Lo cual no me importa. “







    Luego, Cortés se reunió con Pedro de Alvarado y Juan de Escalante, los cuales tenían que acompañarle en la expedición, al mando de sendas carabelas, y entre los tres, a pesar de cierta oposición de Alvarado, decidieron, para burlar los planes en contra de Diego Velázquez, partir de noche hacia el Yucatán.





    Cuando Diego Velázquez se enteró de que su cuñado, Francisco Verdugo, no se oponía a la cortesiana partida, y que incluso se dispuso a ayudarle, manifestóle a Duero y Lares que Cortés le había engañado en rebeldía.





    Mientras tanto, según Díaz del Castillo, Cortés le enviaba al gobernador “ cartas escritas muy dulcemente “; cartas que si caían en manos de alguien o iban a parar al Emperador, nadie podría decir que Cortés no respetaba la autoridad de su gobernador; pues a cada línea le llamaba “ Su Gracia “ y le hablaba con el tono de un servidor honrado y fiel. Pero tenía consigo la armada, la cual no pensaba entregar ni ceder a nadie…





    Dicha armada estaba reunida en La Habana a fin de zarpar hacia la Isla de Cozumel. Y a La Habana empezaron a llegar cartas irritadas de Diego Velázquez, “ que rugía de indignación “…. También escribió a todos sus parientes de La Habana ordenándoles que evitasen a toda costa la salida de la expedición del extremeño del sur. Pero éste, con su simpatía natural, se fue ganando el favor de las indianas gentes….





    Para formar parte de la empresa, Cortés llevaba consigo a los Capitanes Pedro de Alvarado, ya un poco conocedor del Yucatán, quien más tarde conquistó la Guatemala, y también a Juan Velázquez de León, Cristóbal de Olid y Alonso Hernández de Portocarrero. Un Capitán llamado Diego de Ordás tenía como encargo la vigilancia de Cortés, pero éste también supo atraerlo al partido aventurero. Y Ordás se embarcó, tomando parte en la expedición….







    El 10 de Febrero del 1519, la armada cortesiana partió de La Habana con rumbo a Cozumel. En conjunto, llevaba 518 milicianos, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 110 marineros, 16 jinetes, 32 caballos, 10 cañones de bronce y 4 más ligeros, llamados falconetes ( De falconetti )





    Cuando llegaron a la nueva ínsula, Cortés quedóse asombrado al divisar a un “ indio “ que corría medio desnudo hacia ellos, barbado hasta la cintura, y….¡¡ de raza blanca !! Acompañábanles otro de similar estilo…..Y ese “ indio “, al ver al lado de Cortés a Fray Bartolomé de Olmedo, se arrodilló y recabó su bendición, en buen castellano…Aquellos “ indios “ eran antiguos náufragos españoles. Eran los desgraciados de la expedición de Diego de Nicuesa, que finalizó allí en el 1511. Al ver a aquellos hombres tan desdichados, Fray Bartolomé derramó copiosas lágrimas, mientras que el hidalgo de Medellín ni se inmutó….El náufrago se llamaba Jerónimo de Aguilar, y había aprendido ya la lengua de los indios mayas, cuya civilización fue harto floreciente. Aguilar, antaño, había estudiado para sacerdote y tenía las órdenes menores, aunque de nada le había servido el latín en aquella isla….En cambio, la lengua de los mayas le sería de grandiosa utilidad para Cortés, y así, en adelante, Aguilar fue su principal intérprete.





    Aguilar informóle al noble sureño que al Oeste de la isla vivía otro español, también náufrago, al que sería posible rescatar y agregar a la expedición. Y así fue. Luego, permanecieron poco tiempo en la Isla de Cozumel, y zarparon para la Península del Yucatán, llegando a la punta occidental de la misma, al lugar que la geografía designa al día de hoy como Cabo Catoche. Allí hallaron a otro náufrago hispánico, el cual le espetó a Aguilar :



    “ – Tengo la piel tatuada y las orejas agujereadas como los indios de esta región. Ah, si así me viesen los españoles se iban a burlar de mí. ¡ Además, tengo aquí tres hijos ! “



    Y entonces surgió de la choza donde habitaba aquel españolito una amerindia, que en lengua maya ( Esto lo relató Bernal Díaz más adelante ) exclamó aquello de :



    “ - ¡ Vaya, enhoramala ese esclavo que viene a llevarse a mi hombre ! ¡ Idos y no habléis más con él ! “







    Aquel español se había nombrado cacique de la aldea, y con sus maneras de “ hispanoindio “, no quiso abandonar un cargo que le llenaba tanto de orgullo….







    Una vez desembarcados, no tardaron Cortés y los suyos en oír unos extraños sonidos….Y resultaron ser unos tambores que tocaban con mucho arrebato…..Los indios estaban cerca….Y Cortés decidió esperarlos en la playa, donde, por ser un terreno descubierto, los indios no podrían tenderles trampas ni emboscadas. Cortés, para prever todo tipo de eventualidades que los salvajes pudieran ofrecer a la hispánica milicia, mandó disponer una línea cubierta con flecheros y escopeteros, de hombres escalonados desde la playa a las naves, por si fuese preciso acudir a la Caballería.





    Los mayas, en efecto, llegaron al clarear el día, algo desconcertados. Cuando salieron a la playa y divisaron a los hispanos, casi inmóviles, desconociendo que sus armas pudiesen ser más certeras y mortales que las suyas, atacaron en masa, en medio de un desagradable y ensordecedor griterío. Cortés mandó entonces disparar a la vez a toda la artillería, lo que abrió una brecha en la masa asaltante. Sin embargo, los indios no se amilanaron ni ante el rugir de los cañones, y continuaron en su ofensiva….





    Aquella dura batalla duró varias jornadas, ante la obstinación de los amerindios, pese a sus graves pérdidas…Fue entonces cuando Cortés decidió sacar los caballos. 12 eran sus jinetes, con sus caballos preparados para el ataque, en tanto que los demás eran de carga. Y entonces se produjo la primera victoria española en tierra firme : Los 12 caballos precipitaron la aterrorizada huida de centenares de mayas, que en su vida habían visto tan noble animal….Para ellos, sus resoplidos, sus corvetas, sus relinchos, eran algo diabólico, procedente de los dioses malignos….El caso es que el final de aquella batalla se produjo el día 25 de Marzo del año de 1519 de la era de Nuestro Señor Jesucristo; y gracias a ellos, los españoles pudieron tomar el territorio de Tabasco.





    Los sacerdotes de la región apresuráronse a enviarle a la entonces cabeza visible de Las Españas Forales multitud de regalos, implorando la paz….Y Cortés aprovechó la ocasión para la ejecución de una singular estratagema : En la misma, intervendrán tanto los caballos como las armas de fuego. Ya dijo Cortés : “ no teníamos después de Dios otra seguridad que la de los propios caballos. “. Los primeros caballos habían pasado a Las Indias Occidentales en el segundo viaje del Almirante Colón, pero eran de escasa calidad, porque a Colón los mozos granadinos le habían dado bien el “ cambiazo “, enseñándole primero unos valiosos alazanes y una vez echo el embarque fueron cambiados por unos míseros jamelgos….La raza caballar hispanoárabe ( Que quizás mejor se hubiera llamado “ hispanobereber “; pues durante el tristísimo periodo andalusí el árabe siempre fue absoluta minoría y las mezclas de ganados estaban pues más influenciadas por ese contingente bereber, antaño pueblo blanco mediterráneo, hoy prácticamente anulado en raza y en espíritu gracias a la devastadora acción del islam ) era muy apreciada en las Cortes de la Europa; por ejemplo, se ponderaba la belleza de un equino diciendo aquello de : “ parece español “. Estos animales van a contribuir decisiva y paralelamente a que España se erija como batuta de su gran Imperio Europeo.





    Tal como nos narran los indianos historiadores, en los primeros contactos con el indio americano, éstos creyeron que caballo y caballero constituían unidad de pieza; o sea, una especie de todopoderoso centauro….El propia Inca Garcilaso manifestó que la Conquista de su tierra “ se ganó a la gineta “





    Pasado el momento de la originalidad del factor sorpresa, los amerindios utilizaron contra los equinos diversidad de trampas y armas. Después, lo dominaron y utilizaron tan eficazmente como el español.





    Los historiadores han conservado los nombres de los caballos más destacados, en general pertenecientes a los Capitanes de la Conquista : “ el Romo “, “ el Motilla “ y “ el Corbés “, de Hernán Cortés; “ el Villano “, “ el Zainillo “ y “ el Salinillas “, de Gonzalo Pizarro….Otro elemento en la guerra serían los grandes canes, en los españoles, el mastín y el lebrel ( Éste un cruce de mastín y galgo, muy característico de multitud de pagos de la españolidad ); perros de defensa y ataque; perros que asustaban a los indios por su tamaño y bravura; ya que ellos poseían perros muy pequeños y en no pocos casos se los comían. Se sabe que un perro de Vasco Núñez de Balboa llamóse “ Leoncico “.





    El historiador Sahagún recogió una visión amerindia del caballo :



    “ vienen los ciervos que traen en sus lomos a los hombres, con sus cotas de algodón, con sus escudos de cuero, con sus lanzas de hierro. Sus espadas penden del cuello de sus ciervos “….Estos tienen cascabeles que producen un gran estrépito. Esos ciervos bufan, braman. Sudan a mares : Como agua de ellos destila el sudor. Y la espuma de sus hocicos cae al suelo goteando es como agua enjabonada : gotas gordas se derraman….Cuando corren hacen estrépito, hacen estruendo, se siente el ruido como si en el suelo cayeran piedras. Luego la tierra se agujerea y llena de hoyos en donde ellos pusieron su pata…”





    Y, es que es de recibo imaginarse al amerindio en cuclillas o encorvado, observando asombradísimo la huella del caballo en el barro que pronto se llenaría de agua tropical transformándola en un espejo en el que el indio reflejaba también su estupefacta faz….





    El Inca Garcilaso explicará por su parte que el asombro del indio culminará cuando oiga relinchar al caballo y en su pensamiento creerá sin duda alguna que es el lenguaje intermediario entre los hombres una vez hubieran comprobado que el caballo y el caballero podían montarse y desmontarse a voluntad….Los creerán carnívoros y les ofrecerán como sagradas ofrendas las más variadas aves de corral. Los españoles explotarán con agudeza esta ignorancia advirtiendo a los indios americanos que les habían de ofrecer muchas y buenas viandas para que así se mantuviesen contentos y no los devorasen….Con las armas de fuego, aunque primero escasas y en aquella época todavía muy rudimentarias, sucederá otro tanto….









    Poco después de la rendición de aquellos mayas, una comisión de ellos volvió hacia donde estaba radicado el cortesiano ejército. Los españoles estaban curando a sus heridos, y al ver que aquellos amerindios imploraban la paz, todos lanzaron gritos de alegría, dando gracias a Dios. ( Bernal Díaz del Castillo tenía una flecha clavada en un muslo )





    Resonando tambores, se adelantaron un par de personajes de elevada estatura, con grandes plumas y la faz tatuada. Otro indio, herido, indicóle a base de mímica a Cortés y al grupo formado por Olid y otros capitanes….Los dignatarios mayas avanzaron y saludaron a Cortés, pero retrocedieron cuando los caballos relincharon…Cortés, temiendo que se estropease la entrevista, dio comienzo a su lucidez estratégica, y yendo hacia los caballos comenzó a hacer gestos bien extraños, como de súplica, de invocación….Y se acercó a donde estaban emplazados los cañones y fingió rezar ante ellos…Ante lo cual, Bernal Díaz del Castillo exclamó aquello de : “ ¿ Acaso está loco nuestro capitán general ? “





    Cristóbal de Olid se echó a reír. Aguilar seguía a Cortés e imitaba todos sus ademanes. La pantomima duró todo un cuarto de hora. Los jefes amerindios lo contemplaban con rostro grave. Después, Cortés se acercó al que parecía el caudillo de aquellos mayas, y le abrazó cariñosamente. Entonces, Cortés parló y Aguilar tradujo a la lengua tabasqueña :



    “ ¡ Ilustres señores ! Mi capitán, Hernán Cortés, que llega a esta tierra en nombre de nuestro rey, el amadísimo Carlos de Castilla, emperador del mundo, desea comunicaros grandes cosas, mas antes os advierte que los espíritus de los animales blancos y de los bronces que vomitan fuego están muy enojados. Nuestro capitán les ha rogado que se pacifiquen, pero es posible que tarden mucho en aplacarse. Ya sabéis, porque sois sabios y además principales en vuestra tierra, que los hombres no siempre pueden dominar a los espíritus. Unas veces les hacen caso y otras no. Tal vez los hierros que vomitan fuego y los animales blancos adivinen que lleváis malas intenciones. Pero nosotros confiamos en vosotros y pensamos que no habéis venido con lengua de serpiente, sino como amigos. Cuando los animales blancos y los bronces que rugen hayan visto por vuestras obras que sois nuestros amigos, habrá pasado todo peligro para vosotros. “





    Al oír esto, el gran jefe y el gran sacerdote se consultaron entre sí y contestaron a Aguilar, quien tradujo lo siguiente :



    “ Un consejero del gran jefe de Tabasco ha dicho : “ Pregunta a tu capitán por qué reía aquel guerrero cuando ha visto que el capitán reverenciaba y oraba ante los animales blancos y las bocas que vomitan fuego. “





    Hernán Cortés comprendió que Olid, con su risa extempórea, estaba a punto de hacer sospechar a los indios y procuró enmendar la plana, esgrimiendo aquello de :



    “ Diles, Aguilar, que nuestro guerrero fue herido una vez a traición por uno de los animales blancos, mordiéndole en el hombro. Por eso no los ama. Por eso peleó a pie, sin montar animal blanco alguno, y por eso no se ha acercado a las bocas de fuego. “





    Una vez “ aclarado el tema “, los notables de aquella tribu avanzaron, aunque con algún recelo, para rendir pleitesía a caballos y a cañones…Y aunque alguno de los animales relinchó, el gran sacerdote, tranquilizado por las palabras del Capitán General de la Extremadura Leonesa, trató al menos de fingir no asustarse….Pero los indios no eran tan tontos, aunque vivieran en el salvajismo. Y el personaje que había hablado con el sacerdote volvió a insistir, y Aguilar fue a comunicarle a Cortés :



    “ Capitán, vuestra industria de los espíritus de los caballos y los cañones no ha sido creída por todos. Os aconsejo que si no queréis que haya de nuevo guerra, dominéis pronto estas tierras, asegurándolas bien de centinelas y que empiece pronto el bautismo de toda esta gente, pues no parecen cortos de mollera. “





    Con todo, los amerindios se retiraron y al poco tiempo llegaron con abundantes ofrendas. Hernán Cortés aceptó de buena gana los presentes; pero exigió del cacicazgo más pruebas de paz. La primera exigía que al cabo de un par de días hicieran regresar a sus hogares a sus mujeres y niños, los cuales habían sido llevados al campo. La segunda prueba fue que renunciasen a sus ritos y fuesen a orar ante un Altar de la Virgen.





    El día en que se celebraba el Domingo de Ramos, Cortés hizo que los indios asistiesen, con sus mujeres, a una ceremonia religiosa durante lo cual los mayas vieron como aquellos hombres que les habían derrotado se arrodillaban ante la imagen de una mujer con un niño en brazos….Y es que la Conquista de América no puede entenderse sin estas profundas convicciones religiosas, el irrenunciable propósito del servicio a Dios y al Rey; por encima de los distintos pormenores siempre presentes. El cronista De Tapia nos ofrece un curioso dato que coincide con los aportes de López de Gomara : En Cozumel habrían encontrado en un templo un ídolo de barro cocido, hueco y de la altura de un hombre, que se encontaba adosado a la pared. Por detrás tenía una entrada oculta por donde se introducía un sacerdote, simulando que éste hablaba…Una especie de oráculo, claro. Resulta extraño, pues en el resto de Méjico no se ha encontrado nada semejante. En Cozumel Cortés enfatizó la prédica del Evangelio, instando a sacerdotes y caciques a abandonar sus paganismos y a convertirse a la Religión Verdadera; el principal proyecto de la Conquista de América. Mandó encalar la plataforma de un templo y allí plantó la cruz de madera que habían hecho construir. Ésta es la génesis de, probablemente, la primera misa mejicana, oficiada por el Padre Juan Díaz.











    Cortés apresuróse a tomar posesión de aquellos territorios, no muy feraces verdaderamente, y mandó edificar junto a la costa la fortaleza de Vera Cruz, fundamento de la ciudad de este nombre, enarbolando en ella su estandarte negro, cruzado de rojo.





    Establecido ya de forma definitiva, envió algunos corredores indios a la próxima ciudad de Zempoala para notificar a su cacique la llegada de los nuevos hombres blancos y el deseo de los mismos de entrar con él en relaciones de amistad y concordia.





    No esperó Cortés la vuelta de sus mensajeros, y al día siguiente, se dispuso en marcha llevando consigo un destacamento de 40 soldados; la flor y nata de su General Capitanía; y todos los jinetes armados hasta los dientes, en previsión de un posible ataque por parte de aquellos desconocidos indios americanos.





    Y, el caso es que no hubo que emplear la violencia…El cacique de Zempoala adelantóse a recibir a los que arribaban, y una vez en presencia del Capitán General se arrodilló ante él, y lo idéntico hizo su séquito, numeroso y brillante, pues los indios ostentaban sus mejores galas, plumas, mantos de variados colores y matices, collares de perlas y corales, pulseras de oro y ajorcas en muñecas y tobillos, con pesados pendientes en orejas deformadas, también de oro. Tratados cariñosamente por Cortés y el resto de los militares hispanos, a quienes los indios consideraron dioses, acompañáranlos a la ciudad.





    Los zempoaleses alfombraron las rúas con finas esterillas de variados colores, sobre las que se desparramaron profusión de flores de toda clase. La muchedumbre se apretujaba en calles y plazoletas para ver a la comitiva, y las aclamaciones y los gestos se sucedían sin interrupción. Una música primitiva, con tamboriles, flautas de caña y caracolas de mar, no cesó de hacer ruido y añadir más algarabía a la ya existente.





    En la casa del cacique, toda de piedra que, aunque de aspecto sobrio, modesto, distinguíase de las demás por su tamaño y adornos, se sirvió a aquellos hombres blancos un ágape, tras el cual procedió Cortés a tomar posesión de la ciudad en nombre del Emperador Hispánico de la Casa de Augsburgo, al que juraron sumisión y vasallaje los indios por boca de su cacique. Éste extremó hacia Hernán Cortés la hospitalidad, obsequiándolo en alta cuantía : Algunas calabazas repletas de polvo de oro, telas de fino algodón y delicado tejido, y abundancia de frutos, añadiendo no sin galantería veinte mancebas amerindias que ofreció como esclavas al Conquistador. Entre aquellas jovenzuelas, había algunas muy bellas, pero ninguna podía competir con la hija del poderoso cacique de Painalla. Dicha joven se llamaba Malinche o Malintzin, que en su lengua significaba Flor Marina; cuando pasaron por su cabeza las bautismales aguas, adoptó el nombre de Doña Marina; así la nombraban todos. Bernal Díaz nos dijo de ella :



    “ Era una joven de estirpe noble, del pueblo de Painalla. Sus padres eran señores feudales de aquella comarca y les estaban sometidas bastantes poblaciones vecinas. El padre de Malintzin murió siendo ella muy pequeña y la madre, vuelta a casar, vendió su hijita a unos indios de Chicalango, porque ella había tenido otro hijo de su segundo matrimonio y lo prefería. La dio a los indios una noche, para que no la viesen, e hizo correr la voz de que había muerto. Los de Chicalango la entregaron a los de Tabasco, y éstos, como ya se sabe, a Cortés. Más tarde, esa madre desnaturalizada, y su hijo, fueron bautizados por los españoles y a ella la llamaron Marta, y a su hijo Lázaro. “





    El flamante Capitán General no osó rechazar ningún presente, pero regresó a Veracruz satisfecho y contento por el buen éxito cosechado en Zempoala, llevando solamente consigo a la guapa Marina, pretextando que dejaba las otras esclavas en depósito, para que allí tuviesen cómodo y apropiado alojamiento.





    Marina contaba por aquel entonces con dieciocho años, y era de un cutis finísimo y mate, facciones harto correctas, más grandes que pequeñas, y dicen que de ojos de color azul, muy vivarachos, que contrastaban fuertemente con el color tan moreno de su piel, y con el negro y lacio de sus cabellos. Era de esperar que aquella especie de cautiverio apesadumbrase a la hermosa india, pero ésta no dio muestras de pesar, sino que, resignada y tranquila, dejóse conducir en pasividad por su señor, que era el Gran Conquistador; con la misma indiferencia tal vez que hasta entonces había visto en la cotidianidad de su desdichada vida. Y el caso es que, Hernán, que en Cuba se había casado con Catalina Juárez, no tuvo inconveniente alguno en tener un hijo con su Doña Marina….







    Cuenta Díaz del Castillo que el Jueves Santo del 1519 llegó al completo la cortesiana mesnada a San Juan de Ulúa. Un piloto llamado Alaminos conocía ya aquellos recónditos parajes por haber formado parte de la precursora expedición de Juan de Grijalba. Los amerindios destacaron un par de canoas que acercáronse a los hispanos navíos. Al aproximarse preguntaron quién era el tlatoan ( Jefe ) que los mandaba. Doña Marina, que era la única de la expedición que entendía aquella lengua india, les señaló a Hernán Cortés. Entonces, aquellos indios saludáronlo en nombre de Moctezuma. Los españoles se hallaban en la costa y el “ jefe de hombres “, Moctezuma el Joven ( Xocoyotzin ) estaba aún a muchas leguas tierra adentro, en la capital de la vastísima confederación azteca, en la ciudad de Tenochtitlán, sobre la laguna de Mexitli. Sin embargo, aquellos indios le parlamentaban a Cortés ya en nombre de Moctezuma; como él lo hacía en nombre del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Los emisarios le traían regalos del emperador de los aztecas, a lo que Cortés respondió con otros regalos de parte de su soberano, regalos que en realidad no eran sino baratijas, aunque los indios a ellos se aferraban con fervor….En los obsequios de tales emisarios, los hispanogodos creyeron empezar a ver sus fabulosas riquezas, porque entregáronle a Cortés un casco lleno de pepitas de oro, lo cual prometía bastante….





    A pesar de toda la diplomacia desarrollada tanto por los unos como por los otros, Cortés y los indios no acababan de ponerse de acuerdo acerca de cuándo y dónde podría entrevistarse Cortés con Moctezuma. Y al día siguiente, esto es, el Viernes Santo, los españoles ya desembarcaban la artillería por si las moscas….





    Al fin, tras muchos devaneos, los amerindios se retiraron sin concretar absolutamente nada. Cortés ya comenzaba a preocuparse….Se hallaban en un terreno estéril, y la abundancia de víveres brillaba por su ausencia….Ante este estado de cosas, y sin contar con sus capitanes, el hidalgo extremeño, que había recibido una embajada de Zempoala, se enteró de que éstos andaban enemistados con Moctezuma; o sea, que los totonacos ( Habitantes de aquella región ) eran enemigos de los mexicanos, a los que gobernaba Moctezuma….Así, Cortés pactó con los primeros, en contra del emperador mexicano. Cuando los españoles se enteraron de este pacto, no supieron si vitorear a su flamante Jefe o lapidarle….







    El historiador Carlos Pereyra resumió, en su biografía de Hernán Cortés, los rumores que corrían por la corte del mexicano déspota ante la llegada de aquellos hombres blancos….Un cacique de Tezcuco, llamado Netzahualpili, se presentó ante Moctezuma, espetando lo siguiente :



    “ Poderosísimo señor, bien quisiera no inquietar tu ánimo, pero el deseo de servirte, a ello me obliga. Presiento que *dentro de muy pocos años ( * Esta profecía se da bastante antes de la llegada del Capitán Cortés ) nuestras ciudades serán destruidas, nosotros y nuestros hijos muertos y nuestros vasallos esclavizados. No dudes de mis palabras. Para que veas que me asiste la razón, si alguna vez guerreas contra los huejotcincas, los tlascaltecas o los cholultecas, jamás lograrás vencerlos. Y antes de muchos días, verás en el cielo señales de mi profecía. No te asustes, porque no es posible huir de lo que ha de ser fatalmente. A mí me consuela pensar que moriré antes de que tengan lugar estas calamidades. “





    Moctezuma andaba enfrascado por aquel entonces en conflictos con sus vecinos y resulta que las operaciones militares no marchaban bien…..Se decía que el sacerdote del dios Huitzilopochtli ( Dios relacionado con la guerra; al que los españoles referíanse como “ el Huichilobos “…Era normal este tipo de confusiones; al igual que los mexicas pronunciaban “ espachi “ en lugar de espada; y así se dieron multitud de casos…. ) vio una noche una cometa, el cual pasó de nuevo a la noche siguiente, dejando aterrado al tirano monarca, quien todavía quedó más asombrado cuando sus astrólogos dijeron que no habían visto nada….Irritado Moctezuma, creyendo que aquéllos le engañaban, mandó encerrarlos en unos calabozos donde los dejó perecer de hambre ( No tenía muchos escrúpulos precisamente el tirano ). Las crónicas indias añaden que, a partir de aquel momento, Moctezuma volvióse más cruel aún, mandando matar de hambre en un calabozo a un labrador que le relató otra profecía…Se dice que el emperador rehusó de todo trato posible con su gente, llegando a refugiarse en un desierto, rodeado sólo de sus bufones y enanos, de los que abundaban en su corte….Y que mandó desollar vivos a diez hombres e hizo que le trajesen sus pieles….Y que llegó a matar a sus mujeres y a sus hijos….





    Cuando Moctezuma se enteró de la llegada de aquellos hombres blancos, aún sin saber quiénes eran, pidió que sus mensajeros pintaran en tablas o lienzos cómo eran aquellos barbudos….Preguntando si entre los jeroglíficos de sus ancestros había alguna figura semejante a la de aquellos portentosos seres….





    También se dice que, ante el hecho del desembarco de los españoles, el emperador mexicano hizo vigilar la costa por un par de agentes, llamado uno Teutile, al que Bernal Díaz llama “ Tendile “, y otro cuyo nombre era al parecer Cuitlalpitoc, y que los hispanos, simplificando, conocieron como el “ Pitalpitoque “.





    Mientras esos dos agentes vigilaban las playas y trataban de dar largas a Hernán Cortés mediante diplomacia y copiosos obsequios para que no se aproximara a la capital, Moctezuma celebró en su palacio un gran consejo :



    “ Yo creo, gran señor-dijo el hermano del emperador, Cuitlahuac-, que no debemos meter en casa a quien puede echarnos de ella.



    - Yo opino que si vuestra alteza-intervino otro consejero-no admite la embajada de ese tan alto señor, todo el Imperio se verá deshonrado, pues los príncipes tienen la obligación de recibir a los embajadores. Si esa nueva gente trae intentos de crueldades y tiranías, es más acertado recibirla que impedirle el paso, porque los extranjeros creerán que vos, gran señor, tenéis miedo. “





    Pero Moctezuma estaba casi convencido de que los recién llegados venían comandados por el mismísimo Quetzalcóatl. Y si bien por una parte se alegra de que fuera aquel viejo dios azteca el que retornaba, por otra tenía miedo….De perder su poder, mismamente.





    En realidad, sus flacas vacilaciones ante el Capitán Cortés fueron debidas a esta contradicción que le mantenía sumido en dudas. Así, ante la llegada de los españoles, ordenó preparar comida en abundancia, indicando a sus consejeros : “ Si veis que se comen todo esto es que ciertamente es el que estamos aguardando. Pero si no quieren comerlo, entonces conoceremos que no es él. Y si quiere carne humana y se os come, mucho mejor. “ Esto nos lo aportó el cronista Tezozomoc; añadiendo que uno de los mensajeros recibió orden de llevarse consigo a Cuitlalpitoc para ver si los recién arribados se lo comían….Esto, en verdad, concuerda con lo expuesto anteriormente sobre el hombre al que los españoles llamaron Pitalpitoque, que estuvo vigilando la llegada de la cortesiana hueste….El caso es que, realmente, la identidad efectiva del noble de Medellín jamás llegó a esclarecerse para los mexicanos, y menos aún para el propio Moctezuma.





    La mitología azteca con respecto a Quetzalcóatl nos dice así :



    “ En fecha indeterminada el dios del viento Quetzalcoátl había arribado a la tierra de los aztecas procedente de un misterioso país. Bienhechor, había tomado la figura de un hombre afable, de aspecto grave, blanco y barbudo; su vestido era una túnica larga. Instauró en el reino azteca los vicios y pecados, dándoles sabia y buena doctrina y para purificarlos les constituyó el ayuno, y como divinidad excepcional prohibió los sacrificios humanos en estos parajes.



    Pero viendo el poco fruto que hacían con su doctrina, se volvió por la misma parte de donde había venido, que fue la de oriente, desapareciendo por la costa de Coatzacoalco, y al tiempo que se fue despidiendo de estas gentes, les dijo que en los tiempos venideros, en un año que se llamaría Ceacatl ( * 1- Cañas ) volvería y entonces su doctrina sería recibida y sus hijos serían señores y poseerían la tierra; y que ellos y sus descendientes pasarían muchas calamidades y persecuciones. “





    Otra versión del mito refería que, envidioso el dios Tezcatlipoca de las hazañas de Quetzalcóatl, descendió del cielo, valiéndose de un hilo de araña, y con engaños hizo que el dios bienhechor bebiera un filtro mágico que le llenó de honda tristeza, recordándole su antigua patria más allá de los mares, por donde sale el sol, e inculcándole el deseo de volver a ella, de tal forma que Quetzalcóatl abandonó aquellos parajes a su rival, después de destruir sus fabulosos palacios, cortar los árboles frutales y llevarse los preciosos pájaros y aves de su séquito. Por esta causa el país quedó pobre y sin alegría….Por los lugares donde pasaba, el dios bienhechor seguía enseñando los rudimentos de la civilización. En Cholula, sus habitantes construyeron en su honor una pirámide escalonada. Por fin arribó a orillas del mar. Con numerosas culebras entrelazadas fabricóse una balsa en la que embarcó rumbo a su lejanísima patria, no sin antes haber dejado la promesa de regreso…..





    Las señales parecían concordar en que había llegado el tiempo indicado, por eso Moctezuma se hallaba alerta ante los presagios que anunciaban el cumplimiento de aquella fatídica profecía…El tema está en que el tirano no supo definir su actitud en aquellos momentos de tan agobiante incertidumbre…







    Por aquel entonces, arribó de Cuba Francisco de Saucedo, acompañado por diez soldados, en una carabela, con la noticia de que Velázquez acababa de recibir plenitud de poderes del César Carlos para descubrir y poblar las tierras en las que ya se asentaba Cortés. Por consiguiente, el extremeño del sur debía apresurarse a demostrar ante el Monarca Romano-Germánico que él era el verdadero Conquistador, y que a Velázquez no le correspondía derecho alguno en la gloria de la Mejicana Conquista; el futuro Virreinato de la Nueva España….Velázquez, por su parte, se sentía defraudado, a pesar de los papeles del Rey. Porque, en realidad, era el hijodalgo de Medellín quien llevaba a cabo aquella tan honrosa empresa….





    Ambos personajes se temían, y cada uno tenía en su mano un buen triunfo por el que pujar : Velázquez, los documentos reales, y Cortés, su heroica milicia….





    Además, Cortés enviaba emisarios a las Cortes de Las Españas, con ricos presentes : Oro, joyas variadas, entre las cuales había una piedra preciosa que destacaba por su enormidad….Velázquez tenía amigos harto influyentes, pero Cortés tenía los hechos a su favor : Las imágenes siempre han valido más que las palabras….Por otro lado, los emisarios de Cortés cercanos a Carlos I eran Alonso Hernández de Portocarrero y Francisco de Montejo.





    Hubo cierta agitación en el interior cortesiano, y el Capitán General se vio obligado a proferir un duro escarmiento : Mandó ahorcar a dos y azotar a un tercero menos culpable.







    A día de hoy, aún se sigue empleando aquello de “ quemar las naves “ para referirse al acto de romper relaciones con alguien sin posibilidad de volverse atrás. Es una frase que el repertorio popular se ha encargado de conservar, lo mismo que “ pasar el Rubicón “ de Julio César….





    Salvador de Madariaga en este caso dice ceñirse al relato de Bernal Díaz del Castillo :



    “….un tal Bernardino de Coria vino a ver a Cortés y con mucho temor le confesó que quería retractarse de una conspiración formada por un grupo de velazquistas para robarle un navío y volverse a Cuba donde informarían al Gobernador de los hechos de Cortés y del envío directo a España de los procuradores ( enviados por Velázquez para averiguar cómo andaban las cosas en las nuevas tierras conquistadas ) y del tesoro.



    No poco asombrado quedó Cortés al oír que los conspiradores tenían todo a punto para hacerse a la vela aquella misma noche. Coria le entregó una lista de los culpables, de los que Cortés se apoderó al momento, dando inmediatamente órdenes para que se desembarcase robado todo el aparejo de navegar.



    Esta vez el castigo fue rápido y severo. Escudero y Cermeño, que al parecer habían sido los cabecillas, murieron en la horca. Escudero era un alguacil que se había apoderado de Cortés en la ocasión en que cuando, al señuelo de doña Catalina, salió del asilo sagrado en los días de su juventud; y Cermeño, dice Torquemada, “ era hombre tan ligero que con una lanza en la mano, saltaba sobre la otra, levantada con las manos de los hombres más altos que había en el ejército; y tenía tan vivo el olfato que, andando por la mar, olía la tierra quince leguas y más “, y añade “ aunque no olió esta muerte “. A un piloto llamado Umbría, Cortés le hizo cortar los pies y azotar por dos marineros.



    Habida cuenta de la disciplina militar y de sus castigos, no ya en aquellos días sino hasta hace cien años, las medidas de Cortés resultan más bien suaves que severas; todos los autores coinciden en que hizo la vista gorda para con otros culpables “ de más cualidad, con quien por el tiempo que corría no pudo Cortés dejar de disimular “, entre ellos el clérigo Juan Díaz. Este es uno de los casos en que Cortés, todo considerado, se mostró capaz de una moderación ejemplar en el uso de la fuerza.



    Pero aún moderado, este acto de autoridad no parece haberle sido fácil. Apenas hubo firmado las sentencias de muerte “ con grandes sospiros y sentimientos “, salió al galope para Zempoala dando órdenes de que le siguiesen doscientos soldados; no está claro si fue para hacerse inaccesible en la hora de la clemencia o por otras causas. Pero como además había dado instrucciones a Alvarado para que saliese a una algarada con otros doscientos soldados y volviese no a Veracruz sino a Zempoala, es evidente que deseaba dejar en Veracruz el menor número posible de gente, como máximo, con unas ochenta personas.



    Parece, pues, que calculó con gran cuidado esta operación, pues se acercaba el momento de poner en práctica su decisión de dar al través con los navíos, lo que le sería mucho más fácil cuando toda la gente se hallase tierra adentro.



    En efecto, había llegado el momento culminante de este hombre heroico. No en vano ha hecho el mundo entero de este acto suyo el símbolo de la decisión que un hombre toma de dominar la suerte, transfigurándolo además de un modo legendario al hacer que Cortés quemase sus naves.



