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Tema: Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica

  1. #1
    Avatar de Villores
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    Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica

    Del excelente blog Núcleo de la Lealtad.

    Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica




    «Enseñas de los Cruzados en sus empresas de la Conquista de los Santos Lugares», siglos XI-XIII. (Obsérvese a la izquierda la Enseña de los Reinos de Castilla y León). Miniatura de los «Estatutos de la Orden del Espíritu Santo». Museo del Louvre. París.

    Catechismus Catholicae Ecclesiae
    , 2309. [Pars tertia. Vita in Christo. Sectio secunda. Decem praecepta. Caput secundum. «Diliges proximum tuum tamquam teipsum». Articulus 5. Quintum praeceptum. III. Pacis tutela. Bellum vitare].

    «Strictas condiciones legitimae defensionis vi militari oportet severe considerare. Talis decisionis gravitas eam condicionibus legitimitatis moralis subigit rigorosis. Requiritur simul:
    – damnum ab aggressore nationi vel nationum communitati inflictum esse diuturnum, grave et certum;
    – omnia alia media ad illi imponendum finem manifestata esse impossibilia vel inefficacia;
    – serias ad exitum prosperum simul haberi condiciones;
    – armorum usum mala non implicare et perturbationes graviora quam malum supprimendum. Modernorum destructionis mediorum potentia in hac condicione aestimanda gravissimum habet pondus.

    Haec sunt elementa traditionalia quae enumerantur in doctrina “belli iusti” appellata.
    Aestimatio harum condicionum pro morali legitimitate ad prudens pertinet iudicium eorum qui boni communis habent officium».

    Catecismo de la Iglesia Católica, 2309 [Tercera parte. La vida en Cristo. Segunda sección. Los diez mandamientos. Capítulo segundo. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Artículo 5. El quinto mandamiento. III. La defensa de la paz. Evitar la guerra].

    «Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a ésta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es preciso a la vez:
    – Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
    – Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
    – Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
    – Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.

    Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “guerra justa”.
    La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común».

    Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, 483.

    ¿Cuándo está moralmente permitido el uso de la fuerza militar?

    El uso de la fuerza militar está moralmente justificado cuando se dan simultáneamente las siguientes condiciones:
    – Certeza de que el daño causado por el agresor es duradero y grave;
    – La ineficacia de toda alternativa pacífica;
    – Fundadas posibilidades de éxito en la acción defensiva y
    – Ausencia de males aún peores, dado el poder de los medios modernos de destrucción.

    Santo Tomás de Aquino, Doctor Común de la Iglesia

    Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II Qu. 40

    Cuestión 40 La guerra

    Sobre el tema de la guerra se formulan cuatro preguntas:

    Objeciones:

    1. ¿Hay alguna guerra lícita?
    2. ¿Es lícito a los clérigos entrar en guerra?
    3. ¿Es lícito a los combatientes usar estratagemas?
    4. ¿Es lícito combatir en días festivos?

    Artículo 1 ¿Es siempre pecado guerrear?

    Objeciones por las que parece que es siempre pecado guerrear:

    Objeciones:

    1. No se inflige pena más que por el pecado. Ahora bien, a quienes pelean el Señor les tasa pena, a tenor de estas palabras: «Todo el que empuñare la espada, morirá» (Mt 26,52). Por tanto, toda guerra es ilícita.
    2. Es pecado cuanto contraría a mandamiento divino. Pues bien, guerrear contraría al precepto divino, pues se dice: «Yo os digo: “no resistáis al mal”» (Mt 5,39), y también: «No defendiéndoos, carísimos, sino dando lugar a la ira» (Rm 12,19). Guerrear, pues, siempre es pecado.
    3. Nada sino el pecado contraría a la acción virtuosa. Ahora bien, la guerra contraría a la paz. Luego la guerra siempre es pecado.
    4. Finalmente, la práctica en cosa lícita es lícita, como resulta evidente en la práctica de las ciencias. Pues bien, la Iglesia prohibe los ejercicios bélicos que se hacen en los torneos, ya que, a quienes mueren en ellos, se les priva de sepultura eclesiástica. Así, pues, la guerra parece pura y simplemente pecado.

