Tema: Congreso 175 años del Carlismo

Madrid, junio-septiembre 2008. El Consejo de Estudios Hispánicos "Felipe II" anuncia la celebración en Madrid, los próximos días 26 a 28 de septiembre, de un congreso bajo el título "Una revisión de la tradición política hispánica: A los 175 años del Carlismo". A lo largo de las próximas semanas iremos proporcionando más información.

Mientras se prepara su web oficial, el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II ha habilitado un cuaderno de bitácora en http://consejofelipesegundo.wordpress.com

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Agencia FARO

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Crónica del Portal Avant:


27 y 28 de octubre de 2008. Especiales. 175 aniversario del carlismo. Una revisión de la Tradición Hispánica. A los 175 años del carlismo
A lo largo de dos días de incesante actividad el Consejo de Estudios Hispánicos “Felipe II” ha conmemorado los 175 años del primer grito de "¡Viva Carlos V!". Cerca de doscientas personas han participado en primer lugar en un congreso internacional, en cinco secciones con cerca de cincuenta ponencias, que se publicarán conjuntamente en un volumen que ha de ver la luz en los primeros meses de 2009, y de las que se expusieron resumidamente en forma oral treinta. El carácter multidisciplinar y polifacético de los ponentes y de las ponencias dotó al congreso de un enorme interés. Así se trataron aspectos militares, históricos, políticos y doctrinales, pero también se trató de las visiones del Carlismo desde diversos ámbitos geográficos y culturales (Polonia, América, Francia, etc…), de la importancia del Carlismo en la novela, la numismática, el cine o la pintura, de las especificidades regionales del Carlismo, del estilo carlista o de la relación del Carlismo con diversas iniciativas católicas y asociativas, como la revista Verbo, la Adoración Nocturna Española, los sindicatos libres, etc... Fueron varios los carlistas valencianos presentes. Y del Carlismo valenciano se ocupó en una ponencia Víctor Javier Ibáñez, socio y miembro de la junta del Círculo Aparisi y Guijarro.

El domingo 28, monseñor Ignacio Barreiro, director de la oficina romana de Human Life International, ofició la Santa Misa en el rito romano tradicional. La misma fue presidida por S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. En su sermón monseñor Barreiro animó a los presentes a perseverar en la defensa y verdadera actualización de la Tradición de la Iglesia y de las Españas. Los actos concluyeron con una animadísima comida de hermandad, que se alargó hasta casi las ocho de la tarde entre las canciones e himnos de la Tradición española. A los postres el director científico del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II comenzó resumiendo los trabajos y trazó el plan de actividades para el futuro próximo. Don Sixto Enrique, a continuación, en una intervención importante, destacó la singularidad del Carlismo frente al conservadurismo y la esperanza de su doctrina como salvación de España.
Los asistentes a la comida de clausura fueron obsequiados con una lámina numerada del pintor Augusto Ferrer-Dalmau. El balance del congreso es absolutamente positivo, tanto por el nivel de los ponentes como por el número de asistentes, quienes mantuvieron el amplio salón permanentemente lleno durante todo el sábado, y el templo y el restaurante el domingo, en un ambiente pleno de interés académico y de entusiasmo tradicionalista. Entre los asistentes destacaba la presencia de veteranos requetés de nuestra Cruzada, destacados carlistas durante el reinado de Don Javier junto a una esplendida generación de ya consolidados profesores universitarios y profesionales de prestigio que libraron la batalla política durante la llamada transición en las filas de la AJT, AET y Juventudes de la Comunión Tradicionalista y la nueva y prometedora generación de jóvenes carlistas procedentes de todas las Españas que tantos proyectos están consolidando. Todo un signo de Esperanza para el Carlismo.

