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Tema: La síntesis de todas las herejías

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    La síntesis de todas las herejías

    Mark Shea y la “Síntesis de Todas las Herejías”

    por Robert Sungenis


    En 1907, el Papa San Pío X, uno de los hombres más ortodoxos jamás conocidos en la Iglesia Católica, escribió uno de los tratados más famosos y penetrantes de la Iglesia, Pascendi Dominici Gregis 1, que en Latín significa, “Alimentando al Rebaño del Señor”. Pío tenía mucho que “alimentar” porque los viciosos lobos andaban rondando alrededor del rebaño.

    Dicho en pocas palabras, la encíclica condenó la herejía conocida como “Modernismo”. Pío X habló del Modernismo en profundidad porque estaba filtrándose dentro de la jerarquía y de las insituciones académicas del Catolicismo a un ritmo alarmante.

    Una de las frases más citadas de la encíclica declara: “Y ahora, ¿puede alguien que haga un estudio de todo el sistema sorprenderse de que Nos lo hayamos definido como la síntesis de todas las herejías?”

    Esencialmente, Pío X definió el Modernismo de tres formas:

    1) Agnosticismo filosófico, enseñado por el filósofo alemán del siglo XVIII, Immanuel Kant.

    2) Inmanentismo, enseñado por el filósofo alemán del siglo XVIII, Friedrich Schleiermacher.

    3) Evolucionismo y dialecticismo, enseñado por el filósofo alemán del siglo XVIII, G. W. Friedrich Hegel

    Es de la tercera fase del Modernismo de la que me ocupo en este trabajo.

    En esencia, Hegel enseñó que todo el conocimiento es un producto de un proceso evolutivo y diléctico en el pensamiento del hombre. Había tres fases para el pensamiento del hombre:

    1) Tesis

    2) Antítesis

    3) Síntesis

    Aunque teóricamente la dialéctica Hegeliana puede aplicarse a cualquier movimiento histórico, para poder entenderlo de manera más práctica a la luz de la controversia actual entre la Ciencia y la Religión, permítasenos aplicar la diléctica Hegeliana a uno de los temas de burla favoritos de Mark Shea, esto es, la cosmología (cómo se origió el universo y cómo opera).

    Ya lo sepa él o no (y creo adivinar que Shea no concibe la diferencia entre una síntesis Hegeliana y Katherine Heigl), sin embargo, Shea es representativo del típico modernismo hegelianamente inclinado acerca del cual Pío X nos advirtió. Como tal, Shea estaría de acuerdo con la siguiente dialéctica acerca del desarrollo de nuestro conocimiento de la cosmología:

    1) Tesis: el universo y todas las partes que lo acompañan y organismos biológicos fueron creados instantáneamente y de la nada por Dios en seis días de 24 horas; un universo en donde la Tierra está sin movimiento en el centro; un universo en el cual todas sus sustancias materiales y organismos biológicos son preponderantemente los mismos que eran cuando fueron creados no más de 7000 años atrás, y de los cuales el más superior de todos es el hombre que, en la primera persona de la raza humana, Adán, recibió un alma inmortal de Dios.

    2) Antítesis: el universo comenzó a partir de una fluctuación cuántica casual que causó una explosión homogénea y una expansión uniforme de masa bariónica y energía, el cual carecía de centro o frontera; que, por la misma casualidad, evolucionó hacia sustancias más complejas durante miles de millones de años, y eventualmente formó organismos biológicos en la Tierra, de los cuales el más complejo es el hombre.

    3) Síntesis: Dios, de la nada, creó una sustancia cuántica que Él diseñó para que explotara homogéneamente en una expansión uniforme de masa bariónica y energía, que carecía de centro o frontera, y que fue creada con la capacidad inherente de evolucionar lentamente durante miles de millones de años hacia sustancias más complejas, y eventualmente hacia organismos biológicos que llenaron la Tierra, del cual el más complejo es el hombre, el cual entonces se multiplicó en muchos hombres, cada uno de ellos recibiendo un alma inmortal en el momento en que cruzaran la línea antropológica del homínido al homosapiens.

    En caso de que uno no se haya dado cuenta, la “Síntesis” es la evolución teística, que se enseña en casi todas las escuelas católicas de educación superior hoy en día, y que es una clásica síntesis Hegeliana. Es simplemente un amalgamiento de la Tesis y la Antítesis para poder así salvar las características más destacadas de ambas.

    Resulta interesante observar que el formato dialéctico Hegeliano se parece al silogismo Aristotélico:

    1) Premisa Mayor (“Todos los hombres son mortales”)

    2) Premisa Menor (“Juan es un hombre”)

    3) Conclusión (“Juan es mortal”)

    Pero la diferencia crucial entre la dialéctica Hegeliana y el silogismo Aristotélico es que este último requiere que las premisas Mayor y Menor sean correctas para poder alcanzar una Conclusión correcta; de lo contrario el silogismo es inválido.

    En la diléctica Hegeliana, ni la Tesis ni la Antítesis tienen por qué ser correctas, y así tampoco tiene que serlo la Conclusión. La dialéctica simplemente indica cómo llegar a una Síntesis; y no que necesariamente la Síntesis sea correcta.

    Como se ha señalado, Pío X condenó la dialéctica Hegeliana, y fue precisamente por la razón de que aquélla no podía determinar la verdad o exactitud de ningún asunto. Simplemente afirmaba que la Síntesis era un producto de la dialéctica en el pensamiento del hombre. Para Hegel, quizá el pensamiento del hombre podía evolucionar hacia la exactitud, pero nunca podía alcanzarla. Sólo podía alcanzar una Síntesis a partir de la batalla entre la Tesis y la Antítesis.

    La futilidad de la dialéctica Hegeliana se advierte por el hecho de que la Síntesis resultante se convierte a su vez en la siguiente Tesis, esperando a la complementaria pero conflictiva Antítesis, para así poder formar la siguiente Síntesis. El mismo proceso tripartito ocurre ad infinitum, y así nunca alcanza la verdad real o completa.

    En una palabra, la dialéctica Hegeliana pone al hombre en un círculo vicioso, igual que un perro que persigue su cola. Realmente nos reconduce directamente de vuelta al “agnosticismo filosófico” de Kant, que enseñaba que no podíamos realmente saber nada con certeza.

    Al contrario, el Catolicismo enseña que podemos, en efecto, saber varias cosas con certeza puesto que se presupone que ellas vienen de la revelación divina, que siempre nos dice la verdad real y sin adulterar.

    Desafortunadamente, por muchos caminos, la dialéctica Hegeliana ha alcanzado a la mayor parte del Catolicismo moderno de hoy en día. El temor de Pío X de que el Modernismo se infiltrara eventualmente en la jerarquía del siglo XX y en la academia, y que la mutilara hasta dejarla casi irreconocible, está ocurriendo justo delante de nuestras narices. En muchos casos, la revelación es ignorada, rechazada o marginada, y la dialéctica Hegeliana ha llenado el vacío.

    A nivel popular, Mark Shea es uno de los mejores ejemplos de la dialéctica Hegeliana Católica en funcionamiento (con independencia de que Shea sea consciente o no de ello). Su teología (si es que podemos llamarla así) es un batiburrillo contradictorio de ideas mundanas y doctrina Católica.

    En su cuaderno de bitácora del día 26 de Marzo de 2014, Mr. Shea colgó su última diatriba, “Humanos Enclenques, Universo Enorme” que, en pocas palabras, trata de asumir una posición intermedia, o Síntesis, entre la nueva serie de televisión Cosmos, y nuestra película The Principle2. A partir de su caricaturización de las dos películas, es obvio que Mr. Shea cree que su posición es la única sana y fuerte de las tres opciones.

    A medida que analicemos su posición, sin embargo, veremos que la enervante verdad es que la posición de Shea es la más peligrosa e insana de todas. Acompáñenme mientras voy pelando esta cebolla, capa a capa, hasta finalmente llegar a la más espantosa realidad de todas.

    Shea escribe:

    Humanos Enclenques, Universo Enorme

    26 de Marzo de 2014, por Mark Shea 1 Comentario

    Puny Humans, Vast Universe

    Dado que Cosmos está ocupada en regurgitar el mito de la Guerra contra la Ciencia por la Malvada Iglesia Católica de la Maldad (por un lado) y Bob Sungenis está a punto de poner en mal lugar a la Fe con una película sobre el geocentrismo que incluso su propio abogado la denomina “ciencia marginal”…

    R. Sungenis
    : Primero antes que nada una pequeña limpieza de casa antes de pasar al asunto verdaderamente importante. El intento de Mr. Shea de usar la frase de mi abogado “ciencia marginal” es típico de cómo Shea malinterpreta a menudo las palabras y la intención de sus oponentes. En este caso, dejaré que un blogger compañero, Hans Lundahl, haga el contrapunto.

    Las palabras de “incluso su propio abogado” calificándolo de esa forma hace que suene en un sentido como si “ciencia marginal” fuera algo malo. Quizá sea socialmente así en los círculos que Mark P. Shea gusta de frecuentar. Pero podría ser que el abogado simplemente esté repitiendo la descripción que el propio Robert Sungenis usa, y que, a pesar de este esfuerzo del Pontífice de los Pasteles (sí, es una de las cosas que le gusta llamar a Mark), no la considera él mismo embarazosa. Él podría interpretar lo de marginal en tanto que minoritaria, y que la ciencia tal y como se explica aquí es donde se encuentra la verdadera ciencia.

    Lo cual es exactamente correcto. Gracias, Mr. Lundahl.

    Pero permítasenos retroceder un poco de manera tal que podamos descubrir cuál es el principal punto de discrepancia de Shea.

    El asunto principal para Mark Shea y, en atención a esta materia, para la mayoría de los Católicos modernistas y Hegelianos que piensan igual, es ésta: “Bob Sungenis está a punto de poner en mal lugar a la Fe con una película sobre el geocentrismo”.

    Obviamente, Shea está muerto de miedo de que este hijo Católico nos vaya a hacer regresar al Catolicismo medieval. ¿Es que uno no sabe que hoy en día somos todos católicos inteligentes y sofisticados ya que nos hemos desencadenado a nosotros mismos de las supersticiones e ignorancia del pasado? ¡Es una completa nueva Iglesia con una completa nueva visión! En efecto, lo es, pero, como veremos, el problema está precisamente en la palabra “nueva”.

    En realidad, yo no voy a poner en mal lugar a “la Fe” (es decir, la verdadera Fe del Catolicismo) sino que voy a poner profundamente en mal lugar o a azorar los puestos de trabajo de los católicos liberales y modernistas que creen en la Síntesis Hegeliana arriba mencionada: el Big Bang; la evolución teística; el que Newton probara que Galileo estaba en lo cierto; y el que la Escritura y la Tradición tienen poca o ninguna autoridad para decidir sobre estos asuntos.


    Escolástica Bíblica

    En primer lugar, debería dar una pequeña explicación acerca del cómo y el por qué del modernismo Católico. Básicamente, los católicos liberales y modernistas son gente que enseña que la mayor parte de los testimonios de las Escrituras sobre historia son falsos. Por ejemplo, ellos creen que varios de los relatos del Antiguo Testamento (Adán y Eva, el Diluvio, la torre de Babel, las genealogías, el éxodo, las profecías de Daniel, Jonás y el pez, etc…), e incluso varios de los relatos de los Evangelios, son meramente cuentos ficticios o míticos creados por autores que redactaron los relatos originales para acomodarlas a sus prioridades políticas o culturales.

    A lo largo de mis 40 años de experiencia en estos círculos, debo decir con tristeza que el Modernismo consituye alrededor del 90% de la “Escolástica bíblica Católica” de hoy en día. ¿Difícil de creer? Entonces sugeriría que se visite cualquier universidad Católica o seminario de hoy en día para una comprobación de primera mano. Iguales que los científícos de hoy en día, que usan todo tipo de ecuaciones matemáticas fantásticas para dar un barniz de credibilildad a sus últimos castillos en el aire sobre el universo, los escolares bíblicos usan todo tipo de sofisticados, aunque especiosos, “criticismos” (histórico, forma, redacción, textual, contextual, etc…) para hacer así que sus análisis aparenten ser altamente estudiados e intelectuales.

    (Pero les contaré un pequeño secreto. En realidad, es todo mera sofistería diseñada para escapar del asidero que la Sagrada Escritura tiene sobre sus vidas personales, y que ellos desprecian).

    Esta visión “crítica” de la Biblia fue introducida por un número de teólogos católicos liberales a finales del siglo XIX y puesta en su apogeo después del Vaticano II. Desafortunadamente, se extiende a casi todos los seminarios Católicos, universidades, escuelas de educación superior y de educación primaria y, en varios grados, a casi todas las instituciones apologéticas Católicas de hoy en día. No es exageración decir que casi cualquier institución con la palabra “Católico” en su frontispicio ha sucumbido hoy en día a esta hermenéutica heterodoxa.

    Mark Shea es solamente uno de los propagadores más visibles y populares de esta hermenéutica modernista, aunque no ciertamente el más intelectualmente dotado o el más profundo pensador. Como él mismo dijo una vez en su propia mancheta: “Donde ningún comentario estúpido sobre cualquier tema se fue sin decirse”, o algo por el estilo. Mark Shea es más bien como un sicario Católico, apoyado por mucho dinero para mantener las arcas llenas y a las masas en línea con el status quo. No se necesita la presencia de inconformistas en las oficinas de Mark Shea y sus manipuladores.

    Para poder mantener a las masas en línea con el status quo, los dialécticos Hegelianos sólo tienen una única forma de tratar con la Escritura. Por ejemplo…

    Si a ellos no les gusta lo que la Biblia dice sobre el papel de la mujer en la Iglesia, ellos utilizan cualquier número de los “criticismos” literarios de los arriba mencionados para postular, a continuación, que los escritos de San Pablo sobre la mujer estaban basados en los prejuicios culturales de su tiempo o quizá que San Pablo mismo era un misógino.

    Si a ellos no les gusta lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad, del mismo modo ellos usan cualquier número de los “criticismos” literarios arriba mencionados y entonces afirman que los pasajes que parecen condenar la homosexualidad fueron escritos por autores que estaban culturalmente influenciados por prejucios y que eran científicamente incultos, y/o afirman que el único pecado en Sodoma era la inhospitalidad, no la homosexualidad.

    Si a ellos no les gusta los milagros de la Biblia, ellos afirman que los milagros solamente fueron acontecimientos ordinarios que después fueron embellecidos por los autores para hacerlos parecer como si fueran milagros verdaderos.

    Si a ellos no les gustan las profecías de la Biblia, entonces afirman que no eran realmente profecías verdaderas; al contrario, fueron escritas después del acontecimiento en cuestión y se las hicieron aparecer como si estuvieran prediciendo el futuro.

    Si a ellos nos les gusta la descripción que hace la Biblia del comienzo del mundo, ellos afirman que los autores tomaron prestada su descripción de las culuras paganas circundantes, y que estas culturas eran propensas a crear cuentos ficticios y mitos acerca de cómo comenzó el mundo.