    Contra esto:

    Está el testimonio de San Agustín en el sermón De puero Centurionis: «Si la doctrina cristiana inculpara todas las guerras, el consejo más saludable para los que lo piden según el Evangelio sería que abandonasen las armas y se dejaran del todo de milicias. Mas a ellos les fue dicho (Lc 3,14): “A nadie hiráis; os baste con vuestro estipendio”. A quienes ordenó contentarse con su propia paga, no les prohibió guerrear».

    Respondo:

    Tres cosas se requieren para que sea justa una guerra.

    Primera: la autoridad del príncipe bajo cuyo mandato se hace la guerra.

    No incumbe a la persona particular declarar la guerra, porque puede hacer valer su derecho ante tribunal superior; además, la persona particular tampoco tiene competencia para convocar a la colectividad, cosa necesaria para hacer la guerra. Ahora bien, dado que el cuidado de la república ha sido encomendado a los príncipes, a ellos compete defender el bien público de la ciudad, del reino o de la provincia sometidos a su autoridad. Pues bien, del mismo modo que la defienden lícitamente con la espada material contra los perturbadores internos, castigando a los malhechores, a tenor de las palabras del Apóstol: «No en vano lleva la espada, pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal» (Rm 13,4), le incumbe también defender el bien público con la espada de la guerra contra los enemigos externos. Por eso se recomienda a los príncipes: «Librad al pobre y sacad al desvalido de las manos del pecador» (Ps 81,41), y San Agustín, por su parte, en el libro Contra Faust. enseña: «El orden natural, acomodado a la paz de los mortales, postula que la autoridad y la deliberación de aceptar la guerra pertenezca al príncipe».

    Se requiere, en segundo lugar, causa justa.

    Es decir, que quienes son atacados lo merezcan por alguna causa. Por eso escribe también San Agustín en el libro Quaest.: «Suelen llamarse guerras justas las que vengan las injurias; por ejemplo, si ha habido lugar para castigar al pueblo o a la ciudad que descuida castigar el atropello cometido por los suyos o restituir lo que ha sido injustamente robado».

    Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal.

    Por eso escribe igualmente San Agustín en el libro De verbis Dom.: «Entre los verdaderos adoradores de Dios, las mismas guerras son pacíficas, pues se promueven no por codicia o crueldad, sino por deseo de paz, para frenar a los malos y favorecer a los buenos». Puede, sin embargo, acontecer que, siendo legítima la autoridad de quien declara la guerra y justa también la causa, resulte, no obstante, ilícita por la mala intención. San Agustín escribe en el libro Contra Faust.: «En efecto, el deseo de dañar, la crueldad de vengarse, el ánimo inaplacado e implacable, la ferocidad en la lucha, la pasión de dominar y otras cosas semejantes, son, en justicia, vituperables en las guerras».

    A las objeciones:

    Soluciones:

    1. Según San Agustín en el libro II Contra Manich., quien empuña la espada sin autoridad superior o legítima que lo mande o lo conceda, lo hace para derramar sangre. Mas el que con la autoridad del príncipe, o del juez, si es persona privada, o por celo de justicia, como por autoridad de Dios, si es persona pública, hace uso de la espada, no la empuña él mismo, sino que se sirven de la que otro le ha confiado. Por eso no incurre en castigo. Tampoco quienes blanden la espada con pecado mueren siempre a espada. Mas siempre perecen por su espada propia, porque por el pecado que cometen empuñando la espada incurren en pena eterna si no se arrepienten.

    2. Este tipo de mandamientos, como dice San Agustín en el libro De Serm. Dom. in Monte, han de ser observados siempre con el ánimo preparado, es decir, el hombre debe estar siempre dispuesto a no resistir, o a no defenderse si no hay necesidad. A veces, sin embargo, hay que obrar de manera distinta por el bien común o también por el de aquellos con quienes se combate. Por eso, en Epist. ad Marcellinum, escribe San Agustín: «Hay que hacer muchas cosas incluso con quienes se resisten, a efectos de doblegarles con cierta benigna aspereza. Pues quien se ve despojado de su inicua licencia, sufre un útil descalabro, ya que nada hay tan infeliz como la felicidad del pecador, con la que se nutre la impunidad penal; y la mala voluntad, como enemigo interior, se hace fuerte.

