Lima: in memoriam José Antonio Pancorvo Beingolea
Lima, 29 febrero 2016. [FARO]. Hace unas horas ha fallecido en la capital del Perú el distinguido escritor José Antonio Pancorvo Beingolea, víctima de un cáncer recientemente diagnosticado. Había nacido en la misma ciudad en 1952.
Hombre de múltiples saberes, se contaba entre los pocos que comprendían cabalmente los errores de los nacionalismos hispanoamericanos. Curó así a muchos de los jóvenes que se le acercaban del virus del sanmartinismo, tan extendido en el mundo conservador peruano por oposición al bolivarismo. En su último libro, la novela Demonios del Pacífico Sur (2013), se trasluce claramente su posición. Entre sus obras publicadas se hallan también Tratados omnipresentes (2000), El culto a la Santísima Virgen (2002), Pachak Paqari (2003), Estados Unidos celestes (2006), El profeta del cielo (2009) o Los éxtasis del incarrey (Antología poética, 1989-2009). Aparece asimismo en varias antologías de poesía peruana.
Conservó también la memoria de la Madre Ripa, cuyas historias pudo todavía escuchar en la Arequipa de inicios de los años setenta del siglo veinte, donde estudió algunos años en la Universidad. La Reverenda Madre María Manuela de la Ascensión Ripa, representa en el realismo peruano —ha escrito nuestro colaborador el profesor César Sánchez— «a la mística profética, a la última de las virtuosas, al lucero brillante pero crepuscular de la edad de oro de la santidad arequipeña». Monja de clausura del Monasterio de Santa Catalina de Siena en Arequipa, «gozó de fama como visionaria y consejera prudente, siendo requerida por las autoridades cuando la situación se tornaba incierta. Se enteraba de los resultados de los combates de las Armas del Rey antes que llegasen los correos. Dejó un epistolario y algunos escritos espirituales, donde plasmó sus visiones extáticas así como algunos juicios históricos y políticos. A tal grado llegó su predicamento entre los “Fidelistas de Arequipa” que cuando Bolívar ocupó la ciudad en 1825, sufrió arresto domiciliario, circunstancia que el historiador peruano don Pedro José Rada y Gamio calificó de “ridículo y triste espectáculo”. De la venerable criolla quedó hasta hace algún tiempo una leyenda áurea en Arequipa, que nos hablaba de Santos Cristos que sudaban sangre cuando el “Ejército Católico” era derrotado, y de presagios ominosos de un porvenir oscuro para el Perú».
Realista criollo, es normal que sintiera el Carlismo como propio. A principios de siglo trabó amistad con el profesor Miguel Ayuso en uno de los viajes de éste por el Perú. Con motivo de cumplirse los 175 años del Carlismo nos obsequió un poemario barroco y apasionado, Boinas Rojas a Jerusalén, dedicado a S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y a la Comunión Tradicionalista. Meses antes había recibido al Abanderado en el Club Nacional de Lima, fundado en 1855, en perfecta continuidad con la recepción que ciento veintiún años antes se celebró en tal institución en honor de su tío abuelo el Rey Don Carlos VII en idéntica situación de pasar por Lima, la Ciudad de los Reyes. Era miembro del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II.
El velorio se realizará esta tarde en los velatorios de la Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, calle Dellepiani cdra. 3, entre las cdras. 13 y 14 de la Avda. Pezet (San Isidro).
Requiescat in pace.
https://consejofelipesegundo.wordpress.com/
Carta póstuma a don José Antonio Pancorvo
Escribe: Antonio Moreno.-
Mi estimado Señor Don José Antonio Pancorvo Beingolea (1), heroico adalid de las irredentas huestes virreinales, abanderado del estandarte supremo del sol y quintaesencia del Parnaso hispánico:
Hace ya tiempo que no nos escribíamos. Y mire vuecencia que vivíamos a no muchas cuadras de distancia. Pero bien sabía yo que usted andaba en temas productivos y que la noche le inspiraba para la arduidad del trabajo.
Del 2011(el año que yo llegué al Perú) al 2013 nos frecuentamos bastante. Fue una de las primeras personas que conocí cuando recién llegaba al Perú, por mor de algunos amigos comunes.