    Y, por supuesto, si a ellos no les gusta la insistencia en la Biblia de que el sol y los estrellas giran en torno a una Tierra estacionaria, ellos afirman que los autores eran pensadores primitivos que sólo escribían desde el punto de vista de “como uno lo ve”, y que no tenían capacidad para distinguir lo real de lo fenoménico.

    Para cualquiera o todos de los casos arriba mencionados, ellos afirman entonces que las ciencias actuales de la cosmogonía, la cosmología, la antropología, la paloentología, la arqueología, la física, la química, la biología, la filología, y muchas otras formas sofisticadas de examinar las pruebas, todas apoyan sus conclusiones.

    En última instancia, la Biblia es reducida a un juguete del hombre moderno.

    Pero dejémonos de apariencias y seamos un poco más honestos acerca de lo que realmente está pasando.

    Esencialmente, la nueva hermenéutica del Modernismo dice que la mayor parte de la Biblia es una gran mentira ya que, no importa cómo se trate de vestirlo, de acuerdo con los Modernistas los antiguos no hicieron más que darnos un puñado de cuentos fabricados y prejuicios culturales que ellos entonces nos legaron como “la palabra de Dios”.

    En efecto, ellos nos mintieron. Y de ahí que apenas haya algo de lo que dicen que tenga un valor más allá del papel en que fueron escritos. No podemos aprender nada de ellos, excepto, quizá, lo estúpido y primitivo que ellos eran.


    El Vaticano II

    ¿Cómo intentan los modernos Católicos Hegelianos de hoy en día justificar esta nueva aproximación a la Escritura en vista de la previa enseñanza Católica tradicional que se sostenía firmemente en el hecho de que toda la historia de la Escritura estaba inspirada, era inerrante y basada en hechos, y que la gente que lo estuvo escribiendo no estaba influenciada por prejuicios ni era estúpida? Ellos usan dos vías fundamentales:

    Primero. Debido a su desordenada admiración hacia los científicos modernos como si fueran el epítome de la honestidad y la total antítesis de un vendedor de coches usados, ellos creen virtualmente cualquier cosa que estos científicos afirmen concerniente a cómo comenzó el universo y cómo opera, a pesar del hecho de que la mayoría de estos científicos son ateos declarados que incluso reconocen que interpretan los datos empíricos en línea con su ateísmo y son enemigos jurados de las proposiciones de la Sagrada Escritura. Puesto que estos científicos modernistas afirman haber refutado muchas de las afirmaciones históricas de la Biblia, los católicos liberales y modernistas se lo tragan como si fuera un helado. La inevitable síntesis Hegeliana opera de la siguiente forma:

    Tesis: La Biblia afirma que aporta narraciones auténticas de acontecimientos históricos.

    Antítesis: La ciencia moderna ha mostrado que estos acontecimientos históricos nunca tuvieron lugar; y que todas las culturas eran propensas a crear cuentos míticos para compensar su ignorancia sobre el universo.

    Síntesis: La mayor parte de la Biblia está constituida por mitos y sólo una fracción de la misma posee una verdad real.


    Segundo. Para poder dar al menos una apariencia de aprobación eclesiástica a esta superación de la Biblia por la opinión científica moderna, los Católicos modernistas han ideado un camino muy astuto para ganar esa aprobación. Se han apropiado de uno de los documentos del Vaticano II, titulado Dei Verbum, para poder dar una apariencia de autoridad a su uso de la dialéctica Hegeliana sobre la Escritura y la doctrina Católica.


    Primero, una Palabra sobre Galileo

    Pero antes de dar detalles de cómo lo hacen, ¿adivinan ustedes cuál es el principal acontecimiento en la historia de la Iglesia que estimuló a estos Católicos modernistas a justificar su interpretación Hegeliana de Dei Verbum?

    Si usted piensa que fue el caso Galileo, ¡ha ganado usted el premio de un millón! A continuación exponemos cómo lo sabemos.

    La primera indicación viene del discurso de 1992 de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de las Ciencias (o quizá deberíamos decir el discurso del Cardenal Paul Poupard, ya que fue él el que lo escribió para el papa). Aquí están las palabras del Parágrafo 6 del discurso:

    El trastorno causado por el sistema Copernicano demandaba, por tanto, una reflexión epistemológica sobre las ciencias bíblicas, un esfuerzo que más tarde produciría abundante fruto en los trabajos exegéticos modernos y que ha encontrado aprobación y un nuevo estímulo en la Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II.

    ¿Lo pillan? El discurso del papa está afirmando que, en cierta forma todavía indefinida, el documento del Vaticano II, Dei Verbum, ¡cambió el curso de la historia Católica!

    Más específicamente: puesto que la mayoría de los obispos católicos habían aceptado, en este tiempo de la historia, el sistema solar copernicano como un hecho científico (que enseñaba que la Tierra gira alrededor del Sol, en oposición a la previa creencia de la Iglesia de que el Sol giraba alrededor de la Tierra), entonces esto forzaba a los Católicos post-Vaticano II a cambiar su comprensión acerca de cómo interpretar la Escritura.

    No nos equivoquemos sobre esto. Adviértase que, sin ninguna cita en el discurso de 1992 de ningún documento Católico oficial declarando dogmáticamente que la Iglesia Católica ha aceptado oficialmente el sistema Copernicano como un hecho, o siquiera alguna cita de que la Iglesia Católica había rescindido o revocado oficialmente las condenaciones de Galileo y los decretos contra el Copernicanismo facilitados por los papas Pablo V y Urbano VIII en 1616 y 1633, sin embargo, el discurso del papa de 1992 nos pide que aceptemos la chocante y sin precedentes proposición de que toda nuestra comprensión tanto de la revelación como de la interpretación de la Escritura sea cambiada al instante y para siempre debido “al nuevo estímulo de Dei Verbum”, que, aclaro en caso de que alguien no estuviera al tanto, ahora nos exige concluir que los veinte siglos de comprensión católica de la Escritura pueden ser arrojados como basura.

    Estabamos, por supuesto, bajo la impresión de que se suponía que la doctrina Católica no cambiaba. Aparentemente, hay una excepción a esa regla: al menos eso es lo que los modernistas Hegelianos quierene hacernos creer.

    Permítasenos examinar otra fuente para poder ayudar a verificar este sorprendente fenómeno.

    El Papa Benedicto XVI admitió más de lo mismo en un discurso recogido en L´Osservatore Romano el 14 Febrero de 2013. Él dijo:

    Así, fuimos al Concilio no sólo con gozo, sino también con entusiasmo. Había una expectación increíble. Esperabamos que todo se renovaría, que un nuevo Pentecostés realmente vendría, una nueva era de la Iglesia, porque en ese tiempo, la Iglesia todavía era lo suficientemente fuerte: la práctica dominical todavía era buena, las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa acababan de reducirse un poco pero todavía eran suficientes. Sin embargo, sentíamos que la Iglesia no estaba avanzando, se estaba reduciendo, y parecía más bien una realidad del pasado y no la portadora del futuro.

    Y en ese momento, esperabamos que esta relación se renovaría, que cambiaría; que la Iglesia sería una vez más una fuerza del mañana y una fuerza de hoy. Y sabíamos que la relación entre la Iglesia y el tiempo moderno estaba un poco en conflicto, comenzando con el error de la Iglesia en el caso de Galileo Galilei; pensábamos que podíamos corregir ese comienzo equivocado y encontrar la unión entre la Iglesia y las mejores fuerzas en el mundo para poder despejar el futuro de la humanidad, para abrir el verdadero progreso. Por tanto estábamos llenos de esperanza, de entusiasmo, y de la voluntad para hacer nuestra parte en esto.3

    Me atrevería a decir que ahora ya tenemos una confesión de primera mano de que el Vaticano II fue realizado con el propósito de corregir los así llamados “errores” de la Iglesia tradicional.

    Pero aquí viene el pateador, y les explicará a ustedes con meridiana claridad por qué estoy metido en esta cruzada de “Galileo Estaba Equivocado: La Iglesia Tenía Razón”. ¡El primero y principal “error” –el único error que recibe mención, y el único “error” que eventualmente les permite ir a la búsqueda de otros “errores”– fue la decisión de la Iglesia contra Galileo!

    Ahora bien, esto no resulta sorprendente. ¿Empieza usted a darse cuenta de cuán importante es el caso Galileo? Es que esta cruzada mía, que Mark Shea afirma que sólo va a “poner en mal lugar a la Fe”, no consiste meramente en cerciorarse de si tenemos la correcta cosmología. No consiste sólo en si la Tierra va alrededor del Sol o el Sol alrededor de la Tierra.

    Mirad: consiste en si podemos leer e intepretar toda la Escritura en sentido literal, con la misma literalidad con que nuestros Padres lo hicieron cuando ellos leían los pasajes de la Escritura concernientes al Bautismo y a la Eucaristía. Nuestros Padres de la Iglesia, nuestros medievales, y todos nuestros papas durante casi dos milenios dijeron que teníamos la obligación de leer la Escritura de esa manera, a menos de que fuera imposible hacerlo así. El documento Dei Verbum del Vaticano II, se nos ha dicho, nos dio un “nuevo estímulo” que nos dijo que no teníamos que seguir ya más esa obligación. ¡Huuuum! ¿No huele usted aquí algo a podrido?

    Ya que el Padre Joseph Ratzinger estuvo presente en el Concilio Vaticano II en 1962 y personalmente conocía a muchos de sus más importantes participantes, su conocimiento interno de lo que podemos llamar ahora la “mentalidad Galileo” del Vaticano II debe ser tomado como un testimonio fiable. Gracias a su testimonio, parece seguro concluir que si el episcopado de principios de los años sesenta no hubiera llegado a la conclusión de que la Iglesia de principios del siglo XVII cometió un “error” en el caso Galileo, el Concilio Vaticano II nunca habría tenido lugar.

    Pero ahora nos encontramos con una encrucijada muy seria: o bien (a) la Iglesia del siglo XVII estuvo en un error cuando condenó a Galileo y el heliocentrismo, o bien (b) la razón del episcopado para iniciar el Vaticano II y posteriormente facilitar un “nuevo estímulo” para cambiar la forma en que vemos la Escritura está en un error.

    En cualquier caso, los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han admitido uno de los más significantes, y a la vez más inquietantes, aspectos del episcopado moderno. Una vez que el episcopado rechazó la creencia tradicional de la Igleisa en el geocentrismo sobre la base de que la ciencia había probado que se trataba de una visión errónea del cosmos, la Biblia no volvería a ser examinada de la misma forma de nuevo. De manera increíble, la Biblia pasó de ser un registro infalible de la historia a ser más bien un registro falible, virtualmente de la noche a la mañana.

    Tal y como se advirtió previamente, esta “nueva forma o vía” no sólo permitió una especulación desenfranada acerca del cosmos y su origen, sino que también se desbordó en muchas otras “ciencias” (psicología, sociología, antropología, arqueología, fisiología, etc…), las cuales entonces crearon nuevas formas de considerar el pecado, la sexualidad, el matrimonio, las mujeres, la homosexualidad, y casi cualquier tema que uno pudiera proponer como visión alternativa para escapar de lo que literalmente era enseñado o mandado en la Escritura.

    Permítasenos profundizar un poco más en esto para mostrar cómo de serio e importante es todo este asunto. Puesto que ahora se cree que los Padres de la Iglesia, los teólogos medievales y el magisterio del siglo XVII estaban todos equivocados acerca de cómo interpretar la Biblia, esto es, que ellos estaban equivocados en creer que la Biblia, siempre y en cualquier lugar, proporcionaba una verdad literal y exacta concerniente al mundo material, nada menos que se ha establecido un fundamento nuevo para la Iglesia Católica por el episcopado moderno.

    Esta nueva y sin precedentes modificación de la doctrina de la inerrancia bíblica que, como hemos visto a partir de las palabras de dos papas modernos, se atribuye al documento del Vaticano II, Dei Verbum, y que se ha convertido en la bomba atómica que destruyó el fundamento antiguo.


    El Papa Urbano VIII vs. Galileo

    Antes de investigar qué es a lo que específicamente se refería el Papa Juan Pablo II cuando se refirió a “un nuevo estímulo en la Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II”, permítasenos ver cómo habrían reaccionado los papas anteriores en relación a lo que sugiere el discurso de Juan Pablo II de 1992.

    Lo que encontramos es que, igual que como el Papa San Pío X nos advirtió sobre el asalto del Modernismo al episcopado del siglo XX, así también los Papas Pablo V y Urbano VIII vieron el mismo peligro mortal para el mismo episcopado cuando ellos pusieron al descubierto la intención real de la doctrina de Galileo. Esto es fácilmente observable en los numerosos diálogos entre los principales actores del caso.

    Por ejemplo, aunque los apologistas católicos modernos a menudo intentan moldear la condenación del Papa Urbano VIII a Galileo en 1633 como si hubiese sido provocada por el orgullo de Urbano de creer que Galileo le había insultado en su libro, el Dialogo, esa acusación simplemente no es cierta. La verdad real es que el Papa Urbano estaba fuera de sí por el miedo que tenía a lo que la doctrina de Galileo pudiera hacer a la Iglesia. Podemos observar esto en sus largas discusiones con el archiduque de Toscana, Cosimo Medici, en un intento de conseguir la ayuda del archiduque para parar la “herejía” de Galileo.

