En El País, un artículo manifiestamente mejorable recuerda el 80º aniversario del martirio de Marcelino Oreja Elósegui en Mondragón (Guipúzcoa). La página Facebook dedicada al Rey Don Alfonso Carlos (1931-1936) lo glosa así:

LXXX aniversario del asesinato del diputado carlista Marcelino Oreja Elósegui, el 5 de octubre de 1934 en Mondragón, a manos de militantes del PSOE y de la UGT.


El recuerdo que Asís Ulla Bilbao publica en el diario madrileño El País, sin embargo, está condicionado por el falseamiento sistemático de la figura de su padre que lleva a cabo Marcelino Oreja Aguirre, político demócratacristiano en las antípodas de la Comunión Tradicionalista, y añade errores contemporáneos de la propia cosecha del articulista.


No cabe en este contexto hablar de "Euskadi", término que no se haría oficial hasta la apoteosis juanista de la Constitución de 1978. Inventado por Sabino Arana, en 1934 los nacionalistas, minoritarios, aún lo escribían "Euzkadi", para colmo.


Tampoco procede decir que el asesinado "trabó amistad con las personas que impulsaron la Acción Católica de Propagandistas". El nefasto jesuita liberal Ángel Ayala, promotor de la "Asociación Católica Nacional de Propagandistas" (no "Acción" y sí "Nacional", hasta que se lo quitó mucho más tarde) captó adeptos entre estudiantes carlistas, a los que él y su colaborador Ángel Herrera Oria apartaron de la Causa. No fue el caso de Marcelino Oreja Elósegui; sí lo fue, más tarde, el de su hijo póstumo.


Escribir "Bizkaia" en el contexto de 1931 es un disparate. Tampoco es correcto decir, como hace Ulla Bilbao: "Católicos y nacionalistas vascos coincidían entonces en su defensa del Estatuto de Estella, que facultaba a Euskadi a pactar con el Vaticano, y en su rechazo a las políticas laicistas del gobierno". El llamado "Estatuto de Estella" no pasó de proyecto, en el que no estaban de acuerdo todos los carlistas. En cualquier caso, el mismo no hablaba de "Euskadi" por ninguna parte. El único objeto de aquella coalición electoral y parlamentaria entre tradicionalistas y nacionalistas, por lo demás enemigos acérrimos, era enfrentarse a la política anticatólica de los republicanos. Pronto se pasaría el PNV al bando laicista; más pronto aún se disolvió aquella coalición de circunstancias. Para cuando Marcelino Oreja Elósegui fue asesinado, era un lejano recuerdo, y el PNV ya cortejaba al PSOE, el partido de los asesinos.


Es suficientemente elocuente el hecho, que recoge este artículo, de que la editorial nacionalista Txalaparta publique libros en reivindicación del cabecilla de la Revolución de octubre de 1934 en Mondragón, Celestino Uriarte, socialista que terminaría en el Partido Comunista.


El sentido de la expresión "democracia cristiana" en la cita de José Pla que aparece al final del artículo, es el que tenía en ciertos documentos pontificios de principios del siglo XX, no el sentido político que ya empezaba a adquirir en la década de 1930.


La cita final de Juan Pablo Fusi no aporta nada, sino confusión adicional.


Marcelino Oreja Elósegui, Mártir de la Tradición. Requiescat in pace.

El artículo arriba comentado puede leerse pinchando en el título siguiente: Asesinato en Mondragón.



Agencia FARO