5ª Parte : CÓMO LA CARIDAD CATÓLICA CAMBIÓ EL MUNDO.
Cuando el hambre y la enfermedad azotaban al ejército del emperador (Constantino) a inicios del IV, Pacomio, un soldado pagano, contemplaba, atónito, cómo los romanos ofrecían comida y cuidados a los hombres afligidos y, sin discriminación de ningún tipo, prestaban ayuda a quien la necesitaba.
Intrigado, preguntó por aquellas gentes y supo que eran CRISTIANOS. Entonces irremediablemente se preguntó ¿Qué clase de religión es esta que inspira semejantes actos de HUMANISMO y GENEROSIDAD? empezó a aprender sobre la fe y, antes de darse cuenta, ya había iniciado el camino a la conversión (Alvin J. Schmidt, Under the Influence: Homo Christianity Trasformed Civilization, Zondervan, Gran Rapids, Mich. 2001, pg. 130).
Las obras de caridad cristianas han seguido suscitando el mismo asombro a lo largo de los siglos, incluso en individuos como Voltaire el más prolífico propagandista anticatólico del XVIII al que causaba admiración el HERÓICO SACRIFICIO que animaba a tantos hijos e hijas de la Iglesia.
"Puede que no haya en este mundo nada más grande que el sacrificio de jóvenes hermosas, a menudo de alta cuna, que con su trabajo callado en los hospitales alivian la miseria humana, cuya visión tanto nos altera. Los pueblos separados de la religión romana han imitado, aunque imperfectamente, esta generosa caridad" (Michael Davis, For Altar and Throne: The Rising in the Vendée, Remnant Press, St. Paul, Minn, 1997, pg 13)
Registrar la totalidad de las obras de caridad católicas realizadas por individuos, parroquias, dióecesis, monasterios, misioneros, frailes, monjas y organizaciones seglares exigiría cientos de extensos volúmenes (actual, sintética y completa es la obra de Santiago Cantera, Historia Breve de la Caridad y de la Acción Social de la Iglesia, Voz de Papel, Madrid 2004)
LA CARIDAD CATÓLICA NO HA TENIDO, NI TIENE, PARANGÓN EN CUANTO A CANTIDAD Y DIVERSIDAD DE TRABAJOS REALIZADOS Y ALIVIO DEL SUFRIMIENTO Y DE LA MISERIA HUMANA.
ES LA IGLESIA CATÓLICA LA INVENTORA DE LA CARIDAD COMO SE ENTIENDE HOY EN OCCIDENTE.
Y tan importante como su cantidad fue la diferencia cualitativa que separó la caridad eclesiástica de los ejemplos precedentes. No pueden negarse los nobles sentimientos defendidos por los grandes filósofos de la Antigüedad en materia de filantropía, ni que algunos hombres adinerados realizasen sustanciosas donaciones voluntarias a su comunidad.
Se esperaba de los ricos que financiasen los baños y edificios públicos, así como entretenimientos para el pueblo. Así, Plinio el Joven no se limitó a construir en su ciudad natal una escuela y una biblioteca.
El espíritu de generosidad en el mundo antiguo era, pese a todo, deficitario comparado con el de la Iglesia.
La caridad antigua era interesada, antes que puramente gratuita. Las construcciones financiadas por los ricos exhibían sus nombres de manera destacada (publicidad) y los donantes actuaban por su afán de notoriedad y/o intención de obtener réditos.
Su generosidad no respondía al principio de servir a los necesitados sin esperar nada a cambio, sin ninguna reciprocidad.
Si bien la escuela estoica (300 adC) consiguió convivir en los primeros siglos del Cristianismo que suavizó sus posturas (para los estoicos había que tener un estricto autocontrol que consideraba la piedad y la compasión emociones patológicas, defectos del carácter que el hombre debía evitar. Para ellos la piedad implicaba el ofrecimiento de ayuda inmerecida y, por tanto, contraria a la justicia)
El Cristianismo suavizó la postura estoica, así Marco Aurelio, emperador romano, filósofo y estoico (del II) tiene ya gran similitud con el pensamiento de los cristianos. Y San Justino Mártir ensalzaría a los estoicos pero la implacable supresión emocional y sentimental que exigía dicha escuela ya se había cobrado un alto tributo.
Es ajeno a la naturaleza humana la negación estoica de la dimensión que nos confiere la humanidad reflejada en el comentario de Anaxágoras que al ser informado de la muerte de su hijo se limitó a comentar: "jamás supuse que había concebido a un inmortal"
O Estilpo quien, ante la ruina de su país, la toma de su ciudad y la pérdida de sus hijas para convertirlas en esclavas proclamó que en realidad no había perdido nada, pues el hombre sabio trascendía todas sus circunstancias.
No extraña que hombres tan alejados de la realidad del mal no corrieran a aliviar sus efectos cuando éste afligía a sus semejantes. Empeñados en negar el dolor y la enfermedad como males difícilmente se plantearán ayudar a otros.
Un buen análisis de la ausencia de la idea de la caridad cristiana en la Antigüedad está en: Gerhard Uhlhorn, Christian Charity in the Anciente Church, Charles Scribner's, NY, 1883, pgs. 2-44.
EL ESPÍRITU DE CARIDAD CATÓLICA NO SURGIÓ DE LA NADA, SINO QUE TOMÓ SU INSPIRACIÓN DE LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO.
Un nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Así todos sabrán que sois mis discípulos (Juan 13, 34-35) (Santiago 4, 11).
San Pablo explica que quienes no pertenecen a la comunidad de los fieles merecen también el cuidado y la caridad de los cristianos, incluso aunque sean enemigos de la fe (Romanos, 12, 14-20; Gálatas 6, 10).
Un duro crítico de la Iglesia como W.E.H. Lecky dice: "no cabe la menor duda ni en la teoría ni en la práctica, ni en las instituciones que se fundaron o en el puesto que alcanzó en la escala de obligaciones, de que la CARIDAD ocupó en la Antigüedad una posición en modo alguno comparable a alcanzada con el Cristianismo".
La ayuda era competencia casi exclusiva del Estado y dictada por la política, no por la benevolencia, prueba de ello es la costumbre de vender a los hijos, las duras privaciones, la presteza de los pobres a convertirse en gladiadores, frecuentes hambrunas, etc. muestran cuanto sufrimiento quedaba sin alivio (Lecky, op. cit. pg. 83).
La práctica de ofrecer oblaciones para los pobres se instaura con el origen de la Iglesia. Las ofrendas de los fieles se depositaban en el altar durante la Misa, se practicaban colectas, días de ayuno (de las que Zutano tiene recuerdo directo), etc.
La lista de buenas obras realizadas por pobres y ricos de la Iglesia temprana sería extensísima.
San Agustín fundó un hospicio para peregrinos y esclavos fugados, donde se les proveía de ropas (advirtiendo a los donantes que de donar ropas caras se venderían y daría lo recaudado a los pobres, Gerhard Uhlhorn, op. cit. pg. 264).
San Juan Crisóstomo fundó una serie de hospitales en Constantinopla (Cajetan Baluffi, The Charity of the Church, Gill and Son, Dublín, 1885, pg. 39).
San Cipriano y San Efrén organizaban campañas de ayuda para hambrunas y epidemias.
En sus primeros años la Iglesia institucionalizó el cuidado de viudas, huérfanos, enfermos, etc.
