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Tema: Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

  1. #1
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    Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

    Quien condona, se condena

    Quien condona lo gravemente inmoral, y no digamos ya si es contra natura, se condena. Como el que lo practica. Y condena a otros, a los que conduce al error, al pecado, al Infierno. Seguimos hoy el consejo del Papa San Gregorio Magno: Más vale causar escándalo que esconder la verdad.

    Antes de referirnos a la noticia que ustedes están pensando y a su reflejo en la prensa asturiana y en la desdichada diócesis de Oviedo, vamos a poner la doctrina segura, que tomamos del excelente cuaderno de bitácora El Brigante.
    UNA OPINIÓN MORAL ERRÓNEA

    El libro entrevista de Peter Seewald a Benedicto XVI se ha puesto hoy a la venta. Ya podemos leer lo que realmente dice sobre el uso del preservativo sin necesidad de especular sobre la maldad de los medios de comunicación. Una vez más ha vuelto a suceder. En medio de la equivocidad habitual de las enseñanzas postconciliares, de vez en cuando, nos topamos con alguna afirmación que se resiste a ser forzada hacia los cánones de la doctrina tradicional. He aquí una primera consideración, tras la lectura del texto impreso.

    La cosa es bastante más sencilla de lo que se ha querido ver. Los casos a los que se refiere BXVI al hablar del uso del condón son, todos ellos, gravemente inmorales, todos pecados mortales en sí mismos, todos contra natura.

    El texto menciona, con vaguedad, el uso del artefacto, por ejemplo, en los actos venéreos y venales, sin especificar si con persona de diferente o del mismo sexo. Los últimos son actos contra natura y que claman al cielo por sí mismos, y por eso mismo, formalmente inhábiles para la procreación.

    En ellos, la razón de corrupción no es el impedimento del fin procreativo, pues no son actos de sexualidad propiamente humana. No han faltado “exégetas” que afirman que, al no tratarse de actos aptos para la generación, en ellos el uso del condón es lícito si con ello se obtiene la evitación de un mal físico. El problema es que ignoran, quienes así se expresan, que la abominable gravedad de estos actos proviene del impedimento del fin de la misma naturaleza humana y por eso mismo, ningún factor reductivo puede rebajar la gravedad del acto, aunque se le puede, eso sí, añadir malicia.

    Los actos venéreos con cómplice de distinto sexo, en sí mismos siempre gravemente ilícitos (mortalmente), se convierten en contra natura (onanísticos) por medio del uso del preservativo, luego se agrava su inmoralidad, mudando la especie del acto.

    En unos casos, los sodomíticos, el recurso al condón (con miras a la evitación de un contagio) no muda la perversidad del acto ya constitutivamente contrario a la naturaleza. Pero de ninguna marera se puede hablar por esa razón de que el recurso al adminículo con el fin de obtener un fin que es un bien físico (profilaxis) reduzca la iniquidad del acto, que se mide por la violación de la finalidad de un orden infinitamente superior. Ni tampoco, por tanto, será legítimo hablar de aceptación, conveniencia o licitud de su uso por ese título. Hablar así es incurrir en un argumento sofístico: como se mata el alma, pero se aspira a preservar el cuerpo, el acto tiene alguna razón de bondad.

    Hay, además, un factor añadido que redunda en el sentido contrario. El uso del preservativo en tales actos subjetivamente aumenta la maldad, puesto que si se busca la preservación de la salud física no es con miras a una eventual y futura conversión moral, como deja entender BXVI, sino todo lo contrario: para mejor pecar nuevamente del mismo modo. Así, el uso del preservativo en las uniones sodomíticas, que busca evitar las consecuencias naturales –justicia inmanente– de tales atrocidades, instala a los que así obran en el espejismo de la liviandad de sus actos y les aleja de la conversión: en la práctica supone disociar los actos contra natura de toda consecuencia física, cegando espiritualmente, todavía más, a los actores ante las inevitables consecuencias espirituales.

