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Tema: S.S. Benedicto XVI en el Reino Unido

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: S.S. Benedicto XVI en el Reino Unido

    El Papa en el país de los antipapistas



    El anglicanismo - velis nolis - surge de una coyuntura de pecado, un pecado muy personal de, en principio, un sólo personaje. Como una de esas costras purulentas de las piernas de Enrique VIII Tudor, poco más o menos. Del pecado de ese rey, de sus frustraciones, resentimientos, soberbias. Y de un bien rastreable complejo de inferioridad que, con más o menos consciencia, se desquitó atacando al Emperador y al Papa. Pero el Emperador no era tan "figura" como para mantenerle un pulso histórico prolongado. El Papa, sí. Por eso la identidad del cisma y la herejía anglicana se define contra Roma, contra el Papa. Ab orígine.

    En el protestantismo continental de luteranos y calvinistas, la ira feroz contra Roma pierde fuelle apenas desaparecen los protagonistas primeros; pero en Inglaterra la furia anti-papal perduró activa de manera sorprendente. No es casualidad que cada siglo haya tenido sus crisis anti-papistas, el XVI de los Tudores y el XVII de los Estuardo y el XVIII de los Hannover: Todos han tenido sus capítulos de cólera anti-romana, ya sean la primeras persecuciones martiriales, o el estallido del Gunpowder Plot y Guy Fawkes, o la trama falsaria de Titus Oates. Cuando el Gran Incendio de Londres, en 1666, se acusó a los católicos: "el frenesí papista", decía la inscripción en la columna conmemorativa del incendio, en la City. Y cuando la restauración de la Jerarquía Católica, en 1850, la chusma londinense paseó y quemó un muñeco que representaba a Nicolas Wiseman, el recien nombrado Arzobispo Católico de Westminster.

    Tampoco se olvide - que se olvida - que la nación que presume de ser cuna de las democracias occidentales mantiene la exclusión de los católicos al trono. Una ley ocasional creada ad hoc para cerrar el acceso a la corona de los herederos católicos de Jacobo II Estuardo y María de Módena, el Act of Settlement (Acta de de Establecimiento o Ley de Instauración) de 1701, sigue siendo un documento legal de primerísimo rango plenamente vigente, hasta el presente ni reformado ni oficialmente contradicho en su explícito anticatolicismo: Todo heredero real perdería sus derechos a la corona si se hiciera católico o contrajera matrimonio con un católico.

    Hasta 1829, con el Roman Catholic Relief Act, no se puso fin a los Test Acts, que obligaban a todos aquellos que accedieran a un cargo oficial, funcionarios de la administración pública, los tribunales y el ejercito. Ante las autoridades competentes, tenían que rechazar bajo juramento la fe y la doctrina de la Transubstanciación, así como otras verdades católicas.

    Si se han fijado, la ilustración que he puesto en el encabezamiento se comenta por sí misma: Es Churchill, con su figura rechoncha y gesto caracteristico, con casco, embutido en el mono caqui que popularizó cuando la 2ª Guerra Mundial. Con el lema de 'Desafío', se enfrenta a un monstruo terrorífico que traza con piernas cabeza y brazos la svástica nazi; pero el monstruo al que se enfrenta W. Churchill lleva puesta una tiara papal, que es lo más llamativo de la grotesca figura. El premier británico levanta la mano izquierda haciendo el signo V de victoria, y aprieta el puño derecho en ademán de golpear en los morros al monstruo de la tiara pontificia ¿El subsconciente? Quizá. Probablemente. El mosáico es obra del artista Boris Anrep, encargado y compuesto en 1952 para el hall de entrada de la National Gallery de Londres, nada más y nada menos. Anrep, un conocido poeta y artista plástico ruso afincado en Londres desde princpios de siglo, cuenta con bastantes obras de temática religiosa, incluso trabajó en la decoración de algunas capillas de la Catedral de Westminster (católica). Pero este mosáico representa esa sorprendente "alegoría", susceptible de una sugestiva interpretación en el sentido de la más rabiosa tradición antipapista británica.

    El Movimiento de Oxford inició, en cierta manera, la gran reconducción del anglicanismo a sus fuentes, es decir, a Roma, es decir, al Papa. Todo esto se ha hecho realidad en los días de la visita de Benedicto XVI, recibido por todas los poderes del Reino Unido de la Gran Bretaña, desde la Reina, cabeza del Anglicanismo, a los jerarcas anglicanos, e incluso los miembros del Parlamento y los jefes de gobierno de estas últimas décadas. Me resultó especialmente emocionante la fanfarria que sonó al entrar el Santo Padre en el salón del Palacio de Westminster, como si la historia refrenada por el odio antipapal se reiniciara en aquel momento con un destello de gloria.