    Había concebido el propósito de apoderarse del Imperio de Moctezuma. Pocos días antes, escribía al Emperador :





    “ En la otra relación dije a Vuestra Majestad que confiando en la grandeza de Dios y con esfuerzo del real nombre de Vuestra Alteza pensaba ir a ver a Moctezuma doquiera que estuviese; y aún me acuerdo que me ofrecí, en cuanto a la demanda de este señor, a mucho más de lo a mí posible, porque certifiqué a Vuestra Alteza que lo haría

    preso o muerto o súbdito a la corona de Vuestra Majestad. “





    A esto estaba decidido él. Pero, ¿ y sus tropas ? Aunque castigada, la facción velazquista seguía con su querencia hacia sus granjas y sus mujeres en Cuba, y había entre los soldados muchos que pensaban ser locura meterse a conquistar un imperio rico, tan desarrollado y de tanta razón y artificio, con sólo quinientos hombres.



    La idea de verse un día “ cebados en la caponera “ para la mesa de Moctezuma, como habían visto a tantos otros prisioneros cebados para mesas menores, hacía más hondas e intensas las objeciones de estos elementos tibios del ejército.



    Tales eran los pensamientos que bullían en la mente de Cortés al tiempo del alzamiento de Escudero. Un capitán menos esforzado hubiera visto en este alzamiento la señal del peligro en su camino y preparado por consiguiente el retorno de la armada; pero Cortés no vio en ello más que un nuevo aguijón para estimularle en su atrevida decisión.





    “ Y porque además de los que, por ser criados y amigos de Diego Velázquez, tenían voluntad de salir de la tierra, había otros que, por verla tan grande y de tanta gente, y tal, y ver los pocos españoles que éramos, estaban del mismo propósito; creyendo que si allí los navíos dejase, se me alzarían con ellos, y yéndose todos los que de esta voluntad estaban, yo quedaría casi solo (….) tuve manera como, so color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la costa; por donde todos perdieron la esperanza de salir de la tierra, y

    yo hice mi camino más seguro; y sin sospecha que, vueltas las espaldas,

    no había de faltarme la gente que yo en la villa había de dejar. “





    “ Tuve manera “, dice el mismo Cortés. Fue en efecto una labor llevada a cabo en su estilo inconfundible, con aquella mezcla de audacia y astucia que le era tan peculiar, comenzada con maniobras soterradas y tortuosas para terminarla a plena luz, pecho al obstáculo con la victoria del espíritu.



    Para reconstituir el cuadro completo de lo ocurrido hay que combinar los elementos que proceden de Cortés y de sus cronistas por una parte, y por la otra los que aporta Bernal Díaz.



    Cortés inició la maniobra induciendo a algunos de sus amigos a que le propusieran en público que sería mejor deshacerse de los navíos a fin de poder echar mano en tierra del centenar de marineros que nada hacían en el puerto. Esta idea surgió, pues, como encanto en un corro que rodeaba a Cortés en Zempoala.



    A unos les pareció mal, otros observaron que así terminarían de una vez las intrigas y las conspiraciones de los que querían retornar a Cuba. Así, preparado el terreno, Cortés llamó a los pilotos y con gran sigilo, prometiéndole mares y montes y dándoles oro, terminó por medio convencerles y obligarles a que tomasen la responsabilidad de dar al través con los navíos.



    Los pilotos barrenaron los barcos y vinieron a informar a Cortés de que ya no servían para navegar por estar tomados de broma. Cortés puso una cara muy triste, echó una ojeada circulara los compañeros que se hallaban presentes cuando se le anunció la noticia que él en secreto deseaba.



    En cuanto al instinto popular dio con esta solución y uno de los soldados la propuso en el corro. Cortés, siempre fiel a sus sentimientos democráticos*, se avino a la opinión general. Juan de Escalante salió para Veracruz con orden de desembarcar todo lo que los cascos tuvieran de útil y, una vez vacíos, dar al través con ellos.







    * Desde luego, es lamentable como hasta la historiografía que parece más independiente y veraz nos asola con eso de “ democráticos “. Cortés fue siempre leal a su Emperador y jamás estimó ese falso concepto que en su época era impensable. Cervantes tampoco fue un “ progre “, mal que le pese a multitud de medios de desinformación/manipulación. La España de entonces vivía en régimen foralista y aristocrático, esto es, lo más contrario a la democracia del signo que se precie. Por supuesto Cortés nunca gustó de la tiranía; por eso estimaba la opinión de los suyos. Como la Tradición Hispánica es tiranocida por excelencia, por eso se servía de Fueros y Cortes y de un ideal monárquico isidoriano; en contra de aquel nefando sistema que los masones de las juderías gabachas reformularon en el siglo XVIII, y que ya fracasó hace más de 2.400 años en la Hélade.











    Pero en este punto, Cortés o Escalante cometieron un error de táctica. Ya fuese por razones técnicas, que de ser así no son conocidas, ya por esa especie de resistencia a la destrucción que vive oculta en el hombre sano, dieron al través con cinco de los diez navíos. La gente vio en ello una calamidad inevitable. Pero cuando a los pocos días vieron echar a la costa cuatro navíos más, hubo gran emoción entre la gente. Hubo rumores de motín y, de creer a Las Casas*, hasta vientos de muerte.







    * Bartolomé de las Casas fue un infiltrado judaico en la Iglesia Católica, un militante antiespañol al servicio de los protestantes, y que no le contó en su vida una verdad ni al médico….







    Con su previsión habitual, Cortés se había dado cuenta de este riesgo. Aquella mañana reunió a sus hombres, y les dirigió la palabra con aquella elocuencia sencilla pero elegante y eficaz que tantas veces provocó la admiración, aun al propio Bernal Díaz.



    Lejos de rehuir la causa del malestar, la convicción reinante entre los hombres de que al destruir los navíos les había cortado la retirada no dejándoles más alternativa que vencer o morir, concentró en ella toda su atención y la de sus oyentes, les dijo que de entonces en adelante tendrían que luchar no sólo por Dios y por el Rey como siempre, sino también para salvar la vida. Y sobre ello dijo otras muchas comparaciones y hechos heroicos de los romanos.



    A los pusilánimes ofreció el único barco que quedaba….y su desprecio. Nadie aceptó ni lo uno ni lo otro y Cortés dio al traste también con aquel último bajel. “







    El mismísimo Hernán Cortés dejó por escrito en sus famosas Cartas de Relación ( Cuyo relato, por su estilo, ha sido comparado con la Guerra de las Galias de Julio César ) : “ so color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la costa por donde todos perdieron la esperanza de salir a la tierra y yo hice mi camino más seguro….” . El camino más seguro, en verdad el único que le quedaba…..Apuntaba hacia la meseta del Anáhuac, en el Valle de Méjico, donde se asentaba la mítica Tenochtitlán, la capital del imperio azteca.





    En aquellos ariscos terrenos, con la mayor hostilidad posible y sin tiempo a la más mínima vacilación, la decisión adecuada fue lo que lo reafirmó como el Gran Caudillo que era….De este momento se piensa que es aquello de “ ¡ No parar hasta conquistar ! “; que luego adoptó vehementemente en su dialéctica el movimiento de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista.





    Con todo, el historiador López de Gomara nos ofreció ya en su día una versión distinta de tan crucial y arrebatador hecho :



    “ Propuso Cortés ir a México y encubríalo a los soldados porque no rehusasen la ida, con los inconvenientes que el “ Tandile “ con otros ponía, especialmente por estar sobre el agua, que lo imaginaban por fortísimo, como en efecto era….



    Y para que le siguiesen todos, aunque no quisiesen, acordó quebrar los navíos, cosa recia y peligrosa y de gran pérdida, a cuya causa tuvo bien que pensar y no porque le doliesen los navíos, sino porque no se lo estorbasen los compañeros, pues sin duda se lo estorbaran y aun se amotinaran de veras si lo entendieran.



    Determinado, pues, a quebrarlos, negoció con algunos maestres para que secretamente barrenasen los navíos, de suerte que se hundiesen, sin los poder agotar ni atrapar. Y rogó a otros pilotos que echasen fama cómo los navíos no estaban para más navegar, de cascados y roídos….y que llegasen todos a él, estando con muchos, a se así lo decir, como que le daban cuenta de ello, para que después no le echasen la culpa.



    Ellos lo hicieron así como él ordenó, y le dijeron delante de todos cómo los navíos no podían más navegar por hacer mucho agua y estar muy abromados, o sea podridos....Y después de haber platicado mucho sobre ello, mandó Cortés que se aprovechasen dellos y lo que más pudiesen y los dejasen hundir o dar al través, haciendo sentimiento de tanta pérdida y falta, y así dieron luego al través en la costa con los mejores cinco navíos, sacando primero los tiros, armas, vituallas, velas, sogas, áncoras y todas las otras jarcias que podían aprovechar.



    Desde a poco, quebraron otros cuatro; pero ya entonces se hizo con alguna dificultad, porque la gente entendió el trato y el propósito de Cortés, y decían que los quería meter en el matadero.



    Y él los aplacó diciendo que los que no quisieran seguir la guerra en tan rica tierra, ni su compañía, se podían volver a Cuba en el navío que para eso quedaba, lo cual fue para saber cuántos y cuáles eran los cobardes y contrarios, y no les fiar ni confiarse en ellos.



    Muchos le pidieron licencia descaradamente para tornarse a Cuba; mas eran marineros los menos, y querían antes marinear que guerrear. Otros hubo con el mismo deseo, al ver la grandeza de la tierra y muchedumbre de la gente; pero tuvieron vergüenza de mostrar cobardía en público.



    Cortés, que supo esto, mandó quebrar aquel navío y así quedaron todos sin esperanza de salir de allí por entonces. “





    Hay otros ejemplos en la Historia de naves quemadas o embarrancadas para que fuese imposible la vuelta atrás; y Cortés no era precisamente un iletrado…Agatobles, caudillo siciliano de la Antigüedad; el musulmán Omich Barbarroja y el emperador Juliano el Apóstata, que destruyó sus barcos cuando cruzó el Tigris para pelear contra los persas.





    El novohispano Pereyra ( Gran especialista en Cortés y en los anales de Gomara ) nos aporta lo siguiente : “ Suponiendo, cosa nada improbable, que los españoles fuesen copados desastrosamente, ¿ cuáles eran los servicios que podían prestarle unas naves a cien leguas de distancia ? Si llegaba a salvo a la costa, Cortés no necesitaría embarcarse. “ Lo de no necesitar embarcarse es bien sencillo : Ya sería Conquistador del imperio azteca. Y en verdad, es plausible este planteamiento analizando la mente cortesiana.







    Lo cierto es que solamente quedaban unos 415 españoles sin retirada posible, para conquistar un territorio casi tres veces mayor que la propia España….La empresa parecía una locura; como todos los procesos indianos….Era la tónica, la verdad. Y en Villa Rica quedaban otros 100 hombres, al mando de Juan de Escalante.





    El temple hidalgo de Cortés vio en aquella época cierta coyuntura favorable. La lucha contra el infame mahometano y la reafirmación de nuestro Imperio en Europa, por la Italia y a posteriori por los pantanos de Flandes, formaron a toda una generación de heroicos hombres ( Con las virtudes y defectos correspondientes ) que se lanzaron a la aventura en pro de Dios, de su Patria, y para su honor propio conjunto al de su Rey. Así fue esta generación de Conquistadores….Grosso modo, si nos vamos a fijar en los Césares del Nuevo Mundo; nos trazaremos una idea correcta de muchísimos hombres que formaron aquellas gloriosas armadas. En contra del materialismo impuesto por la Revolución Francesa y sus hijos comunistas, la Hispanidad es Espíritu….( Ya lo dijo Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad )





    Cortés pertenece a una generación singular, de aquellos que nacieron entre 1474 y 1504 y predominaron entre 1504 y 1534; como Vasco Núñez de Balboa, Sebastián Moyano de Belalcázar, Diego de Almagro, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco Pizarro, Bernal Díaz del Castillo….Asimismo, el 1519 es el año en el que se inicia la primera vuelta al mundo, al mando del portugués Fernâo de Magalhâes y finalizada por el vasco Juan Sebastián Elcano….







    El caso es que Cortés ya se había decidido. Entonces, dejando en el Fuerte Veracruz un destacamento de 50 guerreros, hizo venir de Zempoala a las esclavas ofrecidas por el cacicazgo, las cuales no tardaron en unirse a los españoles; formando así varias familias que constituirán la base y fundamento de la ciudad futura; tras lo cual, Cortés, distribuyendo en un trío de seccione su reducido pero veterano ejército, emprendió la marcha por las tierras de Tlaxcala.





    Mandaba la vanguardia el Capitán Cristóbal de Olid, el centro se hallaba a cargo de Pedro de Alvarado y la retaguardia regíala Gonzalo de Sandoval, cada uno de los cuales tenía a sus órdenes una sección de arcabuceros y un par de cañones, el resto de los cuales permaneció en Veracruz, pues eran necesarios para su defensa.





    Doña Marina y Jerónimo de Aguilar acompañaban a la milicia como traductores. Además, Marina ya amaba sin reparos a Hernán Cortés y ya no consentía en separarse de él.







    Tlaxcala constituía una extensa territorialidad independiente y belicosa, que en vano, el tirano Moctezuma había intentado someter a su yugo.





    Nación fuerte, de temperamentales guerreros, erigida en una forma de República y celosos sus naturales hasta el extremo por su independencia frente al anexionismo azteca, habían rechazado varias veces, con holgadas victorias, las acometidas de los mejores generales mejicanos. Enorgullecidos, pues, por estas flamantes victorias, decidieron oponerse también al paso de la hueste cortesiana por su territorio….





    En vano fueron los indios auxiliares enviados por los españoles para proponerle a los tlaxcaltecas un tratado de paz y alianza, pues absolutamente nada quisieron saber. Y así, allí se dieron las primeras batallas en las que se demostró la manifiesta superioridad de los hispanistas : Un trío de armadas tlaxcaltecas ( Con más de 40.000 hombres ) fue literalmente destruido en las tres batallas libradas. Y cuando el consejo de Tlaxcala quiso proponer la paz, uno de los sacerdotes que se hallaba al servicio del principal de los templos del principal enclave de aquella república, convenció a los gobernantes que, siendo los invasores los hijos del sol ( Es un mito que también estará presente en la cultura incaica ), perderían por fuerza en la noche, en ausencia de su principal dios protector, por lo que podrían ser derrotados fácilmente con nocturnidad….El general tlaxcalteca Xicotencal, sugestionado por aquella curiosa idea, organizó para la noche siguiente una furibunda ofensiva contra el campamento hispánico, que se hallaba lejos del núcleo urbano. Los centinelas de Hernán Cortés, siempre alertas, dieron a tiempo la voz de alarma y puestos en un instante todos los soldados en pie de guerra, lograron desbaratar a aquella nueva armada tlaxcalteca con mayor facilidad aún que en las refriegas anteriores….





    A la mañana siguiente, presentóse al Capitán General una solemne embajada del consejo militar y gobierno de los tlaxcaltecas pidiendo la paz y ofreciendo la amistad y sumisión de la república de los tlaxcaltecas a las victoriosas armas españolas, considerando a los componentes de la milicia cortesiana como seres sobrenaturales, invencibles e invulnerables. Cortés concedió la paz y la amistad que solicitaban aquellos amerindios, pero negóse a la invitación de entrar en la ciudad; más que nada porque temía una encerrona….Sin embargo, volvió una segunda embajada con las mismas súplicas, con tantas muestras de sinceridad que el noble extremeño ya no pudo negarse.





    La entrada del ejército español en Tlaxcala fue una verdadera página de gloria. La ciudad estaba engalanada y todos aquellos indios mostraban sus muestras de respeto y amistad a aquellos que les habían vencido tanto de día como de noche. Y los hispanos, perdida ya su lógica desconfianza, se integraron en la fiesta, celebrando bailes populares durante varios días.





    Hernán Cortés y Doña Marina fueron paseados en olor de triunfo por la capital sobre un lujoso palanquín, y luego se celebró la solemne jura de la amistad y alianza entre españoles y tlaxcaltecas.





    Aquel pacto sería fielmente observado tantos por unos como por otros. En su segunda Carta de Relación, Cortés describe al emperador de aquella capital tlaxcalteca :



    “ La ciudad es tan grande y de tanta admiración, que aunque mucho de lo que della podía decir deje, lo poco que diré creo es casi increíble, porque es muy mayor que Granada y muy más fuerte, y de tan buenos edificios, y de mucha más gente que Granada tenía al tiempo que se ganó, y muy mejor abastecida de las cosas de la tierra, que es de pan y de aves y caza y pescado de los ríos y de otras legumbres y cosas que ellos comen muy buenas. Hay en esta ciudad un mercado en que quotidinamente todos los días hay en él de treinta mil ánimas arriba vendiendo y comprando, además de otros mercadillos que hay por la ciudad distribuidos. En este mercado hay todas cosas así de mantenimiento, como de vestido y calzado, que ellos tratan y puede haber. Hay joyería de oro y plata y piedras, y de otras joyas de plumaje tan bien concertado como puede ser en todas las plazas y mercados del mundo. Hay mucha loza de todas maneras y muy buena, y tal como la mejor de España. Venden mucha leña, y carbón y yervas de comer, y medicinales. Hay casas donde lavan las cabezas como barberos, y las rapan, hay baños. Finalmente, que entre ellos hay toda manera de buen orden y policía; y es gente de toda razón, y concierto : y tal, que lo mejor de Africa no se iguala. “





    Es lógico que a Cortés le llamase la atención la eficiencia del servicio público : Uno de los naturales del país robó oro del real español; quejóse Cortés y una vez hallado el culpable, le fue entregado para que lo castigase….No obstante, el Conquistador, con la sagacidad que le caracterizaba, delegó el asunto en las autoridades locales, las cuales, después de haber paseado al ladrón a la vergüenza pública con un pregonero, lo ejecutaron en el mercado para escarmiento de todos.





    Hernán Cortés ordenó realizar una especie de censo de Tlaxcala, que dio una cifra de 150.000 vecinos….Comprendió entonces que debía hallarse en la capital de un importante estado; que encima era enemigo declarado de los mexicas; por lo tanto, era de recibo conservar a toda costa su alianza. Con todo, en los días venideros, las muestras de generosidad de los tlaxcaltecas con los españoles parecían no tener límites.







    Puestas sus miras en la capital del imperio, el Capitán de la Extremadura del sur se propuso, tras un breve descanso en Tlaxcala, seguir su camino por Cholula, que se encontraba algunas jornadas más allá, y era la ruta recta hacia la populosa y legendaria ciudad de Méjico.





    Al enterarse de sus propósitos, los tlaxcaltecas intentaron disuadir a Cortés de que pasara por Cholula, cuyos habitantes, fanáticos aztecas, eran los secuaces más acérrimos de los ídolos mejicanos; constituyendo pues el enclave una especie de ciudad sacra. Eran enemigos jurados de Tlaxcala, y habían tratado toda clase de viles artimañas para intentar arruinar al ya pueblo aliado de Las Españas en beneficio de Moctezuma. Los tlaxcaltecas así se lo hicieron saber al flamante Conquistador natural de Medellín, para que enteramente desconfiase de la palabrería que los de Cholula pudieran ofrecer; aconsejándole que preferible era dar un rodeo para dirigirse a la calzada de Tezcuco, en plena laguna de Méjico, para desde allí adentrarse en la gran capital.





    El caso es que, como respondiendo a estas admoniciones, llegaron a Tlaxcala emisarios de Cholula invitando a Hernán Cortés a entrar en su ciudad, donde entablarían relaciones de aliada paz como las de Cozumel, Zempoala y Tlaxcala…..La animosa hembra, llevada por su amor, ofrecióle que si la dejaba obrar a discreción suya, le daría noticias de aquella ciudad que le permitirían formarse un concepto de la sinceridad o falsía de las propuestas de aquellos mensajeros. Y Doña Marina, acompañada por un par de esclavas y, disfrazada convenientemente, partió a la mañana siguiente para Cholula.





    En la ciudad todo era confusión, misterio, sobresalto….Los hombres formaban corros en las calles y plazas, susurrando siniestramente o escuchando a algún guerrero fanático que gritaba contra los hispanos y jurando que era preciso exterminarlos sin dejar uno solo, para lo cual podrían recurrir a toda clase de medios, desde el cuerpo a cuerpo hasta la más rebuscada de las traiciones….Los naturales de Cholula pensaban que los celtíberos dominaban a los elementos, que tenían capacidad para producir rayos y truenos capaces de aniquilar a ejércitos enteros, así como la facultad de convertirse en monstruos y relinchar espantosamente….Se decía que usaban armaduras de hielo endurecido misteriosamente, que preservaban sus pechos, manos y pies de toda clase de heridas, y que esgrimían espadas, lanzas y puñales fabricados de la misma materia, más brillante que los rayos del sol, de quien eran hijos….Por todo ello, los más fanáticos paganos de Cholula pensaban que la guerra franca era imposible, por tanto había que acudir a la traición; y la verdad es que así acostumbraban sus soldados a pelear.





    Familias enteras subían a las azoteas y a las cubiertas de las casas cargadas con piedras de gran tamaño, troncos de árboles, flechas y ballestas, y toda clase de armas arrojadizas.





    Se supone que todo se hacía bajo el manto de la amistad…Lo cual, observado por Doña Marina y sus compañeras, viendo a demás que en los templos se hacían sacrificios humanos para tener propicios a los dioses, la joven regresó con rapidez a Tlaxcala para contarle a Hernán Cortés el percal. El rito del sacrificio humano en la religión de los aztecas era algo así como una ofrenda a los dioses. La sangre humana era el agua preciosa que el sol necesitaba; al sol había que tenerlo satisfecho para que no se fuera…..Los aztecas llegaban a pensar que el comerse el cuerpo de un guerrero podría aportarle su fuerza……





    Lo cierto es que, escuchado esto ( Que más de un historiador aficionado a la leyenda negra y amparándose en Las Casas intenta desmentir ), Cortés, desoyendo las súplicas de los tlaxcaltecas y los ruegos de Marina, encaminóse con su armada hacia aquella ciudad-santuario, ordenando sangre y fuego ( Haciendo en la práctica el castellano refrán del más vale prevenir que curar….); tomando parte en la batalla fielmente los aliados tlaxcaltecas. Aquella victoria allanó al futuro Marqués del Valle de Oaxaca el camino hacia la capital imperial de Moctezuma. El propio Cortés nos narró el hecho de esta guisa :



    “….allí estaba mucha gente de Moctezuma junta y los de la ciudad tenían fuera a sus mujeres y sus hijas y toda su ropa y supe que habían de dar sobre nosotros para nos matar a todos….e así por esto, como por las señales que para ello había, acordé de prevenir antes, de ser prevenido, e hice llamar a algunos de los Señores de la ciudad, diciendo que los quería hablar y metilos en una sala; e en tanto fice, que la gente de los nuestros estuviese apercibida, y que en soltando una escopeta, diesen en mucha cantidad de Indios, que había junto al aposento, y muchos dentro dél. E así se hizo, que después que tuve a los Señores dentro en aquella Sala, dejelos atados, y cabalgué e hice soltar las escopetas y dímosles tal mano que en dos horas murieron unos tres mil hombres. Y por vuestra Majestad vea quan apercibidos estaban antes que yo saliese de nuestro aposentamiento, tenían todas las casas tomadas, y toda la gente a punto, aunque como los tomamos de sobresalto fueron buenos de desbaratar, mayormente que les faltaban los caudillos, porque los tenía ya presos e hice poner fuego a algunas torres y casas fuertes donde se defendían y nos ofendían….”







    Después, Bernal Díaz del Castillo nos relata al respecto de cuándo se iban aproximando a la capital del imperio de los aztecas; camino emprendido un 16 de Agosto del año de 1519, ascendiendo la meseta del Anáhuac, donde estaba Mexitli y su famosa laguna; impresionando a aquellos valientes hispanogodos el esplendor del clima y la vegetación…. :



    “ Y vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua y en tierra firme y otras grandes poblaciones, y que en aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, que quedamos admirados y decíamos que parecía a las codas de encantamiento que cuentan en el libro ( * Refiriéndose al Amadís de Gaula ), por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de cal y canto. Y aunque algunos de nuestros soldados decían si aquello que veían era entre sueños, y no es de meravillar porque yo las describa aquí desta manera porque hay mucho que ponderar en ello, que no sé cómo lo cuente. “





    Los indios mejicanos salían a golpes para contemplar a aquellos hombres blancos y barbudos, sorprendidos, admirados….Cuando por fin se llegó a la presencia de Moctezuma, Hernán Cortés apeóse del caballo y, acompañado por Doña Marina en calidad de intérprete, llegó al encuentro del emperador. Hizo ademán de abrazarlo, mas no era esa costumbre de aquella tierra y los caciques se lo impidieron. Los indios llamaban a Cortés “ Malinche “; por llamar también así a Doña Marina. Moctezuma entonces díjole : “ Malinche, en vuestra casa estáis vos y vuestros hermanos. Descansad. “







    En más de una imperial crónica se compara la capital del imperio azteca con la bellísima Granada. Granada, amén de su belleza natural y de ser mítico enclave, constituía pues el olor del triunfo contra el infiel. No obstante, los cortesianos militares siempre destacan que Tenochtitlán era más grande que Granada. Bernal Díaz la compara hasta con Roma y Constantinopla ( Esta última la hoy tristemente llamada Estambul, en manos de la barbarie turca ); añadiendo : “ Había en ella una plaza en la que cabría dos veces la de Salamanca….”. En un extremo del lago de Tezcoco se levantaba una ciudad doble, así como la capital de la Hungría ( En base a Buda y Pest ), y así estaban unidas ambas sobre la laguna de Mexitli, Tenochtitlán y Tlatelolco, esta última sometida a la primera. Cortés escribió al Emperador Carlos de Austria aquello de : “ La grandeza y extrañas y maravillosas particularidades de aquella ciudad no eran para creerse, porque aun los que las veían con sus propios ojos no las podían comprender con el entendimiento….”





    Tenochtitlán y Tlatelolco estaban separadas por una acequia que corría de Este a Oeste. La corriente del agua formaba en las partes de la ciudad verdaderas islas, como en la Venecia. Y había puentes para ir de una isla a otra. El ya mencionado historiador de la Nueva España Carlos Pereyra dice que el templo del ídolo nacional por excelencia, esto es, del dios Huitzchilopotli, abarcaba desde lo que hoy es el atrio de la Catedral hasta la calle de Cordobanes, y de allí partían cuatro calles rectas que arrancaban de cuatro puertas practicaban en una valla que circundaba el templo, y estas calles continuaban como carreteras en dirección al lago. Según Pereyra, los españoles entraron por la calzada del sur. Las cuatro calles dividían en cuatro distritos llamados calpulli : Zoquipa, Atzacualco, Cuepoyan y Matloyán; siendo sustituida esta nomenclatura por la Cristiana Santidad : San Pablo, San Sebastián, Santa María la Redonda y San Juan.





    La ciudad estaba dividida por barrios, unos de la clase alta y otros más pobretones. En los primeros se alzaban los palacios. Los suburbios de Tenochtitlán, en cambio, eran moradas lacustres, chozas construidas sobre estacas, como los palafitos de la Prehistoria. El santuario del Huitzilopochtli, donde se practicaban sacrificios humanos ( Y donde más de un cronista reconoce pasar auténtico pánico ), era el más grande, y tenía forma de pirámide truncada.





    La ciudad en su parte más rica era todo un jardín. Juegos de agua, fuentes, sombra de frescura, todo lo cual también se hallaba dentro de la enormidad del templo, contrastando con el aspecto de los sacerdotes que hacían los sacrificios humanos y que, como los de otras poblaciones, se untaban las manos y los cabellos con la sangre de los inmolados….Eran unos verdaderos brujos que harto apestaban; aunque Cortés no ordenó su aseo, pues aún no era dueño de aquel imperio…..





    El palacio de Moctezuma se hallaba cerca de aquel templo. Los ibéricos se asombraron cuando vieron un parque zoológico, cosa que en Europa era poco menos que impensable…Cortés describió así aquel palacio :



    “ Había en esa casa aposentamientos para aposentar dos muy grandes príncipes, con todo su servicio. En esta casa tenía Moctezuma diez estanques de agua que en estas partes se hallan, que son muchas y diversas, todas domésticas; y para las aves que se crían en la mar, eran los estanques de agua salada y para las de ríos, lagunas de agua dulce. Sobre cada alberca y estanque de estas aves había sus corredores y miradores, muy gentilmente labrados, donde el dicho Moctezuma se venía a recrear….”





    “ Tiene esta ciudad muchas plazas donde hay continuos mercados y trato de comprar y vender….donde hay cotidianamente sesenta mil almas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercaderías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimiento como de vituallas, joyas de oro y plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras….



    Hay calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en la Tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, arcetas, tórtolas, palomas, pajaritos de cañuelas, papagayos, buharres, águilas, falcones, gavilanes, cernícalos, y de algunas destas de rapiña venden los cueros con su pluma y cabeza y pico y uñas.



    Venden conejos, liebres, venados, perros pequeños que crían para comer castrados. Hay calle de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la Tierra se hallan. Hay casas como si de boticarios donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay casas como de barberos, donde lavan y rapan la cabeza. Hay casas donde dan de comer y beber por precio. Hay hombres como los que llaman en Castilla ganapanes para traer cargas. Hay mucha leña y carbón, braseros de barro y esteras de muchas maneras para camas y otras más delgadas para asiento y para esterar salas y cámaras.



    Hay todas las maneras de verduras que se hallan, especialmente cebollas, puerros, ajos, mastuerzo, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas. Hay frutas de muchas clases, cerezas y ciruelas, semejantes a las de España. Venden miel de abejas y cera, y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar, y miel de unas plantas que llaman magüey, que es muy mejor que el arrope y destas plantas hacen azúcar y vino, que asimismo venden.



    Hay a vender muchas maneras de hilado de algodón de todos los colores en sus majedicas, que parece propiamente alcacería de Granada en las sedas, aunque este otro es en mucha más cantidad. Venden colores para pintores, cuantos se pueden hallar en España y de tan excelentes matices cuantos pueden ser.



    Venden cueros de venado con pelo y sin él, teñidos blancos y de diversos colores. Venden mucha loza en gran manera muy buena; muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros y ollas, lebrillos y otras infinitas maneras de vasijas, todas de singular barro, todas o las más, vidriadas y pintadas.



    Venden maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en el sabor, a todo lo de las otras islas y tierra firme. Venden pasteles de aves empanadas de pescado. Venden mucho pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallina y de ánsar y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad; venden tortillitas de huevos hechas.



    Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se halla en toda la Tierra, que además de las que he dicho son tantas y de tantas calidades que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no las expreso. “





    Continúa el gran militar de Las Españas en sus Cartas de Relación y hace hincapié en el oro, el fabuloso tesoro indiano….:



    “ Hablé un día al dicho Moctezuma y le dije que Vuestra Alteza Carlos I tenía necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y que así le rogaba enviase a algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos españoles por las tierras y las casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido a les rogar que de lo que ellos tenían, sirviesen a Vuestra Majestad con alguna parte….Y así se hizo, que todos aquellos señores a que él envió dieron cumplidamente lo que se les pidió, así en joyas como en tejuelos y hojas de oro y plata, y otras cosas de las que ellos tenían, que fundido todo lo que era fundir, cupo a Vuestra Majestad del quinto treinta y dos mil y cuatrocientos y tantos pesos de oro, sin contar todas las joyas de oro y plata, y plumajes y piedras, y otras muchas cosas de valor, que para Vuestra Majestad yo asigné y aparté, que podrían valer cien mil ducados y más….



    Y no le parezca a Vuestra Alteza fabuloso lo que le digo, pues es verdad que todas las cosas creadas así en la Tierra como en el mar, de que el dicho Moctezuma pudiese tener conocimiento, tenía contrahechas muy al natural, así de oro y plata como de pedrerías y plumas, en tanto de perfección que casi ellas mismas parecían; de las cuales todas me dio para Vuestra Alteza mucha parte, sin otras que yo le di figuradas y él las mandó hacer de oro….



    ….Además desto me dio el dicho Moctezuma mucha ropa de la suya, que era tal, que considerada ser toda de algodón y sin seda, en todo el mundo no se podía hacer ni tejer otra tal, ni de tantas ni tan diversas y naturales colores ni labores, en que había ropas y hombres y de mujeres muy maravillosas, y había paramentos para camas, que hechos de seda no se podían comparar…..”







    El caso es que los Hijos de Las Españas Forales se quedaron maravillados ante la organización tan adelantada que veían a tutiplén. Encontramos descripciones como : “ En todos los señoríos tenía gente suya y sus gobernadores y cogedores de servicio y renta que de cada provincia le daban, y habían cuenta y razón de lo que cada uno era obligado a dar, porque tienen caracteres y figuras escritas en el papel que facen, por donde se entienden….”. La numeración, no obstante, que emplearon tanto aztecas como mayas, era muy compleja.





    Cortés nos aportó detalles sobre las costumbres y los usos en la corte imperial de Moctezuma, que tenía, a pesar de su tiranía, unos buenos caracteres de refinamiento :



    “ Todos los días, luego en amaneciendo, eran en su casa más de seiscientos señores y personas principales, los cuales se sentaban y otros andaban por unas salas y corredores que había en la dicha casa y allí estaban hablando y pasando tiempo, sin entrar donde su persona estaba. Y los servidores de éstos y otras personas de su séquito, henchían dos o tres grandes patios y la calle, que era muy grande….



    ….La manera cómo les daban de comer es que venían trescientos o cuatrocientos mancebos con el manjar, que era sin cuento, porque todas las veces que comía y cenaba le traían de todas las maneras de manjares, así de carnes como de pescados y frutas y verduras que en toda la tierra podía haber….



    Y porque la tierra es fría, traían debajo de cada plato y escudilla de manjar un braserico con brasa, porque no se enfriase.



    …..Poníanle todos los manjares juntos en una gran sala en que él comía, que casi toda se henchía, la cual estaba toda muy bien esterada y limpia, y él estaba asentado en una almohada de cuero, pequeña pero muy bien hecha.



    Al tiempo que comían estaban allí desviados cinco o seis señores ancianos, a los cuales él daba de lo que comía. Y estaba en pie uno de aquellos servidores, el cual le ponía y alzaba los manjares, y pedía a los otros que estaban más afuera lo que era necesario para el servicio. Y al principio y al fin de la comida y la cena le daban agua a manos, y con la toalla que una vez se limpiaba ya no se limpiaba más, ni tampoco los platos o escudillas en que le traían una vez el manjar se lo tornaban a traer, siempre nuevos y así lo hacían con los brasericos.



    Vestíase todos los días de cuatro maneras de vestiduras, todas nuevas y nunca más se las vestía otra vez.



    Todos los señores que entraban en su casa no entraban calzados, y cuando tenían delante de él algunos que él enviaba llamar, llevaban la cabeza y ojos inclinados y el cuerpo muy humillado y hablando con él no le miraban a la cara, lo cual hacían por mucho acatamiento y respeto. Y sé que lo hacían por este respeto, porque ciertos señores aprendían a los españoles, diciendo que cuando hablaban conmigo me miraban a la cara y esto les parecía desatamiento y poca vergüenza.



