Abro este post para poner la biografía del último héroe andaluz y español, y uno de los más olvidados, don Bernardo de Gálvez. Ya que no he visto nada por aquí referente a él, que por cierto es paisano mío, de mi pueblo. Ahí va:
Bernardo de Gálvez y Madrid
La historia de España en América fue en gran parte forjada por hombres intrépidos. Esta pagina está dedicada al que probablemente fue el último de ellos: Bernardo de Gálvez y Madrid. Bernardo de Gálvez, de los Gálvez de Macharaviaya, ha representado para la Historia de España una figura clave durante la época bélica vivida en el continente americano del s. XVIII.
En las batallas que se han podido vivir a lo largo de la historia, el estado moral de las tropas es algo que a menudo denota el éxito final. Gálvez supo mostrar esta moral superior para hacer frente al enemigo y transmitirla al ejército y, en sus contiendas, dio ejemplo de honor y solidaridad ante sus soldados, luchando siempre a su lado. Su estrategia y táctica militares, guiada de la buena suerte, se manifiestan con el éxito final de cada una de ellas. Si la finalidad de una batalla es cumplir con el objetivo, Gálvez lo cumplió literalmente.
ORÍGENES Y PRIMEROS AÑOS
Bernardo de Gálvez y Madrid nació el 25 de julio de 1746 en Macharaviaya, municipio de Málaga situado en la comarca de la Axarquía. Fue el hijo mayor del matrimonio formado por Matías de Gálvez y Gallardo, vizconde de Galveston y virrey de Nueva España, y de su esposa, María Teresa de Madrid. Su nombre original es Bernardo Vicente Apolinar.
El contexto familiar en que se educó denota cuál sería su vocación desde un principio: su padre provenía de la rama militar y esta influencia pronto se hizo notar. Muy joven, ingresa como cadete en la Academia Militar de Ávila, y, en 1762, cuando sólo cuenta 16 años de edad, se presenta como voluntario a combatir en la llamada Guerra de los Siete Años que, desde 1756, venían sosteniendo Francia e Inglaterra y a la que España se vio arrastrada como consecuencia del Tercer Pacto de Familia que Carlos III se vio obligado a firmar, en 1761, con Luis XV de Francia a fin combatir los agravios que los ingleses infligían sistemáticamente a las colonias españolas de América, a su marina y a su comercio trasatlántico. El joven Gálvez interviene en la contienda que tenía como finalidad atacar a Portugal, aliado de Inglaterra.
A pesar de la colaboración hispana, no pudo evitarse el descalabro final para la alianza franco-española. El Tratado de París (1763) pone fin a las hostilidades, con clara desventaja para los intereses de España. No obstante el desastre militar, Bernardo de Gálvez asciende, por su bravo comportamiento en el campo de batalla, al grado de teniente de Infantería.
TRASLADO AL VIRREINATO DE NUEVA ESPAÑA
Ya con el grado de capitán, en 1765 es trasladado a México, capital del Virreinato de Nueva España, donde, aliado con los indios mexicanos ópatas, lucha contra los apaches de Arizona, que continuamente estaban rebelándose y cometían todo tipo de tropelías. Aunque logra pacificar este lado de la frontera norte con notable éxito, fue herido seriamente en varias ocasiones. En 1770, Gálvez es nombrado comandante de Armas de la provincia de Nueva Vizcaya.
En 1772 regresa a la metrópoli y es destinado a Pau, al suroeste de Francia, con el Regimiento de Cantabria. Allí aprende a hablar francés, cuyo conocimiento le sería de gran utilidad en su destino de Luisiana.
Destinado al Regimiento de Infantería de Sevilla en 1775, Gálvez participa en la desastrosa expedición a Argel que comandó el general Alejandro O´Reilly, en la que, durante el desembarco y la conquista del fuerte que defendía la ciudad, resulta herido de gravedad. Sin embargo, gracias a su tenacidad en hacer cumplir las órdenes de sus superiores y a su gallardía al no separarse de sus hombres hasta haber logrado su objetivo, es ascendido al empleo de teniente coronel. En tanto se recupera de las heridas, es destinado como profesor a la Academia Militar de Ávila.
GÁLVEZ, GOBERNADOR DE LUISIANA
En 1776 asciende al empleo de coronel y es designado gobernador interino de Luisiana, desde 1763 colonia española por cesión de Francia en compensación por la entrega de La Florida a Inglaterra. Con su llegada a Luisiana, Gálvez inicia la etapa más brillante de su vida, dando elocuentes testimonios de su gran habilidad como político y de su prudencia como diplomático, al par que de gran estratega y heroico soldado. Con singular talento, desarrolla una política antibritánica en apoyo de los colonos americanos que se habían levantado en armas por su independencia, persigue el contrabando inglés y favorece el comercio con Francia. La eficiencia en el desempeño de su cargo le merece ser promovido al empleo de general.
Bernardo de Gálvez contrae matrimonio, en 1777, con doña María Feliciana Saint-Maxent, joven viuda criolla de ascendencia francesa nacida en Nueva Orleáns, con la que tuvo tres hijos, Miguel, Matilde y Guadalupe, esta última hija póstuma. Su mujer ya tenía una hija de su matrimonio anterior, Adelaide, a la que Bernardo siempre estimó como propia.
En 1778 funda la ciudad de Gálveztown (la actual Galveston) en la isla que hay en la bahía del mismo nombre, en el golfo de México.
GÁLVEZ Y LA INDEPENDENCIA DE E.E.U.U.
Cuando las trece colonias que Inglaterra tenía en América del Norte se sublevan y emprenden una guerra (de 1775 a 1783) contra la metrópoli para conseguir su independencia, Francia y España, en desagravio por la humillación que les impuso Inglaterra en el Tratado de París, ayudan con armas y dinero a los insurrectos. Francia reconoce la independencia de los Estados Unidos y firma con el nuevo país un tratado de amistad y colaboración. Como consecuencia, Inglaterra declara la guerra a Francia, a la que se une España en 1779, renovándose el Pacto de Familia.
Rotas las hostilidades ese mismo año, Bernardo de Gálvez arrebata sucesivamente a los ingleses los fuertes de Manchack, Baton-Rouge, Paumure de Natchez, Thompson y Smith. En 1780, parte de Cuba y se dirige a Fort Charlotte y Movila (en la actualidad, Mobile), plazas estratégicamente situadas en la rivera de la bahía del mismo nombre, que logra rendir tras un sitio de tres semanas, durante el cual estuvo a punto de caer prisionero a manos del general John Campbell, defensor de los enclaves. Estas victorias le valieron el ascenso a mariscal de campo. Y para sus soldados, Gálvez no era ya un héroe, sino todo un mito.
Como consecuencia de esta serie de conquistas, la cuenca baja del río Mississipi queda libre del peligro que suponía en esta zona la presencia de fuerzas inglesas contra Nueva Orleáns, capital de Luisiana y, a la vez, su puerto más importante.
TOMA DEL PUERTO DE PANZACOLA
Sin embargo, la verdadera gloria le esperaba en el asedio y toma de Panzacola (hoy, Pensacola). Panzacola estaba bien defendida por su capitán general Peter Chester y el general John Campbell, ahora segundo en el mando de esta plaza. A pesar de que el objetivo se consideraba inviable por casi toda la oficialidad española a causa del poco calado de su bahía, que impedía entrar en ella con grandes barcos, Gálvez se decide por atacar esa plaza, cuya toma era considerada de extrema importancia para el decurso de la guerra. Se dirige con su escuadra a la isla de Santa Rosa, a la entrada de la bahía de Panzacola, donde desembarca aprovechando la oscuridad de la noche el 28 de febrero de 1781 y realiza un intento de penetrar en la bahía, que resulta fallido. Los oficiales marinos a su mando le advierten del peligro de la misión y le requieren el conocimiento de ciertos detalles técnicos, como el calado, tiempo de las mareas y otros, antes de emprender un segundo intento. Pero Gálvez resuelve que el ataque no puede demorarse y, al frente del bergantín Gálveztown, seguido de dos cañoneras y una balandra, hace frente al fuego de la artillería enemiga, rompe las defensas inglesas bajo el mando de Campbell, penetra en la bahía de Panzacola y, tras rendir Fort George, se apodera de la plaza. La batalla dejó un saldo de 74 muertos y 105 heridos en la parte española y de 105 muertos, 382 heridos y 2.213 prisioneros en la parte inglesa, entre los que se encontraban los generales Chester y Campbell, a quienes Gálvez permitió irse en libertad según el pacto de rendición. Se adueñó, además, de 153 piezas de artillería, armas y pertrechos de todas clases.
Tomando como bases las plazas de Panzacola y Movila, recupera para España las dos Floridas, lo que conllevó para los ingleses la enorme pérdida de sus fortalezas en el Golfo de México, con la única excepción de Jamaica.
El 19 de octubre de 1781, el ejército sedicioso vencía definitivamente en Yorktown a las tropas británicas. La guerra había terminado y nacía un nuevo país. En el desfile de la victoria, un orgulloso Bernardo de Gálvez cabalgaba a la derecha de George Washintong. Estados Unidos reconocía así la importancia que los españoles habían prestado a su forja como nación.
La Paz de Versalles, firmada en septiembre de 1783 entre Gran Bretaña, Estados Unidos, España y Francia, puso oficialmente fin a la guerra, y supuso para España el reconocimiento de su soberanía sobre La Florida, perdida en 1763. En general, los logros alcanzados pueden juzgarse como favorables para España y, en menor medida, para Francia. A pesar del elevado coste bélico y las pérdidas ocasionadas por la casi paralización del comercio con América, un pesado lastre gravitaría sobre la posterior situación económica española.
Esta brillante actuación le vale el ascenso a teniente general, la condecoración de la Enmienda de Bolaños de la Orden Militar de Calatrava y la concesión por Carlos III de los títulos de vizconde de Gálveztown y conde de Gálvez. Y para perpetuar su hazaña de entrar él solo con su barco en la bahía de Pensacola, el rey añadió a su escudo de armas el bergantín Galveston con él a bordo y como cimera del mismo la leyenda “Yo solo”.
GÁLVEZ, VIRREY DE NUEVA ESPAÑA
Ese mismo año de 1783, Bernardo de Gálvez vuelve a la Península, pero al año siguiente regresa de nuevo como gobernador de la Capitanía General de Cuba. Al poco tiempo de estar en La Habana, fallece su padre, a la sazón virrey de Nueva España, y Bernardo es promovido al cargo de virrey, del que toma posesión en 1785.