Resumen de la intervención de Víctor Ibáñez Permítanme comenzar mi intervención con una excusatio non petita en consideración a los correligionarios valencianos aquí presentes. Puede que a algunos de ustedes les extrañe que un manchego trate de un tema tan importante como el Carlismo en el Reino de Valencia. Sin embargo, la propia denominación del Círculo del que soy secretario ya nos hace una idea de los estrechos lazos de mi tierra natal con el Reino de Valencia, pues al Marqués de Villores le debemos los albaceteños el desarrollo de nuestro ciudad y los carlistas una entrega sacrificadísima a la Santa Causa. Además, razones de índole académico han hecho que me acoja a la foralidad valenciana, de donde tengo una onerosa deuda de gratitud con los carlistas valencianos de los que tanto he aprendido. Por ello, como don Manuel Polo y Peyrolón y tantos carlistas valencianos de orígenes manchegos, soy un defensor más de la Tradición valenciana que hoy va a tratar humildemente de trazar un pequeño acercamiento de la gran epopeya del carlismo valenciano. Al intentar hacer una síntesis cronológica e interpretativa de la historia del Carlismo en el Reino de Valencia procede dejar sentada la premisa de que el Carlismo es un elemento esencial de la historia religiosa, política y social de los últimos ciento setenta y cinco años del antiguo Reino de Valencia. Y que además su ejecutoria resulta imprescindible para entender el mantenimiento de la cultura y símbolos de identidad del Reino de Valencia frente a las tendencias separatistas y centralistas, ambas jacobinas y antitradicionales. La acción política y militar del Carlismo en el Reino de Valencia constituye la ocasión más cercana a la restauración de su esplendor foral[1] –fundamentalmente durante el periodo de la Tercera Guerra Carlista– eclipsado tras los decretos de Nueva Planta, consecuencia del desenlace de la batalla de Almansa en la guerra de Sucesión. Si en dicha guerra en el Reino de Valencia se hicieron armas mayoritariamente, como en los demás estados de la Corona de Aragón, frente al rey legítimo[2] los alzamientos carlistas vendrían a intentar restaurar la legitimidad, semisálica y agnada, establecida por Felipe V así como el régimen foral, violentado más como efecto que como causa de la guerra de Sucesión. Además las guerras quedaban dotadas del trasfondo doctrinal que se venia suscitando desde el levantamiento popular contra el invasor napoleónico, continuada por las diversas luchas entre liberales y tradicionalistas que jalonan la última parte del reinado de Fernando VII. Así en el Reino de Valencia se produzca una señalada continuidad, como en el resto de España, entre los combatientes de la guerra de la Independencia (ejemplo paradigmático fue el Barón de Herves) y los voluntarios carlistas. No es por ello de extrañar que fueran los carlistas a lo largo de los años los mantenedores de la memoria de la guerra contra Napoleón, los primeros en popularizar la figura de Vicent Doménech, el Palleter, a través de un célebre periódico que llevaba por cabecera la del valenciano que declaró la guerra a Napoleón[3].

Los restos del régimen tradicional valenciano pronto entenderían el alcance de la disputa y juraron fidelidad al legítimo Carlos V. Valencia venia siendo un núcleo de constantes actividades anticonstitucionalistas. En la capital valentina se entrega a SMC Fernando VII el Manifiesto de los Persas y las gestiones y maniobras de los realistas –entre ellos los diputados Joaquín Colomer, José Miralles y Ramón Cubells—acaban con la firma del Decreto de Valencia, por el que se acaba con la obra constitucional de Cádiz.
Los militares del Reino de Valencia como los del resto de España van a ir sufriendo tras la guerra de la Independencia una depuración paulatina que hará girar el signo ideológico mayoritario del Ejército y la Armada. Los militares realistas van a ser un factor esencial para la abolición de la obra constitucional por Fernando VII en Valencia, siendo la actuación del General Elío (veterano de las campañas del norte de África y del Rosellón y último virrey del Río de la Plata y tío del Capitán General carlista Joaquín Elío) fundamental en este sentido. El mismo, preso por el sectarismo de los liberales durante el trienio es ejecutado con el garrote vil en 1822, acusado de instigar desde la cárcel un motín antiliberal de los Artilleros valencianos. Lejos de la imagen que la propaganda liberal intentó trazar de él, su muerte fue sentida por el pueblo valenciano, pues a pesar de su origen navarro se comprometió con el desarrollo de la ciudad, y a su iniciativa se deben diversas obras públicas así como los Jardines del Real en los que queda una pequeña estatua del General. Durante las guerras carlistas ilustres y experimentados militares valencianos defienden la legitimidad carlista: el Coronel Don José María de Arevalo, jefe de Estado Mayor de Cabrera; el Coronel Llagostera, que era Capitán al comienzo de la guerra, destinado en el regimiento de Infantería de Bailén; el Coronel Tallada, capitán de guarnición en Alicante cuando marchó al campo carlista; el valiente Coronel Llórens, Comandante de Voluntarios de Villarreal de la Plana; Tomás Segarra, Guardia Civil que fue Comandante de los 2º y 5º Batallón del Maestrazgo en la tercera guerra, etc.
El primer levantamiento carlista en el Reino de Valencia, es algo tardío, comparado con el del resto de España. Da comienzo el 15 de noviembre de 1833, fecha en que la guarnición y el vecindario de la villa de Montesa proclaman a Carlos V, prendiéndose la llama por todo el Reino de Valencia. Por las mismas fechas el Gobernador de la plaza fuerte de Morella, Coronel D. Carlos de la Victoria, de acuerdo con el Brigadier Barón de Herves se levantaron con cientos de voluntarios en dicha plaza que a larga tanta importancia simbólica y estratégica tendrá. La pérdida de dicha ciudad y el fusilamiento a finales de diciembre de 1833 de los dos militares carlistas, junto con el Comandante de Voluntarios de Liria, don Vicente Gil, produjo el desconcierto, pero no el desánimo. La simpatía por la causa carlista es mayoritaria entre los valencianos, y prácticamente total entre los campesinos y las clases populares. Su relativa prosperidad se vio radicalmente violentada por la liquidación de los regímenes señoriales y comunales en beneficio de la especulación burguesa a través de la desamortización (que empieza en toda su crudeza coincidiendo con la primera guerra carlista) y por el aumento de los impuestos, en una reforma agraria que se hacia a expensas de los campesinos en aplicación de las políticas liberales.