    ….Cuando salía fuera del palacio el dicho Moctezuma, que era pocas veces, todos los que iban con él y los que topaba por la calle, le volvían el rostro y en ninguna manera le miraban, y todos los demás se postraban hasta que él había pasado.



    Llevaba siempre delante de sí un señor de aquellos con tres varas delgadas altas, que creo se hacía porque se supiese que allí iba su persona. Y cuando los descendían de las andas, tomaba la una en la mano y llevábala hasta donde iba.



    ….En esta gran ciudad estuve proveyendo las cosas que parecían convenientes al servicio de Vuestra Majestad y pacificando y atrayendo a él muchas provincias y tierras pobladas de muchas y muy grandes ciudades y villas y fortalezas y descubriendo minas y sabiendo e inquiriendo muchos secretos de las tierras del señorío de Moctezuma.







    Moctezuma contóle a Cortés la historia que él sabía de su pueblo, insistiéndole siempre que sus antepasados venían de muy lejos, que ellos no eran oriundos de allí ( El mismo Moctezuma es uno de los muchos argumentos que hay contra los indigenistas que se abrigan bajo las distintas formas nacidas al calor de la Revolución Francesa ). Moctezuma le dijo aquello de : “ Y según de la parte que venís, que es de donde sale el sol, y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, nosotros tenemos por cierto que ése es nuestro señor natural…..”





    Cortés transmitía todo esto, en las animosas cartas que enviaba regularmente al Emperador Carlos de Augsburgo. Bernal Díaz del Castillo, sin embargo, se mostraba reacio antes ciertas historias que escuchaba de Moctezuma. No se fiaba de sus zalamerías y pensaba que era un recurso fácil ante el convencimiento de la futura victoria de los fundadores de la Nueva España; y ni mucho menos se fiaba del belicoso pueblo azteca, a quien consideraba en pie de guerra, en contra de la aparente actitud de su soberano. Moctezuma, por otra parte, en cierta ocasión se sinceró con el Capitán General, confiándole aquello de : “ Ya lo veis, Malinche. Yo soy de carne y hueso, como vos. Os habrán dicho que tengo casas de oro y que soy dios, y otras cosas halagüeñas para mí. Pero estas casas, como veis, son de piedra, cal y tierra. Gran rey sí soy, y tengo riquezas de mis antepasados, pero no las locuras y embustes que os han contado “…..





    El caso real es que el oro de Méjico no era ni embuste ni fantasmada. Las poderosas cantidades auríferas del mejicano solar encandilaban a la hueste hispánica; y hay que tener en cuenta la mentalidad guerrera y ambiciosa de estos hombres que albergaban el calor de la Reconquista por sus poros….







    Con todo, la realidad es que Moctezuma era un monarca débil, y su imperio estaba próximo al tambaleo más duro. Muchos de sus compatriotas se daban cuenta de que su soberano se había convertido de facto en un prisionero de aquel gran capitán blanco y de su ejército. Por lo menos, el rey azteca estaba privado de toda autoridad, y lo que más indignaba a los indios mejicanos era que Cortés hubiera entrado en su ciudad con un ejército auxiliar de rebeldes de su propia raza como eran aquellos indómitos y osados tlaxcaltecas.





    Moctezuma, por tanto, se veía así como un traidor a su pueblo al consentir que Cortés y los suyos continuasen, al cabo de más de un par de meses, en la ciudad de Mixtili. Sabían que aquellos extranjeros no podían traer nada bueno; ya que tan ni siquiera comían la carne humana tan propicia para la benevolencia del dios Huitzilopochtli…-Según la mitología azteca, Huitzilopochtli, habría nacido milagrosamente con casco, coraza y lanza del seno de su madre, la tierra ( Koatlikoé ); a partir de unas plumas que flotaban en el aire; y una vez nacido, auxiliado por una serpiente de fuego, acabó con sus propios hermanos, que habían querido matar a su madre y a él mismo, al no comprender aquel embarazo. A partir de ese momento, se mostró despiadado e implacable, y los aztecas le tenían como Príncipe de las Generaciones. Durante el año se celebraban tres grandes fiestas en su honor, la tercera de las cuales tenía lugar en el solsticio de invierno, conmemorándose el tránsito de la divinidad al otro mundo con grandes matanzas rituales. En la capital azteca, se erigió un grandioso templo, donde representábasele en una enorme estatua que se guardaba en una dependencia reservada. Más de un tratadista ha querido ver en la denominación Mextli, como también se le conocía, el origen de la palabra México.-





    Por otra parte, los viejos políticos mexicas estaban en el secreto de muchas maniobras sordas que Moctezuma había tramado para poder emanciparse del tutelaje de la Hispania Victoriosa. Y así, estando éstos en la costa visitando a una tribu, Moctezuma envió a unos brujos para que los conjurasen. En cierta ocasión, Moctezuma recibió como obsequio la cabeza del español Juan de Escalante, al que habían decapitado casi por sorpresa en Veracruz. Cortés tuvo noticia de este envío, junto con Velázquez de León, Diego de Ordás, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado; y ello le motivó para celebrar un urgente consejo…..





    Para cortar de raíz tan salvajes desmanes indios, acordaron hacer prisionero a Moctezuma, pero de una manera discreta que no pudiera enfurecer a los indios. Hernán Cortés, acompañado de otros capitanes, penetró en el palacio del tlacatecutli lo acordado. Se entrevistaron a solas con el déspota, para tratar de “ asuntos de estado “. Y dice la Historia que “ primero hablaron de cosas indiferentes ; de burlas y cosas de placer….”; hasta que llegó el momento de analizar la cuestión primordial….Cortés se quejó de la amerindia hostilidad y pidió a Moctezuma que hiciese comparecer a los culpables de tan horrendo crimen para que recibieran su justo castigo. Moctezuma accedió a ello y envió a buscarlos, dándole al mensajero “ una piedra especial que servía de contraseña “. Luego, Cortés declaróle claramente al tirano que era conveniente que se trasladara a la residencia de la incipiente República de Españoles. Moctezuma era débil, pero no tonto; y ya comprendió cuál era la intención de la embajada imperial del César Carlos I de España; y así, le propuso un trato : Le daría a Cortés una de sus esposas y algunas hijas, pero consideraba que su persona debía seguir siendo inviolable y no podía constituirse como prisionero de los españoles. Cortés negó que tal fuese su posición, y seguía inflexible para con el traslado….





    Velázquez de León, ante las reticencias de Moctezuma, propuso en conciliábulo secreto que mataran al rey de los aztecas allí mismo, pero el extremeño leonés se mostraba conciliador, y al final Moctezuma, en vista de la determinación férrea del Capitán General, se constituyó tal y como deseaba….





    Sin embargo, Cortés, en su pensamiento político, no pretendía indisponerse abiertamente con el pueblo azteca; por lo que le comunicó que su prisión se vería muy atenuada, que podrían acudir a visitarle todos los funcionarios y súbditos que “ le quisieran ver o pedir o notificarle algo “. Moctezuma gobernaría desde la residencia de los españoles y seguiría como juez supremo de los indios de Méjico, que era una de las prerrogativas de su real condición.





    Durante algún tiempo, todo marchó bien. Moctezuma tenía sus aposentos junto a los de Cortés, el cual, según el historiador Pereyra “ vivía maritalmente con una de las hijas de Moctezuma, de las que éste había hecho donación al vencedor, según la costumbre del país. Llegaron así a formar una buena familia privada y oficial, en la que dominaba el tono de cordialidad característica entre civilizados e inferiores cuando aquéllos no extreman sus exigencias “. Esta situación no podía conceder una paz auténtica, puesto que no era mujer católica. En los primeros días de Diciembre llegaron a Méjico un guerrero llamado Cuauhpopoca, un hijo de éste y 15 soldados más que habían tomado parte en una matanza de hispanos. Moctezuma, que los había enviado a buscar, entrególos a Hernán Cortés, el cual los hizo ejecutar casi sin juicio. Ante la nobleza azteca, aquel compatriota era algo así como un héroe nacional, y su muerte contribuyó a rebajar más aún ante aquellos indios el papel de Moctezuma. Se le consideró, sobre todo a partir de entonces, un ser vil, y se estimaba que era necesario que pagase las consecuencias. Cuando Cuauhpopoca y los otros supieron que iban a ser muertos, declararon que la matanza de os que eran acusados la había ordenado el propio Moctezuma, por lo que Cortés se vio obligado a castigar también al que se decía su amigo y casi siervo, poniéndole “ grillos “ por algún tiempo.





    Moctezuma ya sí creyó que sus últimas horas andaban próximas. Sin embargo, tras la ejecución de los criminales, Cortés perdonó a Moctezuma, le despojó de los grillos, y los dos hombres se abrazaron, costumbre que, según parece, ya habían aceptado los aztecas como señal de buena voluntad.





    Con todo, el Conquistador, tras la pérdida de sus barcos, mandó construir unos bergantines, y para ello envió a Veracruz-por aquel entonces denominada Villa Rica-para la busca de jarcias y demás accesorios. El estilo de aquellos imperiales hispanos en la construcción naval llamó la atención de los indios, que aún navegaban a remo ( De hecho canoa es una palabra de origen amerindio ) y no se imaginaban la existencia de barcos tan grandes. Según algunas crónicas, las velas les parecían un prodigio mayor que las armas de fuego….





    La empresa cortesiana ya parecía oler a triunfo. Cortés siempre buscó por sistema el tema de la minería, y el oro abundaba en la naciente Nueva España….Cuando Velázquez envió un ejército para quitarle de en medio, aquellos a priori velazquistas se pasaron en masa al bando cortesiano. Muchos españoles enraizaron con aquella pujante tierra, y no desearon volver a España, sino que se quedaron allá, fundando haciendas en el interior del país….







    El caso es que las relaciones de Cortés con los nobles aztecas iba a peor cada día que pasaba. Cacama, jefe guerrero y hermano de uno de los que habían sido muertos, fue capturado también por una emboscada que tendiéronle a indicación de Moctezuma, y también fue ejecutado. Y si Cortés iba empeorando a ojos de los nobles, no digamos entonces Moctezuma….





    Hernán Cortés rogóle a Moctezuma que se declarase vasallo del Rey de Las Españas….Con todo, Moctezuma, como queriendo apartar su natural debilidad, hizo comparecer a Cortés y sus amigos ante él, y estando rodeado de su propio consejo, declaró :



    “ Oh, señor Malinche y señores capitanes. ¡ Cuánto me pesa de la orden que nuestros dioses han dado a nuestros sacerdotes y a mí, y a todos mis capitanes, que nos mandan que os hagamos la guerra y os matemos y os hagamos ir por mar adelante.



    Y me parece que antes de que comiencen la guerra, pronto salgáis de esta ciudad y no quede ninguno de vosotros aquí. Y esto, señor Malinche, os digo que hagáis en todas maneras, que os conviene. ¡ Si no, mataros han ! “





    Dice el historiador Madariaga que en el periodo entre el 8 de Noviembre de 1519 y comienzos de Mayo del 1520 se asistió al esplendoroso desarrollo de Hernán Cortés como todo un estadista. Contra viento y marea tenía que hacer frente a los problemas cotidianos planteados por su extraña situación dentro de un vasto y singular estado hasta entonces desconocido que aún conservaba prácticamente intacto todo su poder. En esa capacidad de adaptación a las circunstancias; en esa rapidez de inteligencia para plantear soluciones ante unos problemas nuevos y difíciles, sin descuidar la puesta en práctica de creaciones permanentes, sobre la marcha….En todo ello radica la impresionante grandeza del Conquistador de Méjico, descubriéndose como un natural Adalid, que logró plantar la bandera española en la hostilidad del Anáhuac.





    Ahora, él mismo se podía permitir el lujo de enviar excedentes a Santo Domingo o a Cuba a cambio de más gente para ir fortaleciendo el poblamiento. Los Reinos de Las Españas parecían dispuestos a maravillarse con la futura Conquista…





    Hernán Cortés no hizo caso del dramatismo desafiante de Moctezuma, al que consideró más teatrero que otra cosa, y se dispuso a preparar los veleros bergantines. Cuenta Bernal Díaz del Castillo :



    “ A los quince días de haber enviado Cortés a Martín López y a sus carpinteros a talar madera para las naves, aquél fue, según costumbre, a ver a Moctezuma “ para tenerle palacio “ y estaba el Ueitlatoani de humor más alegre y animoso que de costumbre.



    Cambiadas las urbanidades de rigor, pues ambas partes eran harto civilizadas, Moctezuma guardó silencio. Esperaba que Hernán Cortés le comunicase alguna noticia importante, sobre todo porque aquélla era la segunda visita que le hacía en el día. Mas viendo que Cortés no hablaba, el emperador, después de un rato de mediación, dio orden de que trajesen a su presencia un rollo de tela de algodón que extendió ante Cortés.



    Era una carta pictórica donde se veían diez y ocho naves, cinco de ellas echadas a monte y maltrechas sobre la costa.



    - “ Señor Malinche-pronunció Moctezuma-, agora en este punto me han llegado mensajeros de cómo en el puerto adonde desembarcaste han venido diez y ocho o más navíos e mucha gente e caballos, e todo nos lo traen pintado en unas mantas, y como me visitastes dos veces, creí que me veníades a dar nuevas dellos. Ansí que no habrás menester hacer navíos. Y porque no me lo decíades, por una parte tenía enojo de vos por tenérmelo encubierto, y por otra me holgaban porque vienen vuestros hermanos para que todos os vayáis a Castilla y no haya más palabras. “



    Cortés examinó atentamente las pinturas y mostrando gran complacencia exclamó :



    - Gracias a Dios que al mejor tiempo provee.





    Los soldados se mostraban muy contentos. Todos los españoles se entregaron sin reserva al regocijo por lo que estimaban ser al fin su libertad. Pero, tan pronto como el metilense se vio libre de la presencia de los indios mejicanos, su silencio y su honda preocupación llamaron rápidamente la atención de la hueste conquistadora, y gradualmente, la pesadumbre se fue extendiendo entre aquella milicia. No gustaba Cortés precisamente de perder el tiempo en palabrerías. Seguidamente, preguntó por Andrés de Tapia, hombre de su confianza, y le indicaron que acababa de regresar de Cholula y Tlaxcala. Acto seguido, Cortés envió a Tapia a Veracruz, pero evitando la usual caminata. A pie de día, y a hombros de amerindios por la noche, Tapia fue de Méjico a Veracruz en tres días y medio, y habló con Sandoval, que ya había enviado a Cortés un informe, junto con tres españoles de la flota recién arribada, de quienes se había apoderado. Venía aquella armada a las órdenes de un hidalgo que se llamaba Pánfilo de Narváez, un hombre alto y de cuerpo membrudo, natural de Valladolid-Reino de León- y casado en la Isla de Cuba con una dueña ya viuda que se llamaba María de Valenzuela, y tenía buenos pueblos de indios y gratas riquezas. Bernal Díaz nos dice :



    “ Narváez venía como lugarteniente de Diego Velázquez, el cual, aunque ya no obeso, pues había enflaquecido con los disgustos que le daba Cortés, conservaba desde los tiempos de su plenitud su tendencia a preferir que otros se moviesen antes que él, aunque fuera en su beneficio. El desdichado gobernador de Cuba había recibido la noticia del éxito de su rival en rebeldía.



    Por Francisco de Montejo se había enterado del hallazgo de oro por Cortés, y cuando lo supo estando a cabo de siete meses con tantas congojas esperando la nueva dél, entró en cólera sin límites e intentó cortar el paso a la nave, mandando a su encuentro dos veloces carabelas bien provistas de artillería; pero Alaminos, que conocía bien aquellas aguas, consiguió escabullirse por las Lucayas y el canal de las Bahamas, fondeando finalmente en Sanlúcar en octubre de 1519. “





    Montejo y Alaminos se dirigían a la Vieja España, por orden de Cortés, a fin de entregarle al Emperador cierta cantidad de oro, plata y joyas de lo encontrado y recabado en Méjico.





    La noticia de aquel desembarco puso a Cortés en un aprieto, pues sabía que era gente del círculo de Velázquez….Y así, se veía atacado entre dos fuegos…En ese momento, ya no se perfilaba una guerra de armas, sino de diplomacias para con Carlos I….Esas famosas cartas son, hoy por hoy para la historiografía, toda una fuente inagotable de noticias acerca de lo que se fraguó en aquella ocasión, amén de otros datos de singular relieve e importancia. Cortés enviaba directamente a la Piel de Toro, para presentarse ante el César Habsbúrgico, un par de agentes con unas naves aínas del precioso metal…Velázquez hizo perseguirlas como si fueran algo de su pertenencia….Realmente, lo que buscaba el segoviano era que el oro llegara a las manos del Emperador pero que éste creyese que era procedente de sus manos….





    Narváez iba con 1.400 militares, entre los cuales se contaban 80 jinetes, 70 arcabuceros y 90 ballesteros. En una crudísima tormenta, Narváez perdió 50 hombres….El caso es que, en aquella cortesiana hueste, había partidarios tanto de Velázquez como del Caudillo Metilense. Y Narváez envió recado a Velázquez de León, que por encargo de Cortés estaba en otra comarca, para que se pasase a sus tropas, pero De León siguió fiel a Cortés.





    De todos modos, la expedición de Narváez era muy mala para Cortés, porque iba a obligarle a abandonar Tenochtitlán. De todas maneras, las operaciones no se efectuaron precisamente con rapidez, porque Narváez debía efectuar un largo recorrido antes de llegar a donde estaba Cortés “ y llevárselo atado al gobernador “, como le había prometido. Velázquez no podía soportar el triunfo de la voluntad que Cortés encarnaba, y deseaba usurpar su mérito fuese como fuese.





    Otro de los fracasos del pucelano Narváez consistió en enviar a un cura con un escribano al Capitán Sandoval en Veracruz para levantar un testimonio de la legitimidad de sus poderes. Sandoval, como buen militar, odiaba a los escribanos y maniató a los enviados, ( incluido el cura ) y se los envió a Cortés, cargados a hombros de indios, los cuales los acarrearon con buena velocidad a través de las selvas. Cuando llegaron a su destino, Cortés los puso a buen recaudo….





    Cortés estaba en la obligación de salir al encuentro de Narváez y no vaciló, como de costumbre. Sólo se llevó consigo a 80 camaradas. En Cholula se le incorporó el leal Velázquez de León, a fin de ayudarle contra el envidioso gobernador. Al final, sumó 300 españoles más 400 indios aliados. Hernán no tardó en tener espías en el campamento de Narváez, entre los cuales cabría destacarse a Andrés de Duero, Usagre, Mino y el Capitán Bermúdez. En realidad, no existía un frente entre ambos enemigos, aunque constantemente pasaban de un campamento a otro mensajeros….Y, por consiguiente, intrigantes varios. Realmente, en el conflicto entre Velázquez y Cortés podemos percibir cierto paralelismo como entre Colón y Ojeda : el mercantilismo puro y duro contra la Misión Conquistadora…..





    Antes de asaltar las posiciones de Pánfilo de Narváez, el Adalid de la Nueva España se dirigió a sus soldados, y que expresó Díaz del Castillo de esta manera :



    “ Era un parlamento por tan lindo estilo y plática tan bien dichas, cierto otra más sabrosa y llena de ofertas que yo aquí sabré escribir. Comenzó recordándoles cómo habían hecho propósito de conquistar y poblar, en lugar de limitarse a rescatar, según quería Velázquez; y cómo le habían elegido por su Capitán General y Justicia Mayor; entró después a relatar los trabajos, batallas, heridas y muertes que habían padecido hasta alcanzar la victoria; se venía la noche encima y era menester abreviar. Ahora venía este Pánfilo de Narváez y aún no había desembarcado y ya los llamaba traidores y enviaba a decir al gran Moctezuma no palabras de sabio capitán sino de alborotador; se atrevía a prender a un oidor de Su Majestad, gran delito digno de castigo y pregonaba en su real guerra contra nosotros a ropa franca como si fuéramos moros. Era, pues, necesario luchar por la honra y por la vida, pues no sólo les venían a prender y a echar de sus casas y haciendas, sino que además, si perdían la batalla y por ventura caían en manos de Narváez, todos sus servicios a Su Majestad se tornarían en deservicios y harían procesos contra ellos, diciendo que habían muerto y robado y destruido la tierra, de modo que “ como buenos caballeros somos obligados a volver por la honra de su Majestad y por las nuestras y nuestras casas y haciendas, y con esta intención salí de México, teniendo confianza en Dios y en vosotros. Todo lo pongo en las manos de Dios primeramente, y después en las vuestras. Veamos qué os parece. “





    Madariaga nos cita como cronista a Tapia, el cual da una versión de las
    palabras de Cortés de esta guisa :



    Yo soy uno e no puedo hacer por más que uno; partidos me han movido que a sola mi persona estaban bien; e porque a vosotros os estaban mal, no los he aceptado; ya veis lo que dicen y pues en cada uno de vos está esta cosa según lo que en sí sintiese de voluntad de pelear o de querer paz, aquello diga cada cual e no se le estorbará que haga lo que quisiere. Veis, aquí me han dicho en secreto estos nuestros mensajeros cómo en el real de los contrarios se platica e tiene por cierto que vosotros me lleváis engañado a me poner en sus manos; por ende, cada uno diga lo que le parece. “



    Y todos a una le dieron amplia satisfacción sobre este punto, rogándole después que fuese el primero en dar su opinión. Entonces, Cortés, con gran irritación real o fingida, dijo :



    “ Dígoos un refrán que se dice en Castilla, que es : muera el asno e quien lo aguija, y éste es mi parecer. “



    Todos le aclamaron y lo llevaron en hombros hasta que pidió que lo dejasen. “







    Entonces comenzó a llover y Narváez, que había salido ya de su campamento para ir al encuentro de Cortés, retrocedió, creyendo que éste no le atacaría por el mal tiempo, pero el Conquistador pensó mejor y terminó exclamando : “ ¡ Más vale pelear ahora, ya que con esta lluvia es imposible dormir ! “.





    El asalto fue breve, y se capturó a Narváez con notable sencillez y facilidad. Los hombres de éste no ofrecieron resistencia alguna y el único que quiso luchar de veras fue el mismísimo Narváez y quedó tuerto en la pelea. Sus jinetes, traicionándole, habían desaparecido al comenzar el ataque; y al día siguiente se presentaron para rendirse….Con todo, Cortés quedaba dueño de 18 buques y de toda la armada que comandaba Pánfilo de Narváez. Se dice que Cortés no mandó esta vez incendiar los barcos, pero que sí les hizo quitar los timones y “ desembarcar las aguas “; que podrían ser las brújulas; aunque esto es un aspecto que no ha quedado nada claro para la posteridad….







    Moctezuma seguía prisionero, aunque pasando por un soberano protegido, en Tenochtitlán. Pedro de Alvarado le hacía vigilante compaña. Alvarado despreciaba al cautivo, y no dudaba en llamarle “ perro “….





    La cosa es que se acercaba un día de festejos, cosa muy corriente en el pueblo azteca, pero durante los mismos, estando reunidos en la ciudad las autoridades, los notables y muchos caciques amerindios, Pedro de Alvarado cometió una tremenda imprudencia….Siempre había sido un tipo impulsivo y rudo. Salvo por su valentía, que propios y extraños alababan, así como su habilidad para saltar con los pies juntos por encima del brocal de un pozo hacia delante y hacia atrás, no solía distinguirse mucho entre la Capitanía Cortesiana. Él se hallaba solo en la residencia de los españoles, sin poder hablar con nadie, y apenas con Moctezuma, sin entender la lengua que hablaban en derredor y sin otras vistas humanas y unas cuantas noticias confusas y escasas…





    Entre la multitud de sacrificios humanos de los aztecas-que los Misioneros hubieron de eliminar no sin pesadas fatigas-, había uno especialmente terrible, el cual se celebraba en el mes de Toxcatl, el quinto calendario de aquellas gentes. Era ésta la fiesta que se aproximaba y en tanto preocupaba a Alvarado, puesto que aquel día se reunirían en la capital muchos nobles con sus súbditos, y habría cánticos, danzas, sangrientas ofrendas y borracheras varias. Si los aztecas entregaban cada día a su dios Huitzilopochtli cuerpos humanos y corazones arrancados, en aquella fiesta del mes de Toxcatl, dedicada al dios Tezcatlipoca, habían elegido una víctima entre las demás : Era un jovenzuelo concienzudamente escogido por sus bellos rasgos, así como por su musical habilidad. Además, tenía el don de la elocuencia....El caso es que, una vez designada la víctima, un año antes, le dejaban satisfacer todos sus caprichos para compensarle por su próxima y atroz muerte, y luego, ya en las vísperas del sacrificio, paseaban al muchacho por las rúas de la capital, entre músicas y ornamentado con guirnaldas de flores. Le seguía un ampuloso séquito. Y todos veían en él la imagen del dios Tezcatlipoca. Al final, lo llevaban al ara del sacrificio, tendíanlo sobre la losa, le abrían el pecho y le arrancaban el corazón, decapitándolo después. Luego, osaban enterrar el cadáver con notable pomposidad…





    A posteriori, a Cortés le fue dicho que Alvarado había realizado una gran matanza de indios en la plaza cuando estaban bailando para festejar al ídolo. Entonces, algunos jefes, locos furiosos, lanzaron el grito de guerra contra la Hispanidad presente, sitiaron la residencia y cortaron el aprovisionamiento de agua, dando lugar a un sitio en toda regla.





    Fueron unos enviados de Moctezuma quienes informaron a Cortés y, según ellos, Pedro de Alvarado pensase que se avecinaba una matanza como la que Cortés había previsto en Cholula, cumpliendo pues la máxima de que la mejor defensa radica en un buen ataque…Queriendo pues, imitar al Caudillo de Méjico, fue hacia el sitio donde danzaban para celebrar el próximo sacrificio, haciendo rodear la plaza en silencio y arrojando a sus soldados contra aquellos salvajes. Al verse agredidos, los aztecas se defendieron. Un jefe, cubierto con un emplumado gorro, lanzó el gran grito de guerra y reunió rápidamente a toda su tribu. Los españoles continuaron derribando indios, pero al ver Alvarado lo que se le venía encima, ordenó replegarse hacia la residencia. Allí, Alvarado resistió el ataque indio heroicamente ( Como no podía ser de otra manera, a pesar de los pesares ), y así se presentó ante Cortés, el cual tuvo que hacer frente a un grandísimo peligro, y no tuvo ni tiempo ni ganas para recriminarle a Alvarado su imprudente acción. Además, Alvarado se hallaba herido. Gracias a la vuelta de Cortés, a marchas forzadas, Alvarado logró comunicarse con el exterior, pero al paso de Cortés, todas las calles quedaron sospechosamente desiertas….La gran guerra estaba a punto de estallar. Cortés relata de esta manera la situación :



    “….y volvió un mensajero todo descalabrado y herido dando voces, que todos los indios de la ciudad venían de guerra y que tenían todas las puentes alzadas : e junto tras él da sobre nosotros tanta multitud de gente por todas partes, que ni las calles, ni azoteas se parecían con gentes; la qual venía con los mayores alaridos, y gritos más espantables, que en el mundo se puede pensar : y eran tantas las piedras que nos echaban con hondas dentro en la fortaleza, que no parecía sino que el cielo las llovía; e las flechas y tiraderas eran tantas, que todas las paredes y patios estaban llenos, que casi no podíamos andar con ellas. E yo salí fuera a ellos por dos o tres partes, y pelearon con nosotros muy realmente, aunque por la una parte un capitán salió con doscientos hombres, y antes que se pudiese recoger, le mataron quatro y hirieron a él y a muchos de los españoles. E nosotros matamos pocos de ellos, porque se nos acogían de las puentes y desde las azoteas y terrados nos hacían daño con piedras, de las quales ganamos algunas y quemamos. Pero eran tantas y tan fuertes y de tantas gentes pobladas, y tan bastecidas de piedras y otros géneros de armas, que no bastábamos para que las tomar todos, ni defender, que ellos no nos ofendiesen a su placer. En la fortaleza daban tan recio combate que por muchas partes nos pusieron fuego, y por la una se quemó mucha parte de ella, sin la poder remediar, hasta que la atajamos cortando las paredes, y derrocando un pedazo, que mató el fuego. E si no fuera por la mucha guardia que allí puse de escopeteros y ballesteros y otros tiros de pólvora, nos entraran a escala vista, sin los poder resistir. Así estuvimos peleando aquel día, hasta que fue de noche bien cerrada; e aun en ella no nos dejaron sus gritos y rebatos hasta el día. En aquella noche hice reparar los portillos de aquello quemado y todo lo demás, que me pareció, que en la fortaleza había flaco : e concerté las estancias y gente que en ellas había de estar, y la que otro día habíamos de salir a pelear fuera; e hice curar los heridos que eran más de ochenta….”





    Estaban ante las puertas de la conocida como Noche Triste….Cortés penetró en Méjico un 25 de Junio, en medio de un ambiente hostil implacable, aunque eso sí, sospechosamente sordo…Confiaba en su nutrida armada, y en los agregados hombres de Narváez. Tan seguro estaba de sus victoriosas probabilidades, que se permitió el lujo de saludar a Moctezuma.





    De repente, una tropa de sublevados, comandada por Cauahtemoc ( Sobrino de Moctezuma ), irrumpió en actitud francamente hostil…..Y así empezó el conflicto….Los indios, avergonzados por la Conquista de los españoles, comenzaron a disparar flechas a millares cuantito que veían asomarse a un hombre blanco….Y así, empezaron a actuar los arcabuceros, causando muchísimas bajas, pero los indios eran muchísimos….





    Para detener la furia de los indios mejicanos, Cortés ordenó a Moctezuma que se presentara a sus súbditos en una azotea del cuartel y le ordenase la retirada. El débil tiranuelo se apresuró en complacer al Caudillo Ibérico, y ataviado con las galas imperiales aztecas apareció ante los suyos, los cuales quedaron absortos….Los vitores y aclamaciones fueron tales que impedían a Moctezuma expresarse….Y su presencia sólo sirvió para revolver más a aquellos mexicas. Algunos indios dirigieron entonces sus flechas y pedradas a los hispanos que rodeaban a Moctezuma, aunque aquellas armas arrojadizas poco podían con las cotas de malla y las férreas armaduras. No obstante, unas flechas mal apuntadas alcanzaron a Moctezuma, el cual no tenía las defensas de los españoles, quedando malherido….Una gruesa piedra le alcanzó en la frente y el desdichado emperador cayó en brazos de los soldados que rodeábanle. Sus corraciales, al darse cuenta de la fatalidad, mudos, confusos y aterrorizados, emprendieron la retirada….Unos minutos más tarde, Moctezuma agonizaba en su lecho, ante un Cortés respetuosamente abatido; exhalando así su último suspiro.





    Sobre la muerte de Moctezuma ha corrido mucha tinta. Se ha llegado a decir que le suministraron un veneno, aprovechando su débil estado por las heridas; otros, aseguran que mientras estuvo tan gravemente herido se negó a tomar alimento, avergonzado moralmente por la condición tan humillante en la que había caído….





    Sea como fuere, lo certero es que Moctezuma pereció y que Cortés hubo de enviar emisarios a los aztecas, dándoles cuenta de aquella muerte y poniendo el correspondiente cadáver a su disposición, no sin afearlesvivamente la villana acción de haberle herido por sus manos, y anunciándoles que quedaba por encargo del difunto monarca de castigarlos por aquel crimen de lesa majestad, si no se avenían a rendir vasallaje al Caudillo Español.





    En el cuartel se presentó una alta comisión de dignatarios del imperio azteca, rodeados por un brillante séquito de soldados, en actitud más o menos amistosa….Para recoger el cadáver de Moctezuma, cosa sacra para ellos. Los españoles se lo entregaron respetuosamente y le rindieron honores de rey. Los indios mejicanos, por su parte, lo recibieron con tristes tonos lacrimosos y sentimientos de vergüenza. Con todo, durante varios días, una aparente paz reinaba entre celtíberos y mexicas….





    Realmente, los aztecas andaban preocupados en aquellos momentos por el entierro de su emperador y por la elección de un sucesor, así que no podían pensar en la pelea. Los españoles se mantenían a la expectativa, mientras los jefes deliberaban sobre la conveniencia de volver con todo el ejército a Veracruz, en espera del socorro de mayores fuerzas y elementos de combate para la definitiva Conquista de Méjico.





    Terminadas las ceremonias fúnebres que la Ciudad de Méjico tributó a Moctezuma, y elegido como nuevo emperador a un hermano del muerto, llamado Quetlavaca, personaje de relevantes cualidades personales, los indios volvieron a molestar a los hispanogodos con frecuentes escaramuzas que solían rallar en verdaderos combates.





    Estaban los españoles obligados a no poder salir de su reducto más que en grupos numerosos de infantes, caballos y arcabuces, y aún así, siempre que lo hacían eran atacados por los aztecas. La situación era insostenible. El nuevo emperador, en un acto de solemne insolencia, no molestóse en notificar su elección a Cortés. Así, Cortés resolvió la marcha del Ejército de Las Españas a Veracruz….Para ello se señaló la noche del 30 de Junio del 1520, noche fatal para las españolas armas y que la Historia nos recuerda como la Noche Triste. Poco antes de la medianoche salió la hueste del cuartel, llevando cuando tenían los españoles en él, tanto en armas como en víveres y en las bolsas y mochilas los tesoros que habían recogido en oro y pedrerías, la mayor parte regalos de Moctezuma. Salieron en buen orden de la ciudad, aunque soportando los insultos de los aztecas, que decíanles tales lindezas como “ ladrones “ y “ asesinos “…..Se reunieron en las afueras los Hijos de Las Españas con sus auxiliares tlaxcaltecas y emprendieron juntos el camino de la calzada de Tacuba, que encontraron cortada en algunos sitios por haber destruido los indios los puentes de madera que en tales lugares se hallaban construidos, para permitir la circulación de las piraguas por debajo de ellos entre uno y otro lado del lago.





    Los tlaxcaltecas se vieron forzados a instalar el puente portátil que en previsión de este accidente habían construido por orden de Cortés, mientras que la armada hispánica se veía obligada a combatir desesperadamente contra un trío de numerosos ejércitos aztecas que les atacaban por la retaguardia y por los flancos desde las aguas del lago, en incalculable cantidad….Pero el heroísmo español se manifestaba como siempre, inasequible al desaliento.





    A los dos lados de la calzada, millares y millares de canoas, tripuladas por cuatro, seis y hasta ocho amerindios, hacían llover sobre los españoles una espesa granizada de piedras, flechas y otras armas arrojadizas. Por la retaguardia, las tropas regulares del ejército azteca, sedientas de sangre hispana, y deseosas de vengar los estragos que en anteriores encuentros con ellos había producido la cortesiana mesnada, peleaban con gran rabia para arrebatar los cañones.





    Las artilleras piezas no podían maniobrar en la estrechez de la calzada. Los jacos, que por precisión debían ser llevados de las bridas, más bien constituían en aquel fatal encuentro un impedimento y no un medio de ofensiva real. Los aztecas, envalentonados por estas circunstancias que no se le ocultaban, aumentaron su ira y su natural capacidad belicosa.