Durante su mandato como virrey, Bernardo de Gálvez reanuda las obras del Palacio de Chapultepec de México, comienza el alumbrado público de las principales calles de esa capital, comienza la construcción de las torres de su catedral y continúa las obras del camino a Acapulco. Como corresponde a un hijo de la Ilustración, cabe destacar su apoyo a las Ciencias y el patrocinio la expedición de Martín Sessé y Lacaste, uno de los botánicos que se trasladaron a Nueva España durante el siglo XVIII para estudiar y clasificar la flora del territorio. También apoyó los proyectos de Vicente Cervantes, que llevó a España un completísimo catálogo de diversas especies de plantas, peces y aves.
LA TEMPRANA MUERTE DE BERNARDO DE GÁLVEZ
De un carácter típico de los hombre del Sur de España, Bernardo de Gálvez era de trato sencillo, amable, dicharachero y franco. Se dice de él que solía presentarse en público en una carretela de dos caballos, descubierta, que muchas veces él mismo conducía, y gustaba de asistir a las corridas de toros y a romerías y fiestas públicas, donde siempre era recibido con alegría y entre aplausos.
Cuando hubo heladas y hambre, de su propio dinero y de otro que obtuvo prestado compró maíz y frijol para dar a los necesitados. Emprendió una seire de obras públicas para dar trabajo a la gente y se ocupó de intensificar las labores en los campos para aumentar la producción y evitar la escasez de maíz y frijol. Esta actitud suya lo hizo muy popular entre las gentes. Nueva España estaba muy satisfecha con su virrey y así lo supo el ministro Floridablanca, quien lo felicitó.
Pero también le mereció no pocas críticas de parte de la Audiencia, que consideraba su actitud poco formal, al tiempo que poco común entre los gobernantes, lo que hubo de suscitar entre sus miembros la suspicacia de que esa popularidad era sospechosa, pudiendo encubrir un alzamiento de Nueva España contra la metrópoli. La Corte reprendió al virrey severamente, lo que hizo que se convirtiera en un ser melancólico y huraño.
Bernardo de Gálvez empezó a sentirse enfermo, dejó de salir y estuvo en cama. Una enfermedad nerviosa, probablemente de origen hereditario, lo llevó a la tumba el día 30 de noviembre de 1786 a la temprana edad de 40 años. Murió en el palacio arzobispal de Tacubaya México. Su cuerpo fue sepultado junto al de su padre en la iglesia de San Fernando de Ciudad de México.
Fuente: http://www.gibralfaro.uma.es/mapersonajes/pag_1392.htm
Última edición por Sureño; 12/12/2008 a las 19:17
Aquí un ensayo muy bueno sobre este héroe español, más reconocido en Estados Unidos que en España: http://www.cervantesvirtual.com/serv...4802/index.htm
Definitivamente se ha olvidado en EEUU el importante legado hispano que tanto influyó en la formación de su nación. Una de las buenas cosas que ha traído la inmigración de hispanos a EEUU es que se nos obliga a repasar la historia y descubrir ese legado olvidado. Yo vivo en La Florida y aquí los españoles solo fundaron una ciudad importante, San Agustín, y tengo que decir que la labor de restauración y mantenimiento ha sido estupenda. San Agustín fue fundada por Pedro Menéndez de Aviléz en el 1565 y tiene una historia fascinante. La realidad es que los españoles hicieron muy poco en la Florida comparado con el resto de Hispanoamérica e incluso el Oeste de EEUU, y hoy en día son pocos los descendientes de esos españoles que han mantenido alguna que otra tradición. Lo bueno es que aun se preservan los sitios históricos y la historia esta ahí para quien quiera leerla y con tantos puertorriqueños y cubanos en la Florida, se hecho imposible olvidar ese legado por completo ya que aquí estamos para recordárselos.
Bernardo de Gálvez y Madrid
Si hay un ejemplo de un español más conocido en el extranjero que en su propia tierra, ese es el de Bernardo de Gálvez. Con sus acciones decisivas hizo posible el nacimiento de la gran potencia mundial de nuestros días. A pesar de todo, el reconocimiento que se le hace es muy inferior al que en justicia le corresponde.
Figura 1 - Bernardo de Gálvez y MadridNuestro personaje nace en Macharaviaya (Málaga) el 23 de julio de 1746. Pertenece, como veremos, a una familia destacada y muy conocida en la provincia. Si por algo se caracteriza su entorno familiar es por una gran tradición militar, algo que sin duda influyó cuando en 1762, con 15 años, se alistó voluntariamente para la invasión de Portugal, tradicional aliada de Gran Bretaña, participando como Teniente de Infantería gracias a sus influyentes allegados.
En 1770 pasa a ser Comandante de las armas de Nueva Vizcaya estando destinado en San Felipe el Real de Chihuahua, donde combatió a los Apaches que amenazaban la economía de la zona. Avanzó través desierto en condiciones durísimas que desanimaban a sus soldados, pero Gálvez demostrando su ya enorme carácter les espetó: “Me iré sólo si no hubiere quien me acompañare“. Enardecidos por semejante frase, sus soldados le siguieron y consiguieron, cerca del río Pecos, derrotar y apaciguar a los Apaches que lograron herirle hasta en tres ocasiones.
Tras cinco años regresa a la península y se incorpora al Regimiento de Infantería de Sevilla con el que participa en la desastrosa expedición a Argel de O´Reilly. En dicha campaña destacará sobremanera ante los mandos, manteniéndose al frente de su compañía de cazadores a pesar de estar gravemente herido. No pasarían por alto esta heroica acción siendo ascendido a Teniente Coronel con tan sólo 29 años.
Tras pasar un año en la Academia Militar de Ávila, se ocupará de su nuevo cargo en Nueva Orleans como coronel del Regimiento Fijo de la Luisiana, provincia que por entonces era española y llegaba hasta Canadá. En 1777 contrae matrimonio con una criolla de 22 años, Felicitas de Saint Maxent, hija del fundador de Nueva Orleans y viuda de Jean Baptiste Honoré d´Estrehan, antiguo tesorero rey de Francia. Pero ya desde 1 de enero del mismo año era el gobernador interino por el traslado de su predecesor don Luis Unzaga a Caracas. A partir de este momento don Bernardo se convertirá la verdadera pesadilla de los hijos de la Gran Bretaña. Comienza persiguiendo el contrabando inglés, muy activo en la zona, sólo tenemos que recordar al famoso Jenkins y su archifamosa oreja. No eran aquellos momentos de tranquilidad y paz precisamente, la situación geopolítica era muy comprometida. España y Francia oficiosamente eran aliados desde principios de siglo cuando los borbones franceses sucedieron a los austrias en el trono español. De esta manera Francia pasó de ser una enemiga tradicional a convertirse en la principal aliada contra Gran Bretaña que no dejó nunca de ambicionar el inmenso imperio español. Una muestra de todo ello es el anterior conflicto militar, la Guerra de los Siete Años, en el cual España perdió la Florida y recibió la Luisiana de Francia como compensación.
Figura 2 - Mapa de la zonaEsto explica el reparto de territorios de la zona y deja a las claras que Inglaterra llevaba tiempo amenazando las posesiones españolas en el golfo de México, aun quería más. Sin embargo sucedió que las colonias inglesas de norteamérica se sentían en plano de igualdad con su metrópoli y llevaban tiempo pidiendo una serie de derechos que Inglaterra, cegada por su soberbia, no sólo se los negó sino que les impuso nuevas tasas, como las que imponían en las colonias asiáticas. Fue demasiado para el orgullo de aquellos hombres blancos y evidentemente el gallinero se alborotó. La rebelión de las colonias norteamericanas frente a la metrópoli inglesa supuso que la zona adquiriera gran relevancia estratégica. Por ello a lo largo del año 1778, Bernardo funda colonias reforzando las posiciones españolas en la provincia además de suministrar ayuda a los norteamericanos entregándoles 15948 pesos además de harina, fruta y… soldados, la compañía de Caballería Luisiana. El auxilio hispano no se limitó a esta ciudad, en todos los puertos españoles se acogía a los rebeldes y se comerciaba con ellos, lo cual empeoró sobremanera las relaciones con su majestad británica.
En este nuevo enfrentamiento se dilucidaría si continuaba el retroceso franco-español ante la hambrienta albión o si se devolvía a los británicos todas las afrentas pasadas. Inicialmente los rebeldes se encontraron solos recibiendo, eso sí, ayuda económica por más de 5 millones de libras tornesas de parte de Francia y España. Pero será tras la victoria rebelde de Saratoga cuando los franceses le declararen la guerra a Inglaterra. Algunos ya habían visto que esta guerra podría constituir una gran oportunidad de someter la voluntad del rey inglés. Al contrario que en las anteriores ocasiones y aprovechando la iniciativa de declaración de guerra, la escuadra francesa del mediterráneo se adelantó al bloqueo de la Royal Navy y pudo llegar al Atlántico dejando con un palmo de narices a los ingleses cuando estos llegaron al estrecho de Gibraltar. Este hecho es capital pues supuso la posterior superioridad naval hispanofrancesa y por tanto llevar la iniciativa también durante toda la guerra en el principal teatro de operaciones, el Atlántico Norte. Esto permitió llevar a cabo numerosas operaciones contra las posesiones británicas teniendo estas que mantenerse casi por completo en situación defensiva. Precisamente una de las pocas operaciones ofensivas que posteriormente intentarían los ingleses fue contra Guatemala, allí Matías de Gálvez, padre de Bernardo y Virrey de Nuevo México, tras el ataque enemigo salió a su encuentro derrotándolos y poniéndoles en fuga.
Gálvez, hombre de acción como su padre, tomó inmediatamente la iniciativa tras enterarse gracias a unos informes secretos que los ingleses se aprestan a invadir la provincia. La guerra con Gran Bretaña se preveía inminente para 1779, a pesar del difícil equilibrio anglofrancés que se había mantenido hasta el momento. Por eso el militar malagueño refuerza las defensas, establece relaciones con las tribus indias de los Creek, Chickasaws y Seminolas, elabora mapas de la zona y cuando recibe la comunicación oficial de la guerra contra España organiza una expedición contra los puestos británicos que controlaban el Missisipi. Consigue movilizar un buen número de soldados pero según avanza se le van adhiriendo más hombres hasta llegar a los 1443, formando un contingente multiétnico compuesto por:
Se trataba de gentes todos los estratos sociales y procedencias que habían acudido a luchar contra un enemigo común, el inglés. Es de justicia reconocer que los indios eran utilizados como mercenarios por todos los ejércitos a cambio de… ron y armas. Su crueldad ponía en espanto a los europeos tanto que Gálvez propuso “que no empleara indios en nuestras disputas nacionales” a John Campbell, el general inglés de la zona, pero el muy tunante se negó. Precisamente serán los indios quienes a modo de batidores encabezaron la penosa marcha de 11 días por infectos pantanos.
- 170 soldados veteranos.
- 330 reclutas canarios, mexicanos, cubanos, dominicanos y puertorriqueños.
- 80 negros y mulatos libre, franceses y milicianos.
- 60 milicianos.