Durante la primera guerra el Reino de Valencia queda dividido por zonas de influencia y de dominio, no siguiendo límites geográficos ni políticos. De hecho la administración civil y militar funcionó a través de de la Real Junta Superior Gubernativa de los Reinos de Aragón, Valencia y Murcia. Así el sur del Reino se encontraba más volcado a la colaboración con el Reino de Murcia. Párrocos como el de Molins, en la actual provincia de Alicante, levantaron diversas partidas que luego actuarían sobre la huerta murciana, donde el alzamiento será efímero: el teniente, que había sido del Regimiento fijo de Ceuta, Don Francisco Bronchí, se levantó en armas con 40 voluntarios alrededor de Lorca; siendo batido por la milicia urbana y fusilado(5). Mientras, al norte la unión es con el bajo Aragón, penetrando por la margen derecha del Ebro en Castilla. A la muerte de Herves y Victoria los carlistas se agrupan en torno al General Carnicer, que pronto será jefe indiscutible, quedando como subordinado en el Maestrazgo valenciano D. Juan Marcoval, en cuyas filas comienza a destacar Cabrera. Cuando aquel muere fusilado por los cristinos en febrero de 1834 ya Cabrera ha adquirido un nombre y es famoso, alcanzando la categoría de Coronel; pero el jefe es Carnicer, militar profesional que había pertenecido a cuerpos distinguidos, como la Guardia Real y el Regimiento de Guardias Valonas, y que hallándose en su pueblo con licencia abandonó su tranquilo vivir para defender la legitimidad.
En principio la estrategia de las partidas fue moverse rápidamente por las zonas rurales que conocían bien intentando extender el levantamiento, reclutando hombres, allegando medios y evitando el contacto con las tropas gubernamentales, mucho mejor armadas y entrenadas, pertrechadas por mercenarios, ejércitos profesionales extranjeros y movilizados forzosos, esperando que el levantamiento en toda España a favor de S.M.C Carlos V concluyera con su victoria y entronización. Esta esperanza se vio pronto frustrada, cuando toda la administración, la banca y la mayoría de los comandantes militares prestaron lealtad a la infanta Isabel y su gobierno.
Se dependía en gran parte de la suerte que la guerra tomase en el frente norte. Ante la insostenible situación de la guerra en el Maestrazgo Cabrera viaja al Cuartel Real, situada en Zúñiga (Navarra) y se entrevista con Carlos V y el Conde de Villemur, Ministro de Guerra. En marzo Carnicer pasa al Ejército del Norte, requerido por el Cuartel Real, quedando Cabrera como jefe interino. El prestigio de Cabrera crece con acciones tan audaces como la de Alloza contra el General Nogueras. Cabrera logra reunir a un Ejército regular de más de mil hombres, que se coordinará con las partidas del sur de Tarragona y del Bajo Aragón. Los carlistas estabilizan su situación en la comarca de los Puertos de Beceite, que controlan totalmente. Los liberales reaccionan con saña y crueldad ante su impotencia militar, fusilando a los oficiales carlistas Monteverde y Matamoros y apresando a la madre de Cabrera en Tortosa. En noviembre el Rey nombra a Cabrera Comandante General del Bajo Aragón. La necesidad de aprovisionamientos hace que se inicie una expedición por Castilla, siendo derrotados los carlistas en Molina de Aragón y generándose una nueva dispersión de los guerrilleros. En febrero de 1836 es fusilada en Tortosa María Griñó, anciana madre de Cabrera, por orden del General Nogueras, ratificada por Espoz y Mina. La conmoción es enorme entre los tortosinos y los habitantes del Maestrazgo. Las represalias hacen que la guerra entre en su periodo más sangriento. En abril es tomada y fortificada Cantavieja, que servirá como centro de operaciones. La participación de Cabrera en la expedición del jienense General Gómez por Castilla, Andalucía y Extremadura determina la pérdida de la plaza. En enero reaparecerá por el Maestrazgo Cabrera, sufriendo heridas en una acometida sorpresa de los liberales. En abril Cabañero reconquista Cantavieja.
La Expedición Real pasa por el Reino de Valencia y son muchos los valencianos que se unen a la misma. Será objeto de enormes fricciones con los dirigentes militares del Carlismo valenciano la actitud tomada ante las puertas de El Retiro.
1838 será año pródigo en acciones militares en el Reino de Valencia. En enero se toma Morella y Benicarló. En agosto los liberales sitian Morella, pero se retiran ante la heroica defensa de los carlistas, siendo Cabrera ascendido a Teniente General y nombrado Conde de Morella. En octubre justifica sus galones con una impresionante victoria al general Pardiñas. En 1839 el carlismo está en su pleno apogeo en el Maestrazgo, dominándose un extenso territorio que abarca parte de Teruel, Castellón, Tarragona, Valencia y Cuenca, y disponiendo de un ejército de 20.000 voluntarios con una incipiente administración civil y restauración de las instituciones forales. Cabrera ordena la fortificación de diversas plazas: Castellote, Tales, etc…
El traidor Maroto firma el Convenio de Vergara, el 31 de agosto. Rechazado por Don Carlos, la guerra continuará en el Maestrazgo. Tras heroica resistencia nada se puede hacer ante todo un ejército liberal concentrado en el territorio del Maestrazgo, que tiene que ir asaltando uno a uno todos los leales pueblos del Maestrazgo. El 30 de mayo de 1840 cae Morella. Cabrera en junio cruza el Ebro junto a su ejército de diez mil hombres, llegando a Berga, donde pretende aún continuar la lucha, sin que eso sea posible.