Las sucesivas plagas de peste que asolaron Cartago y Alejandría despertaron la admiración y el respeto a los cristianos por su valentía al consolar a los moribundos y enterrar a los muertos cuando los paganos abandonaban a sus suerte incluso a familiares y amigos (Lecky, op. cit. pg. 87; Cajetan Baluffi, op. cit. pg.s 14-15; Alvin J. Schmidt, Social Results of Early Christianity, op. cit. pg. 328).
El obispo y padre de la Iglesia San Cipriano reprendía (en el III) a los paganos de Cartago por desvalijar a las víctimas de la plaga en vez de socorrerlas. Alentando a los cristianos a alimentar a los enfermos y enterrar los muertos.
En Alejandría (en el III) el obispo cristiano Dionisio relata como los paganos arrinconaban a los enfermos y arrojaban los moribundos a los caminos donde los dejaban, incluso familiares y amigos, tratándolos despreciativamente en cuanto morían y sin darles sepultura. Los cristianos no se abandonaban unos a otros, permanecían unidos y visitaban a los enfermos consolándolos ignorando, deliberadamente, el peligro que corrían.
Incluso Martin Lutero que se separó de la Iglesia católica (en el XVI) conservaría este espíritu de sacrificio en el famoso ensayo en el que discute si un ministro cristiano está moralmente legitimado para huir de una plaga, y concluye que NO. Que su lugar está con su rebaño, atendiendo sus necesidades espirituales hasta la muerte.
Cuando la hambruna asoló Armenia (reinado de Maximiano) los cristianos ayudaron a los pobres sin distinción de sus creencias.
Eusebio el gran historiador eclesiástico (XIV) cuenta como muchos paganos se interesaron por una religión cuyos FIELES ERAN CAPACES DE TANTA DEVOCIÓN DESINTERESADA.
Hasta Juliano el apóstata que detestaba el cristianismo se lamentaba de la bondad de los cristianos hacia los pobres paganos: "esos impíos galileos no sólo alimentan a sus pobres, sino también a los nuestros; los invitan a sus ágapes para atraerlos, tal como se atrae a un niño con un dulce".
LOS PRIMEROS HOSPITALES Y LOS CABALLEROS DE SAN JUAN.
Aún permanece la controversia si en Grecia y Roma hubo instituciones similares a nuestros hospitales. Muchos historiadores lo dudan, otros señalan destacadas excepciones.
Pero estas excepciones eran únicamente militares (soldados enfermos o heridos) no para la población general.
ES LA IGLESIA LA QUE LIDERÓ LA CREACIÓN DE INSTITUCIONES GESTIONADAS POR MÉDICOS, en las que se hacían diagnósticos, se prescribían tratamienos y dispensaban cuidados (Alvin J. Scidt, Under the Influence, op. cit. pg. 153-155)
Sobre el IV la Iglesia empezó a patrocinar la creación de hospitales a gran escala, de forma que cualquier población grande contaba, sin excepción, con un centro sanitario. Allí se cuidaba de extranjeros, viudas, huérfanos y pobres en general (John A. Ryan en Charity and Charities, op. cit. pgs. 79 y ss).
Según Guenter Risse los cristianos superaron la hospitalidad recíproca que había prevalecido en la Grecia antigua o la devoción familiar de los romanos para atender a grupos sociales marginados por la pobreza, la enfermedad y/o la edad.
El historiador de la medicina, Fielding Garrison observa que antes de Cristo la actitud hacia los enfermos y moribundos no era compasiva, el CRÉDITO DE ALIVIAR EL SUFRIMIENTO HUMANO A GRAN ESCALA CORRESPONDE ENTERAMENTE A LA CRISTIANDAD.
etc. etc. etc. etc.
Las Órdenes religiosas del tiempo de las Cruzadas administraban los hospitales de toda Europa.
La de los Caballeros de San Juan (Hospitalarios) fueron un temprano ejemplo de lo que más tarde se convertiría en la Orden de Malta dejando una profunda huella en la historia de los hospitales europeos.
El hospicio de Jerusalén (fundado 1080) alimentaba a los pobres, cobijaba peregrinos.
Tras Godofredo de Buillon sus funciones se diversificaron ampliamente tras sus donativos (importantes propiedades).
El sacerdote alemán Juan de Würzburg quedó impresionado por los cuidados que allí se dispensaban y por la labor caritativa que se ejercía. Según sus testimonios eran tantos los individuos de dentro y fuera a los que la casa alimenta, y tantas las limosnas que ofrece a los pobres que se acercan a sus puertas que los que la dirigen y sostienen no pueden calcular la cuantía del gasto.
Teodorico de Würzburg, otro peregrino alemán, se maravillaba de los cientos de camas ocupadas, afirmando que no hay tirano con suficiente poder para mantener a diario a tantos como la casa alimenta.
etc. etc.
En el XII estos centros empezaron ya a parecerse más a un hospital moderno que a un hospicio de peregrinos y entonces su misión se definió más específicamente hacia el cuidado de enfermos.
El Hospital de San Juan empezó a acoger a musulmanes y judíos. Impresionaba por su profesionalidad y organización y su estricto régimen. Se realizaban cirugías y los enfermos eran visitados, diariamente, por médicos, se les bañaba y daban dos comidas principales diarias. Los trabajadores del hospital no podían comer en tanto no lo hubieran hecho los enfermos, personal femenino garantizaba que no faltaran a los enfermos ropa y sábanas limpias.
Esta esmerada organización del Hospital de San Juan y su DECIDIDA VOCACIÓN DE SERVICIO A LOS ENFERMOS FUE EL MODELO PARA EUROPA donde en pequeños pueblos o grandes ciudades surgieron centros inspirados en dicho modelo.
Han sido tantas e impresionantes las obras de caridad católica que hasta sus peores enemigos se han visto obligados a reconocerlas.
Luciano (pagano 130-200) observaba con asombro: "es increíble el celo con que quienes profesan esta religión se ayudan unos a otros en la necesidad, sin escatimar esfuerzos. Su dador de la ley les inculcó la idea de que todos son hermanos" (Carrol y Shiflett, pg. 143).
Juliano el Apóstata (360) realizó un enérgico pero inútil intento de restaurar el paganismo en el Imperio reconocía que los cristianos superaban con creces a los paganos en devoción por la caridad: "mientras los sacerdotes paganos desprecian a los pobres los odiados galileos (los cristianos) se entregan a obras de caridad y, en un alarde de falsa compasión, ved sus mesas dispuestas para los indigentes. Es una práctica común entre ellos y provoca el desprecio hacia nuestros dioses".
Martín Lutero un gran enemigo de la Iglesia reconocía: "bajo el papado, la gente al menos era caritativa y no era preciso recurrir a la fuerza para obtener limosnas. Hoy bajo el reinado del Evangelio (protestantes) en lugar de darse se roban los unos a los otros, y parece que nadie cree poseer nada hasta que se hace con la propiedad de su vecino".
El economista del XX, Simon Patten se refería a la Iglesia en estos términos: "proporcionaba alimento y refugio a los trabajadores, caridad a los desposeídos, y aliviaba la enfermedad, la plaga y la hambruna, tan comunes en la Edad Media. Si atendemos al número de hospitales y enfermería, a la prodigalidad de los monjes y el sacrifico de las monjas, no cabe duda de que quienes sufrían en esa épcoa eran tan bien atendidos como lo son quienes sufren hoy".
etc. etc. etc.
Muchas veces la labor ingente aunque oscurecida, de la Iglesia se aprecia mejor cuando dicha labor se interrumpe. Sucedió en Inglaterra del XVI cuando Enrique VIII prohibió los monasterios, confiscó sus propiedades que distribuyó a precios ínfimos entre hombres influyentes del reino. Como pretexto para tales medidas esgrimió que los monasterios se habían convertido en fuente de inmoralidad y escándalo, pero tales manifestaciones no consiguieron ocultar la codicia real y de los nobles.
