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Tema: El mito de la violencia religiosa

  1. #1
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    El mito de la violencia religiosa

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    El mito de la violencia religiosa consiste en creer que la “religión” es un fenómeno endémico de todas las culturas y épocas de la humanidad, separable de otros ámbitos de la actividad del hombre que, como la política o la economía, son calificados de “seculares”. Que es, además, particularmente proclive al absolutismo, la disgregación y la irracionalidad, y por consiguiente a la violencia. Cavanaugh demuestra en esta obra, argumentando a partir de fuentes históricas, teológicas y jurídicas, que la “religión” no es una realidad transcultural y transhistórica ni se puede separar de las demás esferas de la actividad del hombre, y que la oposición “religioso-secular” es una invención de la modernidad occidental que se ha ganado un sitio fundamental en el folclore de nuestras sociedades por su utilidad para marginar al “otro religioso” y para legitimar la violencia de los estados modernos, que siempre sería democrática, unificadora y racional. La discriminación entre lo religioso y lo político, nos muestra Cavanaugh en este libro, es un arma política de primera magnitud en manos del estado moderno.

    Nuevo Inicio: El mito de la violencia religiosa.

    Tal es el título que William T. Cavanaugh da a su libro de 2010. “La idea de que la religión tiende a promover la violencia —escribe, y hago aquí una síntesis del libro— es parte del acervo cultural convencional de las sociedades occidentales y subyace a muchas de nuestras instituciones y estrategias políticas”. Mito consistente en que la religión posee una inclinación peculiarmente peligros a la promoción de la violencia, por lo que debe ser reprimida. ¿Es así?

    * No hay duda de que todos los tipos de ideologías y de prácticas –incluidas, por ejemplo, el islamismo y el cristianismo— pueden promover y la violencia y de hecho la hacen. Lo que se cuestiona por incoherente es la afirmación de que existe algo llamado religión –un género que tendría como especial al cristianismo, al islamismo, al hinduismo, etc. — que necesariamente es más proclive a la violencia que las ideologías e instituciones que se identifican como seculares.

    La verdad es que “alguna ideologías e instituciones calificadas de seculares como el nacionalismo y el liberalismo, pueden ser exactamente tan absolutistas como, disgregadoras como las llamadas religiosas”… La gente mata por toda clase de razones. Un planteamiento apropiado del problema debería ser resueltamente empírico: ¿En qué condiciones ciertas creencias y praxis—la yihad, la “mano invisible” del mercado, la expiación sacrificial de Cristo, el papel de los Estados Unidos como liberador mundial— se vuelven violentas? … Lo importante es que la misma distinción entre violencia secular y violencia religiosas es inútil, equívoca y engañosa” (cap.1 (cap.1 “Anatomía del mito”).

    “La tesis acerca de la violencia de la religión como tal se sustenta en una concepción de la religión como algo que retiene su esencia a través de el espacio y que es separable al menos teóricamente, de las realidades seculares —instituciones políticas, por ejemplo”.

    ** Pero en realidad hay evidencias que avalan dos conclusiones (cap.2 “El invento de la religión”).
    - La primera es que no existe nada parecido a una “religión” transhistórica o transcultural que esté separada esencialmente de la política.
    - La segunda es que el mismo empeño en decir que hay un concepto de religión separable de los fenómenos seculares es en sí mismo parte de una configuración particular de poder, la del estado-nación liberal moderno tal y como se ha desarrollado en Occidente. En este contexto, la religión se construye como algo transhistórica o transcultural, esencialmente interior y esencialmente distinto de la racionalidad pública secular”.

    Lo “que cuenta como religioso o como secular depende de las prácticas que están autorizadas en un contexto determinado. Por ello, el hecho de que el cristianismo sea interpretado como una religión y el nacionalismo no, ayuda a garantizar que la lealtad pública y letal de los cristianos sea propiedad del estado-nación”.

    *** Examinando uno de los ejemplos de violencia religiosa más comúnmente cita la “guerras de religión” de los siglos XVI y XVII europeas (cap.3 “Las guerras de religión, mito de la creación”) sirve como una especie de mito de la creación del estado moderno. Según él, el estado moderno nació en este proceso como pacificador, relegando la religión a la vida privada y uniendo personas de religiones diversas en torno a la lealtad al estado soberano.

