Siempre nos quedará la Costa Brava

En Catalunya el nivel D de catalán es como un Tampax. Mientras que con dicho artilugio -tan íntimo y femenino-, se puede practicar parapente, montar a caballo, nadar estilo mariposa y subir el Pedraforca, con el certificado lingüístico en regla -y perdonen la coincidencia-, se oposita sin excesivos contratiempos a Mosso d’Esquadra, a bedel de biblioteca, a maestra de Educación para la lobotomía y a tertuliano radiofónico en emisora oficialista. Casi nada.

Este es uno de los requisitos por el que han de pasar miles de funcionarios y funcionarias de la administración pública local. Bueno, casi todos, que el enchufismo sería un invento franquista pero en esta Catalunya endogámica se ha convertido en un deporte nacional. Debemos recordar que el Molt Honorable, funcionario por sufragio, pero funcionario al fin al cabo, habla catalán como si hubiera llegado en cayuco la semana pasada; el hombre se esfuerza, nadie lo duda, pero se nota que en la intimidad no lo practica con suficiente tesón. Si a este pequeño detalle, discriminatorio para con miles de catalanes y no catalanes, le añadimos que el Vicepresident Carod Rovira, además de coleccionista compulsivo de tapones de cava, es filólogo titulado, se pueden llegar a imaginar porque al patriarcado cebollero se le descomponen las tripas cada mañana sin necesidad de café y cigarrito purgante.

Es también importante no olvidar, que el menos honorable Carod-Rovira, ha expresado en multitud de ocasiones que todo lo que huele a España, ya sea la Feria de Abril de Can Zam, las flamencas-souvenirs de las Ramblas o las canciones de Peret -que es el rey de la rumba-, no es catalán y punto. Lo más curioso del caso, es que el hijo de picoleto está donde está, es decir, chupando cámara y repartiendo subvenciones a capazos a sus amigotes con carné, gracias a los votos de miles de presuntos no-catalanes que sí votaron al “xarnego” de Iznájar, que asisten sin ningún tipo de complejos a la Feria de Abril y que jamás bailarán sardanas delante del Corte Inglés. Que cosas tiene la vida.

Todo esto viene a cuento porque durante este mes de octubre, una represtación de lo más granado de la sociedad catalana de diseño -omito el tropel de personalidades para no escandalizar al personal con la factura a cuenta del heraldo público-, desembarcará en Frankfurt para explicar a los alemanes qué es eso de la identidad catalana. Como era de esperar, la “cultura catalana” que se exhibe estos días -tal que un mono en un circo ambulante-, es la escrita en lengua catalana. El resto de escritores de lengua no oficial, se han quedado en casa como en el cuento de la Cenicienta.

Esta omisión perversa, partidista, injusta y repugnante, es la que retrata a la perfección esta sociedad hemipléjica, cuyos comisarios mantenidos, viajarán a Alemania en representación de una nación virtual que condena a más de la mitad de sus contribuyentes a una existencia invisible. Una sociedad enferma y cuyo cerebro dañado tras décadas de inhalar las heces del micronacionalismo más rancio, apenas muestra sensibilidad hacia la otra mitad de su mismo cuerpo, que ignora y desprecia, pero a la que obliga a pagar su jizya correspondiente.

Lo más inquietante, sin embargo, es haber escuchado al jubilado Pujol, justificar el veto a los escritores por la lengua empleada y disertar sobre las numerosas coincidencias históricas que comparten la sociedad catalana y la alemana. ¿Tendrá algo que ver el muro de Berlín?


Arnau Jara
El traidor