Las consecuencias sociales de la disolución monacal fueron notorias. Las Sublevaciones del Norte (1536) fueron auténticas rebeliones populares (conocidas como Peregrinación de la Gracia) al soliviantarse el pueblo por la desaparición del socorro monástico.
Un peticionario real manifestaba, dos años después: "la experiencia vivida con estas casas hoy suprimidas demuestra a las claras que será grande el dolor y grande la decadencia que en adelante se cernirá sobre vuestro reino, y grande el empobrecimiento de tantos pobres súbditos obedientes, pues faltará la hospitalidad y el sustento con los que esas casas proporcionaban gran alivio a los pobres de todas las zonas próximas a dichos monasterios" (Neil S. Rushton en Monastic Charitable Provision in Tudor England: Quantifyng and Qualifying Poor Relief in the Early Sixteenth Century, edit. Continuity and Change, 2001, pt. 34 (el fragmento de la petición se ofrece en inglés moderno).
Los monasterios eran generosos y buenos terratenientes al ofrecer tierras a rentas bajas y en usufructos de larga duración. El monasterio es un propietario que nunca muere, sus tierras son de un señor inmortal, ni sus tierras ni casas cambiaban jamás de propietario y los arrendatarios no estaban sujetos a incertidumbres de los contratos con otros terratenientes.
Así la desaparición de los monasterios y la consecuente redistribución de las tierras supuso la ruina a decenas de miles de campesinos pobres, el hundimiento de las pequeñas comunidades que eran su mundo y un futuro miserable asegurado (Philip Hughes, A Popular History of the Reformation, Hnanover House, Garden City, 1957, pg. 205)
Para mayor desgracia de los campesinos los nuevos propietarios: tenderos, banqueros, nobles, etc. no tenían ningún vínculo con el pasado rural y explotaron las tierras con criterios exclusivamente comerciales, las rentas se elevaron, los cultivos se transformaron en pastos y se perdieron muchas zonas de cultivo.
Miles de labradores se vieron arrojados a la calle, las diferencias sociales se acentuaron y la pobreza se disparó (Henri Daniel-Rops, en The Protestant Reformation, J.M.Dent&Sons, Londres, 1961, pg. 475).
Los historiadores modernos empiezan a revisar la distorsión histórica que data de fines del XVII e inicios del XVIII a consecuencia del sesgo protestante de Gilbert Burnet en su History of the Reformation of the Church of England
Según Paul Slack, investigador moderno: "la disolución monacal, de los gremios religiosos y las fraternidades (1530-1540) supuso una drástica reducción de las fuentes de caridad. Y pese a ser una ayuda localizada geográficamente fue más sustancial de lo que se pensaba y su destrucción dejó un vacío real".
Igualmente Neil Rushton ofrece pruebas significativas de que los monasterios en verdad dirigían su ayuda a los verdaderos necesitados. Y en los casos que no fue así (explica Bárbara Harvey en su estudio Living and Dying in England, 1100-1540) la culpa era de las limitaciones establecidas por los donantes para el uso de los fondos monásticos.
A la muerte de Carlomagno (814) el cuidado de los pobres básicamente parroquial, se transfirió a los monasterios lo que permitió decir al rey Luis IX de Francia que eran patrimonio pauperum, lo cierto es que era costumbre desde el siglo IV hablar de las posesiones eclesiásticas como patrimonio pauperum.
Pese a todo desde las altas montañas a los valles se alzaban monasterios en torno a los cuales se articulaba la vida religiosa y comunal. Se instalaban escuelas, se ofrecían modelos de agricultura, industria, piscicultura, técnicas forestales, se acogía a viajeros, se aliviaba a los pobres, se criaban huérfanos, se atendía a los enfermos y se deba refugio a los acuciados por la miseria, material, corporal y/o espiritual.
Y al igual que la corona inglesa atacó los monasterios en el XVI debilitando la red de caridad creada por estas instituciones, la Revolución "francesa" contra la Iglesia puso fin, en el XVIII, a una abundante fuente de buenas obras.
En 1789 (noviembre) el gobierno revolucionario confiscó los bienes eclesiásticos.
En 1847 Francia contaba con un 47% de hospitales menos que en 1789, y en 1799 (en sólo diez años tras la revolución) de 50.000 estudiantes matriculados en las universidades antes de la revolución se redujeron a 12.000.
AUNQUE AÚN SE OMITE EN LOS TEXTOS HISTÓRICOS, LA IGLESIA CATÓLICA REVOLUCIONÓ LA PRÁCTICA DE LA CARIDAD, TANTO EN SU ESPÍRITU COMO EN SU APLICACIÓN. LOS RESULTADOS HABLAN POR SÍ MISMOS: UNA CANTIDAD SIN PRECEDENTES DE ACCIONES CARITATIVAS E INSTITUCIONALIZACIÓN DE CUIDADOS A VIUDAS, HUÉRFANOS, POBRES Y ENFERMOS.
POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS.
DE BIEN NACIDO ES SER AGRADECIDO. GRACIAS IGLESIA CATÓLICA.
6ª Parte: LA IGLESIA Y EL ESTADO : DERECHO OCCIDENTAL.
Cuando en la mayoría de países occidentales una personas es condenada por asesinato a la pena capital, si en ese período, antes de la ejecución, pierde la razón la condena se aplaza hasta que recupera la cordura. Sólo entonces se practica el castigo. El motivo de esta excepción es puramente teológico pues sólo cuando el individuo está en su sano juicio puede hacer una confesión válida, confesar sus pecados y confiar en la salvación de su alma.
Casos análogos llevaron a Harold Berman a observar que los sistemas jurídicos modernos de Occidente son un residuo secular de actitudes y creencias religiosas que hallaron su expresión histórica en la liturgia, los ritos y la doctrina de la Iglesia.
Más tarde en las instituciones y principios de los valores legales.
Si no se comprenden estas raíces históricas, muchos aspectos del Derecho pueden parecer carentes de fundamentos. (Harold J. Berman, Law and Revolution: The Formation of the Western Legal Tradition, Harvard University Press, Cambridge, 1983, pg. 166).
Berman ha documentado la influencia de la Iglesia Católica en el desarrollo del Derecho de Occidente.
Los principios del Derecho occidental se hallan en sus orígenes, por tanto, en su naturaleza, en íntima relación con conceptos claramente teológicos y litúrgicos, como la expiación y los sacramentos (op. cit. pg. 195).
En los primeros siglos de la Iglesia, tras el Edicto de Milán (313, ampliaba la tolerancia al cristianismo emitido por Constantino) se generaron multitud de conflictos entre Iglesia y Estado, generalmente en detrimento de la primera.
En el 325 Constantino convocó el Concilio de Nicea, el primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia para afrontar el arrianismo divisor, una herejía que negaba la divinidad de Cristo.
La intervención laica en asuntos eclesiásticos era frecuente. Los reyes y emperadores francos designaban al personal eclesiástico e incluso lo instruían.
En el IX y X la intervención del poder laico se intensificó dentro de la Iglesia, y abades, párrocos, incluso obispos eran nombrados por laicos, no por la Iglesia.
La reforma gregoriana se inició para mejorar la moral del clero, insistiendo en la observancia del celibato y aboliendo la práctica de la simonía (compra venta de cargos eclesiásticos). Los intentos de reforma chocaron con el problema de base, la intromisión laica en la Iglesia.