    El recurso al condón en la fornicación entre personas del mismo sexo convierte a ésta, por eso mismo, en contraria a la naturaleza y, por lo tanto, en sí mismo tal recurso se erige en factor no sólo de agravamiento, sino de mudanza en la especie del pecado, haciéndolo siempre onanístico. Quienes razonan diciendo que la única unión sexual lícita es la matrimonial (ciertamente) y que por eso todos los actos sexuales extraconyugales son desordenados y por lo mismo no debieran tratarse como aptos para la generación, argumentan sofísticamente también. La razón es que la finalidad del uso de la sexualidad está dada para la naturaleza humana toda, no para tal o cual individuo o tales personas entre sí. La naturaleza exige el marco del vínculo matrimonial, que es natural, como factor indispensable para que se realice la finalidad de la procreación ordenada (no la mera procreación). Sin embargo, eso no impide que la ordenación general al bien de la especie esté presente en todos los individuos y que en todo ejercicio de la facultad procreativa prime el bien de la especie (fin reproductivo, aun desordenado) sobre el personal (en los casos que nos ocupan, moralmente hablando, un mal: la comisión de un grave pecado, la muerte espiritual). Por eso, impedir el fin procreativo agrava el mal ya gravísimo de la unión sexual furtiva.

    Así las cosas, ¿cómo hablar de “casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido (prostituto) utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una conciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere” (página 132 de la edición española)? ¿Cómo va a ser el uso del condón en una unión sodomítica, pecado que clama al cielo, un “primer acto de moralización”? Pensar esto supone un alejamiento impresionante del criterio de finalidad y de bondad o maldad intrínseca de los actos humanos, criterio de la moralidad natural y cristiana. Supone considerar que un ingrediente de la acción (uso del condón) que no sólo no rectifica la constitutiva desviación moral del acto, sino que contribuye a que se realice de modo más tranquilo, más asegurado y más repetible tiene algún valor moral distinto y positivo. ¿Cómo va a ser el uso del condón, en una unión ilícita entre hombre y mujer, un “primer acto de moralización”, cuando además de lo anterior, semejante recurso precisamente agrava siempre la ilicitud del acto?

    ¿Qué significado puede tener añadir que “ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección del VIH” y que “tal modalidad ha de consistir realmente en la humanización de la sexualidad”, cuando lo que está en juego es infinitamente superior, la vida y la salvación de las almas y de eso no se hace ni siquiera mención, la más ligera mención?

    En realidad estamos ante una opinión moral, si así puede llamarse, fundamentalmente discordante respecto de la natural y la cristiana. Una opinión que pretende calificar la moralidad de un acto en función de un doble fin, uno nítido, la preservación del bien físico del hombre, y uno vago, la “humanización de la sexualidad” que, por su misma vaguedad, en la práctica se eclipsa ante el fin de la “reducción del peligro de contagio” (por cierto, después de estar tantos años diciendo que el condón multiplicaba el riesgo en vez de reducirlo, algunos tendrán que “formatear” su disco duro…).

    El Brigante

    [P.s. Evitemos el recurso al siempre lábil argumento del mal menor. El limitado uso de este argumento –que no principio– se ciñe a situaciones en las que el origen del mal no está en el sujeto que pretende actuar moralmente. Si decido robar un banco, no puedo aducir que robo sólo mil euros porque es un mal menor respecto de robar un millón, puesto que en mi mano está el no robar nada. La razón es que nunca se puede querer un mal, en todo caso se puede tolerar, pero de nuevo, querer deliberadamente el mal depende de mí, mientras que el mal tolerado no depende de mí. El uso del condón nunca supone la elección del mal menor, porque siempre existe la posibilidad de rechazar el acto desordenado in toto. Esto muestra cómo la moral personalista es, además de errónea, derrotista y parte de la fatalidad del fracaso inevitable: “como de todas maneras se va a fornicar…” Realmente evangélico todo esto].
    Está claro, ¿verdad? Moral cristiana elemental. La que hace mucho no se enseña en el Seminario de Oviedo (tomamos este y los siguientes ejemplos de La Nueva España):
    Por su parte, Amalio Bayón, profesor de Moral en el Seminario de Oviedo, señala: «No se modifica la doctrina de la Iglesia, ya que una cuestión es cuando el preservativo se aplica como método anticonceptivo en el matrimonio, y otra cuando se aplica ante desórdenes morales».
    Reverendo señor Bayón: ¿está usted diciendo que el condón preserva de «desórdenes morales»?

