No he perdido el tiempo en leer a Corral... lo siento...
La JMJ en Colonia a la que al que aquí escribe asistió como un espectador más nos mostró las opiniones de Benedicto XVI sobre temas como la II Guerra Mundial o su "excesiva" pleitesia con los judios y los musulmanes.
Nadie aquí en este foro espero que dude acerca de mi fidelidad total e inquebrantable hacía el sucesor de Pedro que por algo fue elegido por el Espiritu Santo, y por consiguiente mi amor hacía su persona y lo que representa, aunque a veces lo que dice (ya que se dejó llevar por lo facil y lo políticamente correcto) choque alomejor con la ideología de un cristiano practicante con respecto a los musulmanes o la innecesaria opinión sobre el exterminio nazi y el régimen que gobernó Alemania entre 1933 y 1945.
Aquí os pongo un articulo de José Luís Corral, Jefe Nacional de AJE respecto al tema que tratamos:
Repito una vez más que mi fidelidad a la Iglesía y al Papa Benedicto XVI es total aunque a veces algunas aptitudes y opiniones desacertadas o innecesarias dicrepen de la linea oficial.No cabe duda de que el encuentro mundial de la juventud en Colonia ha sido un éxito de la Iglesia en general y del Papa Benedicto XVI en particular. Más de un millón de jóvenes de los 5 continentes y un Pontífice seguro, firme, expresándose en varios idiomas con gran corrección y facilidad, con un mensaje teológico claro y profundo. Precisamente por ello me preocupan varias de sus afirmaciones, aunque el llamamiento a los jóvenes para que vayan a Misa y vivan su cristianismo comprometidamente fue el núcleo de su mensaje y lo respaldo vivamente. Pero eso debía ser lo normal, que me parezca bien todo lo que dice el Papa. Lo grave es que me parece que su discurso se enmarca en una clarísima apuesta por lo "políticamente correcto" y por el "pensamiento único". Su mensaje está en línea con los poderes de este mundo.
En primer lugar, nada de los temas que son más incómodos en el mundo actual: el genocidio del aborto, la destrucción de la familia, el divorcio, la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio, los anticonceptivos, etc. No he podido leer ni una palabra sobre estos asuntos, tan reiterados por su predecesor Juan Pablo II. No me cabe duda que Benedicto XVI piensa exactamente igual que su antecesor en estos temas, pero no le ha parecido oportuno hablar de ellos ahora.
A los judíos.-
En segundo lugar, su pleitesía al judaísmo en un grado creciente, y algunas afirmaciones temerarias que les dijo en la sinagoga:
"Este año se celebra el 60º aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis, en los que millones de judíos – hombres, mujeres y niños – fueron llevados a la muerte en las cámaras de gas e incinerados en los hornos crematorios. "
La existencia de las cámaras de gas es más que discutible, por más que los budas de la libertad de expresión, pensamiento y manifestación prohíban discutirlo. Creo que es la primera vez que un Papa se hace eco de esa "propaganda de guerra", del mismo tenor que las armas químicas de Saddam Hussein en Irak o la explosión del "Maine" en La Habana. La falsedad de las cámaras de gas no hace bueno al nazismo ni desvanece la persecución a los judíos, pero lesiona gravemente la autoridad del Vicario de Cristo. Lo que resulta más escandaloso todavía cuando se callan los criminales bombardeos contra la población civil alemana en cuya defensa antiaérea estuvo alistado él mismo y de la que desertó según algunas biografías que dicen querer favorecerlo. En esos bombardeos se mató más gente que con las bombas atómicas, pero tienen en común que buscaban afanosamente destruir al catolicismo, motivo por el cual fueron elegidas las dos únicas ciudades de mayoría católica del Japón, Hiroshima y Nagasaki; Y motivo por el cual fueron destruidas hasta sus cimientos catedrales católicas como las de Viena y Colonia, precisamente. Pues ni una palabra para eso, ni para los brutales crímenes y violaciones de los invasores contra la población civil alemana. Así, los únicos perversos fueron los nazis, mientras que sus vencedores no pueden aparecer sino como bondadosos liberales y comunistas, del tipo de Roosvelt, Churchil y Stalin.
"Fundándose en la dignidad humana común a todos, la Iglesia católica reprueba, como ajena al espíritu de Cristo, cualquier discriminación o vejación por motivos de raza o color, de condición o religión".
Poner a la misma altura discriminación y vejación es una injusticia. Una cosa es que sean discriminados para jugar en el Real Madrid de fútbol las mujeres, los inválidos y los ciegos y otra cosa es que sean vejados. Y lo mismo en la Cofradía de San Isidro de Madrid, que sólo admite naturales de Madrid capital. Del mismo modo, el jefe de estado de un estado católico, por ejemplo, debe ser católico. Es una discriminación justa por motivos de religión, pero no es una vejación.
"la esperanza que fue entregada por Dios tanto a los judíos como a los cristianos, para que las fuerzas del mal «nunca más» prevalezcan".