Hildebrando, luego San Gregorio VII poco podía hacer para poner fin a la decadencia en el seno de la Iglesia si carecía de poder para nombrar obispos.
LA SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO.
El Papa Gregorio dio un paso decisivo cuando describió al rey como un profano más, lisa y llanamente. Los reformistas eclesiales anteriores aún reconociendo que la designación laica de cargos eclesiásticos menores eran un error, el rey ocupaba una posición excepcional.
La figura real se consideraba sagrada, dotada de deberes y derechos religiosos, hasta el punto de que se propuso que la coronación fuera elevada a categoría sacramental.
Gregorio insistió, el rey era como cualquier otro profano, sin órdenes sagradas y, por tanto, sin derecho a intervenir en los asuntos eclesiásticos, y por extensión, tampoco el Estado sobre el cual el rey ejercía su gobierno poseería poder alguno sobre la Iglesia.
Fue la reforma gregoriana la que delimitó las fronteras entre Iglesia y Estado. Tras este momento empiezan a redactarse códigos legales, tanto en la Iglesia como en el Estado, definiendo explícitamente los poderes y responsabilidades de cada cual para la Europa posterior a Hildebrando.
El DERECHO CANÓNICO es pues el primer código legal sistemático de la Europa medieval, y sirvió de modelo a los diversos sistemas jurídicos laicos de siglos posteriores.
Antes del Derecho Canónico (XII y XIII) en Europa Occidental se carecía de algo similar a un sistema legal moderno.
Tras la desaparición del Imperio Romano de Occidente en diversos reinos bárbaros, el derecho se hallaba indisolublemente unido a la costumbre y el parentesco, sin autonomía de ambos, como un fruto del conocimiento y del análisis capaz de establecer unas normas generales de conducta humana.
En igual situación se encontraba el Derecho Canónigo hasta el XI, sin un intento serio de codificación sistemática, estando disperso en las observaciones conciliares ecuménicas, libros de penitencia, papas, algunos obispos, los padres de la Iglesia, etc. Y buena parte del derecho eclesiástico era de naturaleza regional, no universal al conjunto de la cristiandad.
Esto cambió en el XII, y el principal tratado de derecho canónico fue obra del monje Graciano: Una Concordancia de Cánones Disonantes (Decretum Gratiani o simplemente Decretum, de 1140).
Es una obra gigantesca, en volumen y alcance, que marcó un auténtico hito histórico. De acuerdo con Bergman, el Decretum, fue el primer tratado legal sistemático y exhaustivo en la historia de Occidente y tal vez de la humanidad (entendiendo por exhaustivo el intento de abarcar la totalidad de las leyes de un sistema de gobierno, y por sistemático el presentarlas en un cuerpo común cuyas partes se conciben en interacciones del todo).
En un mundo regido por la costumbre, antes que por un conjunto de leyes de obligado cumplimiento, tanto en la Iglesia como en el ámbito laico, Graciano y otros canonistas desarrollaron una serie de criterios, basados en la razón y la conciencia para determinar la validez de las costumbres y sostener la idea de que toda costumbre legítima debía responder a una ley pre-política y natural.
El derecho canónico enseñó a un Occidente barbarizado a elaborar, a partir de una mezcla de costumbres, normas tipificadas y otras fuentes dispersas un orden legal coherente y sólidamente estructurado en el que todas las contradicciones observadas antes quedasen sintetizadas o resueltas.
Fue esa visión del derecho la que fructificaría en la Iglesia y e todos los sistemas legales laicos codificados a partir de entonces.
Fueron los pensadores católicos los que reunieron una amplia variedad de textos (Biblia, Evangelio, Aristóteles, Justiniano, los padres de la Iglesia, San Agustín, los Concilios, etc.) y mediante el método escolástico y la teoría del derecho natural lograron crear, partiendo de fuentes tan dispares, una ciencia legal coherente y racional (Harold Berman en The Influence of Christianity Upon the Development of Law, Oklahoma Law Review 12, 1959, pg. 93).
En el curso de esta unificación de los sistemas legales de los Estados emergentes en la Europa Occidental los juristas del XII tomaron como modelo el derecho canónigo.
E igual importancia tuvo el contenido que impulsó el Derecho Occidental en aspectos como el matrimonio, la pobreza, y la herencia como en la introducción de procedimientos judiciales de carácter racional en sustitución de prácticas mágicas usadas para probar la comisión de delitos (ordalías del fuego y agua, los combates, etc. propios de los pueblos germánicos).
La insistencia en el CONSENTIMIENTO como pilar del matrimonio y en la MALA FE como base del delito, el impulso de la igualdad para proteger a pobres e indefensos ante los ricos y poderosos, etc.
Los legisladores y juristas católicos tropezaron con una realidad poco propicia cuando se reunieron en las universidades medievales con el propósito de establecer los respectivos sistemas legales de la Iglesia y el Estado.
Los pueblos de Europa seguían viviendo en el XI bajo un modelo de rey bárbaro. Se enfrentaban a la situación de que la ley preponderante era la del feudo de sangre, la del juicio mediante combate, las ordalías, la purgación, etc.
Los procedimientos racionales del derecho canónico aceleraron el fin de los métodos primitivos.
El derecho es una de las principales facetas de la civilización occidental donde mayor es nuestra deuda con la Roma clásica.
La aportación de la Iglesia no se limitó a innovar con una aportación de igual importancia, sino a regirse por unas normas que demostrasen la validez de las pruebas y procedimientos racionales inspirados en el orden legal romano, en un contexto donde la inocencia o la culpa se establecían mediante pura superstición.
Al desarrollar los principios fundamentales en las leyes, los juristas católicos fueron capaces de superar la práctica del matrimonio infantil (costumbre bárbara).
Al insistir en el libre consentimiento se cimentó el derecho matrimonial moderno pero también el moderno derecho contractual con el concepto de libre voluntad y los conceptos relacionados de error, coacción y fraude.
La codificación y promulgación de un corpus legal sistemático hizo posible que los beneficiosos principios de la doctrina católica se abriesen camino en la vida diaria de los pueblos europeos que habían adoptado el catolicismo aunque no lo practicaran con todas sus consecuencias.
Esos mismos principios siguen siendo las claves del sistema legal por las que hoy se rigen las vidas de los pueblos occidentales y afortunadamente, de un número cada vez mayor de no occidentales.
Al analizar las reglas mediante las cuales el derecho canónico se proponía establecer la criminalidad de un determinado acto se descubren los principios legales que han llegado a ser la norma en todo el mundo occidental.
Preocupados por la intención del acto los legisladores de la época apreciaron que podía ser diversa y las consecuencias morales de distintas conexiones causales.
Los canonistas consideraban supuestos como el siguiente: alguien tira una piedra con intención de intimidar al compañero, que, al intentar esquivarla, choca contra una roca y sufre graves daños. La asistencia médica es negligente y le causa la muerte. ¿hasta qué punto el lanzamiento de la piedra es responsable de esa muerte?
Estos legisladores también introdujeron el principio moderno de circunstancias atenuantes eximentes de responsabilidad legal. Ciertamente el derecho romano contemplaba y distinguía entre actos deliberados y accdentales, por lo que contribuyó a introducir la idea de intencionalidad en el derecho.
Tanto los canonistas del XI y XII como los juristas laicos coétaneos, al elaborar los primeros sistemas legales de Europa Occidental se inspiraron en el recién descubierto código legal de Justiniano (VI) pero la adopción de ese modelo fue de gran calado por las contribuciones y mejoras propias tras numerosos siglos de influencia bárbara.
