a restauración de antiguas fortalezas por parte de los Medinasidonia en sus dominios seguía los pasos de la Reconquista de Andalucía Occidental. Según Cristóbal Jurado, que sigue a Barrantes Maldonado, "Don Enrique, cuarto Conde de Niebla, restauró el Alcázar, hizo la torre vulgarmente llamada de la Reina, dotándola de depósito de grano en sótanos y aljibes, mazmorras a estilo romano de tres pisos según la delincuencia de los reos y para habitación de las mesnadas sobre todo durante la noche para impedir sublevaciones".

Estas construcciones en forma de palacios o de palacios-fortaleza pertenecieron a otras tantas familias de nuestra nobleza española, tales como la de Altamira, Camarasa, Mendoza, etc. Se concebirían para resaltar la figura del "señor" en aquellos momentos de cierto "relumbrón" a causa de los progresos reconquistadores, muy avanzado en esas fechas o, tal vez, ya casi conseguido en su totalidad.



Es posible que de no haber concurrido esta circunstancia, que daba cierta seguridad para instalarse de forma definitiva en estas tierras, estos palacios de la nobleza habrían corrido la misma suerte que los castillos, y casi hubieran desaparecido.

Pero no ha sucedido eso con los palacios o palacios-fortaleza, que han sido, o la serán, objeto de grandes remodelaciones en un futuro próximo, para que conserve o recuperen su auténtica fisionomía.



Niebla debió ser, junto a algunos ejemplos de la bahía gaditana, el gran modelo a seguir. La ciudad hispanomusulmana de Lebla ya jugó un papel clave en tiempos de los almohades y de la taifa de Ibn Mahfot. Tras la cerca y toma de la villa por Alfonso X, en 1262, y presionado el monarca por el litigio con Portugal a causa de la posesión del Algarve, Niebla se entregó a su hija Doña Beatriz. Con posterioridad, todo el territorio se incorporó a Pedro I y, fallecido este en Montiel, el primer Trastamara dio el Condado de Niebla a los Guzmanes. Así pues, a un periodo de predominio realengo, siguió otro desde 1368 de señorialización profunda y estable. Pero la villa cabecera del Condado decaía irremisiblemente y los señores dejarán pronto de elegirla como residencia.

"Además -según el mismo testimonio de Cristóbal Jurado-, durante la estancia en Niebla (del mismo Don Enrique) hizo en la villa de Beas -hacia la parte de Nuestra Señora de los Clarines- otro Alcázar, que hermoseó con sus torres y muros que no pudo concluir. Este mismo Conde fue el que levantó y restauró la fortaleza de Trigueros..., viviendo grandes temporadas en sus palacios de Sanlúcar y Niebla".

En sus posesiones gaditanas los Medinasidonia también habían adquirido una larga experiencia constructiva. Guzmán el Bueno mandó construir las cercas y murallas de Sanlúcar entre fines del siglo XII y comienzos del XIV. A la iniciativa del propio don Enrique se debe la elección del castillo de Santiago en la capital del ducado, entre 1477 y 1478. Proceso que se repetiría en Rota con el castillo de la Luna.

El recinto amurallado de Niebla, reparado tras la conquista, tuvo cinco puertas y un total de 46 torres cuadradas, rectangulares y octogonales, albergando en su interior las cuatro parroquias de Santa María, San Miguel, Santiago y San Lorenzo. En el costado septentrional se encuentra este Alcázar de los Guzmanes. Es probable que, aunque levantado en el siglo XV, como consta en diversos documentos, en su solar hubiera existido con anterioridad una ciudadela romana y una fortaleza visigoda. Así lo describe Marín Fidalgo:

"Posee planta regular y consta, en primer lugar, de un recinto amurallado que se confunde en la zona norte con la muralla que rodea a toda la villa. Los lienzos de la muralla aparecen recortadas por torreones que van dibujando el perímetro de la construcción, en total son ocho los torreones, presentando formas poligonales, circulares y cuadradas. El material utilizado ha sido el mampuesto, aunque con añadido de sillares de piedra. Consta el castillo de dos recintos principales. El primero y más exterior, se compone de ancha barbacana y rodea totalmente el amplio rectángulo y el segundo integrado a su vez de dos partes desiguales. El interior del Alcázar estaba dividido en dos trozos irregulares. El primero, de planta rectangular, mostraba en su centro un amplio salón que comunicaba a la derecha con una sala rectangular muy alargada; frente por frente a la puerta anterior, se abría otra por la que entraba, desde el acceso principal, al primer recinto del castillo. Una tercera puerta se habría en uno de los lados mayores del rectángulo, a través de la cual se pasaba a una especie de zaguán que mostraba dos puertas fronteras que comunicaban con dos habitaciones de forma rectangular alargada. Desde el zaguán se sale al patio rectangular, rodeado de columnas, abierto en sus cuatro lados por puertas que comunicaban con estancias rectangulares, a través de las cuales podía accederse a alguno de los torreones que circundan el recinto. La Torre del Homenaje, de planta cuadrada, se encuentra adosada a uno de los extremos situados en el lado izquierdo del segundo recinto".

La fortaleza ha sufrido grandes daños y saqueos. El terremoto de 1755 afectó seriamente a la torre del homenaje y los franceses volaron el edificio al abandonarlo en 1812. Desde entonces sobre sus muros se levantaron numerosas viviendas, más tarde desalojadas en las sucesivas restauraciones.