    3. También quienes hacen la guerra justa intentan la paz. Por eso no contrarían a la paz, sino a la mala, la cual no vino el Señor a traer a la tierra (Mt 10,34). De ahí que San Agustín escriba en Ad Bonifacium: «No se busca la paz para mover la guerra, sino que se infiere la guerra para conseguir la paz. Sé, pues, pacífico combatiendo, para que con la victoria aportes la utilidad de la paz a quienes combates».

    4. Los ejercicios militares no están del todo prohibidos, sino los desordenados y peligrosos, que dan lugar a muertes y pillajes. Entre los antiguos tales prácticas no implicaban esos peligros, y por eso se les llamaba simulacros de armas, o contiendas incruentas, como conocemos por San Jerónimo en una de sus cartas.

    Artículo 2 ¿Les es lícito combatir a los obispos y clérigos?

    Objeciones por las que parece que a los obispos y clérigos les es lícito combatir:

    Objeciones:

    1. Las guerras son lícitas y justas, como acabamos de ver (a.1) en la medida en que defienden a los pobres y a toda la república contra las injurias de los enemigos. Ahora bien, esto parece que incumbe sobre todo a los prelados, según expone en una homilía San Gregorio: «El lobo se lanza sobre las ovejas cuando un injusto raptor oprime a algún fiel o a algún sencillo. Él que parecía pastor y no lo era, abandona las ovejas y huye. En efecto, temiendo para sí el peligro, no osa hacer frente a la injusticia». En consecuencia, a los obispos y a los clérigos les es lícito pelear.

    2. San León papa escribe: «Como muchas veces vengan de tierra de sarracenos noticias adversas diciendo algunos que con vigilia y a hurtadillas iban a dar en el puerto de Roma, mandamos congregar a nuestro pueblo y bajar al litoral». Por tanto, es lícito a los obispos proceder a la guerra.

    3. Parece que hay el mismo motivo para hacer una cosa y para consentir que otro la haga, según el testimonio de la Escritura: «Son dignos de muerte no sólo los que tales cosas practican, sino los que aprueban a los que las cometen» (Rm 1,32). Pues bien, por una parte da grandes muestras de aprobación quien induce a otro a realizar alguna cosa; por otra, es lícito a los obispos y a los clérigos inducir a guerrear, a tenor del siguiente testimonio de que por exhortaciones y súplicas de Adriano, obispo de la ciudad romana, tomó Carlos a su cargo la guerra contra los lombardos. Por consiguiente, también les es lícito pelear.

    4. Lo que es honesto y meritorio en sí mismo no es ilícito para los obispos y los clérigos. Ahora bien, combatir resulta a veces no solamente honesto, sino también necesario, a tenor de este testimonio: «Si alguno fuere muerto por la verdad de la fe, la salvación de la patria y en defensa de los cristianos, recibirá de Dios premio celeste». Por tanto, está permitido a obispos y clérigos ir a la guerra.

    Contra esto:

    Está el hecho de que en la persona de Pedro se ordena a obispos y clérigos: «Envaina la espada» (Mt 26,52). Por tanto, no les es lícito pelear.

    Respondo:

    Hay muchas cosas necesarias para el bien de la sociedad humana.

    Pues bien, la diversidad de funciones está mejor atendida por varias personas que por una sola, como demuestra el Filósofo en su Política. Hay, además, ciertos negocios incompatibles entre sí que no pueden despacharse simultáneamente de forma adecuada. Por eso, a quienes se les encomiendan oficios mayores, se les prohiben los menores. Así, por ejemplo, las leyes humanas prohiben el comercio a los soldados encargados de los trabajos de la guerra. Esta clase de trabajos son, en realidad, del todo incompatibles con las tareas encomendadas a los obispos y a los clérigos por dos razones.

