Los genticilios más raros de Córdoba
Cernícalos, cucos, galgos y tarugos: un recorrido por los usos oficiales y populares de las localidades de la provincia
ABC
Localidad de Carcabuey, cuyos vecinos son alcobitenses
El ministro José Solís*, máximo responsable del Movimiento, defendía desde su escaño en Cortes más horas para el deporte en los colegios. «¿Para qué sirve hoy el latín?», se preguntaba. Adolfo Muñoz Alonso, profesor de la Complutense, se revolvió en su escaño: «Por de pronto, señor ministro, para que los nacidos en Cabra sean egabrenses y no otra cosa», le espetó.
Los gentilicios definen la lengua y los orígenes de los sitios. Usando referencias históricas, de fuentes reales, o inventadas que han arraigado en la lengua con tal fuerza que hoy se dan por supuestos. Es el caso de Carcabuey, cuyos naturales son alcobitenses.
Un curioso artículo del cronista de la localidad, Rafael Osuna, explica que no existe ninguna evidencia de que Carcabuey se fundase sobre una localidad llamada Alcobitense en la época romana. El texto asegura que existen evidencias suficientes para localizar la antigua Ipolcobúlcula como referencia clásica. De hecho, propone uno de los gentilicios más impronunciables como el correcto: Ipolcobuculense.
Hay gentilicios que son un prodigio de adaptación. Los eballenses son los naturales de San Sebastián de los Ballesteros, una de las localidades donde todavía se pueden rastrear los apellidos germanos de los colonos que se utilizaron para repoblar esta parte de Andalucía con Pablo de Olavide a mediados del siglo XVIII. En la zona se les llama, por ello, alemanes. Fuente Palmera, de igual origen, mantiene el uso de colonos para sus habitantes aunque sus núcleos vinculados usan el término propio: ochavilleros, carreteros, selilleros o sililleros, etcétera.
Porque la llegada de gentes de otras tierras es otro de esas fuentas de las que beben los gentilicios cordobeses. A los de Santa Eufemia se les llama calabreses por una tradición más que una historia. La conquista del predio se atribuye a 33 caballeros italianos devotos de la santa a las órdenes de Alfonso VII. De ese conflicto bélico procede el malenos o malos de los habitantes de Posadas. Probablemente, por la existencia de un campamento militar con el que se asediaba las ciudades vecinas.
Como curiosidad, habrá que anotar que dos municipios de la provincia comparten gentilicio. Un cañetero puede ser dos cosas en la vida. Alguien residente en Cañete de las Torres o en Cañada del Rabadán, un núcleo pedáneo de Fuente Palmera.
Almodóvar es uno de esos casos en los que la creación popular ha vencido a la historia. Existe una denominación formal que es carbulense, relacionada con la población romana que se encontraba en lo que hoy es el municipio, Cárbula. La realidad es que el uso de cuco se ha convertido en común en la localidad.
Y si hay un lugar original para la cosa del gentilicio ese es Dos Torres, actual municipio producto hace 176 años de la unión de Torremilano y Torrefranca. El oficial es usías que es una forma arcaica de tratamiento similar al «usted» en el castellano antiguo. El uso más extendido es pipiolos, vaya usted a saber la razón. De los mejor pertrechados en la cosa del nombre es Añora, donde el noriego tiene su uso local en norito aunque haya algún manual donde se cita el término jarabo e incluso ñorito, probablemente, como formas extintas de llamar a los vecinos.
De modo natural
Lo mismo ocurre en localidades como Villanueva de Córdoba, donde el uso de jarote se ha convertido en emblema del municipio y nombre de premiados jamones. El origen tiene que ver con Villanueva de la Jara, nombre que tuvo el municipio en algún momento de su historia. También relacionado con el medio natural es el gentilicio de Hornachuelos, cuyos naturales son melojos como el roble. El Carpio ha cedido el anterior gentilicio, galgos, por el más aceptado, carpeños.
No son casos únicos de referencia natural. Guadalcázar utiliza de forma común el gentilicio de cernícalo para su vecinos. Tarugo comparte usos con pozoalbense para los vecinos de la localidad de Pozoblanco, al parecer, por el comercio de leña en la zona. El uso se ha normalizado tanto que el club de fútbol local tiene su afición más ruidosa en el Frente Tarugo. Relacionado con los usos económicos está el muy reciente provenzal para referirse a lo lucentino, especialmente querido para los periodistas deportivos.
El gentilicio es motivo de chanzas y piques entre municipios algunos de los cuales son tan incomprensibles como enconados. Términos extraoficiales que son, en realidad, afrentas de rivalidades seculares. Es el caso de «chuscarrao» que es lo que se llaman los habitantes de Fernán Núñez y Montemayor entre sí. O manano que es el peyorativo con el que un egabrense llama a un lucentino. O aldeano, que es como un montoreño llama a un villarrense cuando quiere tocarle la moral.
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* El artículo olvida mencionarlo, pero el ministro José Solís Ruiz, protagonista de esta conocidísima anécdota, era natural de Cabra.
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