    La implicación del papa y la seriedad de su ánimo se advierten en la forma en que se expresaba directa y privadamente con el embajador del Gran Duque de Toscana, Francesco Niccolini, el cual a su vez envió de vuelta informes de sus conversaciones al secretario de estado del Gran Duque, Andrea Cioli. Durante el periodo que va de Septiembre de 1632 a Junio de 1633 el propósito del Papa Urbano VIII contra el heliocentrismo y contra Galileo fue dejado con meridiana claridad tanto para la jerarquía de la Iglesia como para el gobierno de la Toscana. Comenzando por el 5 de Septiembre de 1632, Niccolini escribe a Cioli:

    Ayer no tuve el tiempo de informarle a Su Muy Ilustrísima Señoría sobre lo que se había dejado transpirar (en una atmósfera altamente emocional) en la conversación entre mi persona y el Papa en relación a la obra del Sr. Galileo… Yo también estoy empezando a creer… que el cielo está a punto de venírsenos abajo. Mientras estábamos discutiendo aquellos asuntos delicados del Santo Oficio, Su Santidad explotó en un gran enfado, y de repente me dijo que incluso nuestro Galilei se había atrevido a entrar donde no debería haberlo hecho, en los más serios y peligrosos asuntos que pudieran ser espoleados en este tiempo. Yo repliqué que el Sr. Galileo no había publicado sin la aprobación de sus ministros… Él contestó, con el mismo arrebato de furor, que él había sido engañado por Galileo y Ciampoli…4

    Niccolini, que claramente intentaba conseguir progresos en favor de Galileo, explicó a Urbano que el libro de Galileo, el Dialogo, fue “dedicado a nuetro Muy Sereno Patrón”, es decir, el Gran Duque, el cual, como era común en aquellos días, había estado financiando secretamente la obra de Galileo. Pero la réplica del papa mostraba que él no iba a ceder un ápice, y las razones eran teológicas en su naturaleza. Urbano calificó el libro de Galileo nada menos que como “el peor daño a la religión… jamás concebido”. Niccolini describe la reacción del papa como sigue:

    Él dijo que había prohibido las obras que tuvieran delante su nombre pontificio y fueran dedicadas a él mismo, y que en tales materias, en las que se implica un gran daño a la religión (de hecho el peor jamás concebido), Su Alteza [el Gran Duque] también debería contribuir a prevenirlo, siendo un príncipe Cristiano… Yo repliqué que… no creía que Su Santidad llevaría a cabo la prohibición del ya aprobado libro sin al menos escuchar antes al Sr. Galileo. Su Santidad respondió que ése era el menor de los males que se le podía hacer y que debería tener cuidado de no ser citado por el Santo Oficio; que él había nombrado una Comisión de teólogos y otras personas versadas en varias ciencias, serias y de mente santa, que están ponderando cualquier detalle minucioso, palabra por palabra, ya que se está tratando con el más perverso asunto con el que uno pudiera jamás cruzarse… Finalmente, me dijo que escribiera a nuestro Muy Sereno Patrón que esa doctrina es extremadamente perversa, que ellos revisarían todo con seriedad, y que Su Alteza no debería quedar implicado sino más bien no debería precipitarse; más aún, no sólo me impuso el secreto sobre lo que me había acabado de decir, sino que me encargó que informara que él también lo estaba imponiendo a Su Alteza [el Gran Duque]. 5

    El 11 de Septiembre, Niccolini escribe:

    De hecho, el Papa cree que la Fe está afrontando muchos peligros y que no estamos tratando aquí con asuntos matemáticos sino con la Sagrada Escritura, la religión, la fe
    … Sin embargo, sobre todo él dice, con la confidencialidad y secreto usual, que en los archivos del Santo Oficio han encontrado algo que por sí sólo es suficiente para arruinar al Sr. Galileo completamente; esto es, aproximadamente hace doce años, cuando pasó a conocerse que él sostenía esta opinión y la estaba esparciendo por Florencia, y cuando en relación a esto él fue llamado a Roma, se le prohibió sostener esta opinión por el Señor Cardenal Belarmino, en nombre del Papa y del Santo Oficio. Por tanto él dijo que no estaba realmente sorprendido de que Su Alteza esté actuando con tanta preocupación, ya que no se le dijeron todas las circunstancias de este asunto.6

    El 18 de Septiembre, Niccolini informa que el papa no tiene escrúpulos de la fuerte reacción contra Galileo:

    Él [el papa] replicó que en los casos en donde la religión puede sufrir daño, sería menos dañoso reaccionar en demasía ocasionalmente que ser remiso como consecuencia de las razones que mencioné, y así hacer peligrar la Cristiandad con alguna opinión siniestra; más aún, se le había dicho por Su Santidad que, puesto que estamos tratando con dogmas peligrosos, Su Alteza [el Gran Duque, Cosimo Medici] debería dejar a un lado todo respeto y afecto hacia su Matemático y alegrarse de contribuir él mismo a proteger al Catolicismo de cualquier peligro.

    Yo repliqué, implorándole de nuevo humildemente, que considerara que el Sr. Galilei es Matemático de Su Alteza, actualmente empleado y asalariado por él, y también universalmente conocido como tal. Su Santidad respondió que ésta era otra razón por la que él se había salido fuera de lo común en este caso y que el Sr. Galileo todavía era su amigo, pero que estas opiniones fueron condenadas hace aproximadamente dieciseis años y que Galileo mismo se había metido en una posición que él podía haber evitado; pues estos temas son problemáticos y peligrosos, esta obra suya es de hecho perniciosa, y el asunto es más serio de lo que Su Alteza piensa… Entonces él añadió pidiéndome que lo informara completamente a Su Muy Serena Alteza, que uno debe tener cuidado de no dejar que el Sr. Galilei extienda opiniones problemáticas y peligrosas bajo el pretexto de poner en marcha una cierta escuela para la gente joven…7

    El 13 de Noviembre de 1632, Niccolini muestra de nuevo la resolución del papa de silenciar la doctrina Copernicana y de llevar a Galileo a juicio en Roma:

    … esta mañana discutí de ello con su Su Santidad misma. Después de mencionar que el Sr. Galilei está preparado a obedecer y a cumplir con lo que se le ordene hacer, emprendí la tarea de explicar a Su Santidad las mismas cosas con mayor extensión, a fin de moverle a la piedad con el pobre Sr. Galileo, el cual ahora es tan viejo y a quien amo y adoro… Sin embargo, Su Santidad me dijo que… que no había manera de evitar que el Sr. Galileo viniera a Roma… pues, en efecto, era necesario examinarle personalmente, y que Dios le perdonaría, con esperanza, su error de haberse envuelto en una intriga como ésta después de que Su Santidad misma (cuando era cardenal) le había librado de ella… Finalmente, él reiteró que se estaba tratando con una muy mala doctrina. 8

    A medida que se acercaba el día del juicio, la resolución del Papa Urbano parecía fortalecerse cada vez más. El 13 de Marzo de 1633, Niccolini escribe:

    Repliqué que esperaba que Su Santidad redoblaría la obligación impuesta a Su Alteza eximiéndola de esto [el juicio]…. pero él dijo de nuevo que no pensaba que hubiera manera de salir de esto, y que Dios perdonara al Sr. Galileo por haberse mezclado con estos asuntos. Él añadió que se está tratando con nuevas doctrinas y la Sagrada Escritura, que el mejor camino es seguir la opinión común pues él también está atraído por aquéllas y es amigo de la nueva filosofía; más aún, el Sr. Galileo había sido su amigo, ellos han conversado y cenado varias veces juntos de manera familiar, y sentía tener que desagradarle, pero es que se estaba tratando con los intereses de la fe y de la religión. Pienso que continué añadiendo que si él era escuchado, él fácilmente daría cualquier satisfacción, aún con la reverencia propia que es debida al Santo Oficio. Él replicó que el Sr. Galilei será examinado en la debida forma, pero existe un argumento que nadie jamás ha sido capaz de responder: a saber, que Dios es omnipotente y puede hacer cualquier cosa; pero si Él es omnipotente, ¿por qué queremos atarle? Yo dije que no era competente para discutir sobre estos asuntos, pero que había oido al Sr. Galileo decir él mismo que él no sostenía la opinión del movimiento de la tierra como verdadera y que, por tanto, puesto que Dios podía hacer el mundo de innumerables maneras, uno no podía negar que Él pudiera haberlo hecho de esta manera. Sin embargo, él se alteró y me dijo que uno no debía imponer necesidad alguna sobre el bienaventurado Dios; viendo que se estaba poniendo de mal genio, no quise continuar discutiendo lo que no yo no entendía, y así lo enojé, en detrimento del Sr. Galilei. 9

    El 9 de Abril de 1633, Niccolini habla de lo mismo. Por este tiempo Galileo estaba sufriendo de artritis:

    Sin embargo, no podía ocultar tampoco la mala salud de este buen hombre anciano, que durante dos noches completas había estado gimiendo y gritando por causa de sus dolores de artritis… Esta mañana hablé con Su Santidad sobre esto y, después de expresar las gracias correspondientes por las noticias anticipadas que él tuvo la amabilidad de darme, Su Santidad me dijo que sentía que el Sr.Galileo hubiera quedado involucrado en este asunto, que él considera ser de lo más serio y de enorme consecuencia para la religión. Sin embargo, el Señor Galilei trata de defender sus opiniones muy fuertemente; pero le exhorté… a que no se preocupara en mantenerlas y que se sometiera a lo que él ve que ellos quieren que sostenga o crea sobre ese detalle del movimiento de la tierra. Él estaba extremadamente angustiado por esto y, en lo que a mi me parece, desde ayer presenta un aspecto tan depresivo que temo altamente por su vida. 10

    El 19 de Junio de 1633 Niccolini revela que es el papa mismo el que formuló la conclusión de que la cosmología de Galileo era “errónea y contraria a la Sagrada Escritura”:

    Esta mañana Su Santidad manifestaba sentimientos muy amigables en innumerables formas… De nuevo imploré que el juicio del Sr. Galilei se llevara a término… Sin embargo, él dijo que en lo concerniente a este asunto, no había manera alguna de evitar la prohibición de esa opinión, puesto que es errónea y contraria a la Sagrada Escritura dictada por la boca de Dios; y en lo que respecta a la persona, tal y como se hace ordinaria y normalmente, tendría que permanecer encarcelado aquí por algún tiempo ya que desobedeció las órdenes que recibió en el año 1616.11


    Similar a la Crisis Arriana

    Como podemos ver, la preocupación por proteger la veracidad de la Escritura contra las maquinaciones heréticas de Galileo está tan marcada en los escritos del Papa Urbano VIII que entonces cuando vemos dos papas del siglo XX ponerse del lado de Galileo y consecuentemente crear un así llamado “nuevo estímulo” a partir de un documento conciliar para alterar para siempre la forma en que valoramos e interpretamos la Escritura, esto viene a ser casi como si tuvieramos dos Iglesias diferentes. Esta es la forma enorme en que el caso Galileo nos ha afectado.

    ¿Cómo podemos explicar esta dicotomía? Pienso que es más bien fácil.

    No cometamos una equivocación sobre esto. Se trata de una crisis de fe.

    De hecho, es una crisis de fe a la par con la que ocurrió durante la crisis Arriana en los siglos III y IV cuando casi todo obispo en la Iglesia Católica sostenía la creencia de que Cristo no era divino. Incluso el Papa Liberio había sucumbido, al menos parcialmente, a la herejía Arriana.

    De hecho, incluso cuando el Concilio de Calcedonia en el 451 dio los toques finales al entendimiento ortodoxo de quién era Cristo, la herejía Arriana no quedó totalmente erradicada hasta varios siglos después.

    Es difícil imaginar que la mayoría del episcopado Católico pudiera haber sido engañado así, pero la historia muestra que ése es precisamente el caso. No solamente fueron engañados, sino que también pelearon con uñas y dientes contra uno de los pocos obispos que defendían la fe ortodoxa: San Atanasio.

    Del mismo modo, no resulta ya más difícil creer que el episcopado católico moderno ha sido engañado por la dialéctica Hegeliana, cuya consecuencia es la cantidad sin precedentes de pecado y falta de fe que se haya visto en los últimos 50 años.

    Hoy en día casi todo obispo Católico, no digamos casi todo profesor universitario Católico, apologista y educador de la CDC, está impulsado en su obrar por la creencia falsa de que la Biblia no es exacta en su totalidad y que la ciencia moderna ha probado que la Biblia está equivocada en un número de cuestiones. Se trata de un ambiente heterodoxo de proporciones monumentales y su número de víctimas en nuestra sociedad no difiere mucho de un cataclismo.

    Dei Verbum 11

    Como se advirtió en el discurso del papa de 1992, esta “nueva forma” de examinar la Biblia ha sido lanzada por una interpretación popular, aunque no oficial, del documento clave en cuestión del Vaticano II, esto es, Dei Verbum 11.

    Esto puede resultar algo difícil de comprender, pero toda la controversia descansa en una simple frase de Dei Verbum 11, a saber, “por el bien de nuestra salvación”. ¿Cómo, usted preguntará, puede una aparentemente simple e inocente frase como ésa causar tal destrucción? Sí, de acuerdo con todas las apariencias, la frase parece más bien sana y no parece que contenga nada que pudiera causar un cambio tan titánico como ése en el pensamiento católico.

    Pero las apariencias pueden engañar.

    Igual que se dijo que el inocente rostro de Helena de Troya hizo ponerse en marcha miles de barcos, puede decirse análogamnte que la inocente frase “por el bien de nuestra salvación” ha puesto en marcha miles de herejías en la edad moderna. Por muy raro que pueda parecer, esta aparecente inocua declaración, “por el bien de nuestra salvación” ha sido convertida subrepticiamente en el mismísimo fundamento para una de las ideas más revolucionarias y destructivas en la historia de la Iglesia.

    La oración completa en cuestión del parágrafo 11 de Dei Verbum dice así:

    Ya que, por tanto, todo lo que los autores inspirados, o escritores sagrados, afirman debe ser considerado como afirmado por el Espíritu Santo, debemos reconocer que los libros de la Escritura, firmemente, fielmente y sin error, enseñan la verdad que Dios, por el bien de nuestra salvación, quiso ver confiados en las Escrituras sagradas. 12

    Obviamente, esta sencilla estructura gramatical, “por el bien de nuestra salvación”, puede interpretarse fácilmente como nada más que una afirmación de que Dios hizo toda la Escritura inerrante de manera tal que podamos tener el más seguro fundamento sobre el cual podamos conseguir la salvación. Éste es el sentido propio y sencillo de las palabras. De hecho, esta simple interpretación viene probada por las notas a pie de página oficiales de Dei Verbum 11 que fueron publicadas al mismo tiempo (pero las notas a pie de página nunca son discutidas en las presentaciones modernistas de este pasaje).13

    Desafortunadamente, los liberales y modernistas, el mismísimo hedor de la Iglesia moderna sobre el cual el Papa San Pío X nos advirtió en su Syllabus de Errores, crecieron a pasos agigantados durante el siglo XX. Ellos organizaron nada menos que un coup d´etat teológico después del Vaticano II que rasgó a Dei Verbum 11 de su significado sencillo y lo convirtió en un monstruo teológico de diez cabezas.

    En lugar de interpretar “por el bien de nuestra salvación” como una simple afirmación de que Dios hizo toda la Escritura inerrante de manera tal que podamos tener el más seguro fundamnento sobre el cual podamos conseguir la salvación, estos modernistas lo torcieron para hacerle significar que la Escritura es sólo inerrante cuando habla “por el bien de nuestra salvación”. ¿Se ha captado el asunto?

    Permítasenos observar la dialéctica Hegeliana en funcionamiento:

    Tesis: La Escritura está inspirada y es inerrante en todo lo que dice.

    Antítesis: La ciencia moderna ha mostrado que la Escritura no es inerrante en todo lo que dice.

    Síntesis: La Escritura está inspirada y es inerrante sólo cuando habla acerca de la salvación.

    En otras palabras, los Modernistas quieren hacernos aceptar que la Escritura sólo está sin error cuando habla sobre la salvacíon, y no es inerrante, y por tanto no es confiable, cuando habla de cualquier otra cosa, incluyendo la historia y el cosmos. Ésta era una visión de la Escritura que no se había enseñado nunca antes en toda la historia de la Iglesia Católica (Véase el Apéndice).