    Por fin, los asiático-polinésicos lograron romper el orden de batalla de Las Españas, de manera que cada uno de los militares se vio obligado a la lucha cuerpo a cuerpo con varios enemigos a la vez….Si los aztecas demostraron constancia, los españoles probaron su valor ante el mundo como una y otra vez nuestros antepasados osaban repetir.





    Las pérdidas mexicas no era posible contarlas, fueron muchísimas….Pero los cortesianos también se encontraron harto diezmados; y se calcula que fallecieron la mitad de los efectivos humanos. Los soldados que salvaron su vida o salieron todos heridos o contusionados, sin exceptuar al mismísimo Capitán General.





    Al fin, al amanecer, Cortés logró con gran pericia, coraje y valor reunir a los restos de su maltrecha hueste, más allá del paso de la calzada, junto a Tacuba. Cuando pasó revista a la tropa percibió que faltaban más de 500 hombres, y el resto, que llegaría si acaso a 400, lo constituían heridos, cansados y despechados por la derrota que acababan de sufrir, tristes por el recuerdo de sus compañeros, sucumbidos bajo el empuje de los indios. El mismo Cortés se halló en una aguda crisis personal. El desastre había sido espantoso, pues además de las bajas señaladas, habían fallecido 4000 tlaxcaltecas auxiliares y un buen número de caballos; se perdió asimismo toda la artillería y sólo quedaban 7 arcabuces. La Hispanidad en Méjico en aquel momento se componía de 440 hombres….A la tristeza de la obligada retirada se unía el conocimiento de que los muertos españoles estarían mucho mejor que los que habían caído prisioneros de los aztecas, destinados a los horrendos sacrificios, que morirían en la peor de las torturas….







    La muerte de Moctezuma dio lugar a conversaciones entre indios y españoles, y Cortés mandó decirle al caudillo indio Cuitlahuac que ahora debían nombrar otro emperador, aconsejando a los notables del país nombrar a un primo de Moctezuma, preso de los españoles. Los rebeldes no le hicieron ni puñetero caso; no querían saber absolutamente nada de todo aquello que procediera del campamento hispánico; pero cuando recibieron el cadáver de Moctezuma lloraron en demasía, “ que bien oímos los gritos y aullidos que daban “; Bernal Díaz dixit. El historiador Fray Bernardino de Sahagún nos dice “ después quemaron el cadáver de su emperador y el del gobernador de Tlatelolco, que también había muerto, según los ritos prescritos por el ceremonial. “ Cortés no pensaba ni por asomo en la rendición, y en medio de la terrible amenaza que se cernía sobre él, todavía logró llegar hasta las comunicaciones de tierra firme y puso centinelas en la calzada de Tlacopán. Finalmente, el día 30 llegaron a la orilla del lago. Los españoles iban debilitándose más cada día que pasaba, siempre, según Bernal Díaz, en tanto que las fuerzas de los indios iban en aumento. Los españoles eran atacados de día y de noche, y la pólvora se iba gastando, como las provisiones….Entonces fue cuando Cortés, pensando en los suyos, decidióse por la retirada, y para facilitarla, se discurrió una estratagema : Mediante un sacerdote prisionero, que pertenecía a la clase de los llamados papas, dijeron al enemigo que les permitiesen retirarse al cabo de ocho días, y ellos, a cambio, devolverían todo el oro. Con esto, daban a entender que no pensaban emprender una retirada real aquella misma noche, como bien planeaba Cortés….





    Los soldados se encontraban impacientes. Un tal Botello, “ gran latinista y nigromante, que había estado en Roma “, hizo correr el rumor de que aquélla noche era favorable para la escapada, pues así lo proclamaban las cartas….A aquel hombre le llamaban Botello el Astrólogo y ya había profetizado que algún día Cortés se vería desprovisto de todos sus honores, si bien luego volvería a recuperarlos siendo de nuevo “ gran señor y de grandes rentas “. Empezóse por construir un gran puente con considerables vigas y cuerdas, transportables a pesar de su peso, para llevarlo al sitio de la laguna donde los indios habían hundido los puentes. Para llevarlo se designó a 400 hijos de Tlaxcala. Fue una gran suerte que no hubiesen desertado, en verdad, su fidelidad y lealtad imperial siempre constituirá un memorable ejemplo.





    La artillería era portada entre 50 españoles y 200 tlaxcaltecas. Al frente, luchando, irían Francisco de Acevedo, Gonzalo de Sandoval, Francisco de Lugo, Diego de Ordás y Andrés de Tapia. Se habían sumado otros capitanes de la expedición de Narváez, los cuales ahora estaban en medio de un tremebundo peligro, puesto que apenas habían firmado la paz con Cortés, se hallaban en medio de tan salvaje conflicto, casi sin esperanzas….





    A la retaguardia irían Velázquez de León y Pedro de Alvarado, aunque Cortés ya no confiaba mucho en éste. En medio de los soldados, según Díaz del Castillo, irían dos féminas : La india Doña Marina y una tal Doña Luisa.





    Cuando se disponían a salir, Cortés mandó reunir una enorme cantidad de oro en medio de la sala de la residencia, contra cuyas paredes se oían los golpes de las pedradas y de las flechas incendiarias de los indios enemigos. Luego, designó a unos oficiales para la Monarquía Hispana, para que hiciesen el recuento y apartasen todo el oro que correspondía a la tutela de Su Majestad Carlos I. Para llevar el oro, se cogió a siete caballos heridos y cojos, retirados de la lucha, a los que custodiarían 80 bravos tlaxcaltecas. Casi todo el oro estaba en lingotes y no fue posible cargarlo todo. En el edificio que abandonaron quedó harto más, pero ante todo, lo importante era el salvar la vida.





    Cortés, al ver tanto oro, exclamó : “ Se lo doy a los soldados que lo quieran tomar, porque va a quedar aquí abandonado. “. Y así, no pocos militares cargaron con cuanto oro pudieron. Bernal Díaz dejó escrito : “ Por mi parte, nunca tuve apetito de oro, sino más bien solicitud para salvar mi vida, la cual estaba en grave peligro, pero no dejé de poner en una cajita cuatro “ chalchihuitas “, o piedras muy apreciadas por los indios, que me coloqué dentro del pecho, entre la coraza. Tiempo más tarde, aquellas cuatro piedras preciosas me fueron de gran utilidad para cuidarme y poder comer con el precio que saqué dellas. “





    Fue poco antes de medianoche, en una noche muy tenebrosa, con niebla y llovizna. Los españoles habían realizado toda la maniobra en silencio y en perfecto orden, pero fueron descubiertos por centinelas que pusieron voz de alerta….: “ ¡ Tatelulco ! ¡ Tatelulco ! Salid pronto con las canoas. ¡ Los teules* escapan ! ¡ Detenedlos en los puentes ! “……







    * “ Teules “ era como denominaban los aztecas a los españoles, una especie de adjetivo divinizante, por así decirlo.







    Se entabló otro combate con no menos ferocidad. Muchos soldados habían pasado ya cuando una masa mexica se abalanzaba para arrebatarles el puente….” Como una desgracia nunca viene sola, dos caballos de los nuestros resbalaron y se espantaron “; expuso Bernal Díaz, el cronista natural de Medina del Campo….Los jinetes caían en la laguna, con numerosos soldados, la mayoría de los cuales no sabían nadar, cosa corriente en aquella época….Y de pronto, el improvisado y trabajado puente hundióse….Por todas partes resonaban alaridos de los moribundos, a los cuales no podía salvarle el oro que encima llevaban; invocando a la Virgen María y a Santiago Apóstol….Los que lograron escapar de las aguas y asirse a la tierra firme eran despedazados por la crueldad azteca.





    Bernal Díaz dice que vio pasar a Cortés y a su Capitanía que corrían para ponerse a salvo….Pese al furor atacante, los indios no aguardaban a pie firme a los españoles, que se abrían camino peleando como podían, pero cuando tropezaban sobre la calzada con un escuadrón de aztecas y se lanzaban cuerpo a cuerpo, los indios se arrojaban al agua…El mayor peligro venía de las canoas, de donde caía una verdadera lluvia de flechas y dardos sobre los hombres que peleaban en tierra firme. Los caballos constituían una inapreciable riqueza que no se debía perder, por lo que los preservaban a toda costa. En el país no los había y en la refriega, tan valiosos y nobles animales disminuían alarmantemente. La noche se sumía en tan grande oscuridad que no permitía usar las armas de fuego, por lo que la Infantería tuvo que recurrir a las cuchilladas…..





    Cortés, en sus misivas al César, dio unos detalles ciertamente instructivos acerca de la batalla callejera que tuvo lugar antes de la retirada. Los indios, según el Capitán extremeño, peleaban rabiosamente, pues conocían la ilimitada resistencia de los soldados españoles. También resulta interesante cómo Cortés pone de relieve el peligro de que otros indios de fuera de la capital pudieran sumarse poco a poco al movimiento de los indios de la propia ciudad. Cortés también describió que, antes de salir de la ciudad, los españoles construyeron tres torres de asalto para aproximarse mejor a las azoteas de las casas y desalojar de allí a los indios : “ Y los que iban dentro eran ballesteros y escopeteros, y los demás llevaban picos y azadones y varas de hierro para horadarles las casas y derrocar las albarradas que tenían puestas en las calles. “





    Ya referimos anteriormente la circense habilidad de Pedro de Alvarado para saltar a pies juntos sobre el brocal de un puente, y con ocasión de la retirada de las tropas españolas de la Ciudad de Méjico, pudo poner en práctica tal habilidad : Según cuentan Diaz de Solís y otros, que en realidad no lo vieron-ocularmente-“ Alvarado, apoyando la punta de su lanza en el fondo de la laguna, saltó a la garrocha por encima del puente hundido la enorme distancia que le separaba de la otra orilla, lo que fue una hazaña realmente extraordinaria. “ Sin embargo, Bernal Díaz del Castillo refirió que nadie le vio saltar aquella noche : “….porque en la triste puente en que dicen tuvo lugar el salto de Alvarado, ningún soldado, os lo aseguro, en aquella ocasión, se detuvo para ver si saltaba poco o mucho, pues bastante teníamos que hacer con mirar por salvar nuestras vidas, ya que los enemigos eran en gran número. No podíamos, pues, en esa coyuntura, ver ni razonar en materia de saltos. Y debió ser, que como él mismo se lo dijo a Cortés, agarrado a sus cajas, a los caballos y a los cuerpos muertos, Pedro de Alvarado franqueó el paso, pues aunque hubiese querido saltar con su lanza a la garrocha, el agua era muy profunda, y no hubiese podido hincarla en el fondo de manera de poder apoyarse. Además, la distancia era demasiado grande para poderla franquear por muy ágil que fuese. Sostengo, por tanto, que no pudo saltar sobre su lanza ni de otro modo, ya que cosa de un año más tarde, cuando volvimos a sitiar y tomar México, me encontré tantas y tantas veces batallando con los mexicanos en aquel lugar donde habían hecho bastiones y murallas secas, y que hoy se llama la “ Puente del Salto de Alvarado “, y muchos soldados opinan también sobre ello que no se halla ni razón ni agilidad de hombre para poderlo saltar. Dio esto porque algunos, sin haberlo visto nunca ni haber estado allí, se obstinan en sostener que la noche en que salimos huyendo, el Pedro de Alvarado saltó efectivamente aquel trecho de agua. Y a fin de que la cosa se vea claramente, el puente está allí aún, y el agua al mismo nivel de antes y tan profunda que una lanza no podría llegar al fondo. Y porque los lectores sepan que en México había un soldado que se decía Fulano de Ocampo, que fue de los que vinieron con Garay, hombre de mucha labia y que se preciaba de hacer libelos inflamatorios y otras cosas a manera de pasquines, y puso en ciertos libelos a muchos de nuestros capitanes en cosas feas, que no son de decir no siendo verdad, entre ellos, además de otras cosas que dijo de Pedro de Alvarado, dijo que había dejado morir a su compañero Juan Velázquez de León con más de doscientos soldados, y los de a caballo que le dejamos en retaguardia y se escapó él, y por escaparse dio aquel gran salto como suele decir el refrán : “ saltó y escapó con vida “….







    La comarca que circundaba la laguna de Mexitli era algo más segura, y los españoles lograron al fin refugiarse en Tacuba, aunque no fue fácil allí, pues los indios escondidos en los maizales remataban a los heridos que iban quedando atrás….





    Una vez en terruño tlaxcalteca, los supervivientes refugiáronse en un templo-fortaleza, donde podían albergarse muchos hombres y donde, después de la Conquista de Méjico, se erigió una iglesia dedicada a Nuestra Señora de los Remedios. Pero, los indios mejicanos estaban tan llenos de odio que se adentraron en la República de Tlaxcala para asaltar el sagrado templo católico….Por otra parte, la Hispanidad carecía de víveres y, los soldados de la expedición de Narváez, que habían asistido al Anáhuac sin estar fogueados, al ver los montones auríferos en la residencia perdieron la cabeza….Botello el Astrólogo también pereció en aquella retirada, así como los hijos de Moctezuma y otros prisioneros amerindios que los españoles llevaban.





    Lo cierto es que, la cortesiana retirada, tal como la describieron no sólo el vallisoletano Díaz del Castillo, sino también otros cronistas, coincidiendo todos en los detalles más importantes, fue una hazaña casi comparable a la de Aníbal el cartaginés al pasar por los Alpes….Según Bernal Díaz, después de cenar un caballo muerto, repartido en raciones entre varios centenares de hombres, y de dormir un par de horas en la mismísima cueva del lobo, los centinelas despertaron a la hueste con la noticia de que los indios aguardábanle a la salida del pueblo, en orden de combate, en incontable número, dispuestos a liquidar a todos los españoles. Entonces, Hernán Cortés repitió la orden que ya diera en el camino de ida, cuando tuvo que luchar contra los que ahora eran sus aliados los valentones tlaxcaltecas : “ ¡ Herid a matar ! Procurad pasar sea como sea, a visera calada, sin entretenerse en atacar; no herid más que lo justo para atravesar su muralla humana. Nos encomendamos a Dios y a Santa María, invocando el nombre de nuestro señor Santiago “.





    Sin detenerse más que unas pocas horas en Tezcuco, el diezmado ejército emprendió el camino de Tlaxcala, no sin que antes Cortés, como buen y servicial Jefe, hubiese procurado de curar de primer intento a los heridos, dirigiendo a todos una emocionante arenga, recordando a los que habían perecido luchando por la Gloria y animando a los supervivientes a continuar en la misionera empresa y a procurar que el pasado escarmiento sirviera para tornarlos más previsores y excitase en ellos un ánimo de una honrosa venganza.





    Al cuarto día de viaje desde la salida de Tezcuco, los exploradores tlaxcaltecas, que precedían a la armada propiamente dicha, enviaron uno de ellos al Capitán General para que advirtiera que en el Valle de Otumba, por donde debían de cruzar a fin de llegar a Tlaxcala, si querían evitar un largo rodeo por entre abruptas y peligrosas montañas, esperaba a los españoles un gran ejército azteca, “ más numeroso que las arenas de la playa y que las estrellas del firmamento “…..





    Tratando de solucionar el problemón, Cortés reunióse con su honorable Capitanía, Alvarado, Olid y Sandoval, y tal cuarteto determinó pasar adelante, confiando en la gloriosa victoria, pues se hallaban en campo abierto donde la escasa Caballería podría maniobrar con grata libertad, así como las bocas de fuego.





    Mandó Cortés que se detuviese un fuerte destacamento tlaxcalteca, al que confió los bagajes e impedimenta, y él adelantóse con sus 440 Leones de España ( Así llamaba el Emperador Carlos I a sus hispanos soldados ), a los que arengó con su habitual entusiasmo, y mostrándole la ocasión de honrar a los caídos por Dios y por la Patria.





    Muy pronto llegó la íbera tropa a la entrada del valle, donde esperaba a su paso una inmensísima multitud de mexicas, que creían poder aplastar al reducido ejército de hombres blancos, que a su juicio, debían estar desorganizados, desmoralizados y maltrechos. Los historiadores hablan de la presencia de unos 200.000 indios mejicanos….





    El choque fue crudísimo, y los españoles, aguijoneados por el deseo de venganza, realizaron prodigios de valor y de coraje, como siempre fue costumbre. Las espadas y las lanzas de aquellos veteranos brazos de la Hispanidad sembraban la muerte entre los aztecas, que esperaban hallar muy poca resistencia….Y fueron a por lana y salieron bien esquiladitos….La vanguardia del ejército amerindio de Méjico se vio muy pronto forzada a replegarse ante el total desconcierto, cayendo sobre el grueso del ejército que avanzaba en masa para acabar la supuesta derrota de los españoles. Mezclados los indios que avanzaban contra los que huían, formaron una confusión terrible, un enorme montón donde nadie entendíase, estrujándose unos a otros e imposibilitando el uso de su armamento. En el centro de aquella barahunda, sin cesar hostigada por las repetidas descargas de los cortesianos arcabuceros, aparecía un grupo de indios que se distinguía de los demás por la asombrosa riqueza de sus atavíos, la brillantez de los plumajes que adornaban sus fieras cabezas y el aire de mando y superioridad que les caracterizaba….Rodeaban a uno, que tal vez era el jefe superior de los aztecas, y que empuñaba un estandarte adornado de plumas y borados, insignia del ejército por la cual los indios mostraban una curiosa veneración.





    Cortés sabía por referencias que adquirió en sus anteriores campañas que los aztecas cifraban todo el éxito de sus batallas en la conservación o la pérdida de su insigne estandarte, por lo que, reuniendo a su pequeña tropa de Caballeros, les señaló con la punta de su espada aquel objeto como presa y trofeo a ser tomado. Poniendo, pues, espuelas a los enardecidos corceles, hendieron el compacto muro de carne india que se oponía a su paso y que se deshacía ante los caballos como se deshace la nieve al sol, y llegando al grupo de los indios distinguidos, repartiendo mandobles y tajos a porfía, llegó Cortés a apoderarse del estandarte, tras atravesar de una certera estocada el pecho desnudo del azteca que lo tenía en pie. Y esto fue el detonante de la luenga fuga de aquellos asiático-polinesios, a quienes acuchillaron sin piedad los Hijos de Las Españas, en su tremenda persecución, muriendo asimismo una gran parte a manos de los tlaxcaltecas, que deseaban vengar la muerte de su estirpe en la desastrosa Noche Triste.





    La Batalla de Otumba, que tuvo lugar un 7 de Julio del año de 1520 de la Era de Nuestro Señor Jesucristo, fue la más sangrienta de aquella heroica Conquista. Aún muchos años más tarde, removiendo los terrenos anexos al valle donde libróse la pelea, se encontraron cráneos y osamentas que procedían de aquel hispano triunfo.





    El propio Cortés, que siempre mostró su Fe en la Divina Providencia ( Como es tan bien perceptible ), expuso :



    “…..Y así caminando, siguiéndonos todavía los Indios en harta cantidad, los cuales pelearon con nosotros tan reciamente, que hirieron quatro o cinco españoles, y otros tantos caballos : y nos mataron un caballo, que aunque Dios sabe quánta falta nos hizo, y quánta pena recibimos, con habérnoles muerto, porque no teníamos, después de Dios, otra seguridad, sino la de los Caballos, nos consoló su carne, porque la comimos, sin dejar cuero, ni otra cosa de él según la necesidad que traíamos : porque después que de la gran ciudad salimos ninguna otra cosa comimos, sino maíz tostado, y cocido : y esto no todas vezes, ni abasto, y yervas, que cogíamos de el campo. E viendo que de cada día sobrevenía más gente y más recia, y nosotros íbamos enflaqueciendo, hice aquella noche que los heridos, y dolientes, que llevábamos a las ancas de los caballos, y a cuestas, hiciesen maletas, y otras maneras de ayudas como se pudiesen sostener, y andar, porque los caballos y españoles sanos estuviesen libres para pelear. Y pareció que el Espíritu Santo me alumbró con este aviso, según lo que al día siguiente sucedió; que habiendo partido en la mañana siguiente del aposento y siendo apartados legua y media de él, yendo por el camino, salieron mucha cantidad de indios, y tanta que por la delantera, lados ni rezaga, ninguna cosa de los campos que se podían ver había de ellos vacía. Los quales pelearon con nosotros tan fuertemente por todas partes que casi no nos conocíamos unos a otros, tan juntos, y envueltos andaban con nosotros. Y cierto creímos ser aquel el último de nuestros días, según el mucho poder de los indios, y la poca resistencia que en nosotros hallaban por ir como íbamos muy cansados, y casi todos heridos, y desmayados de hambre. Pero quiso nuestro Señor mostrar su gran poder y misericordia con nosotros; que con toda nuestra flaqueza quebrantamos su orgullo y muchas personas muy principales y señaladas; porque eran tantos que los unos a los otros se estorbaban, que no podían pelear ni huir. E con este trabajo fuimos mucha parte del día, hasta que quiso Dios, que murió una persona de ellos, que debía ser tan principal que con su muerte cesó la guerra…..”





    La Batalla de Otumba marcó un importante hito. Sin embargo, era imposible pensar por el momento en volver a ocupar Méjico. Cortés contó los hombres que quedábanle : 440 españoles, con 20 caballos, 12 ballesteros y 7 escopeteros. Y aquel valioso puñado de militares, con el apoyo de sus aliados y vengadores tlaxcaltecas ( Que anteriormente fueron derrotados por la furia española; cosa que a muchos “ historiadores “ del sistema no les gusta recordar, atribuyendo sólo el mérito de la Conquista a ellos ) consiguió conquistar un inmenso territorio.





    Acto seguido, bajo la dirección de Hernán Cortés, se empezó una sistemática Conquista de las orillas de la laguna de Mexitli, apoyados por los tlaxcaltecas, que ya se consideraban vasallos de Carlos I.





    Una vez en Tlaxcala, los españoles fueron bien recibidos y curados los heridos. Luego, Hernán Cortés, regresó a las tierras de la laguna como si llevara consigo legiones de hombres. Cierto es que Cortés recibió algún refuerzo, pero más cierto es que su tropa era bien reducida, a priori, para tan tamaña empresa.





    Las nuevas operaciones comenzaron con una embajada del jefe mexica Cuitlahuac, que solicitaba alianza con los tlaxcaltecas….Ya era tarde. Los días del tiránico poder azteca estaban contados….





    La campaña cortesiana fue metódica, sistemática, prudente. Maduraba en el ejercicio militar, ya eran muchas campañas en el pasado contra los indios del país.







    Por aquellos días, Cortés recibió un cargamento de material que traía de la Piel de Toro Juan de Burgos. De repente, hubo una epidemia de viruela, enfermedad casi siempre mortal en aquel tiempo, y se le achacó a un negro que traía Pánfilo de Narváez….El jefe de la resistencia azteca, el famoso Cuitlahuac, murió a causa de la misma ( Le sucedió el caudillo Cuauhtemoc, sobrino de Moctezuma )





    Fue entonces cuando Hernán Cortés juzgó llegado el momento propicio para desencadenar un segundo ataque contra la mítica Tenochtitlán, de acuerdo con un plan bien meditado.





    Así, los españoles construyeron 13 bergantines. Cortés, por su parte, contaba ya con 550 Infantes, 80 ballesteros y escopeteros, y 9 piezas de artillería pesada. Y las operaciones empezaron preparando una base en el valle, como preludio del asalto a la laguna. En el Valle de Méjico tenían un aliado : El Príncipe Ixtilxochitl, que el 31 de Diciembre facilitó la entrada de los españoles en la ciudad de Tezcuco ( O Texcoco )





    Sin tener en cuenta ciertos turbios manejos a cargo de Diego Velázquez, que pretendía indisponer a Carlos I de Las Españas con el Caudillo de Medellín, hasta el punto de enviar a un tal Pedro Barba a la mejicana región para apoderarse del brillante Conquistador en nombre del Rey, intento que fracasó como el anterior de Narváez, había llegado el instante de pasar a la acción decisiva para apoderarse ya de manera definitiva de la indómita Tenochtitlán.





    Bernal Díaz nos refiere lo siguiente :



    “ Cortés dio a Pedro de Alvarado el mando de ciento cincuenta españoles, soldados de espada y rodela, y algunos lanceros. Iban en esta unidad, Jorge de Alvarado, hermano de Pedro, Gutierre de Badajoz y Andrés de Montaraz. Los tlascaltecas auxiliares eran ocho mil. Eran éstos los que debían adueñarse de la ciudad de Tacuba.



    Cristóbal de Olid mandaba ciento setenta españoles, con el correspondiente acompañamiento de tlascaltecas, y Sandoval llevaba un efectivo semejante “.





    Era el 11 de Mayo del año de 1521. Todo estaba ya a punto para una gran ofensiva sobre la laguna. De pronto, Hernán Cortés recibió la noticia de que Chicotenga el Joven, harto ambicioso, había aprovechado la ausencia de los principales soldados de Tlaxcala para hacerse con el gobierno…Una guerra civil entonces significaría una total puñalada trapera para la Armada Hispánica….Con ello, podría haber peligrado la definitiva ofensiva sobre Méjico….Pero Cortés no se arredró. Fiel a su característico temple, envió a cuatro alguaciles para que detuvieran a Chicotenga ( Que vendría a ser algo así como un “ señor feudal “ ), el cual tenía bajo su mando a miles de guerreros, y los alguaciles lograron detener a aquel jefe y proceder a su inmediato ahorcamiento. Y otra vez volvióse a la lucha callejera, como en la Noche Triste….Pero ahora, con ventaja para la Hispanidad, gracias al poderío de sus veleros bergantines. En esta ocasión, Cortés fue herido en una pierna…..





    Díaz del Castillo nos refirió lo siguiente :



    “ Viendo Cortés que no podíamos cegar los pozos de agua que conquistábamos a cada instante, porque por la noche los mexicanos los volvían a excavar y levantaban barricadas más fuertes, heridos como estábamos, decidió reunir consejo de capitanes.



    Propuso si sería conveniente penetrar por un golpe de mano en la ciudad hasta la plaza de Tatelulco, que es la mayor de todas, y una vez allí podríamos instalar fácilmente nuestros tres campamentos sin tanto riesgo de una retirada por los puentes.



    Algunos hombres opinaban que sería más arriesgado plantarse en el corazón de la ciudad. Podríamos convertirnos de sitiadores en sitiados si penetrábamos mientras los indios tendrían en sus manos la tierra y el espacio de la laguna.



    Cuando Cortés hubo pesado todos los pros y los contras, fue de parecer que penetrásemos hasta la plaza de Tatelulco, mientras los tlascaltecas y demás aliados acudirían con sus canoas en socorro de nuestros bergantines. Así, una mañana, después de oír misa, encomendándonos a Dios, salimos de nuestro campamento con el capitán Pedro de Alvarado y Cortés, como Gonzalo de Sandoval y los demás salió el suyo. Nos costó mucha sangre y muchos heridos pasar por los puentes, tanto de los nuestros como de los tlascaltecas.



    Hernán Cortés y los que con él iban ganaron un foso de agua muy profunda sobre el que pasaba una calzada muy estrecha y pequeña, que, por industria y cautela, los mexicanos así la habían construido, planeando ya lo que hizo en efecto Cortés.



    Este, sintiéndose victorioso, y todos sus capitanes y soldados sobre la calzada cubierta por nuestros aliados, avanzaba, siguiendo a los enemigos, los cuales, haciendo semejanza de huir, no dejaban de arrojarnos piedras, dardos y flechas, haciendo breves altos, como si quisieran resistir y no pudieran, de modo que convencieron a Cortés de que les pisara los talones, y viéndole acercarse fingían huir ante él. Pero he aquí que la adversa fortuna, haciendo girar su rueda, hace que a mayores dichas sucedan tristezas mayores.



    He aquí, pues, que nuestro Cortés andaba en pos del enemigo, y por descuido, y porque Nuestro Señor Jesucristo lo permitió, él y sus capitanes y soldados no pensaron en rellenar el foso sobre el que pasaban….



    Cuando los mexicanos les vieron franquear aquel paso sin cegarlo, pues ellos no deseaban otra cosa, y había con este fin apostado muchos escuadrones de guerreros, apoyados por jefes valientes, y en la laguna muchas canoas en un lugar que nuestros bergantines no les podían hacer daño en ningún modo, merced a las grandes estacadas que habían plantado en el barro del fondo.



    Cortés, cogido en la trampa, se volvieron todos contra él, con gran estruendo y tan recia furia de escuadrones, que los nuestros, no pudiendo sostener el impetuoso vigor de su choque, decidieron ponerse en retirada, todas las enseñas y compañías en buen orden.



    Pero el enemigo atacaba con tal furia hasta aquel mal paso, que los españoles se desordenaron de tal suerte que casi no ofrecían resistencia. Viéndolos en derrota, nuestro capitán Cortés trató de reconfortarlos, gritando :



    “ ¡ Teneos, teneos señores ! ¿ Qué es esto ? ¿ Volveréis así las espaldas ? “



    Pero no pudo pararlos y los mexicanos, ayudados por las canoas, les derrotaron, le hirieron en una pierna, le tomaron vivos sesenta y tantos soldados y le mataron seis caballos y mulos.



    Seis o siete jefes mexicanos le habían agarrado ya y Nuestro Señor le dio fuerzas para defenderse y librarse dellos, pues llegó en el acto un valiente soldado llamado Cristóbal de Olea, natural de Castilla la Vieja, que luchó por libertarle denodadamente y mató a estocadas a cuatro jefes de los que tenían a Cortés agarrado. Le ayudó otro valiente soldado llamado Lerma. Para defenderle, Olea perdió la vista y Lerma estuvo a punto de muerte. En aquel momento llegaron otros que, aunque heridos, se apoderaron del capitán general y se lo llevaron a salvo. Lo sacaron del agua y le dieron un caballo, con el que pudo salir de allí.



    En esto nosotros, que nada sabíamos, vimos llegar un nutrido grupo de indios que nos gritaron :



    - ¡ Malinche, Sandoval, a todos los hemos muerto ! ¡ He aquí sus cabezas ! “



    Y arrojaron a nuestros pies cinco cabezas cortadas de españoles. Y nos querían poner la mano encima, con tanta audacia, que ni tajos, estocadas ni tiros de ballesta les contenían.



    A pesar de todo, no perdimos un punto nuestro orden de retirada. Los tlascaltecas, oyendo decir que había muerto Cortés, sintieron gran miedo y se oía tocar el tambor del Gran Templo, con sonido tan triste y diabólico, que se oía a dos o tres leguas. Estaban en esta sazón ofreciendo a sus ídolos diez corazones y la sangre de nuestros compañeros.



    Y en esto, Guatemuz ( Cuauhtemoc ) hizo tocar una trompeta, que nos horadaba los oídos, y era para mandar a sus jefes que nos atacasen con el afán de acabar con nosotros o morir en el empeño.



    ¿ Qué os diré ? Aún después de tantos años me parece que lo estoy viendo y oyendo; y fue sólo Dios quien nos salvó, porque estábamos todos heridos. Sin El, no hubiésemos podido llegar a nuestros campamentos y le doy muchas gracias y alabanzas porque me permitió escapar esta vez y otras muchas del poder de los mexicanos.



    Los rechazamos de nuestras barracas gracias a dos cañones, y el artillero era un hidalgo que hoy vive en la Puebla, llamado Pedro Moreno ( Hay constancia de varios Moreno en la Conquista de Méjico; donde ganaron su solar ) de Medrano, el cual, además de haber sido siempre bravo soldado, nos fue en este día de grandísimo socorro.



    En esta situación, bien acongojados y heridos, no sabíamos nada de Cortés ni de Sandoval ni de sus tropas, oyendo decir a los mexicanos que los habían muerto, por lo cual estábamos todos en grande tormento.



    En cuanto a nuestros bergantines, habían tomado ya uno los indios, matando a tres soldados y herido a su capitán, cuando fue socorrido por otro bergantín que mandaba Juan Jaramillo, y en otro lugar habían hundido uno cuyo capitán, que vive hoy en La Puebla, llamado Juan de Limpias Carvajal, se volvió sordo de furia en esta ocasión, y de su persona batalló tan gallardamente y animó de tal modo a los soldados remeros, que rompiendo las estacadas, salieron del atolladero, todos bien heridos, salvando así su bergantín, que fue el primero que rompió las estacas.



    Entre tanto, Cortés resistía, como nosotros, ataques de los indios hasta su propio campo y mandó mensaje para que supiésemos que vivía. Los indios también decían, arrojando cabezas cortadas, que habían muerto a Pedro de Alvarado. El mismo fue de un campo a otro, y por el camino, bien se vio asendereado de piedras y dardos, porque el Guatemuz tenía hombres apostados para impedir que los españoles se comunicasen de un campo a otro. “





    Hubo una segunda parte del ataque, durante el cual, los tlascaltecas desertaron, a causa de una profecía de su dios Huitzilopochtli, profecía que fracasó, pues Cortés y los suyos lograron dominar a los aztecas, por los cual los hijos de Tlaxcala volvieron a unirse a Cortés, y cuando todavía faltaban algunos reductos por conquistar, la llegada de los refuerzos de estos amerindios auxiliares ayudó en la conquista de la Gran Tenochtitlán. Cortés se consideraba ya dueño de Méjico, la futura Nueva España, sustituyendo al tiránico poder de Moctezuma y su casta.







    Cortés, que ya se mostraba impaciente por la prolongación de la dura resistencia india, ordenó a Gonzalo de Sandoval que fuese a la ciudad a dar un golpe de mano para apoderarse de Cuauhtemoc. Bernal Díaz comparó esta aventura con la captura de Yugurta por el republicano romano Sila, enemigo de Julio César y de Mario, cuando aquél estaba refugiado en casa de su suegro, el Rey Boco de la Mauritania….Aquella captura debió de parecerle a los españoles sencillo asunto, toda vez que Cortés le ordenó a Sandoval que procurase no matar a ningún indio, salvo “ en caso de guerra “.





    Cuauhtemoc residía cerca de la laguna, para poder huir en caso de necesidad. Sandoval se acercó hacia allá con una escuadra de bergantines. El “ Guatemuz “ tenía, por su parte, dispuestas 50 grandiosas canoas y cuando oyó aproximarse a los hispanos se embarcó con su gente en ellas, llevándose consigo grandes tesoros. El encargado de su persecución fue García Holguín, cuyo bergantín era harto ligero, pero con la orden de que si alcanzaba al guerrero amerindio le respetase la vida.





    Cuando los de García Holguín acercáronse, hicieron seña de detenerse a la canoa de Cuauhtemoc, pero ellos intentaron seguir huyendo. Entonces, García Holguín mandó apurar a los ballesteros que llevaba, y Cuauhtemoc tuvo miedo y se dio a conocer : “ ¡ Soy el rey de México ! Te ruego que no toques a mi mujer ni a mis hijos ni a nada de lo que llevo aquí. Llévame a Malinche “. Holguín recibió con deferencia al caudillo rendido, abrazándole, e hízole entrar en su velero, junto con su esposa, a los que donaron algunas provisiones. Nadie tocó las canoas que transportaban a los demás fugitivos y sus tesoros. La honorable obediencia siguió caracterizano a la Hispanidad.





