Oh Arcángel San Miguel, profeta, guerrero, exorcista! Que venciste en el Reino de los Cielos a la primera Revolución, la Revolución matriz, modelo y foco de las demás: ante a Ti nos consagramos, deseamos manifestar en vuestra presencia, nuestra admiración a Ti, nuestra veneración, nuestro entusiasmo y, en consecuencia, nuestro deseo de pertenecerte como vasallos y, en suma, de unos contigo.


Arcángel excelso, eres uno de los Siete Espíritus angélicos supremos que asisten siempre en la presencia del Altísimo.


Profeta vigilantísimo, fuiste el primero en alzar la voz de indignación contra-revolucionaria que suscitó y coligó, bajo vuestro comando, las legiones de fidelidad sacral inquebrantable.


Guerrero invencible, de fuerza dominadora y de santa tenacidad, fuiste el primero en el ataque, el más fuerte en el impacto, el decisor al arrojar por tierra al adversario, el supremamente tenaz en repeler todas las seducciones, furores y celadas de este.


Exorcista irreductible, Te revistió el Altísimo de aquel poder invencible que aniquila las investidas y las trampas del demonio, tornándolo tan impotente y tan despreciable, cuanto es infame y odioso.


Este eres Tú, el Contra-revolucionario rutilante de sacralidad, de pureza y de fuerza.


¿Y Quien Somos Nos? Bien lo sabes…


¿Lo sabemos nosotros exactamente?


¡Quien nos dio a conocer el valor de predilección con que, entre millones y millones, fuimos llamados por Nuestra Señora!


¡Quien nos dio a conocer el valor de las gracias con que nos vimos siendo confirmados, apoyados, reerguidos, perdonados, y en todo momento llamadas Ad-Majora por Nuestra Señora!


¡Quien nos dio medir todas las deficiencias, todas las debilidades, todos los atrasados de que, por nuestra causa, padece en su estado actual la Contra-Revolución!


Que contraste, San Miguel, entre vuestra indignación y nuestras c onformidades…


Vuestro ímpeto y nuestros acomodamientos,


La fuerza aglutinadora de vuestro grito de guerra y la insuficiencia de nuestros reclutamientos


El ímpetu irresistible de vuestro mando y las vacilaciones que se desprenden de nuestras palabras de estímulo


El poder avasallador de vuestro ataque y lo minguado de nuestros éxitos. ¡Lo fulminante de vuestra victoria y lo paulatino de nuestra lucha!


Por lo menos reconocemos – ojalá con toda la seriedad- que sin auxilio vuestro no nos erguiríamos pronto, ni enteramente. Sin tu ayuda no tendremos fuerzas para rompes lo grilletes que nos atan al «centro decisivo», y menos todavía para partir en lucha integral contra este.


Aquí te presentamos, pues, nuestro acto de vasallaje, que a tantos títulos te debemos.


Queremos ser vuestros, recibir de ti la intransigencia inexorable, la indignación fulminante, el ímpetu incontenible, la fuerza de choque irresistible, la tenacidad victoriosa, la despretensión y la fidelidad adamantinas que son vuestra corona y vuestra gloria.


En suma, Te pedimos la participación en vuestro profetismo, en vuestra beligerancia y en vuestro poder exorcístico.


Acéptanos como vasallos a quienes animas, conduces y haces vencer. Destruye en nos y en torno de nos, todos los obstáculos que nos aparten de Ti. Y dadnos todo cuanto es necesario para que luchemos victoriosamente por Ti.


Hazlo así, Príncipe y Señor de los angélicos esplendores, con que nuestros pensamientos sean los tuyos, y nuestras vías las tuyas, en este siglo en que el poder de las tinieblas alza con tanta insolencia su estandarte, sobre el mundo profanado, y sobre – oh! Dolor- los hijos de nuestra Madre, la Iglesia tres veces santa e imperecible.


Dadnos el don, por amor a vuestra Reina y Madre nuestra, increpar, fustigar, golpear, talar, quebrar y pisar a la Babel moderna, satánica e igualitaria, a los poderes ocultos que la rigen, a las estructuras que le aseguran la dominación universal, a los falsos profetas que la sustentan, a los encantamientos mentirosos con que pierden a las multitudes.


Dadnos el don de perturbar, apavorar y expulsar llenos de terror, los demonios que las infestan.