- 20 carabineros.
- 9 voluntarios norteamericanos al mando de Oliver Pollock.
- 10 cañones.
- 14 artilleros.
- 600 mercenarios alemanes, habitantes de la costa e irlandeses adheridos por el camino.
- 160 indios de Arcadia, Atacapas, Punta Cortada y Opeluzas adheridos por el camino.
Al llegar a las inmediaciones del primer fuerte, Bute de Manchac, la expedición recobró el ánimo y la energía cuando su gobernador comunicó algo que había mantenido en secreto: España estaba en guerra con Inglaterra. Ahora podían atacar con más razón si cabe al enemigo, cosa que hicieron el día 27 de agosto al asalto y de madrugada concluyendo la toma del fuerte rápidamente. Después del combate se dieron un par de días de descanso y comenzaron la marcha contra el verdadero escollo del río, Baton Rouge, que estaba defendida por fosos y empalizadas además de 18 cañones, 375 soldados ingleses y 500 colonos y negro armados al mando del Teniente Coronel Alexander Dickson. Gálvez sabía del riesgo que suponía un sitio prolongado debido a la insalubridad de la zona, así que se decide por el asalto pero sirviéndose del engaño. Dispone un falso ataque nocturno por un lado del fuerte mientras que por el otro se excava una trinchera. Los ingleses pensando que han rechazado el embate de los españoles amanecen con varios cañones de sitio apuntándoles tras una trinchera y que a primera hora abren fuego reduciendo las defensas a escombros. En pocas horas la guarnición se rinde entregando no sólo este fuerte sino que también entrega el de Panmure en Natchez y otros tres puestos más que se encontraban río arriba y que tenían 60 granaderos cada uno. Mientras que en los fuertes capturados se recibe, ya tarde, la comunicación de que están en guerra con España, la expedición ya está de vuelta victoriosa con cerca de un millar de prisioneros para descansar merecidamente en Nueva Orleáns. A cambio de 1 muerto y dos heridos, los españoles lograron un magnífico balance de la campaña:
Los ingleses no habían empezado la guerra y ya habían perdido el control del Missisipi.Por esta descollante, inesperada y pícara operación militar es ascendido a Mariscal de Campo, con 33 años. Y no es para menos pues de un plumazo había abierto por la puerta de atrás la principal vía de suministros para el ejército rebelde, su importancia se tornaría capital para el devenir del conflicto. Los ingleses lo tendrían difícil si querían cerrarla, ya que se interponía frente a ellos la ciudad de Nueva Orleáns.
- 3 fuertes.
- 3 puestos avanzados.
- 2 puertos, Tompson y Smith.
- 1 bergantín, West Florida.
- 1 soldado británico muerto.
- 550 soldados británicos y mercenarios alemanes capturados.
- 500 colonos y negros armados capturados.
Sin embargo el militar español sabía que no debía perder la iniciativa que tan buenos resultados le había dado hasta entonces. Ya se había liberado de la amenaza que tenía a su espalda, al Noroeste, y podía actuar con las manos libres contra las posiciones inglesas en el Este: Mobila y Pensacola. En realidad este era su ambicioso plan inicial, eliminar la presencia británica en todo el golfo de México. Para ello partió con premura hacia Mobila al frente de unos 1200 expedicionarios a bordo de 14 barcos menores pero al llegar a su bahía una tempestad los destrozó perdiéndose 6 de ellos y muriendo unos 400 hombres.
Figura 3 - Mapa de la bahía de MobilaEl general Campbell recibe dicha información en Pensacola y sale con 1100 soldados para aniquilar a los españoles supervivientes. Pero sorprendentemente Gálvez reorganizó la expedición y recibió los refuerzos de 200 hombres y 4 barcos, suficiente como para comenzar el asedio cañoneándo al anochecer el fuerte Charlotte que dominaba Mobila con 35 cañones y poco más de 300 ingleses e indios. Al día siguiente el fuerte presentaba una enorme brecha por donde los españoles empezaron a cargar de manera incontenible. La toma del fuerte sucedió a la vista de Campbell y sus tropas que no llegaron a tiempo para impedir la rendición de Mobila retirándose de vuelta a Pensacola sin poder hacer nada. Una vez más el tesón del malagueño logró llevar a cabo la conquista y una vez más se mostró incapaz de detenerse con ella pidiendo continuar hasta Pensacola. Pero no era una presa fácil, junto a Nueva Orleáns se trataba del principal puerto de la zona y su posesión daba el dominio de toda la costa occidental de la Florida. Por eso don Bernado se dirige a La Habana para pedir y preparar un contingente adecuado. Sin embargo allí se encuentra algo que resulta familiar en cuanto indagamos en la Historia: envidias y lucha de egos.
Bernardo era un militar de éxito muy joven para el grado poseía, teniendo además a su padre como Virrey de México y a su tío como Ministro de las Indias. A pesar de sus méritos, muchos lo veían como un advenedizo. Si es cierto que dichas influencias le beneficiaron no es menos cierto que sus acciones justificaron con creces su ascenso. Todo aquel que estaba a su cargo e incluso los oficiales extranjeros se deshacían en elogios hacia su persona, destacando su cercanía a la tropa y su jovial energía en el mando. Algo que no tenían ni mucho menos los veteranos militares de La Habana, oficiales de otra generación que carecían de ese ímpetu ofensivo de Gálvez, y que incluso pusieron todo tipo de excusas disminuyendo y retrasando los refuerzos que necesitaba el malagueño para sus operaciones. A tal punto llegaron las trabas y el inmovilismo sus superiores que hasta los franceses se quejaron de ello ante Carlos III. A pesar de todo Gálvez logró imponer la lógica de un ataque por mar en vez de uno terrestre procedente de Mobila. Se le entregaron 3800 soldados y 2000 más fueron aportados por México, Puerto Rico y Santo Domingo. Dos meses después de la conquista de Mobila la flota española parte de La Habana con dirección a Pensacola, pero es interceptada por un huracán que dispersa la escuadra desde la península de la Florida a la del Yucatán. Cualquiera hubiera tirado la toalla ante semejante desgracia y mal augurio pero don Bernardo volvió a Cuba y pidió de esta manera volver a intentar el ataque: “Los ingleses que se dirigían a Charleston fueron sorprendidos por una fuerte tempestad, a causa de la cual sus barcos fueron diseminados hasta tal punto que algunos fueron arrastrados hasta casi Inglaterra. Esto es lo que, más o menos, nos ocurrió a nosotros. Pero los ingleses no se desanimaron. Se volvieron a organizar y atacaron a Charleston, obteniendo los resultados afortunados que todos conocemos. ¿Es que nosotros no somos capaces de cosa semejante? ¿Ha desaparecido la virtud militar que tanto nos caracterizó atacando a nuestros enemigos? ¿Somos tan pusilánimes e inconstantes que una simple tempestad tropical nos amilana en nuestra gloriosa empresa? Esto es lo que pensarán los ingleses de nosotros, derrotados por un simple contratiempo, a no ser que nos mantenga un propósito de mucha mayor importancia…”. No había en aquellos mares empresa más importante para los españoles que la toma de Pensacola.
Gálvez atacó el orgullo de los mandos pero siguió encontrando dificultades y en tres meses sólo consiguió reunir un contingente de 1300 hombres. El Rey ya había dado orden disponer todo lo necesario para la recuperación de la Florida, pero a pesar de todo tuvo que enviar incluso a Francisco de Saavedra, emisario especial del rey, para hacer que se cumplieran sus deseos. Este no logró gran cosa ante la desidia de esos mandos, pero prometió a Gálvez enviarle refuerzos para tomar Pensacola. Mientras tanto los ingleses, enterados del desastre sufrido por los españoles, atacaron Mobila el 7 de enero de 1781 con 900 soldados, 11 dragones, 400 indios, 2 cañones y 2 fragatas. Pero a pesar de contar con una superioridad de 3 a 1 fueron incapaces de doblegarlos y tuvieron que retirarse una vez más a Pensacola. Esa noche un reducto de 190 españoles había resistido el ataque inicial de aquellos 1300 enemigos luchando bravamente en el cuerpo a cuerpo. Así lo contaba Ezpeleta, el oficial a cargo de la defensa: “Nuestros hombres, que habían decidido vender caras sus vidas, abrieron fuego organizado contra el enemigo”. “Con esas pequeñas victorias nuestros hombres adquieren poco a poco un cierto sentimiento de superioridad sobre el enemigo”.
Figura 4 - Mapa de la bahía de PensacolaYa comenzado el año, el 28 de febrero de 1781 leva anclas de La Habana la nueva escuadra de Gálvez, al mando de José Calvo Irázabal con 29 buques y 3295 hombres desglosados así:
Tras nueve días de navegación se presenta ante la isla de Santa Rosa que cerraba la bahía que daba acceso a la ciudad. La entrada a dicha bahía estaba defendida por el fuerte de San Carlos en el lado continental y una batería de cañones en la isla de Santa Rosa. Gálvez inmediatamente desembarca a su tropa en dicha isla tomando fácilmente su batería haciendo huir a los bergantines británicos, Mentor (16) y Port Royal que les hacían fuego desde dentro de la bahía. Se había anulado el fuego cruzado en la boca de entrada, así que el navío San Ramón (64), insignia de la flota y comandada por el jefe de la fuerza naval Calvo de Irázabal, intenta pasarla pero embarranca parcialmente con un banco de arena. Afortunadamente logra zafarse de la trampa y escapar de los cañonazos del fuerte, pero en vista de lo sucedido Calvo de Irázabal prohíbe que ningún barco pase por dicha boca. Irázabal y Gálvez intercambian cartas con duras palabras y acusaciones, pero tras varios días el segundo vio que las condiciones de sus soldados no eran buenas y que empeoraba la meteorología con lo que en caso de tempestad se harían a alta mar para evitar embarrancar, lo cual supondría el fracaso de la expedición. Ocurrió entonces que con cuatro embarcaciones que estaban a su cargo por ser de Nueva Orleáns, el tenaz Gálvez se lanzó contra la boca. Al frente de ellos iba él mismo, a bordo del Galveztown (6) un bergantín inglés capturado, regalo de los norteamericanos para el mariscal español. Mientras ponía proa al estrecho de la bahía izaba insolentemente la insignia de almirante y les dirigía osadas palabras al resto de la escuadra: “Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo”. Y así bajo el fuego de la fortificación se adentró el bergantín seguido de la balandra Valenzuela y dos lanchas cañoneras sin embarrancar y sin sufrir apenas daños por parte del enemigo. Ardorosos o muertos de vergüenza el resto de la escuadra española imitó la acción de los cuatro valientes dejando en soledad al San Ramón (64) que puso proa a La Habana de vuelta con el furioso Calvo Irázabal a bordo. Limpiando la bahía de embarcaciones enemigas, Bernardo puso pie en tierra y montó su campamento mientras acordaba con el general inglés John Campbell respetar a la gentes y las construcciones del pueblo de Pensacola, algo que luego no cumplió el británico al incendiar el pueblo.
