El artículo que publiqué ayer en Hispanismo sobre los cántabros en México me recordó el tema de los montañeses que se establecieron en Andalucía, no todos los cuales emigraron a América, sino que se quedaban y abrían tiendas de comestibles, conocidas como "tiendas de montañeses". Estos comercios llegaron a ser muy populares en Sevilla, Cádiz, Jerez, etc. Con mucho esfuerzo y trabajo, durmiendo a veces debajo del mostrador, montaron negocios prósperos. Aquí no los conocíamos por el mote de "jándalos" que les daban sus compatriotas porque se les pegaba el acento andaluz. El gran poeta santanderino Gerardo Diego escribió un libro encantador titulado El jándalo, compuesto de poemas inspirados en diversos lugares y rincones de Andalucía. Gran viajero, el poeta montañés recorrió toda España y numerosos países del mundo, y siempre hablaba con simpatía y cariño de todos los lugares que visitaba. Siempre con tono alegre y positivo, nunca hablaba despreciativamente de ningún lugar.
Muchas veces estas tiendas funcionaban también como tabernas, y con el tiempo llegaron a ser populares bares. Hoy en día se encuentran en Sevilla bastantes "abacerías", palabra arcaica que ha vuelto a resurgir. En este caso son como una combinación de bar y tienda de comestibles, o simplemente bares con ambiente y decoración de tienda de ultramarinos. Suelen ser locales con cierto encanto, mejores que algunos bares modernos con fea decoración tipo Ikea.
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