Summorum pontificum cumple diez años: «La Misa resurgirá» En memoria de Tito Casini





(​Publicado por primera vez en Rorate Caeli poco antes de la promulgación del Motu Proprio.) ​Diez años después, ​vemos aparecer los primeros rayos del sol
. ​Durante los primeros minutos de luz solar no parece que las tinieblas vayan a ceder. ​Así parecer ser sin duda alguna ahora : ​la luz de
Summorum Pontificum​​ ​fue como un ​agradable ​claro de luna en una noche ​lúgubre y siniestra.

​Pero el sol ciertamente volverá a salir y los murciélagos huirán a sus escondrijos. Al​​elu​y​a.


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​¡Hay muchos grandes nombres que merecen ser recordados! ​Muchos han sido los hombres y mujeres que han ​con​tribuido al debate ​en su país y por todo el mundo.

​Hoy conmemoramos al gran poeta y ensayista italiano Tito Casini (1897-1987). ​Tras una vida dedicada a la literatura, ​sus últimos años estuvieron llenos de preocupación por la crisis de la Iglesia, en particular en lo referente a la liturgia. ​En el mundo de habla italiana, Casini ​y otro seglar, Romano Amerio, ​fueron las voces más destacadas que se alzaron contra la demolición general de la liturgia romana.

​En 1967, ​antes de que el rito tradicional fuera plenamente sustituido, ​su libro de protesta La ​tú​nica ​rasgada, pr​ologado por el cardenal Bacci, ​conmovió ​a la Iglesia italiana. ​Casi diez años más tarde, en 1976, Casini publi​có Nel fumo di Satana: Verso l'ultimo scontro(en el humo de Satanás: hacia el enfrentamiento definitivo), ​con severas críticas al reformismo posconciliar (​fue también el primero en denunciar públicamente a Bugnini ​p​or s​us extrañas cone​xion​e​s, ​iniciando el proceso ​que condujo a la caída de éste).

​Eso sí, sus críticas rebosaban esperanza, ​como se puede apreciar en ​uno de sus más hermosos text​o​s, ​publicado ​​en el mencionado libro de 1976​: una oda ​al resurgir ​de la Misa Tradicion​al, ​a partir de una contemplación​ ​desde​ ​su casa de Toscana:



​Resurgirá, sin duda alguna, [...] la Misa resurgirá, como les digo a tantos que vienen a mí para lamentarse (y lo hacen, a veces, llorando). A quien me pregunta cómo puedo estar tan seguro de ello, le contesto (como poeta, si les parece) llevándolo a mi balcón y mostrándole el sol ... Pronto anochecerá, y allí, en la iglesia de Santo Domingo [en Fiesole], los frailes cantarán vísperas: Iam sol recedit igneus. Pero, en pocas horas, esos mismos dominicos amigos míos cantarán prima: Iam lucis orto sidere, y así todos los días.

El sol, en efecto, se levantará nuevamente, volverá a resplandecer después de la noche para alegrar la tierra desde el cielo, porque ... porque es el sol, y Dios lo dispuso así para nuestra vida y consuelo. Por lo tanto, añado que es y será igual con la Misa. La Misa que es nuestra, católica, de todos los tiempos y todos los pueblos: nuestro sol espiritual, tan hermoso, tan santo y tan santificante. La visión espeluznante de los murciélagos, salidos ​​[de sus escondrijos] con la Reforma, [que creen] que su hora, la hora de las tinieblas, no terminará.

Recuerdo también que en este amplio balcón de mi casa estuvimos varios, hace algunos años, contemplando un eclipse total de sol. Recuerdo, y casi lo siento de nuevo, la sensación de frialdad, de tristeza y casi de desilusión al mirar, al sentir que el aire se oscurecía y helaba poco a poco. Recuerdo la ciudad en silencio, mientras las golondrinas ... mientras los pájaros desaparecían, asustados, y los repugnantes quirópteros aparecían volando en el cielo.

Al que dijo, cuando el sol se hubo cubierto del todo: ¿Y si ya no se volviera a ver más?, pensamiento al que nadie respondió, casi como si no se hubieran dado cuenta de la intención jocosa con que lo dijo ... El sol se vuelve a ver. De hecho, el sol se levanta de nuevo tras una breve noche, tan radiante como antes y, al parecer, aún más, mientras el aire se vuelve a poblar de golondrinas y los murciélagos regresan a sus guaridas.

Como antes, luminosa y bella, y sin embargo siendo la misma, el sol se ve mayor de lo que era, como en la ley leopardiana del placer como fruto del abandono, o en la parábola evangélica de la dracma perdida y encontrada.

Como antes, pero con más grandeza que antes: así será con la Misa, así será la Misa ante nuestros ojos, culpables de no haberla estimado dignamente antes del eclipse. Ante nuestros corazones culpables de no haberla amado lo suficiente.







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