- 1 navío de línea: San Ramón (64) insignia de Irázabal.
- 2 fragatas: Santa Clara (34) y Santa Cecilia (28) al mando de Miguel Alderete y Miguel de Goicoechea respectivamente.
- 1 Chambequín: Caimán (22) de José Serrato.
- 1 Paquebote: San Gil (18) de José María Chacón.
- 6 fragatas de transporte.
- 4 paquebotes de transporte.
- 3 polacras.
- 1 saetía.
- 3 bergantines: entre ellos el Galveztown.
- 4 balandras: entre ellas la Valenzuela y Carmen.
- 1 goleta: San Servando
- 1 navío de línea francés.
- 1 fragata francesa.
- 1.516 granaderos: Regimientos de Infantería de Navarra, Guadalajara, Hibernia, Soria, Flandes, del Príncipe y del Rey.
- 102 gastadores de fortificación.
- 50 artilleros.
- 1627 marineros.
Figura 5 - Pensacola con sus fortalezas y las trincheras de GálvezPensacola tenía tres fortalezas en línea que estaban sucesivamente a mayor cota que las anteriores, Fuerte Jorge, El Sombrero y más elevada de ellas el Fuerte de la Medialuna. Tanto Campbell como Gálvez sabían que si caía esta última fortaleza, el resto también lo haría como piezas de dominó llegando hasta el Fuerte George que era el que controlaba bajo su fuego la ciudad. De esta forma ambos contendientes concentraron sus fuerzas en el Fuerte de la Medialuna. El 22 de marzo llegan, tras una terrible marcha de 140 kilómetros desde Mobila, Ezpeleta y sus 500 soldados incluyendo caballería y varias piezas artilleras. Dos días más tarde arrivan también los refuerzos de Nueva Orleans, con 1627 hombres, 3 barcos y artillería de sitio. Ya contaba con 33 barcos y 4922 hombres.
Don Bernardo se vio ya con fuerzas suficientes y ordenó construir una serie de trincheras para ir aproximándose de manera paulatina hasta el fuerte, mientras que los 2000 soldados ingleses y sus 500 mercenarios indios no paraban de hostigar a los sitiadores, temibles escaramuzas en las que Gálvez incluso es herido. Era claro el beneficio que suponían los indios para los británicos, por eso Campbell rechazó dejar de utilizarlos. Para colmo de males el tiempo no acompaña encharcando las trincheras y volviendo penosas las condiciones de vida de los soldados españoles, que tras días divisan con angustia como se aproxima una escuadra. La fortuna les sonríe, son los refuerzos prometidos por Saavedra, unos 20 barcos y 3234 hombres que al mando del jefe de escuadra don José Solano Bote estaban distribuidos de la siguiente forma:
Con ellos las fuerzas al mando de Gálvez, suman 8156 hombres de las más diversas procedencias y ya tiene casi finalizada la colocación de la artillería de asedio bajo la protección de las trincheras situadas frente al Fuerte de la Medialuna. El golpe moral para los ingleses debió ser durísimo, incluso los indios dejaron de atacar barruntando la derrota británica.
- 11 navíos de línea: San Luis (80) insignia de Solano, San Nicolás (80), San Francisco de Asís (74), Arrogante (74), Guerrero (74), San Gabriel (74), Magnánimo (74), Gallardo (74), San Francisco de Paula (74), Dragón (60) y Astuto (58).
- 1 fragata: Nuestra Señora de la O (36) al mando de Gabriel de Aristizábal.
- 4 navíos de línea franceses: Palmier (74), Destín (74), L’Intrepide (74) y Le Triton (64).
- 2 fragatas francesas: L’Andromaque, Licorne.
- 1 bergantín francés: Levrette.
- 1 cúter: Le Serpent.
- 1600 soldados al mando del Mariscal de Campo don Juan Manuel de Cagigal.
- 909 marineros.
- 725 franceses: Regimientos de Orleáns, Poitou, Agenois, Gatinois, Cambreis, Du Cap, artillería del Ejercito y artillería de Marina.
Figura 6 - Sitio del Fuerte de la MedialunaEl 8 de mayo de 1781 la artillería española con la estimación de distancia de un desertor inglés abrió fuego por primera vez, de manera tan certera que una granada alcanzó el polvorín enemigo, provocando una terrible explosión que mató a 105 defensores y “transformó el reducto en un montón de escombros”. Tras este espeluznante suceso las tropas españolas entraron en cuatro columnas en aquella fortificación llena de cadáveres y moribundos, que se rindió sin oponer resistencia. Desde lo que quedaba de las murallas de la recién conquistada fortificación se comenzó a cañonear al fuerte contiguo situado en una posición de menor altitud. Aunque hubo una gran resistencia esta fue inútil, Jonhn Campbell izó la bandera blanca viendo que no tenían ya posibilidad, al tener los españoles la posición superior los fuertes caerían de forma escalonada, uno a uno. Al día siguiente Pensacola capituló, rindiendo toda la Florida occidental.
La conquista se supo rápidamente por todo el imperio español, las campanas repicaron en Nueva Orleáns, La Habana, México, Madrid y por supuesto en las colonias rebeldes, que por fin pudieron combatir sin miedo a ser atacadas por dos frentes. La toma de Pensacola fue decisiva para futuras victorias como la de Yorktown y finalmente la capitulación de los británicos en las colonias. A Inglaterra, que también perdió las Bahamas, sólo le quedaba la isla de Jamaica en el golfo de México, pero pronto empezaron a temer también por ella ya que don Bernardo organizó velozmente una operación para tomarla. Pero el desastre de la escuadra francesa del almirante De Grasse no sólo paralizó la invasión sino que debilitó sobremanera a una Francia que ya padecía una fatiga de guerra que la llevaría a la posterior revolución: Inglaterra consiguió salvarse literalmente por la campana. A los aliados les faltó un asalto para noquear definitivamente a un rival que ya se había ido varias veces a la lona. En el Tratado de Versalles de 1783, los diplomáticos ingleses reconocen la independencia de los EEUU pero se muestran mucho más habilidosos que sus militares y logran recuperar las Bahamas a cambio de la vuelta al gobierno español de las dos Floridas.
Por su parte Bernardo logró el grado de teniente general y los títulos de vizconde de Gálvezton y conde de Gálvez. Tras un breve paso por España será nombrado gobernador de Cuba pero terminaría en 1785 como Virrey de Nueva España sustituyendo a su padre recién fallecido. Allí alcanzó tal popularidad popularidad que la corte terminaría reprendiéndole, un gesto desagradecido que sumió en una profunda depresión a quien era pura energía y que finalmente lo llevaría a la tumba por una úlcera gástrica nerviosa el 30 de noviembre de 1786 a la prematura edad de 40 años.
Bernardo de Galvez logró con su tenacidad no perder la iniciativa en su enfrentamiento con los británicos, demostrando que la mejor defensa es un buen ataque, algo que sus detractores nunca llegaron a comprender. Hizo valer sus méritos por encima de su procedencia, que incluso llegó ha perjudicarle. Y es que tenía claro que “no está en la mano del hombre oponerse al clima. El único recurso posible es pensar cómo remediar el infortunio”, y así lo hizo una y otra vez para asestarle terribles estocadas al imperio inglés. Mientras, sus contestonas colonias se hacían cada día más fuertes alimentándose de lo que llegaba por el Missisipi gracias a un indomable Gálvez y a la generosidad del imperio español de Carlos III al que todavía EEUU no ha devuelto todo lo que sus territorios le dieron, ni reconocido de manera suficiente el papel determinante que jugó para su nacimiento simplemente porque, a diferencia de Francia, no pudo ser su aliada de manera oficial. En cuanto a España… desagradecida entonces y ahora, tiene por costumbre ignorar a sus héroes. No importa pues, como figura en su escudo y como hizo en tantas ocasiones, Bernardo de Gálvez a bordo de su Galveztown diría de nuevo “Yo solo“.
* Nota: Las cifras que aparecen entre paréntesis junto al nombre de cada una de las embarcaciones indican el número de piezas de artillería que podían disponer las mismas.
Figuras:- Figura 1 - Retrato de Bernardo de Gálvez de origen desconocido.- Figura 2 - An Exact Map of North and South Carolina, & Georgia, with East and West Florida (1778) de John Lodge. William Russell’s The History Of America. Londres.- Figura 3 - Mapa de Mobila de origen desconocido.- Figura 4 - Bahía de Pensacola (1781). Library of Congress, Geography an Map Division. Washington.- Figura 5 - Plano de la Villa de Panzacola del fuerte Jorge y las fortificaciones últimamente construidas por la Nación Británica (1781) de Luis Huet. Servicio Histórico Militar. Madrid.- Figura 6 - Derrota de Panzacola el 9 de mayo de 1781 (1784) por Lausan. Nicolas Ponce. Paris- Figura 7 - The American Soldier, 1780 (2005). US Army Center of Military. <http://www.army.mil/CMH/art/P-P/as-5/1780.htm>- Figura 8 - Escudo familiar de los Gálvez de origen desconocido
Bibliografía:• Aimé. (2000). <http://usuarios.lycos.es/aime/49virrey.html>• Alarcón, J. S. (2004) Presencia histórica del hispano en Estados Unidos: don Bernardo de Gálvez. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. <http://www.cervantesvirtual.com/serv...4802/index.htm>• Alsina Torrente, J. (2006). Una guerra romántica 1778-1783. Ministerio de Defensa.• Castillo, F. Bernardo de Gálvez. <http://www.uco.es/~l52caarf/frame.html>• Chavez, T. E. (2006). España y la independencia de Estados Unidos. Taurus.• Hispanic America USA (1996). Bernardo de Gálvez. Hispanics in the American Revolution. <http://www.neta.com/~1stbooks/galvez.htm>• Latin American Studies (1997). Bernardo de Gálvez (1746-1786). <http://www.latinamericanstudies.org/bernardo-galvez.htm>• Martínez Miguélez, A. (2005). Españoles en combate. De los mercenarios Iberos a la Guerra de Iraq.• Petinal, M. (2002) La campaña de Pensacola, 1781. Almena.• Todo a babor (2007). La toma de Pensacola. Todo a Babor. <http://www.todoababor.es/articulos/art_2.htm>• Victoria, P. (2007). España Contraataca. Áltera.• Wikipedia. (2006). <http://es.wikipedia.org/wiki/Bernardo_de_Gálvez_y_Madrid>
http://www.elguaridadegoyix.com/bernardo-de-galvez
¿Cómo se puede hacer para que no salgan tan grandes las imágenes al copiar y pegar un texto?
