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Tema: Balmes, el príncipe de la Apologética moderna, olvidado por los suyos

  1. #1
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    Balmes, el príncipe de la Apologética moderna, olvidado por los suyos

    Balmes, el príncipe de la Apologética moderna, olvidado por los suyos


    No esta hecha la miel para la boca del asno

    Tal día como hoy de hace doscientos años nacía en Vich el filósofo Jaume Balmes i Urpià (Vich, 1810-1848). El silencio conmemorativo que le tributa Cataluña, y especialmente la Cataluña presuntamente católica, es la muestra más palpable de decadencia y mediocridad que caracteriza el estado de pensamiento, y el pensamiento católico, en nuestro Principado.
    Salvo un acto a celebrar en Vich al cual se ha adherido la Balmesiana del Dr. Corts, ¿donde están las universidades y centros de pensamiento presuntamente católicos? El autor de El Criterio , lectura obligada en los bachilleratos de los colegios católicos de antaño, hoy no estudiado ni en la Historia de la Filosofía de Segundo de Bachillerato de dichos centros.

    Balmes, leído y releído por más de un siglo, es hoy una figura incomoda y cada vez mas desconocida pese a tener en cada ciudad de Cataluña una calle, cuando no un monumento dedicado.

    Pío XII se refirió a Balmes como el príncipe de la Apologética moderna. ¿Cuantos filósofos catalanes figuran en los diccionarios generales de Historia de la Filosofía Europea? Sólo Ramon Llull y Jaume Balmes. Pero Llull escribió en catalán mientras Balmes, para alcanzar una mayor difusión de sus obras lo hizo en castellano, pese a ser su pensamiento el clímax de lo que significa el “seny” (juicio) catalán.

    Balmes figuró luego, instrumentalizado y desvirtuado, en los billetes de cinco pesetas de la España franquista. Por todo ello su figura resulta incómoda e incompresible para un pensamiento católico catalán actual mayoritariamente acaparado por los más burros del corral. La miel no esta hecha para la boca del asno.

    Los mandarines mediáticos de centros como la Facultad de Teología de Cataluña –salvo alguna excepción-, los pseudointelectuales de la Joan Maragall o de la Eiximenis, el silencio de la Universidad Ramon Llull, la escuela católica catalana, Cataluña Cristiana… nos remiten a una faceta más del marasmo eclesial catalán. Como el burro de la fábula que tocó la flauta por casualidad, el rebuzno es la emanación más elaborada de esta gran falla catalana, apayasada por fuera, vacía por dentro.

    La filosofía de la Historia dominante en el catolicismo catalán actual.

    El complejo que nuestra fe católica ha sido un factor de atraso científico, de freno al desarrollo y a la economía, de hostilidad a la democracia política, de pasividad delante de los avances de la justicia social y de represión de la sexualidad, acosa a los católicos que conviven en ambientes intelectuales.

    Es lo que podemos llamar el acomplejamiento intelectual católico, patología muy difundida en el occidente católico hoy por hoy.

    ¿Cuáles o cual han sido las causas últimas que provocaron, de forma gradual y desde el Renacimiento, el desarrollo de la ciencia moderna, con sus avances; el progreso económico-productivo; los sistemas constitucionales garantistas contra los abusos del gobernante o los regímenes políticos que permiten la participación ciudadana amplia y periódica; las leyes de protección social y laboral o la vida sexual sana?

