Escribe don Pedro Silva en la Nueva España (13.1.05): “Una de las trampas del discurso español sobre Euskadi es atribuir el origen del nacionalismo vasco a una invención más o menos ocurrente de Sabino Arana. Eran un pueblo duro y arriscado hace más de veinte siglos, en tiempo de Estrabón”.
Es don Pedro hombre de afirmaciones llamativas aunque no siempre ciertas. Así, hace tiempo, en el Ateneo Jovellanos de Gijón, afirmaba, con toda seriedad, que el fin fundamental Largo Caballero, en los años treinta, era implantar la democracia y no la dictadura del proletariado como su conmilitón afirmaba siempre que tenía ocasión. Lo decía, aparentemente convencido de su certeza, con toda la formalidad que era capaz.Ahora, con la misma formalidad, nos cuenta que Estrabón ya hablaba de los vascos en los términos antes citados.
Sin embargo Estrabón nos contaba, después de explicar lo brutos que eran todos: “Así viven estos montañeses, que, como dije, son los que habitan en el lado septentrional de Iberia; es decir galaicos, astures, cantabros, autrigones, caristios, várdulos, hasta los vascones y el Pirineo, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir”. Estrabón, En las tres actuales provincias vascongadas vivían los autrigones, los caristios y los várdulos, que cada uno ocupaban más o menos una de ellas y ni asomo de vascos. La arqueología nos enseña que los restos de los vascos en nada se diferencian de los de otros pueblos del Cantábrico, y muy poco de los demás de Europa.
El entretenimiento habitual de estos pueblos era pelearse entre ellos. Estos tres pueblos habitantes de las Vascongadas, según nos enseñan Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz y muchos otros, se asemejaban más a sus vecinos occidentales, los cantabros, que a los orientales, los vascones, habitantes del norte de Navarra. Y también nos contaban que la lengua de autrigones y demás en nada se parecía a la vasca.
Los romanos, que usaban normalmente criterios étnicos para sus divisiones políticas, hacían depender a los várdulos y demás pueblos del occidente del convento cluniense, con capital en Clunia (Coruña del Conde, Burgos) y a los vascones, que ocupaban el norte de Navarra, del convento caesarugustano de capital Zaragoza.
El mismo criterio usaban para su organización militar: los várdulos y demás formaban la Cohorte I Vardullorum y los vascos la Cohorte II Vascorum.
De los vascones se sabe poco en la época de la conquista romana, toda vez que no dieron demasiada lata a los conquistadores, su zona se ocupó sin problemas y ni siquiera hay referencias del asunto. No así con los lusitanos, astures y cantabros, pues estos si causaron graves y sangrientos problemas bélicos a los romanos, que fueron descritos abundantemente en sus escritos. La primera referencia a los vascones es en tiempo de Pompeyo (I a, JC.), donde se les cita como sus aliados.
Posteriormente, con el apoyo de sus aliados los romanos, se extendieron hacia el oeste, colonizando los terrenos de várdulos, caristios y autrigones, que acabaron desapareciendo.
La romanización de Álava y prácticamente toda Navarra fue tan intensa como la del resto de España. En pocas regiones del norte de la Península se encuentran tantos restos romanos como en Navarra y Álava.
Esto choca un poco con lo que nos aseguran don Pedro sobre el aislamiento secular de los vascones en el devenir de nuestra historia. En Guipúzcoa y Vizcaya, aunque menos, los vestigios son abundantes, sobre todo en explotación de minas. En el mismo casco urbano de Bilbao se han encontrado restos. Hay más en estas dos provincias que en Asturias y Santander.
Dos grandes vías romanas cruzaban el territorio vascón, pasando por Cascante, Calahorra, Alfaro, Irún y Pamplona, con una importante red secundaria.
Todo esto nos lo cuenta Estrabón en su “Geografía”, mal que le pese a don Pedro. La historia es recientemente inventada, por don Sabino, hace a penas cien años, mal que le pese al señor Silva. Empieza por Túbal, carné nº 1 del PNV. Hijo de Noe. Hasta Arana nadie lo sabía.
