Revista FUERZA NUEVA, nº 440, 14-Jun-1975
MANUEL FAL CONDE, MÁRTIR DEL 18 DE JULIO
(...) Juicios sobre Fal Conde
En estas motivaciones supremas radica la orden del tradicionalismo español, sumándose al Ejército y a las otras milicias, como Falange, para el Alzamiento del 18 de julio. Y un historiador, tan averiado en sus opiniones, como Ricardo de la Cierva no ha podido por menos que reconocer: “La importancia humana, militar y moral del bando carlista durante toda la guerra civil española, y muy especialmente en sus primeros días, fue inmensa, y aún no se ha valorado suficientemente por los historiadores. Sin esa aportación, el Alzamiento de Julio hubiera fracasado irremisiblemente. La integración de los carlistas al Alzamiento supuso una base de masas, una adhesión popular, que permitió a los sublevados presentarse como jefes de eso: un Alzamiento popular, no simplemente como fautores de un pronunciamiento clásico. La cifra total de voluntarios carlistas en toda España es difícil de establecer, pero no debió de andar lejos de los cien mil, y la cifra se supera mucho con los que se alistaron en unidades regulares. En el bando nacional se consideraba a los requetés como de eficacia combativa semejante a la Legión, lo que resultaba notabilísimo, si se tiene en cuenta el casi total desentrenamiento de los mozos carlistas antes de la guerra”.
Esta fue la obra de Fal Conde. El juicio de Manuel Hedilla Larrey, cuya grandeza moral anega a la de todos los camaleones y traidores, valoriza a Fal Conde con estas expresiones: “Recuerdo especialmente los contactos de Fal Conde con el general Mola, en los meses precedentes al Alzamiento, en cuyos días yo representaba parecido papel de enlace entre el propio Mola y José Antonio, ya preso. Recuerdo la ilusión de Fal Conde y su esfuerzo -por aquellos días nos vimos en varias ocasiones-, después del Alzamiento no volví a verle, pues incluso cuando yo marché a Palma de Mallorca, ya terminada la guerra, unos días antes, el señor Fal Conde había sido trasladado a Menorca. Creo que ahora vive tranquilo en Sevilla… En cuanto al juicio que me merece, es el que corresponde a un caballero y un patriota, un hombre limpio de corazón, al que no contaminaron ni la ambición ni el torbellino de las pasiones partidarias; en definitiva, un hombre bueno”.
Un hombre bueno, pero con un talento político inconciliable con las marrullerías, las conveniencias personales y los compromisos sectarios. Por esto era bueno.
Estrategia y trayectoria
En manera alguna queremos canonizar todos y cada uno de los actos de Fal Conde. El, abrumadoramente, cotizaba el peso de sus propias limitaciones, se sentía “un pobre hombre”. Quizá determinaciones suyas habrían podido ser distintas, quizá faltaron iniciativas en el enfoque de nuevas situaciones dispares del combate contra la República masónica y marxista, quizá habría podido impulsar actividades que a largo plazo hubieran fecundado. Pero lo que nunca se podrá negar es que Fal Conde mantuvo la integridad doctrinal del tradicionalismo, resistiendo amenazas, destierros, persecuciones, incluso proyectos de asesinato. Y también no claudicando frente a desvaríos de algunos caciques esquizofrénicos que, sin mesurar la obligación de velar por el bien común de España, pretendían utilizar el carlismo para aventuras estúpidas, hasta convertirse en cismáticos del mismo.
Fal Conde, con un señorío y una elegancia no usuales, fue el centinela incorruptible hasta su ancianidad, plantando cara a los que brutalmente, en nombre del carlismo, se han convertido en comensales de Santiago Carrillo y compañeros de viaje de la mismísima Pasionaria, en “camaradas” de ETA y en desnucados aventureros, ya de la plutocracia sionista, ya de las conspiraciones marxistas (Carlos Hugo…). Muchas veces había hablado y nos habíamos escrito con Fal. Y él, siempre en su punto, jamás denigró a ninguno de sus adversarios, ya internos, ya externos. Era todo lo contrario del rencor, del odio y de las calumnias. ¡Gran caballero nuestro inolvidable Fal!