    Delante de este fenomenal debate de Filosofía de la Historia se han adoptado tres grandes posturas:

    (a) la de aquellos que han ejercido juicios históricos basados en la convicción que lo creado –donde reside ya lo racional- va siendo perfeccionado o envilecido en la medida que se ha vivido y se vive, o no, un cristianismo auténtico alimentado por la gracia sobrenatural que proviene de los Sacramentos en el seno de una Iglesia nunca abandonada por el Paráclito. Estamos delante del presupuesto tomista de que la Revelación no niega la creación sino que la perfecciona y de la filosofía de la Historia coherente con la hermenéutica de la continuidad histórica homogénea e ininterrumpida de la Iglesia como Cuerpo Místico a lo largo de los siglos;

    (b) la de aquellos basados en la hermenéutica de la ruptura, definida sobre la convicción que en cada uno de estos pasos (progreso científico, jurídico, económico-productivo, sexual…) de la humanidad han sido provocados por una emancipación progresiva de la razón y el individuo con respecto a la Fe Católica. Es la filosofía de la Historia común al racionalismo desarrollado encima del cañamazo de las sociedades cristianas occidentales;
    Museo Balmes en la casa donde murió en Vich
    © y la de aquellos que tienden a idealizar las realizaciones pasadas del cristianismo, como si toda sociedad que se autodenomine católica consiguiera por simple definición y de forma casi automática avanzar el reino de los cielos ahora ya en la tierra. Es la filosofía de la Historia tradicionalista, fuerte en buena parte del siglo XIX, hoy día en franca retirada excepto en grupos francamente enrocados.

    Desgraciadamente, por falta de lectura o para no quedar desmarcados delante del pensamiento dominante, muchos católicos han interiorizado los axiomas de la hermenéutica de la ruptura como presupuestos de análisis con los que responderse sobre la relación entre su (nuestra) Fe y la historia de Occidente en los últimos 2.000 años.

    Así las cosas, no es de extrañar oír que Galileo fue quemado vivo en la Edad Media por la Inquisición (institución preocupada en mantener el atraso en Europa); que sin el presbiteriano Adam Smith no habría economía moderna ni libre mercado; que la Iglesia Católica siempre estuvo con los gobernantes y que hasta que la Revolución Francesa no separó Iglesia y Estado no hubo libertad política; que antes de la codificación legislativa liberal del siglo XIX toda la justicia era arbitraria y que no había la mas mínima protección legal de los derechos mas fundamentales; que antes del comunismo y la izquierda no habían normas de protección social; o que hasta el Mayo del 68 las mujeres siempre eran violentadas por sus maridos.

    Balmes o la fortaleza intelectual de la Tradición cristiano-católica viva y no adulterada

    Jaume Balmes recogió el guante que había lanzado en el campo de la Filosofía de la Historia François Guizot (1787-1874) con su Histoire de la civilisation en Europe . Para este último, había sido la reforma protestante quien había generado la libertad política en Europa. Para refutarlo Balmes escribió su El Protestantismo comparado con el Catolicismo y sus relaciones con la Civilización Europea (1842-1844). El de Vich demostró que la libertad política existía antes de la parición de la Reforma y giró el argumento de Guizot: la libertad política liberal decimonónica era una reacción al Absolutismo, cierto, coincidiendo con el político e historiador calvinista francés, pero el Absolutismo no existía antes de la Reforma.

    Pero Balmes matiza afirmando que lo que fomentó la práctica del absolutismo fue la fuerza bruta de los reyes recortando las libertades medievales de las instituciones locales y regionales y la manipulación de la Teología política católica medieval promoviendo autores heterodoxos y acallando las voces de los ortodoxos (una verdadera política ideológica que llegó a finales del siglo XVIII a la expulsión de los jesuitas, por ejemplo, en España por el Monarca católico).

    Sin el contrapeso del contrapoder doctrinal y autoridad moral de una Iglesia cada vez menos libre, el absolutismo avanzó en Occidente fomentado la asfixia del catolicismo mediante el abrazo del oso del regalismo.

    La teología política democrática tomista, el tiranicidio defendido por Juan de Mariana o el pensamiento de Suárez era material peligroso para manipularlo en la botica de palacio. La difusión del jansenismo y sus obsesiones privadas acabaron por llenar el espacio de una tradición de pensamiento sobre el orden social cristiano que fue apartada de primera línea del debate y estudio.

