Pregunta para los foreros argentinos: ¿Qué opinión les merece Bergoglio?
Pregunta para los foreros argentinos: ¿Qué opinión les merece Bergoglio?
Prudencia. Es lo único que se me ocurre frente a esta pregunta. Si nos guiamos por las apariencias estaríamos frente a un típico jesuita modernista, pero también tenemos a un sacerdote español por quien siento una gran admiración, superior de un instituto muy ortodoxo, quien le tiene gran estima y a quien el cardenal consulta. Es difícil tener una opinión objetiva sin conocerlo personalmente, ya que es una persona muy reservada y de bajo perfil; si el sacerdote que mencioné lo aprecia sus buenas razones tendrá.
Una nota sobre él del 2005, los "papabile" eran más o menos los mismos que ahora:
El candidato: Bergoglio, il papabile - 20.02.2005 - lanacion.com *El candidato: Bergoglio, il papabile
Por Mariano De Vedia | LA NACION
Si el atentado terrorista a las Torres Gemelas tuvo efectos colaterales impredecibles, sus impactos bien pueden haber llegado al Vaticano. Las secuelas del brutal ataque obligaron al arzobispo de Nueva York, cardenal Edward Egan, a abandonar el Sínodo de los Obispos, que deliberaba en octubre de 2001 en Roma, y el puesto clave de relator general que ocupaba en la asamblea fue cubierto por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, ante la vista del Papa y de los cardenales de todo el mundo.
Esa aparición pública, que dejó muy buena impresión entre los purpurados, fue el punto de partida de la proyección internacional del cardenal argentino, que hoy es mencionado entre los principales candidatos para suceder a Juan Pablo II, en un eventual cónclave.
Así, cada vez que la frágil salud del Papa da señales de alarma, las miradas de los analistas del Vaticano se posan sobre este arzobispo argentino nacido hace 68 años en el barrio porteño de Flores, hijo de un empleado ferroviario, que se graduó de ingeniero químico y comenzó su vida religiosa a los 21 años al ingresar en la Compañía de Jesús.
Ordenado sacerdote en 1969, es enemigo de toda estridencia y ostentación, y ha hecho de la prudencia y el firme apego al bajo perfil su estilo de vida y sello de identidad. Austero y claramente distanciado del poder político, ésa es la base de su acción pastoral y una virtud que lo distingue por encima de muchos otros cardenales.
"Es una persona silenciosa. Pero escucha el doble de lo que habla y percibe mucho más de lo que escucha", comentaron a LA NACION quienes comparten tareas pastorales con el cardenal primado, que este fin de semana viajó a Roma para presentar un trabajo que le encomendó especialmente la Congregación para los Obispos.
Entre los factores que pueden jugar en contra de su posible elección, hay que señalar que otros cardenales han tenido una presencia internacional más extendida y ocupado responsabilidades más altas en la Santa Sede. El tiempo no le dio todavía una proyección mundial de grandes dimensiones. Karol Wojtyla, cuando fue elegido, no era muy conocido. Pero había participado en el Concilio Vaticano II y tuvo una influencia decisiva en la redacción de documentos e importantes encíclicas en tiempos de Pablo VI, como Humanae vitae.
El estilo sobrio de Bergoglio y la muy cuidada distancia que siempre mantiene frente al poder político lo diferencian tal vez del estilo predominante en la Curia romana, y ése también podría ser considerado un punto en contra.
De todos modos, el destacado papel que el cardenal argentino cumplió en el Sínodo de Obispos y las expectativas que se tejen acerca de la posibilidad de que el próximo Pontífice surja de América latina -donde vive la mitad de los 1000 millones de católicos que hay en el mundo- refuerzan la hipótesis de la eventual candidatura de Bergoglio, y así lo registran desde hace un tiempo destacados columnistas internacionales especializados en el Vaticano.
Las predicciones se basan en las condiciones personales y pastorales del arzobispo argentino, su intensa espiritualidad, los sólidos conocimientos teológicos y la permanente preocupación por acompañar al clero y estar cerca de los sacerdotes.
La semana última, el semanario italiano L´Espresso mencionó a Bergoglio entre los principales papables y pronosticó que "será elegido si se repite el guión que en 1978 llevó al pontificado a Juan Pablo II, cuando los candidatos italianos se neutralizaron entre sí y permitieron la elección de un cardenal polaco. Esta vez el hombre nuevo sería un cardenal latinoamericano y uno sobre todo: Jorge Mario Bergoglio", arriesgó el columnista Sandro Magister, uno de los vaticanistas de mayor prestigio, que ya en diciembre de 2002 le había dedicado un artículo al arzobispo jesuita titulado "Bergoglio en pole position".