El desenlace de la guerra, adverso a las armas carlistas, abre el duro trance de la ilegalidad. La represión, la persecución y el exilio son las notas que presiden estos años, como en el resto de España. Los gobernadores establecen paseos militares en los pueblos donde más importancia tuvo el carlismo y hasta los que han aceptado la rendición son objeto de amedrentamiento. Espartero inicia la persecución anticatólica, invadiendo la jurisdicción eclesiástica, desterrando Obispos y párrocos. Llegan a estar vacantes 24 Obispados, entre ellos el de Valencia. Asimismo el gobierno intenta una política de atracción, intentando comprar voluntades con bastardos ofrecimientos, incluso suscitando la posibilidad de restauración foral valenciana, a la cual no se avienen los carlistas valencianos pues no quieren ser comparsas de un régimen liberal por muy descentralizado que se encuentre. En otras ocasiones se han de soportar las algaradas y amenazas de turbas liberales, que actuaba con total impunidad. En una de esas ocasiones se intentó asesinar al Brigadier carlista don Pedro Beltrán, sin que afortunadamente se realizara.
Pese a la persecución, al igual que en otros territorios, como Andalucía, La Mancha o Galicia, hay quien no depone las armas. En 1841 Tomás Peñarroya, natural de Forcall levanta una partida, actuando después otras partidas como las de Marsal, el Groc, la Cova y el Serrador.
En 1844 el general liberal Villalonga declara el estado de sitio en todo el Maestrazgo, así como el cierre de las masías morellanas. Todos los jefes de partidas son asesinados, junto a cerca de otros doscientos carlistas.
La campaña montemolinista apenas tiene eco en el Reino de Valencia, por más que Cabrera siga al frente de tropas carlistas en Cataluña. La dura represión así como la confusión e improvisación de la misma impide que la mecha de la insurrección prenda.
En 1854 sí tendrán cierta influencia levantamientos aislados en el Maestrazgo valenciano.
En la década de los 60 el Carlismo se organiza para la contienda electoral. Se empiezan a dar también en el Reino de Valencia una batalla más intelectual en la que la protesta legitimista va a ir perfilando un corpus doctrinal más nítido junto a un programa de gobierno nacional que pretende deshacer la obra liberal y responder a los nuevos problemas políticos y sociales que asolan a España. Conforme avanzan las medidas centralistas del gobierno liberal en el carlismo valenciano más importancia tendrá la demanda de restauración foral.
Tras los sucesos revolucionarios de 1868 el Carlismo valenciano se prepara una vez más para la guerra. En 1869 se dan chispazos y episodios de agitación carlista por todo el Reino de Valencia tras la orden de Carlos VII de secundar el levantamiento iniciado en La Mancha el 23 de junio. La traición de Cabrera no desmoralizó a los combatientes carlistas. De 1872 a 1876 se va a dejar sentir con gran intensidad, aunque la guerra no tuvo la magnitud que en el periodo 1833-1840. Cucala domina el Maestrazgo, mientras que por Ribarroja, Beneguacil, Liria, Chelva y otros pueblos lo hace el General Santes, que llegó hasta Utiel, Cuenca y Albacete. Entre los días 21 y 22 de septiembre de 1873 tiene lugar la batalla del Llano de la Camorra, en Bocairente. El general Santés estuvo muy próximo a derrotar a las tropas republicanas del general Weyler, pero la endémica falta de municiones del ejército carlista hace que a última hora cambie el signo de la batalla. La cruz que recuerda a carlistas y republicanos muertos en la batalla ha sido objeto continuo de profanaciones por los separatistas.
Durante la tercera guerra carlista se da en el Reino de Valencia una restauración parcial y fugaz de instituciones forales, al igual que en Vascongadas y Navarra, en los márgenes del territorio controlado por los carlistas. El 16 de julio de 1872 Carlos VII en ejercicio de su soberanía regia restauraba los Fueros de la Corona de Aragón, lo que supone una revitalización de los usos y costumbres, de las autarquías regionales y las jerarquías sociales anteriores a la paulatina centralización. Al calor de esta restauración en enero de 1875 surge la “Real Diputación del Reino de Valencia” (en 1874 ya existía una “Real Diputación del Maestrazgo”) que ejercerá su autoridad hasta julio del mismo año. En esta labor van a colaborar importantes juristas, como el tortosino Joseph Antoni de Wenetz (auditor de guerra), aplicándose la legislación emanada de las autoridades carlistas, como el Código Penal promulgado por Carlos VII el 2 de marzo de 1875. Se establece una hacienda propia, se normaliza la actividad económica y agrícola y se restablece la libertad de la Iglesia dentro de un régimen católico. En el ámbito de las comunicaciones se establece una administración postal y telegráfica propia, que llega incluso a comunicarse con los territorios carlistas de fuera del Reino de Valencia. Incluso se va a emitir sello, al igual que en Vascongadas, por la Intendencia del Ejército Real del Centro, que llegaría a ser utilizado en una parte de la actual provincia de Tarragona, en el Bajo Aragón, Murcia, Albacete, Cuenca, Ciudad Real e incluso Guadalajara. Sobre la efigie de Carlos VII se establecía un rótulo con los términos “España-Valencia”.
