Varios tradicionalistas andaluces hemos homenajeado hoy en Jerez a Antonio Molle Lazo, requeté del Tercio Nuestra Señora de la Merced muerto heroica y martirialmente por Dios y por España tal día como hoy en 1936. En la capilla en la que reposan sus huesos hemos rezado la siguiente oración:
¡Oh Jesús amabilísimo! que habéis dicho: Aquél que me confesare en la tierra yo lo confesaré delante de Mi Padre Celestial; glorificad pues, el alma bendita de ANTONIO, que no se avergonzó de confesar vuestro Santo Nombre en medio de los más atroces tormentos, y concedednos a nosotros, por sus méritos e intercesión, la gracia que ahora necesitamos. Os lo pedimos para la mayor honra y gloria de la Santísima Trinidad y extensión de vuestro reino aquí en la tierra. Amén.Tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria a la Santísima Trinidad.
Antonio Molle Lazo nació en Arcos de la Frontera el día 2 de abril de 1915, de una familia modesta de gran abolengo carlista; a los cinco meses esta familia se trasladó a vivir a Jerez de la Frontera, a cuya población queda vinculada su biografía. En ella estudió en el Colegio del Buen Pastor de los Hermanos de La Salle, y desde aquella época ya hay numerosos testimonios de su piedad y de su bondad natural. La primera colocación que tuvo al salir del colegio fue de meritorio en la estación del ferrocarril de Jerez; poco después, una ley reservó las plazas vacantes para los hijos de los empleados de la compañía y le cerró el paso. Se fue entonces de escribiente a una bodega de vinos. La crisis económica de aquellos años democráticos y republicanos arruinaba los negocios, y esto le obligó a peregrinar por varios despachos y a compartir con su padre el puesto de taquillero de un cine. Lo que se dice, una familia capitalista... Después de su martirio su cadáver fue trasladado a la iglesia del Carmen de Jerez, y en ella descansan sus restos.
A pesar de las dificultades económicas que padeció siempre, fue colaborador habitual y esforzado de todas las campañas piadosas que se desarrollaban, especialmente de las eucarísticas. Rezaba diariamente el Santo Rosario y en sus conversaciones daba constantemente testimonio de su fe.
Se afilió a las Juventudes Tradicionalistas en 1931, a los dieciséis años; junto con su padre, también carlista, luchaba contra los marxistas que dominaban en los sindicatos y desde ellos les asediaban en sus modestos empleos. Fue un artista en cuestión de pintadas, colocación de pasquines y reparto de octavillas (especialidad que ejercía, además, en los pueblos de la provincia de Sevilla), y siempre entre amenazas, silbidos, pedradas y golpes. Una vez fue cogido en plena faena y fue llevado a pie y esposado, entre insultos, a la cárcel de Jerez, donde estuvo mes y medio; coincidió allí con su hermano Carlos, también detenido por luchar contra los socialistas que querían asaltar el convento de Santo Domingo.
El 18 de julio los tres hermanos, Carlos, Antonio y Manuel Molle Lazo, se presentaron al comandante Arizón, salvador de Jerez que les dedicó a la ocupación de edificios públicos y des arme y detención de elementos socialistas. Asegurada la situación, corrieron por los pueblos de la provincia de Cádiz para decidir su incorporación al Alzamiento. Antonio Molle estuvo en Ubrique y en Sanlúcar, y luego en Sevilla en la liquidación de la resistencia roja en las zonas de San Marcos, El Pumarejo, San Julián y Triana. Volvió de Sevilla a Jerez con la bandera roja y gualda, proclamada ya inequívocamente como bandera de la España Nacional, y formó con sus antiguos compañeros el Tercio de Nuestra Señora de la Merced, patrona de su ciudad. Salió este Tercio de Requetés a cubrir el flanco de las fuerzas legionarias que avanzaban sobre Madrid. Molle quedó con quince requetés y quince guardias civiles en Peñaflor, donde los rojos habían cometido durante los primeros días varios asesinatos y desmanes.
El 10 de agosto estaban aquellos requetés oyendo una Misa por el general Sanjurjo en el convento de las Hermanas de la Cruz cuando les avisaron que una muchedumbre de rojos armados estaba entrando en el pueblo. Molle y otros se hicieron fuertes en una casa; pero agotadas pronto sus municiones, decidieron replegarse por unos corrales al encuentro de sus compañeros. Se retrasó Molle por ayudar a escapar a una señora y cayó prisionero. Estaba de uniforme y ya sin armas. Un tropel de milicianos le sacó a la calle con las manos en alto, y a empellones le llevaron al comienzo de la carretera de Lora.
En medio de un tremendo griterío le instaban a que vitoreara al comunismo y él sólo lo hacía a España y a Cristo Rey; después le exigieron que blasfemase a lo cual contestó con vítores a Cristo Rey. Fracasadas estas exigencias se reanudaron, reforzadas primero con el corte de una oreja, luego de la otra, de la nariz, del cuero cabelludo, del vaciamiento de un ojo y de la contusión de otro. El respondía con ayes y suspiros de dolor y con gritos de ¡viva Cristo Rey! que contrastaban con las blasfemias de sus verdugos. Finalmente, le remataron a tiros y a cuchilladas.
Santa Cruz, Manuel de (1979): Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español, tomo I, pp. 171-172.
Fuente.
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