    Pero para todos aquéllos que están un poco turbados por la habilidad de Satanás, permítaseme dejar bien claro justo aquí y ahora lo siguiente: No fue Dei Verbum 11 el que enseñó esta nueva doctrina, pues nadie puede encontrar una declaración en ella que diga “La Escritura sólo es inerrante cuando habla sobre la salvación”. Por el contrario, fue la interpretación Hegeliana modernista de Dei Verbum 11 la que enseñó esta nueva doctrina.

    Por desgracia para ellos y por fortuna para nosotros, puesto que esta interpretación modernista nunca ha sido oficialmente definida y declarada como dogma Católico por ningún papa desde el Vaticano II, no tiene fuerza canónica ninguna. Es solamente la opinión popular de la mayoría del episcopado Católico igual que lo fue el Arrianismo en el siglo III.

    El peligro es, sin embargo, que las opiniones populares poseen una forma de hacerse aparecer a sí mismas como si fueran la verdad canónica. Es el mismo truco del que tiró Satanás en el Jardín del Edén.


    Los Portadores de Antorcha Hegelianos

    Uno de los más populares portadores de antorcha de esta “nueva forma” de examinar la Biblia fue el ya fallecido Padre Raymond Brown, editor de la New Jerome Biblical Commentary, uno de los teólogos católicos más influyentes del mundo. Tan bueno era en su profesión modernista que llegó a enseñar en uno de los seminarios Protestantes más liberales del mundo, la Union Theological Seminary, hasta su muerte en 1998. Él escribe:

    “La enseñanza de la Escritura es verdadera y sin error en la medida en que se conforma con el propósito salvífico de Dios”. 14

    En otra obra lo explica más detalladamente y con mayor claridad:

    “En los últimos cien años nos hemos movido de un entendimiento en donde la inspiración garantizaba que la Biblia era inerrante en su totalidad a un entendimiento en donde la inerrancia está limitada a la enseñanza de la Biblia de 'esa verdad que Dios quiso poner en el escrito sagrado por el bien de nuestra salvación.' En este largo viaje de pensamiento el concepto de inerrancia no fue rechazado sino que fue seriamente modificado para adecuar las pruebas del criticismo bíblico que mostraban que la Biblia no era inerrante en cuestiones de ciencia, de historia, e incluso en creencias religiosas condicionadas por el tiempo.”15

    Por si acaso se ha perdido alguien: lo que quieren decir el Padre Brown y el resto del Catolicismo moderno, al retorcer esta simple frase, “por el bien de nuestra salvación”, es que la Escritura sólo está libre de error cuando está hablando directamente acerca de la salvación. Todo lo demás, que yo estimaría que consitutye alrededor del 80 al 85% de la Escritura, podría estar tan lleno de errores y ser tan ficticio como el testimonio de Bill Clinton cuando dijo aquello de que él “no había tenido sexo con una mujer llamada Señorita Lewinsky”.

    No no equivoquemos sobre esto. Uno puede vestirlo llamándolo ficción, mito, embellecimiento histórico, redacción, o cualquier otra cosa, pero todo ello se reduce esencialmente a la misma cosa: nada que la Escritura diga más allá del tema de la “salvación” puede ser digno de confianza y, de hecho, puede ser el caso que del 80 al 85% de la Biblia no sea más que una paquete de mentiras, de acuerdo con los modernistas Hegelianos en la Iglesia Católica de hoy en día.

    Como hemos visto, la inerrancia de la Biblia fue sacrificada principalmente para poder abrir paso a Copérnico y Galileo, junto con Darwin, Freud, Marx y un puñado más de otros iconos humanísticos que son de la misma calaña.

    Una vez que fue tomada la decisión de que la Iglesia cometió un error con Galileo, los exégetas modernistas se han puesto ahora al acecho de cualquier “error” o “inexactitud” en cualquier página de la Biblia, lo cual, entonces, les ha llevado a separar el “mensaje de salvación” libre de errores del “mensaje histórico/científico” repleto de errores.

    Si usted encuentra mi análisis difícil de creer, coja solamente una copia del Católico New American Bible (copyright, 1971), probablemente la más citada e influyente de todas la Biblias Católicas modernas. Dedíquele usted mismo unas pocas horas y lea sus notas a pie de página, empezando por el Génesis. Usted se quedará asombrado del número de veces que leerá calificaciones del tipo de “este episodio es ficticio” o “el autor está equivocado”, o cosas por el estilo.

    No sorprende que el Padre Brown fuera un evolucionista Darwiniano incondicional y que hiciera uso de una parte importante de su New Jerome Biblical Commentary para promover la teoría de la evolución, basando su visión en la suposición de que, puesto que la Biblia no era inerrante cuando hablaba sobre cosmogonía o cosmología, él tenía todo el derecho a adherirse a la evolución.

    Los científicos seculares comenzaron a usar la misma base lógica. Carl Sagan, por ejemplo, era lo suficientemente listo como para ver a dónde conducía eventualmente la duplicidad de los obipos Católicos modernos con la Escritura. Él declara en su libro Pale Blue Dot:

    “Pero si la Biblia ya no es literalmente verdadera en todas sus partes, ¿qué partes son divinamente inspiradas y cuáles son solamente infalibles y humanas? Tan pronto como admitimos que existen errores bíblicos (o concesiones a la ignorancia de los tiempos), entonces ¿cómo puede ser la Biblia una guía inerrante para la ética y la moral?”16

    Por mucho que esté en desacuerdo con la visión que Sagan tiene del cosmos, desafortunadamente, su razonamiento sobre el uso de la Escritura da en el clavo.

    Y, por supuesto, esta mentalidad no se detiene en la cosmología. Se desborda en nuestra cultura. ¿Por qué cree usted que existe actualmente un “reajuste” en el pensamiento Católico en lo concerniente a la homosexualidad? Es porque la Reina Ciencia nos ha dicho que la homosexualidad está causada por nuestra composición genética y, así, no depende realmente de una decisión nuestra el que seamos maricas o heterosexuales: justo lo contrario de lo que la Escritura enseña. Así que, de nuevo, la mentalidad moderna es: la Biblia debe estar equivocada y la Ciencia está en lo cierto. De estas dos verdades, los Católicos del status quo harán una síntesis Hegeliana, y todo el mundo estará feliz, igual que Carl Sagan está feliz.

    No dudaría en absoluto de que la razón por la que Mark Shea también se presenta suave en el tema de la homosexualidad (como se advirtió en su defensa de su amigo homosexual, “Perry”, que vivía con otro homosexual antes de morir el pasado año, aunque afirmaba ser un Católico practicante y devoto) sea porque él ha bebido, en parte o en su totalidad, esta “nueva forma”, esta dialéctica Hegeliana, de examinar la Escritura.


    La Verdad Real

    La real y pura verdad es que, durante dos mil años, la enseñanza oficial de la Iglesia Católica ha sido muy clara en que toda la Escritura es inerrante, ya esté hablando de la salvación, o del cosmos o de cualquier otra verdad propuesta.

    De ahí que no exista precedente alguno para poder interpretar la frase “por el bien de nuestra salvación” de ninguna otra forma que no sea la mismísima razón por la que la Biblia, in toto, fue hecha inerrante por el Espíritu Santo, esto es, para que nosotros, como incluso reconoció el ateo Carl Sagan, no tuviéramos duda ninguna acerca de la veracidad de todo el mensaje entero de Dios, Quien no puede mentir y Quien nos conduce a la salvación.

    Tal y como se subrayó antes, las notas a pie de página de la Dei Verbum 11 hacen esta verdad perfectamente clara ya que cita de algunos de los mismos Padres, teólogos, papas y concilios en los que Belarmino y Urbano VIII se basaron para condenar la cosmología de Galileo y defender la total inerrancia de la Sagrada Escritura.

    Del mismo modo, la enseñanza del geocentrismo es la visión tradicional largamente sostenida por la Iglesia Católica. Pero los dialécticos Hegelianos en la Iglesia Católica han rechazado muchas doctrinas tradicionales a favor de innovaciones modernas que no tienen detrás de ellas apoyo patrístico, bíblico o eclesiástico oficial de ningún tipo. En lugar de ello, ellos han hecho de las opiniones de los científicos populares su magisterio infalible.

    Mark Shea busca que parezca que el geocentrismo hace aparecer a la Iglesia Católica como una institución anticientífica, antimoderna y antisistema que simplemente se niega a ceder ni a reconocer, aún incluso presentándole delante de su cara prueba tras prueba, que sus visiones tradicionales han sido desacreditadas. A veces me pregunto que, si la ciencia moderna empezara a pregonar que no existe “prueba alguna” de que una oblea de pan se convierta en el cuerpo y la sangre de Cristo, si habría alguien como Mark Shea que pudiera tener la tentación de estar de acuerdo con ello.

    No sería la primera vez. Hubo todo un movimiento comenzado por Católicos modernistas que vinieron del Concilio Vaticano II, conducidos por el Padre Eduard Schillebeeckx, que estaban igualmente “turbados” por la doctrina Católica tradicional de la “transubstanciación”. Este grupo de teólogos estuvo, en su lugar, presionando a favor de la “transignificación”: que la oblea sólo significaba la presencia de Cristo, pero Cristo no estaba realmente ahí. Esto, pensaban ellos, sería más ecuménicamente satisfactorio, ya que los Católicos y los Protestantes, después del Vaticano II, estuvieron “repensando” muchas de las viejas ideas en un intento por enterrar sus hachas de guerra de 400 años de edad. Quizá ésta sea la razón por la que cerca del 40% de los Católicos de hoy en día no creen en la presencia de Cristo en la Eucaristía. 17

    Mark Shea tiene una razón similar para querer rechazar la tradicional aceptación por la Iglesia del geocentrismo. Turbado por lo que él cree que fue un error categórico cuando la Iglesia condenó a Galileo, Shea quiere promover relaciones ecuménicas con la academia moderna para que así la Iglesia no tenga nunca más que encarar de nuevo esa “vergüenza”. En efecto, Shea aceptará las teorías no probadas de los científicos ateos y sacrificará las doctrinas del Catolicismo tradicional para poder promover el ecumenismo.

    Por cierto, a título informativo, los ecumenistas de la era post-Vaticano II también querían “repensar” el bautismo, la confesión, la confirmación, el matrimonio y el divorcio, la justificación, las órdenes sacerdotales y el celibato, la inerrancia bíblica, el papel de la mujer en la Iglesia, la contracepción, el aborto, la homosexualidad, y muchos otros asuntos. Ellos tuvieron conferencias conjuntas sobre algunas de estas materias durante al menos treinta años después del Vaticano II. En una de estas conferencias conjuntas, la Declaración Conjunta Luterana/Católica sobre la Justificación de 1998 logró cambiar la enseñanza de 400 años de edad del Concilio de Trento de que el hombre no se justifica sólo por la fe. En la sección 2C del Anexo a la DCLC, se dice que “el hombre se justifica sólo por la fe”. ¿Qué clase de síntesis Hegeliana es ésa?

    Muchas de esas creencias y prácticas tradicionales eran demasiado “embarazosas” para la nueva guardia de Católicos modernistas, y en consecuencia, muchos de ellos, al menos en la práctica, han cambiado, en efecto, a la Iglesia Católica moderna.

    Por tanto, téngase cuidado cada vez que se vea el argumento “se nos va a poner en mal lugar”. Esto simplemente puede significa lo siguiente:

    “Pensamos que las visiones del Catolicismo tradicional eran supersticiosas e incultas. Ahora examinamos el mundo a través de telescopios y microscopios, e interpretamos los datos por medio de Einstein y Freud y Crick y Watson, y a veces incluso con Karl Marx. Dios mío; ahora sabemos que el hombre evolucionó y no fue creado en Adán y Eva. Ahora sabemos que no hubo Diluvio ni Torre de Babel. Ahora sabemos que Jesús no caminó realmente sobre el agua sino que solamente se deslizó a través de un agua poco profunda y sus redactores lo hicieron parecer como un milagro. Somos Cristianos sofisticados que no dependemos de ninguna de las ideas pasadas de moda del pasado.Y menos aún podemos aceptar que el sol gire alrededor de la Tierra”.


    Qué es lo que Realmente Dice la Ciencia Moderna acerca del Geocentrismo

    Por supuesto, la gran piñata para la gente con la misma mentalidad status quo de Mr. Shea es el geocentrismo. Es la principal de las doctrinas “embarazosas” procedentes del pasado.

    Esto resulta, sin embargo, muy irónico. La creencia en el geocentrismo presenta una genealogía en la patrística Católica diez veces mayor que, digamos, la doctrina de la Asunción de María; pero este hecho simplemente pasa de largo sobrevolando las cabezas proverbiales de la gente en el mundo de Mr. Shea.

    Resulta también bastante irónico cuando uno considera el hecho de que las primeras palabras de la Biblia no son directamente acerca de Dios, esto es, Su constitución, Su naturaleza, o cualquier descripción en absoluto de quién es Él.

    La Biblia comienza, por el contrario, con el cosmos, en un grandioso y glorioso detalle. Suena tremendamente importante, ¿no es así? ¿Pudiera ser que necesitemos saber dónde estamos en el universo para así comprender por qué Dios nos creó y qué es lo que espera de nosotros? Compruébese Salmos 19 y Romanos 1: 18-20 y Romanos 10: 17-18 para la respuesta a esta cuestión.

    Desafortunadamente, el cosmos del Génesis se ha convertido en la más grande piedra de tropiezo para los Católicos modernistas ya que, simplemente, ellos ya “saben” que no puede ser cierto, gracias a Galileo y Darwin.

    Varios Católicos de todos los estilos, incluyendo algunos muy conservadores, creerán que una oblea se convierte en Dios y que el agua vertida en la frente salva al alma del infierno, pero sencillamente no pueden penetrar cómo Dios pudo hacer que el sol y las estrellas giraran alrededor de la Tierra. ¡Eso es demasiado, gracias!

    La gran ironía que se presenta delante de esta mentalidad Católica equivocada es que, gracias a la ciencia moderna, ¡es más fácil creer que el sol y las estrellas giran alrededor de la Tierra que creer que una oblea se convierta en Dios! La Ciencia no tiene nada que decir acerca de obleas transubstanciadas, pero tiene mucho que decir acerca del hecho de que el sol y las estrellas puedan girar alrededor de la Tierra y, se crea o no, ¡la ciencia moderna está de acuerdo con eso!