    La primera es de tipo general. Los trabajos de la guerra conllevan, en efecto, grandes inquietudes y, por lo mismo, son obstáculo para la entrega del alma a la contemplación de las cosas divinas, a la alabanza de Dios y a la oración por el pueblo, tareas que atañen al oficio de los clérigos. Por eso, igual que se prohíbe a éstos el comercio porque absorbe mucho su atención, se les prohíben también los trabajos de la guerra, a tenor del testimonio del Apóstol: «El que milita para Dios no se embaraza con los negocios de la vida» (2Tm 2,4).

    Hay además otra razón especial. En efecto, las órdenes de los clérigos están orientadas al servicio del altar, en el cual, bajo el sacramento, se presenta la pasión de Cristo según el testimonio del Apóstol: «Cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, otras tantas anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga» (1Co 11,26). Por eso desdice del clérigo matar o derramar sangre; más bien deben estar dispuestos para la efusión de su propia sangre por Cristo, a fin de imitar con obras lo que desempeñan por ministerio. Por eso está establecido que los derramadores de sangre, aun sin culpa por su parte, incurren en irregularidad. Mas a quien está destinado a un cargo no se le permite aquello que le hace no apto para el mismo. En consecuencia, bajo ningún título les es permitido a los clérigos tomar parte en la guerra, ordenada a verter sangre.

    A las objeciones:

    Soluciones:

    1. Los prelados deben resistir no sólo a los lobos, que matan espiritualmente a la grey, sino también a los raptores y tiranos, que la maltratan corporalmente. Y las armas de que se han de servir [los prelados] no son, en realidad, materiales, sino espirituales, según las palabras del Apóstol: «Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino espirituales» (1Co 10,4). Esas armas son los avisos saludables, las devotas oraciones y sentencia de excomunión contra los pertinaces.

    2. Los obispos y los clérigos pueden asistir a las guerras con autoridad del superior, no para combatir ellos con su propia mano, sino para atender con exhortaciones, absoluciones y otros auxilios espirituales; lo mismo que en la antigua ley se mandaba que los sacerdotes tocaran las trompetas en los combates (Jos 6,4). Y para esto se concedió a obispos y clérigos ir a la guerra. Que algunos personalmente combatan, es abusivo.

    3. Como ha quedado expuesto (q.23 a.4 ad 2), toda potencia, arte o virtud que tiene por objeto el fin, debe disponer lo que conduce a él. Pues bien, las guerras materiales en el pueblo fiel deben tener como fin el bien espiritual divino, al cual están destinados los clérigos. De ahí que a éstos les compete disponer y orientar a los demás a hacer guerras justas. En realidad no se les prohíbe combatir porque sea pecado, sino porque ese ejercicio no es decoroso para sus personas.

    4. Aunque sea meritorio hacer guerra justa, se torna ilícita para los clérigos por el hecho de estar destinados a obras más meritorias, igual que el acto matrimonial puede ser meritorio, y, sin embargo, se hace condenable en quienes tienen voto de virginidad, por la obligación que les une con un bien mayor.

    Artículo 3 ¿Es lícito usar de estratagemas en las guerras?

    Objeciones por las que parece que no es lícito usar estratagema en las guerras:

    Objeciones:

    1. En la Escritura leemos: «Ejecutaréis justamente lo que es justo» (Dt 16,20). Ahora bien, la estratagema, por ser engaño, parece injusticia. En consecuencia, no se debe usar de estratagemas ni siquiera en guerra justa.

    2. La estratagema y el engaño parecen oponerse a la fidelidad, lo mismo que la mentira. Pues bien, dado que debemos guardar fidelidad a todos, a nadie se le debe mentir, como se ve en San Agustín en el libro Contra Mendacium. Por tanto, ya que se ha de guardar lealtad al enemigo, según afirma San Agustín en Ad Bonifacium, parece que no se debe usar de celadas contra él.

    3. En expresión de San Mateo, «lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt 7,12), y eso se debe observar con el prójimo, cualquiera que sea. Ahora bien, los enemigos son prójimos. En consecuencia, dado que nadie quiere que le hagan emboscada ni trampas, parece que nadie debe usar tampoco estratagemas en la guerra.

    Contra esto:

    Está el testimonio de San Agustín en el libro Quaest.: «Cuando se emprende guerra justa, no afecta a la justicia que se combata abiertamente o con estratagema. Esto lo prueba con la autoridad del Señor, que mandó a Josué poner celadas a los habitantes de la ciudad de Hai, como consta en la Escritura (Jos 8,2)».