John Allen, vaticanista del semanario norteamericano National Catholic Reporter y contratado por la CNN para cubrir y comentar la sucesión del Papa, también estampó su firma hace un año y medio para dejar sentado que el purpurado argentino "tiene mucho a favor".
En el plano local se da por descontado que a fin de año sucederá al arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás, como presidente del Episcopado.
El escenario de la Iglesia
"Nosotros lo vemos como algo ajeno. El cardenal sigue trabajando", insisten en el entorno del arzobispo de Buenos Aires cada vez que las versiones dan vuelta en distintos medios periodísticos del mundo.
El escenario que hoy le tocaría enfrentar al eventual sucesor de Juan Pablo II no es un lecho de rosas. "Al asumir, en octubre de 1978, el cardenal Wojtyla llegaba de Polonia, en plena etapa comunista. Provenía de una Iglesia acostumbrada a la resistencia y veía con admiración la libertad de Occidente. Con el tiempo esa admiración derivó en desilusión", considera el director de la revista Criterio, José María Poirier Lalanne, en diálogo con LA NACION.
Al comparar el final del pontificado de Pablo VI con el actual, Poirier estima que el balance es positivo en cuanto al avance del diálogo interreligioso, la persistente prédica de la Iglesia en favor de la paz y el liderazgo universal del Pontífice, sustentado también en su carisma personal y su energía vital. El encuentro de Asís, la caída del Muro de Berlín, la visita a Israel y su enérgica oposición a la guerra de Irak son, en ese sentido, los mayores éxitos de Juan Pablo II.
Pero también advierte que, al comenzar su misión, el papa Wojtyla carecía de la experiencia en el manejo de la Curia romana que había sido el punto fuerte del cardenal Montini cuando fue elegido Pontífice con el nombre de Pablo VI.
El siglo XXI interpela ahora a la Iglesia con fuertes interrogantes que no se planteaban en el comienzo del pontificado de Juan Pablo II. La posibilidad de la renuncia del Papa por razones de salud y de edad, el ejercicio de un gobierno más colegiado y el celibato sacerdotal son algunos de los desafíos que su sucesor no podrá dejar de atender.
"El problema del preservativo no puede poner en jaque a una institución como la Iglesia, que ha sobrevivido más de dos mil años", graficó, al respecto, un reconocido intelectual, observador de la realidad eclesiástica, al mencionar temas pendientes que la Iglesia en algún momento deberá definir, como el celibato y el sacerdocio femenino.
El gobierno pastoral
Hay coincidencias en que Bergoglio conduce muy bien una arquidiócesis compleja, como la de Buenos Aires. Goza del respeto profundo y del afecto de los sacerdotes, especialmente los jóvenes, lo que no es muy común en el seno de la Iglesia.
Algunos jesuitas recuerdan con cierto resquemor su paso como provincial de la orden religiosa, cuando ejerció su autoridad con dureza, en tiempos de alto voltaje y violencia política.
Como superior provincial de los jesuitas, entre 1973 y 1979, le tocó reencauzar la misión pastoral de la orden en una época muy convulsionada por los sucesos políticos y violentos en la región. Abierto a las consultas pero firme en sus decisiones, sorteó una crisis extrema en la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola.
"Fue un momento muy difícil en la Compañía de Jesús. Pero si no hubiera estado él al frente de la orden, las dificultades hubieran sido mayores", reflexiona hoy el doctor Angel Miguel Centeno, de recordada actuación como secretario de Culto en dos gobiernos tan distintos como los de Arturo Frondizi y Carlos Menem.
Recluido luego en Córdoba, donde ejerció como director espiritual y confesor, fue designado luego rector del seminario jesuita, en San Miguel, y en 1992 pasó a ser obispo auxiliar de Buenos Aires, donde cumplió la función de vicario episcopal de Flores. Allí comenzó a cultivar su relación cercana con el clero secular, y cinco años después fue nombrado arzobispo coadjutor del cardenal Antonio Quarracino, a quien reemplazó automáticamente como arzobispo de Buenos Aires cuando el recordado cardenal primado falleció, el 28 de febrero de 1998.
Proclamado cardenal tres años después, Bergoglio vive solo, en un departamento sencillo, en el segundo piso del edificio de la Curia, al lado de la Catedral.
Desde su ventana observó con sentida preocupación el estallido de la crisis de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo, que derivó en la renuncia de Fernando de la Rúa. Hasta su cuarto llegaban los gases lacrimógenos. Al ver con indignación cómo una señora era golpeada por agentes policiales, tomó el teléfono para hablar con el ministro del Interior y fue atendido por el entonces secretario de Seguridad, Enrique Mathov, a quien le pidió por favor que la policía supiera diferenciar entre los activistas y los simples ahorristas.