    Uno puede encontrar este sorprendente hecho en exactamente 1,7 segundos en Internet, introduciendo las palabras: “Einstein, sol, tierra, sistema de coordenadas, Copérnico, Ptolomeo” en el motor de búsqueda que se utilice. Esto es lo que le aparecerá a partir de las propias palabras de Einstein:

    “La lucha, tan violenta en los primeros días de la ciencia, entre las visiones de Ptolomeo y Copérnico carecerían, por tanto, de sentido. Cualquiera de los dos sistemas de coordenadas podría utilizarse con igual justificación. Las dos frases: 'el sol está en reposo y la Tierra se mueve', o 'el sol se mueve y la Tierra está en reposo', simplemente significarían dos convenciones diferentes referentes a dos sistemas de coordenadas distintos”. 18

    Y si usted no se cree esta apreciación de Einstein, entonces quizá se crea la opinión del físico vivo más popular de hoy en día, Stephen Hawking:

    “Por tanto, ¿cuál es real? ¿El sistema Ptolemaico o el Copernicano? Aunque no resulta infrecuente que la gente diga que Copérnico demostró que Ptolomeo estaba equivocado, eso no es cierto… uno puede utilizar cualquiera de los dos escenarios como un modelo del universo, ya que nuestras observaciones de los cielos pueden ser explicadas asumiendo que o bien la tierra o bien el sol están en reposo”. 19

    ¡Madre mía! ¿Qué tenemos aquí? Aunque Mark Shea se “avergüenza” por el hecho de plantear la idea de que el sol gire alrededor de la Tierra, vemos que los dos grandes físicos que el mundo tiene para ofrecer no parecen avergonzarse de esa idea en absoluto.

    ¿Cómo es esto así? Simple. Ellos saben mucha más ciencia que Mark Shea, y ellos no se avergüenzan de admitir que la ciencia hace que nuestra enseñanza sobre el geocentrismo se encuentre en los puestos altos de la lista en los temas de conversación del momento. Imaginénselo. Por tanto, en conclusión, debo decir:

    MARK SHEA, ¡YO DECLARO! ¡YA ES HORA DE QUE RECIBAS ALGO DE EDUCACIÓN DE DATOS CIENTÍFICOS!

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    Mientras estoy aquí, permítaseme comentar acerca del artículo de la revista Catholic Answers que Mr. Shea está pregonando.

    Shea escribe lo siguiente…

    Pensaba que podía ser divertido volver a visitar uno de los más misteriosos argumentos sacados a relucir por los místicos fundamentalistas del fisicalismo (tanto Cristiano como ateo): la noción de que el tamaño físico del univero o el lugar físico de la tierra presentan algún tipo de significación espiritual. Aquí pongo a continuación una pieza que escribí hace algunos años para la revista Catholic Answer.

    Nuestro lugar en el cosmos ha sido una fuente de fascinación desde que el primer hombre levantó la vista al esplendor del cielo oscuro. Toda cultura ha reaccionado al espectáuclo de los cielos con admiración religiosa. Los Babilonios y los Chinos miraban las estrellas para los presagios. Los petroglifos en Norteamérica registran las novas. Los dioses griegos están en las constelaciones. Culturas ya extinguidas erigieron inmensos monumentos como Stonehenge para observar los movimientos de los cielos. El antiguo Egipto fue sacudido por un movimiento religioso conducido por Akhenaten, que adoraba al sol.

    La sensación de asombro acerca de nuestro lugar en el universo fue compartida por el pueblo elegido. El Salmista derrama su estupor:

    Cuando miro a tus cielos, la obra de tus dedos, la luna y las estrella que tú has establecido; ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que tú te preocupes por él? (Sal. 8: 3-4)

    En la antigüedad, nadie todavía había ido sacando distinciones categóricas entre los milagros y la magia, la ciencia y la superstición, la revelación y el folklore. Preguntar si un hombre estaba practicando química o alquimia, astronomía o astrología, ciencia o magia, mito o religión habría sido una pregunta sin sentido para los antiguos. Ellos sabían que las cosas estaban conectadas, pero sólo estaban comenzando a entender cómo.

    R. Sungenis: Adviértase como Mr. Shea establece el escenario de tal forma que él pueda convencerte casualmente de que todo el mundo antes del siglo XX eran simples tontos que no podían distinguir la realidad de la fantasía. Este tipo de precipitada generalización es parte integrante del repertorio retórico de Shea.

    En realidad, es Mark Shea el creador de mitos. Muchos de los más distinguidos antiguos estaban perfectamente al tanto de la marcada distinción entre la ciencia y la magia y entre la astronomia y la astrología. ¿Ha leído alguna vez a Aristóteles, Mr. Shea? Era tan bueno a la hora de distinguir la fantasía de la realidad que Tomás de Aquino, de toda la gente del mundo, elige al pagano Aristóteles para ser su mentor. No está mal para un chico que nació hace aproximadamente 2400 años.

    Por cierto, a título informativo, todavía seguimos teniendo astrólogos a día de hoy. De hecho, tenemos muchos más hoy en día que los que había en los tiempos de Aristóteles. Simplemente cójase cualquiera de los miles de periódicos que se imprimen diariamente a lo largo del mundo hoy en día. Los horóscopos son un negocio de miles de millones de dólares que no parece que desaparezca nunca, con independencia de lo cuán equivocados que puedan estar.

    Recurriendo a los científicos no vamos a neutralizar este hecho hoy en día. Sugiero que Mr. Shea se empolle la literatura crítica disponible, especialmente en el campo de la cosmología. Existe una multitud de cosmólogos modernos que tampoco conocen la diferencia entre la ciencia y la magia. Ellos componen todo tipo de sustancias mágicas de las cuales no existe ni la más ligera prueba de su existencia. Ellos hacen eso para así poder apuntalar el universo mágico en el que ellos quieren vivir –uno que se crea a sí mismo y continúa para siempre de tal forma que así no tengan que responder ante ningún Dios.

    Su universo mágico incluye de todo, desde Inflación, hasta Materia Oscura, Energía Oscura, Multiversos, Agujeros de Gusano y Agujeros Negros. Si usted desea conocer los detalles sangrientos de este asunto, lea mi reciente trabajo sobre las afirmaciones del BICEP2, que pretende haber encontrado pruebas para el Big Bang.

    (véase: “Your BICEPs Are Too Small, Mr. Big Bang!” | Galileo Was Wrong)

    Mr. Shea continúa:

    ¿Creían los Israelistas en la Astrología?


    Todavía nosotros los modernos a menudo intentamos introducir de manera forzada a los antiguos en nuestras categorías. Por ejemplo, los estudiosos nos dicen que existe evidencia de que Israel acampó alrededor del tabernáculo de forma tal que se reflejaran las constelaciones (Num. 2), y existen sinagogas antiguas con mosaicos del zodiaco incrustados en el suelo. Esto podría hacernos concluir que los Israelitas “creían” en la astrología.

    Esto es falso. Al contrario, existen pruebas de una comprensión sacramental del mundo. Israel se veía a sí misma como el comienzo de un nuevo orden mundial, simbolizado por las “huestes celestiales”. El vínculo entre las “huestes celestiales” y las “huestes terrenales” de Israel era muy fuerte en la mente bíblica, ya que ambas eran gobernadas por el mismo Dios: Yahweh Sabaoth (el “Señor de las huestes”). El tabernáculo terreno era un modelo en miniatura de la morada de Dios: ambos estaban atendidos por los ejércitos del Señor, el pueblo de Israel y los ángeles del cielo, respectivamente. Similarmente, en Génesis 37:9, Jacob y sus hijos estaban vinculados al sol, la luna, y doce estrellas.

    La convicción de que la tierra y el cielo estaban ambos guiados por un Creador común recorre toda la Escritura. Se nos dijo “desde sus órbitas [las estrellas] pelearon contra Sísara” (Jue. 5:20). Del mismo modo, tanto Ezequiel como el Apocalipsis retratan a criaturas celestiales alrededor del trono de Dios, correspondientes a las constelaciones. Los estudiosos señalan que los cuatro querubines mencionados en el Apocalipsis 4: 6-7 se ajustan a los signos intermedios existentes en las cuatro cuartas partes del zodiaco. El leon es Leo, el buey es Taurus, el hombre es Acuario, y el águila es Escorpio. Juan los cataloga en sentido antihorario, hacia atrás alrededor del zodiaco.

    Pero esto no signfica una apelación a la astrología. Es un ejemplo de la comprensión bíblica y sacramental de que la creación en los cielos, igual que en el resto de la creación, es un signo hecho por Dios y que apunta hacia Dios. En palabras de Sal. 19:1, “Los cielos están expresando la gloria de Dios”. Para la antigua mente bíblica, las agrupaciones de estrellas no eran al azar, ya que nada en toda la creación es al azar. El macrocosmos de la creación mostraba la gloria del orden de Dios a lo largo de los cielos, y el microcosmos del templo declaraba su gloria a escala humana. Para los autores bíblicos, igual que para nosotros, todo está conectado, pero no son las estrellas las que hacen esa conexión. Es Dios, el creador del cielo y de la tierra.

    R. Sungenis: Mr. Shea olvida el hecho más destacado de la comprensión “bíblica y sacramental” Hebrea del cosmos, esto es, ¡que era GEOCÉNTRICA! Lo único que Mr. Shea necesitaba para poder llegar a esa verdad era leer el resto del Salmo 19, el mismo versículo que él citaba más arriba.

    2. Los cielos declaran la gloria de Dios; y el firmamento proclama la obra de sus manos.

    3. De un día al siguiente transmite ese mensaje; de una noche a otra noche comunica esa sabiduría.

    4. No hay palabra o sonido; ninguna voz es oída.

    5. Mas su noticia sale a lo largo de toda la tierra, su mensaje, hasta los confines del mundo. Dios puso en ellos una tienda para el sol;

    6. éste viene como el desposado que sale de su cámara, y cual atleta corre alegremente su curso.

    7. De un extremo de los cielos es su salida; su curso pasa hasta el otro extremo; y nada hay que se escape a su calor. (Sal. 19: 2-7 NAB).

    Evidentemente, la centralidad de la Tierra debe tener algún significado en el plan general de las cosas; de otra forma, Dios no se hubiera molestado en señalárnoslo docenas de veces en la Escritura.

    Shea continúa:

    No Somos Más que un Pequeño Punto Azul


    En la Escritura, la acción tiene lugar en la tierra, no en el cielo, y la historia principal es la de Dios y su pueblo, culminando en la revelación de Cristo. Los eventos astronómicos, como la estrella de Belén, apuntan a lo que Dios está haciendo en los asuntos de los hombres. Igual que las señales de carretera, estos fenómenos dirigen el alma del peregrino en su camino hacia Cristo y son, por tanto, rápidamente olvidados.

    Pero en una época que ha venido a dudar de Cristo o incluso olvidarle, las ideas paganas (incluyendo ideas sobre los cielos) pueden reiterarse ellas mismas. Vivimos en un tiempo así.

    R. Sungenis: Es bastante interesante que muchas de esas ideas “reiteradas” provienen de los cientícos modernos a los que Mr. Shea glorifica. El mismo cosmólogo con el que Mr. Shea contactó hace unos pocos meses para obtener una desaprobación de nuestra película, Lawrence Krauss, es una ateo confeso que cree que el universo no tuvo necesidad de un Creador sino que simplemente apareció a la existencia por sí mismo, a partir de una cierta sopa cuántica de la cual ni él ni ninguno de su colegas pueden decirnos su origen. De hecho, si usted ha leído cualquiera de los libros de Krauss, usted sabrá que él es una enciclopedia de “ideas paganas”, muchas de las cuales se están “reiterando” ellas mismas en nuestro tiempo, y Mark Shea parece que o bien es inconsciente de ellas, o bien las ignora a propósito. Imagino que, mientras Krauss predica el evangelio Cientifista de la evolución, Mark Shea es un Hegeliano feliz.

    Shea continúa:

    No es infrecuente encontrarse a gente que tiene una visión fisicalista del lugar del hombre en el cosmos. Un argumento particularmente burdo afirma que la Biblia yerra por focalizar su atención sobre la tierra y no sobre el cielo ya que, como decía H. G. Wells, “¡El hombre es absolutamente insignificante comparado con el tamaño del universo!” Ellos producen numerosas ilustraciones de nuestra pequeñez para los programas de ciencia de divulgación popular. Una cámara es arrastrada hacia atrás hasta que la tierra se encoje hasta ser (en frase de Carl Sagan) un “pequeño punto azul”, a continuación el sistema solar se covierte en una punta de alfiler que se desvanece dentro de un brazo de la Vía Láctea, la cual a su vez se convierte en una borrosa mancha de luz que desaparece entre miles de millones de otras galaxias. La gente tiene verdadera estima por esta clase de pensamiento. Pero esto no es así porque ellos sean científicos realistas que examinan los puros hechos. Es porque ellos son poetas que piensan que son filósofos. No pueden refrenarse en suponer que las diferencias inmensas en el tamaño físico signifiquen algo. Pero tal y como G. K. Chesterton replicó secamente a la afirmación de su amigo Wells, “El hombre es pequeño comparado con el árbol más cercano”.

    En resumen, el tamaño no importa. Michael Jordan no tiene un valor espiritual mayor que Michael J. Fox porque sea más alto. El hecho de que la gente sea del tamaño de hormigas comparadas con las Torres Gemelas, eso no significa que los edificios sean más importantes que la gente asesinada en ellos. Pero cuando las diferencias de tamaño pasan a ser enormes, tendemos a hacernos poetas y a olvidar estos hechos obvios.

    R. Sungenis: Sí, el Dr. Sagan se engañaba al degradar la importancia de la Tierra al compararla con el tamaño del universo. Pero Mr. Shea se engaña en hacerlo parecer como si ni Dios, ni la Escritura ni la Iglesia tuvieran interés o razón ninguna en insistir en que las palabras inspiradas de la revelación bíblica sean tomadas en su sentido literal. El Dr. Sagan sólo está siguiendo la hermenéutica Hegeliana de Mark Shea hasta sus lógicas consecuencias que, como el Dr. Sagan declaraba muy elocuentemente:

    “Pero si la Biblia ya no es literalmente verdadera en todas sus partes, ¿qué partes son divinamente inspiradas y cuáles son solamente infalibles y humanas? Tan pronto como admitimos que existen errores bíblicos (o concesiones a la ignorancia de los tiempos), entonces ¿cómo puede ser la Biblia una guía inerrante para la ética y la moral?”20

    Mr. Shea podría replicar que la Dei Verbum 11 reponde a la cuestión del Dr. Sagan al limitar la inerrancia a las enunciaciones sobre la salvación de la Escritura, pero el Dr. Sagan devolvería el favor y le diría a Mr. Shea que su razonamiento es meramente una petitio principii, y entonces le pediría a Mark Shea que le mostrara dónde enseñó oficialmente la Iglesia Católica esa limitación a la inerrancia antes del Vaticano II, y también le preguntaría dónde decretó categóricamente esa limitación a la inerrancia, ya sea en el Vaticano II o en cualquier otra enseñanza oficial posterior al Vaticano II. Como advertimos anteriormente, el único comentario oficial sobre la Dei Verbum 11 son las notas a pie de página de la Dei Verbum 11 y en ninguna de ellas se enseña que la inerrancia esté limitada a las enunciaciones sobre la salvación.