Los sistemas laicos llevan la marca distintiva de la teología católica.
La obra de San Anselmo (Cur Deus Homo) permite analizar la tradición legal en Occidente. Basado en razonamientos teológicos sobre el porque Dios no podía, simplemente, perdonar al hombre por el pecado original.
Así surge el Derecho Penal en Occidente, en un contexto religioso profundamente influido por la doctrina de la expiación de San Anselmo.
Esta exposición se basa en la idea de que una violación de la ley es una ofensa contra la justicia y contra el propio orden moral que debe castigarse para reparar dicho orden. Así el castigo debe adecuarse a la naturaleza y alcance de la violación.
Fue cuestión de poco tiempo pasar de la justicia teológica a la del reino temporal, quien ha violado la justicia, en abstracto, debe ser sometido a alguna clase de castigo para restablecer el orden de la justicia. Así se despersonalizaba el delito y los actos criminales pasan a ser percibidos menos como acciones contra determinadas personas (las víctimas) y más como violaciones del principio de justicia abstracto, cuya aparejada alteración del orden moral sólo puede rectificarse mediante la aplicación de un castigo .
EL ORIGEN DE LOS DERECHOS NATURALES.
La influencia de la Iglesia en los sistemas legales y pensamiento jurídico occidental se extiende al concepto de derechos naturales.
Aunque durante mucho tiempo se aceptó que la idea de derechos naturales, privilegios o exenciones de moral universal en posesión de todos los individuos, surgió espontáneamente sobre el XVII.
Hoy sabemos (gracias a Brian Tierney, la mayor autoridad del pensamiento medieval, y otros) que esa tesis no puede defenderse.
Cuando los filósofos del XVII formularon sus teorías sobre los derechos naturales, construían sobre una tradición previa, y sus orígenes se encuentran en los eruditos católicos del XII (Brian Terney en The Idea of Natural Rights: Studies on Natural Rights in Later Scholastic Thought, Cambridge University Press, 1997; Charles J. Reid, Jr en The Canonistic Contribution to the Western Righsts Tradition: an Historical Inquiry, Boslton College Law Review 33, 1991, pgs. 37-92; y Kenneth Penington en The History of Rights in Western Thorught, Emory Law Journal 47, 1998, pgs. 237-252).
La noción de derechos naturales es uno de los rasgos distintivos de la civilización occidental, de ahí que los expertos tiendan a reconocer, cada vez más, que es otro legado inestimable de la Iglesia Católica.
Antes de Tierney pocos suponían que el origen de los derechos naturales se hallaban en los comentarios del Decretun de Graciano (compendio canónico) pese a que fueron estos eruditos, los decretistas, quienes de hecho iniciaron la tradición de la que hablamos.
El XII fue tiempo de gran interés y preocupación por los derechos de ciertas instituciones y categorías de individuos. A partir de los controvertidos procedimientos de investidura del XI los reyes y papas se enfrentaron en enérgico debate sobre sus respectivos derechos, debate que seguía vivo siglos después.
En realidad no eran reivindicaciones que pudieran denominarse "derechos naturales" pues solamente afectaban a determinados grupos, no a los derechos inherentes por naturaleza a todos los humanos. Pero fue ese contexto cultural que esgrimía frecuentemente el concepto de derechos de donde los canonistas y otros juristas extrajeron el vocabulario y el aparato intelectual asociados hoy en día con las modernas teorías del derecho natural.
Las diversas fuentes citadas en los primeros capítulos del Decretum de Graciano aludían a menudo al término ius naturale (derecho natural) pero las fuentes ofrecían diversas definiciones del término, y los comentaristas intentaron dilucidar todos sus significados. En esa labor descubrieron un nuevo significado no presente anteriormente. La lectura de textos antiguos con esa nueva luz, más personalista y basada en los derechos permitió a esos pensadores católicos incorporar una definición nueva.
Una vez definido subjetivamente el concepto de derecho natural se llegó fácilmente a las correctas normas de conducta y poderes inherentes al individuo que hoy llamamos derechos naturales.
Y los canonistas vislumbraron que una noción correcta de justicia natural debía incluir el concepto de derechos individuales. Se identificaron ejemplos concretos de derechos naturales como el de comparecer ante un tribunal de justicia y defenderse de las acusaciones que pudieran formularse contra una persona.
Los juristas medievales insistieron en que este derecho fuese una concesión del gobierno al ciudadano, sino que se trataba de un derecho natural de todos.
Pese a las importantes aportaciones que partieron de litigios y controversias (como las de la pobreza de los franciscanos, etc. que derivó en un importante y fructífero debate sobre la naturaleza de la propiedad, del que surgirían importantes cuestiones que dominarían la teoría del Derecho en el XVII) pero lo que en verdad reforzó los tratados del Derecho en el XVII en el seno de Occidente fue el descubrimiento de América y las cuestiones teológicas que se plantearon los escolásticos españoles respecto a los derechos de los pueblos nativos.
Los españoles desarrollaron la idea de que los NATIVOS AMERICANOS POSEÍAN UNOS DERECHOS NATURALES QUE LOS EUROPEOS DEBÍAN RESPETAR, y los teólogos del XVI retomaron una antigua tradición intelectual (originada en los canonistas católicos del XII).
Así, el derecho canónico proporcionó a Occidente el primer ejemplo de sistema legal moderno y fue sobre esa base, con ese modelo, como se pudo construir posteriormente la tradición legal del Occidente Moderno.
Análogamente el Derecho Penal de Occidente está fuertemente influenciado por los principios legales consagrados por el derecho canónico y también por las IDEAS TEOLÓGICAS, en particular la doctrina de la expiación de San Anselmo.
Finalmente la propia noción de derechos naturales erróneamente atribuida durante un tiempo a pensadores liberales del XVII y XVIII, procede realmente de los canonistas, papas, profesores de universidad y filósofos católicos.
Cuanto más se investiga el Derecho occidental mayor resulta la huella de la Iglesia católica en nuestra civilización y más conviene reclamar su autoría.
DE BIEN NACIDO ES SER AGRADECIDO. GRACIAS IGLESIA CATÓLICA.
7ª Parte : LA IGLESIA Y LA MORAL EN OCCIDENTE.
No extraña que los parámetros morales hayan sido establecidos de forma decisiva por la Iglesia Católica, pues muchos de los principales valores de la tradición moral en Occidente tienen su origen en la CONCEPCIÓN CATÓLICA DE QUE LA VIDA HUMANA ES SAGRADA.
En la insistencia en EL HECHO DE QUE CADA SER HUMANO ES ÚNICO POR POSEER UN ALMA INMORTAL carece de equivalencia en el mundo antiguo.
De hecho los pobres, los débiles, los enfermos, recibían un trato (maltrato) despectivo por los no católicos y generalmente abandonados a su suerte. Como ya vimos en la 5ª Parte de ahí que la CARIDAD católica fuese tan significativa e innovadora en el mundo occidental.
Los católicos denunciaron y pusieron fin a la práctica del infanticidio que Roma y Grecia consideraban aceptable.
El mismo gran Platón declaraba que al que no fuese capaz de trabajar, por su enfermedad, debería dejársele morir.