Enemigo de apariciones estridentes, Bergoglio rehúye toda exposición en los medios de comunicación. Mantener un estricto bajo perfil le permite viajar en subterráneo y en colectivo como cualquier pasajero. Con frecuencia confiesa en la Catedral como un sacerdote más. Tras la masacre de Cromagnon recorrió hospitales para estar al lado de los heridos y familiares de las víctimas.
Al poco tiempo de ser ordenado sacerdote padeció problemas respiratorios y, tras una operación, sufrió la pérdida de un pulmón. Hoy goza de muy buena salud, fruto de la vida austera y rigurosa que siempre ha observado.
Cuando viaja a Roma, no le gusta mostrarse con los atributos de un cardenal. Por eso es frecuente verlo con un sobretodo negro, para no hacer ostentación de la llamativa vestimenta de los purpurados. Además, cuando el Papa lo proclamó cardenal, a diferencia de otros, no se compró una vestimenta nueva, sino que ordenó arreglar la que usaba su antecesor Quarracino.
Más monje que misionero
El perfil de Bergoglio se asemeja más al de un monje que al de un misionero. Mantiene el hábito de levantarse a las 4.30 de la mañana, cumple con el rezo de los oficios religiosos y lee los diarios. Trata siempre de responder personalmente los mensajes que le dejan en el contestador y también las cartas que le llegan. Las escribe de puño y letra y en todas les pide a quienes le escriben que recen por él.
Su primer acto de gobierno al asumir en la arquidiócesis fue crear la Vicaría Episcopal de Educación, un virtual ministerio que tiene bajo su jurisdicción tantas escuelas y alumnos como los que atiende el gobierno porteño. Pero, a diferencia de los clásicos consejos de educación católica, su premisa es dedicar los esfuerzos de la Iglesia a toda la educación, no a los intereses de los colegios católicos.
"El Bergoglio puro es el que improvisa sus homilías. Es muy intuitivo y percibe los climas con mucha facilidad", reveló José María del Corral, uno de los laicos que mayor actividad le imprime a la Vicaría Episcopal de Educación.
En sus homilías, el cardenal revaloriza en forma permanente el sentido de la patria y las instituciones y, pese a su formación técnica de ingeniero químico, es un apasionado lector de Dostoievski, Borges y autores clásicos. Es habitual, además, su presencia en actos ecuménicos e interreligiosos.
Durante los debates sobre educación sexual que enfrentaron las posiciones de la arquidiócesis y del gobierno porteño, una legisladora de izquierda confesó que Bergoglio "es mi peor enemigo, porque es el más inteligente".
Donde no evitó la exposición pública fue en la encendida controversia suscitada por la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. Algunos sectores católicos dudan del camino elegido para denunciar lo que consideró un acto de blasfemia, pero todos coinciden en que en ningún momento justificó ni aceptó la agresión verbal y física ejercida por algunos contra la exposición.
"Bergoglio asume la responsabilidad de su cargo y no entra en los campos que no son de su competencia. En la polémica por la muestra de Ferrari, por ejemplo, cuestionó la ofensa a los sentimientos religiosos pero no descalificó al artista como profesional ni como persona", precisó un observador eclesiástico.
Todos encuentran en el cardenal primado a un buen interlocutor muy sincero y preparado. Y eso es reconocido por sectores del gobierno nacional, que destacan su abierta vocación al diálogo a pesar de las diferencias que pueden existir. "Eso siempre es bueno para nosotros", reconoció, en reserva, un alto funcionario a LA NACION.
Fiel a su baja exposición, el cardenal primado tiene afinidades muy escondidas pero significativas. Así como el cardenal Juan Carlos Aramburu era muy aficionado al boxeo, a Bergoglio le gusta el fútbol. Es simpatizante de San Lorenzo de Almagro y una vez, cuando jugaba el goleador Alberto "Beto" Acosta, el plantel le regaló una camiseta autografiada por los jugadores. También le gusta el tango.
"Bergoglio tiene la virtud de la prudencia, pero no es por ambigüedades sino fruto de la reflexión. No sé si es la virtud más necesaria para ser elegido Papa. Juegan otros factores. Pero toda la gente que sale de hablar con él destaca su consejo y su estilo de decir las cosas como son", señala el doctor Centeno, quien identifica ese valor con el recuerdo de dos grandes obispos: monseñor Antonio Aguirre y el cardenal Eduardo Pironio.
