Perdónenme, compañeros foristas, por la información redundante que aporté. Tengo que procurar mejor de futuro...![]()
Perdónenme, compañeros foristas, por la información redundante que aporté. Tengo que procurar mejor de futuro...![]()
Pues mira, hace ya medio año que me compré el libro de los Templarios de Ricardo de la Cierva...y sólo me he leído un par de capítulos, porque empecé con otro y lo dejé apalancado (es muy pesado). Si alguien se lo ha leído ¿merece la pena acabarlo?
En las últimas páginas hay información que merece la pena. Me refiero a información de contenido más que histórico. En esas páginas De la Cierva comenta las conexiones entre neo-templarismo y gnosis (masonería, teosofismo, New Age, etcétera...). Creo que es una de las piezas más útiles del libro, aunque sí que Reke_Ride lleva razón en que el volumen es arduo de leer.
No obstante, si lo tienes, ve a las páginas del final: ahí encontrarás material interesante para atisbar lo que con los templarios están haciendo los enemigos de Cristo.
un saludo
Eso es lo que haré, ir directamente al final, porque como dices, es un plomo (para contarte la historia de la Orden, te cuenta primero la de las Cruzadas de cabo a rabo....y se te hace muy pesado). Otros libros de de la Cierva, como el de la Masonería Invisible, aun siendo mas voluminosos, se hacen mucho mas amenos de leer.
Un saludo![]()
Otro texto políticamente incorrectísimo de San Bernardo:
Cristo ve con agrado la venganza que se hace contra sus enemigos
San Bernardo de Claraval
Los soldados de Cristo pueden con absoluta seguridad de conciencia pelear en las batallas del Señor, sin recelo de cometer pecado con la muerte del enemigo, ni desconfianza de su salvación si sucumbieran. Porque dar o recibir la muerte por Cristo no sólo no implica ofensa de Dios ni especie alguna de culpa, más por el contrario, merece mucha gloria; pues en el primer caso el hombre lucha por su Señor y en el segundo el Señor se da al hombre como premio; ya que Cristo mira con agrado la venganza que se hace de Él contra su enemigo, y con un agrado aún mayor se ofrece El mismo como consuelo al que cae en la lucha. Así, pues, afirmamos una vez más que el caballero de Cristo mata con tranquilidad de conciencia, y muere con confianza y seguridad aún mayor. Si sucumbe, consigue para sí una gran ventaja; y, si sale vencedor, triunfa para Cristo. No es sin motivo, que trae la espada al costado. Pues es él ministro de Dios para castigar severamente a los que se profesan Sus enemigos; de Su Divina Majestad recibió el gladio para castigo de los que hacen el mal y exaltación para los que practican el bien. Cuando quita la vida a un malhechor, no debe ser llamado homicida, sino “malicida”, si es que así me puedo expresar; pues él ejecuta literalmente las venganzas de Cristo contra los que practican la iniquidad, y adquiere con razón el título de defensor de los cristianos. Y si es muerto, no decimos que se perdió, sino que se salvó. La muerte que él comete es para la gloria de Cristo; y la que recibe es para su propia gloria. En la muerte de un gentil, puede un cristiano glorificarse porque es Cristo quien sale glorificado; y en morir el cristiano valerosamente por Jesucristo, se patenta la liberalidad del gran Rey, pues saca de la tierra su caballero para darle la recompensa. Así, pues, se alegrará el justo cuando sucumba el gentil, pues ve aparecer la venganza divina. Mas si cae el guerrero del Señor, dirá: “Por ventura ¿no habrá recompensa para el justo? Está fuera de duda que sí, pues hay un Dios que juzga a los hombres sobre la tierra”. (Ps. 62,11).
Claro está que no se matarían los gentiles, si pudiesen ser contenidos por cualquier otra forma, de manera que no atacasen, ni estorbasen, ni oprimiesen a los fieles. Sin embargo en el momento presente, mejor es que se acabe con ellos de que permitir que quede en sus manos la vara con la que intentan esclavizar a los justos, para evitar que éstos pasen con armas y equipaje hacia el partido de la iniquidad.
Salga pues de su vaina la doble espada espiritual y material de los cristianos, y sea descargada con fuerza sobre la cervical de los enemigos para destruir así todo cuanto se yergue contra la ciencia de Dios, esto es, la fe de los seguidores de Cristo, para que no digan jamás esos infieles: “¿Dónde está su Dios?” (Del libro de Alabanzas y Exhortaciones a los Caballeros del Templo, capítulo III). Esos caballeros eran monjes guerreros que se dedicaban a la lucha contra los mahometanos.
http://www.elcruzado.org/?q=node/103
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