    Respondo:

    La finalidad de la estratagema es engañar al enemigo. Pues bien, hay dos modos de engañar: con palabras o con obras.

    Primero, diciendo falsedad o no cumpliendo lo prometido. De este modo nadie debe engañar al enemigo. En efecto, hay derechos de guerra y pactos que deben cumplirse, incluso entre enemigos, como afirma San Ambrosio en el libro De Officiis.

    Pero hay otro modo de engañar con palabras o con obras; consiste en no dar a conocer nuestro propósito o nuestra intención. Esto no tenemos obligación de hacerlo, ya que, incluso en la doctrina sagrada, hay muchas cosas que es necesario ocultar, sobre todo a los infieles, para que no se burlen, siguiendo lo que leemos en la Escritura: «No echéis lo santo a los perros» (Mt 7,6). Luego con mayor razón deben quedar ocultos al enemigo los planes preparados para combatirle. De ahí que, entre las instrucciones militares, ocupa el primer lugar ocultar los planes, a efectos de impedir que lleguen al enemigo, como puede leerse en Frontino. Este tipo de ocultación pertenece a la categoría de estratagemas que es lícito practicar en guerra justa, y que, hablando con propiedad, no se oponen a la justicia ni a la voluntad ordenada. Sería, en realidad, muestra de voluntad desordenada la de quien pretendiera que nada le ocultaran los demás.

    A las objeciones:

    Con lo dicho quedan resueltas.

    Artículo 4 ¿Es lícito combatir en días festivos?

    Objeciones por las que parece que no es lícito combatir en días festivos:

    Objeciones:

    1. Las fiestas están instituidas para vacar a las cosas divinas; es el sentido de la prescripción de observar el sábado, como consta ya en el libro del Éxodo (20,8ss); sábado, en efecto, significa descanso. Pues bien, las guerras conllevan gran agitación. Luego de ningún modo debe lucharse en días festivos.

    2. En la Escritura son reprendidos algunos porque –dice– ayunáis para litigio y pleito y para dar puñetazos al desvalido (Is 58,3-4). Con mayor razón es ilícito combatir en días festivos.

    3. Jamás se debe hacer nada de manera desordenada para evitar perjuicio temporal. Pues bien, combatir en día festivo parece de suyo algo desordenado. En consecuencia, jamás se debe combatir en día festivo para evitar cualquier tipo de daño temporal.

    Contra esto: está el testimonio de la Escritura: «Laudablemente resolvieron los judíos: todo hombre, quienquiera que sea, que en día de sábado viniere a pelear contra nosotros, sea de nosotros combatido» (1 Mac 2,41).

    Respondo:

    La observancia de las fiestas no impide hacer lo que esté ordenado a la salud, incluso temporal, del hombre. Por eso reprende el Señor a los judíos diciendo: «¿os indignáis contra mí porque he sanado a todo el hombre en sábado?» (Jn 7,22). Por eso, lícitamente, pueden curar los médicos a los enfermos en día festivo. Pues bien, más que por la salud corporal de un solo hombre, se debe velar por el bien público, que permite evitar muchas muertes e innumerables males, tanto espirituales como temporales. Por eso, en defensa del bien público de los fieles, es lícito hacer guerra justa en días festivos si la necesidad lo exige. Sería, en efecto, tentar a Dios cejar de combatir ante una necesidad de ese tipo. Pero si no hay necesidad, no es lícito combatir en días festivos por las razones expuestas.

    A las objeciones:

    Con esto se responde a ellas.

  2. #2
    Avatar de Cirujeda
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    Re: Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica

    Aunque no puede considerarse un autor tradicional, pues es protestante y liberal, creo que se puede sacar provecho de la lectura de este artículo de César Vidal:

    La doctrina de la guerra justa

    Por César Vidal


    El concepto de guerra justa nace de una terrible y en apariencia insoluble paradoja, la de considerar la guerra como un fenómeno malo y perverso no sólo ética sino también espiritualmente y, a la vez, la de tener que aceptarlo precisamente para evitar males mayores. En ese sentido, se trata de una teoría surgida en el seno de una religión medularmente pacifista como es el cristianismo pero, a la vez, comprometida desde hace siglos en la tarea de defender Occidente de peligrosas amenazas.

