lunes 12 de septiembre de 2011
Una fiesta católica para una victoria cristiana (sin complejos)
En el Misal de Pablo VI (1969) desapareció la fiesta del Dulce Nombre de María, que se repuso en la edición del Misal Romano del año 2002, bajo Juan Pablo II, entre las 'memorias' (memoria libre) dedicadas a la Stmª Virgen. Aunque se celebraba en el siglo XV-XVI, se instituye como fiesta universal, para toda la Iglesia, por el Papa Btº. Inocencio XI con motivo de la victoria de los ejercitos cristianos contra los turcos en la batalla de Kahlemberg, a las puertas de Viena.
Desde mediados del mes de Julio, Viena sufrió un implacable asedio. La corte imperial y 80.000 vieneses abandonaron la ciudad, que quedó defendida por una fuerza militar de 11.000 soldados y los 5.000 irreductibles que se negaron a abandonar su capital. Mandaba las fuerzas el general conde von Starhemberg. A primeros de Septiembre, la resistencia parecía insostenible, imposible por momentos. El cerco de Viena suponía el primer paso para la penetración brutal de los mahometanos en el corazón de Europa, debilitada por la fragmentación de estados y confesiones que siguó a la crisis protestante y la Guerra de los Treinta Años. Si caía Viena, con la derrota del Austria de los Habsburgo se abrían al Imperio Otomano las puertas del Sacro Imperio y de toda la Europa Central.
Como cuando la crisis final de Bizancio, sólo la Santa Sede comprendía el riesgo e intentaba movilizar a las potencias católicas. En Francia, Luis XIV se negó en absoluto, incluso comenzó una serie de hostilidades contra ciertas plazas de los Habsburgo en la Alsacia, forzando al emperador Leopoldo I a distraer parte de los efectivos militares que eran necesarios para resistir en Viena. La España languideciente de Carlos II, ya en plena tensión por la controversia de la sucesión del rey, sólo ayudó a sus primos austriacos con recursos económicos, incapaz de movilizar ningún ejercito auxiliar.
Fueron los principados alemanes (Sajonia, Franconia, Baden, Baviera y Suabia) quienes se coaligaron con Leopoldo I. Destacaban brillantes personalidades como Carlos V de Lorena, Luis Guillermo de Baden-Baden, y el ya emergente Eugenio de Saboya. La coalición se hizo efectiva gracias a las instancias del Papa Inocencio XI, tan consciente de la gravedad de la acometida turca y de lo que suponía el sitio de Viena. A pesar del esfuerzo, la empresa parecía inútil, con los turcos bien asentados en torno a la capital austriaca, con tropas suficientes para poder tomarla y continuar luego su avance.
El 15 de Agosto, dia de la Asunción de la Virgen, el rey de Polonia, Juan III Sobieski salía de Cracovia con un animoso ejercito, que encomendó a Ntrª Srª al pasar por el santuario de Czestochowa. Llegados a Viena, los efectivos totales de la Liga Santa sumaban un total de entre 70.000 y 80.000 hombres; los turcos contaban con más de 130.000, con una formidable artillería, una sólida retaguardia y suministros asegurados.
Siguiendo un imprevisible y casi temerario plan de batalla, el ejercito sitiado, con el empuje heróico de Jan Sobieski, lanza un ataque en la madrugada del 12 de Septiembre, antes de las primeras luces, sobre las 4 de la mañana. Se batalló el día entero. A las cinco de la tarde, entraba el victorioso Juan Sobieski en la lujosa tienda del pashá Kara Mustafá. En una de esas frases destinadas al bronce de la historia, el gran Sobieski parafraseó en cristiano la sentencia del César: 'Venimus, vidimus, Deus vincit' (llegamos, vimos, pero fue Dios quien venció).
Quedaron en el campo los cuerpos de 15.000 turcos y unos 4.500 cristianos. El Imperio Otomano no se recuperó del golpe. La lucha, a instancias también de Inocencio XI, seguiria más tarde con la reconquista de Hungría, y Belgrado volvería a manos cristianas antes de acabar el siglo. La Liga Santa propiciada por Inocencio XI unió a reinos católicos, príncipes protestantes e incluso la Rusia de Pedro el Grande se unió a la coalición. El tratado de Paz de Karlowitz sería el punto final de este crucial episodio.
El Beato Inocencio XI entendió que todo fue una obra de la fe, un providencial triunfo por gracia de la intercesión de Ntrª Srª, por lo que solemnizó la fiesta del Nombre de María extendiéndola a todo el Orbe Católico. En Roma, se celebró especialmente la victoria del 12 de Septiembre de 1683.