NO. El "Non praevalebunt" es sólo para la Iglesia Católica, no para los judíos. "Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré Yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". (Mt XVI, 18)
A los musulmanes.-
También quiso ser condescendiente con los musulmanes. Lo grave son estas palabras:
"La experiencia del pasado nos enseña que el respeto mutuo y la comprensión no siempre han caracterizado las relaciones entre cristianos y musulmanes. Cuántas páginas de historia dedicadas a las batallas y las guerras emprendidas invocando, de una parte y de otra, el nombre de Dios, como si combatir al enemigo y matar al adversario pudiera agradarle. El recuerdo de estos tristes acontecimientos debería llenarnos de vergüenza, sabiendo bien cuántas atrocidades se han cometido en nombre de la religión."
Palabras que parecen sacadas de un manual de leyenda negra. Como si la legítima defensa y la guerra justa no existieran. Como si ignorara que florecientes cristiandades fueron extinguidas y exterminadas por los musulmanes, caso del Norte de África y de todo el Oriente Medio. Como si olvidara que sólo el esfuerzo de la espada pudo contener el avance del Islam y como si nada supiera del esfuerzo titánico de los Papas y cristianos de entonces en las Cruzadas, en la Reconquista de España, en Viena o en Lepanto. En vez de llamarles la atención por los desmanes que actualmente se siguen cometiendo o se han cometido recentísimamente contra cristianos en Indonesia, Timor, Filipinas, Sudán o Nigeria, donde han muerto millones de cristianos indefensos a manos de un Islam siempre agresivo, que nos amenaza ya en la misma Europa, mientras los cristianos miran para otro lado o dan un rodeo como el fariseo del evangelio. Una cosa es intentar apaciguarlos y que haya buenas relaciones y otra alimentar la leyenda negra, la falsedad histórica y la indefensión ante la agresión de un fanatismo que ha sido el mayor azote de la Iglesia en toda su historia.
Y nosotros no mutilamos el Evangelio. Ahí están las palabras de Cristo en persona: "Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que Yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y delante de Mí degolladlos" (Lc XIX, 27). Eso ha sucedido históricamente muchas veces, sobre todo con los musulmanes. Y no tenemos por qué avergonzarnos, sino cuando hemos rehuido cobardemente el combate.
A los jóvenes.-
Palabras que también valen para contrarrestar la sibilina aceptación del mundialismo imperante y la renuncia a los estados católicos que se esconden tras estas otras palabras dichas a los jóvenes:
Dios no le hace competencia a las formas terrenales del poder. No contrapone sus ejércitos a otros ejércitos. Cuando Jesús estaba en el Huerto de los olivos, Dios no le envía doce legiones de ángeles para ayudarlo (cf. Mt 26,53). Al poder estridente y pomposo de este mundo, Él contrapone el poder inerme del amor, que en la Cruz – y después siempre en la historia – sucumbe y, sin embargo, constituye la nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de Dios. Los personajes que venían de Oriente, con el gesto de adoración, querían reconocer a este niño como su Rey y poner a su servicio el propio poder y las propias posibilidades, siguiendo un camino justo. Sirviéndole y siguiéndole, querían servir junto a Él la causa de la justicia y del bien en el mundo. En esto, tenían razón. Pero ahora aprenden que esto no se puede hacer simplemente a través de órdenes impartidas desde lo alto de un trono. Aprenden que deben entregarse a sí mismos: un don menor que éste es poco para este Rey. Aprenden que su vida debe acomodarse a este modo divino de ejercer el poder, a este modo de ser de Dios mismo. Han de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia. Ya no se preguntarán: ¿Para qué me sirve esto? Se preguntarán más bien: ¿Cómo puedo servir a que Dios esté presente en el mundo? Tienen que aprender a perderse a sí mismos y, precisamente así, a encontrarse a sí mismos. Saliendo de Jerusalén, han de permanecer tras las huellas del verdadero Rey, en el seguimiento de Jesús.
Estas palabras no excluyen la confesionalidad católica de los estados, ni la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo, que se debe manifestar no sólo en los corazones de sus fieles, sino en las instituciones, familias, sociedades infrasoberanas, empresas e iniciativas colectivas y en los estados, para que se conformen según la Ley Natural y la Ley Divina. Pero, sin excluir esa doctrina, al callarla parece complacer a los poderosos de este mundo, como diciendo: "Tranquilos, no os disputamos el poder, no os sintáis amenazados". Todo parece servir a una estrategia que deja inermes a los católicos, 1100 millones de almas en el mundo, de una capacidad imponente si fueran movilizadas.
O quizá Benedicto XVI diga todo eso para tranquilizar a los enemigos y aprovechar el tiempo para poner orden en las propias filas y reorganizarse, como hace al favorecer el resurgir del tradicionalismo. Esperemos que sea esto último, pero mientras tanto nosotros recordaremos "oportuna e importunamente" (2 Tm IV, 2) los mismos principios, porque "aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto , sea anatema. Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema"(Gl I, 8-9)
AE
No he perdido el tiempo en leer a Corral... lo siento...
costerode, no se trata sólo de leer a Corral, sino de establecer una reflexión acerca de una especie de " impuesto " que los católicos hemos de pagar a la terrible cosmovisión judaica; " nuestros hermanos mayores "....Juancarlitos también dice que los moros son nuestros " hermanos pequeños...."
Pues es buen artículo, créeme. Me suena que ya lo pegué yo anteriormente. La verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero.Iniciado por costerode
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