Los políticos callan y miran hacia otro lado. Los tertulianos de servicio, a uno y otro lado, se inhiben. Como algún día la cosa se explote, los precios acabarán como en la "milla de oro".
Hace ya algún tiempo que leí el libro de Pat J. Buchanan The Great Betrayal (La Gran Traición) y comencé a hacerlo porque, ante semejante título, uno no sabe muy bien cual es la traición de la que habla. Más tarde comprendí de qué se trataba. Desde luego, si la idea de que todo gobierno protege y sirve a sus súbditos fuera una afirmación con carácter universal, estamos sin duda muy lejos de ella. Y lo peor es que los modelos en los cuales nos miramos son quizás los que peor cumplen con esa afirmación que parece tan obvia. Ellos son, de hecho, traidores a sus pueblos, en palabras del conocido autor norteamericano.
A modo de ejemplo y para ir a cosas más concretas, en los EEUU se perdieron 374,000 empleos en el sector industrial durante 2007. Los defensores del "libre comercio" afirman que este es el resultado de "la vieja economía" centrada en las manufacturas, ya que la "nueva economía" provee de servicios. Así, gracias a "la nueva economía", los EEUU crearon 1,428,000 empleos en el sector privado durante el último año.
Sin embargo, ¿son estos nuevos puestos de trabajo puestos de calidad? Pues parece que no, de acuerdo a las informaciones oficiales disponibles. Los camareros ascienden a 304,200; es decir, un 21% del total en el sector servicios y un 29% del total de empleos. En la Seguridad Social y en la Asistencia Social los empleos se elevaron a 478,400, que equivalen al 33% de los nuevos puestos de trabajo en el sector servicios y el 45% del total. Solamente 314,000 –el 22% del los nuevos empleos en el sector servicios y el 30% del total- fueron profesionales y negocios del mencionado sector. Pero, ¿corresponden estos empleos a profesionales altamente cualificados? Solo 54,700 pertenecen al campo de la arquitectura y la ingeniería; el resto son servicios para la vivienda, contables y profesionales de grado medio.
Como se ve, no solamente es que la mayoría del trabajo creado en EEUU en 2007 pertenece al sector servicios, sino que los empleos altamente cualificados son una clara minoría. Todo esto tiene un insoportable olor a economía del Tercer Mundo, a pesar de que nos las estamos viendo con "la nueva economía" y no con "la vieja economía" proteccionista y nacionalista.
Por si fuera poco, téngase presente además que muchos de estos puestos de trabajo no fueron cubiertos por nacionales estadounidenses y que también muchos de los empleos destinados a ingenieros y científicos fueron cubiertos por extranjeros que llegaron al país con un visado de por medio.
Para los miembros de la secta del "libre mercado" –aunque nunca se sabe bien de qué "libertad" hablan- el beneficio de esta abracadabrante situación radica en los bajos precios de los productos que pueden verse en las grandes superficies. Wal Mart es el nuevo Vaticano de esta religión. Sin embargo los precios bajos de Wal Mart, Ikea y otros son bajos porque China mantiene su moneda anclada al dólar, de manera que aquella oscila con este. Si este anclaje no existiera o, simplemente, el gobierno de los EEUU, o de Occidente en general, adoptara la misma estrategia proteccionista de Japón o China, que impone aranceles y todo tipo de cortapisas a las importaciones, los compradores de Wal Mart creerían comprar en Loewe o en la célebre "milla de oro" madrileña. ¿A quién beneficia esto? Pues a un complejo de grandes corporaciones industriales y financieras que ganan cifras astronómicas ante la inhibición cómplice de los políticos y de los "creadores de opinión" a la izquierda y a la derecha. Toda esta gente se ha revelado como un montón de traidores al pueblo y de poderosos enemigos que para lucrarse no dudarían en vender a su propia madre al mejor postor.
Este fenómeno de abaratar el precio de la mano de obra a costa de generar una nueva casta de esclavos globales corre paralelo al beneficio obtenido por una clase financiera sin escrúpulos que, pertrechada de sofismas doctrinales, asalta todos los días nuestros bolsillos a golpe de tipo de interés y de restricción de la masa monetaria. Y es que el dinero sirve, además de para cobrar, para producir. En un interesantísimo artículo del profesor José Villacís en El País (23.11.1998), el autor comenzaba diciendo: "¿Cómo y de qué forma invierten los empresarios? ¿De qué forma se recupera rápidamente la economía de un país? Abaratando el dinero. El precio del dinero es el interés. Como las patatas, cuando son abundantes el precio baja. Luego, si se fabrica dinero con prudente abundancia, el precio del dinero baja, y al bajar el interés los empresarios invierten. Esto lo saben muy bien el pequeño tendero de ultramarinos y el gerente de una multinacional".