La mención de Pironio, que dejó huellas de profunda espiritualidad, no es azarosa. El recordado obispo de Mar del Plata, que fue enviado a Roma en los agitados tiempos de la violencia política de los años 70, tenía un perfil de Papa. No sólo participó de los dos cónclaves de 1978 -cuando fueron elegidos Juan Pablo I y Juan Pablo II- sino que obtuvo algunos votos de sus compañeros del Colegio Cardenalicio, según trascendió en ese tiempo en Roma.
Entre tantas conjeturas, ¿cuál es el espacio que debe dejarse para la acción del Espíritu Santo? No hay que descartarla, dicen los que saben. Como dice el viejo refrán, ante cada cónclave, "el que entra Papa sale cardenal". Y no es menor la acertada reflexión del periodista inglés Austen Ivereigh, coeditor de la revista británica The Tablet: "En 1978, en las redacciones se habían elaborado tres guías: probables, posibles, imposibles. Wojtyla figuraba entre los imposibles".
Los competidores
Otros latinoamericanos, un africano y varios europeos son mencionados como candidatos
ROMA.- Los cardenales, es decir, los máximos colaboradores de Juan Pablo II, que si no han cumplido los "fatales" 80 años tendrán la dura tarea de elegir a su sucesor, suelen decir que "es de mal gusto hablar de cónclave si el Papa está vivo".
Se trata de una típica frase politically correct. La verdad, en efecto, es que en el Vaticano, y en el resto del mundo, los purpurados informalmente hablan del sucesor de Juan Pablo II desde hace varios años. Tantos años que muchos de los que en algún momento fueron considerados "papables" ya no lo son, porque murieron, porque cumplieron ochenta años -el límite de edad impuesto por Pablo VI para participar en el cónclave-, o porque ya no corren vientos favorables a su candidatura.
La preocupante hospitalización de Karol Wojtyla -el primer Papa no italiano en 455 años- obligó a los vaticanistas a repasar sus listas de candidatos, que suelen ser aggiornadas con el pasar de los meses. Y los hizo caer en la cuenta de dos datos irrefutables, sobre los que todo el mundo coincide: 1) entre los 119 cardenales electores que hay actualmente, no hay ningún favorito a la vista; 2) como no se sabe cuánto tiempo más podrá seguir al frente de la Iglesia el frágil y enfermo Juan Pablo II, es probable que tenga lugar un nuevo consistorio en junio u octubre próximos. Es decir, una nueva tanda de entre 15 y 30 nuevos cardenales, que podría cambiar totalmente la geografía del próximo cónclave.
Más allá de que no hay ningún candidato sobresaliente -a diferencia de 1939, con el cardenal Eugenio Pacelli que fue electo Pío XII; o 1963, con Giovanni Battista Montini, Pablo VI-, se barajan varios nombres de los cuatro continentes, y se espera una ardua lucha entre las distintas facciones.
Rota en 1978 la tradición del Papa italiano, si bien hay quien cree que debe volverse a esa "costumbre", la mayoría considera que no es cuestión de nacionalidad. Y que el sucesor podría ser otra vez alguien nuevo, venido quizás del tercer mundo, donde viven más del 60% de los mil millones de católicos.
En el caso de papables del tercer mundo, además del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, se mencionan a otros candidatos latinoamericanos. Dos brasileños: el arzobispo de San Salvador de Bahía, Geraldo Majella Agnelo, de 71 años, y el arzobispo de San Pablo, Claudio Hummes, un franciscano de 70 años que apoya al Movimiento de los Sin Tierra. Un mexicano: el arzobispo de Ciudad de México, Norberto Rivera Carrera, un hombre de 62 años cercano al movimiento conservador y cada vez más influyente de los Legionarios de Cristo. Y finalmente el hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, un salesiano muy mediático, también de 62 años.
Cruzando el Atlántico, otro candidato bien posicionado, que podría convertirse en el primer papa de color, es el nigeriano Francis Arinze, de 72 años, prefecto de la Congregación del Culto de Divino y durante 19 años responsable del diálogo interreligioso. Más hacia el Este, habría dos buenos candidatos de la India: el arzobispo de Bombay, Ivan Dias, de 68 años, un carismático que trabajó durante 36 años en la diplomacia vaticana -y por eso muy respetado afuera-, y el arzobispo de Ranchi, el cardenal Telesphore Toppo, de 65 años, presidente de la Conferencia Episcopal de toda la India y primer purpurado indígena del mundo.