Las libertades de las que gozaba el Reino de Valencia eran las mayores de su historia reciente, solo comparables a la acendrada lealtad de los valencianos al Rey Legítimo de España. La “llamada a armas” era competencia exclusiva de la Diputación. Se trataba de una respuesta tradicional a las quintas forzosas liberales. Frente a una movilización politizada se hacía a todos los habitantes del territorio soldados de la Patria que tomaban las armas cuando esta se viese amenazada por poderes extranjeros o en sus Fueros.
La Real Diputación respondía a unas premisas teóricas más desarrolladas y elaboradas, gracias entre otros a la labor de Aparisi. En su Esbozo de una constitución de la monarquía católica y tradicional dejó desarrollados con detalle los aspectos fundamentales del funcionamiento de la actividad administrativa, adaptando los principios tradicionalistas a los nuevos desafíos sociales.
La Real Diputación fue una garantía de estabilidad que contrastaba con las interminables crisis e intrigas de los débiles gobiernos liberales[4]
En definitiva se creó una administración (en el sentido estricto del término, ajeno a la macroburocracia weberiana) en una situación precarizada por las circunstancias de la guerra, dotada de las prerrogativas forales de la Tradición Española, que daban una enorme libertad al territorio solo comparable con su recíproca lealtad, y que deshizo en su ámbito geográfico la obra política de los liberales.

Tras la nueva derrota militar el Carlismo valenciano pasará por una situación política análoga al del fin de la primera guerra carlista. En esta época al mayor enemigo del Carlismo es Cánovas del Castillo, artífice del golpe de Estado alfonsino, quien no obstante y temeroso de la Revolución deja sentado que no quiere acabar con las masas carlistas. Se trata de una época marcada por las tensiones religiosas y políticas en las que un liberalismo empecinado en consagrar una nueva clase dirigente se obstina en un turnismo de sus dos grandes tendencias, con diversos ataques a la Iglesia y a la religión en el ámbito público. Señalaba el diario El Palleter en su número 26 de 30 de abril de 1883: “sinse un colp de má, una sublevasió militar feta a espales del poble, sublevasió que li dona el triunfo a D. Alfonso, encara estarient luchant per quina habia de ser la persona qu´ocupara el trono. Pero pucha D. Alfonso, y vullges que no vullges, mos el fan tragar a tots, i encara mos eixichixen churament de fidelitat a la sehua persona”. Por esta actitud se va a procesar a su director y será condenado a ocho años de prisión. Pesó sin duda el hecho de que fuese uno de los periódicos con mayor tirada de Valencia, con 50.000 ejemplares.
Durante el reinado de Don Jaime la organización política y social del carlismo valenciano sale muy fortalecida. Se ha de hacer notar que un valenciano de Villena, el Marqués de Villores, llega a ostentar durante estos años la Secretaría Política de Don Jaime. Se publica en Valencia el periódico El Tradicionalista, que llegó a tener gran tirada y ser leído en toda España. El jefe regional será Fernando de Rojas, Marqués de Algorfa, hombre de gran religiosidad y cultura, natural de Alicante. Gracias a sus aportaciones económicas se abrieron varios círculos por todo el Reino de Valencia.
Contra la Ley del Candado reaccionan radicalmente los carlistas valencianos convocando a este efecto manifestaciones y actos de desagravio. La tensión es mayúscula, pero los carlistas se hacen dueños de las calles, contienen a los revolucionarios y ganan enorme simpatías. Finalmente el Gobierno saca adelante despóticamente dicha ley después de una obstrucción en el Congreso por las minorías integrista y carlista, en una agotadora sesión de dieciocho horas.
El gobierno no cesa en sus artimañas y acciones sucias contra el Carlismo, propiciando los graves incidentes de San Feliú de Llobregat. A esa política respondía el carlismo con su natural caballerosidad cuando se trataba del servicio a la Patria. En septiembre de 1911 tiene lugar un movimiento revolucionario, cuyo brote más sangriento tiene lugar en Cullera. El jefe carlista de Alcira, Picot, al conocer de los hechos anárquicos que se desarrollaban para impedir que se extendieran a otros pueblos, ya que el Capitán General no se atrevía a sacar las fuerzas de la ciudad de Valencia, organizó partidas con voluntarios de los centros jaimistas de Algemesí, Alcira y Sueca, que impidieron que se extendiera la ola revolucionaria. Cuando el Capitán General de Valencia, Echagüe, quiso recompensar a Picot este negó resueltamente a aceptar recompensa de carácter gubernamental.