Gracias a su gestión pude presentar mis libros en la Librería Inestable, en la calle Porta, cerca del Parque Central de Miraflores (el parque Kennedy, para entendernos). Y luego, rematamos la literaria jornada con piscos en la calle Berlín, con mi señora (que entonces era mi novia) y con mi suegro, Manuel Basauri QEPD (2).
Pronto me di cuenta de que su merced era un gigante en todos los sentidos. Su envergadura ya era un claro anuncio.
En el 2014 apenas nos vimos. Empero, en el 2015 felizmente coincidimos en la Santa Misa Tridentina cerca del terruño de Santa Rosa de Lima, durante el bendito mes de octubre, cuando la Ciudad de los Reyes se viste de morado por y para Nuestro Señor de los Milagros. Luego de elevar nuestras almas al alimón del latín y del bien despachado incienso, pudimos volver a hablar de lo divino y lo humano, contándome vuacé sus proyectos inmediatos con respecto a la literatura y lo que no es la literatura. Así, volvimos a compartir junto con buenos amigos unos cuantos e interesantes recuerdos.
Pero… ¡Un momento! Estoy escribiendo en pasado sobre usted… ¿Cómo así?
Hombre, Don José Antonio, que como mi suegro, se nos ha ido sin avisar… ¡Y no hace mucho que nos vimos! ¿Cómo he de hacerme yo a la idea de que voy a pasar por sus ventanas con la cruz de Santiago y que allí no va a haber nadie? ¿Cómo que no voy a verle más en aquel sillón de tronío, decorado con las cristianísimas flores de lis? ¿Y aquellos muebles y cuadros que sumergían al visitante en un ambiente de antigua y venerable serenidad? ¿Y aquellos cuadros suyos que mostraba a regañadientes, a pesar de la evidencia de su talento? ¿Y aquella imponente biblioteca de sabor barroco? ¿Y las espadas japonesas? ¿Y aquellos cafés, así como aquellos quesos y vinos dulces que compartimos entre chanzas?
Dios mío de mi alma, cuántos buenos recuerdos me deja su merced… ¿Cómo olvidar, por ejemplo, aquella vez que estuvimos en Miraflores, en un restaurante típico, colmado de azulejos, comiendo tacu-tacu? Y luego rematamos la tarde con churros. Por entonces, ya le estaba cogiendo el gusto al ceviche en particular y a la comida criolla en general. A tal punto que si en la semana no como ceviche, me pongo de mal humor.
Estar ante su señoría era como estar ante un libro abierto. En muchas de nuestras variopintas conversaciones, salieron temas tan dispares como el mal causado por el modernismo y la teología de la liberación y su desgraciada vigencia, el teatro de los hermanos Álvarez Quintero (esa expresión de “¡vamos a tomarnos unas copichuelas!” que tanto le gustaba), los cartagineses, el canto mongol, la porcelana china, los reyes de Francia, la ácida jocosidad de Francisco de Quevedo, la capoeira, la conexión del flamenco con las músicas hispanoamericanas (¡me sorprendió que usted conociera tan bien el ritmo de las bulerías!), los poemas y las traducciones de Roy Campbell, los cristianos orientales, las novelas de Valle-Inclán, el papel intelectual y espiritual de Miguel de Unamuno, la brillantez de pensadores como José de la Riva Agüero, Juan Vázquez de Mella, Arlindo Veiga Dos Santos, o de su dilecto Plinio Correa de Oliveira, con quien laboró con absoluta fidelidad en el Brasil y por toda Sudamérica a través de Tradición, Familia y Propiedad…
¡Ah! Y temas muy poco conocidos, como la problemática que puede entrañar Cervantes y el Quijote visto desde otra óptica; la realidad sobre los cátaros, alejada de las leyendas de la nueva era; su experiencia en el paracaidismo… O aquellas anécdotas suyas de su estancia en Argentina…
Y por supuesto, también hablábamos mucho de la triste desventura de España, la patria que usted no consideraba ajena; la patria de Nicolás de Ribera el Viejo, el primer alcalde de Lima, de quien usted descendía; la patria que le aportó a su sangre chispazos andaluces, castellanos y vascongados; la patria que usted veía como reserva perenne en el carlismo, el movimiento político más antiguo de Europa, que usted siempre quería que resurgiera. ¡Era usted más español que muchos pseudoespañoles que tristemente conozco! Si en España hubiera una monarquía de verdad, a usted habría que reconocerle la Grandeza de España y no a otros elementos… Pero mejor no hablemos de eso… Y créame que es mejor que no haya conocido físicamente Europa, porque de seguro le hubiera dado un jamacuco ipso facto al ver el triste espectáculo en el que se ha convertido.