España decidió el parto de los Estados Unidos
La extraordinaria aventura de Bernardo de Gálvez
Un malagueño de 35 años, Bernardo de Gálvez, escribió una de las mayores hazañas de la historia de España: la victoria de Pensacola contra los ingleses, en Florida, en 1781. Gracias a esa victoria española, el dominio británico sobre el sur de Norteamérica se vino abajo, dejando el camino libre para que los rebeldes de las colonias, los futuros estadounidenses, pudieran derrotar a los ejércitos de Inglaterra. Pablo Victoria acaba de contar detalladamente esta historia en su libro España contraataca (Áltera). Esto fue lo que pasó. Una aventura extraordinaria.
GREGORIO URQUÍA OSORIO
Mucho se ha escrito, hablado, grabado y rodado sobre George Washington o el francés La Fayette, ensalzados por sus propias naciones. Nosotros, que siempre vamos a la inversa, tenemos el ejemplo de un español más conocido en el extranjero que en su propia tierra, el de Bernardo de Gálvez. Con sus decisivas acciones hizo posible el nacimiento de la gran potencia mundial de nuestros días: los Estados Unidos. A pesar de todo, el reconocimiento que se le hace es mucho menor del que en justicia le corresponde.
Proveniente de una destacada familia malagueña con gran tradición militar, Gálvez es a los 29 años un Teniente Coronel envidiado tanto por sus innegables méritos militares como por las influencias de sus allegados. Cuando en 1776 es destinado a Nueva Orleans en la provincia de la Luisiana, que por entonces era española y llegaba hasta Canadá, no sabe que su destino quedará ligado para siempre al de una nación que no existía. Aunque su cargo era otro, quedó como gobernador interino de la provincia, momento a partir del cual se convertirá en la verdadera pesadilla de los hijos de la Gran Bretaña. Inicialmente se dedica a perseguir el contrabando inglés. Pronto pasará a mayores.
La independencia norteamericana
Y es que no eran tiempos de tranquilidad y paz precisamente, la situación geopolítica de la provincia era muy comprometida. España y Francia oficiosamente eran aliados desde principios del siglo XVIII, cuando los borbones franceses sucedieron a los austrias en el trono español. De esta manera Francia pasó de ser una enemiga tradicional a convertirse en la principal aliada contra Gran Bretaña, que no dejó nunca de ambicionar el inmenso imperio español. Sin embargo, sucedió que las colonias inglesas de Norteamérica se sentían en plano de igualdad con su metrópoli y llevaban tiempo pidiendo una serie de derechos que Inglaterra, cegada por su soberbia, no sólo se los negó sino que les impuso nuevas tasas, como las que imponían en las colonias asiáticas. Fue demasiado para el orgullo de aquellos hombres blancos y evidentemente el gallinero se alborotó.
La rebelión de las colonias norteamericanas frente a la metrópoli inglesa supuso que la zona adquiriera gran relevancia estratégica. Por ello, a lo largo del año 1778 Bernardo funda colonias reforzando las posiciones españolas en la provincia, además de suministrar ayuda a los norteamericanos entregándoles harina, fruta, dinero y… soldados. El auxilio hispano no se limitó a esta ciudad, en todos los puertos españoles se acogía a los rebeldes y se comerciaba con ellos, lo cual empeoró sobremanera las relaciones con su majestad británica.
En este nuevo enfrentamiento se dilucidaría si continuaba el retroceso franco-español ante la hambrienta Albión o si se devolvía a los británicos todas las afrentas pasadas.
España y Francia intervienen
Inicialmente los rebeldes se encontraron solos, recibiendo eso sí ayuda económica por parte de Francia y España, pero tras la victoria en Saratoga los franceses le declararon la guerra a Inglaterra. Algunos ya habían visto que esta guerra podría constituir una gran oportunidad de someter la voluntad del rey inglés. Esta vez, aprovechando la iniciativa de declaración de guerra, la escuadra francesa del Mediterráneo se adelantó al bloqueo de la Royal Navy y pudo llegar al Atlántico dejando con un palmo de narices a los ingleses cuando éstos llegaron al estrecho de Gibraltar. Este hecho es capital pues supuso la posterior superioridad naval hispanofrancesa y, por tanto, llevar la iniciativa también durante toda la guerra en el Atlántico Norte, el principal teatro de operaciones. Esto permitió llevar a cabo numerosas campañas contra las posesiones británicas, teniendo estas que mantenerse casi por completo en situación defensiva. Precisamente una de las pocas operaciones ofensivas que posteriormente intentarían los ingleses fue contra Guatemala. Allí Matías de Gálvez, padre de Bernardo y Virrey de Nuevo México, salió a su encuentro de forma victoriosa poniéndoles en fuga.
Gálvez, hombre de acción al igual que su progenitor, tomó inmediatamente la iniciativa tras enterarse por informes secretos de que los ingleses planeaban invadir la provincia. La guerra con Gran Bretaña se preveía inminente, por eso el militar malagueño refuerza las defensas y, cuando recibe la comunicación oficial de la guerra contra Inglaterra, organiza una expedición de castigo contra los puestos británicos que controlaban el Missisipi. A los soldados que recluta se le unen por el camino muchos voluntarios más, hasta sumar un contingente multiétnico compuesto por españoles de todo el imperio, franceses, negros, mulatos e indios que habían acudido a luchar contra un enemigo común, el inglés. Es de justicia reconocer que los indios eran utilizados como mercenarios por todos los ejércitos a cambio de… ron y armas. Su crueldad ponía en espanto a los europeos, tanto que Gálvez propuso “que no empleara indios en nuestras disputas nacionales” a John Campbell, general inglés de la zona, pero el muy tunante se negó.
Tras una penosa marcha atravesando infectos pantanos, tomaron por sorpresa el primer fuerte, dirigiéndose a por el segundo, el verdadero escollo del río, Baton Rouge, que estaba fuertemente defendido. Gálvez sabía del riesgo que suponía un sitio prolongado debido a la insalubridad de la zona, así que se sirve del engaño disponiendo un falso ataque nocturno por un lado del fuerte, mientras que por el otro instala artillería. Al amanecer, varios cañones de sitio comienzan a disparar a los sorprendidos ingleses reduciendo la fortificación a escombros y haciendo que la guarnición rinda no sólo este fuerte sino otros tres más que se encontraban río arriba. Mientras que en los puestos capturados se recibe, ya tarde, la comunicación de guerra contra España, la victoriosa expedición está de vuelta con un millar de prisioneros. Los ingleses no habían empezado la contienda y ya habían perdido el control del Missisipi.
La conquista de Mobila
Por esta descollante, inesperada y pícara operación militar, Bernardo es ascendido a Mariscal de Campo con 33 años. Y no es para menos, pues de un plumazo había abierto por la puerta de atrás la principal vía de suministros para el ejército rebelde. Su importancia se tornaría capital para el devenir del conflicto. Los ingleses lo tendrían difícil si querían cerrarla, ya que se interponía frente a ellos la ciudad de Nueva Orleáns.
Sin embargo, el militar español sabía que no debía perder la iniciativa que tan buenos resultados le había dado hasta entonces. Ya no tenía enemigos en la retaguardia y podía actuar con las manos libres contra las posiciones inglesas en el Este: Mobila y Pensacola. Para ello partió con premura hacia la primera de ellas, pero al llegar a su bahía la expedición fue alcanzada por una tempestad que dejó muy malparados a los españoles. El general Campbell recibe dicha información en Pensacola y sale con un millar de soldados para aniquilar a los supervivientes, pero sorprendentemente Gálvez reorganiza la expedición y recibe refuerzos suficientes como para comenzar el asedio de la fortaleza cañoneándola al anochecer.
Al día siguiente, el fuerte presentaba una enorme brecha por donde los españoles empezaron a cargar de manera incontenible. La toma del fuerte sucedió a la vista de Campbell y sus tropas, que no llegaron a tiempo para impedir la rendición de Mobila, retirándose de vuelta a Pensacola sin poder hacer nada. Nuevamente el tesón del malagueño logró la conquista y, una vez más, se mostró incapaz de detenerse con ella, pidiendo a sus superiores continuar hasta Pensacola.
Pero no era una presa fácil: junto a Nueva Orleáns se trataba del principal puerto de la zona y su posesión daba el dominio de toda la costa occidental de la Florida. Por eso don Bernardo se dirige a La Habana para solicitar un contingente adecuado. Sin embargo, allí se encuentra algo que resulta familiar en cuanto indagamos en la Historia: envidias y lucha de egos. La batalla decisiva aún tendría que esperar.
http://www.elmanifiesto.com/articulo...idarticulo=771
Pensacola, la batalla decisiva
Un malagueño decidió el nacimiento de los Estados Unidos
Si el militar malagueño Bernardo de Gálvez no se hubiera empeñado en tomar Mobila y Pensacola, en Florida, los británicos no habrían perdido el sur de Norteamérica y probablemente los Estados Unidos habrían tardado muchos años más en nacer. Era 1741. España y Francia apoyaban a los rebeldes norteamericanos. Es la aventura que cuenta Pablo Victoria en España contraataca (Ed. Áltera). Ayer veíamos cómo Gálvez tomaba Mobila y se enfrenaba a la desidia de los gobernantes españoles en La Habana. Hoy veremos cómo la determinación del malagueño se impuso a esa desidia y decidió el curso de la Historia
GREGORÍO URQUÍA OSORIO
Bernardo era un oficial de alta graduación, muy joven y de éxito, que además tenía a su padre como Virrey de México y a su tío como Ministro de Indias. Muchos lo veían como un advenedizo, pero si es cierto que dichas influencias le beneficiaron, no es menos cierto que sus acciones justificaron con creces su ascenso. Todo aquel que estaba a su cargo, e incluso los oficiales extranjeros, se deshacían en elogios hacia su persona destacando su jovial energía en el mando, algo que no tenían ni mucho menos los veteranos militares de La Habana. Incapaces de asimilar el espíritu ofensivo de Gálvez, pusieron todo tipo de excusas disminuyendo y retrasando los refuerzos que necesitaba el malagueño para sus operaciones. A tal punto llegaron las trabas y el inmovilismo de sus superiores que hasta los franceses se quejaron ante Carlos III.