    Moral cristiana elemental la que recuerda El Brigante, pero que hace mucho no se enseña desde los púlpitos gijoneses:
    Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro (Gijón), juzga, después de leer las páginas correspondientes de la obra: «Nunca se dijo tan claro que es preferible el uso del condón como un mal menor». Gómez Cuesta estima que el Papa coincide «con la línea del cardenal Martini, que así juzgaba al preservativo en su libro “Coloquios nocturnos en Jerusalén”; él evocaba que había tenido enfrentamientos por ello y que en Brasil le llegaron a llamar “el cardenal de la camisinha”».
    Reverendísimo Monseñor Gómez Cuesta: ¿está usted diciendo que el incremento objetivo de la perversidad de un acto desordenado, es un «mal menor»? Ítem más: ¿Está usted comparando a Benedicto XVI con el luciferino Arzobispo emérito de Milán, Cardenal Martini, que a ustedes tanto les gusta? Qué pena que no se haya dado cuenta usted antes, cuando se negó a secundar las directrices de Benedicto XVI sobre la Misa tradicional («extraordinaria»). Claro que, según usted, todo puede cambiar, hasta lo que de ninguna manera admite cambios:
    Por tanto, el Pontífice explicita en el libro «una modificación inteligente de la postura sobre el preservativo, que se permite en unos casos concretos, aunque no se abre la veda».
    Reverendísimo señor ex Vicario General de la diócesis de Oviedo: ¿está usted diciendo que la doctrina de la Iglesia permite «modificaciones»?

    Hasta ahora esto parece un nuevo circo romano, en que la moral cristiana es arrojada a los leones de lo políticamente correcto. Pero hay quien prefiere otra clase de circo. Y nunca falta el payaso del Partido Popular, el mismo PP que pone máquinas de condones hasta en el Metro de Madrid (no vaya a tener una urgencia, pongamos, Francisco Álvarez-Cascos; aunque no viaje en metro):
    Finalmente, el presidente del Foro Español de la Familia, el asturiano Benigno Blanco, reconoció en declaraciones a la agencia «Efe» que el preservativo reduce el riesgo de contagio de las enfermedades de transmisión sexual, «como es obvio», aunque «la abstinencia» es la «única manera» de luchar contra ellas. Para Blanco, esta abstinencia es «la estrategia internacional “ABC”, que es la que recomienda la comunidad científica, y que es, más o menos, lo que dice el Papa; nosotros defendemos un sentido responsable de la sexualidad».
    Acabáramos. El «responsablemente» abortista don Benigno (con don) nos lo explica: el Papa imita al PP. «Más o menos».


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    Última edición por Chanza; 27/11/2010 a las 17:56

  2. #2
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    Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

    El nuevo libro Friday, 26 November 2010 10:46 Del libro de Benedicto XVI “Luz del mundo, el Papa, la Iglesia y el signo de los tiempos, una conversación con Peter Seewald”, escrito a manera de entrevista con el periodista alemán, y presentado el pasado 23 de noviembre en la Sala de Prensa de la Santa Sede, los medios de comunicación han recogido y saludado con inusitado entusiasmo solamente el final del capítulo 11 en el que el Papa responde a una pregunta sobre el uso del profiláctico en las relaciones sexuales como medio para el control del SIDA. Pero el libro trata otros muchos temas que no ha sabido recoger la prensa, por lo tanto, presento en seguida una selección de algunos de ellos:

    Pederastia.- “Ha sido una crisis grande, es necesario decirlo. Ha sido terrible para todos nosotros. De repente toda esa suciedad. Pero lo sucedido no me ha cogido del todo por sorpresa. En la Congregación para la Doctrina de la Fe ya me había ocupado de los casos americanos; y había visto comenzar a generarse la situación en Irlanda. Pero las dimensiones fueron un enorme shock. Ver de repente el sacerdocio ensuciado de esta manera, y en la propia iglesia católica, ha sido difícil de soportar”.

    Abusos sexuales de Marcial Maciel.- “Por desgracia, afrontamos la cuestión con mucha lentitud y gran retraso. De alguna manera estuvo bien encubierta y sólo en el año 2000 comenzamos a tener puntos de referencia concretos”.