    En Cataluña esta tradición permaneció especialmente viva gracias a la fortaleza de los dominicos en el Principado centrada en el potente convento de Santa Caterina de Barcelona e irradiada por el resto de casas esparcidas por todas por el resto de ciudades episcopales de Cataluña; la acción del catalán cardenal Boxadors, gran Maestro de la Orden de los Predicadores quien puso las bases de la futura restauración del tomismo en el siglo XIX); la sintonía de Climent en Barcelona y de los escolapios y carmelitas descalzos catalanes con el pensamiento tomista clásico durante el siglo XVIII; la influencia de todo ello en Vich etc…
    Sin este background es difícil explicarse Balmes a pesar de su inconmensurable genio personal. Mucho se ha hablado de lo que supuso en él la Universidad de Cervera y poco de lo que suponía vivir y crecer en un Vich donde la tradición del pensamiento social cristiano se había conservado, como los salchichones, muy al resguardo de todos los malos aires intelectuales del siglo XVIII.

    Un llamamiento a actuar balmesianamente: la necesidad de una Apologética histórica del orden social cristiano.

    Balmes nos recuerda en el episodio que le tocó vivir –la controversia con Guizot-, la necesidad de la Apologética y de la Apologética social cristiana.

    Es necesario actuar de un modo balmesiano en el campo de la historia del desarrollo científico, de la economía social de mercado, del derecho, de la sexualidad y de los derechos de la mujer…. De lo contrario el creyente, desarmado, sucumbe ante la esquizofrenia de vivir una fe que hoy lo “ilumina” en lo personal pero que cree que ha oscurecido en el pasado la Historia de Occidente. Aturdido, se aboca entonces a una visión celestial del cristianismo primitivo embrutecido por un posterior devenir de la Historia. Una Iglesia abandonada por el Espíritu Santo. Un catolicismo interruptus.

    Balmes nos llama a:

    a) denunciar la falacia de buscar, en el emanciparse del catolicismo, el origen y causa de la aparición de los elementos y valores fundamentales de nuestra sociedad occidental (personalismo jurídico, revalorización de los más indefensos, libertad y participación política, investigación racional de la naturaleza, sexualidad constructiva, feminidad integral…), -que por otra parte si son realmente cristianos, son validos para toda la Humanidad como nos recordaron el entonces cardenal Razinger y el catedrático de Filosofía de la Ciencia Marcello Pera en sus cartas cruzadas publicadas en “ Sin raices”.

    b) a constatar que la conversión hipostática, de estos elementos y valores fundamentales de nuestra sociedad occidental antes citados, en ideologías peligrosas está frecuentemente asociada a la separación de ese origen o influencia cristiano que los vio nacer, desarrollarse o perfeccionarse. Concebir dichas apariciones en la historia occidental por medio de la hermenéutica de la ruptura es el primer paso para la conversión en ídolo pagano de dichos valores. Paradoxal desguace religioso de una ruptura racionalista. ¿A caso no hay peor enemigo de la mujer que cierto feminismo? ¿Acaso la primera gran matanza ideológica contemporánea, la carnicería que hizo la Revolución Francesa en la católica Vandée, no se hizo bajo la bandera de la Libertad y de los Derechos del Hombre?

    c) a vindicar la influencia positiva (a veces de forma radicalmente positiva cuando no de causalidad unilateral) de nuestra Fe en la aparición, desarrollo y difusión de estos valores, pre-existentes cronológicamente a cualquiera de los rupturas que se pretenden hacer pasar como fuentes de dichos principios (la libertad religiosa a la Reforma protestante, la libertad política a la Revolución francesa, la sexualidad sana al Mayo del 68 etc…).

    Para estar abiertos al encuentro el influyo del cristianismo católico en la Historia de Occidente/de la Humanidad actual hay que estar atento al estudio no solo a las realizaciones concretas de gente santa en materia de educación, sanidad o beneficencia sino también a la historia de las instituciones y principios fundamentales de la vida en sociedad (historia del derecho civil, natural, constitucional, procesal, laboral…; historia de la democracia política, la libertad civil o de la separación entre la potestad civil y la religiosa; historia de de la subsidiaridad…).