La vieja virtud
A pesar de todo, Gálvez logró imponer la lógica de un ataque por mar en vez de uno terrestre procedente de Mobila. Dos meses después de conquistar aquella ciudad, parte de La Habana una flota española de 7.000 soldados con dirección a Pensacola, a la que hubiera llegado de no ser por un huracán que los intercepta y dispersa desde la península de la Florida a la del Yucatán. Cualquiera hubiera tirado la toalla ante semejante desgracia y mal augurio, pero don Bernardo retornó a Cuba y pidió volver a intentar el ataque de esta manera:
“Los ingleses que se dirigían a Charleston fueron sorprendidos por una fuerte tempestad, a causa de la cual sus barcos fueron diseminados hasta tal punto que algunos fueron arrastrados hasta casi Inglaterra. Esto es lo que, más o menos, nos ocurrió a nosotros. Pero los ingleses no se desanimaron. Se volvieron a organizar y atacaron a Charleston, obteniendo los resultados afortunados que todos conocemos. ¿Es que nosotros no somos capaces de cosa semejante? ¿Ha desaparecido la virtud militar que tanto nos caracterizó atacando a nuestros enemigos? ¿Somos tan pusilánimes e inconstantes que una simple tempestad tropical nos amilana en nuestra gloriosa empresa? Esto es lo que pensarán los ingleses de nosotros, derrotados por un simple contratiempo, a no ser que nos mantenga un propósito de mucha mayor importancia…”.
No había en aquellos mares empresa más importante para los españoles que la toma de Pensacola.
Gálvez atacó el orgullo de los mandos, pero siguió encontrando dificultades y en tres meses sólo consiguió reunir un contingente de 1.300 hombres. El Rey ya había dado orden de disponer todo lo necesario para la recuperación de la Florida, pero para conseguirlo incluso tuvo que enviar a Francisco de Saavedra como emisario especial. Este no logró gran cosa ante la desidia de los mandos cubanos, pero prometió a Gálvez enviarle refuerzos para tomar Pensacola. Mientras tanto, los ingleses atacaron Mobila enterados del desastre sufrido por los españoles, pero, a pesar de contar con una superioridad de 3 a 1, fueron incapaces de doblegarlos y tuvieron que retirarse una vez más a Pensacola. Así lo contaba el oficial a cargo de la defensa:
“Nuestros hombres, que habían decidido vender caras sus vidas, abrieron fuego organizado contra el enemigo
”. “Con esas pequeñas victorias nuestros hombres adquieren poco a poco un cierto sentimiento de superioridad sobre el enemigo”.
El gesto de un héroe
Ya comenzado el año 1781 la nueva escuadra de Gálvez por fin leva anclas de Cuba y en nueve días se presenta ante la isla de Santa Rosa. Esta isla cerraba la bahía que daba acceso a la ciudad. La entrada a dicha bahía estaba defendida por el fuerte de San Carlos en el lado continental y una batería de cañones en la isla de Santa Rosa. Gálvez inmediatamente desembarca a su tropa en dicha isla tomando fácilmente su batería, haciendo huir a dos fragatas que les hacían fuego desde dentro de la bahía.
Se había anulado el fuego cruzado en la boca de entrada, así que la fragata San Ramón, insignia de la flota y comandada por el jefe de la fuerza naval Calvo de Irázabal, intenta pasarla, pero embarranca parcialmente con un banco de arena. Afortunadamente logra zafarse de la trampa y escapar de los cañonazos del fuerte, pero en vista de lo sucedido Calvo de Irázabal prohíbe que barco alguno pase por dicha boca. Irázabal y Gálvez intercambian cartas con duras palabras y acusaciones, pero, tras varios días, el segundo vio que las condiciones de sus soldados no eran buenas y que empeoraba la meteorología, con lo que en caso de tempestad se harían a alta mar para evitar embarrancar, lo cual supondría el fracaso de la expedición.
Ocurrió entonces que con los cuatro barcos que estaban a su cargo, el tenaz Gálvez se lanzó contra la boca. Al frente de ellos iba él mismo, a bordo del Galveztown, un bergantín inglés capturado, regalo de los norteamericanos para el mariscal español. Mientras ponía proa al estrecho de la bahía, izaba insolentemente la insignia de almirante y dirigía osadas palabras al resto de la escuadra:
“Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo”.
Y así, bajo el fuego de la fortificación, se adentró el bergantín seguido de los otros tres sin embarrancar y sin sufrir apenas daños por parte del enemigo. Ardorosos o muertos de vergüenza, el resto de la escuadra española imitó la acción de los cuatro valientes dejando en soledad al San Ramón, que puso proa a La Habana de vuelta con el furioso Calvo Irázabal a bordo. Limpiando la bahía de embarcaciones enemigas, Bernardo puso pie en tierra y montó su campamento mientras acordaba con el general inglés John Campbell respetar a las gentes y las construcciones del pueblo de Pensacola, algo que luego no cumplió el británico al incendiar el pueblo.
La ofensiva final
Pensacola tenía tres fortalezas que estaban sucesivamente más elevadas que las anteriores. La última y más elevada de ellas era el Fuerte de la Medialuna. Tanto Campbell como Gálvez sabían que si caía esa fortaleza, el resto también lo haría como piezas de dominó llegando hasta el Fuerte George, que era el que controlaba bajo su fuego la ciudad. De esta forma ambos contendientes concentraron sus fuerzas en el Fuerte de la Medialuna.
Con la llegada de un pequeño refuerzo de hombres procedente de Mobila, Bernardo ordenó construir una serie de trincheras para ir aproximándose de manera paulatina hasta el fuerte, mientras que los ingleses y sus mercenarios indios no paraban de hostigar a los sitiadores, temibles escaramuzas en las que Gálvez incluso es herido. Era claro el beneficio que suponían los indios para los británicos, por eso Campbell rechazó dejar de utilizarlos. Para colmo de males el tiempo no acompañaba, encharcando las trincheras y volviendo penosas las condiciones de vida de los soldados españoles, que tras varios días divisan con angustia cómo se aproxima una escuadra. La fortuna les sonríe, son los refuerzos prometidos por Saavedra. Con ellos las fuerzas al mando de Gálvez suman casi 7.000 hombres de las más diversas procedencias, y tiene casi finalizada la colocación de la artillería de asedio bajo la protección de las trincheras situadas frente al Fuerte de la Medialuna. El golpe moral para los ingleses debió ser durísimo, incluso los indios dejaron de atacar barruntando la derrota británica.
El 8 de mayo de 1781 la artillería española abrió fuego por primera vez, y lo hizo de manera tan certera que una granada alcanzó el polvorín enemigo, provocando una terrible explosión que mató a un centenar de defensores y “transformó el reducto en un montón de escombros”. Tras este espeluznante suceso las tropas españolas entraron en cuatro columnas en aquella fortificación llena de cadáveres y moribundos, que se rindió sin oponer resistencia. Desde lo que quedaba de las murallas de la recién conquistada fortificación, se comenzó a cañonear al fuerte contiguo, situado en una posición de menor altitud. Aunque hubo una gran lucha, ésta fue inútil. John Campbell izó la bandera blanca viendo que no tenían ya posibilidad: al tener los españoles la posición superior, los fuertes caerían de forma escalonada, uno a uno. Al día siguiente Pensacola capituló, rindiendo toda la Florida occidental.
Demasiado joven para morir
La conquista se supo rápidamente por todo el imperio español, las campanas repicaron en Nueva Orleáns, La Habana, México, Madrid y por supuesto en las colonias rebeldes, que por fin pudieron combatir sin miedo a ser atacadas por dos frentes. La toma de Pensacola fue decisiva para futuras victorias como la de Yorktown y finalmente la capitulación de los británicos en las colonias. A Inglaterra, que también perdió las Bahamas, sólo le quedaba la isla de Jamaica en el golfo de México, pero pronto empezaron a temer también por ella, ya que don Bernardo organizó velozmente una operación para tomarla. Pero el desastre de la escuadra francesa del almirante De Grasse no sólo paralizó la invasión, sino que debilitó sobremanera a una Francia que ya padecía una fatiga de guerra que la llevaría a la posterior revolución.
En 1783 se firma la paz de Versalles, donde los diplomáticos ingleses reconocen la independencia de los EEUU, pero se muestran mucho más habilidosos que sus militares y logran recuperar las Bahamas a cambio de la vuelta al gobierno español de las dos Floridas. Inglaterra consiguió salvarse literalmente por la campana. A los aliados les faltó un asalto para noquear definitivamente a un rival que ya se había ido varias veces a la lona.
Por su parte, Bernardo logró el grado de teniente general y los títulos de vizconde de Gálvezton y conde de Gálvez. Pasaría por España y Cuba, pero terminaría en 1785 como Virrey de Nueva España, sustituyendo a su padre recién fallecido. Poco duraría en el cargo, pues la muerte le alcanzó un año después a la edad de 40 años.
Bernardo de Gálvez logró con su tenacidad no perder la iniciativa en su enfrentamiento con los británicos, demostrando que la mejor defensa es un buen ataque, algo que sus detractores nunca llegaron a comprender. Hizo valer sus méritos por encima de su procedencia, que incluso llegó a perjudicarle. Y es que tenía claro que “no está en la mano del hombre oponerse al clima. El único recurso posible es pensar cómo remediar el infortunio”, y así lo hizo una y otra vez para asestarle terribles estocadas al imperio inglés. Mientras, sus contestonas colonias se hacían cada día más fuertes, alimentándose de lo que llegaba por el Missisipi gracias a un indomable Gálvez y a la generosidad del imperio español de Carlos III, al que todavía EEUU no ha devuelto todo lo que sus territorios le dieron, ni reconocido de manera suficiente el papel determinante que jugó para su nacimiento, simplemente porque, a diferencia de Francia, no pudo ser su aliada de manera oficial. En cuanto a España… tiene por costumbre ignorar a sus héroes.
http://www.elmanifiesto.com/articulo...idarticulo=774
Creo que este hilo debería estar en Hispanoamérica y no en Reynos del Andaluzía.
Pero no nos engañemos, España luchó en Norteamérica contra los británicos por defender sus intereses, sobre todo para controlar la desembocadura del Mississippi y reforzar su presencia en la Florida, no por ayudar necesariamente al los yankis, aunque por supuesto coincidió que los dos bandos, españoles y norteamericanos, compartieron enemigo común.
Incluso el conde de Floridablanca, ministro de exteriores de Carlos III, no veía con buenos ojos la empresa de los rebeldes americanos, el ayudar a estos en definitiva, como tampoco, hay que aclarar, muchos franceses de la Francia de Luis XVI creían oportuno ayudar a los norteamericanos, sólo que en este último caso primó el devolverle en golpe al inglés por la perdida, años atrás, del Quebec canadiense, territorio cedido por Francia a Gran Bretaña. Añadir, además, que ya algunos franceses en esos años mostraban inclinaciones revolucionarias, unos de sus representantes incluso lucho directamente a favor de los nacientes Estados Unidos, el famoso conde de La Fayette.
Por cierto, en Venezuela se dice que Francisco de Miranda, uno de los “próceres” de la independencia, participó como oficial en la idependencia de los Estados Unidos, cosa que en realidad no es cierta del todo, ya que Miranda luchó al lado de las tropas españolas, del rey de España, en la toma de Mobile y Pensacola, no estuvo subordinado a las órdenes del general Washington como el francés La Fayette, por ejemplo. Francisco de Miranda combatió en América a favor de España, no de Estados Unidos, que su actuación indirectamente favoreciera a los rebeles americanos ya es otra cosa.