    En cuanto “ el Guatemuz “ llegó ante Cortés, éste también abrazóle y le recibió con honores de rey, en un estrado adornado con mantas que desprendían vistosidad cromatística. Cuauhtemoc mostró un gran valor, sin amilanarse en absoluto, y espetóle a Cortés : “ Señor Malinche, hice cuanto estaba en mis manos por defender mi ciudad y mis súbditos. Ya no puedo hacer más, y puesto que comparezco ante ti como vencido, mejor será que saques el puñal que llevas al cinto y me mates aquí mismo “. Acto seguido, Cuauhtemoc comenzó a sollozar con el resto de su séquito….El Conquistador de la Nueva España le contestó, por mediación de Doña Marina, que era honroso que hubiese defendido su ciudad y que esto le hacía merecedor de aprecio y respeto cuanto menos. La captura del “ Guatemuz “ tuvo lugar el 13 de Agosto del 1521. Aquella noche fue para Hernán Cortés la primera en la que pudo realmente obtener descanso después de 93 jornadas de continuo sobresalto guerrero.





    Según Bernal Díaz, Méjico ofrecía un desolador aspecto después de la campaña :



    “ Cuando la ciudad estuvo desembarazada de habitantes, Cortés hizo quitar los cadáveres. En el asedio, aquellos cuitados habían vivido de hierbas y hasta de cortezas de árbol, sin más bebida que agua salada “.





    Bernal Díaz también refirió que pasó muchos días con un hostil atosigamiento por el horror de lo visto y vivido ( Sacrificios humanos presenciados, por ejemplo……); y que su salud mental se vio gravemente afectada ( Lo cual es lógico ). Por su parte, Cortés había perdido a muchos y buenos camaradas y, había tenido por fuerza que endurecer su carácter. Se vio obligado a destruir aquella bellísima urbe que un día había soñado conquistar pero pensando más en la política labor…..El caso es que nunca se derrumbó, que siempre siguió en la brecha…..





    Cortés no cayó en el total desánimo ante la vista de la ciudad derrocada; su sed de acción animaba a su portentoso espíritu. Su primer cuidado radicó en la reconstrucción. Dio instrucciones al “ Guatemocín “ para que hiciese reparar todo lo dañado y a continuación ordenó que los habitantes supervivientes retornasen a sus moradas, reservando ciertas zonas para la Hispanidad. Entonces se planteó la construcción de la nueva capital y todos estuvieron de acuerdo de que había de ser en el emplazamiento de la mismísima Tenochtitlán por su anciano prestigio. Así se hizo, aunque quizás el emplazamiento, como se vio por la historia posterior ( Inundaciones, terremotos, etc. ) no fuese el más adecuado posible….





    Pocos meses después Cortés escribía al Emperador de la Hispanidad :



    “ La dicha ciudad de Tenochtitlán se va reparando; está muy hermosa; y crea Vuestra Majestad que cada día se irá ennobleciendo en tal manera que, como antes fue principal y señora de todas estas provincias que lo será también de aquí en adelante “.





    Esta dedicación distrájole del recuerdo de que pronto había que pensar en la distribución del botín de la Conquista, motivo siempre de punzantes querellas….El “ Guatemocín “ quejóse de que los españoles se propasaban con las mujeres de su raza; Cortés le dio licencia para averiguar lo que había de cierto y el caudillo de los aztecas se encontró que de las mujeres tomadas por los Conquistadores tan sólo 3 deseaban volver con su pueblo….





    Contó Bernal Díaz del Castillo que el Conquistador Metilense quiso festejar su victoria con los soldados y que-cosa conocida y frecuente-éstos bebieron más de la cuenta y empezaron a solicitar el oro a manos llenas, que aún no había llegado…..No solamente era comprensible la ambición de aquellos castigados soldados de nuestro Imperio, sino el Tesorero Real, Alderete, apremiaba a Cortés para que enviara el Quinto Real estipulado. Cortés ordenó a Cuauhtemoc que le trajeran todo el botín que los españoles habían perdido en la Noche Triste y éste sólo pudo reunir lo equivalente a una parte. Cortés ordenó fundir los objetos reunidos y tras la obtención del codiciado metal separó el Quinto para la Corona y el Quinto para sí…Desatándose entonces los mayores y quejosos murmullos….De las de sus militares no hizo el menor caso, pero la presión de Alderete fue tal que cedió a ella, consintiendo en dar tormento a Cuauhtemoc para que confesara la supuesta ocultación de la mayor parte del oro. El “ Guatemocín “ tuvo que aportar, pues, algunas indicaciones que permitieron el descubrimiento de algunas piezas de sumo valor y en particular de un disco de oro, sol o calendario, la verdadera “ piedra de Rosetta “ mejicana. Cortés dejó por zanjado el asunto y ordenó la detención del suplicio. Teóricamente, Alderete era el verdadero representante de la Autoridad Real.







    El Conquistador de la Nueva España redactó, antes de que se promulgaran las Leyes de Indias, unos reglamentos harto prudentes, que eran en realidad característicos de Ordenanzas Militares : Así, obligó a los nuevos encomenderos a cuidar de la educación de los indios; en las poblaciones debíase reunir a los hijos de los amerindios de alta alcurnia, a fin de enseñarles la Doctrina y ponerlos en contacto con los Misioneros de la Cristiandad. Nada pasó inadvertido a sus ojos de águila, a su mente de buen legislador, a su Fe en Dios y en la Misión de su Patria. Incluso se ocupó de las técnicas agrícolas a desarrollar y de la reproducción y aclimatación de las especies animales.





    Pereyra ha dicho :



    “ El reglamento de posadas y aranceles para el pago de alojamientos son un tesoro de datos. Se ve lo que valen las vacas, los carneros, los cerdos y las gallinas, los pavos y los huevos “.







    Según Bernal Díaz :





    “ Cristóbal de Olid poseía una extremada bravura, tanto a pie como a caballo, valeroso varón, pero más hecho para ser mandado que para mandar.



    Tenía treinta y seis años y era natural de los aledaños de Baeza o de Linares, o sea, jienense, seguramente. Era alto y hermoso de cuerpo, membrudo y ancho de espaldas, de pelo rubicundo y gentil.



    Al comienzo, en México, era gran servidor de Cortés, pero la ambición de mandar y de no ser mandado le cegó, y también los malos consejeros. Además, habiendo sido criado cuando era mozo en la casa de Diego de Velázquez, sirviéndole de lengua en Cuba, aunque fuese más de los de Cortés que de Velázquez, a éste le estaba agradecido por el pan que había comido a su mesa.



    Así, pues, terminado el negocio con Diego Velázquez, muchos habitantes de la isla de Cuba y sobre todo aquellos que le habían aconsejado alzarse, partieron en compañía de Cristóbal de Olid. Y no teniendo nada que hacer en esta isla, habiendo embarcado las provisiones en sus navíos, mandó izar velas a toda su armada y, por un viento favorable, fue a desembarcar en una pequeña bahía a unas quince leguas del puerto de Caballos “.







    Cristóbal de Olid, pues, adueñóse de parte de la nueva tierra explorada. Cuando lo supo Cortés, envió un emisario, Francisco de las Casas, a someterle, pero, al poco tiempo, temiendo que se le reprochase su inacción, Cortés, viendo que había que volver a pelear, se puso en marcha con su armada.





    En este caso, Hernán Cortés volvió a pasar nuevas penalidades, esta vez en la campaña contra Olid….Que fue de tamaño considerable. Además, para colmo de males, tenía un brazo fracturado….Y pese a todo, se puso en marcha. Seguro de la victoria, hízose acompañar de un séquito que el historiador Pereyra comparó al de un Príncipe : Bufones, camareros, vajillas de oro y de plata, y una piara enorme de cerdos. Respecto a la tropa, además de españoles, llevaba unos 5.000 indios americanos. Como iba a estar ausente un tiempo indeterminado, encomendó el Gobierno de la Nueva España al tesorero Don Alonso de Estrada, al contador Rodrigo de Albornoz y al licenciado-abogado-Alonso Suazo.





    Según Pereyra :



    “ aquella campaña ofreció unas dificultades de marcha muy superiores a las de otros conquistadores españoles : ni Almagro en su exploración del desierto de Atacama, ni Pizarro en el Perú, ni Quesada en Colombia, tropezaron con tantos obstáculos. Era asombrosa la vitalidad de aquel hombre “.





    Primeramente tropezaron con un dédalo de ríos tropicales, que a cada instante cambiaban de cauce, debido a las intensas lluvias, entre espesísimas selvas, que debían ir talando a medida que se prolongaba el avance.





    Uno de los acompañantes, que no quiso desprenderse de las monedas de oro y otros tesoros que llevaba, lo perdió todo en un río y no pudo recuperarlas por estar infestadas las aguas de peligrosos caimanes. Y así cruzaron, casi siempre con agua hasta la cintura o improvisando barcas, los ríos Mazcalapa, Grijalba y Usumacinta.





    Llevaban asimismo a la intérprete Doña Marina que, como se dijo, después de haber sido la amante inseparable del Caudillo de la Extremadura del Sur, éste la había cedido a Juan Jaramillo, ayudante suyo. Y durante la marcha sucedió una historia sentimental. Doña Marina encontró entre los indios de la comarca que cruzaban a su madre, que la había vendido a unas tribus indias ( Como ya referimos ), de donde había ido a parar a Zempoala en primera instancia y a posteriori a la Hispanidad, y a los brazos del Conquistador…Y ahora a los de Jaramillo. Doña Marina perdonó a su madre.





    Hay una especie de aura legendaria que dice que Doña Marina fue siempre fiel a Cortés; el caso es que ella contrajo una cruenta enfermedad-Podría ser tuberculosis-; no obstante, nada se ha podido demostrar al respecto.





    Por fin, terminó la rebelión de Olid con un cortesiano triunfo, habiendo sido mucho más difícil la marcha a través del territorio que la misma pelea con el guerrero del Reino Jiennense.







    El caso es que, ya considerado un prohombre de la Patria por la Causa de Dios, se supo que Cortés debía ser residenciado; esto es, examinado por un juez que llegaba de la Vieja Hispania por orden del Consejo de Indias para averiguar si el Conquistador había obrado siempre debidamente en su Gobierno….¡¡ Cuán distintas eran estas férreas leyes del modelo anglosajón o del franchute !!





    Los Reinos Forales de Las Españas se sentían profundamente agradecidos y admirados por tan gloriosa Conquista; pero era preciso pedir cuentas. Así, Cortés recibió la noticia de la llegada del juez a finales de Junio del 1523.





    El juez se apellidaba Estrada y era capaz de cometer injusticias como cualquier hijo de vecino. Y cuando se vio en funciones de residenciador quiso emplear mano dura. Por lo tanto, con harta injusticia, desterró al Caudillo Novohispano de Tenochtitlán, pero Cortés le dio una respuesta muy acorde a su temple y a la herida recibida en su orgullo : Iría hasta la mismísima España a exigir la justicia que correspondíale.





    Cortés, pues, se presentó en la Península Ibérica, deslumbrando en su asombrosa llegada. Era el primer indiano que traía maravillas bien tangibles, y el pueblo español se sentía muy orgulloso e identificado con su empresa.





    Como estaba viudo y aún no era ni mucho menos anciano, casóse con Doña Juana de Zúñiga, sobrina del Duque de Béjar e hija del Conde de Aguilar ( Abolengos nobles de León y de Castilla )





    Mientras tanto, el Consejo de Indias tardó un par de años en estudiar del todo la gestión cortesiana. El César Románico-Germano Carlos I concedióle el Marquesado del Valle de Oaxaca ( Algo muy poco común esta concesión de alta nobleza; pero el mérito lo requería, y nuestra Monarquía Tradicional siempre mantuvo su fidelidad hacia la aristocracia guerrera de verdad ); amén del rango de Caballero de la Orden de Santiago y Capitán General Adelantado del Mar del Sur….Y pasados aquellos dos años, ya en el 1530, Cortés regresó a la Nueva España, donde fue recibido con todos los honores que se merecía y donde pasó una década más, hasta cumplir las 55 primaveras. En su palacio de Cuernavaca se dedicó con preferencia a la agricultura y la ganadería, actividades muy arraigadas en su Extremadura natal. No ejerció cargo político alguno, pese a que seguía teniendo gran influencia en todos los asuntos, como es lógico. Patrocinó exploraciones e hizo construir navíos en Acapulco, haciendo asimismo explorar la costa occidental mejicana.





    Ya había comenzado la Virreinal Era, y en tiempos de Cortés, fue el Virrey Don Antonio de Mendoza ( Apellido de noble abolengo castellano ) quien invitó a menudo a su mesa al Gran Conquistador. También invitado por éste, Cortés tomó parte en un torneo en el año de 1538.







    Fue en el 1540 cuando Hernán Cortés regresó a España, dejando en Méjico a su esposa, Doña Juana, de la que había tenido ya un par de vástagos ; Martín y Luis; y viviendo también con ellos el hijo de Doña Marina, también llamado Martín.





    Cortés, al igual que Cristóbal Colón, en sus exploraciones había perdido mucho dinero, por lo que tuvo la necesidad de recurrir a su Emperador Carlos de Habsburgo; que se encontraba a la sazón en Argel, luchando contra el islam, acaudillando el ideal del Gran Oranesado Hispano y, por ende, cristiano, que al final no se pudo culminar por desgracia….Con este fin alistóse a la expedición, aunque lo cierto es que, pese a todo, parece ser que Cortés no murió en la pobreza.





    De su vida dejaba varios hijos entre legítimos y naturales : Un hijo y tres hijas de su matrimonio con Doña Juana; Don Martín, habido con Doña Marina, que le sucedió en el Marquesado; hubo cuatro hijos naturales más : Catalina Pizarro, tenida con una cubana de amerindio linaje; Leonor y María, de dos indias mejicanas; y otra Leonor, de otra india.





    El Rey de Las Españas, Carlos I, llevaba a sus espaldas cada vez un fardo más pesado de preocupaciones en el Viejo Continente, en el mando del Sacro Imperio. Guerras muy costosas. En Noviembre de aquel mismo año, en contra de la opinión de la mayoría de sus españoles consejeros, Carlos dirigióse a Flandes, atravesando Francia y confiando en la palabra dada por Francisco I…..Dejó en España como Regente al Cardenal Arzobispo de Toledo, a la sazón Don Juan Tabera. Los asuntos de las Indias Occidentales seguían en mano del Cardenal Loaisa. Así, estos hombres fueron a los que Cortés hubo de exponer sus problemas y pleitos cuando llegó a España por segunda y definitiva vez en el año de 1540.





    En España se recibió con honorable consideración al Conquistador de Tenochtitlán y Tlaxcala. El propio Bernal Díaz-quien también se hallaba en la Piel de Toro-cuenta que cuando los representantes de la Corona se enteraron de que Cortés llegaba a los Madriles enviaron representantes para recibirle, ofreciéndole como residencia la casa del Comendador Don Juan de Castilla. Y también salían a recibirle cada vez que se presentaba ante el Consejo. Hernán Cortés, entonces, exponía una y otra vez su causa : La fortuna gastada al servicio de la Monarquía Hispánica; los vasallos prometidos y que nunca habían sido mandados; los ataques criminalescos de Nuño de Guzmán a sus propietarios y privilegios; etc. ….. Pero los representantes del Consejo preferían esperar al regreso del Emperador Carlos de Gante antes de pronunciarse sobre la cortesiana casuística.





    Mientras tanto, el Emperador había logrado sofocar la rebelión en Gante ( Muy relacionada con los terribles focos de herejía antirromana ), e intentaba reducir a la obediencia a los protestantes de Ratisbona, y durante el verano del 1541, cruzó los Alpes para dirigirse a la Italia con 12.000 alemanes y 1.000 caballos, completamente decidido a tomar Argel por asalto a fin de destruir aquel nido de piratas y criminales varios de cosmovisión mahometana. Después de una corta entrevista con el Papa, Carlos I se hallaba dispuesto para el embarque. Tenía en el puerto 35 galeras, que mandó con sus soldados italianos y germanos a Mallorca, donde allí se unió con 150 navíos, 6.000 españoles y 400 caballos. Mandaba la flota el itálico Andrea Doria; todo un ejemplo de brillantez militar. Entonces, vino de España otra armada, en la cual figuraban los nombres más ilustres del país. Y entre ellos, el propio Hernán Cortés, el flamante Marqués del Valle de Oaxaca….El 23 de Octubre del 1541, frente a Argel, el Emperador de Borgoñona Nobleza dio orden de que desembarcasen las tropas españolas ( A las que solía entusiasmar al grito de : “ ¡ Adelante mis Leones de España ! “; como ya hemos referido ) con víveres para tres días. Carlos I envió un mensaje al renegado Azán Aga, recordándole que era hijo de padres cristianos ( Y también es de recibo recordar que el Magreb se encontraba aíno de muladíes de sangre hispana, rencorosos ante la Victoria de la Cristiandad y que refundaron ciudades moras y se prestaban a todos los servicios con la Gran Turquía ) e instándole que rindiese Argel al Imperio de la Catolicidad, prometiéndole honores para él y libertad para sus súbditos. Y Azán Aga se negó…De esta forma inicióse el asedio. Mas una desastrosa tormenta hizo que se perdieran numerosas naves y muchas y valiosas vidas. Uno de los barcos que perdió fue el de Cortés, aunque él pudo salvar la vida ( No obstante, en peores plazas había tenido que torear….)





    Y Cortés regresó a la Península Hispana, en donde siguió viviendo hasta su yacimiento, sin poder conseguir del todo harta riqueza, y menos reconocimiento del que se merecía, al menos, en lo institucional.





    Poco antes de morir, el Caudillo de la Nueva España viajó a Sevilla con la idea de pasar de nuevo a las Américas y morir en Méjico. También esperaba la llegada de su hija mayor, Doña María, que llegaba a España para contraer matrimonio con Don Alvar Pérez Ossorio, hijo y heredero del Marqués de Astorga. Y fue precisamente en Híspalis donde redactó su testamento, el 12 de Octubre del 1547; curiosamente, fecha del Día de la Hispanidad. El testamento deja tres puntos bien claros, que son sus tres preocupaciones básicas :



    - Su familia y su casa



    - La situación de la Nueva España



    - Su conciencia y la salvación de su alma







    La primera cláusula de su testamento especifica que debe ser enterrado en Cuyoacán, Méjico. En dicho testamento refiérese a fragmentos de sus cartas e informes, en los que expresa una clara visión de una Nueva España donde hispanos e indios podrán vivir y forjar su concordia dentro de la Hispanidad Imperial. En realidad, Cortés fue el fundador de aquellas tierras, como Pizarro en la Nueva Castilla : Hospitales, monasterios y centros de enseñanza y cultura, y en su testamento, legó sumas importantes para fundar y sostener un hospital, un convento y un colegio universitario para poder dotar a la Nueva España de cabezas bien amuebladas. Cierto es que uno de los mayores pecados de Cortés fue su afición al sexo, que le hacía perder la cabeza, pero no obstante, siempre se mostró fiel, aun siendo pecador, como todos lo somos, en izar con fuerza la Bandera de Dios, en Fe y en Obras.





    En su testamento, Cortés manda a sus herederos que :



    “ Porque acerca de los esclavos naturales de la dicha Nueva España, así como de guerras y de rescates, ha habido y hay todavía muchas dudas y opiniones sobre si se ha podido tener con buena conciencia o no, y hasta ahora no está determinado, mando que todo aquello que generalmente se averiguará, que en este caso se debe hacer para descargo de las conciencias en lo que toca a estos esclavos de la dicha Nueva España, se haga y cumpla en todos los que yo tengo, e encargo y mando a don Martín, mi hijo sucesor, y a los que después dél sucedieren en mi estado que para averiguar esto hagan todas las diligencias que convengan al descargo de mi conciencia y suyas…..



    Mando que porque en algunos lugares de mi estado se han tomado algunas tierras para huertos y viñas y algodonales y para otros efectos que se averigüe y se sepa si estas tales sierras eran propiamente de algunos de los naturales de aquellos pueblos y siendo así, mando que se les restituyan “.





    Con todo, estando en Castilleja de la Cuesta, a 7 kilómetros de Sevilla, falleció un 2 de Diciembre del 1547. Servidor estudió allí hasta los 14 años y la verdad que poco fue instruido en la Vida y Obra de Cortés; eso sí, desde hace unos años un busto corona el actual Colegio e incluso se hicieron actos. ( El palacio fue también propiedad de los Montpensier, como el Palacio de San Telmo de Sevilla )





    El domingo 4 de Diciembre tuvo lugar su funeral en la villa hispalense de Santiponce ( Emblemático lugar donde se encuentran las ruinas romanas de Itálica ), siendo depositado su cuerpo en una tumba preparada frente al Altar Mayor de la Iglesia del monasterio. Era la sepultura del mismísimo Duque de Medina Sidonia, quien se la cedía al efecto; allí permanecería algo más de dos años, siendo exhumado al fallecimiento de éste. Vendrían luego seis enterramientos sucesivos, hasta ocupar el sitio en que hoy reposan; en una pared de la Iglesia de Jesús Nazareno en la Ciudad de Méjico, cubierto por una placa de bronce que reza : Hernán Cortés, 1485-1547. Como Alonso de Ojeda, no quiso grandes ampulosidades en su epitafio. Genio del Espíritu Conquistador….Los funerales de Santiponce nos los señala, por ejemplo, Gonzalo Fernández de Oviedo : “ concurrieron cuantos señores e personas principales hobo en la cibdad, e con luto el duque e otros señores e caballeros; y el marqués nuevo o segundo del Valle, su hijo, lo llevó e tuvo el ilustrísimo duque a par de sí; y pidiera hacer con el mayor grande de Castilla “.







    Multitud de cronistas nos refieren al Conquistador : Los ya mencionados Bernal Díaz del Castillo, Gonzalo Fernández de Oviedo, Andrés de Tapia….Así como Bartolomé de las Casas, Fray Juan de Torquemada, Antonio de Herrera, Motolinia, Sahagún, Muñoz Camargo, Cervantes de Salazar…..Y con todo, se coincide en la valía de tan grande Conquistador.





    La Idea Imperial Cortesiana, como la pizarrista en particular y la hispánica en general, nunca quiso que las nuevas tierras fueran meras colonias semi-inertes al servicio del disfrute de los señoritos del Viejo Continente. Por ello, fue la misma Autoridad Real la creadora de un Consejo de Indias, y sus Reinos de Ultramar como parte indisoluble del Imperio; regidos por gentes familiarizadas con la tierra, con todos los defectos y virtudes que se puedan ver. Pero lo que es perceptible por la Verdad Histórica es que el modelo hispano, amén de innovador, se caracteriza, como bien supieron ver tantos ( Entre ellos, el argentino Enrique Guiñazú y sus estudios sobre la magistratura indiana ), por ese ideal de justicia y cercanía para con el pueblo. Sin eso, no puede entenderse España, ni como culmen de su Reconquista ni como expansión Imperial. Y Hernán Cortés así se dirigió en su obra. Y, en cuanto la Idea Imperial del Orden Natural se degeneró, se perdió el Imperio; como la misma Vieja Patria lleva haciendo aguas desde siglos ha……





    El caso es que en Hernán Cortés encontramos uno de los mejores referentes de lo que ha de ser ( Y fue ) el Patriotismo Hispánico : Cristiandad, Tradición, lealtad, bravura….Política cercana, misiones realizadas, visión de futuro…..Y fue la Cruz de Borgoña el estandarte de la Nueva España Virreinal, como fue estandarte de Cortés Santa María la Virgen.



    ¡ Honor y Gloria para Hernán Cortés ! ¡ Fidelidad a su memoria !
    Pious dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Hernán Cortés, titán de la Fe
    Cortés era sin duda uno de estos conquistadores sinceros. Cuando hablaba de servir a Dios y al Rey decía lo que sentía, es decir, su fe como agente cristianizador y civilizador de almas paganas y de Estados bárbaros
    www.arbil.org/(17)cort.htm
    Cuando se viaja por América y, todavía hoy, las gentes se asombran ante la fuerza y la grandeza de la naturaleza, se admirá con más fuerza la obra de titanes que supuso los descubrimientos y conquista de las Américas, obra que valora más cuando se miden las condiciones y medios conque se realizó. Y la pregunta que se puede hacer a continuación es ¿qué es lo que diferenciaba a estos heroes de otros hombres vulgares? : y la respuesta es la Fe.

    Tomaremos como modelo y representate de estos conquistadores a Cortés, del que disponemos de mucha información gracias a los cronistas y biógrafos : Bernal Díaz del Castillo, Francisco Cervantes de Salazar, Gomara, Herrera, Fernández de Oviedo, Navarrete, Madariaga... Sobre éste último nos apoyaremos especialmente

    Como él indica, Cortes, es uno de aquellos hidalgos de fortuna que se precipitaban en tumultuoso torrente hacia el continente desconocido con sus personas, sus bienes, su vida entera; del mismo linaje histórico que Ojeda y Nicuesa, Pedrarias y Balboa, Pizarro y Solís, u otros tantos conquistadores vigorosos centauros del Descubrimiento-Conquista que galopaban sobre el continente sin dejarse arredrar ni por la flecha indígena, ni por la naturaleza inhóspita y cruel, ni por sus propios rivales, hasta que el indígena, la naturaleza o el rival ponía trágico fin a su vida y aventura. Como ellos, Cortés se lanzaba al Nuevo Mundo movido por una ambición tácita y oculta que la mera existencia de lo ignoto provocaba en su alma, por la tensión entre la vitalidad virgen de su ser y el ámbito sin límites en qué aplicarla, tensión que actuaba en todos ellos, pues estaba en el aire, pero que sólo sentía cada cual según el metal de su ánimo.

    Estas tendencias naturales habían ido tomando forma histórica concreta durante los siete siglos de la Reconquista en que España había sido almáciga de guerreros. En aquellos siete siglos (que terminaron cuando Cortés tenía seis años de edad), la única profesión que un español viril creía digna era la lucha contra el infiel. De esta tradición surgen Cortés y todos los conquistadores. Fueron al Nuevo Mundo a «fazer nuevas moradas» y «a ganar el pan» con su lanza y espada, y tan lejos estaban de abrigar la menor duda sobre la ética de su profesión como el accionista de una empresa lo está hoy de abrigar dudas sobre la ética de sus dividendos o el obrero especializado sobre la de sus altos jornales. Era una forma de vida establecida y reconocida tácitamente, una ley no escrita que obligaba al hidalgo o caballero a ganarse la vida, hacerse la fortuna y fundar o mantener su linaje por medio de las armas. El trabajo no tenía nada de deshonroso en sí; al contrario, el buen artífice era objeto de universal estima, quizá mayor que en nuestra era mecanizada. Sólo era vergonzoso el trabajo para el caballero o hidalgo, porque implicaba falta de valor para ganarse la vida y la fortuna por medios más peligrosos. Por tanto, los conquistadores, vástagos de veinte generaciones de vencedores de moros, acudían al Nuevo Mundo imbuidos de la certeza absoluta de estar en su derecho y en su deber como hidalgos al ganar nuevas moradas y abundancia de pan luchando contra aquellos nuevos infieles en tierras ignotas.

    Pero además sentían igual derecho e igual deber no sólo como hidalgos sino como soldados de Cristo. Como Cortés solía repetir en cuanto a él concernía, «no tengo otro pensamiento que el de servir a Dios y al Rey». ¿Qué quería decir con servir a Dios? Hombre de su siglo, profundamente empapado en la fe, más todavía, de alma tejida con fibra de la misma fe, para Cortés no eran frase vana estas palabras. ¿Cómo podríamos nosotros, para quienes la fe es una lotería que se gana o se pierde según la suerte de cada alma, comprender aquella edad en que era la fe como el aire y la luz, una de las condiciones mismas de la existencia, el aliento con el que se hablaba, la claridad con que se veía? Cortés respiraba la fe de su tiempo. «Rezaba por las mañanas en unas Horas —dice Bernal Díaz— e oía misa con devoción.» Era una fe sencilla, fundada sobre la roca viva de la unidad y de la verdad. Verdadera porque una; una porque verdadera. Lutero había nacido ya, pero su voz no resonaba todavía —al menos en el Nuevo Mundo—. Todos los hombres, cualquiera que fuese su nación o su color, eran o cristianos o infieles o capaces de que la luz del Evangelio los iluminara e hiciera ingresar en el girón de la cristiandad. Servir a Dios quería decir una u otra de estas dos cosas tan sencillas: traer al rebaño de la Iglesia a los pueblos ignorantes todavía ajenos a la fe, o guerrear contra aquellos infieles que, por negarse a la conversión, se declaraban enemigos de Dios y de su Iglesia. Éste era precisamente el plan de acción de Cortés en aquellas tierras desconocidas que le aguardaban a Occidente: si los «indios» se declaraban dispuestos a escuchar a su fraile, a dejarse bautizar y a aceptar la soberanía del Emperador de la cristiandad, paz; si se oponían, guerra.

    Este servicio de Dios era desde luego también servicio del Rey-Emperador. Al fin y al cabo ¿no era el Emperador ministro de Dios en la tierra? Este pensamiento era la base de toda la filosofía política, no sólo española sino europea, y es seguro que Cortés lo oiría definir y comentar más de una vez en las aulas salmantinas: había que obedecer al Rey no como Rey sino como ministro de Dios. Cortés serviría pues al Rey por el mero hecho de que conquistaría para la cristiandad el ánimo y la voluntad de un nuevo Imperio.

    Téngase en cuenta que, en aquellos tiempos, Estado y religión, civilización y fe, eran una misma cosa, de modo que el servicio de Dios y el del Rey eran uno y lo mismo en este otro sentido de que la conversión, a ojos de aquel siglo, no era tanto un acto religioso e individual como social y colectivo. Cujus rex eius religio era el principio de aquella edad no sólo entonces, cuando nadie soñaba todavía con la Reforma, sino aún más tarde cuando la Reforma vino a hacer de este principio, tan extraño para la actualidad, factor de tan grave importancia para la historia de la cristiandad. Así se explica que Cortés se embarcase en su aventura con quinientos soldados y sólo un fraile y que tanto él como sus compañeros tuviesen una certeza tan absoluta de la santidad de su causa, pues, una vez establecido su poder sobre la tierra conquistada y «pacificado» el pueblo, la conversión era pan comido. No había en esta actitud ni sombra de tiranía espiritual: La conversión era pan comido puesto que la fe cristiana era la única verdad, y, por lo tanto, los indios, libertados de su paganismo por las armas españolas, no podrían dejar de ver con sus ojos ya libres la luz de aquella única verdad.

    No nos extrañe esta actitud: no sonriamos con sonrisa de superioridad, porque los hombres de nuestros días piensan y obran de idéntica manera con respecto a su religión, que llaman Democracia liberal. En ella creen con fe no menos ingenua, teniéndola por la felicidad evidente para todo hombre de buen sentido, y en esta fe cobran fuerzas para imponer el progreso y la libertad a todas aquellas sociedades que no comparten su religión cívica. Ha cambiado la letra pero la música es la misma. Pecaríamos de injustos al ver hipocresía en la actitud de Cortés. Hipócritas y egoístas los hay hoy y los había entonces, pero entonces como ahora, la mayoría de los hombres de acción no veía contradicción o falta de armonía alguna entre sus fines y sus métodos. Cortés era sin duda uno de estos conquistadores sinceros. Cuando hablaba de servir a Dios y al Rey decía lo que sentía, es decir, su fe como agente cristianizador y civilizador de almas paganas y de Estados bárbaros.

    A buen seguro que no era cosa fácil encarnar una religión tan absoluta en sus normas. El Capitán, como sus soldados, hallaría a veces la armadura de un soldado de Cristo bien rígida para los movimientos libres que pide la vida de los humildes humanos. En tales momentos, Cortés pecaba; a no ser que hallase en su conciencia una junta elástica entre el ideal absoluto del Evangelio y la práctica relativa de la realidad. Así le veremos aceptar mujeres indias, regalo frecuente de sus amigos indígenas, no sin bautizarlas primero. Pero en cuanto a la conquista en sí, Cortés se nos presenta como un conquistador persuadido de su derecho a dominar a aquellos infieles para hacerlos entrar en el jirón de la Iglesia, pero a la vez consciente de su deber de no recurrir nunca a las armas hasta haber agotado todos los medios pacíficos de hacerse con la voluntad de los indígenas. Esta actitud no era tan sólo mero deseo de economizar sus escasas tropas; era también consecuencia de su opinión teórica basada en su concepción religiosa, como lo prueba su práctica de hacer leer por el escribano público ofertas de paz tres veces repetidas antes de iniciar un ataque.

    Esta ceremonia, no era para él mero trámite de leguleyo..

    Ejemplos de su actuación, poniendo por encima los intereses espirituales sobre los materiales, aunque los primeros pusieran en peligro los segundos, los tenemos abundantemente. Como cuando los españoles asistíendo a un servicio religioso indigena, escuchando en silencio un sermón de un sacerdote indio, vestido con largas mantas de algodón y que llevaba el cabello, al modo ritual, sin lavar ni peinar desde que había sido ordenado, masa sólida cimentada con la sangre de sus víctimas humanas. Cortés, por media de Melchoi, el intérprete indio, explicó a los indígenas que «si habían de ser nuestros hermanos, que quitasen de aquella casa aquellos sus ídolos que eran muy malos y les hacían error, y que no eran dioses, sino cosas malas, y que les llevarían al infierno sus ánimas v se les dio a entender otras cosas santas y buenas y que pusiesen una imagen de Nuestra Señora que les dio y una cruz y que siempre serían ayudados y tendrían buenas sementeras y se salvarían sus ánimas». Los indios no se atrevían por miedo a sus dioses y desafiaron a los españoles a que se atreviesen ellos, con lo que pronto verían cómo los dioses les harían perderse en el mar. Cortés mandó entonces despedazar a los ídolos y echarlos a rodar gradas abajo; hizo limpiar y purificar el templo, lavar las espesas capas de sangre seca que cubrían los muros y blanquear todo y después hizo edificar un altar sobre el que puso la imagen de la Virgen adornada con ramos y flores: «Y todos los indios estaban mirando con atención».

    Esta escena parecerá sin duda de lo más anticientífico a muchos arqueólogos y no faltarán racionalistas escépticos que, blandiendo la Inquisición, declaren la religión de Cortés tan sangrienta como la de los indígenas y, por lo tanto, el cambio de ídolos sin significación alguna para la humanidad. Pero el observador sobriamente imparcial pensará de otro modo. No hay quien lea la página en la que Bernal Díaz refiere este episodio sin sentir la fragancia de la nueva fe y de la nueva leyenda que vienen a llenar el vacío creado por la destrucción de los sangrientos ídolos: La Virgen Madre y el Niño, símbolos de ternura y de debilidad, de promesa y de abnegación, en vez de los sangrientos y espantosos dioses. A1 realizar este acto simbólico, Cortés obedecía sin duda al impulso de una fe ingenua y sencilla -único rasgo ingenuo y sencillo en aquel carácter tan redomado- pero también a un seguro instinto del valor de los actos y de los objetos concretos y tangibles en el gobierno de los pueblos. La destrucción de los ídolos iba a transfigurarse en una de las escenas legendarias de su vida en cuanto sus inauditas hazañas hiciesen de él una figura heróica cubierta de leyendas floridas; porque, en efecto, la leyenda es un acto cuya verdad vive en la esfera de los símbolos y Cortés iba a ejecutar más de una vez este acto tan simbólico y creador, único que podía elevar a los indígenas de Nueva España de sus sórdidos ritos caníbales al nivel elevado del ritual cristiano. Los indígenas estaban por lo visto más dispuestos de lo que hubiera podido creerse para aceptar el cambio, pues cuenta Bernal Díaz que, al volver la armada inesperadamente a causa de una avería en un navío, hallaron «la imagen de Nuestra Señora y la cruz muy limplo y puesto incienso». Y añade: «Dello nos alegramos».