Fal Conde preparó la Cruzada con plena conciencia de su legitimidad. Replicando a Gil Robles, tras impertinencias suyas, escribía:
“Porque no soy militar ni tengo otra vocación que el servicio de la justicia y de la Iglesia, no fue determinación de mi espíritu, sino imperativo de esas circunstancias tremendas de los regímenes políticos contra naturaleza, contra el bien común, contra la paz de la sociedad y de las almas, me vi impulsado -que jamás fui político en el sentido estricto de la palabra- a la acción en el ejercicio de derechos sacratísimos de católico y español, y como consecuencia de su misma legitimidad, cinco veces procesado, varias encarcelado, confiscados mis bienes.
¿Qué, sino situación bélica, la que determinaba el acuerdo de asesinatos, de los que varios pudimos conocer por una buena confidencia de la organización del Requeté, y que me permitió avisar personalmente a los sentenciados por el plan Casares Quiroga? Calvo Sotelo, que de primera intención conseguimos de él se ausentara de Madrid, pero regresó indebidamente y encontró el martirio; Goicoechea, ocasionalmente en París, al que esperé en la estación del Norte a la llegada del sudexprés; Lamamié de Clairac, que quitamos de Madrid, marchando a San Juan de Luz, donde el general Muslera y los tenientes coroneles Baselga y Utrillas trabajaban en nuestro Estado Mayor; Serrano Jover, que representaba a Renovación Española en los trabajos de conspiración, y que con Gil Robles y conmigo formaban la seleccionada lista del “pacifista” Casares. Cuando fue a la Casa de Gil Robles, ya él tenía la misma confidencia -ignoro si por el mismo comisario Lino-, y tenía tomadas todas las precauciones… Con la sana doctrina sobre la rebeldía que habían explicado Senante, el primero, en su conferencia de Valencia; Vegas Latapié, Castro Albarrán, yo también había dado una conferencia en Granada y defendido en artículos, se hacía necesaria la acción de la fuerza contra la violencia tiránica e insoportable”.
Incansable pregonero
Para Fal Conde, protagonista en los pactos fundamentales del Alzamiento Nacional, éste tenía como grandes finalidades la restauración verdadera de la unidad católica y la eliminación total de los partidos políticos, para que España se gobernara en cristiano, con autoridad, y orgánicamente respetando la ordenación de las corporaciones sociales, puestas al día. Para el Alzamiento, definido, por Fal, “el día 18 de Julio, con un grito contra el liberalismo y la democracia, fue el fallo declaratorio de que teníamos razón, y el empuje de nuestras masas y el designio heroico que las llevó a la muerte fueron el sello digno de tal verdad”. Fal fue el incansable pregonero de que los partidos políticos eran lo más contrario al Alzamiento. Son palabras suyas: “El llamado Movimiento español, el glorioso Alzamiento del 18 de Julio, fue de España, de su ser social y natural, de su alma toda. Expresión feliz o acertada de ese levantamiento espiritual será un credo político, pero nunca un grupo, asociación o casta determinada, sino la autoridad misma como único natural intérprete del Alzamiento”.
El 20 de abril de 1947, en el Aplec Nacional Carlista de Montserrat, Fal hablaba así: “Los resultados de las guerras civiles no se revisan; no se han revisado nunca en ningún país. El 18 de Julio no se revisará jamás. ¡Y ay del que lo intente! Porque en ello va algo trascendental que atacaría al orden natural y divino, ya que la contienda que empezó el 18 de Julio de 1936, más que una guerra civil fue una Cruzada santa, y la revisión de la Cruzada sería un perjuicio, una ofensa gravísima contra los requetés muertos del Tercio de Montserrat y de todos los Tercios que lucharon en la campaña; sería un sacrilegio, sería un atentado horrible contra nuestra sacrosanta religión”.