Última edición por Val; 13/12/2008 a las 13:38
Las banderas inglesas de la Catedral
Capilla de la Virgen de los Reyes de la Catedral, escenario donde fueron ubicadas las banderas hasta que desaparecieron en agosto de 1812. JESÚS SPÍNOLA
POR J. FÉLIX MACHUCA
Lunes, 15-12-08
Pesa sobre la memoria histórica de Bernardo de Gálvez la fosa tan común en España del olvido. Y ya hay que tener mala memoria para olvidar a un soldado como este bravo militar de ascendencia malagueña que, en 1775, estuvo destinado en el Regimiento de Infantería de Sevilla sirviendo a las órdenes del Mariscal de Campo O´Reilly. Frente a otros militares europeos de inflada pechera y pelucas empolvadas, tan divinamente acunados tanto por la historia de acá como por la norteamericana, a Gálvez se le condecora con la desconsiderada medalla de la amnesia. A excepción de historiadores y lectores avisados ¿quién sabe que Bernardo de Gálvez luchó triunfalmente contra los ingleses ayudando a los insurrectos norteamericanos para romper su dependencia colonial?
Su intervención y la del ejército que mandaba fueron vitales para el buen curso de la guerra independentista de las Trece Colinas norteamericanas. Y también para su carrera profesional. Gracia a sus victorias sobre los ingleses fue elevado a rango de Mariscal de Campo y en 1784 nombrado Capitán General de Cuba. De La Habana saltó a Nueva España de la que fue virrey hasta que falleció en 1786. Con cuarenta años tan solo. Pero muy luchados y trabajados. De los ecos de aquellas victoriosas campañas suyas, donde va a emplear tanto a soldados profesionales como a colonos blancos y negros libres o esclavos, llegaron a España de su propia mano en 1783 cuatro cajones de madera repletos de banderas, estandartes, insignias y otros emblemas militares capturados a los ejércitos ingleses o aliados de éstos que Gálvez derrota. Y se distribuyeron por distintos puntos de España tras el repartimiento realizado por la Secretaría de Guerra.
El doce de agosto de 1785, un arriero de Santiponce, Juan Moreno, trasladaba hasta la Catedral sevillana el cajón con lo que le tocó a nuestra ciudad. Los canónigos no tenían ni idea de lo que llegaba desde Madrid. Imaginaban que era ropa de venerable ascendencia para vestir a la Virgen de los Reyes. El cajón contenía un estandarte y tres banderas con la inscripción sobrepuesta de los Regimientos o de los buques a las que pertenecieron: Waldeck, Natchez y Baton Rouge. En el mes de septiembre del siguiente año fueron colocadas en la Capilla de la Virgen de los Reyes. Donde permanecieron hasta el 28 de agosto de 1812. Día en el que se celebra la expulsión del francés del suelo hispalense y que en un acto, sin dudas, exagerado y sumiso con los nuevos aliados, se tuvo a bien quitarlas para no ofender la dignidad de los altos mandos británicos que visitaron la Catedral acompañados del general español Juan de la Cruz Murgeon. Desde entonces no se tienen noticias de las banderas de Gálvez.
Es curioso pero Bernardo de Gálvez tuvo que tenerle especial consideración a estas banderas inglesas que recalaron en Sevilla. Porque en una carta dirigida a su tío José en México, del 26 de enero de 1786, recogida en el Archivo de Indias en la sección Indiferente 1578 y que llega a mi poder gracias a la facultativa del citado Archivo Falia González, escribía: «Solo puedo exponer a V.E. que efectivamente eché de menos algunas banderas entre las que cogí en aquellos puestos de la Florida occidental, sin haber tampoco podido descubrir su paradero, por lo que ahora debo inferir fueron esas (las de Sevilla), cuyos trofeos querría quizás alguno de los individuos que en el ejército de mi mando habría naturales de la referida ciudad ver colocadas en su patria...»
¿Estaba Gálvez en lo cierto? ¿Lucharon con él, mano a mano, tajo a tajo, militares sevillanos que quisieron ver después en nuestra ciudad algunos de los trofeos conquistados en el campo de batalla a los ingleses? ¿Tenían acceso e influencias en la Secretaría de Guerra estos supuestos militares sevillanos como para reivindicar algunos trofeos ganados en las batallas de la Florida occidental a ingleses o a sus aliados?
Gálvez lo intuye. Pero no lo precisa y una sombra de ambigüedad oscurece las citadas líneas. En cualquier caso ese dato está tan perdido como las banderas inglesas que la Catedral no supo guardar por exceso de pudor frente al general Cruz Murgeon. Los restantes trofeos que Gálvez les ganó a los ingleses en EE.UU. fueron destinados por la citada Secretaria de Guerra a San Pascual de los Gilitos, en Aranjuez; al Pilar de Zaragoza y a la catedral de Santiago. Todas aquellas banderas y estandartes arrancadas al enemigo al elevado precio de la sangre derramada, corrieron desigual suerte. No estaría de más arrojar un poco de luz sobre las que lucieron en la Capilla de la Virgen de los Reyes de la Catedral sevillana. Más que nada para descartar que aquel arrebato de pudor local no escondiera una devolución, de tan generosa vergonzante, de dichas banderas a sus dueños en el viejo Londres...
http://www.abcdesevilla.es/20081215/...-20081215.html
A BERNARDO DE GÁLVEZ
Bernardo de Gálvez,
León de Málaga,
Reconquistador de Florida,
Caudillo de Luisiana,
Prohombre de las Españas,
Armada y buen gobierno,
La tiranía del olvido,
No desea reconocerlo,
De ilustre linaje,
De indómito valor,
Grande como soldado,
Ejemplar repoblador,
" Yo solo ", su divisa,
Ante las tierras de Coronado,
Genio del Sur para el
Norte Hispanoamericano,
Terror de la Pérfida Albión,
A la que venció en la batalla,
Como Lezo en Cartagena de Indias,
Vengando por el honor de España,
Difícil fue la centuria,
Que a Gálvez le tocó,
Pues entre luces y sombras,
España se debatió,
Mas volvió a rugir la patria,
Frente al poderoso enemigo,
Seguimos siendo una potencia,
De fiereza y brío,
Humillada la bandera británica,
Por la Hispania Americana,
Pero la espina de Gibraltar,
Sigue clavada con saña....
Como las Bahamas y Jamaica,
No pudieron ser reconquistadas,
Mas en Pensacola y Mobila el polvo
Fue mordido por la Gran Bretaña,
En mala hora, eso sí,
A Yanquilandia se ayudó;
Contra la Hispanidad continúa,
Tan terrible y falsa nación,
Tanta ignorancia y basura,
Tanto odio por nuestra Historia,
¡ Bernardo de Gálvez,
Honor y Gloria !
" ESPAÑA CONTRAATACA ", DE PABLO VICTORIA
Aquí os traigo mi terminación de la trilogía del eminente historiador colombiano. Ésta sería la segunda por orden, mas como yo siempre fui un desordenado, pues es lo que tiene. Siguiendo la misma línea, D. Pablo escribe una novela histórica pero cada dos por tres inserta documentación real. Y tiene talento para ello, a mi juicio, bastante más que el nihilista Pérez-Reverte. Está centrado en el buen gobierno de Bernardo de Gálvez, el caudillo de la Luisiana; de cómo con su camarada Alderete busca vengar a España de las invasiones británicas. El proyecto de Gálvez, amén de reconquistar la Florida, incluía la reconquista de las Bahamas, Jamaica y Gibraltar. Como sabemos, estamos en la época de otro Pacto de Familia de la Casa de Borbón, en los años en los que se recupera Menorca, y que los ingleses, con su piratería, están presionando tanto en Europa como en América. La rebelión de las colonias va a suponer un estímulo para que España vuelva a reivindicar su papel de potencia que realmente nunca abandonó en el siglo XVIII. Existía, eso sí, un peligro: Que las colonias anglosajonas sirvieran de mal ejemplo a los Virreinatos Hispanoamericanos....
El libro contiene variadísimos aspectos del gobierno y la armada, de las Cortes de Madrid, París y Londres a las tierras norteamericanas. Y valora que la intervención española en la ayuda de George Washington ( El padre de la patria gringa, quien siempre se opuso a que en su bando lucharan negros y se lucraba del negocio esclavista ) fue tan importante o más que la francesa, tanto por el corte de suministros al potente ejército británico, tanto como por el oro y la sangre aportados. Y así nos lo pagó de bien Yanquilandia....Hasta el masón Conde de Aranda advirtió del peligro que iba en ello. El caso es que una vez más, España volvió a derrotar a la Britania.
Que fue Gálvez un gobernante ejemplar, un militar valiente y leal, que continuó con la política repobladora interesante, y nunca se introdujo en esas logias que por lo visto nunca se meten en política. Esta misma guerra va a ser el escaparate de personajes nefastos, como Cagigal y Miranda; Gálvez, por pura amistad, protegió a Cagigal, hermano de logia de Miranda ( Aquel megalómano capitán criollo que se disponía a entregar las Españas de Ultramar al cetro anglicano ) por temas que le comprometían tanto en contrabando como en supuestas conspiraciones; y fue algo de lo que se arrepintió. Gálvez intervino para recuperar tierras españolas, no por afanes de " libre autodeterminación de los pueblos " ni demás coñas marineras ( Nunca mejor dicho en el argot que nos compete para con la obra ). Contó con la ayuda real, y fue una buena coordinación con Francia. Una buena coordinación con Francia que se podía haber continuado para sitiar a los piratas británicos tanto en América como en Europa; pero España, la nación más generosa, noble y valiente, se vio de nuevo ninguneada. Y luego vino la Revolución y su guillotina....Y la infame expulsión de los jesuitas, uno de los peores actos de Carlos III ( En consonancia con el marqués de Pombal ) advertiría el ocaso de nuestros Reinos de Indias. Tiempos difíciles, donde todavía apremiaba el valor y el coraje, y tantos pioneros y hombres emprendedores cuyas haciendas y vidas fueron puestas en juego por una noble y justa causa. Se reconquistó la Florida, se llegaron a tomar las Bahamas, permaneció Menorca; pero todo se fue diluyendo con los años. Y sigue lo del Peñón. Igual, si se le hubiera echo caso a Gálvez, aquél que un día dijo " Yo solo "....
El tema está en que siempre olvidamos a nuestros héroes, y que como dice Pablo Victoria, si éstos luchan por España acaban vilipendiados de un modo u otro; caso que le ocurrió a Gálvez en sus últimos días en el Virreinato de la Nueva España. Gálvez perteneció a una saga de gobernantes y militares al servicio de la Corona Católica, y cumplió con su deber. Hasta los norteamericanos parecen reconocerlo más que nosotros; así nos luce el pelo.
