Madrid, 29 octubre 2005. En la víspera de la fiesta de Cristo Rey ha tenido lugar la cena conmemorativa, un año más en esta villa, organizada por el Círculo Tradicionalista Carlista "Antonio Molle Lazo", como había anunciado FARO. El salón del Hotel NH Alberto Aguilera se encontraba lleno. A los castellanos se sumaron correligionarios y simpatizantes de la Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias y de los reinos de Galicia, Murcia, Navarra, Toledo y Valencia. Dicha presencia se aprovechó para varias reuniones de trabajo previas. Se recibieron también numerosas adhesiones, entre ellas la de Miguel Navarro, delegado de la Comunión Tradicionalista en Méjico; de la Falange Peruana, desde Lima; del profesor Manuel de Abol-Brasón, de la Universidad de Oviedo, que no pudo asistir; de los círculos carlistas "Santos Mártires" de Córdoba y "Roca y Ponsa" de Gran Canaria. En la mesa presidencial se sentaban, además de los oradores de la noche, el profesor José Miguel Gambra, presidente del Círculo Molle, con su hermana Inés; el capellán castrense don Eduardo Montes, y los padres Juan María de Montagut y Raúl Olazábal.

A los postres, en nombre del Círculo Antonio Molle Lazo abrió el turno de intervenciones Teresa Jiménez París, doctora en Derecho y profesora de Derecho Civil en la Universidad Complutense de Madrid. En primer lugar dio lectura al siguiente mensaje de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, Abanderado de la Tradición:

Con gran satisfacción compruebo que la renacida Comunión Tradicionalista ha recuperado la festividad litúrgica de Cristo Rey como ocasión de celebración y reunión. Difícilmente se podría hallar mejor motivo de conmemoración, cuando Pío XI la instituyó para encarecer la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo ante el "indigno silencio de los Parlamentos", y podría añadirse que también de los gobiernos y de los cetros. Por eso, hoy más que nunca, es oportuno reunirse en torno de una fiesta en la que se reúne lo más singular de nuestro ideario. La unidad católica fue siempre el primer principio inspirador del tradicionalismo. Y hoy, en que tantos ceden a la seducción democristiana, por matizada que sea, si queremos perseverar en la Causa a que tantos esfuerzos y sacrificios entregaron nuestros predecesores, no podemos sino fortalecernos en la defensa de lo que queda de la misma, luchando por su restauración. El Estado católico es no sólo una exigencia de razón, de derecho natural se diría hoy, sino también de fe. Por eso, cuando se abandona frívolamente, la destrucción del orden social aparece por doquier. Es lástima que tantas dignidades eclesiásticas no terminen de comprenderlo, abundando en una interpretación absolutista de la llamada libertad religiosa.

Por eso, queridos amigos, al tiempo que lamento no poder acompañaros, me alegra particularmente poder haceros llegar un saludo. Mantengámonos firmes, sin concesiones. Eugenio d'Ors decía que "lo que no es tradición, es plagio". Aunque quizá fuera mejor evocar las palabras del gran apóstol de la hispanidad brasileña, el negro Arlindo Veiga do Santos: "Lo que no es tradición, es traición".

Luego la profesora Jiménez París presentó a los demás oradores y trazó el origen y significado, litúrgico, político y trascendente, de la festividad de Cristo Rey, desde el propósito fundacional del papa Pío XI hasta su directa imbricación con la defensa de la Tradición y de la Unidad Católica por el Carlismo. Apoyó su intervención en numerosas citas de don Rafael Gambra, el Padre Victorino Rodríguez O.P. y otros maestros contrarrevolucionarios, que dieron a su intervención un gran realce. No dejó la ocasión de señalar en una apretada síntesis los males presentes de la Patria española, ni las inconsecuencias de los sedicentes "católicos en la vida pública".