Y concédenos que, en la lucha nuestras almas reciban de Ti el Gran Retorno, de suerte que nazcan en ellas renovadas la pureza, la fuerza y la gloria, llevadas a su plenitud, que refulgirán en el Reino de María, iluminando la Iglesia y el mundo entero.


iPor este acto de vasallaje, que te pedimos que aceptes, seamos cada más esa Caballería nueva, toda marial, toda celeste, toda participada de Ti, en la cual seamos uno con el varón de vuestra derecha (San Elias), el profeta, nuestro padre, que nos representa junto a Ti.


Inspíranos para con Él, todas las disposiciones de alma análogas a las que para contigo tuvieron los Ángeles que te siguieron: admiración, amor, confianza, obediencia irrestricta, fidelidad aguerrida y caballeresca. Que ningún poder diabólico ose perturbar la unión sobrenatural de nuestras almas con la de él.


Inspíranos, de unos para con los otros, aquella participación de gracias y designios, aquel altísimo y mutuo respeto, aquel afecto leal y vigoroso que la unión de los Pares de Carlomagno fue señal precursora para los siglos sucesivos.


Bien sabemos que estas ideas están en nosotros en estado de centellas que aún deben provocar incendios de Gracias y mover epopeyas sacrosantas. ¡Mas, robustece esas centellas para que ardan pronto, dadles la señal lo más pronto posible para que empiecen a arder!


Haz venir cuanto antes el proelium magnum (Gran Batalla) de la Bagarre, en la cual luchemos, bajo vuestro comando, como los Ángeles fieles lucharon contigo en el proelium magnum del Cielo.


Extirpa de nuestras almas todo, absolutamente todo que esto se oponga…


Esta es la súplica que Te hacemos, Señor y Padre nuestro, los que ante Ti representan la Obra de nuestro Padre y Fundador (San Elías), el lirio nacido del lodo, en la noche y bajo la tempestad.


Tornadlo inmensamente más puro de lo que es repugnante el lodo;


Más luminoso de lo que es tenebrosa la noche;


Más terrible y fuerte, de lo fuerte y terrible que es la tempestad.


Y así, el lodo huirá para los antros de la tierra. Las tinieblas se sumirán en sus escondites infernales. ¡Y la tempestad vencida, dará lugar a un orden sacral y jerárquico, y altamente perfecto, del Reino de María!


V. Kyrie, eléison. R. Kyrie, eléison.
V. Christe, eléison. R. Christe, eléison.
V. Kyrie, eléison. R. Kyrie, eléison.
V. Christe, áudi nos. R. Christe, áudi nos.
V. Christe, exáudi nos. R. Christe, exáudi nos.


Oremos: Oh, María Santísima, Reina de toda la Creación, contra Quien se alzó el orgullo insolente y temerario de Satanás, cuando le fui revelado que el Hombre-Dios nacería, por obra del Espíritu Santo, de una Madre meramente humana, la Cual él debía obedecer como a su Reina, dadnos la honra de servirte a Ti de Talón para aplastar a la serpiente maldita.


Por las llameantes cohortes de los Ángeles fieles, nosotros Te pedimos, Oh San Miguel, acepta nuestro vasallaje y atiende nuestras oraciones;


Por San Elías, nosotros Te pedimos…


Por San Eliseo, nosotros Te pedimos…


Por San Juan Bautista, nosotros Te pedimos…


Por los gloriosos Santos de las falanges proféticas de Monte Carmelo, nosotros Te pedimos…


Por las almas sacrales y valerosas de Carlo Magno y de sus Pares, nosotros Te pedimos…


Por San Odilón y por los Santos cluniacenses, fuente de agua viva que floreció en Edad Media, nosotros Te pedimos…


Por todos los Santos Predicadores y Guerreros de las Cruzadas y de la Reconquista, nosotros Te pedimos…


Por todos los que murieron santamente por los ideales de la Caballería y de la Contra Revolución, nosotros Te pedimos…


Por todos los Inquisidores Santos, nosotros Te pedimos…


Por los Santos y por los guerreros de la Contra Reforma, nosotros Te pedimos…


Por San Luis María Grignon de Montfort y por todos los que murieron santamente, haciendo eco de las enseñanzas de él, en la lucha por el Altar y por el Trono, nosotros Te pedimos…


Por Andreas Hofer y todos los que murieron gloriosamente luchando por el Sacro Imperio y contra la siniestra caricatura napoleónica de este, nosotros Te pedimos…


Por todos los que, en tierras de España y Portugal, aplastaron, con garbo fiel e indómito, a los revolucionarios, adversarios de la Cruz y de la Corona, nosotros Te pedimos…


Por todos aquellos que, [en el Brasil], murieron santamente en la lucha contra los invasores protestantes, nosotros Te pedimos…

Fuente.