EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
GAUDETE ET EXSULTATE
DEL SANTO PADRE
FRANCISCOSOBRE EL LLAMADO A LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL
ÍNDICE«Alegraos y regocijaos» [1-2]
Los santos que nos alientan y acompañan [3-5]
Los santos de la puerta de al lado [6-9]
El Señor llama [10-13]
También para ti [14-18]
Tu misión en Cristo [19-24]
La actividad que santifica [25-31]
Más vivos, más humanos [32-34]
El gnosticismo actual [36]Una mente sin Dios y sin carne [37-39]El pelagianismo actual [47-48]
Una doctrina sin misterio [40-42]
Los límites de la razón [43-46]Una voluntad sin humildad [49-51]A contracorriente [65-66]
Una enseñanza de la Iglesia muchas veces olvidada [52-56]
Los nuevos pelagianos [57-59]
El resumen de la Ley [60-62]«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» [67-70]El gran protocolo [95]
«Felices los mansos, porque heredarán la tierra» [71-74]
«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados» [75-76]
«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados» [77-79]
«Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» [80-82]
«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios» [83-86]
«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» [87-89]
«Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» [90-94]Por fidelidad al Maestro [96-99]Aguante, paciencia y mansedumbre [112-121]
Las ideologías que mutilan el corazón del Evangelio [100-103]
El culto que más le agrada [104-109]
Alegría y sentido del humor [122-128]
Audacia y fervor [129-139]
En comunidad [140-146]
En oración constante [147-157]
El combate y la vigilancia [159]El discernimiento [166]Una necesidad imperiosa [167-168]
Siempre a la luz del Señor [169]
Un don sobrenatural [170-171]
Habla, Señor [172-173]
La lógica del don y de la cruz [174-177]
1. «Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12), dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa. El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: «Camina en mi presencia y sé perfecto» (Gn 17,1).
2. No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4).
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