Es cierto que muchos han elucubrado sobre el tema de los esenios alegando sin fundamento que Jesús estuvo con ellos y aprendió de ellos durante los años previos a su predicación pública. Pero eso no quiere decir que todo lo relativo a los manuscritos del Mar Muerto sea falso o gnóstico. De hecho, en Qumran se han encontrado restos de manuscritos de Evangelios y epístolas canónicos, escondidos en las cuevas de la zona para protegerlos cuando los romanos arrasaron Jerusalén, y han servido para demostrar que, al contrario de lo que alegaban los modernistas (ya fueran protestantes o católicos) de que los Evangelios eran de elaboración muy posterior a los tiempos de Jesús, después de que los cristianos hubieran ido elaborando su teología y formulando sus creencias, en realidad se trataba de testimonios de primera mano, prácticamente contemporáneos de Jesús, escritos pocos años después de la Ascensión y exactamente tal como los conocemos hoy. Precisamente muchos investigadores de esos documentos, como el español José Callaghan, han tenido muchos enfrentamientos con modernistas que rechazaban su autenticidad porque se les venían abajo sus tesis modernistas. Y en Francia, la Asociación Jean Carmignac, que lleva el nombre de un sacerdote que durante muchos años se dedicó a probar la autenticidad y antigüedad de los Evangelios por medio de una crítica textual sana y ortodoxa contra los modernistas y una amplia erudición que incluía un gran conocimiento del hebreo y otras lenguas clásicas, publica un boletín semestral que se dedica a demostrar la autencidad de la Sagrada Escritura, de la Sábana Santa y de otras reliquias semejantes, todo desde la más estricta ortodoxia. Y es muy significativo que tras la muerte del padre Carmignac sus archivos cayeran en manos de un instituto que de católico solo tiene el nombre, el cual actualmente los guarda bajo siete llaves y no permite el acceso a la mencionada asociación, precisamente porque les derribaría muchos de sus argumentos.

Esta es la dirección de la mencionada asociación, para los que entiendan el francés. El boletín del que hablo es muy recomendable. Es posible suscribirse para recibirlo por correo, pero también se puede descargar desde internet. Esta es la dirección de la Asociación:

Association Jean Carmignac

En algunas cuevas de Qumran había escritos de los esenios y apocrifos, es cierto, pero en otras cuevas algo más apartadas se han encontrado textos legítimos, y de hecho todavía no se han explorado en su totalidad.

Y que en el Nuevo Testamento haya alusiones a libros apócrifos no tiene nada de nuevo. Siempre se ha sabido. Hay alguna frase sacada del libro de Henoc, otra de la Asunción de Moisés, y muchas otras, pero son siempre frases o alusiones en medio del texto, lo mismo que en un escrito perfectamente ortodoxo puede aparecer una cita o alusión a un personaje nada recomendable, digamos Nietsche, porque venga al caso, sea muy conocida o se quiera hacer una paráfrasis, sin que por ello se apruebe o recomiende a su autor.

En realidad, la crítica textual destructiva empezó en el siglo XIX (con algún antecedente en el siglo anterior), por parte de protestantes alemanes, gente como Harnack. Ha habido bastante periodos: el racionalismo, la escuela liberal, la de la historia de las religiones, la Formsgeschichte de Bultmann y muchas otras hasta nuestros días. Pero todas tienen el denominador común de atribuir una autoría meramente humana a los textos sagrados y de fecha muy posterior, a fin de destruir el dogma. Y en buena parte lo han conseguido, sobre todo después del Concilio, porque antes los papas arremetían constantemente contra el modernismo en todas sus formas, en encíclica tras encíclica. Como ya no lo hacen, esas destructivas doctrinas se han infiltrado también en muchos sectores del clero, y fuera del clero, para qué vamos a hablar. No hay quien pare esa avalancha gnóstica y codigodavinciana.