Las concentraciones carlistas van a demostrar la vigorosa fuerza de la Comunión. Destacan los Aplecs de Alcalá de Chivert y Alfara del Patriarca.
El Directorio militar del General Primo de Rivera es acogido con alivio por lo que supuso de restauración del orden público. Sin embargo bien pronto tendrán lugar fricciones. En Valencia mientras los socialistas campan a sus anchas en 1924 la autoridad gubernativa prohíbe la imposición de las medallas de la Lealtad para los veteranos de las guerras carlistas.
La llegada de la República hará que el Carlismo crezca por ser la fuerza política auténticamente contrarrevolucionaria. El nuevo jefe delegado, Fal Conde, visitará el Reino de Valencia en varias ocasiones, siendo recibido con entusiástico alborozo. En el mes de abril de 1935 visitó Líria, Benaguacil, Puebla de Vallbona, Villamarchante y Ribarroja, el Delegado Nacional de Requetés José Luis Zamanillo, acompañado de José Torrent. Ambos tuvieron un cambio de impresiones con las distintas Juntas que cristalizó con la ubicación en Benaguacil de la Jefatura Comarcal del Requeté en la persona de Bautista Sanchis Blay. Son muchos los católicos que hasta entonces se encuentran al margen de la política y que se unen a las filas carlistas. Se dan en esos años un crecimiento espectacular de los Círculos, asociaciones y actividades. La Comunión estará presente en casi todos los pueblos valencianos[5]. Pero la acción ahora no se encamina a la concurrencia electoral ni a la elaboración doctrinal, sino a acabar con la República, que no era más que la máscara de la sovietización de España, con las armas. Sin embargo, a pesar de la tensión prebélica los círculos carlistas siguen siendo ejemplos significativos de vivificación social, que trascendían con mucho la mera significación partidista o doctrinal. En los Círculos valencianos eran comunes las actividades lúdicas y deportivas. Cotejando El Tradicionalista se pueden contar hasta diecisiete equipos de fútbol formados por los carlistas que se extienden por toda la Región con nombres tan significativos como C.D. Patria, A.D.T. Cruzada, C.D. Tradicionalista, etc. No será el fútbol el único deporte practicado, aunque sí el más popular junto con el ciclismo. Dependiendo de los círculos habrá secciones de rugby, atletismo, pelota valenciana natación o baloncesto. La vertiente artística tampoco se descuida (y llega incluso hasta las actividades que hoy día se desarrollan en algunos círculos carlistas valencianos). Así será común la representación de obras teatrales (sobre todo autos sacramentales) y belenes vivientes. También las bandas de música, como reflejo de su arraigo popular en todo el Reino de Valencia, tendrán su espacio en los círculos carlistas. La formación religiosa tiene un lugar preminente y así también los círculos acogen meditaciones y charlas de sus consiliarios. No se descuida la acción política y buena prueba de ello son las decenas de mítines que se desarrollan por toda la Región y que junto a los propios oradores valencianos concurrirán los más destacados miembros de la Comunión de toda España. La labor de los carlistas no se limitaba sin embargo a los círculos y a la Comunión. Casi todos están implicados además en obras de caridad, apostólicas, culturales o sociales. En algunos casos ambas obras se confunden debido a la mayoritaria presencia de carlistas en ámbitos como las Conferencias de San Vicente de Paúl o en el Rosario de la Aurora. También la Casa de los Obreros San Vicente Ferrer va a estar dinamizada durante muchos años por los sindicalistas carlistas.
El fracaso inicial del Alzamiento en el Reino de Valencia y la concentración de las fuerzas rojas en el territorio levantino hasta el final de la guerra impidieron que el Carlismo desarrollase toda su capacidad ofensiva. El Tercio Nuestra de los Desamparados que desde Zaragoza intentaron organizar los carlistas valencianos escapados de la dominación roja pronto se diluyó entre los diversos cuerpos del Ejército. Sin embargo el hecho más significativo es que durante la Cruzada los carlistas valencianos ofrendaron nuevamente el tributo de sangre martirial para la victoria sobre el comunismo. Treinta y un carlistas se encuentran dentro de los doscientos veintiséis mártires valencianos beatificados por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, en fecha muy cercana a la de los Mártires de la Tradición. Sin embargo, en el sentido analógico y civil de “mártir de la Tradición” (que en ocasiones coincide con el juicio de la Iglesia Católica) fueron muchos más los mártires carlistas valencianos. En concreto Luis Pérez Domingo ha llegado a documentar novecientos ochenta y dos (no se descarta que la cifra sea superior) mártires carlistas del Reino de Valencia, asesinados vilmente por la vesania roja[6].