    Cortés consideraba gracia de Dios las victorias que había conseguido y se preocupa en su correspondencia de los sacramentos. Leámoslo en Bernal Díaz,: «En las cuales cartas les hizo saber las grandes mercedes que Nuestro Señor Jesucristo nos había hecho en las victorias que hobimos en las batallas y reencuentros desque entramos en la provincia de Taxcala, donde agora han venido de paz, y que todos diesen gracias a Dios por ello, y que mirasen que siempre favoreciese a los pueblos totonaques nuestros amigos y que le enviase luego en posta dos botijas de vino que había dejado soterradas en cierta parte señalada de su aposento...» Caída sensible, se pensará, para un caudillo que así pasa de sus consejos de política en favor de los totonaques y su devoto agradecimiento al Señor a Quien atribuye su gloria y sus victorias, a pedir que le manden dos botijas de vino escondidas en su aposento de Veracruz. Pero, un momento. Sigamos leyendo: «... dos botijas de vino que había dejado soterradas en cierta parte señalada de su aposento y ansí mismo trujesen hostias de las que habíamos traído de la isla de Cuba porque las que trujimos de aquella entrada ya se habían acahado». Aquel vino no era pues para banquetes y no lo había ocultado a sus sedientas tropas para aplacar la sed del General; era para la misa y se había apartado para asegurar la continuidad del sacramento. « En aquellos días —añade Bernal Díaz — en nuestro real pusimos una Cruz muy suntuosa y alta y mandó Cortés a los indios de Çimpançingo y a los de las casas questaban juntos de nuestro real que lo encalasen y estuviese bien aderezado»

    Junto con la confianza en sus hombres, fe en la victoria sin la que la victoria es imposible, Cortés sentía la vocación de conquistar vastos territorios y pueblos para el Imperio cristiano cuyo soldado tenía conciencia de ser. Para él, la propagación de la fe y la de las banderas de España eran una misma cosa, y tan evidente que no admitía ni duda ni discusión. Así escribe al Emperador cómo, para animar a sus soldados, les hizo valer que estaban «en disposición de ganar para Vuestra Majestad los mayores reinos y señoríos que había en el mundo. Y que demás de facer lo que a cristianos éramos obligados, en puñar contra los enemigos de nuestra fe, y por ello en el otro mundo ganábamos la gloria, y en éste conseguíamos el mayor prez y honra que hasta nuestros tiempos ninguna generación ganó». Estas palabras de su pluma prueban hasta qué punto eran inseparables en su espíritu los motivos nacionales y los religiosos, lo que no ha de sorprendernos en un hombre de su tiempo, sea cual fuere su nacionalidad, y menos todavía en un español, acostumbrado por una guerra siete veces secular contra el moro invasor a ver en el extranjero al infiel y a identificar la fe con el patriotismo.

    Además, al arrostrar tan ingentes peligros, Cortés confiaba de pleno en la ayuda divina. El relato de Bernal Díaz es aquí inestimable, en contraste con el más corto y sobrio del propio Cortés; pues mientras el soldado, a pesar de su tendencia a sacar a luz a los de filas, se ve arrastrado por la belleza misma del valor sereno de su caudillo a ensalzar los méritos de Cortés, de cuya alma inconmovible hace irradiar ante nuestros ojos todo el ánimo que inunda a su ejército, Cortés se limita a apuntar al cielo como la fuente de la fuerza que él comunica a sus hombres en palabras cuya misma sencillez hacen llegar haste nosotros el aroma de su sinceridad: «Y que mirasen que teníamos a Dios de nuestra parte y que a Él ninguna cosa es imposible, y que lo viese por las victorias que habíamos habido, donde tanta gente de los enemigos eran muertos y de los nuestros ningunos» . La constancia y la firmeza de esta seguridad en el apoyo de Dios, que Cortés sentía como una fuerza siempre viva en su alma, resaltan y se confirman en una escena que debemos a Andrés de Tapia. Había procurado Cortés hacerse con toda la información y con todos los consejos posibles por parte de los indígenas en quienes confiaba, y en particular de Teach, el cempoalés, «hombre cuerdo, e según él dicie, criado en las guerras entre ellos. Este indio dijo al marques: "Señor, no te fatigues en pensar pasar adelante de aquí, porque yo siendo mancebo fui a Mexico, y soy experimentado en las guerras, e conozco de vos y de vuestros compañeros que sois hombres e no dioses, e que habéis hambre y sed y os cansáis como hombres; e hágote saber que pasado desta provincia hay tanta gente que pelearán contigo cient mill hombres agora, y muertos o vencidos éstos vendrán luego otros tantos, e así podrán remudarse e morir por mucho tiempo de cient mill en cient mill hombres, e tú e los tuyos, ya que seáis invencibles, moriréis de cansados de pelear, porque como te he dicho, conozco que sois hombres, e yo no tango más que decir de que miréis en esto que he dicho, e si determináredes de morir, yo iré con vos." El marqués se lo agradeció e le dijo que con todo aquello quería pasar delante, porque sabie que Dios que hizo el cielo y la tierra les ayudarie, e que así él lo creyese».

    Éstas eran las fuerzas que alimentaban su valor. No eran nuevas en él. Le habían impulsado desde el principio, iluminando sus ambiciones más densas con una luz y elevándolas con un espíritu sin los cuales no hubiera sido capaz de mantener su dominio sobre los soldados y capitanes que impacientes se agitaban en torno suyo como abejas y avispas; pero aunque le animaron desde el principio, no cabe duda de que fueron creciendo en poder e intensidad a medida que iba pasando de prueba a prueba, elevándose de victoria a victoria, entre peligros que hubieran quebrantado el coraje de un hombre sólo impulsado por una vitalidad animal.

    Cortés veía en su victorias la mano protectora del Señor cuyos intereses servía devotamente, por pecador que tuviera conciencia de ser. De modo que, sin darse cuenta aún de la índole primordial de su victoria, que los acontecimientos iban a revelarle, y así, demasiado realista para atribuirse todo el mérito del triunfo, le concede sólo ocho líneas de una larga carta al Emperador, explicando la victoria porque «quiso Nuestro Señor en tal manera ayudarnos».

    Cortés hizo repetidos esfuerzos para convertir a Moteczuma. No es posible que correspondiesen a lo arduo de la tarea. la distancia espiritual que los separaba era demasiado grande, aparte de que le faltaban los elementos mentales y lingüísticos necesarios para construir el puente sobre aquel abismo, acercándose al ser recóndito y remoto del Emperador azteca. Es significativo que, aunque Cortés en persona se daba cuenta de la vanidad de los ídolos mejicanos, sus soldados, sin exceptuar a Bernal Díaz, y no pocas de sus cronistas, entre ellos Torquemada, Cervantes de Salazar y Gómara, creían a pies juntillas en su existencia y en su poder para aconsejar directamente y «hablar» a Moteczuma y a sus sacerdotes, con no menos fe (quizá con más fe) que los mismos mejicanos. Así resulta que la religión, si no de Cortés, al menos de parte de los españoles que en su órbita giran, era tan capaz como la de Moteczuma y los suyos de absorber otros dioses, gracias a la virtud proteica del diablo. Para los cristianos sencillos de aquellos días, para todos los soldados y para gran número de los fralles, aun de los más cultos, era el diablo el que se hacía pasar por Vichilobos, Tetzcatlipoca y demás figuras monstruosas que adoraban los mejicanos; con lo cual aquellos «bultos» cesaban de ser meras figuras de piedra o de simientes amasadas con sangre, meros apoyos materiales de los ensueños vacuos de una estirpe atrasada, para transfigurarse en criaturas vivientes, dotadas de una voluntad y de un lenguaje propios —hecho que hacía de la conversión de los indígenas una especie de conquista espiritual, una cruzada de los soldados de Dios contra el espíritu del Malo.

    Puede compararse la actitud mental popular en estas materias con la del propío Cortés cotejando el relato de Cortés sobre su famosa destrucción de los dioses del Gran Teocalli con la página en que Andrés de Tapia refiere la misma escena. Cortés escribe con su concisión usual y con su elegancia positiva y concreta. Al referirse a los dioses indígenas y al Dios universal de los cristianos, habla un lenguaje claro, inteligente, casi pudiera decirse que moderno y racionalista «los bultos y cuerpos de los ídolos en quien estas gentes creen -escribe al Emperador— son de muy mayores estaturas que el cuerpo de un gran hombre. Son hechos de masa de todas las semillas y legumbres que ellos comen, molidas y mezcladas unas con otras, y amásanlas con sangre de corazones de cuerpos humanos, los cuales abren por los pechos, vivos, y les sacan el corazón, y de aquella sangre que sale de él, amasan aquella harina, y así hacen tanta cantidad cuanta basta para facer aquellas estatuas grandes. E también, después de hechas, les ofrescía más corazones, que asimismo les sacrifican, y les untan las caras con la sangre. A cada cosa, tienen su ídolo dedicado, al uso de los gentiles que antiguamente honraban sus dioses, por manera que para pedir favor para la guerra tienen un ídolo, y para sus labranzas otro, y así para cada cosa de las que ellos quie ren o desean que se hagan bien, tienen sus ídolos a quien hon ran y sirven.» Éstos fueron los ídolos, bien claro lo dice y bien claro lo ve, que creyó necesario derrocar: «los más principales de estos ídolos y en quien ellos más fe y creencia tenían, derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre que sacrifican, y puse en ellas imágenes de Nuestra Señora y de otros santos, que no poco el dicho Mutecçuma y los naturales sintieron; los cuales primero me dijeron que no lo hiciese porque si se sabía por las comunidades, se levantarían contra mí, porque tenían que aquellos ídolos les daban todos los bienes temporales y que, dejándoles maltratar, se enojarían y no les darían nada y les secarían los frutos de la tierra y moriría la. gente de hambre. Yo les hice entender con las lenguas cuan engañados estaban en tener su esperanza en aquellos ídolos que eran hechos por sus manos de cosas no limpias; e que habían de saber que había un solo Dios, universal Señor de todos, el cual había criado el cielo y la tierra y todas las cosas, y hizo a ellos y a nosotros, y que éste era sin principio, y inmortal, y que a Él habian de adorar y creer y no a otra criatura ni cosa alguna».

    Lenguaje de hombre inteligente y claro, muy por encima no sólo del de sus soldados, que no habían pasado por Salamanca, sino también del de muchos frailes educados en la Universidad y que, en punto a erudición, sobrepasaban a Cortés. En estas palabras, Cortés mide la religión de los mejicanos como hombre del Siglo, y bien devoto creyente de los dogmas de la Iglesia entonces universal para todos los europeos. Pero, al lado de esta transparencia intelectual, vibraba en él otra calidad que no deja pasar tan fácilmente en sus cartas, fríamente objetiva, al Emperador; bajo su mente clara ardía un corazón religioso que explica su acción violenta contra los dioses indígenas, referida con tanta sencillez en su informe al Emperador. Este Cortés vibrante y trepidante es el que nos transmite Tapia en su relato, si bien algo desfigurado por la visión personal del narrador. Refiere Tapia cómo, cuando Cortés fue a visitar el teocalli, había en MéJico poca gente española por andar casi todos en busca de minerales por las provincias; «e andando por el patio me dijo a mí: "sobid a esa torre e mirad que hay en ella"; e yo sobí [...] e llegué a una manta de muchos dobleces de cáñamo, e por ella había mucho número de cascabeles e campanillas de metal; e quiriendo entrar, hicieron tan gran ruido que me creí que la casa se caía. El marqués subió como por pasatiempo, e ocho o diez españoles con él; e porque con la manta que estaba por antepuerta, la casa estaba escura, con los espadas cuitamos de la manta; e quedó claro. Todas las paredes de la casa por de dentro eran hechas de imaginería de piedra [...] eran de ídolos, e en las bocas déstos e por el cuerpo a partes tenían mucha sangre de gordor de dos e tres dedos; e descubrió los ídolos de pedrería e miró por allí lo que se pudo ver, e sospiró, habiéndose puesto algo triste, e diJo, que todos los oímos: "¡Oh Dios! ¿Por qué consientes que tan grandemente el diablo sea honrado en esta tierra?" E: "Ha, Señor, por bien que en ella te sirvamos".»

    Tal fue sin duda el estado de ánimo en que se puso Cortés, mas no su lenguaje, que ya conocemos directamente por sus cartas al Emperador. El soldado cronista empaña con sus propias supersticiones el cristal claro en que Cortés reflejaba la realidad. Al ruido de los cascabeles habían acudido sacerdotes y otros circunstantes. Cortés mandó llamar a los intérpretes y les dijo: «Dios que hizo el cielo y la tierra os hizo a vosotros y a nosotros e a todos, e cría lo con qué nos mantenemos, e si fuéremos buenos nos llevará al cielo, e si no, iremos al infierno, como más largamente os diré cuando más nos entendamos; e yo quiero que aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de Su Madre bendita, e traed agua para lavar estas paredes, e quitaremos de aquí todo esto.» Aquí ya refleja Tapia con alguna mayor fidelidad el estilo de su jefe, y sigue diciendo: «Ellos se reían, como que no fuera posible hacerse, e dijeron: "No solamente esta ciudad, pero toda la tierra junta tienen a éstos por sus dioses, y aquí está esto por Uchilobos, cuyos somos; e toda la gente no tiene en nada a sus padres e madres e hijos, en comparación déste, e determinarán de morir ; e cata que de verte subir aquí se han puesto todos en armas y quieren morir por sus dioses." El marqués dijo a un español que fuese a que tuviesen gran recaudo en la persona de Motecçuma, e envió a que viniesen treinta o cuarenta hombres allí con él, e respondió a aquellos sacerdotes: "Mucho me holgaré yo de pelear por mi Dios contra vuestros dioses, que son nonada"; y antes de que los españoles por quien habia enviado viniesen, enojóse de palabras que oía, e tomó con una barra de hierro que estaba allí, e comenzó a dar en los ídolos de pedrería; e yo prometo mi fe de gentilhombre, e juro por Dios que es verdad que me parece agora que el marqués saltaba sobrenatural, e se abalanzaba tomando la barra por en media a dar en lo más alto de los ojos del ídolo, e así le quitó las máscaras de oro con la barra, diciendo: "A algo nos hemos de poner por Dios"».

    Este admirable relato confirma en un todo el carácter de Cortés analizado en nuestras páginas. En aquel momento era el dueño de hecho y sin disputa de un imperio que había conquistado por una obra maestro de previsión, cautela, sagacidad, paciencia y astucia. Y una mañana, «por pasatiempo», va de visitar al Gran Teocalli, ve los ídolos y las trazas repuguantes del cruel culto y sacrificio; se entristece, interroga a Dios, ofrece servirle para libertar aquella tierra y gente de tales abominaciones; predica a los sacerdotes como puede; oye su resolución de morir por sus dioses y cauto como Capitán, adopta rápidamente ciertas precauciones tácticas, pero ¿cambia su estrategia? ¿Da ni un segundo de atención a la idea de que en un instante puede destruir el éxito espléndido de todo un invierno de trabajos, de bravura y de inteligente perseverancia? ¿Recuerda que tiene cantidades ingentes de oro en sus arcas? ¿Piensa en su potencia, ya seguramente establecida? Ni un segundo. Echa mano de una barra de hierro y, sin esperar siquiera a que hayan llegado los treinta o cuarenta españoles que ha mandado llamar, se abalanza sobre los ídolos y los destroza, dándoles primero en lo alto de los ojos en presencia de los sacerdotes espantados.

    Tapia, y sin duda también sus compañeros presentes, le vieron entonces «saltar sobrenatural», elevarse en el espacio tan alto como los ídolos gigantescos que iba a desafiar y a destruir. Era en efecto sobrenatural y se elevaba más alto que sí mismo. «Considerando que Dios está sobre natura» —había escrito poco antes al Emperador—. Así ahora alzado hacia Dios por su fe, se elevaba sobrenatural. La marcha que había comenzado unas semanas antes en las marismas de Veracruz, hacia lo alto, elevándose paso a paso, lucha a lucha, victoria a victoria, por los escalones gigantescos de la cordillera haste la altiplanicie de la capital misteriosa y recóndita, tenía que terminar en la más alto de las ascensiones haste aquella cúspide del Teocalli más empinado donde Cortés dio un golpe de barra histórico entre los ojos del feroz Uitehilipochtli. Aquél fue el momento culminante de la conquista, la hora en que el anhelo del hombre por alcanzar lo más alto triunfa sobre su querencia a contentarse con disfrutar de lo ya conseguido; la hora en que la ambición y el esfuerzo vencen al éxito, en que la fe vence a la razón. Si Cortes hubiera sido un hombre menos razonable, aquel acto hubiera podido descontarse como una temeridad por bajo de las normas que todo hombre debe alcanzar para que se le considere como en plena madurez; pero Cortés encarnaba la razón y la cautela. Su acto no puede pues interpretarse como caída por bajo de la razón, sino al contrario, como subida por encima de la razón. Por eso ha entrado de lleno en la leyenda, como todos los actos en que el hombre se eleva por encima de los hombres.

    Estos son los espíritus que conformaban los hombres notables de la España del Siglo de Oro. ¿Volverán sus inquietudes a llenar nuestros anhelos.*
    Pious dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Por cierto
    Dos libros muy interesantes.

    El primero a pesar de las ideas del autor, creo que es fantastico
    "Cortes" de Madariaga
    Buen estilo literario, biográfico, ensayo acertado de Cortés como paradigma del conquistador, análisis del contexto histórico, etc...

    El segundo, que iba a ser un guión cinematográfico es una excelente novela histórica, con un título acertadísimo

    "Cuando los dioses nacía en Extremadura" de García Serrano

  4. #4
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España


  5. #5
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Muy bueno el verso, pero es para manual. Cortés se lavaba las manos con sangre, y no la de el. Seguramente sirvió a los intereses hispanos, pero a Dios ni por un minuto (perspectiva de un católico, el que soy y a mucha honra). Lo mejor : el silencio.
    Un saludo argentino y americano. Fabio Reggio

  6. #6
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Cita Iniciado por Reggio
    Muy bueno el verso, pero es para manual. Cortés se lavaba las manos con sangre, y no la de el. Seguramente sirvió a los intereses hispanos, pero a Dios ni por un minuto (perspectiva de un católico, el que soy y a mucha honra). Lo mejor : el silencio.
    Un saludo argentino y americano. Fabio Reggio
    Con todo respeto, amigo Reggio, me parece que te hace falta mucha lectura, mucho análisis, mucha información, y un pequeño esfuerzo intelectual para comprender la figura de Cortés.
    Comprendo que siguiendo la tendencia moderna, es más fácil tomar a las figuras históricas desde donde los han encasillado quienes dominan la información en general, ubicándolos en sencillas clasificaciones para el cómodo uso de las masas perezosas de razonamiento. Así, hay una estandarización de héroes y villanos, buenos y malos, libertadores y opresores, cowboys buenos y nobles e indios asesinos y crueles, curas pederastas y pobres fieles reprimidos sexualmente, heroicos soldados americanos y crueles torturadores alemanes, perversos sudacas traficantes de drogas y heroicos policias americanos que defienden a los pobres drogadictos, héroes de la democracia y perversos militares golpistas ávidos de sangre y poder.
    En esa fenomenal capacidad para domar las mentes humanas, mucho tiene que ver la televisión. Con el mensaje diario, directo a los hogares y a toda la familia, han adoctrinado a millones de personas en ese razonamiento perezoso, que los inhabilita a profundizar en el conocimiento y el análisis de personajes y hecho históricos. En esa propaganda negativa, por haber sido evangelizador de América, por respresentar la Hispanidad en su máxima expresión, cae Hernán Cortés, como tantos otros héroes defenestrados de la historia.
    No pretendo darte lecciones, porque no soy quien para hacerlo. Solo te pido que profundices con objetividad en el personaje, y a través de él de la grandiosa gesta de los héroes de la época que permitieron que hoy día, más de 500 años después, podamos llamarnos Católicos, ser parte de la comunidad de Catolicos más grande del mundo, y gracias a ello al menos tener la posibilidad de la salvación.
    Te envío un abrazo en Cristo y María Reina, desde el otro lado del charco, y te agrego un texto sobre irenismo social que puede ayudar a la comprensión de lo que he querido decir.


    En torno al irenismo social
    La Razón
    En torno al irenismo social

    Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Jaén
    La Real Academia ha acertado al incluir en la última reforma de su Diccionario el término irenismo, al que ha adjudicado la acepción de «actitud pacífica y conciliadora». Ha acertado, porque el irenismo abraza un concepto de plena actualidad, aunque la palabra no sea aún de uso coloquial. Pero se ha quedado corto en la acepción, que admite, cuanto menos, matices, si no otras acepciones.
    El término procede de una idea de Erasmo, tendente a la conciliación entre catolicismo y protestantismo, y fue posteriormente difundido por Comenio y Grocio. Más modernamente, ha servido para impulsar la idea de una religión universal, presuntamente superadora de las diferencias que provocan roces entre los fieles de distintas religiones. De este modo, se le puede atribuir, además de lo expresado, un componente despectivo por parte de quienes consideran que tales actitudes son un error, y así también es utilizado por muchos filósofos y teólogos.
    ¿Qué tiene de criticable el irenismo? Desde luego, de la definición académica no se desprenden más que bondades de dicho término. Pero la idea de aliviar de contenido las convicciones, de claudicar de las propias posiciones religiosas o ideológicas para superar conflictos es la que realmente subyace en la mentalidad irenista. El que profesa esta actitud, no tiene empacho en aplicar el mínimo común denominador a los idearios o a las religiones, para dejar romas sus superficies y huecos sus contenidos, es decir, para uniformar todo anulando las diferencias, lo original, lo identitario. En este sentido, el irenismo estaría íntimamente relacionado con la falsa idea de tolerancia que circula por nuestra sociedad, esa que postula el respeto a todo en la medida en que ese todo es relativo o fungible, nunca cuando se aferra a dogmas o creencias irrenunciables.
    El irenista o contemporizador, decía, está de plena actualidad. Es aquel que proclama el diálogo a cualquier precio, sin condiciones, aunque el discurso del otro sea el de las balas. También es el que narcotiza a un auditorio con un lenguaje perfectamente limado, políticamente correcto, huérfano por tanto de cualquier idea original o comprometida, de esas que podrían despertar bruscamente los cerebros adormilados por su arrullo lisonjero. Y, por supuesto, lo es aquel capaz de construir los más barrocos circunloquios para evitar una respuesta que moleste a una pregunta difícil.
    Pero no sólo personas con uso de palabra en las tribunas públicas pueden ser calificadas como irenistas. Asistimos a un auténtico irenismo social, al que en este caso se podría definir como relajamiento ideológico o moral y deseo de no ser alterado por ningún problema. La sociedad que nos acoge está relajada casi hasta el extremo del sopor. La comodidad, la extraordinaria extensión del bienestar, ha destensado no sólo los músculos físicos ¬con la consiguiente necesidad de visitar los gimnasios¬ sino también los mentales, e incluso los espirituales, porque se vive en la estúpida creencia de que el mundo moderno provee de todo lo necesario para la vida y que nada malo nos puede pasar; por eso cuando nos pasa, no sólo se desata la incomprensión, sino también la furia litigante. Sólo desde esta relajación mental y moral se explica que se acepte, sin que nadie se rasgue las vestiduras, la crueldad cotidiana y mortalmente silenciosa del aborto, la disolución de las familias en formas amputadas de convivencia precaria e imposible, o las amenazas escalofriantes con las que juegan a Dios algunos impostores de la tecnología. Esta sociedad no está dispuesta a levantarse del sofá siquiera sea para discernir lo verdadero de lo falso en la confusión que la aturde. La mentira ha cegado sus sentidos y su capacidad crítica, pero también la comodidad la ha llevado a tomar una última decisión, en un póstumo ejercicio de su libertad: es mejor no complicarse la vida mientras no me la compliquen a mí; que cada cual se apañe como pueda con sus ideas, pero que nadie me moleste. En definitiva, acomoda las tendencias sociales, por disparatadas que resulten, a lo que quede de personal en su cabeza, como quien se prepara la almohada para descabezar un sueñecito.
    Curiosamente, esta sociedad irenista en ocasiones se disfraza de comprometida y se pone a reivindicar derechos, a denunciar injusticias, a gritar la impaciencia del mundo. Sólo es un espejismo. Gregariamente, se pone en marcha cuando alguna voz la fustiga, y entonces se lanza a la calle envuelta en pancartas, donde pretende redimirse impostando una dignidad vociferada. Pero cuando las masas denunciantes regresan al dulce hogar, se administran otra dosis de calma para proseguir el letargo. La vida cotidiana no será un combate por la justicia y la verdad. Eso lo dejará para cuando el rebaño vuelva a reunirse en un solo balido. En el fondo, la lucha social por la verdad ¬aunque en muchos casos sea mentira¬ se ha convertido, por obra y arte de la indiferencia manipulada, en un espectáculo de masas maquillado de virtudes. Y si alguien tiene el valor de pensar por cuenta propia, ignorando el método irenista o desgajándose de la masa, que se prepare para el linchamiento.

    Ángel López-Sidro López

    Escrito desde Mar 17, 2004, 8:10 AM

  7. #7
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Vamos Baqueano, que se leer y escribir.Gracias por tu consejo de que me instruya.No comparto tus ideas en parte, pero no te ofusques muchacho. Todos aprendemos de todos.
    Un abrazo Fabio

  8. #8
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Cita Iniciado por Reggio
    Vamos Baqueano, que se leer y escribir.Gracias por tu consejo de que me instruya.No comparto tus ideas en parte, pero no te ofusques muchacho. Todos aprendemos de todos.
    Un abrazo Fabio
    Si volvés a leer, te vas a dar cuenta que en ningún momento me ofusqué. sin embargo, al leer tu respuesta me da la impresión de que no entendiste lo que te quise decir.
    Comparto lo de que todos aprendemos de todos. Yo, sobre todo más de lo de los demás que lo que yo pueda aportar. Pero confieso que tu respuesta es muy dificil de entender, y me cuesta seguir con ella un hilo de discusión sobre el tema.
    Me gustaría que pudieras aportar algo al punto de vista ese que sostiene lo contrario de lo que nos han aportado Ordoñez y Mmorillo, para plantear una discusión objetiva y civilizada.

  9. #9
    Avatar de DON COSME
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Biografías como la de Hernán Cortés me dejan sin respiración, sin habla... Qué coraje, qué tesón, qué prohombres producía nuestra patria!!! ¿nos quedará algo de esto en la España actual?

  10. #10
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Hernán Cortés, pecador y apóstol

    La vuelta de Quetzalcóatl


    Antiguas tradiciones de México, según el noble mestizo Fernando de Alva Ixtlilxochitl, hablaban de Quetzalcóatl, «hombre justo, santo y bueno», que en tiempo inmemorial vino a los aztecas «enseñándoles por obras y palabras el camino de la virtud, y evitándoles los vicios y pecados, dando leyes y buena doctrina». Predicó especialmente en la zona de Cholula, y «viendo el poco fruto que hacía con su doctrina, se volvió por la misma parte donde había venido, que fue por la de oriente», asegurando antes de irse que «en un año que se llamaría ce ácatl volvería, y entonces su doctrina sería recibida, y sus hijos serían señores y poseerían la tierra». Quetzalcóatl «era hombre bien dispuesto, de aspecto grave, blanco y barbado». Su nombre, literalmente, «significa sierpe de plumas preciosas; por sentido alegórico, varón sapientísimo». Más tarde, en Cholula «edificaron un templo a Quetzalcóatl, a quien colocaron por dios del aire» (Historia de la nación chichimeca cp.1). El año aludido, ce ácatl, era el 1519.

    Bernardino de Sahagún, por otra parte, recogiendo informes de los indios, cuenta que el año calli, es decir 1509, fue en México un año fatídico, en el que se produjeron extrañas señales, misteriosos y alarmantes presagios: se incendia el cu de Huitzilopochtli, sin que nadie sepa la causa, atraviesa los cielos un cometa desconocido, se levantan las aguas de México sin viento alguno, se oyen voces en el aire... «Moctezuma espantóse de esto, haciendo semblante de espantado», procura la soledad, interroga a adivinos y astrólogos (VIII,6)... Es el año 1509.

    Un día, finalmente, según la Crónica mexicana de Fernando de Alvarado Tezozómoc, se presenta ante Moctezuma un macehual, un hombre del pueblo, comunicando con el mayor respeto que en la orilla del mar de oriente «vide andar en medio de la mar una sierra o cerro grande, y esto jamás lo hemos visto». Verificada la increíble noticia, confirman al tlatoani que, efectivamente, «han venido no sé que gente, las carnes de ellos muy blancas,y todos los más tienen barba larga» (León-Portilla, Crónicas indígenas cp.2).

    Una vez más los nigrománticos defraudan al tlatoani: «¿qué podemos decir?», y éste, perdiendo ya los nervios, manda arrasar sus casas y matar sus familias. «Se juntaron luego, y fueron a las casas de ellos, y mataron a sus mujeres, que las iban ahogando con unas sogas, y a los niños iban dando con ellos en las paredes haciéndolos pedazos, y hasta el cimiento de las casas arrancaron de raíz» (cp.2).

    Moctezuma, hombre profundamente religioso, como guardián del reino y del culto, «quedó lleno de terror, de miedo. Y todo el mundo estaba muy temoroso. Había gran espanto y había terror. Se discutían las cosas, se hablaba de lo sucedido... Los padres de familia dicen: ¡Ay, hijitos míos! ¿Qué pasará con vosotros?... ¿Cómo podréis vosotros ver con asombro lo que va a venir sobre vosotros?... Moctezuma estaba para huir, tenía deseos de huir; anhelaba esconderse huyendo, estaba para huir. Intentaba esconderse»... Pero los blancos barbados se aproximan más y más a Tenochtitlán, y el tlatoani «no hizo más que esperarlos. No hizo más que resignarse; dominó finalmente su corazón, se recomió en su interior, lo dejó en disposición de ver y de admirar lo que habría de sucedir» (cp.4).

    Ya toda resistencia a lo que fatalmente había de suceder era inútil. «Había vuelto Quetzalcóatl. Ahora se llamaba Hernán Cortés» (Madariaga, Cortés 27).

    Hernán Cortés (1485-1547)
    Extremeño, nacido en 1485 en Medellín, de padres hidalgos, inició Cortés sus estudios en Salamanca, los dejó pronto, dicen que bachiller, y en 1504 se embarcó para las Indias. Escribano en Santo Domingo, dado a sus negocios, fue siempre «algo travieso con las mujeres», como dice Bernal Díaz (cp.204). Refiere Francisco Cervantes de Salazar, que estando un día enfermo -digamos, de un cierto mal-, soñó Cortés «que había de comer con trompetas o morir ahorcado», y así lo dijo a sus amigos (2,17: Madariaga 71). Presiente extrañamente la acción y la gloria.

    A los 26 años está en Cuba, como secretario del gobernador Velázquez, al mismo tiempo que cría ganado, mostrando sus dotes de empresa. Alcalde de Santiago a los 33 años, siendo uno de los hombres más prósperos y mejor relacionados de la isla, se hace con el mando de una expedición autorizada, más o menos, por Velázquez, y financiada en gran parte por el propio Cortés. Recala primero en Trinidad, y el 10 de febrero de 1519, se hace a la vela hacia México con once navíos, quinientos ochenta soldados y capitanes, cien marineros, dieciséis caballos y diez cañones. Era el año ce áctl de la era mexicana.

    Bernal, soldado y compañero, describe a Cortés como alto y bien proporcionado, dando en todo señales de gran señor, «de muy afable condición en el trato con todos sus capitanes y compañeros», algo poeta, latino y elocuente, «buen jinete y diestro de todas las armas», «muy porfiado, en especial en las cosas de la guerra», algo jugador y «con demasía dado a las mujeres». Era, por otra parte, hombre muy religioso. «Rezaba por las mañanas en unas Horas e oía misa con devoción. Tenía por su muy abogada a la Virgen María Nuestra Señora», y era limosnero, sumamente sufrido, el primero en trabajos y batallas, sumamente alerta y previsor (cp.204).

    Mendieta, conociendo las flaquezas de este Capitán, señala sin embargo que él fue ciertamente elegido por la Providencia divina para «abrir la puerta y hacer camino a los predicadores de su Evangelio en este nuevo mundo», en aquellos años trágicos en que media Europa, conducida por Lutero, se alejaba de la Iglesia, «de suerte que lo que por una parte se perdía, se cobrase por otra». De hecho, Lutero emprendió en 1519 su predicación contra la Iglesia, y en ese año inició Cortés la conquista de la Nueva España. También señala Mendieta otra significativa correspondencia: «el año en que Cortés nació, que fue el de 1485, se hizo en la ciudad de México [en realidad en 1487] una solemnísima fiesta en dedicación del templo mayor [el de Huichilobos], en la cual se sacrificaron ochenta mil y cuatrocientas personas» (Historia III,1).

    Conductor de una altísima empresa

    En las Instrucciones que el Gobernador Diego Velázquez dió en Cuba a Hernán Cortés, cuando éste partía en 1518 hacia México, la finalidad religiosa aparece muy acentuada entre los varios motivos de la expedición: «Pues sabéis, le dice, que la principal cosa [por la que] sus Altezas permiten que se descubran tierras nuevas es para que tanto número de ánimas como de innumerable tiempo han estado e están en estas partes perdidas fuera de nuestra santa fe, por falta de quien de ella les diese verdadero conocimiento; trabajaréis por todas las maneras del mundo... como conozcan, a lo menos, faciéndoselo entender por la mejor orden e vía que pudiéredes, cómo hay un solo Dios criador del cielo e de la tierra... Y decirles heis todo lo demás que en este caso pudiéredes» (Gómez Canedo 27).

    Este intento estaba realmente vivo en el corazón de Cortés, que en el cabo San Antonio, antes de echarse a la empresa, arengaba a sus soldados diciendo: «Yo acometo una grande y hermosa hazaña, que será después muy famosa, que el corazón me da que tenemos de ganar grandes y ricas tierras, mayores reinos que los de nuestros reyes... Callo cuán agradable será a Dios nuestro Señor, por cuyo amor he de muy buena gana puesto el trabajo y los dineros..., que los buenos más quieren honra que riqueza. Comenzamos guerra justa y buena y de gran fama. Dios poderoso, en cuyo nombre y fe se hace, nos dará victoria» (López de Gómara, Conquista p.301).

    También el franciscano Motolinía considera la conquista como guerra justa y buena, sin que por ello apruebe los excesos que en ella se hubieran dado. Así, en su carta a Carlos I, en 1555, defendiendo contra las acusaciones de Las Casas el conjunto de lo hecho, recuerda al Emperador que los mexicanos «para solenizar sus fiestas y honrar sus templos andaban por muchas partes haciendo guerra y salteando hombres para sacrificar a los demonios y ofrecer corazones y sangre humana; por la cual causa padecían muchos inocentes, y no parece ser pequeña causa de hacer guerra a los que ansí oprimen y matan los inocentes; y éstos con gemidos y clamores clamaban a Dios y a los hombres ser socorridos, pues padecían muerte tan injustamente, y esto es una de las causas, como V. M. sabe, por la cual se puede hacer guerra».

