El binomio que encabeza la revista "sindicalismo revolucionario " lo dice todo. Y aun más lo de la revisión del marxismo.
Hay que ir con mucho cuidado con conceptos tales como "sindicalismo" y "revolucionario". Si en el pasado algunos movimientos conservadores cayeron en el error de enarbolar consignas, banderas y utilizar el lenguaje del enemigo por estrategia, confusión o exaltados por los acontecimientos no es momento de repetir esos errores a estas alturas y con la serenidad que da la distancia y el análisis de la modernidad a la luz de la Tradición.
Autodenominarse "sindicalista " es someterse bajo el yugo de los presupuestos de la revolución francesa e industrial. Es lo propio del Sudra que perdiendo ya de vista totalmente el origen inferior, plebeyo, propio del Demos, de las actividades de índole inferior alejadas de la finalidad espiritual del hombre en la tierra, como es el Trabajo y así lo ha visto siempre la Tradición, una bandera y una proclama: así como "estado del trabajo" o el ensayo del Trabajador del primer jünger ( luego retractado ). Hacer del Trabajo y de los trabajadores una unidad espiritual por sí sola y como fuerza de choque y aun más como reivindicación y apología es caer en el demonismo.
Demonismo que ya conocemos por los frutos que ha dado esa apologia del trabajo y de la subversión proletaria: gulag, totalitarismo, castro. Asesinatos y persecución.
Queda claro que cuando el trabajo se convierte en un arma arrojadiza en manos de los movimientos de masas todo acaba en sangre y demonismo y el trabajo desgajado de su origen y no analizado desde el punto de vista metafísico se convierte en un escollo contra tradicional.
Lo mismo cabe decir de "revolucionario". Palabra introducia por los radicales, y los hijos de la "revolución" francesa. Además privada de su significado originario ( revolvere, retornar ) que significa justamente lo contrario. Lo contrario que si que enarbolaron los enemigos de la "revolución" del "sindicalismo" y del "estado del trabajo": La Reacción.
La gloriosa Derecha de la que tanto intentan apartarse algunos confundidos y supuestos disidentes del sistema que utilizan no solo su misma jerga ( "trabajo" "sindicato" "estado" "revolucion" ) sino que ademas comparten sus presupuestos y su imaginario colectivo, su origen.
Ese es el peligro de revistas y opinadores de esa índole insertados en el seno del movimiento patriótico porque carcomen como una hierba mala desde dentro y tienden a prostituir lo asentado en terreno firme.
Por qué no centrarse en los presupuestos que han llevado a la formación de un Estado, y de el Trabajo asalariado, así como las fuerzas de reivindicación del trabajo y del estado del trabajo ( comunista o socialista ) en lugar de acatarlos acríticamente y convertirlos en punto de partida ?
El Mal del trabajo asalariado , el mal del estado, no es la repartición de sueldos, la redistribucion o la reapropiación colectiva, todo eso es pensar en los mismos términos más cambiando a los jugadores: es exactamente lo mismo un capitalismo de estado ( comunismo o socialismo ) como un capitalismo en manos privadas. La corrosión y decadencia espiritual es exactamente la misma, aun peor en el primero como se ha visto.
La erosión de todo lo espiritual no acabará hasta que se vaya a la raíz del mal y se vea en origen del demonismo del trabajo y no se le acate y se parta de él para abordar soluciones irreales, utópicas, revolucionarias o en otras palabras que asumen como realidad el vacío espiritual que inagura la era del maquinismo, la industrialización, la desaparición de los gremios, el trabajo asalariado, etc etc. Y para llegar ahí hay que ver con ojos de metafísico y no de exaltado sudra.
Para ello tenemos consignas y proclamas mucho más idoneas, menos equívocas, más veraces y nada confusas que van a al raíz del asunto y que nos definen como lo que somos, como en lo que estamos y como a lo que vamos:
En lugar de revolucionario, reaccionario.
En lugar de sindicalista, justicialista.
Dios, Patria, Justicia.
Por ello esta serie de grupusculos son un escollo un injerto de la Izquierda en nuestras filas.
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