Séneca escribía: ahogamos a los niños que nacen débiles o anormales (Alvin J. Schmidth, Under the Influence. How Christianity Transformed Civilization, Grand Rapids, 2001, pgs. 128 y 153)
Los varones deformes y muchas niñas totalmente sanas (incómodas para sociedades patriarcales) simplemente se les abandonaba y por ello en la Roma antigua la población masculina superaba la femenina en un 30% (Vicent Carroll y David Shiflett, Christianity o Trial, Encounter Books, san Francisco, 2002, pg. 7).
LA IGLESIA JAMÁS ACEPTÓ ESA CONDUCTA.
El compromiso de la Iglesia Católica con la naturaleza sagrada de la vida humana se observa también en la condena al suicidio, un acto que tenía defensores en el mundo antiguo (y desgraciadamente, hoy día).
Si bien Aristóteles criticaba el suicidio los estoicos lo aceptaban como vía de escape al dolor físico o la frustración emocional. Y bastantes estoicos se suicidaron ¿qué mejor prueba de desapego al mundo que el acto de controlar el momento de la propia partida?
San Agustín (La Ciudad de Dios) prohíbe esa vía.
Santo Tomás abordó la cuestión del suicidio en la Summa Theologiae (parte dedicada a la justicia) y dos de sus tres argumentos contra el suicidio se basan en la razón, defendible al margen de la revelación divina.
La Iglesia ha tenido notable éxito inculcando la aversión al suicidio como constatan las estadísticas. A inicios del XX un especialista señalaba la notable diferencia en el índice de suicidios en los cantones católicos comparándolos con los protestantes (Suiza) o el bajísimo índice de casos en Irlanda un país que ha padecido incontables penalidades y tragedias (James J. Walsh, The World's Debt to the Catholic Church, The Stratford Co, Boston, 1924, pg. 227).
Igualmente fue la Iglesia y las enseñanzas de Cristo las que contribuyeron a abolir las luchas de gladiadores. Pues semejante banalización de la vida (matarse por diversión) es totalmente contraria a la noción católica de dignidad y valor individual.
Como señala el historiador francés (Jérôme Carcopino en su Vida cotidiana en la Roma Antigua) las carnicerías en la arena terminaron por orden de los emperadores cristianos.
Lecky pone el hecho en perspectiva: "apenas hay reforma tan importante en la historia de la moral como la supresión de los espectáculos de gladiadores, un logro exclusivamente atribuible a la Iglesia Católica"
Igual de crítica fue la Iglesia con la posterior y ampliamente extendida práctica del duelo, y aplicó severas sanciones a los que se batieran, hasta que en el Concilio de Trento se acordó la excomunión para los duelistas.
León XIII siguió la misma línea ante la indiferencia de las leyes laicas de la época.
LA GUERRA JUSTA.
Otro importante ejemplo de la influencia Católica en la moral occidental se halla en la tradición de la guerra justa. Cuestión presente ya en el mundo clásico y hasta Cicerón discutió los bienes y males de la guerra.
Y aunque los filósofos antiguos se refirieron a determinadas guerras como justas e injustas no llegron a formular una teoría completa sobre la guerra justa.
Como dice Ernest Fortin ni en Platón ni en Aristóteles hallamos naa que pueda compararse con por ejemplo la exposición "sobre la guerra" de Santo Tomás en la Summa Teológica.
El desarrollo de una tradición occidental claramente definida respecto de la rectitud moral de las guerras sobre la base de unos determinados principios establecidos fue obra de la Iglesia Católica.
Aunque Cicerón avanzó algo parecido a una teoría de la guerra justa al analizar los conflictos bélicos en la historia de Roma pero serían los padres de la Iglesia los que retomaron y ampliaron esa idea para transformarla en una herramienta de evaluación moral más ambiciosa.
Santo Tomás de Aquino abordó la cuestión de forma memorable, citando tres condiciones necesarias para que una guerra pudiera denominarse justa:
1º.- la autoridad del soberano bajo cuyo mando se desarrolla la guerra, pues no es asunto de un individuo particular declararla.
2º.- existir una causa, que quienes sean atacados lo sean por merecerlo al haber cometido alguna falta.
3º.- que los beligerantes tengan una intención justa, fomentar el bien o evitar el mal.
Luego serían los escolásticos españoles (XVI). El padre Francisco de Vitoria que estableció los rudimentos del Derecho Internacional y también se dedicó a la causa de la guerra justa.
En De Jure Belli identificaba tres normas principales.
Por contra El Príncipe de Maquiavelo es un análisis POLÍTICO y LAICO (Roland H.Bainton, Christian Attitudes Toward War and Peace, Abingdon Press, NY, 1960, pgs. 123-126) y ofrece una visión de la relación Estado y moral cuya influencia aún pervive en el planteamiento político occidental que ayuda a apreciar la importancia de la teoría de la guerra justa.
Según Maquiavelo el Estado no puede ser juzgado por nada ni por nadie, y no está obligado a rendir cuentas ante ninguna autoridad superior. Ningún Papa, ningún código moral podía juzgar la conducta de un Estado.
Una de las razones por las que Maquiavelo denostaba tanto el catolicismo es la noción católica de que el Estado, no sólo los individuos, deben actuar con corrección moral.
Para Maquiavelo la política se convirtió en un juego de ajedrez en el que la eliminación de un peón político, aún estando integrado por miles de hombres, no era más inquietante que la eliminación de cualquiera de las figuras de marfil del tablero (Ibidem. pg. 126).
La tradición de la guerra justa y las aportaciones escolásticas del XVI precisamente surgen como respuesta a este pensamiento maquiavélico.
Para la Iglesia Católica nadie ni siquiera el Estado se halla exento de deberes morales. Y la teoría de la guerra justa fue, en siglos posteriores, una herramienta indispensable de la moral y los filósofos actuales, herederos de esa tradición, se sirven aún de sus principios originales para afrontar los desafíos del XXI.
MORAL SEXUAL.
Las fuentes más antiguas revelan que la moral sexual había llegado a un punto de degradación cuando surge la Iglesia en la Historia.
La promiscuidad generalizada (escribe el satírico Juvenal) era la causa de que los romanos hubiesen perdido a la diosa Castidad. Ovidio observaba que las prácticas sexuales se habían tornado en su tiempo especialmente perversas, incluso sádicas,
En Catulo, Marcial y Suetonio encontramos testimonios similares al respecto de la fidelidad conyugal y la inmoralidad sexual.
César Augusto intento poner freno a esas tendencias con medidas legales, pjero la ley rara vez puede reformar a un pueblo que ya ha sucumbido a los encantos de la gratificación inmediata.
A inicios del II, Tácito afirmaba que una mujer casta era un fenómeno raro (Alvin J. Schmidt, op. cit. pgs. 80-82).
La Iglesia enseñó (y enseña) que las relaciones íntimas debían circunscribirse al matrimonio.
Incluso Edward Gibbson que culpaba a la cristiandad de la caída del Imperio Romano de Occidente se vio obligado a admitir que: "los cristianos restablecieron la dignidad del matrimonio"
Impresionado por la rectitud sexual de los cristianos Galeno, el médico griego del II, los describía "tan avanzados en disciplina ... y con un deseo tan intenso de alcanzar la excelencia moral, que en modo alguno pueden considerarse inferiores a los verdaderos filósofos" (ibidem, pg. 84).
La Iglesia no limitaba el adulterio a la infidelidad de la mujer hacia el marido como era la costumbre en el mundo antiguo, sino que lo extendía a la del hombre hacia la mujer. Según el historiador de la institución del matrimonio Edward Westermarck atribuye a la influencia cristiana la equiparación del pecado de adulterio.
La Iglesia santificó el matrimonio y lo elevó a la categoría de sacramento, prohibió el divorcio. Y mejoró la autonomía de las mujeres.