Volviendo a Europa, aunque los italianos -que cuentan con 20 cardenales electores- al parecer están muy divididos, desde hace años hay una fuerte campaña en favor del arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, un experto en temas de bioética de 70 años, cercano al Opus Dei y a la Comunidad de San Egidio. Junto con él, otros papables italianos son el patriarca de Venecia, el cardenal Angelo Scola, un intelectual muy ligado al movimiento de Comunión y Liberación, y el mismo número dos del Papa, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, de 77 años, que para algunos observadores podría llegar a ser una figura de transición. Otra solución de transición considera como buen candidato a otro de los hombres clave de Juan Pablo II, también de 77 años: el conservador alemán Joseph Ratzinger, titular desde hace años de la poderosa Congregación de la Doctrina de la Fe.
Otros europeos considerados papables son el cardenal belga, Godfried Danneels, de 71 años, conocido por sus posturas abiertas en cuanto, por ejemplo, al uso del preservativo para combatir el sida, para él un mal menor en casos extremos. Y su colega autríaco, Christoph Schonborn, arzobispo de Viena, un académico de 60 años que llamó a la Iglesia a reflexionar sobre la situación de los católicos divorciados que vuelven a casarse, un problema que deberá enfrentar el próximo papa.
Si Juan Pablo II llama a un nuevo consistorio en los próximos meses, sin embargo, podrían surgir nuevos nombres. "Si el Papa ?crea´ nuevos cardenales, su sucesor podría estar entre ellos, como sucedió dos veces en el último siglo", dijo a LA NACION Gerard O´Connell, experto en temas vaticanos.
En la nueva tanda de cardenales, entre muchos otros, se cree que dos argentinos podrían recibir el preciado birrete: el arzobispo Leonardo Sandri, número tres del Vaticano, de 61 años -últimamente "la voz del Papa" por tener el privilegio de leer sus mensajes-, y el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, un sacerdote conocido por sus posturas conservadoras, distintas a la del cardenal Jorge Bergoglio, el argentino hoy presente en todas las listas de candidatos serios para la sucesión de Juan Pablo II.
Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia
Última edición por Erasmus; 13/02/2013 a las 07:12
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
Divagaciones sobre el retiro del renunciante, S.S. B16
A veces tengo la impresión de que la Iglesia Católica de los católicos obsequiosos es como un plató de tv de esos en los que se televisan programas en los que el regidor señala/ordena al público asistente cuándo tienen que aplaudir, cuándo tienen que callar, cuándo tienen que reir. Por lo visto, a la mayoria católica a-crítica obediente le han mandado aplaudir y bendecir a Benedicto. Y están entusiasmados con la renuncia del Papa, como si les hubiera tocado un premio. Como si vivieran el momento perfecto de la iglesia perfecta.
Una de las aberraciones más notables del post-concilio fue imponer las modernidades conciliares a golpe de antigua obediencia 'perinde ac cadáver'. Fue así como se impuso todo, desde la liturgia revolucionada a las tendencias innovacionistas y las iniciativas pan-aperturistas. Lo patético fue que se logró, que se consiguió que los timoratos obedientes hicieran lo que que les mandaban los despóticos revolucionarios. Actualmente, con variantes, sucede lo mismo.
Yo discuto que, a estas alturas y con todo lo sucedido, se entienda que bondad sea igual que necia obediencia, no acepto el silogismo de que el bueno es el obediente ciego. Insisto firmemente porque me es evidente que hay un error de principio y cuestiono que lo que se manda sea bueno. También me resisto a la dictadura del mal menor, otro paradigma que suele estar en juego habitualmente.
Que el Papa renuncie, no es bueno. Aunque tenga razones, a pesar de ellas. El ministerio singular del Papa no se puede sujetar a los modos y maneras del mundo. Si lo hace, como lo está haciendo, el resultado es el error de interpretación con la consiguiente errónea apreciación que hace la gente, el vulgo católico y la plebe pagana, que es, más o menos, de este tenor: Si el Papa dimite porque está viejo y enfermo, como cualquier hombre, es que el Papa es como cualquiera, y de hecho es un hombre cualquiera, que se merece y tiene derecho a su descanso, como anciano cansado que es, y es muy humano garantizarle su resposo y sus cuidados, como un enfermo cualquiera, como él mismo es. El problema es que no lo es, que no es un hombre cualquiera, ni se debería esperar de él que se comportara como un hombre cualquiera. El triple exámen del "...'Simón, hijo de Jonás, ¿me amas...me amas más que estos?..." (Jn 21, 15-19) no es un Evangelio fácil de vivir y protagonizar, pero el ministerio único del Sucesor de Pedro lo exige, lo requiere. Dejar el ministerio (con su gracia aneja) podría suponer el desprecio del ministerio (y de su gracia). También su desvalorización.