    Aparentemente. Porque las distancias permanecen, y el viejo antipapismo esta bien reverdecido y reformulado en los moldes de la post-modernidad. Las manifestaciones de degenerados militantes, asociaciones gays y demás tropa, aportaban un toque carnavalesco, como una versión puesta al día de la noche de Guy Fawkes "remember, remember, the five of November".

    Pero lo que se recordará será la visita del Papa Benedicto XVI y la beatificación de John Henry Newman, el leader del Tractarismo y el Movimiento de Oxford, un intelectual oxoniense que terminó siendo Cardenal de la Santa Romana Iglesia.

    p.s. No dejan, sin embargo, de molestarme y causar malestar algunos detalles de la memorable visita papal:



    1º) El saludo a las aberrantes hembras-clergywomen anglicanas. No a lugar. Absolutamente. Con la Reina (cabeza de confesión cismática y herética) bastaba. Estos rituales de equívoca cortesía ecuménica deben desaparecer. Tanto más en ocasiones como estas, cuyo protagonista es quien es.



    2º) Las niñas vestidas de monaguillas asistentes a algunas celebraciones. La exclusión litúrgica de las mujeres debe ser radical y absoluta, para que no quepan ni dudas ni confusiones de ningún tipo y de ningún grado. Tratándose del Papa, mucho más. Sin disculpas.


    +T.

    EX ORBE

  2. #2
    Avatar de CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN
    CRISTIÁN YÁÑEZ DURÁN está desconectado Miembro Respetado
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    Re: S.S. Benedicto XVI en el Reino Unido

    Estimado Hyeronimus, suscribo completamente tus comentarios.
    Lamentablemente esos "detalles" son los más explotados por los medios y por ende, producen una gran confusión.
    Claro que es una bendición para todo país recibir al Sucesor de San Pedro; sin embargo, no es excusable en un Papa aquel tipo de aberraciones.

    EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
    Hyeronimus está desconectado Miembro Respetado
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    Re: S.S. Benedicto XVI en el Reino Unido

    Gracias, estimado Cristián, pero los comentarios no son míos. Están tomados del blog Exorbe, que es de un sacerdote sevillano muy inclinado hacia el tradicionalismo. Por eso suelo copiarlos y traerlos a Hispanismo. La mayoría de las veces está muy acertado, aunque de vez en cuando escribe algo con lo que no estoy tan de acuerdo. Pero en general es muy recomendable.

  4. #4
    Avatar de Ordóñez
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    Re: S.S. Benedicto XVI en el Reino Unido

    A Inglaterra que eu amo



    Tendo por pano de fundo a recente e triunfal visita do Papa Bento XVI ao Reino Unido, aproveito a ocasião para republicar um excelente artigo de autoria do Rafael, originalmente editado neste espaço há cinco anos, e no qual me revejo em absoluto - A Inglaterra que eu amo (La Inglaterra que yo amo).


    ***
    Con la única teología inglesa con la que me quedo es con la del Cardenal Newman. Y con ese otro Cardenal, Manning, que siempre me fascinó. Las comemierdeces de medio pelo de anglicanos y metodistas (salvo el movimiento de Oxford, que siempre pareció cuando menos interesante) me dejan con viento fresco. Hubiera querido ir a Misa en alguna parroquia de irlandeses emigrados a principios de siglo en Glasgow. Quizás incluso en la desolación de East London. Siempre me dijeron mucho más estas cosas que las ceremonias anglicanas, tan suntuosas como vacías, que presencié en la Catedral de Peterborough o en la no menos bella de Wells.

    Con la única política británica que me quedo es con la de TS Elliot (anglicano de la High Church de acepción, católico de corazón). Con esos tibios de los “Tories”, advenedizos de los “Whigs”, con esos hijos bastardos de los “levellers” y los “diggers” que son los laboristas, no tengo nada que ver. Ni me interesa. Esos gustos y regustos por esos tipejos como Lord Disraeli (conservador) o por JS Mill (utilitarista) me traen bastante al pairo. Wilson me parece artificialmente ensalzado y de sujetos como la Thatcher, Blair o Cronwell prefiero ni hablar. Me dan demasiado asco.

