CASTEL GANDOLFO, lunes, 29 agosto 2005 (ZENIT.org).- En un «clima de amor por la Iglesia», Benedicto XVI recibió este lunes al obispo Bernard Fellay, sucesor del arzobispo francés Marcel Lefebvre como superior general de la Fraternidad de San Pío X con el «deseo de llegar a la perfecta comunión».
Según informó después el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, el encuentro tuvo lugar en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo en respuesta a una petición de monseñor Fellay.
«El Papa estaba acompañado por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión Pontificia "Ecclesia Dei"», «instituida por Juan Pablo II con el Motu proprio promulgado el 2 de julio de 1988, tras el gesto cismático de las ordenaciones episcopales ilegítimas realizadas por el Arzobispo Marcel Lefebvre en Ecône (Suiza)», como explica la página web de la Santa Sede.
«El encuentro se desarrolló en un clima de amor por la Iglesia y el deseo de llegar a la perfecta comunión», explicó Navarro-Valls.
«Siendo conscientes de las dificultades, se manifestó la voluntad de avanzar según grados y tiempos razonables», concluye el comunicado del portavoz.
Según reveló más tarde, monseñor Fellay en un comunicado, «el encuentro duró unos 35 minutos en un clima sereno».
«La audiencia fue la ocasión para la Fraternidad de manifestar que siempre ha estado apegada y siempre lo estará a la Santa Sede, Roma Eterna», afirma el obispo.
«Hemos recordado la serie de dificultades ya conocida en un espíritu de gran amor por la Iglesia», añade.
«La Fraternidad de San Pío X reza para que el Santo Padre pueda encontrar la fuerza para acabar con la crisis de la Iglesia, "restaurando todas las cosas en Cristo"», concluye el comunicado del obispo.
En una entrevista concedida a DICI, agencia de prensa de la Fraternidad de San Pío X, con motivo de los tres meses de pontificado de Benedicto XVI, monseñor Fellay anunciaba que, en caso de encontrarse con el Papa, le pediría dos cosas.
En primer lugar, la posibilidad para todo sacerdote en todo lugar de celebrar la misa según el misal tridentino, sin necesidad de pedir permiso al obispo local, como hoy se requiere.
En segundo lugar, aseguraba que pediría «retractar el decreto de excomunión relativo a las consagraciones» de los cuatro obispos.
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