    (BORRADO EL RESTO.)

    Perdona Cirujeda, pero el autor del que envías el artículo no parece ser católico y no debe ser este el sitio de publicar sus tesis.

    Por otra parte, ese señor está contradiciendo la tesis de Santo Tomás, quien no considera que toda guerra haya de ser "un fenómeno malo y perverso no sólo ética sino espiritualmente", sino que puede haber guerras lícitas.

    Respondo:

    Tres cosas se requieren para que sea justa una guerra.:
    Última edición por Gothico; 01/03/2007 a las 16:54
    "La Verdad os hará libres"

  3. #3
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Re: Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica

    ¡¡Lo que va de ayer a hoy!!
    Recorto y pego otra vez lo principal del artículo enviado, para que consten más claramente las tesis de santo Tomás frente a la más moderna del Catecismo.

    Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II Qu. 40
    Tres cosas se requieren para que sea justa una guerra.

    -Primera: la autoridad del príncipe bajo cuyo mandato se hace la guerra.
    Ahora bien, dado que el cuidado de la república ha sido encomendado a los príncipes, a ellos compete defender el bien público de la ciudad, del reino o de la provincia sometidos a su autoridad. Pues bien, del mismo modo que la defienden lícitamente con la espada material contra los perturbadores internos, castigando a los malhechores, a tenor de las palabras del Apóstol: «No en vano lleva la espada, pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal» (Rm 13,4), le incumbe también defender el bien público con la espada de la guerra contra los enemigos externos. Por eso se recomienda a los príncipes: «Librad al pobre y sacad al desvalido de las manos del pecador» (Ps 81,41),

    -Se requiere, en segundo lugar, causa justa.
    Es decir, que quienes son atacados lo merezcan por alguna causa.

    -Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal.
    Por eso escribe igualmente San Agustín en el libro De verbis Dom.: «Entre los verdaderos adoradores de Dios, las mismas guerras son pacíficas, pues se promueven no por codicia o crueldad, sino por deseo de paz, para frenar a los malos y favorecer a los buenos».


    Catecismo de la Iglesia Católica,
    2309 [Tercera parte. La vida en Cristo. Segunda sección. Los diez mandamientos. Capítulo segundo. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Artículo 5. El quinto mandamiento. III. La defensa de la paz. Evitar la guerra].

    «Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a ésta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es preciso a la vez:
    – Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
    – Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
    – Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
    – Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.

    Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “guerra justa”.
    La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común».

    ¡¡Vaya cambio que el que va desde Santo Tomás, a la “nueva” Iglesia respecto a la guerra “justa”!!
    Veamos las trascendentales diferencias:
    - Sobre la autoridad del príncipe: para Santo Tomás el cargo de príncipe (o jefe del Estado) lleva implícito en su autoridad la obligación de defender el bien público cueste lo que cueste, con la “espada material” aun a costa de guerras.
    Y pierde su legitimidad y su autoridad si debiendo hacerlo, renuncia a ello.
    Para Santo Tomás lo importante es el correcto orden espiritual que lleva implícito el bien público, y que no debe echarse a perder permitiendo dar carta de naturaleza a un orden material injusto que lo emponzoñe.
    Y solo tiene autoridad el príncipe dispuesto a luchar por ese orden espiritual cristiano.
    Para el clero moderno, en cambio, es al revés: pierde la legitimidad el Príncipe siempre que declare una guerra por defender el bien público que no se ajuste a cuatro requisitos que ellos fijan.
    Lo importante para ellos es la “paz” material, aun a costa de (y por ella) la perversión del orden espiritual.
    Y solo tiene autoridad para ellos el príncipe que evita guerras materiales, aunque se eche a perder el legítimo orden cristiano (¡¡como si esa no fuera la peor guerra!!).