    Ante la tentación del idealismo intelectual del racionalismo que denigra los frutos de la Fe o del tradicionalismo que anula los de la Razón, el apologeta del orden social cristiano tiene que pensar bien , que consiste como dice Balmes en conocer la verdad [la realidad de las cosas] o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella .

    Para que el juicio sobre las cosas, incluido el realizado sobre la Historia no se convierta en una pura retahíla de elucubraciones del atolondrado de turno, el filosofo vicense escribió su famoso El Criterio , obra maestra del saber discurrir que debería ser aun hoy lectura obligada en todo bachillerato católico en toda España.

    Pero por encima de todas sus recomendaciones hay un elemento de la personalidad de este coloso del pensamiento del cual hoy celebramos el 2º centenario de su nacimiento que hay que destacar: una profunda humildad intelectual que nace de un ser contemplativo ante las grandezas del Señor. ¡Cuantas lecciones para la Cataluña, España y Europa del pensamiento de hoy!

    Quinto Sertorius Crescens
    TU REGERE IMPERIO FLUCTUS HISPANE MEMENTO

    El Rincón de Don Rodrigo

  2. #2
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    Re: Balmes, el príncipe de la Apologética moderna, olvidado por los suyos

    Poema de Jacint Verdaguer dedicado a Jaume Balmes

    Cuarenta años después de la muerte de Jaume Balmes, su paisano Jacint Verdaguer le dedicaría un hermoso poema titulado La mort de Balmes (La muerte de Balmes):

    "Qui vol veure viu a Balmes
    corra, corra cap a Vic,
    lo veurà en ses darreries
    agonitzant en son llit.

    ¡Oh solfats de la fe santa,
    s´aterra vostre cabdill,
    aquell que brandà el nou glavi
    dessota l´arnès antic;
    aquell que pel nou Golia
    té la força de David!

    ¡S´apaga el far que semblava
    lo far de l´esdevenir!
    A Espanya donà una estrella
    lo cel, donat-li aqueix fill,
    ¡i aqueixa estrella s´acluca
    quan arriba el zenit!

    (...)

    ¡Oh!, del ramat d´eixos pobles,
    de Barcelona, Madrid,
    de les serres catalanes,
    de Puigmal a Montjuïc,
    del Montserrat, nial d´hèroes,
    ¡despedeix-te´n tu per mi!

    ¡Ah!, si volant a la glòria
    pogués posar-me en ton cim
    per dir-li adéu a ma terra,
    ¡la terra que tant amí!
    ¡Oh Catalunya! ¡Oh Espanya!
    ¿Per què us he amades aixís?

    La cadena amb què volia
    en un cor los cors junyir,
    d´amor la dolça cadena,
    ¡me l´han trencada pel mig!

    ¡I veig la guerra que torna
    muntada en un trebolí,
    i veig armats en batalla
    los pares contra del fills,
    i els camps patris sadollar-se
    de sang d´Abels i Caïns!

    ¡Oh!, aturau-vos, aturar-vos,
    prou de matar y morir;
    jo us porto el ram d´olivera
    que agermana els enemics.

    Mes, ¡ai!, sols odis responen
    a l´amor de Jesucrist,
    i de LLull i de Teresa
    miro entrant en lo jardí
    l´impietat matadora,
    ¡com la serp al paradís!

    I veig rodar a l´abisme
    lo regne que més estim,
    entre el fum de la revolta
    i el capgirell dels partits.

    ¡Oh Espanya, ma dolça Espanya,
    pogués tornar-te a camí!
    ¡Si pogués escriure un dia,
    escriure un dia i morir!

    (…)

    Lo sol tarmonta la serra;
    plorau, campanes de Vic:
    ¡per Espanya i per Europa,
    que negra baixa la nit!