Con todo, así como sentía su herencia ibérica, también sentía los Andes, y por ello también conocía y amaba el quechua, idioma en el que escribía sin dificultad. No desdeñaba la chicha de jora ni el chacchar hoja de coca. Nada era un obstáculo para su acendrada peruanidad: Siempre fue integralmente de su espíritu y de su gente, ostentando así el empático arquetipo de la caballería criolla, capaz de aunar gustos y voluntades. Para usted, ser hispanista no excluía lo andino y viceversa; porque de hecho, todo ello se fusionó en los tres siglos virreinales que forjaron la identidad de este solar que fue conocido como la flor y nata de las Indias. Y como recordaba, probablemente en los pueblos andinos hay más costumbres hispánicas que en las grandes ciudades. Y no es “paradójico”, es que es la constitución histórica del Perú, aun con las diferencias evidentes y perceptibles.
Como usted bien me decía: A los pueblitos de la sierra no van los antitaurinos a molestar. Y es que es posible que en Áncash se viva la tauromaquia más intensamente que en Navarra, y si intensa es la Semana Santa en Andalucía (al igual que en Nápoles y Sicilia), no lo es menos en Huamanga.
Y ahora que lo pienso: ¡No podía tener usted un nombre más criollo! ¡Ni que hubiera sido cantado por Chabuca Granda!
Sus libros son una viva muestra de su sentir y dedicación. Los repaso una y otra vez: “Amanecidas Violentas”, “Los Éxtasis del Incarrey”, “Profeta el Cielo”, “Pachak Paqari (Épicas del Trono del Sol”), “Boinas Rojas a Jerusalén”... Y el último, esa gran novela que junta el presente y el pasado desde una óptica de trascendencia católico-monárquica lapidaria: “Demonios del Pacífico Sur”, ejemplo formidable de historia crítica hispanoamericana, y que de hecho, no iba a ser el único en esta línea; línea que continúa y profundiza el amigo Francisco Núñez del Arco (su publicación sobre los realistas criollos está a las puertas), cuya quiteñidad reconoció usted hace años en el centro de Lima. “Por su rostro, ya sabía yo que era de Quito”, recuerdo que me decía usted con una franca sonrisa. Y este genial quiteño sabe, como cada vez está sabiendo más gente, que tras doscientos años de mentiras, la verdad nos va haciendo libres. Gracias a Francisco, gracias a usted, y gracias a otros grandes que están presentes tanto en la tierra como en el cielo, aunque a veces me cunda el desánimo, seguiré investigando y escribiendo.
¡Intentaré no defraudar!
¡Y sus libros, regalados y autografiados, constituyen un tesoro que mostraré muy orgulloso a mi descendencia! ¡Qué pequeñas siento mis obras al lado de las suyas! Yo, que con usted pasaba de hablar la lengua de Cervantes a la lengua de Camoens, pero que no le podía seguir cuando hablaba latín, inglés, alemán, francés, y otros idiomas que se me escapan… Yo, que aprendía de usted, de sus habilidades y conocimientos para con tan variados campos del saber… Hombre, ¿pero cómo voy a hacerme la idea de que ya no le voy a ver más?
¡Sin duda, el único disgusto que me ha dado su merced ha sido que se haya ido tan pronto! ¡Maldita sea la traicionera enfermedad que nos ha privado de la excelsitud de su compañía! ¡Una irrefrenable sensación de tristeza invade mi alma!
Mas permita Dios que salgan a la luz sus trabajos de estos dos últimos años. Ya verá como sí.
Querido maestro: Fue un inmenso y honroso orgullo el haberle conocido y tratado. Disculpe si me derrumbé a base de lágrimas en el velorio. Pero es que estoy que todavía no me lo creo. Allá vi a tanta gente, y de tanta clase y condición… Porque usted, si bien nunca renunciando a la firmeza de sus ideales, no era hombre de despreciar a nadie, y eso bien se le valoraba. No faltaron los poetas, quienes lo aclamaban con justicia; como no faltó tampoco el amigo José Rodríguez Alfaro ni tantos otros leales que compartieron con vuacé la batalla por la tradición.