Dotado de razón el ser humano no está condenado a obrar por mero instinto, es capaz de reflexión moral algo de lo que carecen las especies animales.
Cuando el ser humano no ejerce esa facultad, entonces NUNCA vive a la altura de su propia naturaleza.
Si no reflexiona, sino evalúa con rigor moral su propio comportamiento ¿de qué le sirve ser humano?
Si el único principio rector de la vida es hacer únicamente lo que reporta placer inmediato, el hombre no es, en cierto sentido, distinto de una bestia.
Hasta los paganos de Roma percibían la degradación que sufrían, "que cosa tan despreciable es el hombre -escribía Séneca- cuando no logra elevarse por encima de su condición humana"
Sócrates afirmaba que EL CONOCIMIENTO ES VIRTUD, Y CONOCER EL BIEN ES HACER EL BIEN.
En la serie se han repasado algunas de las principales ideas introducidas por la Iglesia Católica en nuestra Civilización Occidental.
Hoy son mayoría los jóvenes, y no tan jóvenes, que tiene un CONOCIMIENTO CARICATURESCO de las enseñanzas de la Iglesia y de la Iglesia misma. Especialmente en materia de intimidad humana, y dado el ambiente cultural en que viven ni siquiera se plantean NI ENTIENDEN la postura eclesiástica en ese sentido.
Fiel a su misión, dos veces milenaria, LA IGLESIA CATÓLICA SIGUE DEFENDIENDO UNA MORAL ALTERNATIVA PARA LOS JÓVENES INMERSOS EN UNA CULTURA QUE LOS INUNDA E INVITA SIN TREGUA A BUSCAR LA GRATIFICACIÓN INMEDIATA.
La Iglesia recuerda a los grandes personajes de su historia y los toma como modelo de cómo han de vivir los hombres verdaderos.
¿SU MENSAJE? Esencialmente este: PODEMOS ASPIRAR A SER UNO DE ESOS HOMBRES (constructor de civilización), un gran genio, un siervo de Dios y de los hombres, o un misionero heróico O PODEMOS SER UN DON NADIE ABSORTO EN SÍ MISMO Y OBSESIONADO POR SATISFACER UNOS APETITOS QUE NUNCA SE SACIAN.
Nuestra sociedad hace cuanto está en sus manos por que tomemos el camino fácil. Pero PODEMOS SER NOSOTROS MISMOS, ALEJARNOS DEL REBAÑO, DECLARAR NUESTRA INDEPENDENCIA DE LA KULTURA QUE NOS CONSIDERA TAN POCO Y PROCLAMAR LA INTENCIÓN DE VIVIR COMO UN HOMBRE, NO COMO UNA BESTIA.
GRACIAS IGLESIA CATÓLICA. DE BIEN NACIDO ES SER AGRADECIDO.
CONCLUSIÓN : UN MUNDO SIN DIOS
La religión es un aspecto fundamental de cualquier civilización, y la influencia de la Iglesia Católica en la percepción de lo que el hombre occidental tiene de Dios ha sido decisiva.
Cuatro características distinguen la visión católica de Dios de las ideas de las antiguas civilizaciones de Oriente Medio sobre lo divino.
PRIMERA: Dios es uno. Los sistemas politeístas según los que una serie de divinidades se encargaban de custodiar determinados fenómenos naturales o lugares físicos son ajenos a la cultura occidental que está acostumbrada a concebir a Dios como único ser dotado de poder supremo sobre toda la creación.
SEGUNDA: Dios es absolutamente soberano, su existencia no procede de un reino anterior y no está sometido a ninguna otra fuerza, ni la enfermedad, ni el hambre, la sed ni el destino, circunstancias que afectan a los dioses del Oriente Próximo.
TERCERA: Dios es trascendente, abarca más que su propia creación. No se ubica en ningún espacio físico, ni ha dotado de alma a las cosas creadas, como en las religiones animistas.
Precisamente esta condición es FUNDAMENTAL para el surgimiento de la ciencia y el progreso de la idea de que la naturaleza se rige por unas leyes cíclicas, pues priva a la naturaleza material de atributos divinos y de voluntad propia, por tanto, es posible concebir que hay unas pautas (o leyes) de conducta regulares.
CUARTA: Dios es bueno, a diferencia de los dioses de la antigüedad como los sumerios, que en el mejor de los casos se mostraban indiferentes hacia el bienestar de los hombres.
O de la antigua Grecia cuyas divinidades eran mezquinos y vengativos en su trato a los humanos.
El Dios del catolicismo ama a la humanidad y desea el bien del hombre agradándole su buen comportamiento.
Todas estas características también son del Dios del Antiguo Testamento, si bien la concepción católica se distancia de esa tradición (judía) por la ENCARNACIÓN DE JESUCRISTO.
Con el nacimiento de Cristo y su permanencia en este mundo sabemos que Dios no solo busca la veneración del hombre, sino también su amistad.
Dios llega al hombre encarnado en Jesucristo (la segunda persona de la Trinidad) porque busca nuestro amor, no sobrecogernos con la majestuosidad de la visión beatífica (que no está a nuestro alcance en este mundo) sino condescendiendo a relacionarse con nosotros poniéndose a nuestro nivel, adoptando nuestra naturaleza y nuestra carne.
Esta idea es una excepción en la historia de las religiones y ha calado de tal modo en la cultura occidental que apenas nadie se para a pensarlo dos veces.
Tal es el arraigo de los conceptos católicos que incluso los movimientos contrarios al catolicismo aparecen imbuidos de ideas cristianas.
Hasta el marxismo, implacablemente anti católico y materialista toma ciertas ideas religiosas de las herejías del XVI (Murray N. Rothbard en Karl Marx as Religious Escathologist, o en Requien for Marx de Yuri N. Maltsev).
Los progresistas estadounidenses de inicios del XX se jactaban de haber abandonado su fe (ampliamente protestante) pese a lo cual su discurso seguía claramente impregnado de lenguaje cristiano (Muray N. Rothbard en World War I as Fulfitllment: Power and the Intellectuals y otras varias obras más).
Estos ejemplos subrayan que la Iglesia Católica no se limitó a contribuir al desarrollo de la civilización occidental sino que ES la civilización occidental.
Naturalmente tomó prestados conceptos del mundo clásico para transformar y mejorar la tradición antigua.
No ha habido apenas empresa humana en los albores de la Edad Media en la que no participaran monasterios.
La revolución cristiana arraigó en el Occidente europeo gracias a que sus FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS y FILOSÓFICOS, esencialmente católicos proporcionaron una base sólida y un terreno fértil y propicio para el desarrollo científico.
En otras civilizaciones no sucedió al carecer de la solidez de pilares y el ambiente propicio, por ello fue sólo con la Iglesia Católica donde surgieron las Universidades, la ciencia, etc.
Es a los escolásticos a los que debemos tanto la idea del Derecho Internacional como otros conceptos esenciales para el surgimiento de la Teoría Económica.
Dos frutos de las universidades europeas creadas en la Edad Media por la Iglesia.
A diferencia de las academias griegas cada una de las cuales tendía a estar dominada por una escuela de pensamiento independiente, las universidades católicas medievales eran lugares de un vivo e intenso debate e intercambio intelectual (David Lindberg en The Beginnings of Western Science, University of Chicago Press, Chicago, 1992, pg. 213).
