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Tema: La llamada libertad de prensa está condenada por el Magisterio de la Iglesia

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    La llamada libertad de prensa está condenada por el Magisterio de la Iglesia

    Texto tomado de “Las libertades modernas” del teólogo francés Henri Hello, año 1911 (Editorial ICTION, Buenos Aires, 1980):

    ...Si el respeto a Dios, a la moral, a la autoridad legítima se impone a todo hombre que piensa y habla, el escritor que por medio de la prensa habla a la multitud ¿estará por encima de toda ley moral? ¿Tendrá derecho a sembrar a profusión la mentira y a corromper a su gusto?

    - En el SENTIDO CATÓLICO, la libertad de prensa es el libre ejercicio del derecho a pensar, a hablar, a escribir lo que se quiera, a imprimirlo a publicarlo, PERO SIEMPRE RESPETANDO, CON LA VERDAD, LAS REGLAS DE LA MORAL Y DE LA PRUDENCIA.

    - En el SENTIDO LIBERAL (usual, actual...) la libertad de prensa es la libertad ilimitada de publicar por la prensa u otro medio, todas las doctrinas y todas las opiniones, SIN TENER EN CUENTA LA VERDAD, LA MORAL, LA RELIGIÓN, EL RESPETO DEBIDO A LAS AUTORIDADES LEGÍTIMAS.

    La expresión “libertad de prensa” tomada en su acepción corriente, no se entiende en el sentido católico sino en el sentido liberal o revolucionario. Es, pues, en este sentido que nosotros hablaremos de ella y que la juzgaremos con la Iglesia.

    - ¿ES LEGÍTIMA LA LIBERTAD DE PRENSA?

    Consecuencia lógica de la libertad de conciencia y de la de cultos, la libertad de prensa, es, como ellas, hija de la revolución. Como las primeras, pisotea todas las leyes divinas y humanas. Desparrama a raudales, por todas partes, cada noche y cada mañana, la mentira, la impiedad, la corrupción y la calumnia.

    La libertad de prensa no es un derecho: constituye un grave error, una libertad de perdición funesta y execrable.

    Escuchemos la enseñanza de la Iglesia:

    1) LA LIBERTAD DE PRENSA NO ES UN DERECHO SINO UNA LICENCIA CULPABLE Y UN ERROR

    León XIII da la razón en la Encíclica “Libertas” (1888). Habla de la libertad de expresar por la palabra o por la prensa todo lo que se quiere”,

    Y agrega:

    Digamos ahora algunas palabras sobre la libertad de expresión y libertad de imprenta. Resulta casi innecesario afirmar que NO EXISTE DERECHO a esta libertad cuando se ejerce sin moderación alguna, traspasando todo freno y todo límite. Porque el derecho es una facultad moral que, como hemos dicho ya y conviene repetir con insistencia, no podemos suponer concedida por la naturaleza de igual modo a la verdad y al error, a la virtud y al vicio. Existe el derecho de propagar en la sociedad, con libertad y prudencia, todo lo verdadero y todo lo virtuoso para que pueda participar de las ventajas de la verdad y del bien el mayor número posible de ciudadanos. Pero las opiniones falsas, máxima dolencia mortal del entendimiento humano, y los vicios corruptores del espíritu y de la moral pública deben ser reprimidos por el poder público para impedir su paulatina propagación, dañosa en extremo para la misma sociedad. (Libertas,18)

    Pío IX recordando las enseñanzas de Gregorio XVI, había dicho no menos formalmente en la encíclica Quanta Cura: (año 1864)

    Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»

    2º LA LIBERTAD DE PRENSA ES UNA LIBERTAD DE PERDICIÓN,FUNESTA Y EXECRABLE

    a) En su carta POST TAM DIUTURNAS (1814), el sumo pontífice Pío VII hablaba así a monseñor de Boulogne, obispo de Troyes:

