Los Maritain (y el santoral juanpablista in crescendo)
Una de las características más constantes y apreciables del juanpablismo es un entusiasmo inmoderado y un pan-optimismo semper-festivo irrefrenable. El estado de jubileo perpetuo que parecieron aquellos años del largo pontificado de JPII: Cada año era jubileo por algo, todos los años se conmemoraba a alguien, era el año de alguna cosa y había cuatro beatificaciones/canonizaciones por mes, cada Domingo.
Ese ritmo necesita un suministro constante de material (consumible, he estado a punto de escribir). Tocante a los candidatos a la gloria (ya no de Bernini), la lista de posibles va agotando a los mártires de guerras, fundadores y (sobre todo) fundadoras de congregaciones del XIX-XX (decrépitas la mayoría de estas, casi sin fuerzas ni efectivos para desempeñarse en el XXI). Ya están todos-as, pian piano, y hay que buscar nuevos canonizables porque la producción no puede parar. Lástima de esta impresión, tan juanpablista, de que no se puede parar, hay que seguir, más y más y más.
Y por eso, de no sé qué mente, ha salido la ocurrencia de beatificar (empezar el proceso) a Maritain y su señora esposa, muy señores mios. Confieso, reconozco, que no le tengo especial simpatía a Maritain, apreciable católico, converso muy apreciable, de ese "estilo francés" tan impactante en el medio cultural, tan bien publicitado por el mundo francés, que no sólo sabe promocionar su moda sino que son expertos en hacerse con la exclusiva y subirse al podio.
Decía que no le profeso especial querencia a Maritain. Me trae un eco, un regusto, a intelectual pre-Vaticano 2º doctoralmente instalado durante el Vaticano 2º y oracularmente consultado durante y después del Vaticano 2º. Demasiado identificado con el antes, el durante y el después conciliar para mi gusto. No sé si me explico, no sé si me entienden.
De un santo-santo se aprecia (se apreciaba) eso que antes se decía "olor de santidad", esa característica sutilísima y popularísima a la vez que apreciaban, en distinto grado,los más finos y todo el mundo que se arrimaba al santo en cuestión. Y se moría el susodicho y olían a santo, con más o menos propiedad, pero con reconocimiento implícito y explícito, en la conciencia de los testigos y la impresion de los circunstantes, de que había muerto un santo y dejaba su rastro de olor, trasminando santidad.
¿Así murieron y dejaron su olor Msr. Jacques y Mme. Raissa? ¿Así fueron conocidos y reconocidos? Me refiero, quiero decir, en su época, en su momento, por los íntimos, los frecuentes y los ocasionales prójimos que les trataron.
El canonizacionismo juanpablista ha conseguido, poco más o menos, que la postulación a la beatificación-canonización se haya convertido en una especie de reconocimiento agradecido y admirativo disponible para todos-as con un mínimo cumplido sin escándalos y un par de florecillas, amables anécdotas de virtudes domésticas, recogidas y aportadas passim por los gestores de la causa de los encausados. Y poco más.
De hecho, la figura, la personalidad, extraordinaria y excepcional del Santo se ha diluído en el agua insípida y corriente del común; un producto light, digamos, si se me permite la vulgar expresión (dadas las circunstancias).
Dice el Señor: "Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo". La cuestión - digo yo - es cuánto grado de salinidad sabrosa y calidosa hay que tener, cuánta luminosidad prístina y ardiente hay que lucir para poder ser modelos de sal y luz e intercesores que nos alcancen que podamos ser nosotros mismos más luminosos y más salados. ¿O es que valemos todos, con un mínimo grado de sal y luz, para que nos examinen en Roma y nos monten en un altar y nos enciendan velas? ¿Somos todos sabroso maní tostado y salado, todos en el mismo cucurucho? ¿Somos todos cirios encendidos de la misma calidad notable, mismo pabilo, misma llama, misma luz? ¿Todos podemos, todos valemos, con un mínimo de sal, con un mínimo de lux?
Amadísimos hermanos mios, el juanpablismo dice que sí. Sinceramente, amables míos, yo pienso y sostengo que no. No se me enfaden ni se me desencanten. Que no me refiero a los Santos que habrá - ¡que habremos! (Deo volente) - en la Gloria Santa, sino que hablo de estos santos que se proclaman en la tierra, los que se promocionan para ser beatificados y canonizados, como el muy respetable y digno matrimonio de los Maritain.
No hace mucho escribí algo parecido sobre un caso parecido, cuando me enteré de que habían postulado la beatificación de Chesterton (y Chesterton sí me cae estupendamente bien, y creo firmemente que está, pletórico y beatíficamente exuberante, en la Gloria, of course). Pero un Santo-Santo es una cosa y un beatificable juanpablista, como se puede comprobar, otra.
En este común denominador caben muchos, el matrimonio Maritain, sí, ¿et pourquoi pas?, probablemente, y Chesterton y - ¡por qué no! - Unamuno, y Bernanos, y Paul Claudel, y Don José Mª Pemán, y el Padre Coloma, y Fernán Caballero...Y me paro y no me meto en el Siglo de Oro porque dejaríamos vacío el Parnaso a fuerza de meter poetas en la Gloria.
Pero ¿se trata de eso?
p.s.Una duda, que se me olvidaba: ¿Quién habrá sido, concretamente, el ocurrente devoto original de los Maritain??? ¿O habrá una peña, un círculo, un club, un ateneo o un café-tertulia detrás de la iniciativa???
p.p.s. Otra cosa: Habrán visto Uds. al pazguato modosito neo-con con pinta de ppero sin desvirgar que habla en el youtube. Ni escogido en concurso de ridiculeces hubieran podido encontrar un tipo más característico. Después, si nos sacan chistes, nos quejamos, pero es que a veces fabricamos gratis la sátira para disfrute de nuestros enemigos, lista para que nos bombardeen con ella, envuelta en papel de celofán y con lazo de raso.
p.p.p.s. Justo cuando empezaba a escribir esto, han escrito un comentario anónimo en el articulete anterior sobre esto que escribo aquí, tan chocante.
+T.
EX ORBE
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