La principal y primera ciudad reclamada por los nacionalistas como propia fue Calahorra.
Los romanos cuentan que la celtibérica Calahorra fue arrasada por ellos después de una defensa heroica, sus defensores muertos, incluidos mujeres y niños, y posteriormente entregada a los vascones en premio a su alianza fiel. Lo mismo sucedió con Tudela, Cascante, Jaca, Ejea de los Caballeros, Alfaro y otras muchas, después de la muerte o esclavización de sus habitantes, lo cual era práctica habitual, como sucedió en Numancia, ciudad arévaca, arrasada y posteriormente entregada a sus aliados pelendones.
Nos aseguran, no obstante, los historiadores nacionalistas que la resistencia fue feroz, sin conseguir, los romanos, la conquista de Kalagurri.
Bernardino de Estella, voluntarioso historiador nacionalista, nos narra de la defensa de la ciudad por los vascos: “Sitiada por los generales Pompeyo y Metelo, sufrió los horrores del hambre más espantosa. Consumidos los alimentos, comieron los defensores de la ciudad las carnes de sus padres, mujeres e hijos”. El único problema serio era que los vascos, fieles aliados de Pompeyo, estaban fuera.
Los vascones fueron aliados sumisos de los romanos durante toda su dominación en la Península. Suetonio (II d, JC) nos cuenta que vasca era la guardia personal del emperador Octavio Augusto. Se sabe que la cohorte II Vascorum formaba parte de las fuerzas que ocupaban Britannia en tiempos de Trajano (105 d. JC.). Incluso vascos había entre los pretorianos, tropa de élite.
Y como la ocupación romana fue innegable, otro historiador de la cuerda, con menos caradura que nuestro Bernardino, Estornes Lasa nos asegura: “podemos asegurar que los bascos vivieron en paz con los romanos e independientes de ellos”.
Como no podía ser de otra manera los vascos también fueron los autores de las pinturas de la cueva de Altamira, (15.000 a. C.), así nos lo asegura el mismo Estornes con absoluta certeza. Para lo cual, naturalmente tuvieron que saltar po encima de autrigones, caristios, várdulos y una buena parte de los cantabros.
Lo claro que lo tendrían, que hasta el propio Arana en sus principios presumía de cantabro, pues estos si era seguro que habían luchado bravamente con los romanos, y nos deleitaba con esta épica oda:
“Ea, cantabros, despertad y abandonando presto el arado,
ea, jóvenes y viejos, empuñad el hacha y el venablo
Ved allá que vienen por la llanura a conquistar
Nuestro pueblo los guerreros romanos vestidos todos de hierro
Pretenden esclavizar nuestra libertad…
El que muriese en la cruz, ése será feliz
Ya está ahí: ¡Dios y fueros!… ¡Lancemos el grito de guerra!”
Una pega importante era que aun no se habían inventado los fueros, que los cántabros de la época no eran católicos y que, por lo que nos cuenta don Sabino, él aun no había inventado sus vascos.
Aseguran don Sabino, y el señor Silva parece creerle, tener una historia independiente de la de España, conservando intacto su idioma y más intacto aun su RH. Lo que tiene un mérito evidente. Pues siendo las Vascongadas tierra de paso obligado, para entradas y retiradas de los muchos ejércitos que invadieron la península Ibérica, y qué, salvo los godos, no llevaban a la guerra a sus familias, es de lo más normal.
Pasan los bárbaros sin hacer demasiado caso a los vascos.
Llegan los moros, ocupan sin mucho apuro las zonas fértiles de Álava y Navarra Y con más toda la cornisa cantábrica.
Empieza la Reconquista Y, mira por donde, ahí no se crea tampoco Euzkadi, si no que se crea Castilla.
O al menos así nos lo cuentan gente seria, a la que supongo que, el señor Silva, hara más caso que a don Sabino y demás cantamañanas nacionalistas.
