Les altres senyeres: la Bandera de Altonia
La bandera de Ultonia aparece en al forma dispuesta por las Ordenanzas reales que regularon la formación y el uso de las banderas.
No es propio de este lugar describir la parte activa que tomó el Regimiento de Ultonia en la defensa heroica de la plaza de Gerona y de sus fortificaciones exteriores que entonces existían, desde el viejo castillo de Montjuich a la más pequeña torre, así como en las salidas de la ciudad para proteger la entrada de los convoyes para la traída de víveres y pertrechos de guerro, pero bueno es hacer constar, en síntesis, la brillante actuación que en todo momento llevaron a cabo los mandos y los individuos del cuerpo que lo formaban, en cuyas gestas perdió dos tercios de sus hombres. Tuvo que ser rehecho con gente del país.
Terminada la guerra de la Independencia y disuelto el Regimiento de Ultonia en 1818, quedó en poder del Ayuntamiento su bandera, preciado trofeo que ha venido custodiando con honda satisfacción.
Por espacio de muchos años pocos fueron los gerundenses que pudieron contemplarla, por no salir del edificio Consistorial más que en contadas ocasiones, una de las cuales fue con motivo de la inauguración del monumento levantado en la plaza de la Independencia dedicado a los defensores de Gerona en 1808 y 1809, cuya ceremonia se efectuó el día 28 de octubre de 1894 y que ondeó majestuosamente en manos del comandante Roberto Piserra.
En la sesión celebrada por la Corporación Municipal gerundense en 22 de mayo de 1908, el concejal Joaquín Mas y Ministral y el teniente alcalde José Jubany y Simón, propusieron que el Ayuntamiento solicitase del Gobierno la concesión a favor de la bandera de Ultonia, de los mismo honores otorgados a las de los somatenes del Bruch e Igualada. La sugerencia, estimándose justa y merecida, fue aceptada por unanimidad y se cursó la petición.
La Comisión Ejecutiva designada a su tiempo para conmemorar el primer Centenario de los Sitios, elevó a S. M. el Rey una exposición en súplica de que se concediera la corbata de San Fernando a la bandera de Ultonia y se dirigió al Capitán General Arsenio Linares y al general Milans del Bosch, pidiendo su apoyo para que fuera una realidad tan honrosa distinción, quienes contestaron ofreciendo realizar con interés las gestiones.
A fin de conmemorar el primer centenario del levantamiento del segundo Sitio de Gerona en 1808, a cuyos actos debía asistir -a petición del teniente alcalde José Jubany- la bandera Ultonia, el día 14 de agosto de 1908, el general de División Higinio de Rivera y Sempere, Gobernador militar de Gerona, telegrafió al Capitán General de Cataluña Arsenio Linares, exponiéndole que la misma carecía de honores y pidió se autorizase para tributárselos. Dicha autoridad militar regional contestó el mismo día concediéndole los que se le han venido tributando cada vez que es sacada en público.
Para la solemne conmemoración que tuvo efecto el día 19 del indicado mes, el día antes, un piquete del Regimiento de Asia pasó a las Casas Consistoriales para recoger la bandera de Ultonia con los honores debidos, descubriéndose con respeto todo el público allí congregado. Se la colocó a la derecha de la del cuerpo armado y se la condujo al cuartel de Santo Domingo donde quedó depositada en el cuarto de banderas.
Al día siguiente la campana “Beneta” de la catedral tocó a somatén. Los gerundenses pudieron apreciar la honda impresión que su modo de vibrar causaba un siglo atrás al resonar de igual manera en los momentos de peligro para la ciudad.
A la cabeza de la comitiva que partió de las Casas Consistoriales para dirigirse a la misa que en la Seo debía rezarse, aparecía la bandera de Ultonia llevada con orgullo y satisfacción plena por el comandante Cesáreo Huecas acompañado de varios oficiales. Cerraba la marcha un piquete del Regimiento de Asia con su bandera y bandas, tras del cual iba el cuerpo del somatén gerundense con su flamante bandera. De regreso al punto de partida, aparecieron en el balcón principal las autoridades y la bandera de Ultonia.
El día 4 de noviembre del mismo año, a las 16 salió del cuartel de Santo Domingo una compañía del Regimiento de San Quintín (el de Asia estaba en Barcelona de donde regresó al día siguiente) dirigiéndose al Ayuntamiento a fin de hacerse cargo de la bandera de Ultonia, la que entregó el teniente de Alcalde José Jubany a un oficial del último de los citados cuerpos armados. Se le rindieron los honores concedidos. Fue llevada al cuartel en el que permaneció hasta el día siguiente en que por primera vez asistió a la solemne función cívico-religiosa que cada año se celebra en honor de los heroicos defensores de Gerona en 1808 y 1809.
El 21 de enero de 1925, el general Hermosa, Vocal del Directorio, comunicó a este Gobierno militar que S. M. el Rey Alfonso XIII había firmado una R.O. concediendo los máximos honores de Capitán General con mando en plaza a la bandera de Ultonia al saber que concurriría a los actos de homenaje al propio monarca el día de su fiesta onomástica.
Al llegar a la corte la representación del Ayuntamiento y del somatén de esta capital, fue recibida por otra de la Corporación municipal madrileña y un piquete cuidó de tributar a la bandera de Ultonia los citados honores concedidos por la regia disposición.
Cuando regresó de Madrid, al toque de somatén por la “Beneta”, acudieron las autoridades, numeroso público y un piquete del Regimiento de Asia con bandera y música a recibir el glorioso trofeo. Reintegrada la bandera de Ultonia a las Casas Consistoriales con los honores concedidos, desfilaron las tropas ante las autoridades.
Antes, como se ve, cuando tenía que salir la bandera de Ultonia, el día precedente iba a buscarla el Regimiento de guarnición, la conducía al cuartel y la custodiaba hasta que era entrada de nuevo en el edificio del Cabildo Municipal.
La histórica y majestuosa bandera de Ultonia tiene, pues, concedidos dobles honores, unos por el Capitán General Arsenio Linares y otros por el rey Alfonso XIII, ambos bien merecidos con solo recordar las brillantísimas gestas en las que participó durante la guerra de la Independencia, de las que es mudo pero elocuente y muy estimado testigo libre de toda excepción.
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