Ese mensaje está ya muy anticuado, es de la época en que los católicos tenían la sartén por el mango y aun eran respetados.
Desde hace un tiempo estamos en otra fase en la que los que deben ser tolerados son los propios católicos, así las declaraciones de la Conferencia Episcopal desde el vaticano II y la transición (en España) reconocían el derecho de los católicos a ser respetados en base a la libertad democrática, es decir, a ser tolerados por el poder laico. Retorcían el concepto de libertad en sentido falso y liberal, para poder usarlo como cuña contra la dogmática del laicismo (incluso subversivamente, si fuera el caso, al modo izquierdoso).
Pero nada de eso servirá, porque el enemigo se sabe la lección y ataca al catolicismo donde más le duele: hace ver que su dogma es supuestamente totalitario y por tanto es un peligro potencial para el cacareado pluralismo mangoneado por el sistema ( o sea el pensamiento único del que son amos).

Hoy el tolerado es el catolicismo, en fin. Veremos las perrerías por las que deberá pasar antes de ser definitivamente proscrito de la faz de la tierra.