    Dimisión.- Cuando el peligro es grande no se puede huir. Es por eso por lo que seguramente no es este el momento de dimitir. Es justo en momentos como éste que resulta necesario resistir y superar las situaciones difíciles. Pero cuando un Papa alcanza la conciencia clara de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces, en algunas circunstancias, tiene el derecho y hasta el deber, de dimitir”.

    Vejez y cansancio.- “En realidad este es un esfuerzo casi excesivo para un hombre de 83 años. Gracias a Dios, tengo muchos buenos colaboradores. Todo viene ideado y realizado a través de un esfuerzo común. Confío en que el buen Dios me dé las fuerzas que preciso para hacer lo que es necesario. Pero me doy cuenta de que las fuerzas van disminuyendo”.

    Crisis económica.- Vivimos a costa de las generaciones futuras. De ese modo se advierte que vivimos en la falsedad. Vivimos orientados hacia las apariencias, y las grandes deudas se tratan como algo de nuestra propiedad, sin más. Todos se percatan en teoría de que haría falta una reflexión, reconocer de nuevo lo que realmente es posible, lo que se puede, lo que se debe”.

    Burka.- “No veo razones para una prohibición generalizada. Se dice que algunas mujeres no lo llevan voluntariamente sino que en realidad es una especie de violencia que se les impone. Está claro que con esto no puedo estar de acuerdo. Pero si una mujer lo lleva libremente, no veo por qué se le debe impedir”.

    Islam y el discurso de Ratisbona.- “Concebí ese discurso como una lección estrictamente académica, sin darme cuenta de que el discurso de un Papa no viene considerado desde el punto de vista académico sino público. Fue extrapolado y se le dio un significado que en realidad no tenía. Del debate público ha resultado claro que el Islam debe aclarar dos cuestiones: cuál es su relación con la violencia y con la razón”.

    Futuro del cristianismo.- El cristianismo quizás asumirá un rostro nuevo, quizás un aspecto cultural distinto. El cristianismo hoy no determina la opinión pública mundial, son otros los que están al mando. Pero, aún así, el cristianismo es la fuerza vital sin la cual incluso las otras cosas no podrán continuar existiendo. Por tanto, en base a lo que veo y a mi experiencia personal, soy muy optimista respecto al hecho de que el cristianismo se encuentra ante una dinámica nueva”.

    Homosexualidad.- “Va contra la naturaleza de aquello que Dios ha originalmente querido. La homosexualidad no es conciliable con el ministerio sacerdotal, porque entonces el celibato como renuncia no tiene ningún sentido”.

    Ordenación de mujeres.- “No se trata de no querer sino de no poder. No hemos sido nosotros los que hemos creado esta forma de la Iglesia, se ha constituido a partir del Señor. Seguirla es un acto de obediencia, en la situación actual quizás uno de los actos de obediencia más difíciles”.

    Otro de los temas, de gran interés, es en el que el Papa se pronuncia sobre la vigencia para el futuro del Tercer Secreto de Fátima, pero este ya es un tema que trataré en un próximo artículo.
    ¡ VIVA MÉXICO VIVA SANTA MARÍA DE GUADALUPE VIVA MÉXICO !

    Adelante soldado de Cristo
    Hasta morir o hasta triunfar
    Si Cristo su sangre dio por ti
    No es mucho que tu por ÉL
    Tu sangre derrames.


  3. #3
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    Re: Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

    Creo que viene bien en este hilo lo que puse en este otro: En lugar de pan dale un condón

  4. #4
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    Re: Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

    Al mover el mensaje ha quedado desordenado (cronológicamente ordenado) pero bueno, está mejor así que en 2 temas distintos.

    Otro artículo bueno es este, en inglés:
    THE REMNANT NEWSPAPER: The Pope and Prophylactics
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  5. #5
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    Re: Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

    Nota sobre los conceptos de Benedicto XVI acerca del uso del preservativo

    11-27-2010







    En un libro-entrevista intitulado Luz del mundo, publicado en alemán y en italiano el 23 de noviembre de 201, Benedicto XVI admite, por primera vez, el uso del preservativo “en ciertos casos”, “a fin de reducir el riesgo de infección” del virus del SIDA. Estas afirmaciones erróneas precisan ser aclaradas y rectificadas porque sus efectos desastrosos ––que una campaña mediática no ha dudado en explotar–– generan escándalo e indignación entre los fieles.

