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Tema: El Opus Dei y los modernos Jesuitas: semejanza e íntimo parentesco

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    El Opus Dei y los modernos Jesuitas: semejanza e íntimo parentesco

    "El triunfalismo de Escrivá de Balaguer es también futurista, cuando afirma que quiere para Navarra, para el día de mañana, una Universidad exenta de «fanatismos» (decir esto en Navarra significa anti-carlista y anti-tradición navarra, lo mismo que los jesuitas que se abrazan con todos los fanáticos del marxismo"


    Revista
    ¿QUÉ PASA? núm. 202, 11-Nov-1967

    LOS JESUITAS DEL SIGLO XXI Y EL OPUS DEI

    Aun el observador más superficial se percata en seguida del parecido, semejanza e íntimo parentesco que existe entre el Opus Dei y los jesuitas. Hasta las últimas disputas entre ellos, de hace no demasiados años, tenían un cierto antagonismo de familia, de intereses y de actitudes semejantes con tensiones mutuas por problemas de influencias apostólicas. Este cronista recuerda muy bien la literatura hablada jesuítica adversa al Opus Dei, y la animadversión del Opus Dei hacia los jesuitas, y cómo conseguían muchas suscripciones a la «Actualidad Española» a base de darse de baja a las revistas «Hechos y Dichos» o «Mensajero».

    Hoy (1967) el Opus Dei ha triunfado, y se ha ganado la admiración callada de muchos jesuitas que ven en él la práctica realización a la moderna de lo que ellos no han sabido llevar a término. Por eso la Universidad de Navarra y los centros de estudios de empresas. etc., han sido los dinamizadores de los intentos de Deusto, San Sebastián, Alicante, Madrid o Barcelona con sus IESE y ESADE...

    Ese triunfo del Opus Dei, social y humano, coincidente con el visible declive de los jesuitas, ha obtenido en favor del Opus Dei el tanto del silencio jesuítico. Las dos entrevistas de Roma de ambos generales lo pregonan. Los más jóvenes, que son los del Opus, han conseguido la admiración, sino el respeto de sus impotentes antagonistas, ya envejecidos y decrépitos. ¡Cuántas veces labios jesuíticos han dicho, refiriéndose sobre todo a la educación de las llamadas clases dirigentes, que el Opus Dei ha realizado lo que debieran haber hecho antes los jesuitas!

    Hoy ambas instituciones caminan paralelas, en apariencia ignorándose, pero observándose mutuamente sin cesar. Y se dice que se ha avanzado en caridad y en comprensión sobre la época aquella en la que los jesuitas de la edad del P. Arrupe no cesaban de atacar al Opus Dei, que les devolvía «jesuíticamente» la pelota, con ataques aún más secretos y disimulados. En lo que se ha avanzado es en que unos han ganado claramente la partida por el poder y cada vez más unos y otros se conforman con sus respectivas zonas de influencia.

    La Democracia cristiana de origen jesuítico, y la democracia cristiana tecnócrata y neocapitalista del Opus Dei se reparten el poder de España desde hace ya bastantes lustros. La Acción Católica y las organizaciones oficiales de la Iglesia en España, sin excluir la misma Nunciatura, respiran la atmósfera de la democracia cristiana de importación jesuítica.

    Gil Robles y el moderno separatismo catalán o vasco, alimentado al calor de la Congregación Mariana de Barcelona o de muy caracterizados jesuitas norteños, es la demostración palpable de lo que decimos. El neocapitalismo democrático alimentado por el Opus Dei, con atmósferas de socialismo cristiano, cada vez se enraizará más en las nuevas escuelas de teología, como la recientemente (1967) inaugurada en Pamplona, con aires ya de Facultad teológica.

    El paralelismo, incluso en las palabras, entre ambas instituciones podría manifestarse en multitud de ocasiones. Baste un botón de muestra. Hace pocos meses, en una entrevista periodística, el P. Arrupe afirmó de la Compañía actual: «... va a haber muchos cambios y se van a revisar muchas actividades, así como el modo de formación. Tendremos que comenzar a preparar a los novicios para el siglo XXI...»

    Dejando de lado la altisonancia que encierra la frase del P. Arrupe, no es sino el reconocimiento del fracaso actual y el apoyo de su triunfalismo en el futurismo sociológico del siglo XXI. El mismo P Arrupe afirmó que se estaba haciendo un estudio sociológico con vistas al futuro y en toda la Compañía. El triunfalismo de Escrivá de Balaguer es también futurista, cuando afirma que quiere para Navarra, para el día de mañana, una Universidad exenta de «fanatismos» (decir esto en Navarra significa anti-carlista y anti-tradición navarra, lo mismo que los jesuitas que se abrazan con todos los fanáticos del marxismo, pero que no soportan en su seno a los carlistas verdaderos), pero tiene más tan tantos en la mano que Arrupe y más juventud y «modernidad» que él.

    Por eso, el triunfalismo cae sobre toda la «Obra de Dios», con los grandes carteles en todos los cruces de las carreteras navarras, con los personajes y doctores a los que se proclaman «Honoris causa» de Pamplona, con su humildad de la cara y su culto a la personalidad de la espalda, declaraciones en la prensa, declaraciones en los teatros, homilías multicopiadas y lanzadas a todas las páginas de las revistas opusdeístas, vivas a Aljubarrota y demagogia eclesiástica. Sus afirmaciones sobre el integrismo y el progresismo, con su diplomática equidistancia, son la manifestación más perfecta del ideal jesuítico del compromiso con ningún extremismo. Lo único que no hizo Escrivá de Balaguer es presentarse de «clerchi» en Pamplona para desfanatizar a los navarros, como se presenta Arrupe en sus viajes ante sus ya desfanatizados jesuitas. También Escrivá de Balaguer es el defensor sin miedo y sin tacha de la libertad, en esta España que nunca ha gozado de ella, y Arrupe, en Washington, afirma en una Universidad jesuítica que el fin de la Compañía es también la defensa de la libertad; libertad en un país de libertad liberal a la manera democrática roussoniana. (…)


    JAVIER IGNACIANO


    Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 20:21
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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