    (“Quien quiera ver vivo a Balmes, que corra hasta Vic; lo verá en las últimas, agonizando en su lecho. ¡Oh soldados de la fe santa, se muere vuestro caudillo, aquel que blandió la espada nueva bajo el arnés antiguo; aquel que para el nuevo Goliat tiene la fuerza de David! ¡Se apaga el faro que parecía el faro del porvenir! El cielo regaló a España una estrella al darle aquel hijo, ¡y aquella estrella se apaga cuando llegaba al cénit! (…) ¡Oh!, del rebaño de estos pueblos, de Barcelona, Madrid, de las sierras catalanas, desde el Puigmal a Montjuic, del Montserrat, nido de héroes, ¡despídete tú por mí! ¡Ah!, si volando a la gloria pudiese posarme en tu cima para decir adiós a mi tierra, ¡la tierra que tanto amé! ¡Oh Cataluña! ¡Oh España! ¿Por qué os he amado así? La cadena con la que quería unir los corazones en un solo corazón, de amor la dulce cadena, ¡me la han cortado por la mitad! ¡Y veo la guerra que vuelve montada en una tromba, y veo armados en batalla los padres contra los hijos, y los campos de la patria saturarse de sangre de Abeles y Caínes! ¡Oh!, deteneos, deteneos, basta de matar y morir, yo os traigo la rama de olivo que hermana a los enemigos. Pero, ¡ay!, sólo los odios responden al amor de Jesucristo, y en el jardín de Lulio y de Teresa veo entrar la impiedad matadora ¡como la serpiente del paraíso! Y veo rodar al abismo el reino que más quiero, entre el humo de la revuelta y las volteretas de los partidos. ¡Oh España, mi dulce España, si pudiese enderezar tu camino! ¡Si pudiese escribir un día, escribir un día y morir! (…) El sol se esconde en la sierra, llorad, campanas de Vic: ¡Por España y por Europa qué negra baja la noche!”)

    Poema de Jacint Verdaguer dedicado a Jaume Balmes
    Los "españolistas" me miran mal por hablar catalán y los "catalanistas" lo mismo por hablar castellano.

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  3. #3
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    Jaume Balmes





    Quien estuviera destinado a ser uno de los más fértiles pensadores religiosos de la Europa de su tiempo, Jaume Llucià Antoni Balmes i Urpià, nació en Vic el 28 de agosto de 1810.

    Realizó estudios de Filosofía y Teología, que completó más tarde en la Universidad de Cervera. Durante cuatro años fue catedrático de Matemáticas en el colegio de Vic.



    En 1839 publicó en El Madrileño Católico un trabajo titulado Sobre el celibato del clero, que le dio a conocer súbitamente como gran erudito y escritor. En los breves ocho años que separaron este momento del de su muerte Balmes desarrolló una actividad literaria, filosófica, política y periodística asombrosa. Escribió numerosas obras que hoy siguen siendo de referencia para el pensamiento católico universal.

    Fervoroso patriota interesado en los numerosos problemas de la convulsa España de su tiempo, dedicó gran parte de su actividad a los asuntos políticos. El grueso de su producción en este campo está recogido en sus numerosos artículos de prensa que escribió en los últimos años de su breve vida, de un ardiente patriotismo nacido del dolor que le provocaba el mal gobierno de la Nación:

    “¿Hay acaso extravío más disculpable que el nacido de una indignación justa? Y con justicia se indigna el que siente correr por sus venas sangre española, al pensar en el inmenso infortunio de esta Nación, grande en sí misma, y achicada, abatida y perdida por quienes la han gobernado”.

    En 1845 se instaló en Madrid, donde fundó el periódico monárquico El Pensamiento de la Nación, de cuya redacción se ocupó casi él solo. El programa que Balmes persiguió con dicho periódico se condensaba así:

    “Fijar los principios sobre los cuales debe establecerse en España un Gobierno que ni desprecie lo pasado, ni desatienda lo presente, ni pierda de vista el porvenir; un Gobierno que, sin desconocer las necesidades de la época, no se olvide de la rica herencia religiosa, social y política que nos legaron nuestros mayores; un Gobierno firme sin obstinación, justiciero sin crueldad, grave y majestuoso sin el irritante desdén del orgullo; un Gobierno que sea como la clave de un edificio grandioso donde encuentren cabida todas las opiniones razonables y respete todos los intereses legítimos”.