    En última instancia, simplemente no le importa a Mr. Shea que toda la Iglesia, incluyendo el consenso de los Padres y los medievales, junto con los papas y cardenales por más de 1800 años, creyeran en el geocentrismo tan firmemente como creían que una oblea de pan se convertía en el cuerpo de Cristo.

    No fue hasta que Newton, que era anti-Católico hasta la médula, convenció a todo el mundo de que su fórmula F = ma requería que la Tierra girara alrededor del Sol que las cosas realmente comenzaron a cambiar. Su imperio sobre la ciencia consiguió prevalecer por aproximadamente 200 años hasta que Ernst Mach se presentó y mostró a todo el mundo que Newton era, en el mejor de los casos, incompleto en su conocimiento. Mach pasó a convencer a Einstein, y ambos estuvieron de acuerdo en que, aún usando las propias leyes de Newton, podemos hacer que el univeso rote alrededor de una Tierra fija así como igualmente podemos hacer que la Tierra rote en un universo fijo.

    Pero, por supuesto, los caballos ya habían abandonado el granero y había pocas posibilidades de hacerlos regresar, lo cual resulta en un Mark Shea concluyendo que los geocentristas son charlatanes cuando, de hecho, él es el charlatán por no conocer ni esta historia ni la ciencia, y un charlatán insidioso por no importarle si él la conoce o no.

    Desde simplemente un punto de vista práctico, ¿por qué sería beneficioso decir al mundo que la Tierra es el centro del universo y no se mueve?

    Por el simple hecho de que el mundo tendría una excusa menos para ignorar a Dios y a Jesucristo. Una vez que les mostramos que la Tierra está en el centro, la humanidad sabe instintivamente que eso no podría ocurrir por casualidad. Significa que Alguien, con A mayúscula, tuvo que poner a la Tierra en esa posición única. Significa que ese Alguien es mayor y mejor que nosotros. Significa entonces que ellos están sometidos a Él y necesitan caer de rodillas en adoración.

    Por supuesto, los ideólogos como Mark Shea pierden de vista todo esto, por la simple razón de que ellos no quieren quedar “avergonzados” por tener que enseñar algo que el mundo considera ahora como una creencia anticuada.

    Shea continúa:

    Un Cristiano Hablando Estúpidamente


    Un pensamiento similar tiene lugar en la insistencia de una pequeña cuadrilla de Católicos reaccionarios sobre el geocentrismo. Ellos afirman que la tierra está en el centro del universo y que todos los otros cuerpos celestes orbitan alrededor de ella. Algunos incluso insisten en que la tierra no rota sobre su eje sino que el universo entero se mueve alrededor de la tierra cada veinticuatro horas. Que esto es un disparate ha sido probado muchas veces.

    R. Sungenis: Bueno, después de no habernos dicho que la visión “bíblica y sacramental” Hebrea del cosmos era el geocentrismo; después de no habernos hablado acerca del consenso patrístico y medieval sobre el geocentrismo; y después de no haber leído el resto del Salmo 19 o de no haber citado otra parte de la Escritura que enseñe el geocentrismo, Mr. Shea ahora empeora las cosas al decirnos que el geocentrismo es un “disparate” que “ha sido probado muchas veces”.

    Mr. Shea, a partir de esta fecha, voy a calificarte de puro mentiroso. ¿Razón? Se te ha desafíado al menos una docena o más de veces a lo largo de los últimos diez años para que proporcionaras una sola prueba científica a favor de tus jactanciosas afirmaciones contra el geocentrismo. Se te ha invitado a que se debatiera públicamente el asunto, ya que pareces tan fuertemente seguro de tu opinión. Pero declinaste cada desafío.

    Por tanto, permítaseme que detenga este pequeño baile. Aquí está el desafío número 23 para ti.

    Si tú, Mark Shea, puedes proporcionar una sola e indisputable prueba de que la Tierra rota y gira alrededor del Sol, te daré $ 1.000.

    Si no puedes, entonces tú me deberás $ 1.000. Pon tu dinero en lugar de tu boca, Mr. Shea; de lo contrario, cállate.

    Shea continúa:

    La cuestión verdadera es por qué cualquiera insistiría en el geocentrismo como algo vital para la fe en primer lugar.

    R. Sungenis: Antes de que Mr. Shea intente responder a su propia pregunta, permítaseme responder aquí. Empezaremos por declarar que no consideramos el geocentrismo “vital para la fe”, si por esta acusación Mr. Shea entiende que ponemos el geocentrismo a la par con las doctrinas de la salvación. Esto simplemente es el intento de Mr. Shea de poner una cortina de humo. Pero, en efecto, hacer parecer como si nosotros lo consideráramos como algo “vital” crea un bonito hombre de paja para que Mr. Shea lo aporree.

    Aquí está la primicia. Permítanos ver si usted puede captarla directamente, por una vez, Mr. Shea. Creemos en el geocentrismo porque la Escritura lo enseña, los Padres lo enseñaron, los medievales lo enseñaron, fue ratificado por el catecismo Tridentino; fue defendido por el resto de la Iglesia por más de 1800 años; y su rival, el heliocentrismo, fue oficial y específicamente condenado por obra y aprobación de tres papas en el transcurso de 50 años como una amenaza para la misma naturaleza y sustancia de la Escritura y su correcta interpretación

    Le diremos a usted lo mismo que San Roberto Belarmino le dijo a Galileo. El geocentrismo es igual de importante para la veracidad e inerrancia de la Escritura como cuando la Escritura dice que Jacob tuvo doce hijos. Por tanto cualquiera que diga que Jacob no tuvo doce hijos, niega la inerrancia de la Escritura y pone su alma en peligro eterno.

    Desafortunadamente, igual que en la crisis Arriana cuando casi todo el episcopado había negado la divinidad de Cristo, así también en nuestros días la mayoría de la jerarquía, no digamos la mayoría de los apostolados laicos, han negado la completa inerrancia de la Escritura.

    Mr. Shea continúa:

    La respuesta es doble. En primer lugar, los conversos que fueron una vez Fundamentalistas y que solían leer la Escritura en sentido literal se convierten en Católicos y proceden a leer la Escritura y los documentos Católicos en sentido literal.

    R. Sungenis: Absolutamente falso. Si hubo algún “Fundamentalista” en el mundo antes de los Protestantes, ¡su nombre era “Católico”!

    Si no, ¿cómo explica Mr. Shea que de todas las denominaciones e iglesias en el mundo, los Católicos son los únicos que interpretan Juan 6:54 (“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”) y Mateo 26:26 (“Esto es mi cuerpo”) tan literalmente como sea posible de ser interpretado?

    Irónicamente, ¡son los Protestantes “Fundamentalistas” quienes se niegan a interpretar ese pasaje literalmente!

    ¿Cómo explica Mr. Shea el hecho de que los Católicos fueran los primeros y uno de los únicos en interpretar Juan 3:5 (“a menos que el hombre nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de los cielos”) tan literalmente como pueda ser interpretado, esto es, que el agua es necesaria para la salvación?

    Irónicamente, ¡son los Protestantes “Fundamentalistas” quienes se niegan a interpretar este pasaje literalmente!

    ¿Cómo explica Mr. Shea el hecho de que los Católicos fueran los primeros y uno de los únicos en interpretar Juan 20:23 (“Los pecados que perdonéis, quedarán perdonados”) tan literalmente como pueda ser interpretado?

    ¡Son los Protestantes “Fundamentalistas” quienes se niegan a interpretar este pasaje literalmente!

    Podría continuar con muchos más, pero pienso que se ha pillado la imagen.

    De hecho, antes de finales del siglo XIX y del siglo XX, todos los católicos leen Génesis 1 y 2 en sentido literal, esto es, que Dios hizo el mundo instantáneamente en seis días. No fue hasta la llegada de Darwin que una banda de “Católicos” liberales y modernistas decidió que la ciencia había refutado una lectura literal del Génesis. Fue sólo entonces cuando los Mark Sheas del mundo comenzaron a hacer la afirmación fraudulenta de que “Los Católicos no interpretan la Biblia literalmente como hacen los Fundamentalistas Protestantes”.

    Nada podía estar más lejos de la verdad. La verdad real es que los modernistas como Mark Shea han hecho de las opiniones populares de la ciencia moderna su magisterio infalible, el cual ellos utlizan entonces para escoger y elegir qué pasajes de la Escritura quieren ellos interpretar literalmente o no tan literalmente.

    Mark Shea continúa:

    En segundo lugar, ellos tienden a creer que “si es algo viejo, entonces es parte de la Tradición”. Puesto que los Cristianos pre-Copernicanos asumían un universo Ptolemaico, entonces eso debe ser parte de la Tradición. Para los geocentristas, el heliocentrismo es sólo otra corrupción modernista de la fe.

    R. Sungenis: Pobre Mr. Shea. No da ni una. El heliocentrismo fue un invento de los Griegos, no de los modernos. Copérnico simplemente lo tomó prestado de Pitágoras y Aristarco, y después Kepler y Newton trataron de hacerlo creíble mediante el uso de ecuaciones matemáticas fantásticas.

    No, Mr. Shea. El heliocentrismo es falso porque la Iglesia dijo que era falso; los Padres dijeron que era falso; los medievales dijeron que era falso; y también lo dijeron los papas y obispos por más de 1800 años.

    Mr. Shea continúa:

    Agustín replicó a este pensamiento lo siguiente:

    No ocurre de manera infrecuente que algo sobre la tierra, sobre el cielo, sobre otros elementos de este mundo, sobre el movimiento y la rotación o incluso la magnitud y las distancias de las estrellas, sobre los eclipses definidos del sol y la luna, sobre el paso de los años y las estaciones, sobre la naturaleza de los animales, de los frutos, de las piedras, y de otras cosas como esas puedan ser conocidas con la mayor certeza mediante el razonamiento o la experiencia, aún incluso por uno que no sea Cristiano. Es muy vergonzoso y ruinoso, sin embargo, y muy de desear que se evite, que él [el no Cristiano] oiga al Cristiano hablar tan estúpidamente sobre estas materias y, como estando de acuerdo con la Escritura Cristiana, de forma que él pueda decir que apenas puede dejar de reirse cuando ve cuán totalmente en el error ellos están…

    Con la Escritura, se trata de una cuestión que trata acerca de la fe. Por esa razón… si cualquiera, no entendiendo el modo de la divina elocuencia, encontrara algo sobre estas materias [sobre el universo físico] en nuestros libros, o escuchara algo de lo mismo de esos libros, de tal forma que parezca que estuviera en desacuerdo con las percepciones de sus propias facultades racionales, hágasele creer que estas otras cosas no son de ninguna manera necesarias para las admoniciones o relatos o predicciones de la Escritura. En resumen, debe decirse que nuestros autores sabían la verdad sobre la naturaleza de los cielos, pero no era la intención del espíritu de Dios, que habló a través de ellos, enseñar a los hombres cualquiera otra cosa que no fuera de utilidad para ellos para su salvación. (La Interpretación Literal del Génesis, 1:19-20; 2:9).

    R. Sungenis: Si oigo otra vez esta cita de Agustín sacada de contexto una vez más creo que me voy a poner enfermo.

    Mr. Shea y todos los otros apologistas Católicos en favor de Galileo simplemente han tergiversado las palabras de Agustín. En realidad, las palabras de Agustín son una acusación contra todos ellos.

    La razón es simple. Agustín pasa a explicar a quiénes está aplicando sus palabras unas páginas más adelante. En el Libro 2, Capítulos 4-5, la cuestión de las “aguas por encima del firmamento” (Gn 1:6-9) pasa a primer plano. Estas agua distantes han sido una de las cuestiones que más división ha causado entre los literalistas y los no literalistas, ya que el Firmamento son, de acuerdo con Génesis 1:14-17, los cielos en los cuales el sol y las estrellas están situados, aunque Génesis 1:7 insiste en que hay aguas por encima del firmamento, esto es, por encima de los cielos. La pregunta lógica es: si el “agua por encima” tiene que ser tomado en sentido literal, entonces, cúando, dónde, por qué y cómo esto es posible, pues parece contradecir los hechos establecidos de la ciencia. En respuesta, Agustín comienza por referirse a las aguas en estado de vapor que existen en el aire como una posible solución. Él escribe:

    Tomando estas teorías en consideración, cierto comentarista [Basilio] ha hecho un encomiable intento por demostrar que las aguas están por encima de los cielos, para así defender la palabra de la Escritura con los fenómenos visibles y tangibles de la naturaleza… Así, a partir de la existencia del aire entre los vapores que forman las nubes por arriba y los mares que se extienden por debajo, nuestro comentarista se propuso mostrar que había un cielo entre agua y agua. Esta minuciosa investigación es, en mi opinión, muy encomiable.

    Pero Agustín va más allá en el siguiente análisis, pues ahora trata de mostrar que existen aguas incluso por encima de los cielos estrellados. Él lo hace poniendo en cuestión las teorías científicas predominantes, y al final, confiando en la veracidad de la Escritura, sin importar lo duro que pudiera resultar aceptarlo. Él escribe:

    Ciertos escritores, incluso de entre aquéllos de nuestra fe, intentan refutar a aquéllos que dicen que los pesos relativos de los elementos hacen imposible para el agua existir por encima del cielo estrellado. Ellos basan sus argumentos en las propiedades y movimientos de las estrellas. Ellos dicen que la estrella llamada Saturno es la estrella más fría, y que necesita treinta años para completar su órbita en los cielos ya que está más arriba y, por tanto, viaja por un trayecto más amplio.

    Advertimos que Agustín está desafiando la opinión científica predominante contemporánea de su tiempo relativa a la naturaleza de las estrellas. Agustín continuará argumentando que Saturno, que por entonces era conocida como una estrella, genera calor a medida que realiza su órbita, pero que es enfriada por las aguas que están cercanas a ella, por encima de los cielos, aún cuando algunos en los tiempos de Agustín negaban que esas aguas existieran. Él escribe:

    Es verdad, en efecto, que por su propio movimiento, moviéndose sobre un vasto espacio, necesita treinta años para completar su órbita; aunque por el movimiento de los cielos es hecha girar rápidamente en la dirección contraria… y, por tanto, debería general calor por razón de su mayor velocidad. La conclusión es, entonces, que es enfriada por las aguas que están cercanas a ella por encima de los cielos, aunque la existencia de estas aguas es negada por aquéllos que proponen la explicación del movimiento de los cielos y de las estrellas que acabo brevemente de resumir.