    Pero la realidad fue muy otra de la que ocurrió en dichas guerras “Hubo católicos matando a otros católicos, luteranos que mataban a luteranos y a veces ciertas colaboracionismo católico-protestante. Basten dos ejemplos. El cardenal Richelieu y la Francia católica intervinieron en la guerra de los treinta años al lado de la Suecia luterana, y la última mitad de esa misma guerra fue esencialmente una batalla entre Habsburgo y los Borbones, las dos grandes dinastías católicas de Europa.

    “Lo importante no es que esas guerras fueran realmente políticas y no religiosas. Ni que el estado causara las guerras y la iglesia fuera inocente. Lo importante es que la transferencia de poder de la iglesia al estado no fue solución a la violencia de los siglos XVI y XVII, sin una causa de dichas guerras (“cap.3).

    *** Entonces —se pregunta en el “cap.4 Usos del mito” y último, con referencia especial a Estados Unidos— “¿Para qué les sirve a sus consumidores occidentales la idea de que la religión es causa de violencia?”

    La utilidad del mito ha servido para legitimar ciertas clases de actitudes del poder, tanto en la política doméstica como en la exterior. En su tanto en la Jurisprudencia del Tribunal Supremo.
    Con esto, no se pretende “negar las virtudes del liberalismo ni excusa los vicios de otros tipos de ordenamientos sociales. Pero en nada ayuda emprender esa críticsa bajo la óptica de la dicotomía religioso-secular, pues esa dicotomía nos impide ver con claridad las formas seculares del imperialismo y la violencia”.

    Como conclusión, “La finalidad del libro es negativa: contribuir al desmantelamiento del mito de la violencia religiosa. Desmantelarlo conllevaría múltiples beneficios… Liberaría los estudios empíricos sobre la violencia de las categorías deformantes de lo religioso y lo secular. Nos ayudaría a considerar a ver que las posibilidades fundacionales para el orden entre teocracia y secularismo tanto en el mundo islámico como en el occidental, no se limitan a una rígida alternativa entre teocracia y secularismo.

    Nos ayudaría a considerar anticuado el estereotipo de los Otros no como seculares como fanáticos religiosos y pondría en cuestión una des las justificaciones de la guerra contra esos Otros”.

    Referencia bibliográfica: WILLIAM T. CAVANAUGH, El mito de la violencia religiosa. Ideología secular y raíces del conflicto moderno (Granada, nuevoinicio 2010).

    El mito de la violencia religiosa.[BLOG.246]
    Xaxi dio el Víctor.
    “La verdadera fe es incolora, por decirlo así, como el aire y el agua; medio transparente a través del cual el alma ve a Cristo. Nuestros ojos no ven el aire y de la misma manera nuestra alma no se detiene a contemplar su propia fe. Cuando, por consiguiente, los hombres toman esta fe como si dijéramos en las manos, la inspeccionan curiosamente, la analizan, se absorben en ella, se ven forzados a materializarla, a darle color para que pueda ser tocada y vista. En otros términos, sustituyen a ella, colocan sobre ella, cierto sentimiento, cierta impresión, cierta idea, cierta convicción, algo en fin en que la atención pueda prenderse. Cristo les interesa menos que lo que llaman ellos sus experiencias. Los vemos trabajando para seguir en sí mismos los signos de la conversión, la variación de sus sentimientos aspiraciones y deseos: los vemos ponerse a conversar con los demás sobre todo esto. ”. John Henry Newman

  2. #2
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    Re: El mito de la violencia religiosa

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Este es un libro que leí hace tiempo y si bien estoy de acuerdo con muchas cosas de las que expone otras me dejan en total confusión como en lo referente al Islam o a la Reforma. Supongo que el profesor Cavanaugh pensará que la violencia del Islam es un mito también. Y si mal no recuerdo... comentaba algo así que la Reforma no existió o al menos le quita mucho hierro... entonces habrá que pensar que la Contrareforma tampoco existió. Mucho conflicto.

    Veo que aquí se cura en salud:

    No pretendo negar las virtudes del liberalismo ni excusar los vicios de otros tipos de ordenamientos sociales. Creo que la separación de iglesia y estado es, en general, algo bueno. Por otro lado, no admite discusión que ciertos tipos de creencias y praxis musulmanas promueven realmente la violencia. Dichas formas se deberían examinar y criticar. Sin embargo, no ayuda en nada emprender esa crítica bajo la óptica de la dicotomía religioso-secular, pues esa dicotomía nos impide ver con claridad las formas seculares del imperialismo y la violencia.