Finalizada la guerra hacen su entrada triunfal en Valencia los Tercios de Requetés del Alcazar y Cristo Rey, Y se siente el pesar de la malograda victoria desde el primer momento. El cierre de círculos y la incautación de prensa hacen que el carlismo comience también en el Reino de Valencia su oposición, desde los principios católicos y tradicionalistas, al nuevo régimen, por aquellos años con su faz más totalitaria. Se acompañaba esta actitud con periodos de distensión y colaboración frente a los poderes extranjeros y mundialistas que acechaban contra España. Cuando la campaña contra Rusia, pese a las cautelas con que se estaba gestando el alistamiento son muchos los carlistas valencianos que se embarcan en lo que para ellos era una cruzada contra el comunismo que tanto dañó hizo en España. Así tuvo un comportamiento heroico don Rafael Ferrnado Sales, que será distinguido por el Rey Javier con la Orden la de Legitimidad Proscrita. Junto a las multas proliferan los confinamientos, como el que sufrió durante largas épocas la jefa de las Margaritas Sara Peris, solo por manifestarse carlista[7].
La Familia Real visita en múltiples ocasiones el Reino de Valencia, interesándose por su realidad social y económica, por su cultura y tradiciones propias. Las visitas de la Familia Real y los actos carlistas, incluso los meramente religiosos, acaban en muchas ocasiones con algunos incidentes por culpa de provocadores francofalangistas y siempre con injustificadas y muy onerosas multas. Incluso cuando algunas Infantes van a Villarreal a visitar la Basílica de San Pascual Bailón, devoción de la monarquía hispánica, en plena época de intento de acercamiento al Régimen de Franco esté respondía con las mismas medidas represivas.
Mientras los círculos van recuperando poco a poco su actividad, apoyándose en numerosos subterfugios legales, disimulando su acción política bajo la coartada religiosa o cultural. Se inauguran los nuevos locales del Círculo San Miguel de Liria (acogido a la denominación de “Católico-Cultural”) mientras otros reanudan su actividad, como la Penya Espanya de Villarreal, los de Sueca, Algemesí, Orihuela, etc. Acogido a la Ley de Asociaciones nace el Círculo Cultural Aparisi y Guijarro de Valencia, en el mes de mayo de 1959, con un mitin multitudinario en el cine Rex. Por estar situado en Valencia, una de las ciudades más importantes de España, y por estar consagrado al mantenimiento de la memoria de Aparisi y Guijarro este círculo carlista trascenderá con mucho de su específico ámbito local. A pesar de que durante mucho tiempo fue la entidad privada de la ciudad que junto con el Ateneo Mercantil más socios tuvo, con el tiempo fueron afluyendo al Aparisi carlistas o admiradores de Aparisi y Guijarro de toda España y la Cristiandad.
Tras la fachada de los Círculos descansaba gran parte de la organización de la Comunión en el Reino de Valencia. Desde 1969, bajo la presidencia de don José María Blasco, el Círculo editó un boletín informativo que con el tiempo adquirió apariencia y dinamismo de revista, si bien las circunstancias políticas y económicas han condicionado su periodicidad, su tirada y su formato. Dicho boletín fue fiel reflejo de la intensa actividad del Círculo y de la Comunión, en unas condiciones muy poco propicias para la acción política en libertad. Así, con riesgo indudable la Comunión, se oponía al estado policial y a las jurisdicciones especiales, exigía la vuelta al régimen foral y recuperaba la lengua valenciana publicando artículos, lecciones de gramática y fomentando recitales de música en valenciano en los círculos carlistas. Fue por aquel entonces también la Comunión pionera en la reivindicación del 9 de octubre como día regional valenciano, en conmemoración de la liberación de Valencia por Jaime I. En 1973 salía el nº 13, salía por última vez A.G. como tabloide, en plena crisis de supervivencia del Carlismo, tras la defección de quien debía de continuar la obra del Rey Javier, publicándose una histórica carta de don Manuel Fal Conde. Más tarde se reencarnaría en la revista Todos/Tots, con importante ingrediente del valencianismo cultural, que llegaría a distribuirse en los kioscos, convirtiéndose en una revista de referencia y de gran influencia en los duros años setenta y ochenta. Todo ello merced al tesón de Eduardo Chuliá y su equipo. AG siguió saliendo en varios formatos, con contenido casi estrictamente político. En los últimos años ha tomado el relevo el boletín Reino de Valencia.
El Reino de Valencia va a ser junto con Asturias una de las primeras regiones en oponerse al rumbo socialistizante que pretendía dar el ex – príncipe Carlos Hugo al Carlismo. Los agentes de Carlos Hugo pronto pretendieron colocar a personas afectas a las nuevas tesis, en una actitud que contradecía formalmente la democracia de la que alardeaban y que topó con la oposición frontal del pueblo carlista valenciano. Pronto cobrará gran importancia la figura de S.A.R. Don Sixto, que llegó a ver publicados sus manifiestos en las primeras páginas de los periódicos valencianos de mayor tirada, como Ciudad de Alcoy o Las Provincias de Valencia, y a recibir el afecto de los carlistas valencianos en diversas visitas (como la de febrero de 1976 en Castellón, Morella, Liria, Algemesi, Alcoy y Orihuela o en la conferencia pronunciada en el Círculo Aparisi y Guijarro el día de la Monarquía Tradicional de 1979).