    1. Lo que dijo Benedicto XVI
    A la pregunta “¿La Iglesia católica no está fundamentalmente contra del uso del preservativo?”, el Papa, conforme a la versión original en alemán, responde: “En ciertos casos, cuando la intención apunta a reducir el riesgo de infección, eso puede incluso convertirse en un primer paso, en vistas de una sexualidad más humana, vivida de otra manera”.
    Para ilustrar sus palabras, el Papa da un único ejemplo: el de un “hombre prostituto”. Considera que en este caso particular puede convertirse en “un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad, que permite volver a tomar conciencia de que no todo está permitido y que no puede hacerse todo lo que uno quiere”.
    Por ende, se trata del caso de una persona que, cometiendo un acto contra natura y por fines venales, tendría la preocupación, además, de no infectar mortalmente a su cliente

    2. Lo que Benedicto XVI quiso decir, según su portavoz
    Las declaraciones del Papa fueron recibidas por los medios de comunicación y por los activistas de la contracepción como una “revolución”, como un “punto de inflexión”, o al menos como una “brecha” en la enseñanza moral constante de la Iglesia en punto al uso de medios contraceptivos. Por eso el Padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, publicó una nota explicativa el 21 de noviembre donde se lee: “Benedicto XVI considera una situación excepcional en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo par la vida del otro. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, pero considera que la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es ‘un primer acto de responsabilidad’, ‘un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana’, en lugar de no utilizarlo, poniendo en riesgo la vida de la otra persona”.
    Para ser exactos, cabe señalar aquí que el Papa habla no sólo de un “primer acto de responsabilidad” sino también de un “primer paso hacia la moralización”. En este mismo sentido, el Cardenal Georges Cottier, que fue teólogo de la Casa Pontificia bajo Juan Pablo II y en los inicios del pontificado de Benedicto XVI, en una entrevista a la agencia Apcom el 31 de enero de 2005 afirmó que “en situaciones particulares, y pienso en medios donde circula la droga, o hay una gran promiscuidad humana y mucha miseria, como ocurre en algunas zonas de África y Asia, en esos casos, el uso del condón puede ser considerado como legítimo”.
    La legitimidad del uso del preservativo como un paso, en algunos casos, hacia la moralización: he allí el problema planteado por las declaraciones del Papa en Luz del mundo.

    3. Lo que Benedicto XVI no dijo y que sus predecesores han dicho siempre
    “Ninguna ‘indicación’ o necesidad puede transformar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito” (Pío XII, Alocución a las parteras, 29 de octubre de 1951). “Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza” (Pío XI, Encíclica Casti Connubii).
    Ahora bien, el uso del preservativo es contrario a la naturaleza, ya que desvía el acto humano de su fin natural. Por tanto, su uso es siempre inmoral
    A la pregunta clara del periodista “¿La Iglesia católica no está fundamentalmente contra del uso del preservativo?”, el Papa responde apelando a una situación excepcional y no menciona que la Iglesia siempre se ha opuesto fundamentalmente a uso del preservativo.
    Que el uso del preservativo es una acción intrínsecamente mala y materia de pecado moral, es un punto constante en la enseñanza tradicional de la Iglesia. Así, por ejemplo, en Pío XI y en Pío XII, e incluso en el pensamiento de Benedicto XVI, que responde al periodista que lo interroga: “Obviamente la Iglesia no considera que el preservativo sea una solución real ni moral”; con todo, el Papa lo avala “en ciertos casos”. Esto, no obstante, es inaceptable en términos de la fe: “Ningún motivo ––enseña Pío XI en Casti Conubii (II, 2) ––, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza”. Pío XII lo recuerda en su Alocución a las parteras del 29 de octubre de 1951: “Ninguna ‘indicación’ o necesidad puede transformar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito”. Es lo que ya San Pablo afirmaba: “No hemos de hacer nosotros un mal, a fin de que él resulte un bien” (Rom. 3, 8).
    Benedicto XVI parece abordar el caso de este prostituto según los principios de la “moral de gradualidad”, que permite la comisión de ciertos delitos menos graves en aras de encauzar progresivamente a los autores de delitos extremos. Es evidente que estos delitos menores no son buenos; pero el hecho de que se inscriban en el camino hacia la virtud los transformaría en lícitos. Ahora bien, esta idea es un grave error ya que el mal, por pequeño que sea, sigue siendo un mal, independientemente del signo de mejoría que indiquen. “En verdad ––afirma Pablo VI en Humanae vitae (nº 14)––, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien (cf. Rom. 3,14), es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social”.