    Los dos últimos capítulos, antes de la conclusión, están dedicados a demostrar que las “guerras de religión” del siglo XVII (“el mito fundador”) no tuvieron ningún carácter específicamente religioso, pues no sólo fueron luchas de católicos contra protestantes, sino sobre todo de príncipes y señores por sus dominios que en ocasiones usaron las confesiones religiosas como pretexto; pero usaron otros de tipo político (“secular”) y social. No cabe, pues, atribuir las guerras al factor religioso. El último capítulo aborda los “usos del mito” insistiendo especialmente en la actualidad, pues (el miedo a ) la violencia de la religión se usa como directriz de programas políticos de exclusión de la religión de la sociedad y consigue que los occidentales aparten la vista de la violencia que generan o la entiendan en términos positivos como un hacer entrar en razón a gentes irracionales.

    Observaciones generales de Cavanaugh:

    Primera. La religión es, ciertamente, un invento de la Modernidad y, me parece, más en concreto de las políticas coloniales que debían clasificar los comportamientos. En cierta medida, “la” religión padece el mal del agrimensor: clasificar se hace sinónimo de comprender.


    Segunda. Desde Hegel al menos ha debido quedar muy claro que (el concepto de) “la” religión no puede ser irracional. Recordemos el sarcasmo del alumno del Seminario de Tubinga (¡ay, Nietzsche!) sobre Schleiermacher. ¿Por qué “la” religión es un fenómeno exclusivo de seres racionales? Tonterías, por favor, las justas: lo que hoy se llaman “religiones” han sido intentos (que se pueden valorar de diferentes maneras) de comprender racionalmente la realidad. Desde hace mucho años—léase, piedad, a Jaeger—sabemos que la filosofía no es ningún paso al logos, aunque hoy desgraciadamente se siga explicando de esa manera.

    Tercera. Si “la” religión es un constructo, no vale argumentar sobre la base de un supuesto “fondo” de todas las religiones. Queda en pie el problema de cómo se puede definir certeramente el conjunto de experiencias que identificamos como religiosas. El problema es que experiencia que hoy no nos parecen religiosas mañana sí lo serán, como ya vio Mircea Eliade a propósito del ateísmo cristiano.

    Cuarta. Los conceptos no son la realidad sin más; pero nosotros sólo podemos ver la realidad a través de nuestros conceptos (hermosa es la circularidad de esta proposición, pero, bueno, úsese como escalera wittgensteiniana).

    Quinta. “La” religión, como todo fenómeno humano, es ambivalente. Nada hay que no se pueda usar mal. Las religiones reales se han usado mal con mucha frecuencia.

    Sexta. El siglo más secular de la historia en el continente más secular ha sido el más brutalmente violento. ¿No podría argumentarse a la contra? Tampoco, porque supondría que nuestro concepto de religión se identifica sin más con la realidad. Sin embargo, este dato no se suele tener en cuenta o se despacha como simple residuo del pasado.

    http://librosyvidas.blogspot.com.es/...cavanaugh.html
    Última edición por Christabel; 09/01/2013 a las 15:59
    “La verdadera fe es incolora, por decirlo así, como el aire y el agua; medio transparente a través del cual el alma ve a Cristo. Nuestros ojos no ven el aire y de la misma manera nuestra alma no se detiene a contemplar su propia fe. Cuando, por consiguiente, los hombres toman esta fe como si dijéramos en las manos, la inspeccionan curiosamente, la analizan, se absorben en ella, se ven forzados a materializarla, a darle color para que pueda ser tocada y vista. En otros términos, sustituyen a ella, colocan sobre ella, cierto sentimiento, cierta impresión, cierta idea, cierta convicción, algo en fin en que la atención pueda prenderse. Cristo les interesa menos que lo que llaman ellos sus experiencias. Los vemos trabajando para seguir en sí mismos los signos de la conversión, la variación de sus sentimientos aspiraciones y deseos: los vemos ponerse a conversar con los demás sobre todo esto. ”. John Henry Newman

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