Por desgracia ahora nos encontramos con la situación contraria: un precio del dinero crecientemente caro, actuante sobre una masa monetaria decreciente –por ejemplo, en lo que va de enero, el BCE ha sacado 370,000 millones de euros de liquidez- provoca un efecto de leva gigantesco de los recursos de las clases asalariadas hacia el sector financiero y prestamista. La progresiva implementación de las políticas de off-shoring y la escasez progresiva de dinero, con la excusa de mantener invariable el nivel de precios, tiene por resultado un dinero paulatinamente más caro y un factor-trabajo cada vez más barato, que garantizan el lucro del poder económico pero no la dignidad de las personas. Lo alucinante es que este modelo ni siquiera funciona bajo los supuestos del ideal liberal burgués, según el cual todo se cifra en una prosperidad económica creciente.
Así las cosas cabe preguntarse, ¿es esto una cuestión económica sin más? La respuesta es no. Como todos los problemas de alcance, se trata antes que nada de un problema conceptual fundado en una actitud espiritual errónea. Esto explica que ante los resultados cada vez más preocupantes del modelo económico occidental, se siga abundando en sofismas prestigiados en los foros académicos y nadie se cuestione la posibilidad de cambiarlo todo de arriba abajo. Recientemente hemos leído una interesantísima reflexión al respecto de Agustín López Tobajas, que llama la atención por lo evidente de sus propuestas y el peso de sus afirmaciones.
Según las inexactas, pero intuitivas, palabras de John Maynard Keynes, se trataba de "un error en los procesos inmateriales de la mente". Ahora sabemos que se trata de un error en los "procesos" espirituales del corazón de las personas, gracias al cual no se tiene claro que el fin de la vida en este mundo es trabajar por el bien, la verdad y la justicia.
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Eduardo Arroyo
http://www.elsemanaldigital.com/blog...8406&mes=&ano=
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Como FARO se ha fijado en el mismo artículo que el Administrador de este foro, pongo el despacho porque me parece que el segundo artículo reproducido y los comentarios complementan al que abre este hilo.
Madrid, enero 2008. Para los contumaces defensores del "libre mercado" --el liberalismo económico va de la mano del político y del religioso, y juntos destruyen la sociedad cristiana--, dos artículos recientes de otros medios. El primero, del día 18, lo firma Eduardo Arroyo en El Semanal Digital:
GLOBALIZACIÓN
La gran traición: el precio bajo de Ikea y Wal Mart costará caro
Los políticos callan y miran hacia otro lado. Los tertulianos de servicio, a uno y otro lado, se inhiben. Como algún día la cosa se explote, los precios acabarán como en la "milla de oro".
Hace ya algún tiempo que leí el libro de Pat J. Buchanan The Great Betrayal (La Gran Traición) y comencé a hacerlo porque, ante semejante título, uno no sabe muy bien cual es la traición de la que habla. Más tarde comprendí de qué se trataba. Desde luego, si la idea de que todo gobierno protege y sirve a sus súbditos fuera una afirmación con carácter universal, estamos sin duda muy lejos de ella. Y lo peor es que los modelos en los cuales nos miramos son quizás los que peor cumplen con esa afirmación que parece tan obvia. Ellos son, de hecho, traidores a sus pueblos, en palabras del conocido autor norteamericano.
A modo de ejemplo y para ir a cosas más concretas, en los EEUU se perdieron 374,000 empleos en el sector industrial durante 2007. Los defensores del "libre comercio" afirman que este es el resultado de "la vieja economía" centrada en las manufacturas, ya que la "nueva economía" provee de servicios. Así, gracias a "la nueva economía", los EEUU crearon 1,428,000 empleos en el sector privado durante el último año.
Sin embargo, ¿son estos nuevos puestos de trabajo puestos de calidad? Pues parece que no, de acuerdo a las informaciones oficiales disponibles. Los camareros ascienden a 304,200; es decir, un 21% del total en el sector servicios y un 29% del total de empleos. En la Seguridad Social y en la Asistencia Social los empleos se elevaron a 478,400, que equivalen al 33% de los nuevos puestos de trabajo en el sector servicios y el 45% del total. Solamente 314,000 –el 22% del los nuevos empleos en el sector servicios y el 30% del total- fueron profesionales y negocios del mencionado sector. Pero, ¿corresponden estos empleos a profesionales altamente cualificados? Solo 54,700 pertenecen al campo de la arquitectura y la ingeniería; el resto son servicios para la vivienda, contables y profesionales de grado medio.