    Tolerar un mal menor no equivale a convertirlo en “legítimo”, ni a inscribirlo en un proceso de “moralización”. En Humanae vitae (nº 14) se recuerda que “es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda”. En el mismo sentido, hay que decir que es un error sugerir la idea de que el preservativo, que en sí mismo es deshonesto, pueda ser cohonestado por el esperado encauzamiento hacia la virtud del prostituto que lo utiliza.
    A diferencia de un tratamiento que implicaría el paso de un pecado “más grave” a un pecado “menos grave”, la enseñanza del Evangelio, lejos de decir “Vete y peca menos”,afirma claramente “Vete y ya no vuelvas a pecar” (Jn. 8, 11).

    4. Lo que los católicos precisan escuchar de boca del Papa
    No hay duda que un libro-entrevista no puede ser considerado un acto de magisterio, máxime si se aparta de lo que ha sido enseñado de manera definitiva e invariable. Tampoco la hay en punto a que los médicos y los farmecéuticos, que valientemente se niegan a prescribir o vender preservativos y anticonceptivos por fidelidad a la fe y a la moral católicas, y en general, todas las familias numerosas que adhieren a la Tradición, tienen la imperiosa necesidad de escuchar que la enseñanza perenne de la Iglesia no cambia con el paso del tiempo. Todos ellos esperan que se recuerde firmemente que la naturaleza humana, y la ley natural inscrita en ella, es universal.
    En el libro Luz del mundo se encuentra un pasaje que relativiza la enseñanza de Humanae vitae. En él se designa a los que la siguen fielmente como “minorías profundamente convencidas” , que ofrecen a los demás “un modelo fascinante a practicar”, como si la encíclica de Pablo VI estableciese un ideal prácticamente imposible de alcanzar, de lo cual ya se ha convencido la inmensa mayoría de los obispos para justificar la colocación de esta doctrina bajo el celemín ––es decir, precisamente allí donde Cristo nos prohíbe colocar la “luz del mundo” (Mt. 5, 14).
    ¿Acaso esta exigencia evangélica estaría destinada, por desgracia, a convertirse en la excepción que confirma la regla del mundo hedonista en el que vivimos? Un mundo al cual el cristiano no debe conformarse (cf. Rom. 12, 2) sino al que debe transformar como “la levadura en la masa” (cf. Mt. 13, 33) y al cual debe dar el gusto de la Sabiduría divina como “la sal de la tierra” (Mt. 5, 13).

    Menzingen, 26 de noviembre de 2010
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  6. #6
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    Re: Luz del mundo: el nuevo libro de Benedicto XVI

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    Sobre camisinhas e prostitutos(as): a moral naturalista em voga