Acepto que no haya sido imprevisto, acepto que estuviera en la intención del Cardenal Ratzinger que aceptó ser (que quiso ser) Benedicto XVI, pero, entonces, pienso que no debería haber asumido tal elección para tal ministerio, ya que sus predecesores no lo hicieron con esa salvedad implícita (si la hubiera habido).
En la rica simbología de la eclesiología antigua se insistía en el desposorio y maridaje del obispo con su iglesia, su diócesis. En el caso del Pontificado Romano, la acentuación del vínculo era más grave y profunda porque su ministerio lo enlaza con la Iglesia Universal. ¿Puede, según ese concepto, disolverse el vínculo que ata al Obispo de la Urbe con todo el Orbe? ¿Dispensa la debilidad física de la obligación moral y espiritual? ¿Se puede hacer bajo consideraciones como las expuestas por el Papa Benedicto?
Si se pudiera hacer sin más, otros los habrían hecho antes. La excepción que se enseña, única, parece confirmar la regla, aunque el código vea y prevea. Pero, más allá del caso canónico regulado en un cánon del códex, el asunto implica cuestiones tan graves y excepcionales que opino que es aberrante asumirlo con normalidad impasible y obsequioso contento.
Por eso no aplaudo. Ni me río. Al contrario, me entristezco por la Iglesia, por el Papa, por los católicos ensayados que tocan palmas. Y por los católicos conscientes (no digo perfectos, recalco) que sufrimos una decepción más. Muy dolorosa.
Uno de los comentaristas del articulete anterior ha escrito que la renuncia de Benedicto XVI le ha recordado la escena de la deposición de la tiara de Pablo VI. A mí también, ayer tuve una imagen y otra superpuestas, como si se hubiera consumado un acto más en la devaluación premeditada del Papado.
Es obvio que Benedicto XVI, aunque haya actuado con recta intención, deja esta hipoteca (otra más) a su sucesor.
Oremus et ad invicem
+T.
EX ORBE
"Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos."
"Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!"
(Homilía de la solemne misa de inicio pontificado de Su Santidad Benedicto XVI)
Aprecio y perplejidadEl blog Messa in latino, publicó un comentario firmado por Enrico, que parece equilibrado puesto que manifiesta gran aprecio por este Pontífice pero al mismo tiempo da razón de la perplejidad que le produce la decisión de renunciar. La traducción corresponde a un amigo de nuestra bitácora a quien, com siempre, le agradecemos el trabajo.
Queridos lectores:
Necesitaba un evento extraordinario, como la renuncia de Benedicto al pontificado, para hacerme volver a escribir en nuestro blog después de una larga ausencia. Porque he amado, y amo, a nuestro papa Benedicto, es la veneración por él lo que me ha implicado en una batalla que ha sido también la suya. Escribo ‘veneración’, sí, porque estoy convencido de que ascenderá al honor de los altares, y ciertamente no solo por la vía de la tan opinable tendencia moderna a santificar a todos los papas “no importa cual”. Pienso incluso que un día llegará a convertirse en doctor de la Iglesia.
Prácticamente admiro todo en su trato y en su personalidad: la cortesía, la timidez, la equidad, la honestidad, el sentido del deber, las capacidades como intelectual, pero sobre todo la inteligencia, la lucidez, la independencia de juicio y el buen sentido: buenos antídotos en una época eclesial de eslóganes vacíos y de ideología.
Vivo esta noticia con profundo pesar y preocupación. Comprendo que el peso del gobierno de la Iglesia sea insoportable para las espaldas humanas, especialmente en la fragilidad senil; pero un Papa, precisamente, ¿no debería ser sobre-humano? No porque esté provisto de un ‘físico bestial’, sino porque está divinamente asistido incluso en la extrema debilidad del cuerpo y, acaso, de la mente. El Papa Ratzinger lo sabe (he aquí sus mismas palabras: “bene conscius sum hoc munus secundum suam essentiam spiritualem non solum agendo et loquendo exsequi debere, sed non minus patiendo et orando”), pero considera que esta ‘esencia espiritual’ de testimonio orante (y paciente) debe estar acompañado de cierto vigor “in mundo nostri temporis rapidis mutationibus subiecto et quaestionibus magni ponderis pro vita fidei perturbato”.