    Nuestro estupor y nuestro dolor no han sido menores cuando leímos el artículo 23 de la Constitución, que permite y defiende LA LIBERTAD DE PRENSA, libertad que amenaza la fe y las costumbres con enormes peligros y una certera ruina. Si alguien dudare, la experiencia de épocas pasadas será de por sí suficiente para enseñarle. Es un hecho plenamente constatado: LA LIBERTAD DE PRENSA ha sido el instrumento principal que ha depravado las costumbres de los pueblos en primer lugar, luego ha corrompido y abatido su fe y finalmente ha soliviantado la sedición, la agitación popular y las revueltas. Estos desgraciados resultados podrían temerse todavía, vista la maldad del hombre, si, Dios no lo quiera, se acordase a cada uno la libertad de imprimir todo lo que quisiere.

    La libertad absoluta de prensa, encarada con horror por Pío VII como posible en 1814, se ha convertido en un hecho consumado. A menos de ser ciegos hay que reconocer que todos sus temores eran fundados.

    b) En su encíclica Mirari Vos (año 1832), Gregorio XVI estigmatiza con indignación apostólica los excesos de la prensa y refuta magistralmente a los liberales de todas las épocas, para quienes la libertad de prensa es un gran beneficio de la civilización moderna, beneficios cuyos inconvenientes están largamente compensados:

    Debemos también tratar en este lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente condenada, si por tal se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase de escritos; libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar qué monstruos de doctrina, o mejor dicho, qué sinnúmero de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en innumerables libros, folletos y artículos que, si son insignificantes por su extensión, no lo son ciertamente por la malicia que encierran; y de todos ellos sale la maldición que vemos con honda pena esparcirse sobre la tierra. Hay, sin embargo, ¡oh dolor!, quienes llevan su osadía a tal grado que aseguran, con insistencia, que este aluvión de errores esparcido por todas partes está compensado por algún que otro libro, que en medio de tantos errores se publica para defender la causa de la religión.Es de todo punto ilícito, condenado además por todo derecho, hacer un mal cierto y mayor a sabiendas, porque haya esperanza de un pequeño bien que de aquel resulte ¿Por ventura dirá alguno que se pueden y deben esparcir libremente activos venenos, venderlos públicamente y darlos a beber, porque alguna vez ocurre que el que los usa haya sido arrebatado a la muerte?

    Gregorio XVI muestra luego cómo la Iglesia desde su origen, condenó los malos libros:

    Enteramente distinta fue siempre la disciplina de la Iglesia en perseguir la publicación de los malos libros, ya desde el tiempo de los Apóstoles: ellos mismos quemaron públicamente un gran número de libros. Basta leer las leyes que sobre este punto dio el Concilio V de Letrán y la Constitución que fue publicada después por León X, de f. r., a fin de impedir que lo inventado para el aumento de la fe y propagación de las buenas artes, se emplee con una finalidad contraria, ocasionando daño a los fieles. A esto atendieron los Padres de Trento, que, para poner remedio a tanto mal, publicaron el salubérrimo decreto para hacer un Indice de todos aquellos libros, que, por su mala doctrina, deben ser prohibidos. Hay que luchar valientemente, dice Nuestro predecesor Clemente XIII, hay que luchar con todas nuestras fuerzas, según lo exige asunto tan grave, para exterminar la mortífera plaga de tales libros; pues existirá materia para el error, mientras no perezcan en el fuego esos instrumentos de maldad. Colijan, por tanto, de la constante solicitud que mostró siempre esta Sede Apostólica en condenar los libros sospechosos y dañinos, arrancándolos de sus manos, cuán enteramente falsa, temeraria, injuriosa a la Santa Sede y fecunda en gravísimos males para el pueblo cristiano es la doctrina de quienes, no contentos con rechazar tal censura de libros como demasiado grave y onerosa, llegan al extremo de afirmar que se opone a los principios de la recta justicia, y niegan a la Iglesia el derecho de decretarla y ejercitarla.

    c) En la encíclica Quanta Cura (año 1864) , Pío IX habla así de los partidarios de la libertad de prensa:

    Cuando hacen tales afirmaciones temerarias, no piensan ni consideran que predican la libertad de la perdición (San Agustín), y que «si se deja a la humana persuasión entera libertad de disputar, nunca faltará quien se oponga a la verdad, y ponga su confianza en la locuacidad de la humana sabiduría, debiendo por el contrario conocer por la misma doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, cuan obligada está a evitar esta dañosísima vanidad la fe y la sabiduría cristiana» (San León I)

    c) Finalmente en el Syllabus, Pío IX condena la siguiente proposición:

    LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo. (Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)

    La llamada libertad de prensa no merece el nombre con el que se adorna como un velo para ocultar su malicia. Es la licencia desenfrenada que, lejos de favorecer la verdadera libertad, se convierte en opresión.

    A las objeciones que presentan los incautos apóstoles de la libertad, León XIII responde así en la encíclica Libertas (año 1888):

    Las desviaciones que los intelectuales depravados ejercen sobre las masas son una verdadera tiranía y deben ser reprimidos por la ley con la misma energía que otro cualquier delito inferido con violencia a los débiles. Esta represión es aún más necesaria, porque la inmensa mayoría de los ciudadanos no puede en modo alguno, o a lo sumo con mucha dificultad, prevenirse contra los artificios del estilo y las sutilezas de la dialéctica, sobre todo cuando éstas y aquéllos son utilizados para halagar las pasiones. Si se concede a todos una licencia ilimitada en el hablar y en el escribir, nada quedará ya sagrado e inviolable. Ni siquiera serán exceptuadas esas primeras verdades, esos principios naturales que constituyen el más noble patrimonio común de toda lahumanidad. Se oscurece así poco a poco la verdad con las tinieblas y, como muchas veces sucede, se hace dueña del campo una numerosa plaga de pernicioso serrores. Todo lo que la licencia gana lo pierde la libertad. La grandeza y la seguridad de la libertad están en razón directa de los frenos que se opongan a la licencia.” (Libertas, 18)
    Última edición por ALACRAN; 15/03/2019 a las 21:07
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: La llamada libertad de prensa está condenada por el Magisterio de la Iglesia


    - ¿PUEDE SER TOLERADA LA LIBERTAD DE PRENSA?

    Sí, en ciertos casos y con ciertas reservas, puede ser tolerada la libertad de prensa, pero, incluso entonces, no deja de ser un mal y nunca llegar a ser derecho.

    1) EN CIERTOS CASOS Y CON CIERTAS RESERVAS, PUEDE SER TOLERADA LA LIBERTAD DE PRENSA.

    Aplicando a la libertad de prensa lo que dijo sobre otras falsas libertades modernas, León XIII habla así en la encíclica Libertas:

    No se opone la Iglesia, sin embargo, a la tolerancia por parte de los poderes públicos de algunas situaciones contrarias a la verdad y a la justicia para evitar un mal mayor o para adquirir o conservar un mayor bien. Dios mismo, en su providencia, aun siendo infinitamente bueno y todopoderoso, permite, sin embargo, la existencia de algunos males en el mundo, en parte para que no se impidan mayores bienes y en parte para que no se sigan mayores males. Justo es imitar en el gobierno político al que gobierna el mundo. Más aún: no pudiendo la autoridad humana impedir todos los males, debe «permitir y dejar impunes muchas cosas que son, sin embargo, castigadas justamente por la divina Providencia» (San Agustín, De libero arbitrio 1) (Libertas, 23)

    Esta tolerancia no puede concederse por capricho sino por causas justas.

    2) INCLUSO TOLERADA, LA LIBERTAD DE PRENSA NO ES NUNCA UN DERECHO; NO DEJA DE SER UN MAL: NO SE DEBE NI QUERERLA NI APROBARLA.