Después tomó la palabra Víctor Ibáñez, jefe nacional de Juventudes Tradicionalistas y licenciado en Derecho. Abundó sobre la explicación de la festividad de Cristo Rey, que -dijo- "es la fiesta de la política católica", que en España necesariamente está ligada a la Unidad Católica. Unidad que cabe legitimar desde al menos cuatro puntos de vista: desde la aprehensión y el conocimiento natural en el orden ontológico, la mayor felicidad del hombre es la virtud a la que se llega a traves del conocimiento, cuyo estado superior es el conomiento de Dios; a lo cual ha de tender necesariamente la organización política. Esta enseñanza es recurrente en la sana filosofía clásica previa a la Revelación, la cual por lo mismo concedia un carácter cuasi sacral a la organización política, frente a la actual como coexistencia laica de pareceres. La legitimación sobrenatural de la Unidad Católica deriva de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo, al que ya en el Antiguo Testamento se adjudica el título de rey, a aquel que deberá nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y que encuentra su secuencia lógica en el "id y convertir a todos los pueblos" (a pesar de cierta exégesis modernista e ignorante del latín que traduce "gentes", de gens, gentis, por "personas"). En el orden histórico-doctrinal la Iglesia señala que las comunidades políticas han de organizarse conforme a su tradición política. Y por último en el orden práctico los católicos en política hemos de acoger la tesis de la Unidad Católica, frente al fracaso tremendo de las tácticas moderadas, incapaces de frenar la Revolución, e incluso asentándose en determinadas etapas de la misma. Tampoco la democracia cristiana (que es quiebra el principio de contradicción, pues no se puede servir a dos señores ni a dos banderas) supone una respuesta al laicismo. La respuesta católica y española es con Pío XI: "Cuando mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce nombre de nuestro Redentor en las conferencias internacionales y en los Parlamentos, tanto más alta debe ser la proclamación de ese nombre por los fieles y la energía en la afirmación y defensa de los derechos de su real dignidad y poder".

Siguió en el uso de la palabra José Díaz Nieva, vicepresidente del Círculo Molle Lazo y profesor de la Universidad San Pablo-CEU, quien comenzó por recordarnos que aquello de "dar al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios" no implica (siguiendo lo estipulado por la encíclica Quas Primas, de Pío XI) apartar a Dios de las cosas de este mundo, dado que ellas fueron creadas por Él y a Él se deben. A continuación, y fiel a su vocación hispanoamericana, comparó la participación política de los católicos chilenos con los católicos mejicanos, unos por la vía legalista de la participación electoral, otros abocados a la vía de la sublevación armada; pero recordaba que a unos y otros, los miembros del Partido Conservador chileno y los valerosos cristeros mejicanos, les unía un mismo ideal: la defensa de la Fe ante los ataques de la masonería y el laicismo. También recordó el abandono por una buena parte del clero de sus labores pastorales, un clero que pasó a encerrarse en sus iglesias, o, lo que es peor, a la convivencia con el marxismo a través de la llamada teología de la liberación como trasfondo: una y otra cosa han provocado que países como Brasil y Guatemala corran el riesgo de que los católicos sean minoría frente a las sectas evangélicas y pentecostales. Llamó a los presentes a defender la Unidad Católica de España, a permanecer fieles a los ideales de aquellos que nos precedieron en la lucha, aquellos que supieron cuál era su papel y su misión en esta vida, aquellos que supieron morir, al grito de ¡Viva Cristo Rey!, en defensa de la Fe y en el nombre de Cristo nuestro Señor.

Cerró el turno de intervenciones Luis Infante, vicesecretario de organización de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, en cuyo nombre agradeció al Círculo Molle Lazo la organización del acto. Citó a continuación una frase de un artículo escrito por don Manuel Fal Conde poco antes del Alzamiento de 1936, en circunstancias tan similares -y a la vez tan dispares- a las actuales: "Ya sé que, cuando de la Comunión hablo, nos da pena vernos solos". La glosó comparando la Comunión de entonces con la de ahora, y animó a los presentes a evitar las concesiones y las confusiones, y a recuperar el espíritu de sacrificio, y la prisa por actuar: porque el mal no descansa nunca. Evocó su lectura juvenil de un libro del gran carlista asturiano Jesús Evaristo Casariego (quien murió, hace quince años, tras gritar "¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!"), en el que encontró la siguiente cita de la Ordenanza del Requeté: "Requeté, voluntario carlista: eres soldado de Dios y del Rey, por la causa de España, de sus fueros y de su pueblo... No cuentes nunca a tus enemigos, y siéntete siempre superior a ellos". Sano sentimiento de superioridad que no se debe a nuestros merecimientos, sino a las gracias que hemos recibido, y que debe animarnos a encarar el combate que, aunque parezca desigual, puede y debe conducirnos a la victoria.

Se terminó con el canto del Oriamendi y los vivas a Cristo Rey, España y el Rey legítimo.