Los años setenta son fecundos, aunque no los más fáciles. Tienen lugar en esas fechas la celebración de las tres Jornadas Forales del Reino de Valencia, que marcaron un punto de inflexión en la tendencia del valencianismo, la fundación de la Federación Coordinadora de Entidades Culturales del Reino de Valencia, el mitin de la plaza de toros, etc.
Por aquel entonces irrumpe en Valencia un fenómeno por completo desconocido en ámbitos políticos o culturales: el pancatalanismo. Es decir, la ideología que pretende crear un estado separatista que agrupe a Cataluña, Valencia y Baleares basándose en afinidades culturales e históricas. Los carlistas pronto reaccionan ante esta intentona y organizan a una sociedad valenciana adormecida y despolitizada por el franquismo y que tiene que afrontar una lucha contra las violencias y coacciones físicas de los pancatalanistas, financiados con millones de pesetas por el gobierno autonómico catalán. La revista Todos/Tots constituye una acabada documentación de las enormes movilizaciones que organizaron y protagonizaron los carlistas contra ese proyecto separatista, sacando a la calle a cientos de miles de valencianos en defensa de la Real Senyera, la denominación Reino de Valencia, la lengua y cultura valenciana, el himno regional y en definitiva la personalidad valenciana. Los carlistas valencianos no están solos y reciben el apoyo de los de toda España, particularmente de los catalanes, que emiten un solemne manifiesto en contra del artificio separatista de los llamados “Países Catalanes” y a favor de la denominación tradicional de Reino de Valencia. Fueron duros años en los que la violencia, las coacciones y las amenazas estaban al orden del día. La “batalla de Valencia” fue parcialmente favorable para la tradición valenciana, sin embargo el oportunismo político de advenedizos partidistas y el anticatalanismo en que en ocasiones incurrió el movimiento valencianista frustró lo que podría haber sido un movimiento de mucho más calado.
Hasta aquí quedan trazados los puntos más fundamentales de una dilatada trayectoria de resistencia saguntina frente a los embates de la Revolución en el Reino de Valencia. Tantos años de lucha y sacrificio son un ofrecimiento inescrutable para Nuestro Señor Jesucristo. Y desde nuestra escasa visión humana han servido para impedir una mayor europeización del Reino de Valencia. En los tiempos presentes la voz del Carlismo valenciano sigue siendo tan imprescindible y esencial como hace ciento setenta y cinco años para lograr la restauración del españolísimo Reino de Valencia en todo su esplendor católico, foral y monárquico. Bendito sea Dios por haber permitido en el Reino de Valencia la Gloria de Su Combate.
[1] “El Carlismo enlaza con los grandes apologetas de la Tradición foral valenciana a través de Francisco Xavier Borrull. El Carlismo abandera, en consecuencia, los fueros íntegros del Reino de Valencia. (…) Carlismo y Fueros, Carlismo y Reino, Carlismo y libertades concretas fueron una misma cosa”. Francisco Elías de Tejada. “El Reino de Valencia” Ponencia de las Primeras Jornadas Forales del Reino de Valencia. 22 y 23 de junio de 1974.

[2] En la guerra de Sucesión el pueblo valenciano sufrió una escisión dentro del mismo, pues muchos valencianos apoyaron a Felipe V y además fue un enfrentamiento básicamente de potencias extranjeras, de hecho en la batalla de Almansa no hay combatientes valencianos en ninguno de los dos bandos.

[3] Recientemente el Círculo Aparisi y Guijarro de la ciudad de Valencia ha conmemorado el segundo centenario del Crit del Palleter. Hace un siglo los carlistas junto a la sociedad Lo Rat Penat también fueron protagonistas de la conmemoración de hace un siglo. En aquel entonces el ayuntamiento republicano no dispuso ninguna conmemoración oficial por su respeto reverencial a Francia. Actualmente los gobiernos municipal, provincial y regional, los tres en manos del de la derecha liberal tampoco ha dispuesto ninguna conmemoración, sin duda por su europeísmo.
4 Vicente Boix, notable historiador valenciano, presidente honorario de Lo Rat Penat y militante del Partido Progresista señaló que “no estaba el delito plenamente probado en la causa, plagada de ilegalidades y miserias, hijas del espíritu del partido liberal” (Crónica de la provincia de Valencia, Madrid 1867).

[4] “... En la mayor parte del territorio existió una paz envidiable –tan distinta de la anarquía que destrozaba y envilecía el resto de España–, todo funcionó normalmente porque así lo deseó el Duque de Madrid y sus consejeros y autoridades” Carlos VII, rey de los caballeros y caballero de los reyes. Francisco López Sanz. Ed. Gómez, Pamplona, 1969.

[5] “Son pocos los pueblos donde no hay un círculo” dejo dicho El Tradicionalista nº 497, 30-7-32, pág. 2

[6] Luis Pérez Domingo. Mártires Carlistas del Reino de Valencia. ACTAS 2002. Colección Luis Hernando de Larramendi.
8 Manuel de Santa Cruz, Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español. Página 228, Tomo V.