    Continúa León XIII:

    ...Pero en tales circunstancias, si por causa del bien común, y únicamente por ella, puede y aun debe la ley humana tolerar el mal, no puede, sin embargo, ni debe jamás aprobarlo ni quererlo en sí mismo. Porque siendo el mal por su misma esencia privación de un bien, es contrario al bien común, el cual el legislador debe buscar y debe defender en la medida de todas sus posibilidades (Libertas 23)

    Un poco más adelante agrega el Soberano Pontífice:

    Permanece siempre fija la verdad de este principio: la libertad concedida indistintamente a todos y para todo, nunca, como hemos repetido varias veces, debe ser buscada por sí misma, porque es contrario a la razón quela verdad y el error tengan los mismos derechos (...) Es totalmente ilícito pedir, defender, conceder la libertad de pensamiento, de imprenta, de enseñanza, de cultos, como otros tantos derechos dados por la naturaleza al hombre. Porque si el hombre hubiera recibido realmente estos derechos de la naturaleza, tendría derecho a rechazar la autoridad de Dios y la libertad humana no podría ser limitada por ley alguna. Síguese, además, que estas libertades, si existen causas justas, pueden ser toleradas, pero dentro de ciertos límites para que no degeneren en un insolente desorden. Donde estas libertades estén vigentes, usen de ellas los ciudadanos para el bien, pero piensen acerca de ellas lo mismo que la Iglesia piensa. Una libertad no debe ser considerada legítima más que cuando supone un aumento en la facilidad para vivir según la virtud. Fuera de este caso, nunca. (Libertas, 23, 30)

    A esos mismos preconizadores de la libertad, para quienes las libertades modernas, con la de la prensa constituyen un “progreso”, León XIII contesta:

    Hay que reconocer, si queremos mantenernos dentro de la verdad, que cuanto mayor es el mal que a la fuerza debe ser tolerado en un Estado, tanto mayor es la distancia que separa a este Estado del mejor régimen político(Libertas, 23)

    ***

    Terminemos con una grave observación:

    De los textos citados resulta claramente que la tolerancia (papal) de la mala prensa, admitida por la misma Iglesia en ciertos casos y con sabias garantías, NO DEBE ser confundida con la fatídica libertad de prensa que existe hoy día en el mundo moderno. Existe un abismo entre una y otra. La actual libertad de prensa aunque considerada como un “progreso, como un derecho intangible”, desde el punto de vista de la doctrina, de la moral y de la religión, es totalmente sin regla y sin freno: ninguna justa moderación le impide degenerar en licencia y desorden.

    Todos los diques están rotos, y la marea creciente del fango moral invade, por medio de la prensa, las ciudades, los campos, el palacio y la choza. Es un cáncer que roe con encarnizamiento, sin reposo y sin tregua, las fuerzas vivas del corazón humano, de la familia y de la nación. Son las tinieblas que se desparraman, como el humo del pozo del abismo del que habla San Juan, sobre nuestra tierra, para la destrucción del reino de Dios y la ruina de las almas, convertidas en esclavas de Satán...

    ***
    Escrito lo anterior ¡¡en 1911!!. Causa pavor imaginar el grado horripilante de las tinieblas actuales.
    Última edición por ALACRAN; 15/03/2019 a las 21:01
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: La llamada libertad de prensa está condenada por el Magisterio de la Iglesia

    Las anteriores limitaciones se refieren no solo a la prensa sino también a la libre opinión y libre expresión manifestada bajo formas literarias, ensayísticas o artísticas (teatro, cine...).

    Por otra parte, esas limitaciones para proteger la moral cristiana, la verdad, la religión se plasmaban en la exigencia de la censura gubernamental efectiva (con toda la pésima fama que hoy el término conlleva). La censura, que paradójicamente es hoy inexistente, cuando nunca habría sido más necesaria que en esta miserable época; se la ridiculiza, achacándola reprimir efusiones humanas y estar al servicio de regímenes totalitarios y represivos.

    Sin embargo, la necesidad de una censura gubernamental siempre fue exigida por la Iglesia y la sociedad en general, incluso cuando los pensamientos eran infinitamente más moderados que hoy; no era cosa de dictaduras franquistas o fascistas, sino que era consecuencia de todo Estado bien constituido, y usual en casi todo el mundo cristiano (y musulmán, budista, comunista etc,) de uno u otro modo.