    Es ésta una doctrina del padre Vitoria, como ya vimos (54), formulada en 1539. En nuestra opinión, es hoy ésta la razón que se estima más válida para justificar la conquista de América. Actualmente las naciones, según el llamado deber de injerencia, se sentirían legitimadas para entrar y sujetar a un pueblo que hiciera guerras periódicas para someter a sus vecinos y procurarse víctimas, y que sacrificara anualmente a sus dioses decenas de miles de prisioneros, esclavos, mujeres y niños.

    Primera misa en Cozumel

    Cortés y los suyos, llegados a la isla de Cozumel, en la punta de Yucatán, en su primer contacto con lo que sería Nueva España, visitaron un templo en el que estaban muchos indios quemando resina, a modo de incienso, y escuchando la predicación de un viejo sacerdote. Allá estuvieron mirándolo, cuenta Bernal Díaz, a ver en qué paraba «aquel negro sermón»...

    Melchorejo le iba traduciendo a Cortés, que así supo que «predicaba cosas malas». Se reunió entonces el Capitán con los principales y por el intérprete les dijo «que si habían de ser nuestros hermanos que quitasen de aquella casa aquellos sus ídolos, que eran muy malos y les hacían errar, y que no eran dioses, sino cosas malas, y que les llevarían al infierno sus ánimas. Y que pusiesen una imagen de Nuestra Señora que les dio, y una cruz. Y se les dijo otras cosas acerca de nuestra santa fe, bien dichas».

    El papa, sacerdote, y los caciques respondieron que adoraban «aquellos dioses porque eran buenos, y que no se atrevían ellos hacer otra cosa, y que se los quitásemos nosotros, y veríamos cuánto mal nos iba de ello, porque nos iríamos a perder en la mar». No conocían a Cortés, al decir esto. «Luego Cortés mandó que los despedazásemos y echásemos a rodar unas gradas abajo, y así se hizo. Y luego mandó traer mucha cal, y se hizo un altar muy limpio» donde pusieron una cruz y una imagen de la Virgen, «y dijo misa el Padre que se decía Juan Díaz, y el papa y cacique y todos los indios estaban mirando con atención» (cp.27).

    Métodos apostólicos tan expeditivos -¡y tan arriesgados!- se mostraron sumamente eficaces para manifestar a los naturales la absoluta vanidad de sus ídolos, y recuerdan los procedimientos misioneros empleados en la Germania pagana por San Wilibrordo y sus compañeros, cuando, con el mismo fin, destruyeron santuarios paganos y se atrevieron a bautizar en manantiales tenidos por sagrados. Tiene razón Madariaga cuando dice que «no hay quien lea este episodio sin sentir la fragancia de la nueva fe: la madre y el niño, símbolos de ternura y debilidad, en vez de los sangrientos y espantosos dioses» (133). En Cozumel se inició la evangelización de México.

    Tabasco y la victoria de la Virgen

    El 12 de marzo de 1519 fondean en Tabasco, al oeste de Yucatán, y a los requerimientos y teologías de los españoles, los indios responden esta vez con una lluvia de flechas. Los estampidos de las armas españolas y sus caballos les hicieron cambiar de opinión, y también, según López de Gómara, la intervención de Santiago apóstol a caballo, que el bueno de Bernal Díaz niega con ironía (cp.34).

    Ya en tratos de paz, Cortés les pide a los indios dos cosas: la primera, que vuelvan a las casas los que huyeron, como así se hizo; y «lo otro, que dejasen sus ídolos y sacrificios, y respondieron que así lo harían». En seguida, Cortés les habló del Dios verdadero, de la santa fe, de la Virgen, «lo mejor que pudo». Los de Tabasco se declararon dispuestos a ser vasallos de Carlos I, y ofrecieron presentes de oro y veinte mujeres, entre ellas Doña Marina, que, con otros, se bautizó; ella conocía la lengua de Tabasco y la de México. Finalmente, se hizo un altar, y los indios, muy atentos, vieron aquellos guerreros barbudos vestidos de hierro adoraban una cruz de maderos, hacían procesión con ramos festivos, y se arrodillaban ante «una imagen muy devota de Nuestra Señora con su hijo precioso en los brazos; y se les declaró que en aquella santa imagen reverenciamos, porque así está en el cielo y es Madre de Nuestro Señor Dios». Al lugar se le puso el nombre de Santa María de la Victoria (cp.36).

    Todo esto llegaba a oídos de Moctezuma, el cual «despachó gente para el recibimiento de Quetzalcóatl, porque pensó que era el que venía», y a sus mensajeros les instruyó con cuidado: «veis aquí estas joyas que le presentaréis de mi parte, que son todos los atavíos sacerdotales que a él le convienen» (Sahagún 12,3-4). El tlatoani azteca «no podía comer ni dormir», y envió hechiceros que probaran con los españoles sus poderes, pero fue inútil. Entonces «comenzó a temer y a desmayarse y a sentir gran angustia» (12,6-7).

    Los españoles se hacen a la mar, siempre hacia México, llegan a San Juan de Ulúa, fundan Villa Rica de la Vera Cruz, nombre significativo, que une el oro al Evangelio de Cristo...

    Cempoala y los calpixques aztecas

    Llega un día a los españoles una embajada de totonacas, con ofrendas florales y obsequios, enviada por el cacique gordo de Cempoala -así llamado en las crónicas-. El cacique en seguida, «dando suspiros, se queja reciamente del gran Montezuma y de sus gobernadores», y Cortés le responde que tenga confianza: «el emperador don Carlos, que manda muchos reinos, nos envía para deshacer agravios y castigar a los malos, y mandar que no sacrifiquen más ánimas; y se les dio a entender otros muchas cosas tocantes a nuestra santa fe» (Bernal cp. 45).

    Pero el cacique gordo y los suyos estaban aterrorizados por los aztecas, y «con lágrimas y suspiros» contaban cómo «cada año les demandaban muchos hijos e hijas para sacrificar, y otros para servir en sus casas y sementeras; y que los recaudadores [calpixques] de Montezuma les tomaban sus mujeres e hijas si eran hermosas, y las forzaban; y que otro tanto hacían en toda aquella tierra de la lengua totonaque, que eran más de treinta pueblos».

    En estas conversaciones estaban cuando llegaron cinco calpixques de Moctezuma, y a los totonacas « desde que lo oyeron, se les perdió la color y temblaban de miedo». Pasaron, majestuosos, ante los españoles aparentando no verlos, comieron bien servidos, y exigieron «veinte indios e indias para sacrificar a Huichilobos, porque les dé victoria contra nosotros» (cp.46). Cortés, ante el espanto de los totonacas, mandó que no les pagaran ningún tributo, más aún, que los apresaran inmediatamente.

    Cuando lo hicieron, en seguida se difundió la noticia por la región, y «viendo cosas tan maravillosas y de tanto peso para ellos, de allí en adelante nos llamaron teúles, que es dioses, o demonios» (cp.47). Entonces los totonacas, con el mayor entusiasmo, resolvieron sacrificar a los recaudadores, pero Cortés lo impidió, poniendo a éstos bajo la guardia de sus soldados. Y por la noche, secretamente, liberó a dos de ellos, para que contasen lo sucedido a Moctezuma, y le asegurasen que él era su amigo y que cuidaría de los tres calpixques restantes...

    El terror que los guerreros y recaudadores aztecas suscitaban en todos los pueblos sujetos al imperio de Moctezuma era muy grande. De ahí que la acción de Cortés, sujetando a los calpixques en humillantes colleras que los totonacas tenían para sus esclavos, fue la revelación de una verdadera libertad posible.

    Murmuraciones y temores

    Acercándose ya a Tlaxcala, algunos soldados que en Cuba habían dejado haciendas, metidos más y más en el corazón de México, temiendo por sus propias vidas, comenzaron a murmurar en corrillos, recordando que habían ya perdido 55 compañeros desde que iniciaron la expedición. Aunque reconocían que Dios hasta ahora les había ayudado, pensaban «que no le debían tentar tantas veces», sino que convenía regresar a Veracruz y replegarse en el territorio totonaca, al menos hasta que Velázquez les enviara refuerzos. Finalmente, todo esto se lo dijeron a Cortés abiertamente.

    «Y viendo Cortés que se lo decían algo como soberbios, les respondió muy mansamente», y después de recordar las grandes hazañas cumplidas entre todos, con él siempre en la vanguardia -lo que era innegable-, les añadió: «He querido, señores, traeros esto a la memoria, que pues Nuestro Señor fue servido guardarnos, tuviésemos esperanza que así había de ser adelante; pues desde que entramos en la tierra en todos los pueblos les predicamos la santa doctrina lo mejor que podemos, y les procuramos de deshacer sus ídolos. Encaminemos siempre todas las cosas a Dios y seguirlas en su santo servicio será mejor... [Él ] nos sostendrá, que vamos de bien en mejor». Por otra parte, si retrocedieran, Moctezuma «enviaría sus poderes mexicanos contra ellos [los totonacas], para que le tornasen a tributar, y sobre ellos darles guerra, y aun les mandara que nos la den a nosotros» (cp.69).

    No había otra sino seguir adelante.

    Tlaxcala
    Extrañamente los tlaxcaltecas, deponiendo su primera actitud belicosa, pronto vinieron a paz con los españoles, y se hicieron sus mejores aliados, en buena parte porque ya no querían soportar más el yugo de los mexicanos. Los caciques principales le dijeron a Cortés que, de cien años a esta parte, ellos estaban empobrecidos, arruinados y aplastados por el poder mexicano, sin sal siquiera para comer, pues Moctezuma no les daba opción para salir a conseguir nada (cp.73). Y así estaban todas las provincias, tributándole «oro y plata, y plumas y piedras, y ropa de mantas y algodón, e indios e indias para sacrificar y otras para servir; y que es tan gran señor que todo lo que quiere tiene, y que en las casas que vive tiene llenas de riquezas y piedras y chalchiuis [piedras verdes], que ha robado y tomado por fuerza, y todas las riquezas de la tierra están en su poder» (cp.78).

    También allí Cortés, después de tranquilizarles, realizó sus acostumbradas misiones populares: exposición de la fe, deposición de los ídolos, instalación de la cruz y de la Virgen Madre «con su precioso hijo», misa, bautismos, y prohibición absoluta de sacrificios rituales y comer carne humana. Y cuenta Bernal Díaz:

    «Hallamos en este pueblo de Tlaxcala casas de madera hechas de redes y llenas de indios e indias que tenían dentro encarcelados y a cebo, hasta que estuviesen gordos para comer y sacrificar: las cuales cárceles las quebramos y deshicimos para que se fuesen los presos que en ellas estaban, y los tristes indios no osaban ir a cabo ninguno, sino estarse allí con nosotros, y así escaparon las vidas; y de allí en adelante en todos los pueblos que entrábamos lo primero que mandaba nuestro capitán eran quebrarles las tales cárceles y echar fuera los prisioneros, y comúnmente en todas estas tierras los tenían» (cp.78).

    Eran estas cárceles de dos clases: el cuauhcalli, jaula o casa de palo, y el petlacalli o casa de esteras. Con estas acciones Cortés hacía efectivas aquellas palabras que había dicho al cacique de Cempoala: que los españoles habían venido a las Indias «a desfacer agravios, favorecer a los presos, ayudar a los mezquinos y quitar tiranías» (López de Gómara, Conquista 318).

    Guerra en Cholula

    Diecisiete días llevaban en Tlaxcala, y había que ir pensando en continuar hacia México. Pero de nuevo comenzaron las murmuraciones entre algunos soldados, pues les parecía, dice Bernal Díaz, «que era cosa muy temerosa irnos a meter en tan fuerte ciudad siendo nosotros tan pocos». Los más fieles de Cortés «le ayudamos de buena voluntad con decir «¡adelante en buena hora!». Y los que andaban en estas pláticas contrarias eran de los que tenían en Cuba haciendas, que yo y otros pobres soldados ofrecido teníamos siempre nuestras ánimas a Dios, que las crió, y los cuerpos a heridas y trabajos hasta morir en servicio de Nuestro Señor Dios y de Su Majestad» (cp.79). Y emprendieron la marcha.

    Los tlaxcaltecas, cuando vieron a los españoles decididos a seguir hasta México, les pusieron muy sobre aviso contra las cortesías y traiciones de Moctezuma, que no se fiaran en nada, y también intentaron persuadirles de que no fueran por Cholula, porque allí «siempre tiene Montezuma sus tratos dobles encubiertos» (cp.79). Sin embargo, el 13 de octubre de 1519 la pequeña armada de Cortés se encaminó hacia Cholula, acompañados por unos 500 cempoaleses y unos 6.000 tlaxcaltecas, que hubieran querido ir muchos más, pues eran enemigos feroces de los cholultecas.

    Cholula, con sus centenares de teocalis, venía a ser un centro religioso de suma importancia, y allí estaba precisamente el gran teocali dedicado a Quetzalcóatl. También allí Cortés y los suyos hicieron a su modo las misiones populares acostumbradas. Reunidos todos los caciques y papas, «se les dio a entender muy claramente todas las cosas tocantes a nuestra sante fe, y que dejasen de adorar ídolos y no sacrificasen ni comiesen carne humana, ni usasen las torpedades que solían usar, y que mirasen que sus ídolos los traen engañados y que son malos y que no dicen verdad, y que tuviesen memoria que cinco días había las mentiras que les prometió, que les daría victoria cuando le sacrificaron las siete personas, y que les rogaba que luego les derrocasen e hiciesen pedazos» (Bernal cp.83).

    Como otras veces, el mercedario padre Olmedo hubo de moderar los ímpetus de Cortés contra los ídolos, haciéndole ver que «al presente bastaban las amonestaciones que se les ha hecho y ponerles la cruz». Y ahí quedó la cosa, pero no sin antes quebrar y abrir las casas-jaula, «que hallamos que estaban llenas de indios y muchachos en cebo, para sacrificar y comer sus carnes. Les mandó Cortés que se fuesen adonde eran naturales», y amenazó duramente a los chololtecas que no hicieran más sacrificios ni comieran carne humana.

    Así las cosas, pronto supieron los españoles que los chololtecas, por mandato de Moctezuma, tramaban una celada para matarles. Reunió entonces Cortés a los caciques, y les mostró que sabía lo que preparaban: «Tales traiciones, mandan las leyes reales que no queden sin castigo». En efecto, el castigo fue una gran matanza.

    «Estas fueron -escribe Bernal- las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decir el obispo de Chiapas, fray Bartolomé de las Casas, porque afirma [en la Brevísima Relación] que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo, y porque se nos antojó, se hizo aquel castigo... siendo todo al revés, y no pasó como lo escribe». Y añade: «Unos buenos religiosos franciscanos fueron a Cholula para saber e inquirir cómo y de qué manera pasó aquel castigo..., y hallaron ser ni más ni menos que en esta relación escribo, y no como lo dice el obispo. Y si por ventura no se hiciera aquel castigo, nuestras vidas estaban en mucho peligro..., y que si allí por nuestra desdicha nos mataran, esta Nueva España no se ganara tan presto» (cp.83; +J. L. Martínez, Cortés 232-236).

    El mestizo Muñoz Camargo, en su Historia de Tlaxcala, al comentar estos sucesos, señala que «tenían tanta confianza los cholultecas en su ídolo Quetzalcohualtl que entendieron que no había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes [entendían] acabar a los nuestros en breve tiempo, lo uno porque eran pocos, y lo otro porque los tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño [?] a que ellos los acabaran».

    La matanza y la destrucción de ídolos tenidos por invencibles hizo «correr la fama por toda la tierra hasta México, donde puso horrible espanto». En tal ocasión todos «quedaron muy enterados del valor de nuestros españoles. Y desde allí en adelante no estimaban acometer mayores cosas, todo guiado por orden divina, que era Nuestro Señor servido que esta tierra se ganase y rescatase y saliese del poder del demonio» (II,5).

    Entrada pacífica en Tenochtitlán

    En este tiempo Moctezuma, angustiado por los más negros presagios, se encerró durante días en el Gran Teocali, en ayuno, oración y sacrificios de su propia sangre. Y cambiando de actitud a última hora, envió mensajeros para que invitaran a Cortés a entrar en México. Los embajadores aztecas recomendaron con sospechosa insistencia un camino, pero Cortés no se fió, y en momento tan grave, según escribió después a Carlos I en su II Carta, «como Dios haya tenido siempre cuidado de encaminar las reales cosas de Vuestra Majestad desde su niñez, e como yo y los de mi compañía íbamos en su real servicio, nos mostró otro camino, aunque algo agro, no tan peligroso como aquel por donde nos querían llevar».

    Tenochtitlán, la ciudad maravillosa, señora de tantos pueblos, quedaba aislada, como extranjera de sus propios dominios. Allí habitaba Moctezuma, el tlatoani, en su inmenso palacio, con una corte de varios miles de personas principales, servidores y mujeres. Cuando salía al exterior, era llevado en andas, o ponían alfombras para que sus pies no tocaran la miserable tierra, y nadie podía mirarle, sino todos debían mantener la cabeza baja. Tenía recintos para aves, para fieras diversas, e incluso coleccionaba hombres de distintas formas y colores, o víctimas de alguna deformidad que los hacía curiosos. Éste fue el emperador majestuoso que, haciéndose preceder de solemnes embajadas y obsequios, prestó a los españoles una impresionante acogida en Tenochtitlán. Bernal Díaz lo narra con términos inolvidables, en los que admiración y espanto se entrecruzan: «delante estaba la gran ciudad de México; y nosotros aún no llegábamos a cuatrocientos soldados» (cp. 88). Era el 8 de noviembre de 1519.

    Cortés y los suyos son instalados en las grandiosas dependencias de las casas imperiales. El tlatoani, discretamente retenido, está bajo su poder, y se muestra dócil y amistoso. Al día siguiente de su entrada en Tenochtitlán, Hernán Cortés visita a Moctezuma en su palacio, y éste, con su corte, le recibe con gran cortesía. El Capitán español está acompañado de Alvarado, Velázquez de León, Ordaz y Sandoval y cinco soldados, entre ellos el que contará la escena, Bernal Díaz (cp.90), más dos intérpretes, doña Marina y Aguilar. Comienza el diálogo y, tras los saludos propios de aquella profunda cortesía tan propia de aztecas como de españoles, Cortés va derechamente al grano.

    Cortés empieza por presentarse con los suyos como enviados del Rey de España, «y a lo que más le viene a decir de parte de Nuestro Señor Dios es que... somos cristianos, y adoramos a un solo Dios verdadero, que se dice Jesucristo, el cual padeció muerte y pasión por salvarnos» en una cruz, «resucitó al tercer día y está en los cielos, y es el que hizo el cielo y la tierra». Les dijo también que «en Él creemos y adoramos, y que aquellos que ellos tienen por dioses, que no lo son, sino diablos, que son cosas muy malas, y cuales tienen las figuras [los dioses aztecas eran horribles], que peores tienen los hechos. Que mirasen cuán malos son y de poca valía, que adonde tenemos puestas cruces -como las que vieron sus embajadores [los de Moctezuma]-, con temor de ellas no osan parecer delante, y que el tiempo andado lo verán».

    En seguida continúa con una catequesis elemental sobre la creación, Adán y Eva, la condición de hermanos que une a todos los hombres. «Y como tal hermano, nuestro gran emperador [Carlos], doliéndose de la perdición de las ánimas, que son muchas las que aquellos sus ídolos llevan al infierno, nos envió para que esto que ha ya oído lo remedie, y no adorar aquellos ídolos ni les sacrifiquen más indios ni indias, pues todos somos hermanos, ni consienta sodomías ni robos».

    Quizá Cortés, llegado a este punto, sintió humildemente que ni su teología ni el ejemplo de su vida daban para muchas más predicaciones. Y así añadió «que el tiempo andado enviaría nuestro rey y señor unos hombres que entre nosotros viven muy santamente [frailes misioneros], mejores que nosotros, para que se lo den a entender». Ahí cesó Cortés su plática, y comentó a sus compañeros: «Con esto cumplimos, por ser el primer toque».

    Moctezuma le responde que ya estaba enterado de todo eso, pues le habían comunicado «todas las cosas que en los pueblos por donde venís habéis predicado. No os hemos respondido a cosa ninguna de ellas porque desde ab initio acá adoramos nuestros dioses y los tenemos por buenos; así deben ser los vuestros, y no cuidéis más al presente de hablarnos de ellos». De este modo transcurrió el primer encuentro entre dos mundos religiosos, uno luminoso y firme, seguro de su victoria en la historia de los pueblos; el otro oscuro y vacilante, presintiendo su fin con angustiada certeza.

    La vergonzosa caída de Huichilobos

    Una mañana, «como por pasatiempo», fue Cortés a visitar el gran teocali, acompañado por el capitán Andrés Tapia -por quien conocemos al detalle la escena-, con una decena más de españoles. Por las empinadas gradas frontales, ciento catorce, subieron a lo alto de la terraza superior del cu, se aproximaron a los dos templetes de los ídolos, y retirando con sus espadas las cortinas, contemplaron su aspecto horrible y fascinante: «son figuras de maravillosa grandeza y altura, y de muchas labores esculpidas», le escribirá después Cortés al Emperador en su II Carta.

    Los ídolos, cuenta Tapia, «tenían mucha sangre, del gordor de dos y tres dedos, y [Cortés] descubrió los ídolos de pedrería, y miró por allí lo que se pudo ver, y suspiró habiéndose puesto algo triste, y dijo, que todos lo oímos: "¡Oh Dios!, ¿por qué consientes que tan grandemente el diablo sea honrado en esta tierra? Ha, Señor, por bien que en ella te sirvamos". Y mandó llamar los intérpretes, y ya al ruido de los cascabeles se había llegado gente de aquella de los ídolos, y díjoles: "Dios que hizo el cielo y la tierra os hizo a vosotros y a nosotros y a todos, y cría con lo que nos mantenemos; y si fuéremos buenos nos llevará al cielo, y si no, iremos al infierno, como más largamente os diré cuando más nos entendamos; y yo quiero que aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Madre bendita, y traed agua para lavar estas paredes, y quitaremos de aquí todo esto".

    «Ellos se reían, como que no fuese posible hacerse, y dijeron: "No solamente esta ciudad, pero toda la tierra junta tiene a éstos por sus dioses, y aquí está esto por Huichilobos, cuyos somos; y toda la gente no tiene en nada a sus padres y madres e hijos en comparación de éste, y determinarán de morir; y cata [mira] que de verte subir aquí se han puesto todos en armas, y quieren morir por sus dioses".

    «El marqués [Cortés, luego marqués de Oaxaca] dijo a un español que fuese a que tuviesen gran recaudo en la persona de Muteczuma, y envió a que viniesen treinta o cuarenta hombres allí con él, y respondió a aquellos sacerdotes: "Mucho me holgaré yo de pelear por mi Dios contra vuestros dioses, que son nonada". Y antes que los españoles por quien había enviado viniesen, enojóse de las palabras que oía, y tomó con una barra de hierro que estaba allí, y comenzó a dar en los ídolos de pedrería; y yo prometo mi fe de gentilhombre que me parece agora que el marqués saltaba sobrenatural, y se abalanzaba tomando la barra por en medio a dar en lo más alto de los ojos del ídolo, y así le quitó las máscaras de oro con la barra, diciendo: "A algo nos hemos de poner [exponer] por Dios".

    «Aquella gente lo hicieron saber a Muteczuma, que estaba cerca de ahí el aposento, y Muteczuma envió a rogar al marqués que le dejase venir allí, y que en tanto que venía no hiciese mal en los ídolos. El marqués mandó que viniese con gente que le guardase, y venido le decía que pusiésemos a nuestras imágenes a una parte [la Cruz y la Virgen] y dejásemos sus dioses a otra. El marqués no quiso. Muteczuma dijo: "Pues yo trabajaré que se haga lo que queréis; pero habéisnos de dar los ídolos que los llevemos donde quisiéremos". Y el marqués se los dio, diciéndoles: "Ved que son de piedra, e creed en Dios que hizo el cielo y la tierra, y por la obra conoceréis al maestro"».

    Los ídolos fueron descendidos de buena manera, en seguida se lavó de sangre aquel matadero de hombres, se construyeron dos altares, y se pusieron en uno «la imagen de Nuestra Señora en un retablico de tabla, y en otro la de Sant Cristóbal, porque no había entonces otras imágenes, y dende aquí en adelante se decía allí misa».

    Lo malo fue que sobrevino una sequía, y los indios se le quejaron a Cortés de que era debido a que les quitó sus dioses. «El marqués les certificó que presto llovería, y a todos nos encomendó que rogásemos a Dios por agua; y así otro día fuimos en procesión a la torre [del teocali], y allá se dijo misa, y hacía buen sol, y cuando vinimos llovía tanto que andábamos en el patio los pies cubiertos de agua; y así los indios se maravillaron mucho» (AV, La conquista 110-112).

    Esa escena formidable en la que Cortés, saltando sobrenatural, destruye a Huichilobos, puede considerarse como un momento decisivo de la conquista de la Nueva España. No olvidemos que Moctezuma era no sólo el señor principal de México, el Uei Tlatoani, sino también el sacerdote supremo de la religión nacional. La primera caída del poder azteca no se debió tanto a la victoria militar de unas fuerzas extranjeras más poderosas, pues sin duda hubo momentos en que los aztecas, fortísimos guerreros, hubieran podido comerse -literalmente hablando- a los españoles; sino que se produjo ante todo como una victoria religiosa. El corazón de Moctezuma y de su pueblo había quedado yerto y sin valor cuando se vio desasistido por sus dioses humillados, y cuando la presencia de los teúles españoles fue entendida como la llegada de aquellos señores poderosos que tenían que venir.

    Moctezuma se hace vasallo de Carlos I Cortés, teniendo ya a Moctezuma como prisionero, le trataba con gran deferencia, se entretenía con él en juegos mexicanos, y conversaba con él muchas mañanas, sobre todo acerca de temas religiosos, en los que el tlatoani mantenía firme la devoción de sus dioses. Se acabó entonces el vino de misa, y «después que se acabó cada día estábamos en la iglesia rezando de rodillas delante del altar e imágenes, cuenta Bernal; lo uno, por lo que éramos obligados a cristianos y buena costumbre, y lo otro, porque Montezuma y todos sus capitanes lo viesen y se inclinasen a ello» (cp.93).

    Un día Moctezuma pidió permiso a Cortés para ir a orar al teocali, y éste se lo autorizó, siempre que no intentase huir ni hiciera sacrificios humanos. Cuando el rey azteca, portado en andas, llegó al cu y le ayudaron a subir, «ya le tenían sacrificado de la noche antes cuatro indios», y por más que los españoles prohibían esto, «no podíamos en aquella sazón hacer otra cosa sino disimular con él, porque estaba muy revuelto México y otras grandes ciudades con los sobrinos de Montezuma» (cp.98).

    En diciembre de 1519, a instancias de Cortés, Moctezuma reune a todos los grandes señores y caciques, para abdicar de su imperio, y pide que todos ellos presten vasallaje al Emperador Carlos I. La reunión se produce sin testigos españoles, fuera del paje Orteguilla, y los detalles del suceso nos son conservados por el relato de Bernal Díaz (cp.101) y por la II Carta Relación de Cortés a Carlos I.

    La abdicación del poder azteca tiene por causa motivos fundamentalmente religiosos.

    Todos los señores, les dice Moctezuma, deben prestar vasallaje al Emperador español representado por Cortés, «ninguno lo rehuse, y mirad que en diez y ocho años ha que soy vuestro señor siempre me habeis sido muy leales... Y si ahora al presente nuestros dioses permiten que yo esté aquí detenido, no lo estuviera sino que yo os he dicho muchas veces que mi gran Uichilobos me lo ha mandado». Es hora de hacer memoria de importantes sucesos antiguos: «Hermanos y amigos míos: Ya sabéis que no somos naturales desta tierra, e que vinieron a ella de otra muy lejos, y los trajo un señor cuyos vasallos todos eran», aunque después no lo quisieron «recibir por señor de la tierra; y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder que los pudiese costreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, tengo por cierto que aqueste es el señor que esperábamos. Y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses por que en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban».

    Todos aceptaron prestar obediencia al Emperador «con muchas lágrimas y suspiros, y Montezuma muchas más... Y queríamoslo tanto, que a nosotros de verle llorar se nos enternecieron los ojos, y soldado hubo que lloraba tanto como Montezuma; tanto era el amor que le teníamos».

    Madariaga comenta: «Aquella escena en la Méjico azteca moribunda, en que los hombres de Cortés lloraron por Moteczuma, es uno de los momentos de más emoción en la historia del descubrimiento del hombre por el hombre. En aquel día el hombre lloró por el hombre y la historia lloró por la historia» (319).

    Pérdida y conquista sangrienta de México

    De pronto, los sucesos se precipitan en la tragedia. Desembarca en Veracruz, con grandes fuerzas, Pánfilo de Narváez, enviado por el gobernador Velázquez para apresar a Cortés, que había desbordado en su empresa las autorizaciones recibidas. Cortés abandona la ciudad de México y vence a Narváez. Entre tanto, el cruel Alvarado, en un suceso confuso, produce en Tenochtilán una gran matanza -por la que se le hizo después juicio de residencia-, y estalla una rebelión incontenible. Vuelve apresuradamente Cortés, y Moctezuma, impulsado por aquél, trata de calmar, desde la terraza del palacio, al pueblo amotinado; llueven sobre él insultos, flechas y pedradas, y tres días después muere, «al parecer, de tétanos» (Morales Padrón, Historia 348). Se ven precisados los españoles a abandonar la ciudad, en el episodio terrible de la Noche Triste.

    Los españoles son acogidos en Tlaxcala, y allí se recuperan y consiguen refuerzos en hombres y armas. Muchos pueblos indios oprimidos: tlaxcaltecas, tepeaqueños, cempoaltecas, cholulenses, huejotzincos, chinantecos, xochimilcos, otomites, chalqueños (Trueba, Cortés 78-79), se unirán a los españoles para derribar el imperio azteca. Construyen entonces bergantines y los transportan cien kilómetros por terrenos montañosos, preparando así el ataque final contra la ciudad de México, es decir, contra el poder azteca, asumido ahora por Cuauhtémoc (Guatemuz), sobrino de Moctezuma.

    Comienza el asalto de la ciudad lacustre el 28 de julio de 1521, y la guerra fue durísima, tanto que al final de ella, como escribe Cortés en su III Carta al emperador, «ya nosotros teníamos más que hacer en estorbar a nuestros amigos que no matasen ni hiciesen tanta crueldad que no en pelear con los indios... [Pero] en ninguna manera les podíamos resistir, porque nosotros éramos obra de novecientos españoles y ellos más de ciento y cincuenta mil hombres». La caída de México-Tenochtitlán fue el 13 de agosto de 1521, fecha en que nace la Nueva España.

    Con razón, pues, afirma el mexicano José Luis Martínez que esta guerra fue de «indios contra indios, y que Cortés y sus soldados... se limitaron... sobre todo, a dirigir y organizar las acciones militares... Arturo Arnáiz y Freg solía decir: «La conquista de México la hicieron los indios y la independencia los españoles»» (332).

    Cortés recibe a los doce franciscanos

    Ya vimos que Hernán Cortés en 1519, apenas llegado a Tenochtitlán, le anuncia a Moctezuma en su primer encuentro: «enviará nuestro rey hombres mejores que nosotros». Así se cumplió, en efecto. El 17 o 18 de junio del año 1524, «el año en que vino la fe», llegaron de España a México un grupo de doce grandes misioneros franciscanos. Y Cortés tuvo especialísimo empeño en que su entrada tuviera gran solemnidad.

    Ya cerca de México, según cuenta Bernal, el mismo Hernán Cortés les salió al encuentro, en cabalgata solemne y engalanada, con sus primeros capitanes, acompañado por Guatemuz, señor de México, y la nobleza mexicana. Y aún les aguardaba a los indios una sorpresa más desconcertante, cuando vieron que Cortés bajaba del caballo, se arrodillaba ante fray Martín, y besaba sus hábitos, siendo imitado por capitanes y soldados, y también por Guatemuz y los principales mexicanos. Todos «espantáronse en gran manera, y como vieron a los frailes descalzos y flacos, y los hábitos rotos, y no llevaron caballos, sino a pie y muy amarillos [del viaje], y ver a Cortés, que le tenían por ídolo o cosa como sus dioses, así arrodillado delante de ellos, desde entonces tomaron ejemplo todos los indios, que cuando ahora vienen religiosos les hacen aquellos recibimientos y acatos; y más digo, que cuando Cortés con aquellos religiosos hablaba, que siempre tenía la gorra en la mano quitada y en todo les tenía gran acato» (cp.171; +Mendieta, Historia III,12).

    «Esta escena, comenta Madariaga, fue la primera piedra espiritual de la Iglesia católica en Mejico» (493).

    Pide misioneros

    Poco después de la llegada de los Doce apóstoles franciscanos, el 15 de octubre de 1524, escribe Cortés al Emperador una IV Relación, de la que transcribimos algunos párrafos particularmente importantes para la historia religiosa de México:

    «Todas las veces que a vuestra sacra majestad he escrito he dicho a vuestra Alteza el aparejo que hay en algunos de los naturales de estas partes para convertirse a nuestra santa fe católica y ser cristianos; y he enviado a suplicar a vuestra Majestad, para ello, mandase personas religiosas de buena vida y ejemplo. Y porque hasta ahora han venido muy pocos o casi ningunos, y es cierto que harían grandísimo fruto, lo torno a traer a la memoria de vuestra Alteza, y le suplico lo mande proveer con toda brevedad, porque Dios Nuestro Señor será muy servido de ellos y se cumplirá el deseo que vuestra Alteza en este caso, como católico, tiene».

    En otra ocasión, sigue en su carta, «enviamos a suplicar a vuestra Majestad que mandase proveer de Obispos u otros prelados, y entonces nos pareció que así convenía. Ahora, mirándolo bien, me ha parecido que vuestra sacra Majestad los debe mandar proveer de otra manera... Mande vuestra Majestad que vengan a estas partes muchas personas religiosas [frailes], y muy celosas de este fin de la conversión de estas gentes, y que hagan casas y monasterios. Y suplique vuestra Alteza a Su Santidad [el Papa] conceda a vuestra Majestad los diezmos de estas partes para este efecto. [La conversión de estas gentes] no se podría hacer sino por esta vía; porque habiendo Obispos y otros prelados no dejarían de seguir la costumbre que, por nuestros pecados, hoy tienen, en disponer de los bienes de la Iglesia, que es gastarlos en pompas y en otros vicios, en dejar mayorazgos a sus hijos o parientes. Y aun sería otro mayor mal que, como los naturales de estas partes tenían en sus tiempos personas religiosas que entendían en sus ritos y ceremonias -y éstos eran tan recogidos, así en honestidad como en castidad, que si alguna cosa fuera de esto a alguno se le sentía era castigado con pena de muerte-; y si ahora viesen las cosas de la Iglesia y servicio de Dios en poder de canónigos u otras dignidades, y supiesen que aquéllos eran ministros de Dios, y los viesen usar de los vicios y profanidades que ahora en nuestros tiempos en esos reinos usan, sería menospreciar nuestra fe y tenerla por cosa de burla; y sería tan gran daño, que no creo aprovecharían ninguna otra predicación que se les hiciese».