Como se ve, no solamente es que la mayoría del trabajo creado en EEUU en 2007 pertenece al sector servicios, sino que los empleos altamente cualificados son una clara minoría. Todo esto tiene un insoportable olor a economía del Tercer Mundo, a pesar de que nos las estamos viendo con "la nueva economía" y no con "la vieja economía" proteccionista y nacionalista.
Por si fuera poco, téngase presente además que muchos de estos puestos de trabajo no fueron cubiertos por nacionales estadounidenses y que también muchos de los empleos destinados a ingenieros y científicos fueron cubiertos por extranjeros que llegaron al país con un visado de por medio.
Para los miembros de la secta del "libre mercado" –aunque nunca se sabe bien de qué "libertad" hablan- el beneficio de esta abracadabrante situación radica en los bajos precios de los productos que pueden verse en las grandes superficies. Wal Mart es el nuevo Vaticano de esta religión. Sin embargo los precios bajos de Wal Mart, Ikea y otros son bajos porque China mantiene su moneda anclada al dólar, de manera que aquella oscila con este. Si este anclaje no existiera o, simplemente, el gobierno de los EEUU, o de Occidente en general, adoptara la misma estrategia proteccionista de Japón o China, que impone aranceles y todo tipo de cortapisas a las importaciones, los compradores de Wal Mart creerían comprar en Loewe o en la célebre "milla de oro" madrileña. ¿A quién beneficia esto? Pues a un complejo de grandes corporaciones industriales y financieras que ganan cifras astronómicas ante la inhibición cómplice de los políticos y de los "creadores de opinión" a la izquierda y a la derecha. Toda esta gente se ha revelado como un montón de traidores al pueblo y de poderosos enemigos que para lucrarse no dudarían en vender a su propia madre al mejor postor.
Este fenómeno de abaratar el precio de la mano de obra a costa de generar una nueva casta de esclavos globales corre paralelo al beneficio obtenido por una clase financiera sin escrúpulos que, pertrechada de sofismas doctrinales, asalta todos los días nuestros bolsillos a golpe de tipo de interés y de restricción de la masa monetaria. Y es que el dinero sirve, además de para cobrar, para producir. En un interesantísimo artículo del profesor José Villacís en El País (23.11.1998), el autor comenzaba diciendo: "¿Cómo y de qué forma invierten los empresarios? ¿De qué forma se recupera rápidamente la economía de un país? Abaratando el dinero. El precio del dinero es el interés. Como las patatas, cuando son abundantes el precio baja. Luego, si se fabrica dinero con prudente abundancia, el precio del dinero baja, y al bajar el interés los empresarios invierten. Esto lo saben muy bien el pequeño tendero de ultramarinos y el gerente de una multinacional".
Por desgracia ahora nos encontramos con la situación contraria: un precio del dinero crecientemente caro, actuante sobre una masa monetaria decreciente –por ejemplo, en lo que va de enero, el BCE ha sacado 370,000 millones de euros de liquidez- provoca un efecto de leva gigantesco de los recursos de las clases asalariadas hacia el sector financiero y prestamista. La progresiva implementación de las políticas de off-shoring y la escasez progresiva de dinero, con la excusa de mantener invariable el nivel de precios, tiene por resultado un dinero paulatinamente más caro y un factor-trabajo cada vez más barato, que garantizan el lucro del poder económico pero no la dignidad de las personas. Lo alucinante es que este modelo ni siquiera funciona bajo los supuestos del ideal liberal burgués, según el cual todo se cifra en una prosperidad económica creciente.
Así las cosas cabe preguntarse, ¿es esto una cuestión económica sin más? La respuesta es no. Como todos los problemas de alcance, se trata antes que nada de un problema conceptual fundado en una actitud espiritual errónea. Esto explica que ante los resultados cada vez más preocupantes del modelo económico occidental, se siga abundando en sofismas prestigiados en los foros académicos y nadie se cuestione la posibilidad de cambiarlo todo de arriba abajo. Recientemente hemos leído una interesantísima reflexión al respecto de Agustín López Tobajas, que llama la atención por lo evidente de sus propuestas y el peso de sus afirmaciones.
Según las inexactas, pero intuitivas, palabras de John Maynard Keynes, se trataba de "un error en los procesos inmateriales de la mente". Ahora sabemos que se trata de un error en los "procesos" espirituales del corazón de las personas, gracias al cual no se tiene claro que el fin de la vida en este mundo es trabajar por el bien, la verdad y la justicia.
