Rogativas
La situación es grave, y se agravará cada día más. Poco importa ya que el virus haya sido inoculado a la indefensa humanidad por los chinos, los rusos, los masones o los judíos. Lo importante es que está circulando y que, aunque “apenas mata a un 5% de los infectados” —como escribió ayer un comentarista—, ese porcentaje decenas de miles de personas y es capaz de hacer saltar por los aires los sistemas de salud de todo el mundo. Eso implica que no solamente morirán los afectados por el coronavirus sino también todos los pacientes enfermos de cáncer, coronarios o accidentados que esperan ser atendidos en los hospitales. Y en Latinoamérica la cosa será peor porque los sistemas de salud son más pobres y menos dotados que los europeos.
Creo yo que faltan apenas semanas para que en Argentina se suspendan las clases, los encuentros masivos y, también, las celebraciones litúrgicas. No sería de extrañar que este año no tuviéramos celebraciones de Semana Santa.
Y es por eso que me animo a sugerirle a nuestros beneméritos y prudentes pastores que, además de lejías, geles y demás medidas profilácticas, consideren otra opción complementaria aunque no innovadora. ¿No pensaron que, para adelantarse a los hechos, sería más efectiva la oración que elAyudín? Concretamente, ¿no pensaron en acudir a las oraciones y prácticas devocionales que, desde sus primeros siglos, adoptó la Iglesia para los tiempos de pestes y calamidades? Es verdad que contarán con el sarcasmo de Luciana Vázquez y las burlas de los periodistas de Clarín, pero cosas más graves hay en la vida.
En su columna de ayer, Enrique García Máiquez sugiere invocar a San Roque, el santo más pestífero que se conoce. O podríamos recurrir a la antiquísima devoción de los catorce Santos Auxiliadores, uno de los cuales es San Cristóbal, protector contra la peste bubónica, quien seguramente será entendido también en otro tipo de plagas.
Yo me atrevo a sugerir a nuestros pastores que ordenen rogativas, que era la práctica habitual de la Iglesia para pedir la protección contra los fenómenos naturales. Copio a continuación algunos párrafos del artículo que publicó hace algún tiempo el blog Magníficat al respecto:
Según el calendario litúrgico tradicional, la Iglesia celebra las llamadas “Rogativas” durante los tres días previos a la Ascensión del Señor, vale decir, los días 37°, 38° y 39° después de la Pascua. Reciben este nombre las oraciones públicas hechas por la Iglesia en los tres días que preceden a la fiesta de la Ascensión, para pedir a Dios la conservación de los bienes de la tierra y la gracia de estar libres de los azotes y desgracias. El Directorio de piedad popular incluye las Rogativas dentro de las procesiones y las define como “una súplica pública de la bendición de Dios sobre los campos y sobre el trabajo del hombre, y tienen también un carácter penitencial” (núm. 245). Incluso, el mismo mismo V Domingo de Pascua recibe el nombre de "Domingo de Rogativas". La razón es que el Evangelio de esa domínica Cristo nos enseña que cuanto pidamos al Padre en su nombre nos será dado (Jn 16, 23).
Se atribuye la institución de las rogativas a San Mamerto, obispo de Vienne, quien hacia 474 exhortó a los fieles del Valle del Ródano y del Delfinado a hacer oraciones, procesiones y obras de penitencia durante tres días a fin de aplacar la justicia divina y obtener la cesación de los terremotos, incendios y devastaciones de bestias feroces que afligían la zona. El resultado de estas oraciones hizo se continuasen como una manera de preservar al pueblo contra semejantes calamidades. En 816 el papa León III adoptó también las Rogativas en Roma, haciéndolas pronto extensivas a toda la Iglesia universal. La legislación civil dio respaldo a esta costumbre. Carlomagno y Carlos el Calvo prohibieron al pueblo trabajaren tales días y sus leyes fueron observadas durante largo tiempo.
La estructura de las celebraciones litúrgicas de estos tres días previos a la Ascensión es doble, pues se contemplan las Rogativas propiamente tales y la Misa de Rogativas.
Las Rogativas propiamente tales están compuestas por las Letanías de los Santos, los Salmos y las oraciones que se cantan durante la procesión. Ellas tienen por fin alejar del pueblo los azotes de la Divina Justicia y atraer las bendiciones de su misericordia sobre los sembrados. Se prescribe el color morado en señal de penitencia. Originalmente, esta procesión recorría todo el contorno del territorio jurisdiccional de la parroquia, deteniéndose en las cruces estacionales que servían de hitos. Este es el origen de las cruces que se encuentran en los caminos rurales de Europa y que todavía se puede ver en algunas zonas del campo chileno.
La Misa de Rogativas tiene un propio que se repite durante el lunes, martes y miércoles que preceden a la fiesta de la Ascensión del Señor. El color litúrgico propio es el morado y durante la Misa no se enciende el cirio pascual. Todo el propio inculca cuál sea la eficacia de la oración del justo cuando es humilde, confiada y perseverante. Elías con su oración cerró y abrió los cielos en la prolongada sequía que afligió al pueblo de Israel (Epístola), y nuestro Señor mismo nos muestra mediante dos parábolas cómo Dios da su Espíritu Santo a los que se lo piden, porque es bueno y misericordioso (Evangelio y Aleluya). En nuestras aflicciones pongamos en Él nuestra confianza y seremos oídos (Introito y Oración).Tras la reforma posconciliar del calendario litúrgico, las Rogativas fueron conservadas, pero con indicación de que ellas pueden ser celebradas en cualquier tiempo, correspondiéndole a las respectivas conferencias episcopales fijar su disciplina (Ceremonial de los obispos, núm. 382, y Directorio de piedad popular, núm. 245). El Ceremonial de los obispos exhorta a los ordinarios a procurar la celebración de las Rogativas junto al pueblo que les sido confiado (núm. 383), y señala que para la Misa de cada uno de esos días se escogerá de entre las Misas para diversas necesidades aquella que sea más apropiada a la intención por la cual se hacen las súplicas (núm. 384).
He destacado en negritas el último párrafo para no asustar a obispos y sacerdotes que podrían pensar que estoy sugiriendo una práctica pre-conciliar, tridentina e integrista. Las rogativas son una opción de la liturgia reformada por Pablo VI.Nadie podrá acusarlos de tradicionalistas. Lo más grave que puede pasar es que los acusen de ultracatólicos, lo cual es un halago.
Y ya que las actuales directivas litúrgicas permiten celebrar en las rogativas la misa “más apropiada a la intención por la cual se hacen las súplicas”, me atrevo a sugerir que pude recuperarse la misa votiva que fue parte del misal romano hasta 1962, llamadapro vitanda mortalitate vel tempore pestilentiae, es decir, “Misa para evitar las mortandades o para el tiempo de pestes”. Pueden descargar los textos de esa misa desde aquí.
Que Dios nos pille confesados.
The Wanderer: Rogativas
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