“En ellas se establecieron numerosas masas de vascos, junto al conglomerado étnico que presidían los cántabros y junto a los refugiados visigodos. Esta mezcla explosiva iba a tener decisivas proyecciones históricas en el acuñarse del pueblo castellano”.
Claudio Sánchez de Albornoz.
“Aparece ahora realmente Castilla en la historia. el pueblo castellano, de sangre vasca y cántabra, se configura en una sociedad abierta, dinámica y arriesgada como lo es toda estructura social en una frontera que avanza”. Vicens Vives.
Y mira por donde también se inventan los fueros.
El historiador vizcaíno Balparda nos dice: “Desde que a principios del siglo XI empieza a tenerse alguna idea de Vizcaya (lo que se diga de tiempos anteriores es el mentir de las estrellas), no ha vivido otra vida política, internacional, jurídica, artística, social, científica ni religiosa que la de Castilla”.
La primera mención de Guipúzcoa aparece en el 1025. Es un señorío aragonés del señor García Acenáriz, súbdito del rey de Navarra.
La pertenencia de las tres provincias al reino de Navarra con Sancho el Fuerte, 27 años, conseguida por conquista, es la prueba esencial de la existencia de la nación vasca para nuestros optimistas nacionalistas y para don Pedro por lo que se ve. El resto del tiempo, desde el siglo VIII hasta hoy, estuvo unida a los reinos de Asturias, León y Castilla. Las tres provincias aprovecharon la primera ocasión para volver a Castilla.
Hasta el 1200 las vascongadas dependieron las más de las veces de Castilla y las menos de Navarra. En ese año Alfonso VIII de Castilla toma Vitoria al rey navarro Sancho el Fuerte, separándose la historia de esas provincias de la de Navarra ya para siempre, dependiendo de Castilla aunque conservando sus fueros y privilegios dada su estratégica situación fronteriza.
Las guerras entre Guipuzcoanos y navarros fueron constantes en las edades Media y Moderna. Los navarros trataban despectivamente a los vascongados de “castellanos”. Estos enfrentamientos no cesaron hasta la conquista de Navarra por los Reyes Católicos en 1512.
Curiosamente figuraban en el escudo de Guipúzcoa, como timbre de gloria, los doce cañones arrebatados a los navarros en la batalla de Velate, en la última de sus guerras contra Navarra, donde, como siempre, y ayudada por Vizcaya y Álava, era aliada fiel de Castilla. El PNV los ha quitado.
El antiquísimo nacionalismo vasco tiene poco más de 100 años, con una España decadente, fue cuando sus ideólogos se dieron cuenta de la fuerza del idioma como elemento diferenciador. Tanto es así que en los movimientos cantonales de la I República, para nada intervinieron los vascos, mientras que por ejemplo Jumilla, Cartagena y cien más, se declaraban independientes.
Así nos lo asegura un insigne vasco, al que supongo don Pedro concederá algún crédito: “Los pueblos que caen tienen regiones más o menos separatista, porque el claramente separatismo es el egoísmo, es el sálvese el que pueda de las ciudades, de las provincias o de las regiones”. Pío Baroja.
Uno de hitos fundamentales de la creación de Euskadi fue la batalla Padura o Arrigorriaga. Arana nos lo explica: “Nuestros padres vertieron su sangre en Padura por salvar a Vizcaya (1) de la dominación española, por la libertad de la raza, por la independencia nacional”. Un problema serio era el en el medioevo no había naciones, faltaban aun unos siglos. Los individuos eran súbditos de tal o cual rey o señor, no nacionales de tal o cual nación. (1) Así era como Arana llamaba a Euskadi entonces, luego con “b” y siguió.
A Unamuno, insigne vasco, se le entiende mejor: “Quisiera barrer, con la ayuda de todos aquellos que no tienen la venda de la pasión ante los ojos, la máquina formidable de quimeras y fantásticas invenciones con que han echado a perder una historia sencilla de un pueblo cuya gloria es el ser pacífico, morigerado, laborioso y libre. Aitor... y la batalla de Arrigorriaga son, o hechos totalmente desprovistos de fundamento, o hechos muy problemáticos que no se pueden dar por rigurosamente históricos”.