    Sigo pensando que Rommel era infinitamente mejor que Montgomery, que Wellington no fue un gran estratega. Admiro a Nelson, profundamente, sin duda alguna un genio. Por cierto (curioso), también católico. Y a mi militar y Rey favorito de Inglaterra, Alfred the Great, en cuyo Wantage natal se me quedaron ancladas tantas memorias.


    Con la única manera de ver la vida (that, by the way, shaped me indeed!) es con la de Chesterton (converso al catolicismo). Esa manera impuesta por la BBC, por las “soap operas”, por el Ikea y el Tesco’s donde la gente parece pasarse el fin de semana en una orgía consumista; por la la fealdad en una palabra, me horroriza. Con la única historia con la de Belloc (católico de cuna). De los mentirosos, los Prestons de este mundo, que Dios nos libre; para escupirles y no olvidarles.

    Y la única literatura inglesa de ficción de estos últimos tiempos, que también parecen ser tiempos últimos, es la de Tolkien. A toda su legión de mediocres imitadores y al Harry Potter de marras, que se los metan por donde les quepan.También me gustan Benson y Waugh (que eran católicos, y de pro). Y Dickens, Yates, Joyce y Wilde, de quien Joseph Pearce escribiera una biografía tan desveladora como reveladora. Y estos últimos eran descreídos o no eran católicos, ciertamente. También es verdad que eran de otro tiempo. Nada tiene que ver esta gente con los Huxley y los Shaw de este mundo.

    No me acaba de convencer el Imperio británico, estructura primariamente comercial y –mucho me temo- poco civilizadora a juzgar por los resultados. Ni al Cardenal Newman, ni a Benson, ni a Chesterton, ni a Belloc, ni a JRR Tolkien ni a muchos otros hombres sensatos les hacía tampoco ninguna gracia el Imperio Británico. Será que todavía estoy fascinado por la obras histórica de Roma y por esas dos hijas suyas, continuadoras d ela tradición maternal: Portugal y España. Y, sin embargo la Inglaterra monástica, la Britannia evangelizada por José de Arimatea, me fascinan. Me fascina que hubiera más monjes y monjas por milla cuadrada en Inglaterra que en ningún otro país de la Cristiandad, ahora llamada Europa.

    Puestos a escoger prefiero a los “Old Labour” que a los “New Ones”, a los back-benchers que a los “spin-doctors”. A los Lores que a los Comunes. Y a Charles Dickens, que se enfrentó en la Casa de los Comunes a Mill y lo trituró vivo en defensa de la causa de la Confederación. Prefiero los Parlamentos medievales y la Magna Carta a las insidias de los malditos “round-heads”. Prefiero a los Stuarts que a los Hannover.

    Evidentemente la Inglaterra que me interesa es aquella del Medioevo. La que fue capaz de parir a todos los mártires y santos de la Reforma inglesa, como a Santo Tomás Moro o a San Edmund Champion. La Inglaterra que nos dio los ejemplos imborrables de un San Eduardo o a un Santo Tomás Cantuariense, de dicen por mi tierra, también de Canterbury. Los apasionados textos místicos de Juliana de Norwich. El paisaje poblado de monasterios por doquier, en vez de las Logias y toda su pervasiva simbología. Prefiero la Inglaterra rural a la urbana, York a Londres y Bath a Birmingham.

    Prefiero a la Inglaterra romana y anglosajona y la de los normandos que esa otra que se aliaba con los holandeses y con los alemanes para laminar la Cristiandad. La Inglaterra que enviaba a sus caballeros a la Cruzada de Occidente contra los musulmanes frente a la otra que intentaba robar y usurpar a la Cristiandad. La Inglaterra de los santos y mártires que, siendo luminosísima, tiene poco de iluminada. Ni el primer Imperio Británico “de su Majestad” ni este segundo de los hijos de Nueva Inglaterra me llaman la atención. Estos son poco luminosos ambos, pero ciertamente bien iluministas.

    La Inglaterra de hoy sirve otros intereses. En tiempos pretéritos fue designada por la Santa Sede como “Mary’s Dowry”, lo cual la hace junto con Portugal y España una tierra eminentemente mariana por excelencia. Hoy es una tierra cuyos habitantes exhiben una pasmosa irreligiosidad.

    Y frente a este estado de cosas presente y pretérito prefiero agarrarme a esa profecía privada de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, quien no cesaba de maravillarse en la visión que tuvo de la restauración y regeneración católicas de Inglaterra. Así sea.


    Foto: retirada blogue "The Hermeneutic of Continuity".

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