He querido recordarla por su patente incorrección política: Una fiesta de exaltación de la Cristiandad unida frente a la violencia invasora del islam mahometano. Una efemérides católica que desafía a este novedoso 'espíritu de Asís' que nos invade confundiendo y desvirtuando tantas cosas.
Una cosa fue el espíritu victorioso y creyente de aquel 12 de Septiembre, y otro el timorato y acomplejado espiritu que derivó del trágico 11-S que se ha recordado en estos días.
Como dije al empezar, la Misa del Nombre de María desapareció en el Misal reformado del Vaticano II y reapareció en la edición del 2002. Pero sin referencias, sin encuadre, sin verdadera 'memoria' de la efemérides de Viena. Incluso la oración propia quedó sub mínimis:
Concéde, quæsumus, omnípotens Deus, ut cunctis gloriósum beátæ Maríæ Vírginis nomen celebrántibus misericórdiæ tuæ benefícia ipsa procúret. Per Dóminum.
Gracias a la restauración de la auténtica y venerable Liturgia Romana, los que rezan el Breviario y el Misal antiguo han podido hacerlo con estos luminosos textos y oraciones:
Venerábile Vírginis Maríæ nomen, quod interpretátum maris stella dícitur, Matri Vírgini valde conveniénter aptátur. Ipsa namque aptíssime síderi comparátur, quia, sicut sine sui corruptióne sidus suum emíttit rádium, sic absque sui læsióne Virgo parturívit Fílium. Nec síderi rádius suam mínuit claritátem, nec Vírgini Fílius suam integritátem. Ipsa est ígitur nóbilis illa stella ex Iacob orta, super hoc mare magnum et spatiósum necessário subleváta, micans méritis, illústrans exémplis. O quisquis te intélligis in huius sæculi proflúvio magis inter procéllas et tempestátes fluctuáre, quam per terram ambuláre, ne avértas óculos a fulgóre huius síderis. Maríam cógita, Maríam ínvoca, ut sic in temetípso experiáris, quam mérito dictum sit: Et nomen Vírginis María. ~ Quod quidem dulcíssimum nomen, iamprídem in quibúsdam christiáni orbis pártibus speciáli ritu cultum, Innocéntius undécimus Románus Póntifex, ob insígnem victóriam de immaníssimo Turcárum tyránno, cervícibus pópuli christiáni insultánte, Viénnæ in Austria partam, et in perénne tanti benefícii monuméntum, in Ecclésia universáli síngulis annis celebrári præcépit (Lectio IIIª Ad Matutinum)(El nombre venerable de la Virgen María, que se dice que significa Estrella del Mar, es el más adecuado para la Virgen Madre. Que bien puede ser comparado con una estrella, pues, como una estrella refleja adelante sus rayos sin ninguna disminución de su brillo propio, también la Virgen dio a luz al Hijo sin pérdida de su virginidad. Ni los rayos disminuyen el brillo de la estrella, ni el Hijo de María su virginidad intacta. Ella es la estrella que brilló antiguamente sobre Jacob y fue puesta por encima de este grande y anchuroso mar. Ella brilla con sus méritos, e ilumina con su ejemplo. Vosotros todos, los que bregais entre las tormentas y tempestades del mar proceloso, para que arribeis a la tierra firme, no aparteis los ojos de la brillante luz de esta estrella. Pensad en María, invocad a María, para que podáis probar el valor de aquello que está escrito: '...el nombre de la Virgen era María' ~ El Papa Inocencio XI ordenó que la fiesta de este Santísimo Nombre, que ya era honrada con un rito especial en algunas partes del mundo cristiano, se celebrara cada año en toda la Iglesia Universal como un monumento perpetuo por la gran bendición de la insigne victoria ganada en Viena, Austria, sobre el crudelísima tiranía de los turcos, opresores del pueblo cristiano.)
Oremus:
Concede, quaesumus omnipotens Deus: ut fideles tui, qui sub sanctissimae Virginis Mariae Nomine et protectione laetantur; eius pia intercessione a cunctis malis liberentur in terris, et ad gaudia aeterna pervenire mereantur in caelis.
Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.
R. Amen.
*** En las fotos, imágenes del exterior y el altar mayor de la Iglesia del Stmº Nombre de María, junto a la Columna Trajana, erigida en Roma para conmemorar la batalla del Cerco de Viena. En el centro del Altar, sobre una gloria de inspiración berninesca obra de Mario Fontana, se venera un antiguo icono milagroso de la Stmª Virgen, rematado con el anagrama de María; en las pilastras del interior, figuran como motivo decorativo en bronce las águilas bicéfalas de la heráldica de los Habsburgo-Austria.
+T.
EX ORBE
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