Revista FUERZA NUEVA, nº150, 22-Nov-1969
El pueblo vasco
(…) A mi modo de ver, existen dos clases de vascos: una aberrada minoría separatista que naufraga en una cultura de laboratorio racista y decadente, que no ha sido capaz de ofrecer un solo intelectual de talla, y una gran mayoría, cardinalmente española (*), que culmina en una cultura ecuménica y que florece en intelectuales de talla universal, como son Unamuno y Maeztu.
Cada uno, desde el lado de su puente, han estado en conflicto con esta o aquella contingencia (no vamos a entrar en detalles u odiosas comparaciones) pero jamás han estado, están o estarán en conflicto con los esencias de la España eterna, de la verdadera España, que han contribuido a formar como Padres de la Patria.
Sin el precedente de Maeztu, no me hubiese atrevido a escribir este modesto ensayo sobre conceptos de la unidad Ibérica. Y, sin Unamuno, muchos españoles no habríamos acertado a invadirnos y penetrarnos de la conciencia sutil de la Patria. He de confesar que soy uno de los españoles que ha tomado conciencia de la Patria leyendo y releyendo la obra de los dos vascos geniales. Cada español llega a la dimensión espiritual del patriotismo a través de muy diferentes caminos. Mis caminos han sido Maeztu y Unamuno, y creo honesta y sinceramente que no me hallo en soledad. No sin rubor he de puntualizar que hasta muy tarde no comprendí la magnitud del Quijote. Y un español que no comprende el Quijote es como pez que no comprenda el agua. Me ayudó a conocer el decisivo valor del Quijote la previa lectura de la “Vida de Don Quijote y Sancho” de Unamuno, esa auténtica recreación quijotesca que, más que con tinta, parece que está escrita con un manantial de sangre española.(…)
Los hombres medulares de Vasconia han sentido, de manera muy honda, el influjo de la milenaria Iberia, a la que pertenecen tanto por una vivencia de la geografía como por una toma de conciencia de la historia. La fascinación que ejerció sobre su espíritu la ecuménica cultura ibérica se puso de manifiesto en toda la extensión de sus obras. La potentísima observación de un Baroja, sus pinceladas penetrantes como los de un Quevedo redivivo, asombran por su profundo españolismo. Y así nos percatamos de que todos los vascos geniales han sido ganados por la magia de la “furia intelectual española”, de la que los vascos han sido los perennes adelantados.
No olvidemos que el separatismo es un leve trasunto de minorías frustradas (*), aunque a veces lo exacerbe la impensada concurrencia de ciertos rencores más generalizados. Pero, en el fondo, ningún vasco puede ir contra el pensamiento de los vascos, como Unamuno y Maeztu, que han formado el espíritu común de los pueblos ibéricos.
El balance de una postura disgregante y negativa ha de ser necesariamente negativo, y así lo demuestra, de manera fehaciente, el hecho de que no haya brotado de las minorías separatistas vascas ni un sólo intelectual o pensador de talla. Y, por el contrario, los intelectuales vascos de categoría universal han sido verdaderos precursores del españolismo más fecundo y creador. Hasta el extremo de que no podemos hablar de una cultura ibérica actualizada en la que no ejerzan un poderoso influjo pensadores españolísimos como Unamuno o Maeztu que, en mi modesta opinión, no hicieron otra cosa que intercalar en el tejido del alma española la urdimbre de ese viejo y milenario pueblo ibérico que es Vasconia, querida hija y hermana de España, y como buena hermana y mejor hija, bien querida al unísono por todos los españoles.
Sólo por el amor unánime que los españoles profesamos a Vasconia, debía ser condenado el suicida separatismo de esas frustradas minorías (*) que tanto se han apartado del magisterio intelectual de los grandes, universales y verdaderos vascos.
Ricardo HORCAJADA
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