    Sidney Silveira
    Como deveria ser óbvio, a responsabilidade de cada um é proporcional à função que lhe cabe. Se uma fortaleza é invadida, a responsabilidade recairá sobre aqueles que têm o dever de defendê-la, e não sobre as pessoas indefesas assassinadas pelos invasores; se uma empresa faz investimentos equivocados, a responsabilidade recairá sobre os seus dirigentes, e não sobre a moça que serve o café; se um governo aprova leis iníquas, a responsabilidade recairá sobre os legisladores, e não sobre aqueles que passam a viver sob o tacão da iniqüidade; se um edifício não fica de pé, a responsabilidade recairá sobre o engenheiro que fez os cálculos para a construção, e não sobre o mestre de obras; se um bebê morre de inanição, a responsabilidade recairá sobre a pessoa sob cuja guarda estava a criança, e não sobre os vizinhos. E se o mundo não se converte? De quem é a responsabilidade?
    Há dois trechos de sermões do padre Antônio Vieira — o maior prosador da língua portuguesa — que ilustram bem o que se quer dizer. São de arrepiar (os itálicos são meus):
    “Eis aqui o que devemos pretender em nossos sermões: não que os homens saiam contentes de nós, senão que saiam muito descontentes de si; não que lhes pareçam bem os nossos conceitos, mas que lhes pareçam mal os seus costumes, as suas vidas, o seu passatempo, as suas ambições, enfim, todos os seus pecados. Contanto que se descontentem de si, descontentem-se embora de nós” (Sermão da Sexagésima, Pregado na Capela Real de Lisboa, no ano de 1655).
    “Vós — diz Cristo, Senhor nosso, falando com os pregadores — sois o sal da terra”; e chama-lhes ‘sal da terra’, porque quer que façam na terra o que faz o sal. O efeito do sal é impedir a corrupção, mas quando a terra se vê tão corrupta, como está a nossa, havendo tantos que têm nela o ofício de sal, qual será, ou qual pode ser, a causa desta corrupção? Ou é porque o sal não salga, ou porque a terra se não deixa salgar. Ou é porque o sal não salga, e os pregadores não pregam a verdadeira doutrina, ou porque a terra se não deixa salgar, e os ouvintes, sendo verdadeira a doutrina que lhes dão, a não querem receber; ou é porque o sal não salga, e os pregadores dizem uma coisa e fazem outra, ou porque a terra se não deixa salgar, e os ouvintes querem antes imitar o que eles fazem, que fazer o que dizem; ou é porque o sal não salga, e os pregadores pregam a si e não a Cristo, ou porque a terra se não deixa salgar, e os ouvintes, em vez de servir a Cristo, servem aos seus apetites” (A pregação dos peixes, em São Luís do Maranhão, em 1654).
    Pois bem. A quantidade de coisas esdrúxulas que se têm escrito para defender a fala do Papa Bento XVI sobre o uso da camisinha, assim como sobre vários outros temas que não convém citar neste texto, é de dar inveja a sofistas pagãos como Górgias, que dizia o seguinte: o ser (leia-se o mundo) não existe; e, se existisse, seria incognoscível; e ainda que, existindo, fosse cognoscível sob algum aspecto, seria inexpressável, inexprimível. Uma lindeza! Assim também são alguns argumentos dos defensores da fala do Papa que causou incrível confusão nos meios católicos. Provavelmente, se alguém megulha no mar, logo esses neo-sofistas concluem o seguinte: quem nada é o mar, não o nadador.
    Ø De uns ouvi dizer que o Papa falou como verdadeiro ‘tomista’, e todos os que estudamos a obra do Aquinate há anos, decerto por cegueira mental, não percebemos;
    Ø de outros li que usar camisinha é pecado venial, e não mortal;
    Ø de outros, ainda, que o Papa defendera o uso da camisinha como ‘mal menor’, sem saber que, no tocante à salvação, entre dois pecados mortais distintos não há propriamente mal menor, pois um só pecado mortal, de qualquer natureza, retira as graças atuais eficazes sem as quais ninguém pode salvar-se. Mas, para um modernista, estas são sutilezas teológicas que não cabe escavar;
    Ø houve quem, por sua vez, afirmasse que não sendo aquela uma opinião revestida de carisma magisterial — como aliás frisamos noutro texto —, não haveria problemas, dando a entender com isto que o Papa pode muito bem ter opiniões privadas, em matéria de costumes, contrárias ou alheias aos princípios reitores da doutrina de sempre, desde que não sejam magisteriais. Só mesmo um modernista para pensar que um Papa pode dizer uma coisa como Doutor privado, e afirmar outras distintas ex cathedra, sobre a mesma matéria;
    Ø Para alguns a culpa é toda da imprensa mundial anticatólica, que subverteu as palavras do Papa. Aqui, vale dizer que, apesar das ilações maldosas da imprensa, que em sua quase totalidade simplesmente ignora o que seja a fé, o problema está na idéia expressada de forma explícita pelo Papa: a de que em alguns casos se pode dar um primeiro passo para a moralização usando a camisinha;