Esta afirmación me inquieta. En nuestro tiempo de rápidos cambios y perturbado por graves problemas para la vida -¿la supervivencia?- de la fe, es el oficio mismo del Papa el que, precisamente, cambia. Hasta ayer, más símbolo que gobernante; más testimonio, hasta la última agonía, que eficiente administrador; más monarca que primer ministro; más padre que tutor. Ahora, sin embargo, un papa que, además de tener una “misa de inauguración” (en lugar de la mucho más significativa coronación) tendrá también una ceremonia de despedida con ocasión de su dimisión, como si fuese un administrador delegado que se jubila o, peor todavía, un arzobispo de Canterbury caducado. Se trata también de un mayor achatamiento (después de la renuncia a la tiara) del oficio petrino respecto al de los otros obispos: no por casualidad en la alocución de ayer el Papa ha usado la expresión ingravescente aetate, que constituye el incipit del motu proprio de Pablo VI que impone la jubilación a los obispos.
Pensamos también en como este precedente podrá justificar presiones sobre los futuros pontífices, apenas estos sean percibidos como ancianos o poco ‘performantes’ o nada telegénicos.
Si algo nos han enseñado estos últimos decenios es que la Iglesia vive de los símbolos y en los símbolos. Cambios comprensibles en abstracto y en apariencia inesenciales, como abandonar el latín, abolir el ayuno del viernes, dar la vuelta a los altares, han tenido un efecto sociológicamente y antropológicamente devastadores para los fieles: la fe, ya ontológicamente acechada por la duda (pues no es un conocimiento directo, sino solo la sustancia de las cosas esperadas, y el argumento de las que no han llegado), vive de la seguridad transmitida y constantemente reconquistada. Si la vida de la Iglesia es un jardín en perenne mutación, ¿cómo alimentar la fe vacilante? Y ¿qué decir si el oficio mismo de Pedro, consolidado en dos mil años que han visto solo esporádicas y normalmente traumáticas abdicaciones o deposiciones, se transforma de un status existencial a un simple ‘cargo’ con derecho a jubilación?
De aquí mi preocupación: la sacralidad de la Piedra sobre la que la Iglesia está fundada me resulta afectada cuando un dulce Cristo en la tierra, un Vicario de Cristo, un infalible árbrito de la fe y de la moral, puede volver a una normalidad cotidiana. Esta preocupación aumenta todavía más al pensar que estos riesgos no se escapan a la consideración del Papa Benedicto; si se ha decidido igualmente al ‘gran rifiuto’, graves preocupaciones que nosotros ignoramos deben haberlo movido; o cuando menos, una situación interna en los Sagrados Palacios de completa delicuescencia, hasta el punto de obligarlo a tirar la toalla.
Pues sí, porque el gesto del Papa tiene, lamentablemente, la apariencia inevitable de una admisión de impotencia y de fracaso, aunque solo sea por el hecho de acontecer tras un periodo de extraordinaria dificultad en la conducción de la barca de Pedro y tras un conjunto de descalabros que han encontrado en el caso Vatileaks el último ejemplo.
Este regusto amargo de ineficiencia ¿no aumentará el riesgo de reforzar el natural efecto “péndulo”, por el que los cardenales en cónclave serán llevados a escoger alguno que pueda adoptar una línea muy difirente del predecesor? El efecto péndulo ha sido determinante en la elección de Ratzinger, cuando un implacable reconocimiento del estado lamentable de la Iglesia tras los años del woitylismo había inducido a los cardenales a elegir uno que tuviera la lucidez y la inteligencia necesarias para reconocer los problemas e individuar (en el retorno a la ortodoxia, a la continuidad y a la Tradición) la solución.
¿Y ahora qué? Una generación mejor de sacerdotes está llegando, y los corifeos de la ‘primavera conciliar’ estan camino de la jubilación, si no del redde rationem. Pero esta abdicación del Papa llega demasiado pronto: si hubiese resistido unos pocos años o en algunos casos solo unos pocos meses, no tendríamos un cónclave en el que se sentarán en su lugar y votarán obispos como Daneels y Mahoney (este último, recién inhabilitado por parte de su sucesor en Los Angeles por mala gestión), Lehmann y Kasper, Monterisi y Tettamanzi. Mientras un Moraglia (patriarca de Venecia), un Nichols (arzobispo de Londres) o un Chaput (arzobispo de Filadelfia) se quedan fuera.
Es tiempo, por tanto, de que el Espíritu Santo se prepare a hacer Su labor con vistas al cónclave. Y para nosotros, de rezar. Mitiga la amargura la gratitud a Benedicto XVI, el respeto a su dificultosa elección y, muy en el fondo, el íntimo sentimiento de que su ponderada decisión pueda haber sito el menor de los males posibles.
P.s.: dos visiones contrastantes de la renuncia en Wanderer y Exorbe.
infoCaótica: Aprecio y perplejidad
La renuncia Papal: repercusión mediática.
La renuncia papal es motivo de la primera página de la mayoría de los diarios del Martes 12 de febrvero del 2013: Aquí les presentamos algunas de las primeras páginas de diarios alemanes, tierra natal de Benedicto XVI. Luego, la repercusión en las planas de publicaciones de otros países.