Muy interesante. Muy ricas descripciones. Copiosa bibliografía. Y esa manera de escribir que tienen los neogranadinos, que parecen ser los que mejor hablan y escriben en la lengua de San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos. Novela. Historia. Reivindicación. Gálvez, como Blas de Lezo, Santiago de Liniers o el Regimiento Fijo de Puerto Rico, derrotó a Inglaterra. No figurará en los libros de la escolaridad estatalista, pero para ello tenemos a hombres como Pablo Victoria. Ya saben: Cómprenlo, lean, aprendan, deléitense.
Me quedo sin duda con la frase que le dijo a José Calvo de Irazábal después de que éste se negara a atacar Pensacola tras haber fracasado el primer ataque:
"Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo".
Arturo Pérez Reverte.
El hombre que atacó solo
Hace tiempo que no les cuento ninguna historieta antigua, de ésas que me gusta recordar con ustedes de vez en cuando, quizá porque apenas las recuerda nadie. Me refiero a episodios de nuestra Historia que en otro lugar y entre otra gente serían materia conocida, argumento de películas, objeto de libros escolares y cosas así, y que aquí no son más que tristes agujeros negros en la memoria. Hoy le toca a un personaje que, paradójicamente, es más recordado en los Estados Unidos que en España. El fulano, malagueño, se llamaba Bernardo de Gálvez, y durante la guerra de la independencia americana –España, todavía potencia mundial, luchaba contra Gran Bretaña apoyando a los rebeldes– tomó la ciudad de Pensacola a los ingleses. Y como resulta que, cuando me levanto chauvinista y cabrón, cualquier español que en el pasado les haya roto la cornamenta a esos arrogantes chulos de discoteca con casaca roja goza de mi aprecio histórico –otros prefieren el fútbol–, quiero recordar, si me lo permiten, la bonita peripecia de don Berni. Que fue, además de político y soldado –luchó también contra los indios apaches y contra los piratas argelinos–, hombre ilustrado y valiente. Sin duda el mejor virrey que nuestra Nueva España, hoy Méjico, tuvo en el siglo XVIII.
Vayamos al turrón: en 1779, al declararse la guerra, don Bernardo decidió madrugarles a los rubios. Así que, poniéndose en marcha desde Nueva Orleáns con mil cuatrocientos hombres entre españoles, milicias de esclavos negros, aventureros y auxiliares indios, cruzó la frontera de Luisiana para invadir la Florida occidental, tomándoles a los malos, uno tras otro, los fuertes de Manchak, Baton-Rouge y Natchez, y cuantos establecimientos tenían los súbditos de Su Graciosa en la ribera oriental del Misisipí. Al año siguiente volvió con más gente y se apoderó de Mobile en las napias mismas del general Campbell, que acudía con banderas, gaitas y toda la parafernalia a socorrer la plaza. En 1781, Gálvez volvió a la carga y estuvo a pique de tomar Pensacola. No pudo, por falta de gente y recursos –los milagros, en Lourdes–; así que regresó al año siguiente desde La Habana con tres mil soldados regulares, auxiliares indios y una escuadra de transporte apoyada por un navío, dos fragatas y embarcaciones de guerra menores.
La operación se complicó desde el principio: a los españoles parecía haberlos mirado un tuerto. Las tropas desembarcaron y empezó el asedio, pero los dos mil ingleses que defendían Pensacola –el viejo amigo Campbell estaba al mando– se atrincheraban al fondo de la bahía, protegida a su vez por una barra de arena que dejaba un paso muy angosto, cubierto desde el otro lado por un fuerte inglés, donde al primer intento tocó fondo el navío San Ramón. Hubo que dar media vuelta y, muy a la española, el jefe de la escuadra, Calvo de Irazábal, se tiró los trastos a la cabeza con Gálvez. Cuestión de celos, de competencias y de cada uno por su lado, como de costumbre. Calvo se negó a intentar de nuevo el paso de la barra. Demasiado peligroso para sus barcos, dijo. Entonces a Gálvez se le ahumó el pescado: embarcó en el bergantín Galveztown, que estaba bajo su mando directo, y completamente solo, sin dejarse acompañar por oficial alguno, arboló su insignia e hizo disparar quince cañonazos para que los artilleros guiris que iban a intentar hundirlo supieran bien quién iba a bordo. Luego, seguido a distancia sólo por dos humildes lanchas cañoneras y una balandra, ordenó marear velas con la brisa y embocar el estrecho paso. Así, ante el pasmo de todos y bajo el fuego graneado de los cañones ingleses, el bergantín pasó lentamente con su general de pie junto a la bandera, mientras en tierra, corriendo entusiasmados por la orilla de la barra de arena, los soldados españoles lo observaban vitoreando y agitando sombreros cada vez que un disparo enemigo erraba el tiro y daba en el mar. Al fin, ya a salvo dentro de la bahía, el Galveztown echó el ancla y, muy flamenco, disparó otros quince cañonazos para saludar a los enemigos.
Al día siguiente, con un cabreo del catorce, el jefe de escuadra Calvo de Irazábal se fue a La Habana mientras el resto de la escuadra penetraba en la bahía para unirse a Gálvez. Y al cabo de dos meses de combates, en «esta guerra que hacemos por obligación y no por odio», según escribió don Bernardo a su adversario Campbell, los ingleses se tragaron el sapo y capitularon, perdiendo la Florida occidental. Por una vez, los reyes no fueron ingratos. Por lo de la barra de Pensacola, Carlos III concedió a Gálvez el título de conde, con derecho a lucir en su escudo un bergantín con las palabras «Yo solo»; aunque en justicia le faltó añadir: «y con dos cojones». En aquellos tiempos, los reyes eran gente demasiado fina.
Os dejo un video sobre éste héroe español al que los americanos tienen como héroe americano.
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Bernardo de Gálvez y la Revolución Americana
Manda este texto Isªªc Frrro. Puede tener interés para el tema que muchos tenemos en cabeza, aunque propiamente se refiera a episodios anteriores a aquéllos en que tenemos ahora fijada la atención. Es de Manuel Pastor, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, director que fue del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard. Fue publicado en el Semanario Atlántico.
La imagen que encabeza estas lineas procede de la página "Louisiana’s Military Heritage: Battles, Campaigns, and Maneuvers", en la que se da noticia de cómo las fuerzas españolas, bajo el mando de Gálvez, atacaron la guarnición británica de Fort Richmond, en Bâton Rouge el 21 de septiembre del 79, que fue capturado, lo que propició la pronta rendición de Fort Pannure, en Natchez, quedando así bajo control español la rivera del río Misisipi.
En septiembre de 2008, el nombre de Galveston estuvo en los noticiarios de todo el mundo por haber sido la principal víctima del huracán Ike: igual que hiciera un antepasado suyo en 1900, dejó un rastro trágico de destrucción en la isla-ciudad tejana.
Pocos españoles, y también pocos americanos, saben que el nombre de esta localidad se debe al gobernador español de la Luisiana y héroe de la Independencia americana, después virrey de Méjico, Bernardo de Gálvez (1746-1786). En realidad, pocos españoles y americanos saben quién fue Bernardo de Gálvez.
Nacido en Macharaviaya, Málaga, el 23 de julio de 1746, Bernardo de Gálvez cursó estudios militares en la Academia de Ávila; estudios que puso en práctica en distintas guerras: contra Portugal (1762), contra los Apaches del norte de Méjico (1769-70), incluso en una expedición a Argelia (1775).
En 1776 fue nombrado coronel, y asignado al regimiento de la Luisiana, justamente cuando se iniciaba la rebelión independentista de las colonias americanas contra Gran Bretaña. Es entonces que empieza a forjarse su relevancia histórica. Morirá en la Ciudad de Méjico el 30 de noviembre de 1786.
En 1776, su tío José de Gálvez, ministro de las Indias en el gobierno de la Monarquía de Carlos III, ante la indecisión del Consejo en lo relacionado con intervenir o no contra Inglaterra, ordenó al gobernador de La Habana que enviara agentes secretos a Pensacola, Jamaica y otras áreas de control británico, y con seguridad influyó o decidió que, a partir del 1 de enero 1777, Bernardo de Gálvez asumiera el cargo de gobernador en funciones de la Luisiana. Como ha escrito Tregle Jr., Gálvez llega a ser Gobernador en funciones e Intendente de la Luisiana el primero de enero de 1777, iniciando lo que va a ser el período más brillante y exitoso de la administración de la colonia bajo el Imperio español.
En noviembre de 1777 nuestro hombre contrae matrimonio con Felicité Destréhen, una joven viuda de la influyente familia criolla St. Mexent. Gálvez impulsará el crecimiento de la Luisiana incrementando las exportaciones de la colonia, bajando los impuestos y propiciando la inmigración de españoles –especialmente de las islas Canarias (los isleños)–, alemanes de Maryland y Europa, americanos leales a la Corona británica y católicos de la Acadia.
Dupuy y Hammerman sostienen que entre 1777 y 1779 Bernardo de Gálvez trabajó con éxito y en secreto para debilitar las posiciones británicas en el Sur. Cuando, finalmente, en el verano de ese último año, y en virtud de los pactos de familia con Francia, España entra en la alianza contra Gran Bretaña, Gálvez toma puestos militares británicos en lugares como la ribera del Mississippi, Manchac, Baton Rouge o Natchez, asedia Mobile (marzo de 1780) y consigue la rendición de los británicos en Pensacola, el 9 de Mayo de 1781, poniendo fin al control británico de West Florida y sentando las bases para la recuperación para España de toda la Florida y la desembocadura del río Mississippi (v. Tratado de Paz de 1783).
En 1781 Carlos III nombra a nuestro hombre capitán general de Cuba y gobernador de la Luisiana y la Florida Occidental. Durante su mandato se fundaron dos colonias españolas en el primero de esos territorios: Gálvez Town (no confundir con Galveston, nombre que dará José de Hevia a la isla-bahía-población tejana en 1785) y New Iberia. La Corona española le honrará con los títulos de Vizconde de Galveston y Conde de Gálvez.
En 1785 Bernardo sucederá a su padre, Matías de Gálvez, como virrey de Nueva España, con autoridad sobre Cuba, la Luisiana y las Floridas. Pero, como ya vimos, sólo un año después, a los 40, entregará la vida en Ciudad de Méjico.
Durante su breve etapa de virrey, Bernardo de Gálvez contribuyó a la colonización y administración de las provincias interiores del virreinato, inmensos territorios que hoy día forman parte de los Estados Unidos (California, Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado, etc.), y dio a la imprenta dos importantes documentos históricos: Instrucción para el gobierno de las Provincias Interiores de Nueva España y Notas y reflexiones sobre la guerra con los indios Apache en las Provincias de Nueva España.
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