A finales del XIX hay una polémica entre el novelista nacionalista Juan Venancio de Araquistain y el notorio historiador Nicolás Soraluce. Decía este: “esta clase de espantajos, conminaciones y modos de argüir” que rechazaba ”la historia, el criterio histórico y hasta el buen sentido”. Le contesta aquel muy científicamente: “la historia formará eruditos, pero no hace héroes, sobre todo en las masas. Sólo las tradiciones, los cantos, en fin las historias populares… tienen fuerza para inflamar la imaginación de los pueblos”. Como a primera vista nos percatamos, riguroso e incontestable argumento en que basar una patria, o así al menos debe de parecerle al señor Silva.
Llega y pasa la Edad Moderna siendo las Vascongadas parte de España. Y habiendo sido los vascos protagonistas muy importantes de la nuestra historia. Vascos fueron muchos de los marinos españole más destacados, también los conquistadores, los virreyes de América. Militares destacados fueron: Iñigo de Arrieta, almirante de los Reyes Católicos, Oquendo capitán general de la Armada del Cantábrico uno de los jefes de la Invencible y así hasta mil.
Lope de Vega, en “El Peregrino en su patria”, escribía: “a donde sin haber entrado ofensa de sangre bárbara o vil, guardó España su nobleza, nací de tan nobles padres, que si tengo alguna queja del cielo en mis desventuras, con esto pude perderla. en fin, en Vizcaya, archivo de valor que España encierra”.
Fiestas típicas actuales, que aun no se han atrevido a quitar los nacionalistas, de las ciudades de la vascongadas son los “Alardes”. Todos ellos celebración de victorias contra los franceses defendiendo la integridad de España: Fuenterrabía (1638), Irún (1522), San Juan de Tolosa (1321). Ahora el PNV las deriva a la lucha por la independencia del Euzkadi norte contra Francia. No se si don Pedro también se creerá eso
Llega Napoleón. El secretario de la Junta de Vizcaya, José Xavier de Gotilla escribe a Palafox: “El M. N: y M. L. Señorío de Vizcaya se apresura a a manifestar a V:E: que este día se ha proclamado con el ,mayor júbilo y contento a nuestro amado Fernando VII por nuestro Rey y Señor… todos los pueblos formen alistamientos de los soltero desde 16 a 40 años… para que se persiga al exército francés en cualquier parte que se halle hasta que retroceda del territorio español”.
Vienen las guerras carlistas del XIX. Guerras de españoles contra españoles y como no podía ser de otra manera de vascos contra vascos. Presentan estas luchas, los nacionalistas, como enfrentamientos de vascos defendiendo su liberación nacional. Calos VI el pretendiente carlista, organizador del asunto, manifestaba en la segunda guerra: “Mis deseos no son otros sino sacar a nuestra querida Patria del caos en que se halla sumergida… no veo sino españoles, y todos ellos capaces de contribuir… al grande objeto para el que la Divina Providencia me reserva”.
Carlos VII pretendiente carlista organizador de la tercera: “yo os llamo a todos los españoles, que todos son mis hermanos… Por nuestro Dios, por nuestra Patria y por vuestro Rey… ¿Qué he de querer sino la grandeza y la felicidad de España?. No parece que hablen mucho de Euskadi.
Decía el muy foralista senador alavés de la época Pedro de Egaña, al antiforalista liberal Sánchez Silva: “Nos llamamos vascongados porque no queremos renegar de nuestro nombre de pila; pero eso no quita que, siendo vascongados, seamos tan españoles como su señoría y como el mejor español”.
Los fueros de todos fueron dados por los mismos reyes, en las mismas épocas y en similares circunstancias.