Tal vez sea por algo que entre el mentado José y yo compartamos su nombre completo…
Todos los allí presentes estábamos tan sorprendidos como desolados. Empero, usted estaba tan firme como siempre, dispuesto como caballero de la Virgen, con el león rampante en la solapa y el rosario entrelazado en sus fuertes manos, con un semblante de piadosa reciedumbre que nada envidia al caballero de la mano en el pecho que pintara El Greco.
Usted ya era leyenda antes de irse. Usted ha sido un sabio generoso que nos ha marcado a muchos. Usted era un genio en toda regla. Con todo merecimiento, su inmortalidad se extenderá sobre nosotros, sus discípulos y amigos, y no escatimaremos en homenajes.
No obstante, si se están yendo los mejores... ¿Qué nos va a quedar? ¡Qué solos nos vamos sintiendo!
Hasta siempre, gran capitán. Porque “capitán de Tercios” me decía usted a mí, cuando capitán en verdad eso mismo era usted, y por eso así lo saludé en la despedida. Me consuela saber que será vuecencia una de las buenas estrellas que guiará nuestro camino. Y eso evocaré cada vez que mire el arcangélico cuadro de Escuela Cuzqueña que usted me regaló para mi boda, el mismo que corona la sala de mi morada. Porque no por nada Hernando de Acuña escribió en el siglo XVI:
“Ya se acerca, Señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
un grey y un pastor solo en el suelo
por suerte a vuestros tiempos reservada;
ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un Monarca, un Imperio y una Espada;
ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera con toda vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra,
que, a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.”
Cúmplase la voluntad de Dios Nuestro Señor y acatémosla nosotros, amén.
Requiescat in pace.
NOTAS:
(1) Sobre D. José Antonio Pancorvo un servidor tuvo la oportunidad de escribir hace tiempo:
RAIGAMBRE: APOLOGÍA DE JOSÉ ANTONIO PANCORVO
RAIGAMBRE: PANCORVO, EL PERÚ Y LA HISPANIDAD
De justicia es destacar referencias. Por ejemplo, con respecto a su excelente novela “Demonios del Pacífico Sur”, podemos hallar la entrevista que le hizo Willax Televisión:
https://www.youtube.com/watch?v=41Rwbdf4dUw
De esta interesantísima novela también podemos hallar otras referencias:
https://www.facebook.com/editorialme...65178320163006
Letras H Literatur Hispanoamerikas Literatura Hispanoamericana: Demonios del Pacífico Sur
Demonios del PacÃ*fico Sur - LIBROS PERUANOS
Sobre sus artículos, poemas y alguna que otra entrevista, podemos ver:
transtierros: josé pancorvo
http://www.fatima.pe/articulo-76-la-cruz-de-mayo
Letra Suelta Cultural: Poemas de JOSÉ PANCORVO - De: Amanecidas Violentas de Mundos
Amanecidas violentas de mundos: por los mundos de José Pancorvo…”porque todos los mundos son espejos”. Por Gustavo Reátegui Oliva.
La casa de Yaxkin: Dos poemas de José Pancorvo (Perú)
José Pancorvo, poeta peruano interesantísimo
José Pancorvo - LIBROS PERUANOS - Autores
Cascahuesos Editores: LOS ÉXTASIS DEL INCARREY: Antología poética de José Pancorvo en Cascahuesos
Gambito de Rey: AMANECIDAS VIOLENTAS de José Pancorvo. Por Víctor Coral / En Luz de Limbo, febrero de 2010
Aquí podemos apreciar varios vídeos en youtube acerca de sus polifacéticas actividades:
https://www.youtube.com/watch?v=E6KFb1vyCx0
https://www.youtube.com/watch?v=YkNwxMLJcLg
https://www.youtube.com/watch?v=reIXIyjKLro
https://www.youtube.com/watch?v=wNmrwscG1E8
https://www.youtube.com/watch?v=OxiiBz0DMlk
Y también nos encontramos ya algún que otro homenaje:
el bebedor de la noche: A LA MEMORIA DEL POETA JOSÉ PANCORVO
CANCIÓN DE LA BOTELLA VIOLENTA. José Pancorvo – Hawansuyo
(2)Sobre Manuel Basauri:
ANTONIO MORENO RUIZ: MANUEL BASAURI GÁLVEZ, IN MEMORIAM.Carta póstuma a don José Antonio Pancorvo - La Abeja
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