    El objetivo central perseguido por Balmes con sus artículos de opinión política fue la unión de los españoles, que él creía necesaria en una época en la que las banderías de partidos y camarillas gastaban inútilmente las energías de los políticos y hacían ingobernable la Nación.

    Acabar con la disputa dinástica entre carlistas e isabelinos, cuyo primer enfrentamiento armado acababa de terminar tras siete años de sangrienta lucha, fue una de las obsesiones de Balmes, quien trabajó por concertar el matrimonio entre el conde de Montemolín (el Carlos VI de los carlistas, primogénito de Carlos María Isidro) y su prima, la joven reina Isabel II, de modo que el heredero uniese en su persona a las dos ramas enfrentadas.

    Sobre la Guerra de Independencia escribió Balmes muchas de sus páginas:

    “Oyóse entretanto el grito de alarma, y el pueblo español, solo, sin rey, sin gobierno, sin caudillos, se levantó como un atleta y se arrojó con brioso denuedo sobre las numerosas y aguerridas legiones que inundaban sus campos y ocupaban sus principales ciudades y fortalezas; y este pueblo era el mismo pueblo a quien apellidaran flaco, aletargado y envilecido”.

    “Las grandes naciones de Europa, esas naciones tan brillantes y poderosas, habían doblado humildemente su cerviz (…) y los bisoños soldados españoles peleaban impertérritos con los veteranos imperiales que venían orlados con los trofeos de la Europa vencida; y cuando las grandes capitales de Europa y sus más inexpugnables fortalezas se habían humillado ante los ejércitos franceses, Zaragoza, Tarragona y Gerona burlaban con su constancia y denuedo todos los esfuerzos del valor, de la experiencia y del arte. Nadie ignora cuáles eran las grandes ideas que pusieron a la sazón en movimiento al pueblo español: Religión, Patria y Rey”.

    Sobre la unidad histórica de España escribió, apoyándose en la lejana época medieval y, de nuevo, en la reciente guerra contra Francia:

    “A la sazón la monarquía no podía ser una porque no lo consentía la situación del país, ocupado en gran parte por los sarracenos (musulmanes); pero a medida que éstos andaban cejando hacia las orillas del Mediterráneo, las provincias se reunían bajo un mismo imperio. León y Castilla, Cataluña y Aragón presentan este fenómeno: y los monarcas que conquistan Granada miran sometida a su cetro la España entera (…). El decir que tiene vida en España el espíritu federal, que el provincialismo es más poderoso que la monarquía, es aventurarse a sostener lo que a primera vista está desmentido por la historia; es suponer un fenómeno extraño, de cuya existencia deberíamos dudar por grandes que fuesen las apariencias que lo indicasen (…). En 1808 todo brindaba con la mejor oportunidad para que, si la monarquía hubiera sido en España una institución postiza o endeble, se despegase y se hiciera trizas, presentándose el provincialismo federal con su carácter propio y sus naturales tendencias. Pero no sucedió así: la Nación fue más grande que sus reyes; sí, más grande, más generosa; porque a la Nación también se le hicieron amenazas, y las despreció; la Nación vio venir sobre sí el hierro y el fuego, y los despreció; a la Nación se la brindó con halagüeñas promesas, y las despreció; a la Nación se le dijo: “esa tenacidad te va a costar tu tranquilidad, tus tesoros, la sangre de tus hijos”, y la Nación respondió que más que su tranquilidad y sus tesoros y la sangre de sus hijos, valía su independencia y su honor (…). La aparición de innumerables juntas en todos los puntos del reino, lejos de indicar el espíritu de provincialismo, sirvió para manifestar más el arraigo de la unidad monárquica; porque pasados los primeros instantes en que fue preciso que cada cual acudiera a su propia defensa del mejor modo que pudiese, se organizó y estableció la junta central, prestándose dócilmente los pueblos a reconocerla y respetarla como poder soberano. (…) Y hay todavía en esta parte una singularidad más notable, cual es que sin ponerse de acuerdo las diferentes provincias, ni siquiera haber tenido el tiempo de comunicarse, y separadas unas de otras por los ejércitos del usurpador, se levantó en todas una misma bandera. Ni en Cataluña, ni en Aragón, ni en Valencia, ni en Navarra, ni en las provincias Vascongadas se alzó el grito en favor de los antiguos fueros. Independencia, Patria, Religión, Rey, hé aquí los nombres que se vieron escritos en todos los manifiestos, en todas las proclamas, en todo linaje de alocuciones; hé aquí los nombres que se invocaron en todas partes con admirable uniformidad (…). Jamás se mostró más vivo el sentimiento de nacionalidad, jamás se manifestó más clara la fraternal unidad de todas las provincias. Ni los catalanes vacilaban en acudir al socorro de Aragón, ni los aragoneses en ayudar a Cataluña, y unos y otros se tenían por felices si podían favorecer en algo a sus hermanos de Castilla (…) españoles, y nada más que españoles eran, así el catalán que cubría su torva frente con la gorra encarnada, como el andaluz que se contorneaba con el airoso calañés”.