    Ø Houve ainda quem, apoiando-se no fato de que o Papa não defendera o uso da camisinha em si mesmo como um ato moralmente bom, pusesse a culpa nos ditos e malditos tradicionalistas, que estariam cometendo um pecado gravíssimo contra a pessoa do Papa, ao imputar-lhe intenções que não teve. Aqui não conseguem entender que se trata de princípios inamovíveis, e não simplesmente de uma casuística aplicada a um dado específico;
    Ø Outros argúem ainda que o Papa disse na sua entrevista ‘prostituta’, e não ‘prostituto’, como se isto mudasse um só jota do problema teológico de fundo.
    Os malabarismos sofísticos são extensos, e enumerá-los a todos seria absolutamente ocioso, além de contraproducente. Mas vale dizer que, por trás de todas essas justificativas, muitas vezes, como diz o meu querido amigo Carlos Nougué, está um grau de ignorância culpável**, a vontade de não enxergar uma verdade evidente: não se pode dar um passo rumo à moralização pecando. A menos que se conceba uma moral totalmente independente da lei divina custodiada pela Igreja, o que é absurdo para um católico.
    O Magistério e os grandes Doutores demonstraram, durante séculos, a existência de um liame inextricável entre a lei natural e a lei eterna. Se se rompe artificiosamente esse liame, a lei natural vai-se tornando aos olhos dos homens contraditória, absurda. Cai-se, então, no naturalismo condenado de forma solene pela Igreja, a quem sempre coube a responsabilidade — delegada por Cristo — de defender o precioso depósito da fé que salva (com esta última frase, parece respondida a pergunta do final do primeiro parágrafo).
    Ora, defender a vida e a moral por razões meramente humanas (como está pressuposto na idéia de que o uso da camisinha traz, em alguns casos, a noção de que nem tudo é permitido, e que portanto se estaria dando um primeiro passo para a moralização) é ignorar o supremo drama espiritual em que consiste a mesma vida — eliminando do horizonte conceitual as realidades escatológicas: céu, inferno e purgatório. É esquecer-se de que, muito mais do que simplesmente perder a vida, nos importa sobretudo o risco de perder a alma. Não à-toa, Santa Rita de Cássia rogou a Deus pedindo ardorosamente o seguinte: se por desgraça os seus filhos gêmeos fossem tornar-se assassinos vingadores da morte do pai (era a época da vendetta), que morressem. E Deus a atendeu: os dois morreram logo depois, sem levar para o outro mundo a mancha de um pecado tão grave na alma. Uma mãe rezando para os filhos morrerem antes de cometer um pecado mortal! Para a mentalidade dos modernistas, seria tal ato da Santa dos Impossíveis bom, do ponto de vista moral, tendo ela rezado pela morte dos próprios filhos?
    Ademais, se, para um cristão, salvar a vida — sua ou alheia — fosse o fim especificador do ato moral bom, como também está pressuposto na tão propalada fala da entrevista-livro do Papa Bento XVI, o sacrifício da Cruz seria intrinsecamente imoral, o que é um corolário necessário da premissa, e Cristo teria antes salvado-se a Si mesmo. Lembremos aqui da angustiosa oração de Nosso Senhor no Horto das Oliveiras: “Pai, afasta de mim este cálice”, à qual logo aduziu um “Não se faça a minha vontade, mas a Tua” (Lc. XXII, 42). Certamente trazendo em seu coração este divino e voluntário sacrifício, Santa Joana D’Arc disse aos seus algozes: “A viver negando a verdade, prefiro morrer”. E foi queimada.
    Amamos em Cristo o Papa e reconhecemos nele o Primado Apostólico. Mas o amor ao próprio Cristo, à Igreja por Ele instituída e à verdade nos obriga a algo tão incômodo quanto doloroso: defender a Autoridade contra as autoridades, como diz o Pe. Calderón no dramático e profundo livro A Candeia Debaixo do Alqueire. Esse amor, mesmo sendo nós pecadores tão contumazes, traz-nos a triste obrigação de afirmar, de público, que essa opinião papal sobre o uso da camisinha, levada às últimas conseqüências, representa exatamente o naturalismo que deságua numa coisa terrível e anticristã: uma moral sem a Cruz.
    ** Como se afirmou no texto Meandros da ignorância, a teologia moral tipificou os principais casos em que se dá ignorância nos atos propriamente humanos, e, no tocante à ignorância culpável, trata-se daquele tipo de ignorância vencível que sempre implica um grau de voluntariedade e de negligência em averiguar a verdade. Muitas vezes porque a razão está obliterada por paixões do apetite irascível.

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