    «Y pues que tanto en esto va y [ya que] la principal intención de vuestra Majestad es y debe ser que estas gentes se conviertan, he querido en esto avisar a vuestra Majestad y decir en ello mi parecer. [Por lo demás] así como con las fuerzas corporales trabajo y trabajaré para que los reinos y señoríos de vuestra Majestad se ensanchen, así deseo y trabajaré con el alma para que vuestra Alteza en ellas mande sembrar nuestra santa fe, porque por ello merezca [a pesar de mis muchos pecados -nos permitimos añadir-] la bienaventuranza de la vida perpetua».

    «Asimismo vuestra Majestad debe suplicar a Su Santidad que conceda su poder en estas partes a las dos personas principales de religiosos que a estas partes vinieron, uno de la orden de San Francisco y otro de la orden de Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes que vuestra Majestad pudiere [concederles y conseguirles], por ser estas tierras tan apartadas de la Iglesia romana, y los cristianos que en ellas residimos tan lejos de los remedios de nuestras conciencias, y como humanos, tan sujetos a pecado».

    Todo se cumplió, más o menos, como Cortés lo pensó y lo procuró. Con razón, pues, afirmó después Mendieta que «aunque Cortés no hubiera hecho en toda su vida otra alguna buena obra más que haber sido la causa y medio de tanto bien como éste, tan eficaz y general para la dilatación de la honra de Dios y de su santa fe, era bastante para alcanzar perdón de otros muchos más y mayores pecados de los que de él se cuentan» (III,3).

    El emperador promovió también algunos obispos pobres y humildes, como Cortés los pedía, hombres de la talla de Garcés, Zumárraga o Vasco de Quiroga.

    Soldados apóstoles de México

    La religiosidad de Cortés fue ampliamente compartida por sus compañeros de milicia. Como ya vimos más arriba (76-77), Bernal Díaz del Castillo afirmaba que ellos, los soldados conquistadores, fueron en la Nueva España los primeros apóstoles de Jesucristo, incluso por delante de los religiosos: ellos fueron, en efecto, los primeros que, en momentos muy difíciles y con riesgo de sus vidas, anunciaron el Evangelio a los indios, derrocaron los ídolos, y llamaron a los religiosos para que llevaran adelante la tarea espiritual iniciada por ellos entre los indios.

    Pues bien, el mismo Bernal, cuando en su Historia verdadera da referencias biográficas «De los valerosos capitanes y fuertes y esforzados soldados que pasamos desde la isla de Cuba con el venturoso y animoso Don Hernando Cortés» (cp.205), no olvida a un buen número de soldados, compañeros suyos de armas, que se hicieron frailes y fueron verdaderos apóstoles de los indios:

    «Pasó un buen soldado que se decía Sindos de Portillo, natural de Portillo, y tenía muy buenos indios y estaba rico, y dejó sus indios y vendió sus bienes y los repartió a pobres, y se metió a fraile francisco, y fue de santa vida; este fraile fue conocido en México, y era público que murió santo y que hizo milagros, y era casi un santo. Y otro buen soldado que se decía Francisco de Medina, natural de Medina del Campo, se metió a fraile francisco y fue buen religioso; y otro buen soldado que se decía Quintero, natural de Moguer, y tenía buenos indios y estaba rico, y lo dio por Dios y se metio a fraile francisco, y fue buen religioso; y otro soldado que se decía Alonso de Aguilar, cuya fue la venta que ahora se llama de Aguilar, que está entre la Veracruz y la Puebla, y estaba rico y tenía buen repartimiento de indios, todo lo vendió y lo dio por Dios, y se metió a fraile dominico y fue muy buen religioso; este fraile Aguilar fue muy conocido y fue muy buen fraile dominico. Y otro buen soldado que se decía fulano Burguillos, tenía buenos indios y estaba rico, y lo dejó y se metió a fraile francisco; y este Burguillos después se salió de la Orden y no fue tan buen religioso como debiera; y otro buen soldado, que se decía Escalante, era muy galán y buen jinete, se metió fraile francisco, y después se salió del monasterio, y de allí a obra de un mes tornó a tomar los hábitos, y fue muy buen religioso. Y otro buen soldado que se decía Lintorno, natural de Guadalajara, se metió fraile francisco y fue buen religioso, y solía tener indios de encomienda y era hombre de negocios. Otro buen soldado que se decía Gaspar Díez, natural de Castilla la Vieja, y estaba rico, así de sus indios como de tratos, todo lo dio por Dios, y se fue a los pinares de Guaxalcingo [Huehxotzingo, en Puebla], en parte muy solitaria, e hizo una ermita y se puso en ella por ermitaño, y fue de tan buena vida, y se daba ayunos y disciplinas, que se puso muy flaco y debilitado, y decía que dormía en el suelo en unas pajas, y que de que lo supo el buen obispo don fray Juan de Zumárraga lo envió a llamar o le mandó que no se diese tan áspera vida, y tuvo tan buen fama de ermitaño Gaspar Díez, que se metieron en su compañía otros dos ermitaños y todos hicieron buena vida, y a cabo de cuatro años que allí estaban fue Dios servido llevarle a su santa gloria»...

    Ya se ve que no había entonces mucha distancia entre los frailes apóstoles y aquellos soldados conquistadores, más tarde venteros, encomenderos o comerciantes. Es un falso planteamiento maniqueo, como ya he señalado, contraponer la bondad de los misioneros con la maldad de los soldados: los documentos de la época muestran en cientos de ocasiones que unos y otros eran miembros hermanos, más o menos virtuosos, de un mismo pueblo profundamente cristiano.

    Francisco de Aguilar (1479-1571)

    Entre los citados por Bernal Díaz, ése buen soldado que llama Alonso de Aguilar, es el que más tarde, tomando el nombre de Francisco, se hace dominico, y a los ochenta años, a ruegos de sus hermanos religiosos, escribe la Relación breve de la conquista de la Nueva España. En su crónica dice de sí mismo que fue «conquistador de los primeros que pasaron con Hernando Cortés a esta tierra». Llega por tanto a México en 1519, con 40 años de edad, y es testigo presencial de los sucesos que ya anciano narra en su crónica. Felizmente conocemos bien su vida por la Crónica de fray Agustín Dávila Padilla, dominico, en la que éste le dedica un capítulo (cp.38: +Aguilar, Apéndice III-A).

    Francisco de Aguilar, escribe fray Agustín Dávila, era «hombre de altos pensamientos y generosa inclinación» y «tenía grandes fuerzas, con que acompañaba su ánimo». Ya de seglar se distinguió por la firmeza de su castidad, de modo que «cuando los soldados decían o hacían alguna cosa menos honesta, la reprendía el soldado como si fuera predicador, y se recelaban de él aun los más honrados capitanes». Fue uno de los hombres de confianza de Cortés, el cual le encomendaba «negocios importantes, como fue la guarda de la persona del emperador Moctezuma, cuando le retuvieron en México». Más tarde, «después que la tierra estuvo pacífica, como a soldado animoso le cupo un fuerte repartimiento de indios que le dieron en encomienda», y con eso y con la venta, pronto se hizo rico.

    Pero él no estaba para gozar riquezas de este mundo. Él, más bien, «consideraba los peligros grandes de que Dios le había librado, y hallábase muy obligado a servirle», y junto a eso, «acordábasele también de algunos agravios que a los indios había hecho, y de otros pecados de su vida, y para hacer penitencia, tuvo resolución de ser fraile de nuestra Orden». Así las cosas, en 1529, teniendo 50 años, ingresó en los dominicos, que en número de doce, como los franciscanos, habían llegado a México poco después que éstos, en 1526.

    El padre Aguilar «ejercitó sus buenas fuerzas en los ayunos y rigores de la Orden. En cuarenta años que vivió en ella, con haber cincuenta que estaba hecho al regalo, nunca comió carne, ni bebió vino, ni quebrantó ayuno de la Orden; que son cosas rigurosas para un mozo, y las hacía Dios suaves a un viejo». Con oración y penitencias lloraba «delante de Dios sus miserias, y quedaba medrado en la virtud, pidiendo a Dios que fuese piadoso. Éralo él con sus prójimos, particularmente con los indios, por descontar alguna crueldad si con ellos la hubiese usado. Los indios de su pueblo (de quienes él se despidió para ser fraile, dándoles cuenta de su motivo) le iban a ver al convento, y le regalaban, trayéndole muy delgadas mantas de algodón, que humildemente le ofrecían, por lo mucho que le amaban».

    «Fue muchos años prelado en pueblos de indios con maravilloso ejemplo y prudencia», aunque «nunca predicó, por ser tanto el encogimiento y temor que había cobrado en la religión, que jamás pudo perder el miedo para hablar en público. Aprovechó mucho a los indios, confesándolos y doctrinándolos con amor de padre, reconociéndole ellos y estimándole como buenos hijos». A los noventa y dos años, después de haber sufrido con mucha paciencia una larga enfermedad de gota, que le dejó imposibilitado, «acabó dichosamente la vida corporal, donde había dejado encomienda de indios; y le llevó Dios a la eterna, donde le tenía guardado su premio entre los ángeles».

    Elogios de Hernán Cortés

    Pero volvamos a nuestro protagonista. A juicio de Salvador de Madariaga fue «Cortés el español más grande y más capaz de su siglo» (555), lo que es decir demasiado, si no se ignoran las flaquezas del Capitán y las maravillas humanas y divinas del siglo XVI español. También elogiosa es la obra Hernán Cortés, escrita en 1941 por Carlos Pereyra. Pero los elogios vienen de antiguo, pues ya en el XVII Don Carlos de Sigüenza y Góngora, escribe el libro Piedad heróica de Don Fernando Cortés, que es publicado mucho más tarde en México, en 1928.

    En nuestro siglo, el mexicano Alfonso Trueba, publica en 1954 su Hernán Cortés, libertador del indio, que en 1983 iba por su cuarta edición. Y en 1956, el también mexicano José Vasconcelos afirma en su Breve historia de México que Hernán Cortés es «el más grande de los conquistadores de todos los tiempos» (18), «el más humano de los conquistadores, el más abnegado, [que] se liga espiritualmente a los conquistados al convertirlos a la fe, y su acción nos deja el legado de una patria. Sea cual fuere la raza a que pertenezca, todo el que se sienta mexicano, debe a Cortés el mapa de su patria y la primera idea de conjunto de nacionalidad» (19). Por otra parte, «quiso la Providencia que con el triunfo del Quetzalcoatl cristiano que fue Cortés, comenzase para México una era de prosperidad y poderío como nunca ha vuelto a tenerla en toda su historia» (167).

    Otro autor mexicano, José Luis Martínez, en su gran obra Hernán Cortés, más bien hostil hacia su biografiado, ha de reconocer, aunque no de buena gana: «el hecho es que mantuvo siempre con los indios un ascendiente y acatamiento que no recibió ninguna otra autoridad española» (823). Y documenta su afirmación. Cuando en 1529 se le hizo a Cortés juicio de residencia, el doctor Cristóbal de Ojeda, con mala intención, para inculparlo, declaró: «que así mismo sabe e vido este testigo que dicho don Fernando Cortés confiaba mucho en los indios de esta tierra porque veía que los dichos indios querían bien al dicho don Fernando Cortés e facían lo que él les mandaba de muy buena voluntad» (823). Y años más tarde, en 1545, el escribano Gerónimo López le escribe al emperador que «a Cortés no solo obedecían en lo que mandaba, pero lo que pensaba, si lo alcanzaban a saber, con tanto calor, hervor, amor y diligencia que era cosa admirable de lo ver» (824).

    Ciertamente, hay muchos signos de que Cortés tuvo gran afecto por los naturales de la Nueva España, y de que los indios correspondieron a este amor. Por ejemplo, a poco de la conquista de México, Cortés hizo una expedición a Honduras (1524-1526), y a su regreso, flaco y desecho, desde Veracruz hasta la ciudad de México, fue recibido por indios y españoles con fiestas, ramadas, obsequios y bailes, según lo cuenta al detalle Bernal Díaz (cp.110).

    Por cierto que Cortés, al llegar a México, donde tantos daños se habían producido en su ausencia, no estaba para muchas fiestas; «e así -le escribe a Carlos I- me fui derecho al monasterio de sant Francisco, a dar gracias a Nuestro Señor por me haber sacado de tantos y tan grandes peligros y trabajos, y haberme traído a tanto sosiego y descanso, y por ver la tierra que tan en trabajo estaba, puesta en tanto sosiego y conformidad, y allí estuve seis días con los frailes, hasta dar cuenta a Dios de mis culpas» (V Carta).

    Y poco después, cuando la primera y pésima Audiencia, estando recluído en Texcoco, también en carta a Carlos I, le cuenta: «me han dejado sin tener de donde haya una hanega de pan ni otra cosa que me mantenga; y demás desto porque los naturales de la tierra, con el amor que siempre me han tenido, vista mi necesidad e que yo y los que conmigo traía nos moríamos de hambre... me venían a ver y me proveían de algunas cosas de bastimento» (10-10-1530).

    Amistad con los franciscanos

    Desde el principio los escritores franciscanos ensalzaron la dimensión apostólica de la figura de Hernán Cortés, como en nuestros siglo lo hace el franciscano Fidel de Lejarza, en su estudio Franciscanismo de Cortés y Cortesianismo de los Franciscanos (MH 5,1948, 43-136). Igual pensamiento aparece en el artículo del jesuíta Constantino Bayle, Cortés y la evangelización de Nueva España (ib. 5-42). Pero quizá el elogio más importante de Cortés es el que hizo en 1555 el franciscano Motolinía en carta al emperador Carlos I:

    «Algunos [Las Casas] que murmuraron del Marqués del Valle [de Oaxaca, muerto en 1547], y quieren ennegrecer sus obras, yo creo que delante de Dios no son sus obras tan aceptas como lo fueron las del Marqués. Aunque, como hombre, fuese pecador, tenía fe y obras de buen cristiano y muy gran deseo de emplear la vida y hacienda por ampliar y aumentar la fe de Jesucristo, y morir por la conversión de los gentiles. Y en esto hablaba con mucho espíritu, como aquel a quien Dios había dado este don y deseo y le había puesto por singular capitán de esta tierra de Occidente. Confesábase con muchas lágrimas y comulgaba devotamente, y ponía a su ánima y hacienda en manos del confesor para que mandase y dispusiese de ella todo lo que convenía a su conciencia. Y así, buscó en España muy grandes confesores y letrados con los cuales ordenó su ánima e hizo grandes restituciones y largas limosnas. Y Dios le visitó con grandes aflicciones, trabajos y enfermedades para purgar sus culpas y limpiar su ánima. Y creo que es hijo de salvación y que tiene mayor corona que otros que lo menosprecian.

    «Desque que entró en esta Nueva España trabajó mucho de dar a entender a los indios el conocimiento de un Dios verdadero y de les hacer predicar el Santo Evangelio. Y mientras en esta tierra anduvo, cada día trabajaba de oír misa, ayunaba los ayunos de la Iglesia y otros días por devoción. Predicaba a los indios y les daba a entender quién era Dios y quién eran sus ídolos. Y así, destruía los ídolos y cuanta idolatría podía. Traía por bandera una cruz colorada en campo negro, en medio de unos fuegos azules y blancos, y la letra decía: «amigos, sigamos la cruz de Cristo, que si en nos hubiere fe, en esta señal venceremos». Doquiera que llegaba, luego levantaba la cruz. Cosa fue maravillosa, el esfuerzo y ánimo y prudencia que Dios le dio en todas las cosas que en esta tierra aprendió, y muy de notar es la osadía y fuerzas que Dios le dio para destruir y derribar los ídolos principales de México, que eran unas estatuas de quince pies de alto» (y aquí narra la escena descrita por Andrés Tapia).

    «Siempre que el capitán tenía lugar, después de haber dado a los indios noticias de Dios, les decía que lo tuviesen por amigo, como a mensajero de un gran Rey en cuyo nombre venía; y que de su parte les prometía serían amados y bien tratados, porque era grande amigo del Dios que les predicaba. ¿Quién así amó y defendió los indios en este mundo nuevo como Cortés? Amonestaba y rogaba a sus compañeros que no tocasen a los indios ni a sus cosas, y estando toda la tierra llena de maizales, apenas había español que osase coger una mazorca. Y porque un español llamado Juan Polanco, cerca del puerto, entró en casa de un indio y tomó cierta ropa, le mandó dar cien azotes. Y a otro llamado Mora, porque tomó una gallina a indios de paz, le mandó ahorcar, y si Pedro de Alvarado no le cortase la soga, allí quedara y acabara su vida. Dos negros suyos, que no tenían cosa de más valor, porque tomaron a unos indios dos mantas y una gallina, los mandó ahorcar. Otro español, porque desgajó un árbol de fruta y los indios se le quejaron, le mandó afrentar.

    «No quería que nadie tocase a los indios ni los cargase, so pena de cada [vez] cuarenta pesos. Y el día que yo desembarqué, viniendo del puerto para Medellín, cerca de donde agora está la Veracruz, como viniésemos por un arenal y en tierra caliente y el sol que ardía -había hasta el pueblo tres leguas-, rogué a un español que consigo llevaba dos indios, que el uno me llevase el manto, y no lo osó hacer afirmando que le llevarían cuarenta pesos de pena. Y así, me traje el manto a cuestas todo el camino.

    «Donde no podía excusar guerra, rogaba Cortés a sus compañeros que se defendiesen cuanto buenamente pudiesen, sin ofender; y que cuando más no pudiesen, decía que era mejor herir que matar, y que más temor ponía ir un indio herido, que quedar dos muertos en el campo» (Xirau, Idea 79-81). Y termina diciendo: «Por este Capitán nos abrió Dios la puerta para predicar el santo Evangelio, y éste puso a los indios que tuvieran reverencia a los Santos Sacramentos, y a los ministros de la Iglesia en acatamiento; por esto me he alargado, ya que es difunto, para defender en algo de su vida» (Trueba, Doce 110; +Mendieta, Historia III,1).

    Leonardo Tormos escribió hace años un interesante y breve artículo, Los pecadores en la evangelización de las Indias. Hernán Cortés fue sin duda el principal de este gremio misterioso...

    Final

    En 1528 visitó Cortés a Carlos I, y no consiguió el gobierno de la Nueva España, pues no se quería dar gobierno a los conquistadores, no creyeran éstos que les era debido. Pero el rey le hizo Marqués del Valle de Oaxaca, con muy amplias propiedades. Cortés tuvo años prósperos en Cuernavaca, y después de pasar sus últimos años más bien perdido en la Corte, después de disponer un Testamento admirable, murió en 1547. Tuvo este conquistador una gran esperanza, ya en 1526, sobre el cristianismo de México, y así le escribe al emperador que «en muy breve tiempo se puede tener en estas partes por muy cierto se levantará una nueva iglesia, donde más que en todas las del mundo Dios Nuestro Señor será servido y honrado» (V Carta).

    Y tuvo también conciencia humilde de su propia grandeza, atribuyendo siempre sus victorias a la fuerza de Dios providente. Francisco Cervantes de Salazar refiere que oyó decir a Cortés que «cuando tuvo menos gente, porque solo confiaba en Dios, había alcanzado grandes victorias, y cuando se vio con tanta gente, confiado en ella, entonces perdió la más de ella y la honra y gloria ganada» (Crónica de la Nueva España IV, 100; +J.L. Martínez 743).

    Esta misma humildad se refleja en una carta a Carlos I escrita al fin de su vida (3-2-1544): «De la parte que a Dios cupo en mis trabajos y vigilias asaz estoy pagado, porque siendo la obra suya, quiso tomarme por medio, y que las gentes me atribuyesen alguna parte, aunque quien conociere de mí lo que yo, verá claro que no sin causa la divina Providencia quiso que una obra tan grande se acabase por el más flaco e inútil medio que se pudo hallar, porque sólo a Dios fuese atributo» (Madariaga 560).

    Tomado de Hechos de los Apóstoles de América, del padre José María Uraburu
    http://www.mercaba.org/FICHAS/gratis...merica_200.htm
    Última edición por Hyeronimus; 23/04/2007 a las 00:22

  11. #11
    isabel_de_castilla está desconectado Miembro novel
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    Re: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Cita Iniciado por DON COSME Ver mensaje
    Biografías como la de Hernán Cortés me dejan sin respiración, sin habla... Qué coraje, qué tesón, qué prohombres producía nuestra patria!!! ¿nos quedará algo de esto en la España actual?
    Hola Cosme,

    La noche triste impresiona mucho.

  12. #12
    sisebuto está desconectado Miembro graduado
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Yo humildemente creo, (hermanos que nos llamamos en Cristo) y lo creo sin menoscabo del valor, la audacia y el coraje de aquellos Conquistadores, pues al correr por mis venas pura sangre española,no puedo sustraerme a la fascinación que me producen sus hazañas, como tampoco mí moral de cristiano me permite echar un velo sobre lo que también tuvieron de negativo, que fue mucho.

    La biografía de Cortés que nos presenta Ordóñez, aunque mucho más extensa, es un calco de la que a mí un día me enseñaron en la escuela,
    (aquella escuela del brazo en alto, ya saben) Pero luego, tuve y tengo acceso a otras biografías que circulan por ahí (y no precisamente hablo de la leyenda negra) ¡no, no! Sino biografías escritas por autores objetivos, que dan a Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar.

    Y, en muy cierto que al César de aquellos tiempos Cortés le dio lo que era suyo, (no todo) pero le dio.

    Sin embargo, (y al decirlo lo siento) No creo que a Dios pudieran satisfacerle mucho sus dádivas; ya que Cortes, como todos los conquistadores de la historia y, no solo de la española, tenía las manos manchadas de sangre inocente.

    ¡Y no me vengan ahora diciendo que tal empresa mereció la pena en aras de la evangelización!

    Porque ¿En qué parte del los evangelios ha leído ustedes que Cristo enviase a sus discípulos a evangelizar con la espada en la mano...?

    ¡Con la espada en la mano se va a nuevas tierras a buscar otra cosa, señores!

  13. #13
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Pues a ver cómo me explicas que el Rey concediera, a pedido del propio Cortés, títulos nobiliarios a los caciques indios a los que había librado de los sanguinarios aztecas. Que esos sí que eran sanguinarios y hacían sacrificios humanos y esclavizaban a otros indios y se los comían. Todo documentado. ¿Y qué chorrada es esa de que Cristo no envió a los apóstoles a evangelizar espada en mano? ¿Qué tendrá que ver? Los "doce apóstoles" (los otros, los primeros franciscanos que llegaron a México), así como todos los otros misioneros que llegaron detrás eran frailes, no soldados. Evangelizaban con la cruz, no con la espada (aunque hubiera sido necesario primero abrir camino a los misioneros con la espada). (Si no fuera por Cortés, los aztecas también se habrían merendado a los misioneos.) Cortés no fue un santo, pero si no vas a saber distinguir lo que es leyenda negra, infórmate mejor. Por cierto, no sé a qué colegio fuiste pero yo también estudié en aquella época y en aquellos a los que yo fui al menos no había nada de brazo en alto. Es más, mi queja es que no se nos dio suficiente formación patriótica. La denostada Formación del Espíritu Nacional que yo conocí en el bachillerato no consistía más que en una serie de perogrulladas sobre la vida en sociedad y una fría exposición de la democracia orgánica. Ojalá nos hubieran dado una verdadera formación del espíritu nacional, verdadera formación patriótica, verdaderos argumentos contra la insostenible leyenda negra, motivos para enorgullecernos de ser españoles, contribuciones de España a la historia y la humanidad. Un verdadero curso de hispanidad que hubiera vacunado a la gente contra tantas tonterías como se escriben.
    Pious dio el Víctor.

  14. #14
    Avatar de CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN
    CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Citas:

    1.- “Muy bueno el verso, pero es para manual. Cortés se lavaba las manos con sangre, y no la de el. Seguramente sirvió a los intereses hispanos, pero a Dios ni por un minuto (perspectiva de un católico, el que soy y a mucha honra). Lo mejor: el silencio.
    Un saludo argentino y americano. Fabio Regio”

    Ser católico y pro leyenda Negra (una mentira largo tiempo ha desembozada) no junta ni pega.
    Desembarazarse del legado español es un suicidio espiritual (que indefectiblemente desemboca en material), es renegar de la Fe y de toda la tradición cristiana occidental que no nos vino sino por España. O sea, el Catolicismo en su más perfecta expresión.
    Alguien nada sospechoso de ortodoxia lo decía, todo santo tiene algo de español.


    2.- “¡Y no me vengan ahora diciendo que tal empresa mereció la pena en aras de la evangelización!


    Porque ¿En qué parte del los evangelios ha leído ustedes que Cristo enviase a sus discípulos a evangelizar con la espada en la mano...?
    ¡Con la espada en la mano se va a nuevas tierras a buscar otra cosa, señores!”

    Si mal no entiendo quieres decir que la Conquista es injustificable. Una obra de misericordia heroica de tamaña envergadura ha merecido no sólo el elogio unánime de los Pontífices sino que ha sido objeto de admiración de todo hombre intelectualmente honesto.
    La peor de las fechorías que pudiese haber cometido alguno de los conquistadores resulta insignificante ante la grandeza de la obra realizada por España, formal y materialmente, porque el propósito de Evangelizar estas tierras no fue otro más destinado a ornamentar la galería universal de las buenas intenciones; se tradujo en una operación sin parangón en la Historia. Un puñado de hombres a miles de kilómetros de su Señor, sin otro testigo que su conciencia y a costa de sacrificios indecibles, cumplieron la palabra empeñada e hicieron de una tierra cruel y salvaje digno tierra cristiana, una ciudad con Dios y Ley, transformaron a millones de salvajes en personas.
    Si aquello no mereció la pena no sé que cosa lo merezca.



    EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM
    Última edición por CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN; 07/04/2009 a las 03:52 Razón: corrección ortográfica

  15. #15
    Avatar de Val
    Val
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Muy buena puntualización hermano Cristián, yo por mi parte seré más elemental y escueto en mi intervención y por supuesto muchísimo menos brillante.

    Cortés fue un genio militar comparable a Alejandro o César, si en vez de ser español hubiera sido inglés o francés todo el mundo le tendría por un portento, uno de esos personajes singulares que de vez en cuando aparecen en el devenir histórico, seguramente su tratamiento por la “historia oficial” (hecha sobre todo por anglosajones) hubiera resultado más positiva, vamos, me apuesto un céntimo de euro en ello ¡¡Pero amigo!! Nació español, se jorobo el invento, para que queremos más, "la fregamos", que dicen los venezolanos. Pues nada, el extremeño ilustre no pasa de ser un tipo sanguinario que sólo le interesaba el oro, “genocida” y demás mandangas “leyendanegristas” manidas anti españolas. En definitiva, nada nuevo bajo el Sol.
    Última edición por Val; 07/04/2009 a las 10:30

  16. #16
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Caro Sisebuto:

    Ya sé por dónde vas. Y la verdad, es que cansa.

    " No me digan que..."; hombre, quién eres tú para decirnos a nosotros que no defendamos el propósito evangelizador que alumbró a la Conquista. ¿ Que ésta tuvo defectos ? Claro, iban seres humanos, no ángeles. Seres humanos con los cojones muy bien puestos. Personas como Alonso de Ojeda que se arriesgaron y hasta se llegaron a arruinar, esta es otra de la sed de oro, cuando muchos con sus propias expediciones se quedaban con lo puesto y ni eso. Lógicamente, no tenían esa mentalidad comodona y burguesa que caracteriza a nuestros días, aunque nosotros no podamos entender que no tenemos la razón y que en otro tiempo hubo quien tenía otra mentalidad, y que esa mentalidad es la natural y no la del materialismo histórico/dialéctico.

    Dices no sé qué del brazo en alto....Pues verás, yo soy carlista, no alzo el brazo, pero a priori, ¿ no puede ser un historiador bueno si alza el brazo, quiere decirse, si tiene tendencias falangistas o lo que sea ? ¿ Eso ya automáticamente lo descalifica como un perverso dogmático ? Yo he visto los manuales de Historia de mis padres, son de la época del franquismo, y con todos sus defectos, ya quisieran muchos haber tenido una formación historiográfica así en comparación con la porquería de sistemas antieducativos que se han ido propagando con la ¿ democracia ?, en nombre de la igualdad y el progreso. Los falsos dogmas....

    Esta biografía está muy mal escrita. Mezcla de mis apuntes y copias de otras biografías. No tiene nada de valor más que el de la vergüenza ajena en verdad.


    Pero vuelves a lo mismo: " Es que yo leo libros...."; claro, los demás, aparte de alzar el brazo y caer en dogmas que dañan a España, no hacemos nada. Ni conocemos otras versiones. A mí el titulillo de Historia me lo dieron en una tómbola, también. Y ni conozco otras versiones más que las que me interesan.


    Sobre muchos quids de la cuestión conquistadora, yo te recomendaría Las Casas, visto de costado, de Enrique Díaz-Araujo. También te recomendaría Hispanidad y Leyendas Negras de Antonio Caponnetto o Historia de la Leyenda Negra Hispanoamericana de Rómulo Carbia. Y tantos otros....


    Pero es curioso que los que cargáis contra prohombres como Cortés nunca os planteéis el imperialismo sanguinario de Moctezuma. Nunca os plantéeis que Cortés entre aliado con tlaxcaltecas, que fuera bien recibido por los mayas del Yucatán ( Acosados por los itzaes ), o que tarascos, otomíes o zapotecas también lo apoyaran, como apoyaron chancas, mochicas o cañaris a Pizarro. Aquí el imperialista sanguinario sólo resulta ser el blanquito de turno, y más, si es un católico español, que encima, es un hipócrita asesino que no quiere de veras el Evangelio, que en su autenticidad sólo compartes tú y muy pocos más. O que la esclavitud, desde luego muy criticable y condenada por la Iglesia en dos bulas ( Una en el XVII y otra en el XVIII, recogidas por el historiador colombiano Luis Corsi Otálora, otro gran defensor del legado hispano-católico, y de cómo indios y negros lucharon con los realistas frente a Bolívar ), fue desarrollada por los propios jefes negros y hasta hoy. La feria no hay que contarla según le va a uno, cómo tú pareces querer achacarnos. Y tú, que tanto criticas los ¿ dogmatismos ?, al final te fabricas el tuyo propio, con un criterio partidista que yo veo relamido. Y con esto, no te digo que yo sea la pera limonera tampoco. Pero es que ya cansa.

  17. #17
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Mis más sinceras disculpas si he molestado a alguien.

    Jamás lo pretendí, como tampoco quisiera ser un incordio entre ustedes.

    Yo vine a estos foros buscando a los españoles auténticos, esos españoles de los que hoy está tan necesitada nuestra Patria, y que no sé donde se habrán metido.

    Al principio creí que podrían ser ustedes, pues a pesar de nuestras diferencias, reconozco que muchas cosas tenemos en común.

    Sepan que yo no desdeño nuestra Historia. Leyendo las cartas de Cortés al Emperador Carlos a veces se me saltan las lágrimas.

    ¿Cómo negar la valentía de estos hombres conquistadores?
    Pero ¿Cómo no reconocer también sus ambiciones desmedidas y sus hechos; no siempre acordes con el espíritu cristiano?

    Sí, yo he leído la historia ¡la negra y la blanca! La que unos usan miserablemente, es cierto, para denigrar y ensombrecer las gestas de España. Y la que los otros para subliminarlas en demasía.

    Por eso, apelo a mi sentido común para intentar comprenderla y dejarla en su justa medida. ¿que puedo estar equivocado? ¡Pues claro! Pero, al menos, me equivoco yo, sin comulgar con ruedas de molino que me alargen otras manos, quizá parciales.

    ¡Ay! Si todos hiciéramos lo mismo...

    A mi me costaría muy poco convertirme en un forero modosito, nada polémico que encajara muy bien en este grupo que forman ustedes;
    pero eso no sería honrado por mi parte.
    ¿Qué opinas tú, Ordóñez?

    Nos dedicamos a tirarnos florecitas los unos a los otros, alabándonos mutuamente nuestro escritos (a veces superfluos) sin discutir en nada
    y aceptando como inmutables las numerosas teorías, citas y alegatos de otros autores extraños al foro, a los que solemos recurrir cuando tenemos alguna duda y que muchos de los cuales pertenecen a intelectuales mediocres, cuando no parciales, que suelen ser más tontos que capirote.

    Desde luego que, si es ésto lo que se pretende en este foro, debo admitir que me equivoque al entrar.

    P.D. Ordóñez, ¡Nunca fui falangista! El brazo lo alzaba en la escuela, siendo un niño, porque me obligaban. Pero, concuerdo contigo en que, en aquella escuela, aunque con la historia amañada (igual que hoy) la moral cristiana y la educación que nos enseñaban era ¡Pero que muy superior a la que enseñan hoy a los niños españoles!

    Un saludo
    Comunero Convencido dio el Víctor.

  18. #18
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Cita Iniciado por sisebuto Ver mensaje
    Nos dedicamos a tirarnos florecitas los unos a los otros, alabándonos mutuamente nuestro escritos (a veces superfluos) sin discutir en nada
    y aceptando como inmutables las numerosas teorías, citas y alegatos de otros autores extraños al foro, a los que solemos recurrir cuando tenemos alguna duda y que muchos de los cuales pertenecen a intelectuales mediocres, cuando no parciales, que suelen ser más tontos que capirote.

    Desde luego que, si es ésto lo que se pretende en este foro, debo admitir que me equivoque al entrar.
    En absoluto, esto no es un grupo de autoapoyo, es un foro de debate. Mientras éste sea bien fundado, argumentado y con estilo (es decir, ni insultos ni desprecios por parte de nadie) puede ocurrir. Si alguien falta a esto (calidad o estilo) será borrado y/o amonestado, sea del "bando" que sea.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  19. #19
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

    Perdona, pero este foro es todo lo contrario: Es un continuo debate y halagos hay muy pocos.


    sin discutir en nada
    y aceptando como inmutables las numerosas teorías, citas y alegatos de otros autores extraños al foro, a los que solemos recurrir cuando tenemos alguna duda y que muchos de los cuales pertenecen a intelectuales mediocres, cuando no parciales, que suelen ser más tontos que capirote.


    No sé a quiénes te refieres con esto. Yo te he dado ejemplos de muy buenos intelectuales hispanoamericanos, el que tú los desconozcas ya es otra cosa; y, espero equivocarme ( Como siempre ), pero espero que ese comentario no vaya por esos autores a los que hago referencias, porque ya quisieras tú ( Como yo ) llegarle a la suela de los zapatos. La misma lectura de Díaz Araujo ( Con un sinfín de textos recopilados por su parte ) te puede hacer llegar una idea de lo importante que fueron las espadas de la Conquista para la Misión. ¿ Qué cometieron excesos ? Es que no fueron ángeles, fueron hombres, que muchas veces hasta arriesgaron vidas y haciendas por Dios, la Patria y el Rey.

    No he dicho que hayas sido falangista. Ni que eso tampoco fuera una desgracia. No te entiendo muy bien, la verdad.

  20. #20
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    Respuesta: Hernán Cortés; Conquistador de la Nueva España

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