Die Tageszeitung. Un título más bien irrespetuoso: “Gracias a Dios”.
Der Tagesspiegel: “Mi fuerza no es suficiente”, citando al Papa.
Frankfurter Allgemeine Zeitung: “Benedicto XVI. Ha presentado la dimisión”.
Hannoversche Allgemeine Zeitung: “Inesperadamente”.
Frankfurter Allgemeine Zeitung: “Benedicto XVI. Ha presentado la dimisión”.
El austriaco Die Presse parafrasea al Papa aunque titula entre comillas: “mis fuerzas no son adecuadas debido a la avanzada edad”.
USA Today: “El Papa Benedicto XVI renuncia. Primer Papa en retirarse en 600 años”.
ABC: “EL Papa libre”.
El ABC, diario ligado al gobernante Partido Popular, fue categoricamente tendencioso al poner una imagen de espaldas de Joseph Ratzinger acompañada por el título “El Papa libre”. Desde la tapa destacan que la decisión de Su Santidad había sido tomada hace casi un año, más específicamente luego de su gira por México y Cuba, y que dejará el pontificado el 28 de febrero.
El Mundo: “Benedicto XVI rompe la tradición de que el Papa muere en la cruz”.
El País.
La Razón, diario de Barcelona, titula: “Huérfanos del Papa”.
En Italia el Corriere della sera: “Ya no tengo la fuerza, perdóname”.
La Repubblica: “El Papa se va, adiós histórico”.
La Vanguardia (Barcelona): “Benedicto XVI entra en la historia”.
El diario barcelonés de tirada nacional La Vanguardia afirma desde su portada que el alemán “entra en la historia”, mientras que el director de la publicación opina desde sus páginas editoriales que “ha llegado el momento de un Papa de habla hispana”. (Infobae)
En Argentina Clarín: “Renunció el Papa y ahora arranca la puja por la sucesión”.
Varias planas.
Algunas de las publicaciones que han tomado la noticia irreverentemente fueron: el matutino británico The Guardian, haciendo gala de cierto humor irónico que lo caracteriza, eligió publicar en tapa la foto del rayo que alcanzó la cúpula de la basílica de San Pablo horas después de la sorpresiva dimisión papal para ilustrar el “shock” que produjo la noticia. Liberation, conocida publicación francesa de izquierda fundada por el “filósofo” Jean-Paul Sartre, titula cómicamente “Papus interruptus”, mientras que el New York Times señala desde su portada que la Iglesia Católica se encuentra en una “encrucijada” tras la renuncia de Benedicto XVI, a quien definen como un “callado académico” cuyo pontificado fue “turbulento”.
Las primeras planas de los diarios alemanes fueron tomadas del Blog: Secretum Mehum Mihi.
STAT VERITAS: La renuncia Papal: repercusión mediática.
Renúncia do Papa: grande mídia se metendo onde não deve
A grande mídia sempre querendo dizer como deve ser a Igreja de Nosso Senhor Jesus Cristo. A chutzpah * de sempre: Direto ao Assunto, 12 de fevereiro de 2013. | Estação Nêumanne
A verdade:
(...) Aquellas decisiones conciliares y montinianas no tenían solamente el propósito pastoral declarado de evitar tener pastores incapacitados para el ministerio por edad avanzada (y el no declarado de alejar a eventuales opositores a las reformas), sino el de transformar –al menos de facto y a los ojos del mundo–una jerarquía sagrada en una administración burocrática similar a las administraciones de los gobiernos de los modernos estados democráticos, o a los ministerios pastorales sinodales de las sectas protestantes. Hoy Joseph Ratzinger completa la reforma conciliar, aplicando incluso a la sagrada dignidad del Sumo Pontificado las modernas categorías mundanas y seculares mencionadas, equiparando también en esto al Papado Romano con el episcopado subalterno. De hecho, es muy probable que la decisión de hoy se convierta en moralmente obligatoria para sus sucesores, haciendo del Papado un cargo “temporal” y provisorio de presidente del colegio episcopal o, por qué no, del consejo ecuménico de las iglesias.
Al inicio de su “pontificado”, Benedicto XVI insistió efectivamente en el aspecto colegial de la autoridad de la Iglesia: el obispo de Roma es el presidente del colegio episcopal, un obispo entre los obispos; al final de su “gobierno”, Joseph Ratzinger ha querido presentar –como cualquier otro obispo conciliar– su renuncia. (...)
* - atrevimento, desfaçatez, desplante, insolência
Oitavo Mandamento
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