UNA TARDE DE VERANO



Era una hermosa tarde de verano. A decir verdad, la tarde ya llegaba a su fin, confundiéndose algo con la noche, en aquellos largos días de verano. Un 27 de Julio, para ser más exactos. Me encontraba yo subrayando unos apuntes mientras mi padre andaba dándole al mando a distancia, y mi madre y mi hermana andaban por esa hermosa playa de Punta Umbría, de arena fina, abundancia de conchas y un mar tan fresco como embravecido.


Nuestro piso de la onubense costa se comunica a través de la terraza frente por frente con la ría. Su penetrante olor invade gustoso. Ese olor del Océano, sabor de salitre; esos corros de inquietas gaviotas que ansiosas van a apelotonarse en la lonja. Esos barcos que, ante una bandera roja y gualda que aún ondea, permanecen tranquilotes en el Club Náutico, entre un pizpireto paseo de la ría, cuando se abandona la Plaza Pérez Pastor, dejando allí la Feria del Libro, que cada año trae los mismos volúmenes y los mismos precios.


Y en eso que dándole mi padre al cambio de canal, apareció cantando por alegrías de Cádiz María Carrasco. Ante las atónitas miradas de Juan y Medio y Manel Fuentes, la niña onubense ejercía su temprano magisterio en ese lindo cante festero hijo de la jota. Mi padre, curtido flamenco, siempre resalta la dificultad que entraña este cante andaluz. Miraba fijamente al televisor, a los rubios cabellos de la niña, y se fijaba en cómo le salía bien el alto pero ya flaqueaba más en el bajo. Pero demasiado es, caramba, qué bien canta la chiquilla con lo jovencita que es. Para colmo, las alegrías de Cádiz resultan ser uno de mis cantes predilectos dentro del flamenco, a los que yo acudo constantemente junto con los cantes indianos.


Recuerdo mis conversaciones flamencas con mi padre, con mi primo Gonzalo, con Manuel Calero y con otros tantos flamencos por derecho que hay en mi pueblo, así como con un utrerano de la Comunión....Recuerdo que el 26 disfruté de un buen reportaje que salió en el Canal 2 Andalucía sobre la Niña de los Peines, aquella gitana de El Arahal, la Alameda de Hércules y el Centro, cuya voz potente a la par que desgarrada cautivó a Federico García Lorca o a Naranjito de Triana entre otros, así como enamoró a Escacena o a Pepe Pinto. Recuerdo los artículos de Antonio García Barbeito y también su poética voz que donó a un disco de flamenco que entre otros, con Calixto Sánchez hicieron con letras de Alberti, Lorca, Villalón o Bécquer. Barbeito es, como yo, sevillista e hijo de ese Aljarafe que se besa con Doñana, y qué bien lo refleja el de Aznalcázar. Recuerdo los artículos menos pedantes de Antonio Burgos, y de las letras que hizo para hermosas habaneras de Sevilla y Cádiz que inmortalizara Carlos Cano con María Dolores Pradera. Recuerdo todo aquello que conmueve mis entrañas, porque son la expresión más viva y tierna de la tierra donde me he criado, a la que amo sinceramente.


Soy de campo, mas amo la mar, tanto como la montaña, el cerrito, el río o el arroyuelo. Soy del Occidente Celtibérico, tengo arriba a la Extremadura del Reino de Toledo, a la izquierda al Reino de los Algarves y a la derecha al Reino de Córdoba. Soy del triángulo de la Baja Andalucía, esto es, el Reino de Sevilla. Paso estas tardes de verano en Punta Umbría, guarecido de los rigurosos calores olivareros que azotan al Valle del Guadalquivir. Un año más; este año echando de menos la fiesta de Santiago Apóstol en Cuatrovitas. Y con todo, me siento bien, en familia, en mi tierra. Dado los tiempos que corren, será que me conformo con muy poca cosa.