    Tal servicio del Estado a la moral (*) era aun exigido en el Vaticano II, decreto Inter Mirifica (1963) sobre Medios de comunicación social, y nadie se llevó las manos a la cabeza:

    [QUOTE]
    ...12. La autoridad civil tiene en esta materia deberes peculiares en razón del bien común, al que se ordenan estos medios. Corresponde, pues, a dicha autoridad, en virtud de su propia función, defender y asegurar la verdadera y justa libertad que la sociedad actual necesita absolutamente para su provecho, sobre todo en lo relativo a la prensa: fomentar la religión, la cultura y las bellas artes; proteger a los destinatarios para que puedan disfrutar libremente de sus legítimos derechos. Además, es deber del poder civil apoyar aquellas iniciativas que, siendo especialmente útiles para la juventud, no podrían emprenderse de otro modo.

    Finalmente, el mismo poder público, que legítimamente se ocupa del bienestar de los ciudadanos, debe considerar también como un deber el procurar justa y celosamente, mediante la promulgación de leyes y su diligente cumplimiento, que el mal uso de estos medios no desencadene graves peligros para las costumbres públicas y el progreso de la sociedad. Con este cuidado vigilante no se restringe la libertad de los individuos y de los grupos, sobre todo si faltan las cautelas precisas por parte de aquellos que en razón de su oficio utilizan estos medios.
    [/QUOTE]

    http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19631204_inter-mirifica_sp.html

    En resumidas cuentas, juntaletras, artistas, intelectualoides y titiriteros varios siempre fueron considerados por la Iglesia como una peste contra el orden cristiano; darles cancha libre en las últimas décadas solo ha servido para endiosar su status y a la vez pudrir el orden social, como de siempre se preveía (a la vista está).

    La pésima fama de la censura hoy día es consecuencia de la degradación moral existente.

    Igual deber de fomentar y proteger solo lo honesto, así como prensa católica etc. en la comunicación incumbía a la Iglesia, por medio de jerarquía y obispos como dicho decreto Inter Mirifica insiste en los artículos siguientes.

    (*) Se sobreentendía el Estado cristiano al servicio del orden moral tradicional; no por supuesto, el anti-Estado al servicio de Satanás y del orden aberrante contrario al orden natural que venimos padeciendo desde hace algunos años.
    .
    Última edición por ALACRAN; 16/03/2019 a las 20:40
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  4. #4
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    Re: La llamada libertad de prensa está condenada por el Magisterio de la Iglesia

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Completando los textos anteriores cabe hacer una grave reflexión:

    La llamada libertad de prensa, hoy indiscutiblemente y universalmente aceptada como sagrada y como el gran totem de la época no garantiza ninguna veracidad ni sobre hechos ni sobre principios, ni sobre opiniones.

    La ausencia de censura oficial (ya no digamos sobre censuras indirectas particulares) y que existan pluralidad de medios informativos es ajena completamente a la veracidad de lo que en ellos se dice. La veracidad de lo que los medios cuentan no se garantiza porque existan medios de comunicación rivales y enfrentados, ni tampoco que la "verdad" resulte de confrontar sus versiones opuestas sobre un tema o noticia.

    No hay que olvidar que los grandes medios de comunicación funcionan como auténticos gangsters para sus propios intereses económicos e ideológicos así como para sus influencias. Imaginar que la verdad puede salir de confrontar sus opiniones confrontadas es ridículo.

    ¿Quién o qué garantiza que medios periodísticos aun ideológicamente opuestos por sus propios intereses mezquinos, no coincidan en falsear o en silenciar noticias o verdades al lector u oyente?

    Aceptar que la "verdad" resulta de la confrontación de noticias que dan empresas periodísticas rivales, en definitiva, equivale a aceptar que la defensa del orden público ciudadano también resultaría de la confrontación y vigilancia mutua de dos bandas de gangsters, no de la vigilancia policial.

    Creo que queda claro.
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