    Finalmente, aunque admitiendo que él puede que no tenga la solución precisa a esta cuestión, sin embargo, Agustín mantiene que la Escritura es la autoridad mayor en este campo, y que si dice que el agua está por encima de los cielos, entonces tiene que estar ahí:

    Con este razonamiento algunos de nuestros estudiosos atacan la posición de aquéllos que se niegan a creer que existen aguas por encima de los cielos manteniendo al mismo tiempo que la estrella cuya trayectoria se encuentra en lo alto de los cielos es fría. De esta forma, obligarían a los incrédulos a admitir que el agua está ahí no en un estado vaporoso sino en forma de hielo. Pero cualquiera que fuere la naturaleza de esa agua y cualquiera que fuere la manera en que se encuentra allí, no debemos dudar que existe en ese lugar. La autoridad de la Escritura en esta materia es mayor que todo el ingenio humano.21

    El aspecto más penetrante de la valiente defensa de la Escritura por Agustín es que se dice en un contexto en el que el objetor duda de que las aguas por encima del firmamento existan en absoluto. La respuesta de Agustín es simple: no podemos saber dónde o en qué forma aquéllas se encuentran allí, pero en base a la Escritura sabemos con certeza que aquéllas existen. Es de aquí de donde parte Agustín. Es el fundamento de la verdad. La Escritura lo dijo, y él lo cree.

    De ahí que podamos decir con seguridad que, para Agustín, la “situación embarazosa” no necesariamente se produce cuando un expositor fiel intenta encontrar apoyo científico a las proposiciones bíblicas; por el contrario, se produce cuando el escéptico bíblico trata de elevar una teoría científica a hecho, requiriendo que o bien la Escritura se conforme a la teoría, o bien ser un ignorante total de la teoría. Tal y como advirtió Agustín:

    Pero más peligroso es el error de ciertos hermanos débiles que se desmayan cuando oyen a estos críticos irreligiosos disertando erudita y elocuentemente acerca de sus teorías de astronomía o acerca de cualquiera de las cuestiones relacionadas con los elementos de este universo. Suspirando, ellos estiman a estos profesores como superiores a ellos mismos, considerándolos como grandes hombres; y regresan con desdén a los libros que fueron escritos para el bien de sus almas; y, aunque deberían beber de estos libros con gusto, apenas pueden soportar la idea de dedicarse a ellos.22

    Otro crítico de la hermenéutica Católica tradicional que argumenta en la misma línea que Mr. Shea es George Sim Johnston. Johnston recurre a la sentencia de San Agustín: “Te enviaré el Paráclito que te ensañará acerca del curso del sol y de la luna. Pues Él quiso hacerlos Cristianos, no matemáticos”.

    Pero esto realmente habla más en contra de la posición de Johnston que a favor de ella. Adviértase primero que Agustín reafirma que el sol y la luna se mueven, no la Tierra. Obviamente, Agustín no pretende ir en contra de todas las sentencias que él hizo en sus otras obras afirmando la inmovilidad de la Tierra y el movimiento del sol.

    En segundo lugar, la preocupación de Agustín se refiere solamente a que el Señor no pretendía enseñar cómo el sol y la luna se mueven en sus trayectorias, y no a que el Señor no pretendiera enseñar que el sol y la luna se mueven. Esto es, el Señor no deseba darnos información detallada acerca de qué empuja a o tira del sol y la luna alrededor de la Tierra, o cómo es que guardan el tiempo preciso año tras año. Pero podemos concluir ciertamente de la enseñanza del Señor que el sol y la luna se mueven. Los Cristianos no tienen por qué convertirse en “matemáticos” para poder saber el simple hecho de que los cuerpos celestes giran alrededor de la Tierra. Un niño podría entenderlo. Las matemáticas son necesarias sólo cuando se quiere calcular tales cosas como, por ejemplo, con qué rapidez completan el sol y la luna sus tareas asignadas o cuán lejos están con respecto a la Tierra.

    De ahí que, puesto que el Señor les enseñó en la Escritura que el sol y la luna se mueven alrededor de la Tierra, fue por esa misma razón que San Agustín y Santo Tomás eran ambos geocentristas, en oposición a los Griegos y a los Indios que estaban promoviendo el heliocentrismo.

    El intento de Johnston de reclutar a Agustín para apoyar el heliocentrismo es común entre los autores Católicos que están buscando algún camino para contrarrestar la condenación del Magisterio contra la cosmología Copernicana y contra el apoyo de Galileo a la misma en el siglo XVII. Todos estos intentos, por supuesto, se hacen en frente del hecho de que Agustín creía firmemente en el geocentrismo y lo defendía vigorosamente. Ignorando estos hechos, los defensores heliocentristas apelarán a menudo a los principios hermenéuticos generales de Agustín concernientes a la necesidad de ser cautos cuando la ciencia y la Escritura parecen chocar, o tomarán los comentarios de Agustín fuera de contexto y los harán parecer como si él estuviera diciendo una cosa cuando, de hecho, está diciendo justo la contraria.

    Shea continúa:

    Cómo Ir al Cielo


    Tal y como otro famoso Católico llamado Galileo lo dijo: “El propósito de la revelación es decirnos cómo ir al cielo, no cómo van los cielos”.

    R. Sungenis: De nuevo, Mr. Shea necesita empollar la historia en lugar de realizar argumentos a partir de clichés. La Iglesia Católica nunca ha enseñado que, “El propósito de la revelación es decirnos cómo ir al cielo, no cómo van los cielos”. Esta ocurrencia proviene de un cardenal liberal, Baronius, en los días de Galileo, pero la Iglesia nunca la adoptó como la verdad. ¿Cómo podía hacerlo, si se trataba de esa misma Iglesia que condenó a Galileo en los días de Baronius?

    Más aún, sugiero a Mr. Shea que lea el nuevo libro de David Wootton, Galileo: Watcher of the Skies (2010). Wootton muestra que Galileo no fue un Católico practicante durante la mayor parte de su vida y realmente estaba viviendo en pecado mortal. No fue hasta 1639, tres años antes de su muerte, que Galileo tuvo una experiencia de conversión y se convirtió en un verdadero Católico. Antes de eso, Galileo era parte de un movimiento clandestino que estaba tratando de usurpar la autoridad de la Iglesia Católica.

    Resulta bastante interesante. ¿Sabe usted lo que Wootton dice acerca de los Católicos liberales y modernistas, como Mr. Shea? Él escribe:

    “El segundo problema con la visión Católica liberal es que acepta sin cuestionárselas las afirmaciones hechas en nombre de la ciencia moderna”.23

    Shea continúa:

    El hecho de que los geocentristas modernos persistan en sus creencias a pesar de toda la evidencia en contrario nos dice que ellos están confundiendo la realidad física con la realidad espiritual.

    R. Sungenis: No, el único que está confundiendo la realidad es Mark Shea. La primera realidad que él confunde es su negativa a admitir que no existe prueba alguna a favor del heliocentrismo, del acentrismo, del Big Bang, de las largas edades, o de cualquiera de las docenas de teorías científicas modernas presentadas hoy en día. Permítaseme citar de un libro escrito en la mitad del siglo XX por un colega de Einstein, un libro para el que Einstein escribió el Prefacio. Él escribe:

    …no podemos sentir nuestro movimiento a través del espacio, ni ningún experimento físico ha probado jamás que la Tierra realmente esté en movimiento. 24

    Si Mr. Shea está en desacuerdo, entonces él necesita mostrarnos la prueba en contrario. Pero Mr. Shea nunca la ha tenido, y nunca la tendrá. Esto es así porque él no está interesado en la verdad de esta cuestión. Él sólo está interesado en preservar el status quo y en no ser “avergonzado”.

    Shea continúa:

    Igual que alguna gente piensa que nuestro tamaño físico significa algo, así también otros piensan que nuestra localización física significa algo. Ellos creen que que si no estamos literalmente en el centro de los cielos físicos, entonces no podemos estar en el centro del corazón de Dios.

    Pero los humanos tienen dignidad porque están hechos a imagen y semejanza de Dios, y no debido al lugar en dónde por casualidad hayan sido ubicados en el universo de Dios. Este obvio fisicalismo ya quedó finiquitado hace tres mil años, cuando el rey de Siria se desengañó burdamente de la noción de que Dios era un Dios de las montañas, y no de las llanuras (1 Re. 20:23). Ni es un Dios de la tierra, ni lo es de la Galaxia Andrómeda. Cualquiera que sea el lugar donde físicamente estemos, estaremos espiritualmente en el centro del corazón de Dios.

    R. Sungenis: En las tácticas de debate llamamos a esto “dar gato por liebre”. ¿Por qué? Porque nuestro argumento nunca ha sido “si no estamos literalmente en el centro de los cielos físicos, entonces no podemos estar en el centro del corazón de Dios”. Eso es absurdo. Nuestro argumento ha sido siempre que la Escritura enseña, y la ciencia moderna respalda, el hecho de que Dios SÍ nos puso en un sitio especial en el universo (es decir, el centro), y es bueno para nosotros reconocer este hecho y enseñarlo como una verdad de la revelación, en lugar de enterrarlo en el archivo de “hechos inconvenientes que ojalá no hubiera conocido”.

    Si, en ese proceso, uno realiza el argumento de que estar en el centro del universo no podría ocurrir por casualidad y que, por tanto, el universo vino al ser por la mano de un Creador divino (en oposición a lo que Krauss y Sagan pregonan, esto es, que el universo se creó a sí mismo), entonces que así sea. Mark Shea simplemente no quiere admitir este simple hecho. Su trabajo consiste en mantener el status quo y parar que ese status quo siga siendo “turbado”.

    A mi caso me remito.

    31 de Marzo de 2014.



    Apéndice sobre la Escritura y los Padres de la Iglesia

    La Enseñanza de la Iglesia Católica sobre la Inerrancia de la Escritura

    La Iglesia Católica, a lo largo de sus dos mil años de historia, ha sido muy clara y firme en su enseñanza de que la Escritura no contiene error alguno cuando habla sobre teología, historia, ciencia, matemáticas o cualquier otra disciplina o proposición factual. La Escritura no puede errar porque Dios es su autor principal:

    · Pío IX, condenó la siguiente proposición: “Las profecías y milagros expuestas y recogidas en las Sagradas Escrituras son la ficción de poetas, y los misterios de la fe Cristiana son el resultado de investigaciones filosóficas. En los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento se contienen invenciones míticas…” 25

    · Papa León XIII: “Es absolutamente falso y está prohibido ya sea reducir la inspiración a ciertas partes sólo de la Sagrada Escritura, ya sea admitir que el escritor sagrado ha errado.” 26

    · El Papa Pío X, condenó la proposición siguiente: “La divina inspiración no se extiende a todas las Sagradas Escrituras de manera tal que puedan considerarse sus partes, todas y cada una de ellas, libres de cualquier error.” 27

    · Papa Benedicto XV: “… la divina inspiración se extiende a todas las partes de la Escritura sin distinción, y que ningún error podría ocurrir en el texto inspirado.” 28

    · Papa Pío XII, repite el decreto de León XIII: “Es absolutamente falso y está prohibido ya sea reducir la inspiración a ciertas partes sólo de la Sagrada Escritura, ya sea admitir que el escritor sagrado ha errado.” 29

    · El Papa Pío XII condena la proposición siguiente: “…la inmunidad del error se extiende solamente a aquellas partes de la Biblia que tratan de Dios o de moral y cuestiones religiosas.” 30

    · Pontificia Comisión Bíblica, 1964: “… que los Evangelios fueron escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que preservó a sus autores de cualquier error”.

    · Congregación para la Doctrina de la Fe, 1998: “… la ausencia de error en los textos sagrados inspirados…” 31

    · Papa León XIII: “Pues la Sagrada Escritura no es como los otros libros. Dictada por el Espíritu Santo, contiene cosas de la más profunda importancia que, en muchos casos, son muy difíciles y oscuras… Pues todos estos libros en su totalidad… junto con todas sus partes, han sido escritos bajo el dictado del Espíritu Santo.” 32

    · Concilio de Trento: “… la pureza misma del Evangelio es preservada en la Iglesia, la cual fue prometida anteriormente a través de los Profetas en las Santas Escrituras… y [el Sínodo] claramente percibiendo que esta verdad e instrucción están contenidas en los libros escritos así como en las tradiciones no escritas, que han sido recibidas por los apóstoles de la boca de Cristo Mismo, o de los mismos apóstoles, al dictado del Espíritu Santo, han llegado incluso hasta nosotros, transmitidas como si fueran de mano en mano, [el Sínodo] siguiendo los ejemplos de los Padres ortodoxos, recibe y sostiene en veneración, con una afección de piedad y reverencia iguales, todos los libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, pues un sólo Dios es el autor de ambos, y también las tradiciones mismas, aquéllas que pertenecen tanto a la fe como a las costumbres, como habiendo sido dictadas o por la palabra salida de la misma boca de Cristo, o por el Espíritu Santo, y preservadas en la Iglesia Católica por una sucesión contínua.” 33

    · Concilio Vaticano I: “Si uno no acepta todos los libros enteros de las Sagradas Escrituras con todas sus divisiones, tal y como el sagrado Sínodo de Trento las ha enumerado, como canónicos y sagrados, o niega que ellos hayan sido inspirados por Dios; sea anatema”.

    · Catecismo de la Iglesia Católica, 1994: “La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo.” … “Dios inspiró a los autores humanos de los libros sagrados…como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.” 34

    · Papa León XIII: “Resulta fútil argumentar que el Espíritu Santo tomó a los seres humanos como sus instrumentos al escribir, implicando con ello que algún error pudo deslizarse… Pues por su poder sobrenatural Él los estimuló y movió de tal forma a escribir, y los asistió de tal forma mientras ellos escribían, que ellos concebían correctamente en su mente, deseaban poner por escrito fielmente, y expresaban acertadamente con verdad infalible todas esas cosas, y sólo esas cosas que Él mismo ordenó; de otra forma, Él Mismo no podría ser el autor de toda la Sagrada Escritura.” 35

    · Código de Derecho Canónico (1983): “Aun después de recibido el sacerdocio, los clérigos han de continuar los estudios sagrados, y deben profesar aquella doctrina sólida fundada en la sagrada Escritura, transmitida por los mayores y recibida como común en la Iglesia, tal como se determina sobre todo en los documentos de los Concilios y de los Romanos Pontífices; evitando innovaciones profanas de la terminología y la falsa ciencia.” 36


    La Doctrina de la Iglesia Católica sobre la Naturaleza Vinculante de la Enseñanza de los Padres de la Iglesia:

    El 12 de Abril de 1615, el Cardenal Roberto Belarmino escribió una carta personal al Padre Paolo Antonio Foscarini, que había estado defendiendo la visión heliocéntrica por algún tiempo. En la carta declara Belarmino lo siguiente:

    En segundo lugar, yo digo, como usted sabe, que el Concilio prohíbe interpretar la Escritura contra el consenso común de los Santos Padres; y si Su Reverencia desea leer no sólo a los Santos Padres, sino también a los comentaristas modernos del Génesis, los Salmos, el Eclesiastés, y Josué, usted encontrará a todos de acuerdo en la interpretación literal de que el sol está en el cielo y gira alrededor de la tierra con gran velocidad, y que la tierra está muy lejos del cielo y está situada sin movimiento en el centro del mundo. Considere ahora, con su sentido de la prudencia, si la Iglesia puede tolerar dar a la Escritura un significado contrario a los Santos Padres y a todos los comentadores Griegos y Latinos.