    - Ninguna guerra es ya, justa en sí misma, por razón de un fin justo.
    “Castigar a los malhechores” o a los “perturbadores internos”, por autoridad del Príncipe, algo justo en sí, según Santo Tomás (y para la Iglesia Tradicional), ya no es justo para la jerarquía actual.
    El encabezamiento del “catecismo” posconciliar lo dice todo: “Defensa de la paz. Evitar la guerra”. Y luego: “legítima defensa”.
    Es un giro absolutamente radical.

    El problema se resolvería si por “paz” se entendiera el orden cristiano de la sociedad. Pero todos sabemos que por “paz” estos personajes eclesiásticos entienden la “paz” masónica-liberal: la misma que aplasta por sistema la religión y el orden cristiano. Esa no es en absoluto la paz que Cristo da a sus fieles, sino la “paz” que permite, tolera y fomenta el pecado y el desorden anticristiano en los pueblos.
    Se trata que nada pueda atentar contra ese simulacro de “paz”.

    - Otro problema: ¿dónde habla Santo Tomás de “legítima defensa” o de “evitar la guerra”?
    ¿qué tiene que ver la “legítima defensa” con el justo castigo de los malhechores que atacan la autoridad y el ordenamiento cristianos del príncipe y de su pueblo?
    ¿Por qué, los nuevos eclesiásticos no hablan de la autoridad del príncipe del cual dice el Apóstol: «No en vano lleva la espada, pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal (Rm 13,4), le incumbe también defender el bien público con la espada de la guerra contra los enemigos externos”.
    Y ese bien púlico implica no solo defenderse sino atacar en caso necesario.
    ¿Qué tienen que ver, en sí mismos, el justo castigo debido con una legítima defensa?
    Castigar no es sólo defenderse. El castigo es una potestad y un deber de toda autoridad correctamente constituida. Castigar es reponer mediante la pena el orden anterior transgredido por el delincuente, no solo la defensa de la sociedad frente a él.

    El problema de fondo, desde luego, no es tanto el enfoque posconciliar sobre la guerra, sino el de la autoridad del príncipe (o del Estado) para mantener el orden cristiano de su pueblo: si según los nuevos obispos se carece de esa autoridad (que, por otro lado, siempre reconoció el catolicismo tradicional), malamente podrán concederle otro poder para el caso de guerra. Y de ahí las debilidades condescendientes de ese texto

    - Por otra parte, es de destacar la cantidad de requisitos (todos necesarios) que el “catecismo” precisa para hacerla “justa”. Ninguno de ellos los menciona Santo Tomás.
    El trasfondo es clarísimo: ninguna guerra pasa a ser justa para atacar al “nuevo orden mundial” (el de la época de composición del “catecismo”).

    -Por último: según Santo Tomás: Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal.
    No entra en eso el “catecismo”: para el toda guerra, como tal, es injusta si no observa los famosos cuatro requisitos.
    No se trata ya de promover el bien mediante la guerra. (¿Acaso no sabemos ya que todo bien es "relativo”, y que ya el bien no solo es el de los cristianos?)
    Por supuesto, las guerras por causa de la religión o por defender el orden cristiano según eso “no serían” causas buenas y por ello eran todas “injustas”...
    (Pero como los obispos se creen el ombligo del mundo, deben pensar que los musulmanes también leerán las cuatro condiciones que da el catecismo sobre la guerra “justa” y que las tomarán en serio para lo de su “guerra santa”. )

    En fin. Para el Vaticano y los actuales obispos ya no hay orden cristiano que mantener ni que defender, ni pacíficamente (prohibidos los partidos políticos católicos) ni por supuesto, mediante la guerra.
    El único orden válido es el de los partidos liberales anticristianos.

    Por cierto, la compilación del artículo en cuestión ¿qué fin pretende? ¿evidenciar las divergencias entre Santo Tomás y la nueva iglesia?¿o que se vea como “congenian”?
    Última edición por Gothico; 01/03/2007 a las 17:35

  4. #4
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    Re: Doctrina tradicional de la “guerra justa”. Catecismos y Summa teológica

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Dándole bolilla a los protestantes desde una emisora que supuestamente debería ser católica....Así nos luce el pelo. Y más al engreído de César Vidal, que no aporta nada bueno ni nada nuevo. Y mucho menos teológicamente.


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