Y el 28 (pasamos por alto que la festividad tradicional de Santo Tomás de Aquino es el día 7 de marzo, el de la muerte del Doctor Angélico en 1274) escribe Eulogio López en Hispanidad.com:
A Santo Tomás no le hubiera gustado la banca, pero aún menos la bolsa
"Dadme señor agudeza para entender, capacidad para retener, orden para aprender, sutileza para interpretar, gracia copiosa para expresarme". Antaño, los alumnos tenían clase el día de Santo Tomás de Aquino (28 de enero), e incluso era costumbre exigirles un trabajo sobre la cima de la Escolástica. Para mí que se están olvidando aquellas venerables torturas que tanto han construido a formar países sufridos. Porque al Aquinate le pasaba lo mismo que a Einstein con la Teoría de la Relatividad: sus palabras eran muy inteligibles, llanas, ajenas a toda pedantería, pero sus argumentos precisaban de doble y hasta triple lectura. De ahí que resultara tan difícil de interpretar como todos aquellos que viven más pendientes de las ideas que de las palabras de los biografiados.
Pero digamos, que, con todo, hay un consenso común sobe el hecho de que a Santo Tomás no le gustaban nada los banqueros. Si yo fuera el encargado e imagen del santo, recomendaría mucho que se enfatizara este detalle, sin reparar mucho en la fachada del mismo. Digámoslo de otro modo: Santo Tomás está contra la usura porque el usurero, digamos los señores Botín o FG, están vendiendo tiempo y el tiempo, como la vida, nos les pertenece. Ésa no es una afirmación moral: digo que, en puridad, en literalidad, nadie le pertenece su vida porque nadie puede decir cuándo la compró y cuánto pagó por ella. La vida es un regalo, sobre cuya pertinencia no hemos sido consultados. Y sea quien sea el donante, lo cierto es que no podemos dar razón del mismo: se nos regala la vida, y con ella el espacio y el tiempo. Dicho queda.
El análisis tomista vine al pelo, porque revisa toda la historia económica, que podemos resumir en tres etapas:
1. En un primer momento, el hombre consume lo que necesita para vivir y, si le sobra algo acude al trueque o al trueque-moneda, para adquirirlo. Todavía se vive el estado en que la economía consistía en cubrir necesidades. Par a mí que no era malo este estilo de vida.
2. En un segundo momento, el hombre consigue producir mucho más de lo que necesita. Es así cuando nace el comercio: con el sobrante. Ni que decir tiene que el dinero cobra un especial valor.
3. Pero aún no hemos llegado a la tercera etapa, la actual: El hombre consume mucho más de lo que produce y, por ello, necesita poner sus ahorros al abrigo de la inflación. Ahí es donde surgieron, tanto la banca organizada como, lo que es mucho más grave, los mercados financieros institucionalizados, más conocidos como bolsas. Porque los mercados no sólo venden tiempos sino que se guían por el único y soberano principio de la liquidez y porque -y esto es lo más grave- porque al convertirse la liquidez en el único valor, el dinero deja de ser un medio de cambio de mercancías y servicios para convertirse en un bien en sí mismo
El siglo XX es el siglo de la Especulación. Cuando comenzó, el mercado primario bursátil, aquel que servía a la economía real, a la empresa, suponía un 90% de los mercados. Hoy, en Wall Street, el 99,5% del dinero que se mueve lo hace en el mercado secundario.
¿Pasaría algo si el mercado secundario desapareciera y las bolsas quedarían reducidas a su ducentésima parte? Absolutamente nada; es más, todos viviríamos mucho más felices, con más empresarios, más trabajadores y menos rentistas.
Porque además, la banca tradicional vende tiempo, sí, pero no se entromete en la tara del prestatario salo cunado éste incurre en mora, y su intromisión consiste, simplemente, en el embargo. Por contra, los ahorradores de la bolsa, que gozan de mayor y mejor predicamento social que los banqueros, resultan mucho más nocivos, dado que se entrometen continuamente en la economía real y condicionan a las empresa, hasta el punto de -tenía que ser en la presente centuria- hacer cierta la relación de "optimizar el valor para el accionista": trabajadores y, sobre todo, consumidores, vienen detrás, a pesar de que, sobre todo estos últimos, constituyen el fin último de toda actividad económica, lo que Santo Tomás llamaría el bien común.
Con la actual crisis bursátil no estaría de más que a los escolares, al menos a los bachilleres, al menos a los universitarios, al menos a los licenciados, se les exigiera reparar en el angélico doctor. Le regalo esta conclusión al discente de turno este titular. "A Santo Tomás no le gustaba la banca, pero todavía le hubiera gustado menos la bolsa".
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Última edición por Chanza; 29/01/2008 a las 01:29
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