EDUCACIÓN DEL TOTALITARISMO LAICISTA



Andrés Manjón, pedagogo cristiano.

UNA REFLEXIÓN AL PIE DE UNOS PASAJES DEL P. ANDRÉS MANJÓN (1846-1923).

A las puertas de un nuevo curso. Lo noté el otro día al entrar en una librería, que un poco más y tengo que irme sin que me atendieran. Ya estaban allí los niños y sus madres -hay que ver cómo los padres se quitan del medio para ciertas cosas...; se llevaban los libros para el nuevo curso, y pensé en esas criaturitas que van a la escuela, al colegio, al Instituto o, como quiera Dios que a estas alturas quieran llamar a esos lugares en los que, supuestamente, se educa. Pensé en todas esas almas que, según los profesores que tengan, podrán perderse o ganarse. Y me acordé de un antiguo amigo mío, compañero de pupitre. Nuestro profesor era tan progresista que nos llamaba "compañeros". A mi amigo lo tenía atravesado, y mi amigo sentía por él una recíproca aversión. Los padres son los que educan, también los que maleducan. Por eso es importante que tanto padre como madre no deserten de su puesto; pero... ¡qué importante son también los profesores!



Y pensando en profesores, eché mano de un libro que tengo en mi biblioteca, al que considero muy reconfortante. Su autor, olvidado, merece ser rescatado del olvido. El P. Manjón. Andrés Manjón y Manjón nació de humilde cuna, de una familia de cristianos viejos de Sargentes de la Lora (provincia de Burgos) el 30 de Noviembre -día de San Andrés- de 1846. La influencia de su tío párroco lo conduce a ingresar al Seminario de Burgos. Después de varios destinos y ocupaciones diversas, el P. Manjón llega a Granada.



Un día, a finales de 1888, cuando pasaba ante una de las cuevas en el Sacro Monte, oyó a unos niños recitar el Ave María. El P. Manjón pensó que había que educar a los más pobres, a esos críos que vivían en las cuevas del Sacro Monte. Es allí mismo en donde funda las Escuelas del Ave-María, su obra capital, a las que les dedica todo su dinero, su empeño y su tiempo.



Muchos son sus libros, sus buenos libros. Entre los que tengo, "El Maestro mirando hacia dentro". Toda la exposición es un tratado de deontología para maestros. A veces, luminosos pasajes dignos de consideración:



"1. Amar al pobre, favorecer al pobre, instruir y educar al pobre para elevarle, dignificarle e igualarle en lo posible con el hijo de clases acomodadas, es una obra y tendencia eminentemente cristiana y democrática, en el mejor sentido de la palabra.



2. Pues bien; la escuela laica es principalmente enemiga del hijo del pueblo; porque, mientras el padre rico busca y paga maestros que instruyan y eduquen a sus hijos según sus deseos, los padres de hijos pobres no tienen más remedio que aceptar la escuela y maestro laicos que les dé el Estado laico.



3. Por donde los niños pobres, que son las nueve décimas partes de la población, se quedarán sin formación religiosa y moral; porque en la escuela no se la dan, en su casa no saben ni pueden dársela, y al templo no acuden... (...)



4. Por donde se ve que los partidarios de la escuela laica son enemigos de las clases pobres y favorecen, no la igualdad entre ricos y pobres, sino la desigualdad más irritante y anticristiana y antidemocrática, porque hacen que la Religión sea patrimonio de los ricos y fruto vedado para los pobres."



El maestro laico, nos dice el P. Manjón, es la antidemocracia en estado puro. Las reflexiones de D. Andrés son hoy tan actuales que merecen una reflexión. Que cada cual la haga consigo mismo.



La enseñanza laicista conduce inexorablemente a los educandos al nihilismo, al relativismo... Es la peor de las educaciones, pues niega al hombre la dimensión espiritual que constituye al ser humano. Y eso -la dimensión espiritual- no es algo que se vote o se deje de votar; es así, y se acabó. Cuando el ser humano no atiende a esa relación con Dios, el ser humano se degrada y, más tarde o más temprano, se labra su infelicidad aquí en la tierra, y lo que es más importante todavía, en el más allá.



Los profesores laicistas no hacen seres felices por fomentar las relaciones sexuales a las más tempranas edades. Su prejuicio hedonista: el placer es la felicidad... Hace de la educación laicista una de las aberraciones más inmundas de nuestra actualidad. Educar en el hedonismo es educar en la fragilidad. Hacer seres humanos frágiles es una de las irresponsabilidades más grandes de la enseñanza laicista, y habrá que exigirle cuentas a todos los que contribuyen a la debilidad física, mental y espiritual de las generaciones presentes.



Maestro Gelimer

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