POR UN PLATO DE LENTEJAS
JUAN MANUEL DE PRADA
Si la Iglesia consigue que muchos se revuelvan furiosos no es porque sus ideas sean reliquias del pasado
OBSERVABA jocosamente Chesterton que quienes se revuelven furiosos contra la Iglesia, tachándola de mera reliquia del pasado, mienten sobre la razón de su furor. En efecto, nadie se revuelve furioso contra los druidas, ni organiza lobis contra los adoradores de Mitra, ni promueve leyes contra el culto órfico; precisamente porque son reliquias del pasado que provocan ternura y piedad. Si la Iglesia consigue que muchos se revuelvan furiosos no es porque sus ideas sean reliquias del pasado, sino porque son ideas vigorosas y perturbadoras. De ahí que la prueba del nueve de la fidelidad de las jerarquías católicas a la misión que les ha sido encomendada es el grado de furia que despiertan en el mundo: cuando el mundo aplaude, enternecido y piadoso, lo que cualquier mitrado dice es porque ese mitrado está profiriendo mamarrachadas inanes y macaneos de baja estofa, cuando no graves traiciones a la doctrina que ha jurado defender y transmitir; por el contrario, cuando el mundo se pone como la niña del exorcista con lo que un mitrado dice es porque ese mitrado está proclamando ideas vigorosas y perturbadoras y recordando la doctrina que ha jurado defender y transmitir.
En España no hay mitrado que provoque tanta furia como Juan Antonio Reig Pla, por la sencilla razón de que no hay ninguno que exponga con tanta clarividencia y falta de respetos humanos la doctrina católica. Una vez escuché decir a un cuervo untuoso y miramelindo que Reig Pla era demasiado «radical»; y tenía razón, porque Reig Pla es capaz de localizar la raíz de los males que nos azotan, en lugar de quedarse como hacen tantos en las ramas, columpiándose como un macaco, mientras el mundo aplaude sus cabriolas y monerías. Reig Pla acaba de publicar una carta pastoral titulada «Por un plato de lentejas» en la que denuncia sin tapujos el sometimiento lacayuno del Gobierno español a los dictados del Nuevo Orden Mundial, que le exige ardor en la defensa del aborto, a cambio de procurarle «acceso a cuotas de poder y financiación». Reig Pla, que es gran conocedor de lo que se cuece en las ollas podridas de los organismos internacionales, no escribe a humo de pajas, sino que aporta pruebas inapelables, como un documento abyecto publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, en el que el Gobierno español promete allanarse patéticamente ante todas las exigencias de Naciones Unidas sobre «derechos de salud reproductiva y sexual». Y así, Reig Pla puede afirmar sin exageración que «España ya no es más que una colonia al servicio del Nuevo Orden Mundial, donde se esclaviza a jóvenes y mujeres, mientras permanecemos aflojados y drogados con mucho circo y cada vez menos pan». Reig Pla resulta especialmente lúcido cuando observa que los demonios de Moloch y Mammon (la cultura de la muerte y la idolatría del dinero) caminan juntos de la mano, y que toda esa farfolla de los «derechos de salud reproductiva y sexual», así como la promoción de la homosexualidad, no son sino maniobras del «imperialismo transnacional del dinero», que necesita que la gente no procree, para poder pagar sueldos de miseria y así seguir amontonando dinero en unas pocas manos.
Reig Pla es, en efecto, un obispo radical que no se queda en las ramas y sabe designar la raíz de los males. Sólo brinda al sol cuando exhorta a los laicos católicos españoles para que ofrezcan «una lúcida respuesta en el campo cultural, en los medios de comunicación y en la política». Y es que Reig Pla sabe que tal respuesta lúcida será enmudecida y execrada, mientras haya macacos columpiándose en las ramas, buscando con sus cabriolas y monerías el aplauso del mundo.
Histórico Opinión - ABC.es - sábado 27 de diciembre de 2014
Sed contra:
La pastoral del prelado
De vez en cuando recuerdo que los católicos estamos tan faltos de líderes, que levantamos en peana al primero que entona un simple pío-pío. Por eso algunos se han apuntado a la claque del prelado de Alcalá, a punto de encenderle velas en vida. Y yo no le veo el mérito; más bien discuto la oportunidad de temas y referencias, lo que otros le aplauden, precisamente.
Casi medio siglo después de Franco, todavía supervive un catolicismo español que no ha digerido que aquello pasó, que no existe un estado católico ni un partido político de bases católicas que represente a unos electores católicos. A estas alturas, quejarse en una pastoral de que Rajoy se comporte como uno más entre los presidentes de gobierno de la Europa del 2014 y su entorno político-social me parece, fifty-fifty , tan ingenuo como insensato.
Si Rajoy hubiera profesado el juramento anti-modernista antes de emprender su curriculum político, si hubiera prometido a la CEE un determinado programa, unos objetivos, habría cierta razón para llamarle la atención, pero Rajoy - que se sepa - no se comprometió a nada con los Obispos ni con los católicos españoles, no consta.
¿O acaso hubo algo? Si hubo, cuéntese con pelos y señales. Si no, evítese el esperpento sagradoescrituresco de trasmutar a Rajoy en Esaú en una disertación limitada a un determinadísimo sector católico que - me temo - ya ni siquiera recuerda o sabe la historia del potaje de lentejas y las triquiñuelas de los hijos de Isaac y Rebeca.
Quienes nunca hemos depositado esperanzas en Rajoy ni en su peperío, no nos sentidos ni defraudados ni traicionados con él ni con su tropa. No merecen una pastoral de obispo, no hay materia ni lugar.
Lo necesario, lo urgente, lo oportuno, lo conbativo sería una pastoral de obispo - de Alcalá o de la Cochinchina - apuntando al Sínodo, a sus fautores, a lo que está en juego moral-doctrinal, a quien maneja el timón y a la mar procelosa que amenaza a la barca.
Esa sí que sería una pastoral valiente de un obispo aguerrido, esgrimiendo el báculo, con la mitra bien puesta, precaviendo, defendiendo, denunciando y advirtiendo.
...pero lo de las lentejas de Rajoy, aguachirle (aunque algunos se lo hayan tomado por alquitarado destilado de esencias).
+T.
EX ORBE: La pastoral del prelado
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