    Similares reflexiones dedicó a la por entonces recién concluida guerra carlista:

    “Es falso que haya verdadero provincialismo, pues que ni los aragoneses, ni los valencianos, ni los catalanes recuerdan sus antiguos fueros, ni el pueblo sabe de qué se le habla cuando éstos se mencionan, si los mencionan alguna vez los eruditos aficionados a antiguallas. Hasta en las provincias del norte no es cierto que el temor de perder los fueros causara el levantamiento y sostuviese la guerra; los que vieron las cosas de cerca saben muy bien que el grito dominante en Navarra y las provincias Vascongadas era el mismo que resonaba en el Maestrazgo y en las montañas de Cataluña”.

    Y sobre la responsabilidad de los ciudadanos sobre el presente y futuro de su Nación, que sólo a ellos incumbe y no pueden dejar en manos ajenas, escribió estas líneas:

    “Es preciso tomar los hechos, no como se quisieran, sino como son. Es necedad el mecerse en vanas esperanzas, es temeridad querer estrellarse contra la fuerza de las cosas, es cobardía el abatirse en presencia del infortunio, y postrarse y llorar. España se salvará si ella propia se salva; si no, no: España recobrará su aplomo si ella trabaja por recobrarle; si no, no: España tendrá gobierno si ella emplea sus medios para que se funde, y se afirme, y se arraigue; si no, no: España verá cesar ese sistema que ya lleva algunos años de gobernar intrigando, y perturbando, y explotando, si ella procura eficazmente que cese; si no, no: Y lo repetimos, si no, no; si España no piensa en sí misma, si no recuerda lo pasado, si no atiende a lo presente, si no mira al porvenir, si, descuidada como la buena fe y floja como el cansancio, deja que unos pocos lo digan y lo hagan todo a nombre de ella, aunque sea contra ella, entonces ni tendrá gobierno, ni paz, ni sosiego, ni esperanza de prosperidad, y será víctima de turbulentas pandillas, de camarillas miserables, de intrigas extranjeras; será la befa y el escarnio de las demás naciones (…)”.

    Poco después de ser nombrado miembro de la Real Academia Española murió en su ciudad natal el 9 de julio de 1848, a los treinta y siete años de edad.


    Fuente: Jaume Balmes
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    Re: Balmes, el príncipe de la Apologética moderna, olvidado por los suyos

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    Genial Balmes. Estoy leyendo "El Criterio" y me ha resultado un prodigio de sabiduría y de buena prosa; así que de ahora en adelante procuraré frecuentar a este autor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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