La única peculiaridad de los fueros vascongados consistió: en que mientras en Europa se unificó toda la legislación durante el siglo XIX, como resultado de la industrialización y el liberalismo. En España no fue así, por de la debilidad del liberalismo en ella y la guerras carlistas, como consecuencia, la unificación de códigos, no fue completa.
Hay que señalar que los fueros fueron siempre diferentes e independientes para cada una de las provincias vascongadas. Según lo cual la entidad Euskadi, que nunca lo fue hasta que por decisión de las Cortes españolas (1978) se creó la Comunidad Autónoma Vasca, que no deriva ni de fueros ni de derecho histórico alguno. Si quisiéramos dar marcha atrás a la Historia, tendría que separarse por provincias y volver a su antigua organización, El único antecedente fue el intento de reorganización administrativa de 1874, que pretendía organizar la región denominada Cantabria, formada por las Vascongadas y Navarra, proyecto rechazado por la cuatro provincias debido al deseo común de no perder sus ordenamientos forales provinciales.
Ya en guerra y para asegurarse la fidelidad del PNV se concedió, el 1-10-36, la aprobación del Estatuto, que solo afectaba a Vizcaya, toda vez que las otras dos provincias estaban en zona nacional.
Vea don Pedro las excelentes relaciones de sus conmilitones con los nacionalistas por aquella época, ¿quién les ha visto y quien les ve?
Decía Arana del socialismo: “hez del pueblo maketo”. “déjense de ideas socialistas, que son anticristianas y antivaskongadas”.
Uno de los fundadores del PSOE vasco Felipe Carretero en 1902 escribía después de defender la necesidad de combatir al el “¡Gora Euskadi! Con el ¡Viva España! “Los socialistas hemos combatido en todo tiempo el nacionalismo de Arana por considerarlo inhumano, insolidario, pobre de concepción y de espíritu, fundado en el odio injusto hacia el resto de los españoles y por ser altamente incivilizado y reaccionario”.
Naturalmente, como nos cuenta Arzallus, hijo de alcalde requeté de Franco que participó en ella, la guerra del 36 fue de España contra los vascos y no una guerra civil entre españoles. Y eso a pesar de que, entre los nacionales, había bastantes más navarros y vascos que en el ejército de Euskadi.
Para conocimiento de don Pedro, me crea o no, Arana si creó la patria Euskadi y no desde tiempos de Estrabón.. Sí creó una lengua reinventada para cumplir mejor su función, dando a luz numerosos neologismos como: batzoki, aberri, abertzale, azkatasuna, iikurriña y por fin Euzkadi. Que la hacen incomprensible para los verdaderos vasco parlantes.
Tiene el mérito don Sabino de haber inventado una nación inexistente, poblada por una raza inexistente, con una historia inexistente y que habla una lengua inexistente hasta su época, para dar nombres inexistentes a personas, animales y cosas.
Unamuno, experto en eusquera lo definía: “seudo vascuence de alquimia… esperanto eusquérico”. Primero a la nación don Sabino la llamó Vizcaya, luego Bizkaia, luego Euskeria y como final Euzcadi y ahora, esto no tuvo tiempo el buen Sabino para inventarlo, Euskadi. Unamuno no muy conforme se lamentaba: “forjar una lengua artificial, de alambique y gabinete, a base de vascuence, una jerga política de la que han salido tan donosos disparates como llamarle Euzkadi a lo que siempre se llamó en vascuence Euscalerría y en español Vasconia”.
Seguía lamentándose: “grotesca y miserable ocurrencia” de un “menor de edad mental” (por Sabino Arana) “terminacho espurio y disparatadísimo que forja con un sufijo- “adi”… que se encuentra en nombres de arboledas y cosas así… como si al pueblo español le llamásemos “la españoleda”, al modo de pereda, robleda…”. M. de Unamuno, revista “Nuevo mundo”, 1-3-18, Madrid.
Es pena don Pedro, pero no es una trampa del discurso español el atribuir el origen del nacionalismo vasco a una invención más o menos ocurrente de Sabino Arana. Es que es así.

Francisco Alamán Castro