    El Cardenal Belarmino se estaba refiriendo al ecuménico Concilio de Trento que establecía el siguiente decreto concerniente a la autoridad del consenso de los Padres de la Iglesia sobre la interpretación de la Escritura:

    Más aún; para poder refrenar a los espíritus petulantes, Éste decreta que nadie, confiando en su propia habilidad, debe, en materias de fe, y de costumbres pertenecientes a la edificación de la doctrina Cristiana, violentando a la sagrada Escritura en favor de sus propios juicios, presumir interpretar la antedicha sagrada Escritura de manera contraria al sentido que la santa madre Iglesia, la cual debe juzgar del sentido e interpretación verdaderos de las sagradas Escrituras, ha sostenido y sostiene; o incluso de manera contraria al consentimiento unánime de los Padres; aún cuando nunca se tuviera la intención de que dichas interpretaciones sean publicadas en ningún momento. Los contraventores deben ser conocidos por sus Ordinarios, y ser castigados con las penas establecidas por la ley. 37

    La enseñanza de la suprema autoridad del consenso de los Padres de la Iglesia fue reiterada en la misma forma infalible por el Concilio Vaticano I en 1870:

    Pero, puesto que ciertas reglas que el santo Sínodo de Trento saludablemente decretó en relación a la interpretación de la Divina Escritura para poder refrenar a las mentes impetuosas son falsamente explicadas por ciertos hombres, Nos, renovando el mismo decreto, declaramos ser ésta su intención: que, en materias de fe y costumbres pertenecientes a la instrucción de la Doctrina Cristiana, debe considerarse como el verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquél que la Santa Madre Iglesia ha sostenido y sostiene, cuyo oficio es juzgar en lo concerniente al entendimiento e interpretación verdaderos de las Sagradas Escrituras; y, por esta razón, a nadie le es permitido interpretar la misma Sagrada Escritura de manera contraria a este sentido, o incluso de manera contraria al acuerdo unánime de los Padres. 38

    El Papa León XIII confirmó estas palabras del Cardenal Belarmino y de los Concilios en su encíclica Providentissimus Deus:

    …y para que ellos comprendan sobre todo que Dios ha dado a la Iglesia las Escrituras a fin de que la tengan por guía y maestra en la lectura e interpretación de sus palabras. Ya San Ireneo enseñó que, allí donde Dios ha puesto sus carismas, debe buscarse la verdad, y que aquellos en quienes reside la sucesión de los apóstoles explican las Escrituras sin ningún peligro de error: ésta es su doctrina y la doctrina de los demás Santos Padres, que adoptó el concilio Vaticano cuando, renovando el decreto tridentino sobre la interpretación de la palabra divina escrita, declaró ser la mente de éste que «en las cosas de fe y costumbres que se refieren a la edificación de la doctrina cristiana ha de ser tenido por verdadero sentido de la Escritura Sagrada aquel que tuvo y tiene la santa madre Iglesia, a la cual corresponde juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Santas Escrituras; y, por lo tanto, que a nadie es lícito interpretar dicha Sagrada Escritura contra tal sentido o contra el consentimiento unánime de los Padres». Por esta ley, llena de prudencia, la Iglesia no detiene ni coarta las investigaciones de la ciencia bíblica, sino más bien las mantiene al abrigo de todo error y contribuye poderosamente a su verdadero progreso.

    El maestro de Sagrada Escritura debe también merecer este elogio: que posee a fondo toda la teología y que conoce perfectamente los comentarios de los Santos Padres, de los doctores y de los mejores intérpretes. Tal es la doctrina de San Jerónimo y de San Agustín, quien se queja, con razón, en estos términos: «Si toda ciencia, por poco importante que sea y fácil de adquirir, pide ser enseñada por un doctor o maestro, ¡qué cosa más orgullosamente temeraria que no querer aprender de sus intérpretes los libros de los divinos misterios!». Igualmente pensaron otros Santos Padres y lo confirmaron con su ejemplo «al procurar la inteligencia de las divinas Escrituras no por su propia presunción, sino según los escritos y la autoridad de sus predecesores, que sabían haber recibido, por sucesión de los apóstoles, las reglas para su interpretación». La autoridad de los Santos Padres, que después de los apóstoles «hicieron crecer a la Iglesia con sus esfuerzos de jardineros, constructores, pastores y nutricios», es suprema cuando explican unánimemente un texto bíblico como perteneciente a la doctrina de la fe y de las costumbres; pues de su conformidad resulta claramente, según la doctrina católica, que dicha explicación ha sido recibida por tradición de los apóstoles. La opinión de estos mismos Padres es también muy estimable cuando tratan de estas cosas como doctores privados; pues no solamente su ciencia de la doctrina revelada y su conocimiento de muchas cosas de gran utilidad para interpretar los libros apostólicos los recomiendan, sino que Dios mismo ha prodigado los auxilios abundantes de sus luces a estos hombres notabilísimos por la santidad de su vida y por su celo por la verdad. Que el intérprete sepa, por lo tanto, que debe seguir sus pasos con respeto y aprovecharse de sus trabajos mediante una elección inteligente.

    En 1965, el Concilio Vaticano II reiteró la enseñanza de la Iglesia enseñando acerca de la autoridad de los Padres lo siguiente:

    Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo
    : puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.

    Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. 39

    La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseñanzas; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas Liturgias.40

    …fiel a la verdad recibida de los Apóstoles y de los Padres y conforme a la fe, que siempre ha profesado la Iglesia católica. 41

    Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo la dirección del Magisterio… 42

    Pero la ciencia de un ministro sagrado debe ser sagrada, porque emana de una fuente sagrada y a un fin sagrado se dirige. Ante todo, pues, se obtiene por la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, y se nutre también fructuosamente con el estudio de los santos Padres y Doctores, y de otros monumentos de la Tradición. 43

    … los hechos y las palabras reveladas por Dios, consignadas en las Sagradas Escrituras y explicadas por los Padres y el Magisterio de la Iglesia.44

    Los Padres de la Iglesia proclaman sin duda…45

    Esta doctrina está contenida en la palabra de Dios y fue constantemente proclamada por los Padres de la Iglesia. 46

    -------------------------------------------



    1 Pius X, Pascendi Dominici Gregis (08/09/1907), September, 8, 1907. No. 39.

    2 Producida por Stellar Motion Pictures, LLC, Los Angeles, CA, presenta a Kate Mulgrew como narradora, y también presenta a los cosmólogos Lawrence Krauss, Max Tegmark, George Ellis, Michio Kaku, Bernard Carr, John Hartnett y muchos otros. The Principle es un documental que expone el lado desconocido de la moderna cosmología, con una especial crítica de su fundamento, esto es, el “Principio Copernicano”. Productor Ejecutivo: Robert Sungenis; Productores: Rick Delano y Jeffrey Foy; Director: Kathryne Thomas; Productor Asocidado: Brian Oblerholzer. Música por Richard Robson Remix, y tema musical por JES. Animaciones y gráficos por BUF Compaigne. Véase: The Principle Movie | Coming 2014 | Are You Significant?

    3 El discurso de despedida del Papa Benedicto a los sacerdotes en el Vaticano, como se recoge por L´Osservatore Romano, el 14 de Febrero de 2013, página 4, parágrafo #5 en el artículo “Al concilio pieno di entusiasmo e speranza.” El quinto parágrafo viene así en el original Italiano: “Allora, noi siamo andati al Concilio non olo con gioia, ma con entusiasmo. C’eras un’aspettativa incredibile. Speravamo che tutto si rinnovasse, che venisse veramente una nuova Pentecoste, una nuova era della Chiesa, perché la Chiesa era ancora abastanza robusta in quel tempo, la prassi domenicale ancora buona, le vocazioni al sacerdozio e alla vita religiosa erano già un po’ridotte, ma ancora sufficienti. Tuttavia, si sentiva che la Chiesa non andava avanti, si riduceva, che sembrava piuttosto una realtà del passato e non la portatrice del futuro. E in quel momento, speravamo che questa relazione si rinnovasse, cambiasse; che la Chiesa fosse di nuovo forza del domani e forza dell’oggi. E sapevamo che la relazione tra la Chiesa e il periodo moderno, fin dall’inizio, era un po’contrastante, cominciando con l’errore della Chiesa nel caso di Galileo Galilei; si pensava di correggere questo inizio sbagliato e di trovare di nuovo l’unione tra la Chiesa e le forze migliori del mondo, per aprire il futuro dell’umanità, per aprire il vero progresso. Così, eravamo pieni di speranza, di entusiasmo, e anche di volontà di fare la nostra parte per questa cosa.”

    4 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 14, p. 383, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 229.

    5 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 14, p. 384, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 230.

    6 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 14, p. 388, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 232-233.

    7 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 14, p. 388-389, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 235-236.

    8 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 14, p. 428-429, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 238-239.

    9 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 15, p. 67-68, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 247.

    10 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 15, p. 84-85, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 249.

    11 Le Opere di Galileo Galilei, vol. 15, p. 160, traducido por Finocchiaro en The Galileo Affair, p. 255.

    12 Austin Flannery, Vatican Council II, The Conciliar and Post Conciliar Documents, Nueva York, Costello Publishing Co. segunda impresión, 1977, p. 757. La edición de Walter M. Abbot presenta una sintaxis ligeramente distinta: “Por tanto, puesto que todo lo afirmado por los autores inspirados o escritores sagrados debe sostenerse haber sido afirmado por el Espíritu Snato, se sigue que los libros de la Escritura deben ser reconocidos como enseñando sólida, fielmente y sin error aquella verdad que Dios quiso poner en la Sagrada Escritura por el bien de la salvación”. Flannery añade la oración “por el bien de nuestra salvación” inmediatamente después de “Dios”, indicando así el motivo por el que Dios nos diera la Escritura, esto es, para que podamos ser salvos. En la edición de Abbot, “por el bien de nuestra salvación” se pone al final de la frase y ello podría dar a entender que hace referencia a la “verdad” en lugar de a “Dios”. Para un completo análisis y refutación de esta tesis por favor véase la penetrante crítica del Padre Brian Harrison: “The Truth and Meaning of Scripture According to Dei Verbum 11”, en Living Tradition, No. 59, Julio, 1995, localizado en los archivos del rcforum.org.

    13 Inmediatamente después de la frase: “… los libros de la Escritura, firmemente, fielmente y sin error, enseñan aquella verdad que Dios, por el bien de nuestra salvación, deseó ver confiados a las Sagradas Escrituras”, Dei Verbum 11 da notas a pie de página de cinco fuentes que declaran que la Escritura es inerrante en su totalidad. Éstas son: (1) San Agustín, La Interpretación Literal del Génesis 2, 9, 20 y Epístola 82, 3. (2) Santo Tomás, De Veritatis, q. 12, a. 2; (3) El Concilio de Trento, Ses. IV, de canonicis Scripturas (Denz. 783); (4) León XIII, Providentissimus Deus: EB 121, 124, 126, 127; (5) Pío XII, Divino Afflante: EB 539. Ninguna de estas fuentes declara o sugiere que la Escritura sea inerrante solamente cuando habla acerca de la salvación.

    14 New Jerome Biblical Commentary, p. 1169.

    15 The Virginal Conception and Bodily Resurrection of Jesus, Paulist Press, 1973, pp. 8-9. Él añade lo siguiente: “Los estudios históricos y críticos de la doctrina pueden conducir a una similar modificación de una sobresimplificada comprensión de la infalibilidad de la enseñanza de la Iglesia… Mientras que la pública admisión de la relatividad histórica en las formulaciones doctrinales es un fenómeno reciente en el Catolicismo oficial… Un claro ejemplo es la variación en los últimos 125 años en la presentación de la enseñanza de la Iglesia sobre la evolución. La Iglesia ha enseñado infaliblemente la doctrina de que Dios estuvo especialmente implicado en la creación del hombre a Su imagen y semejanza. Durante casi 1900 años la doctrina teológica fue interpretada para incluir el cómo de la creación del hombre, es decir, por acción divina directa formando el cuerpo del hombre a partir de la tierra, y el cuerpo de la mujer a partir del del hombre. Hoy en día, ningún teólogo serio acepta esta comprensión del cómo, debido a la evidencia científica a favor de la evolución; aunque la comprensión cambiada del cómo no ha negado la infalibildad de la enseñanza de la Iglesia ya que hemos aprendido a distinguir entre la percepción teológica y las metáforas físicas en las cuales fue revestida” (ibid, p. 9).

    16 Pale Blue Dot, pp. 40, 42

    17 Knowledge and belief about the real presence | National Catholic Reporter

    18 The Evolution of Physics: Froma Early Concepts to Relativity and Quanta, Albert Einstein y Leopold Infield, 1938, 1966, p. 212.

    19 The Grand Design, Stephen Hawing y Leonard Mlodinow, NY, Bantam, 2010, p. 41.

    20 Pale Blue Dot, pp. 40, 42.

    21 La Interpretación Literal del Génesis, Lib. 2, Cap. 5, No 9.

    22 La Interpretación Literal del Génesis, Libro 1, Capítulo 20, Parágrafo 41, Ancient Christian Writers, ibid., p. 44. Aquino dijo lo mismo en relación a la superioridad de la Escritura a la hora de decidir sobre tales materias: “Ya sea, pues, que entendamos por firmamento o bien el cielo estrellado, o bien la región nubosa del aire, en verdad hay que decir que aquél divide las aguas de las aguas, con tal que tomemos la palabra agua, para denotar una materia sin forma o cualquier tipo de cuerpo transparente, como adecuadamente diseñado bajo el nombre de aguas…” (Summa Theologica, Lib. 1, Ques. 68, Art. 3).

    23 Galileo: Watcher of the Skies, Yale University Press, 2010, p. 261.

    24 Lincoln Barnett, The Universe and Dr. Einstein, 1948, 1960, p. 73.

    25 Syllabus of Errors

    26 Providentissimus Deus

    27 Lamentabili Sani

    28 Spiritus Paraclitus

    29 Divino Afflante Spiritu

    30 Humani Generis

    31 Professio Fidei

    32 Providentissimus Deus

    33 Denz., 783

    34 ## 81, 106

    35 Providentissimus Deus

    36 Canon 279.1

    37 Concilio de Trento, Sesión IV.

    38 Concilio Vaticano I, Capítulo II, Denz. 1788.

    39 Dei Verbum, Cap. 2, 8

    40 Dei Verbum, Cap. 6, 23

    41 Unitatis Redintegratio, Cap. 3, II, 24.

    42 Lumen Gentium, Cap. 8, IV, 67.

    43 Presbyterorum Ordinis, Cap. 3, 3, 19.

    44 Ad Gentes, Cap. 3, 22.

    45 Ad Gentes, Cap. 1, 3.

    46 Dignitatis Humanae, Introducción, 10.


    Fuente: GALILEO WAS WRONG
    Última edición por Martin Ant; 09/05/2014 a las 22:21

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