Según David Lindberg: "el maestro medieval gozaba de amplia libertad en el seno del sistema educativo. El estereotipo describe al profesor medieval como un individuo débil y servil, un esclavo de Aristóteles y de los padres de la Iglesia (aunque no explica cómo se puede ser esclavo de ambos simultáneamente) temeroso de separarse ni una coma de los dictados de la autoridad.
Evidentemente había unos límites teológicos, pero dentro de esos amplios límites el profesor gozaba de notable libertad, de pensamiento y expresión; no había apenas doctrina alguna, ya fuese filosófica o teológica, que los intelectuales de la universidad católica medieval no sometieran a un minucioso escrutinio crítico".
EL AFÁN DEL ESCOLASTICISMO CATÓLICO EN SU BÚSQUEDA DE LA VERDAD MEDIANTE EL ESTUDIO Y MANEJO DE FUENTES DIVERSAS, Y UNA CLARA VOLUNTAD DE ABORDAR POSTURAS CONTRARIAS con cautela y precisión, dotaron a la tradición intelectual medieval y universitaria de una vitalidad de al que Occidente puede, legítimamente, enorgullecerse.
El Pensamiento Económico, el Derecho Internacional, la Ciencia, la vida universitaria, la caridad, las ideas religiosas, el arte y la moral formaron los cimientos de una civilización, y en Occidente TODO ello surgió del núcleo de la Iglesia Católica.
Paradójicamente la importancia de la Iglesia en la civilización occidental se ha mostrado más clara cuando su influencia se ha debilitado.
En el XVIII la Ilustración cuestionó hasta extremos sin precedentes la historia del Catolicismo, la posición privilegiada de la Iglesia y el respeto que hasta ese momento se había ganado.
Los ataques contra el Catolicismo continuaron en el siguiente siglo, especialmente con la Kulturkampf alemana y el anticlericalismo italiano.
Francia secularizó la enseñanza en 1905 y aunque la Iglesia floreció en EEUU a finales del XIX e inicios del XX los ataques a la libertad eclesiástica en le resto del mundo occidental causaron un daño indecible (Thomas E. Woods, Jr. The Church Confronts Modernity: Catholic Intellectuals and the Progressive Era, Columbia University Press, NY, 2004).
El mundo del arte ofrece la prueba más dramática y notoria de las consecuencias del eclipse parcial de la Iglesia en el mundo moderno.
Jude Dougherty, decano emérito de la Escuela de Filosofía de la Universidad Católica, habla de una relación entre "la filosofía antimetafísica y empobrecida actual y su efecto debilitador en el mundo de las artes.
Hay un nexo ente el arte de una civilización y su creencia y conciencia de la trascendente.
Sin conocimiento metafísico de lo trascendente, sin el reconocimiento de un intelecto divino que es, simultáneamente, la fuente del orden natural y la culminación de las aspiraciones humanas, la realidad se construye en términos puramente materiales.
El hombre se convierte en la medida de todas las cosas y queda eximido de responsabilidad ante el orden objetivo.
La vida se vacía y carece de sentido.
ESTA ARIDEZ SE EXPRESA EN LA PERVERSIÓN Y ESTERILIDAD DEL "ARTE" ACTUAL, desde Bauhaus a la posmodernidad, pasando por el cubismo".
Cuando la gente cree que la vida carece de sentido y es tan sólo fruto del azar, desprovista de cualquier otra fuerza o principio superior que la guíe ¿sorprende que esa percepción del sinsentido se refleje en el "arte"?
Esa sensación de absurdo y desorden se intensifica a partir del XIX.
El gran historiador de la filosofía Frederick Copleston resume el punto de vista Nietzschiano así: "el rechazo a la idea de que el mundo ha sido creado por Dios con un propósito o de que es la manifestación espontánea de la Idea o del Espíritu absolutos, deja al hombre libertad para que asigne a la vida el sentido que prefiera. Y ésta no tiene entonces ningún sentido".
Por su parte el modernismo literario se ocupaba de sacudir los pilares del orden en el ámbito de la palabra escrita, anulando el planteamiento, el nudo y el desenlace de los relatos. Los escritores ideaban extrañas tramas donde el protagonista se enfrenta a un universo irracional y caótico, que no lograba comprender. Así la Metamorfosis de Kafka comienza diciendo: "Cuando Gregor Samsa depertó una mañana, después de haber tenido sueños perturbadores, descubrió que mientras dormía se había transformado en un insecto gigantesco".
También el giro golpeó la música atonal de Arnol Schoenberg y en los caóticos ritmos de Igos Stravinski, especialmente en su Consagración de la primavera o en la Sinfonía en tres movimientos de 1945.
Huelga decir la degeneración sufrida por la arquitectura, palpable incluso (o por eso mismo) en edificios destinados a Iglesias.
No es hora de cuestionar el mérito de las obras sino de mostrar que reflejan un ambiente intelectual y cultural contrario a la creencia católica en un universo ordenado y dotado de sentido.
Luego Sartre y la escuela existencialista declararían que el universo era profundamente absurdo y la vida carecía, por completo, de sentido ¿Cómo vivir en tales circunstancias? pues afrontando el vacío más absoluto y reconociendo que nada tiene significado y que no hay valores absolutos. Así cada cual construye sus propios valores y vive en consecuencia.
Las artes visuales también padecen el virus e influencia de este ambiente.
El artista medieval, consciente de que su misión era comunicar algo más grande que él mismo no firmaba sus obras, no quería llamar la atención sobre él sino sobre los temas que trataba.
Luego surge una nueva concepción en el Renacimiento que madura en el romanticismo del XIX. El trabajo del artista se desvió hacia la descripción de su disposición interior, una tendencia reforzada a fines del XIX con la invención de la fotografía que al representar el mundo natural de forma fácil permite al artista centrarse en su mundo interior.
Y esa preocupación por el individuo que arranca en el romanticismo degeneró en el narcisismo e incluso el nihilismo puro del arte contemporáneo.
En 1918 el "artista" francés Marcel Duchamp expuso un váter como si fuera una obra de arte. Y en 2004 una encuesta entre 500 "expertos" en arte distinguió la Fountain de Duchamp como la obra más influyente del arte moderno. No es preciso añadir más (Duchamp's Urinal Tops Art Survey, BBC News Vorld Edition, 1 diciembre 2004. http://news.bbc.co.uk/2/hi/entartrainmente/405997.stm).
Todo esto refleja un alejamiento de la Iglesia por parte de muchos occidentales en los últimos años.
La Iglesia que llama a sus hijos a ser generosos en la transmisión de la vida ve cómo incluso este mensajes fundamental cae en saco roto, según manifiesta la tasa de natalidad en Europa Occidental que no alcanza a garantizar el relevo generacional.
A tal punto ha abandonado Europa la fe que corre directa al suicidio. Y la artificial Unión Europea no quiso reconocer en su Constitución la herencia católica del continente.
Muchas de las grandes catedrales que otrora daban testimonio de las convicciones religiosas de un pueblo se están convirtiendo en museos o meras curiosidades de interés para un mundo descreído.
LA AMNESIA HISTÓRICA QUE SE LE HA IMPUESTO A OCCIDENTE NO PUEDE BORRAR NI EL PASADO DE LA IGLESIA NI SU FUNCIÓN DECISIVA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL.
Como comentó la filósofa francesa Simone Weil: "no soy católica, pero creo que no es posible renunciar a las ideas cristianas sin degradarse; unas ideas cuyas raíces se hallan en el pensamiento griego y en proceso secular que ha alimentado nuestra civilización durante siglos"
COMO DE BIEN NACIDO ES SER AGRADECIDO. GRACIAS IGLESIA CATÓLICA.
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