Ahora que está tan de moda desenterrar a los muertos de la Guerra Civil (dato curioso solo los de un bando) por el "juez estrella " Baltasar Garzón, por cierto que ahora tendrá que darle explicaciones a todos los españoles de por que tira la piedra y esconde la mano, o anular juicios celebrados hace más de 40 años (a Lluis Companys) por ser ilegítimo el tribunal que lo juzgó, saco a la luz otra injusticia cometida hace unos pocos mas de años, sobre una persona, un poco más importante dentro de la historia global de este nuestro mundo: Jesús de Nazaret.
Me presentare en el juzgado del señor Garzón o de cualquier otro juez de mala muerte (por si no lo sabíais, le han impuesto una "peazo" de multa de 1500 euros al cabrón del juez que dejó suelto al asesino de la niña Mari Luz, e inhabilitación por dos años a su Secretaria. y luego dicen que no hay dos justicias), y le expondré mis inquietudes y mis pruebas para que le abra un procedimiento a Poncio Pilato, a Herodes y a todo el pueblo judío por lo que yo considero asesinato, tortura y detención ilegal.
Ahí va un poco de historia:
No cabe duda que uno de los grandes misterios de la Pasión y Muerte de Cristo es el juicio al que se le somete, un proceso que está cargado de irregularidades y faltas. Al ser judío, Jesús es juzgado siguiendo la ley religiosa y la dictada por el Imperio Romano que era quien ostentaba el poder civil.
Prendido en el Huerto de los Olivos a la media noche, mientras estaba en oración después de celebrar la Pascua junto a sus Discípulos, es llevado con celeridad ante el Sanedrín. En el antiguo Israel, el Sanedrín era una asamblea formada sabios y que tenía 23 miembros en cada ciudad. Por encima de este órgano estaba el Gran Sanedrín que lo componían 71 jueces pertenecientes a las diferentes tribus y pueblos. Los asuntos religiosos eran tratados por este consejo, aunque también otras cuestiones de ámbito civil. Caifás estaba al frente del Sanedrín que hace detener a Jesús. Pero como Israel estaba bajo el dominio de Roma y las propias leyes judías no entraban en la condena a muerte de un reo, necesitaban del dictamen de Poncio Pilato como autoridad imperial.
Era imprescindible para realizar un juicio que fuese público y que se hiciese a la luz del día, por lo que desde la detención en Getsemaní hasta la comparecencia esa misma noche ante Caifás, Anás y los demás sacerdotes, estaban rotos los principios mínimos que establecía la ley. El veredicto debía darse en el Cónclave Gazith en el Santuario, y no en una casa particular como se hizo. Existía además la libertad de defensa que no se llega a practicar con Jesús de Nazaret, lo que agrava las injerencias sobre un juicio ilícito.
Aunque buscaron testigos falsos que acusaran a Cristo, la causa principal que esgrimió el Sumo Sacerdote fue considerar blasfemia que Jesús era el Mesías (Mt. 26 63-66). Pero ante Pilato debían buscar la condena a muerte y de ese modo le acusan de que perturbaba al pueblo judío al hacerse llamar Mesías y por tanto Rey (Lc, 23,2) cuando es sabido por todos que había predicado que había que dar al Cesar lo que le correspondía y a “Dios lo que es de Dios”.
Tras interrogarlo y descubrir que Jesús hablaba de un Reino Espiritual y no de este mundo, no ve causa alguna para condenarlo. Pero por su debilidad y falta de decisión ordena mandarlo a Herodes, para intentar librarse de esta manera de los judíos y de sus pretensiones. Ante Herodes Jesús no abrió la boca, por lo que los judíos lo vuelven a llevar otra vez ante Poncio Pilato.
Una vez sometido a un duro martirio y para intentar librar a Jesús, ya que se encontraban celebrando la fiesta hebrea (lo que daba oportunidad de indultar a un penado), Pilato les da a elegir entre Jesús y Barrabás, un malhechor de amplia trayectoria que era temido por todos. Pero ente el estupor del propio Pilato liberan a Barrabás.
En un segundo interrogatorio y después de aumentar el castigo, vuelven a llevarlo ante el pueblo (Jn. 19,15), y Pilato se lava las manos como signo de evasión de responsabilidad ante la muerte en la Cruz de un inocente.
El Calvario, a las afueras de la ciudad, era el monte donde sacrificaban a los condenados a muerte. Entre 2 ladrones llegaría la muerte de Jesús, después del juicio en el que se rompieron todas las leyes establecidas
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