Lo que escribía “Fabio”
Probablemente, Fal habría podido repetir aquella frase atribuida a Felipe II tras el desastre de la Armada Invencible: “Envié mis naves a luchar contra los hombres, no contra los elementos”. El carlismo se ha encontrado también en una lucha desigual contra los elementos… Pero Fal permanecerá como un prototipo majestuoso y sacrificado al servicio de Dios y de España, a través del carlismo. La entrega de su vida no fue violenta, pero sí gota a gota, hasta perder la propia voz, ofrecida por sus grandes ideales. Ha sido una víctima secreta, un recoleto y prudentísimo servidor del 18 de Julio. Ha sido la oposición más serena y más acusadora al papel de tránsfuga, tan acariciado por los eternos aprovechados.
Fal conocía muy bien lo que había escrito “Fabio” -el inolvidable redactor de “El siglo Futuro”, el canónigo mártir Emilio Ruiz Muñoz-: “Hay un fenómeno psicológico, misteriosísimo, en los hombres del oportunismo. Con José Bonaparte fueron afrancesados. En las oscilaciones de Fernando VII entre la Constitución y la no Constitución, oscilaban ellos también, pegados siempre al partido que triunfaba. Entronizado el monarquismo constitucional, fueron monárquicos constitucionales. Triunfante la actual II República, son republicanos; si triunfara el socialismo, serían socialistas; si el bolchevismo serían bolchevistas, y tradicionalistas en cuanto triunfe el tradicionalismo, aunque tengan probado que es lo que más detestan… En Roma, antes del Pacto de Letrán, estaban con el Quirinal y con el Vaticano… Este caminar eterno no ha de compararse con el andar de Fausto buscando la verdad, sino con el andar del judío errante, modelo de oportunismo. El judío errante no tiene patria, y va de una en otra arrastrado por las vicisitudes del oportunismo, que ya lo trae acá, ya lo lleva allá, atento a la comodidad de hoy, y sin mirar si la comodidad de hoy será el desastre de mañana (…) Es esto como una psicología especial que no sufre escarmiento ni con los más horribles fracasos. A nosotros nos parece, en el orden intelectual, contra natura. Y nos recuerda el suplicio, que Dante da en su infierno a otros delitos contra natura” (…)
Ha cumplido la consigna
Los que pueden entender, que entiendan. Nosotros nos quedaremos con el 18 de Julio de 1936, con el Alzamiento Nacional, con la doctrina verdadera que puede salvar a España, empeñados rotundamente contra los partidos políticos, el sufragio universal, la democracia inorgánica y su consecuencia inevitable: el comunismo. Repetiremos con Fal Conde: “Todo pasa menos la palabra de Dios, que es eterna. Lo que parece irremediable, mañana será visto de otra manera. Porque las naciones no son de un día. Y porque todos los días y todos los tiempos están abarcados por la Providencia de Dios. Sigamos sirviendo con nuestra lealtad, que es inconfundible con otras lealtades, porque se rinde con abnegación y sin recompensa”. Éste ha sido Fal Conde. Otros, ante el juicio de Dios, presentarán sus méritos y sus responsabilidades en su papel de actores de la Cruzada. Fal Conde ha cumplido hasta el final la consigna con que culmina el “Devocionario del Requeté”: “Que cuando la muerte te llegue, cuando llegue tu día, la boina entre tus manos será una patente de merecimiento para el cielo, porque es testimonio de que confesaste a Cristo, y Él te confesará delante del Padre. ¡Boina bendita! Sangre del sacrificio, llama de amores puros, luz inextinguible de la verdad y color encendido del heroísmo. ¡Boina bendita, hasta la muerte!”
En el martirologio español tenemos a otro héroe, Manuel Fal Conde. ¡Y de talla!
Jaime TARRAGÓ
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